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Sobre la influencia de los Profetas en la evolución de la humanidad

1
La Naturaleza está gobernada por una Ley Universal

1. La naturaleza es esa condición o realidad que, exteriormente, es el origen de la vida y la muerte o, en otras palabras, de la composición y descomposición de todas las cosas.

2. Esta naturaleza está sometida a una sólida organización, a leyes inviolables, a un orden perfecto y a un consumado diseño de los que nunca se desvía. A tal punto es esto cierto que, si se mirase con el ojo de la perspicacia y el discernimiento, se vería que todas las cosas ―desde el átomo más pequeño e invisible hasta las esferas más grandes del mundo de la existencia, como el Sol y los demás grandes astros y cuerpos luminosos― están organizadas a la perfección, ya sea en cuanto a su orden, su composición, su forma externa o su movimiento, y todas están sujetas a una única ley universal de la que nunca se desvían.

3. Sin embargo, cuando se observa la propia naturaleza, se ve que no posee discernimiento ni voluntad. Por ejemplo, la naturaleza del fuego es arder; arde sin consciencia ni voluntad. La naturaleza del agua es fluir; fluye sin consciencia ni voluntad. La naturaleza del Sol es dar luz; brilla sin consciencia ni voluntad. La naturaleza del vapor es ascender; asciende sin consciencia ni voluntad. Por tanto, es evidente que los movimientos naturales de todas las cosas creadas vienen impuestos, y que nada se mueve por voluntad propia, salvo los animales y, particularmente, el ser humano.

4. El ser humano puede resistirse a la naturaleza y oponerse a ella, puesto que descubre la naturaleza de las cosas y, en virtud de este descubrimiento, tiene dominio sobre la naturaleza misma. En efecto, todas las artes y oficios que ha ideado el ser humano se deben a este descubrimiento. Por ejemplo, ha inventado el telégrafo, que conecta el Oriente con el Occidente. Es, entonces, evidente que el ser humano domina la naturaleza.

5. Ahora bien, ¿podrían atribuirse semejante organización, orden y leyes que se observan en la existencia meramente al efecto de la naturaleza, a pesar de que la naturaleza misma no tiene consciencia ni entendimiento? Es, por tanto, evidente que esta naturaleza, que no tiene consciencia ni entendimiento, está en manos del Señor omnipotente, Quien es el Gobernante del mundo de la naturaleza y Quien hace que manifieste cuanto Él desea.

6. Algunos dicen que la existencia humana está entre esas cosas que han aparecido en el mundo del ser y que se deben a las exigencias de la naturaleza. Si ello fuera cierto, el ser humano sería la rama y la naturaleza sería la raíz. Pero ¿es posible que en la rama exista una voluntad, una consciencia y algunas perfecciones que están ausentes en la raíz?

7. En consecuencia, está claro que, en su esencia misma, la naturaleza está en manos del poder de Dios y que es ese Ser Eterno y Todopoderoso Quien somete a la naturaleza a leyes perfectas y principios organizativos, y Quien ejerce dominio sobre ella.

2
Pruebas y argumentos sobre la existencia de Dios

Entre las pruebas y argumentos sobre la existencia de Dios está el hecho de que el ser humano no se ha creado a sí mismo, sino que, más bien, su creador y hacedor es otro fuera de él. Y es cierto e indiscutible que el creador del hombre no es como el hombre mismo, puesto que un ser carente de poder no puede crear a otro ser, y un creador activo debe poseer todas las perfecciones para producir su obra.

2. ¿Es posible que la obra sea perfecta y el artífice imperfecto? ¿Es posible que una pintura sea una obra maestra y el pintor sea incompetente, a pesar de ser su creador? No, la pintura no puede ser como el pintor, ya que de otra forma se habría pintado a sí misma. Y, por muy perfecta que sea la pintura, en comparación con el pintor es absolutamente deficiente.

3. Entonces, el mundo contingente es la fuente de las deficiencias y Dios es la fuente de la perfección. Las propias deficiencias del mundo contingente dan testimonio de las perfecciones de Dios. Por ejemplo, cuando se observa al ser humano se ve que es débil, y esta misma debilidad de la criatura indica el poder de un Ser que es Eterno y Todopoderoso; ya que, si no fuese por el poder, no sería posible imaginar la debilidad. Así, la debilidad de la criatura es prueba del poder de Dios: sin poder no podría existir debilidad. Esta debilidad hace evidente que hay un poder en el mundo.

4. De igual modo, en el mundo contingente hay pobreza; en consecuencia, tiene que existir riqueza para que haya pobreza en el mundo. En el mundo contingente hay ignorancia; luego, tiene que existir conocimiento para que haya ignorancia. Si no existiese el conocimiento, tampoco habría ignorancia, pues la ignorancia es la inexistencia del conocimiento y, si no hubiese existencia, no podría haber inexistencia.

5. Es cierto que todo el mundo contingente está sujeto a un orden y a una ley que nunca puede desobedecer. Incluso el ser humano está forzado a someterse a la muerte, al sueño y a otras condiciones; es decir, en ciertos asuntos se ve compelido, y esta compulsión conlleva la existencia de un Ser que todo lo compele. En la medida en que el mundo contingente se caracteriza por la dependencia, y en la medida en que esta dependencia es uno de sus requisitos esenciales, tiene que haber un Ser que, en Su propia Esencia, sea independiente de todas las cosas. Del mismo modo, la existencia misma de una persona enferma demuestra que debe haber una que esté sana, ya que sin esta no podría establecerse la existencia de aquella.

6. Por tanto, es evidente que hay un Ser Eterno y Todopoderoso que es la suma de todas las perfecciones, pues, de otro modo, sería igual que las criaturas. Asimismo, en todo el mundo de la existencia, la menor cosa creada da testimonio de la existencia de un creador. Por ejemplo, este pedazo de pan atestigua que tiene un hacedor.

7. ¡Dios bendito! El cambio en la forma externa de la cosa más pequeña demuestra la existencia de un creador. ¿Cómo, entonces, podría haberse creado a sí mismo este vasto universo sin límites, y cómo habría llegado a existir únicamente mediante la interacción mutua de los elementos? ¡Cuán patente es la falsedad de semejante noción!

8. Estos son argumentos teóricos que se aducen para almas débiles; pero, si se abre el ojo de la visión interior, se verán cien mil pruebas claras. Así, cuando el hombre siente el espíritu que mora en él, no necesita de argumentos para su existencia; pero para aquellos que están privados de la gracia del espíritu, es necesario exponer argumentos externos.

3
Necesidad de un Educador

Cuando observamos la existencia, vemos que el reino mineral, el vegetal, el animal y el humano ―todos y cada uno de ellos― tienen necesidad de un educador.

2. Si la tierra carece de quien la cultive, se convierte en una espesura de malezas crecientes, pero si se encuentra a un agricultor que la cultive, la cosecha resultante provee sustento a los seres vivos. Luego, es evidente que la tierra necesita ser cultivada por un labrador. Observa los árboles: si se quedan sin cultivar, no producen frutos y, sin frutos, no sirven para nada. Pero cuando el árbol sin fruto se confía al cuidado de un jardinero, se vuelve fructífero y, mediante el cultivo, los cruces y los injertos, el árbol de fruto amargo produce fruta dulce. Estos son argumentos racionales, que es lo que las gentes del mundo necesitan hoy en día.

3. Observa igualmente los animales: si a un animal se le entrena, se vuelve doméstico; en tanto que el ser humano, si se le deja sin educación, se vuelve como un animal. En efecto, si se abandona al hombre a su estado natural, se hunde más bajo que el animal, mientras que, si se le educa, llega a ser como un ángel. Pues la mayoría de los animales no devoran a los de su misma especie, pero hay hombres en Sudán, en el centro de África, que se despedazan y se devoran unos a otros.

4. Observa ahora que la educación es lo que somete a Oriente y Occidente al dominio del ser humano, produce todas estas obras admirables, promueve estas grandes artes y ciencias, y da origen a estos nuevos descubrimientos y proyectos. Si no fuese por un educador, de ningún modo se habrían conseguido los medios para la comodidad, la civilización y las virtudes humanas. Si se abandona a una persona sola en una selva donde no vea a nadie de su propia especie, sin duda se convertirá en un simple animal. Por consiguiente, está claro que se necesita un educador.

5. Ahora bien, la educación es de tres clases: material, humana y espiritual. La educación material tiene por objeto el crecimiento y desarrollo del cuerpo, y consiste en asegurar su sustento y obtener los medios para su holgura y comodidad. Esta educación es común al hombre y al animal.

6. Sin embargo, la educación humana consiste en civilización y progreso, es decir, buen gobierno, orden social, bienestar humano, comercio e industria, artes y ciencias, descubrimientos trascendentales y grandes proyectos, que son las características esenciales que distinguen al ser humano de los animales.

7. En cuanto a la educación divina, se trata de la educación del Reino, y consiste en adquirir perfecciones divinas. Esta es realmente la verdadera educación ya que, en virtud de ella, el ser humano llega a ser el foco de las bendiciones divinas y la personificación del versículo «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra». Este es el objetivo último del mundo de la humanidad.

8. Ahora bien, necesitamos un educador que sea a la vez un educador material, humano y espiritual, para que su autoridad tenga efecto en todos los niveles de la existencia. Y si alguien dijese: «Yo estoy dotado de razón y entendimiento perfectos y no tengo necesidad de semejante educador», estaría negando lo evidente. Es como si un niño dijera: «No necesito educación, sino que obraré buscando las perfecciones de la existencia conforme a mi propio pensamiento e inteligencia»; o como si un ciego afirmase: «No necesito ver, ya que hay muchos ciegos que salen adelante».

9. Por tanto, es claro y evidente que el hombre tiene necesidad de un educador. No hay duda de que este educador debe ser perfecto en todos los aspectos y distinguirse por encima de todos los seres humanos. Pues, si fuese como los demás, jamás podría ser su educador, especialmente porque debe ser, al mismo tiempo, su educador material, humano y espiritual. Es decir, ha de organizar y administrar sus asuntos materiales y establecer un orden social, a fin de que se ayuden y apoyen unos a otros para asegurar los medios de existencia, y para que sus asuntos materiales estén ordenados y organizados en todos los aspectos.

10. Debe, asimismo, sentar las bases de la educación humana. Es decir, debe educar las mentes y pensamientos humanos de tal modo que sean capaces de lograr verdadero progreso; que la ciencia y el conocimiento se expandan; que las realidades de las cosas, los misterios del universo y las propiedades de todo lo existente sean revelados; que día a día aumenten el saber, los descubrimientos y las grandes iniciativas; y que las cuestiones del intelecto se deduzcan a partir de lo perceptible y se transmitan a través de ello.

11. También debe impartir educación espiritual, para que las mentes puedan percibir el mundo metafísico, aspirar los hálitos benditos del Espíritu Santo y entrar en relación con el Concurso de lo alto, y para que las realidades humanas lleguen a ser las manifestaciones de las bendiciones divinas y que, por ventura, todos los nombres y atributos de Dios se reflejen en el espejo de la realidad humana y se haga realidad el significado del versículo sagrado «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra».

12. Sin embargo, está claro que el mero poder humano es incapaz de llevar a cabo esta gran tarea, y que los resultados del pensamiento humano, por sí solos, no pueden garantizar esos dones. ¿Cómo puede una sola persona, sin ayuda ni apoyo, sentar las bases de tan grandioso edificio? Así pues, se necesita un poder divino y espiritual que le permita llevar a cabo esta misión. ¡Fíjate! Un Alma santificada hace revivir al mundo de la humanidad, transforma la faz de la tierra, desarrolla las mentes, vivifica las almas, inaugura una nueva vida, sienta bases nuevas, ordena el mundo, reúne a las naciones y religiones bajo un solo estandarte, libera al ser humano del dominio de la bajeza y la imperfección, y lo exhorta y anima a desarrollar sus perfecciones innatas y adquiridas. ¡Indudablemente, nada que no sea un poder divino puede realizar esta hazaña! Uno debe examinar este asunto imparcialmente, ya que la ocasión requiere imparcialidad.

13. Una Causa que todos los gobiernos y pueblos del mundo son incapaces de promover y promulgar, a pesar de todo su poder y sus ejércitos, ¡una sola Alma santa la promulga sin ayuda ni apoyo! ¿Puede esto llevarse a cabo solamente por medio del poder humano? ¡Por Dios, que no! Por ejemplo, Cristo, solo y sin ayuda de nadie, enarboló el estandarte de la paz y la amistad, hazaña que las fuerzas unidas de todos los gobiernos poderosos del mundo son incapaces de lograr. ¡Considera cuán numerosos son los distintos gobiernos y pueblos —como Italia, Francia, Alemania, Rusia, Inglaterra y similares— que se han reunido bajo el mismo dosel! La cuestión es que el advenimiento de Cristo condujo a la camaradería entre estos pueblos divergentes. De hecho, algunos de los pueblos que creían en Cristo estaban tan íntimamente unidos que ofrecían su vida y sus bienes unos por otros. Así fue hasta los días de Constantino, por medio de quien fue ensalzada la Causa de Cristo. Sin embargo, después de un tiempo y a causa de distintos motivos, surgieron nuevamente divisiones entre ellos. Lo que queremos decir es que Cristo unió a esas naciones, pero al cabo de mucho tiempo los gobiernos hicieron que resurgiera la discordia.

14. Lo principal es que Cristo consiguió lo que los reyes del mundo no pudieron lograr. Unió a naciones divergentes y cambió antiguas costumbres. Considera las grandes diferencias que existían entre los romanos, griegos, sirios, egipcios, fenicios e israelitas, así como entre otros pueblos de Europa. Cristo abolió esas diferencias y se convirtió en la causa de concordia entre esos pueblos. Si bien después de un largo tiempo los gobiernos quebrantaron esta unidad, no hay duda de que Cristo había cumplido Su tarea.

15. Nuestra intención es señalar que el Educador universal debe ser a la vez un educador material, humano y espiritual y, remontándose por encima del mundo de la naturaleza, ha de poseer otro poder, para asumir la posición de maestro divino. Si no ejerciera ese poder celestial, no podría educar, ya que Él mismo sería imperfecto. ¿Cómo podría entonces promover la perfección? Si fuera ignorante, ¿cómo podría hacer que otros fueran sabios? Si fuera injusto, ¿cómo podría hacer justos a otros? Si fuese terrenal, ¿cómo podría hacer celestiales a otros?

16. Entonces, debemos considerar con equidad si estas Manifestaciones divinas que han aparecido poseían o no todos estos atributos. Si carecían de estos atributos y perfecciones, entonces no eran verdaderos educadores.

17. Por tanto, es mediante argumentos racionales como debemos demostrar a mentes racionales la condición profética de Moisés, de Cristo y de las otras Manifestaciones divinas. Y las pruebas y argumentos que proporcionamos aquí se basan en argumentos racionales, y no en argumentos tradicionales.

18. Así pues, ha quedado demostrado mediante argumentos racionales que el mundo de la existencia necesita forzosamente un educador y que esta educación debe lograrse mediante un poder celestial. No cabe duda de que este poder celestial es la revelación divina y de que el mundo debe ser educado mediante este poder que trasciende al poder humano.

4
Abraham

Entre quienes poseían este poder divino y recibieron ayuda de él estaba Abraham. La prueba es que Abraham había nacido en Mesopotamia, en el seno de una familia que desconocía la unicidad de Dios; se opuso a Su propio pueblo y gobierno, e incluso a Sus propios parientes; rechazó todos sus dioses y solo, sin ayuda, resistió a una nación poderosa. Tal oposición y resistencia no eran algo simple ni trivial. Es como si hoy día alguien negara a Cristo en medio de naciones cristianas que se aferran tenazmente a la Biblia, o si —Dios no lo quiera— alguien blasfemara contra Cristo en la corte papal, se opusiera a todos Sus seguidores y lo hiciera así de la manera más vehemente.

2. Esta gente no creía en un solo Dios, sino en muchos dioses, a los cuales atribuían milagros y, por ende, se alzaron todos contra Abraham. Nadie Lo apoyó, con excepción de Su sobrino Lot y una o dos personas más sin influencia. Finalmente, la oposición de Sus enemigos Le obligó a abandonar Su tierra natal, totalmente agraviado. En realidad, Lo desterraron para que desapareciera y no quedara huella alguna de Él. Entonces Abraham vino a estas regiones, es decir, a la Tierra Santa.

3. Lo que queremos decir es que Sus enemigos imaginaban que el exilio Lo llevaría a la destrucción y la ruina. Y, efectivamente, si una persona es exiliada de su tierra natal, privada de sus derechos y oprimida desde todos lados, está destinada a desaparecer, aunque fuera un rey. Mas Abraham se mantuvo firme y mostró una constancia extraordinaria, y Dios transformó Su exilio en honor sempiterno, hasta que finalmente estableció la unicidad de Dios, pues en aquel tiempo la generalidad de la humanidad eran idólatras.

4. Este exilio se convirtió en la causa del progreso de los descendientes de Abraham. Resultado de este exilio fue que se les diera la Tierra Santa. Resultado de este exilio fue la difusión de las enseñanzas de Abraham. Resultado de este exilio fue la aparición de Jacob de la simiente de Abraham, y de José, quien llegó a ser gobernante de Egipto. Resultado de este exilio fue la aparición de Moisés de esa misma simiente. Resultado de este exilio fue la aparición de un ser como Cristo, de ese linaje. Resultado de este exilio fue la existencia de Agar, quien dio a luz a Ismael, de quien descendió a su vez Muḥammad. Resultado de este exilio fue la aparición del Báb, del linaje de Abraham. Resultado de este exilio fue la aparición de los Profetas de Israel, de la progenie de Abraham, y así continuará para siempre. Resultado de este exilio fue que toda Europa y la mayor parte de Asia se pusieran al amparo del Dios de Israel. Mira qué poder fue el que permitió a un emigrante establecer semejante familia, fundar semejante nación y promulgar semejantes enseñanzas. Entonces, ¿puede alguien afirmar que todo esto fue puramente fortuito? Hemos de ser justos: ¿fue este Hombre un Educador o no?

5. Nos incumbe ponderar un momento que, si la emigración de Abraham desde Ur a Alepo, en Siria, produjo tales resultados, ¡cuál será el efecto del exilio de Bahá’u’lláh desde Teherán a Bagdad, y de allí a Constantinopla, a Rumelia y a la Tierra Santa!

6. ¡Observa, pues, qué Educador más consumado fue Abraham!

5
Moisés

Durante largo tiempo Moisés fue un pastor en el desierto. Aparentemente era un hombre que se había criado en el seno de la tiranía, había llegado a tener reputación de homicida entre las gentes, había adoptado el báculo de pastor y era odiado ferozmente por el gobierno y el pueblo del Faraón. Semejante hombre fue quien liberó a un gran pueblo de las cadenas de la cautividad y los persuadió para que salieran de Egipto y se asentaran en la Tierra Santa.

2. Ese pueblo había caído en las profundidades de la degradación y fue elevado hasta las cumbres de la gloria. Eran cautivos y fueron liberados. Eran los más ignorantes de los pueblos y se convirtieron en los más eruditos. En virtud de lo que Él estableció, progresaron de tal modo que se distinguieron entre todas las naciones, y su fama se difundió a todos países, hasta tal punto que, cuando los habitantes de países vecinos querían alabar a alguien, decían: «Sin duda, debe ser un israelita». Moisés estableció leyes y disposiciones que otorgaron una vida nueva al pueblo de Israel y lo llevaron a alcanzar el grado más elevado de civilización de aquella época.

3. Tal fue su progreso que los filósofos de Grecia acudían a obtener conocimiento de los doctos de Israel. Entre ellos se encontraba Sócrates, quien vino a Siria y adquirió de los hijos de Israel la enseñanza de la unicidad de Dios y la inmortalidad del espíritu. Luego regresó a Grecia y promulgó estas enseñanzas, después de lo cual el pueblo de esa tierra se alzó en oposición a él, lo acusó de impío, hizo que compareciera ante el tribunal y lo condenó a morir por envenenamiento.

4. Ahora, una persona tartamuda, que se había criado en la casa del Faraón, que era conocida como homicida entre la gente y que, por miedo, había pasado largo tiempo como fugitivo y pastor, ¿cómo pudo establecer en el mundo una Causa tan grande que los filósofos más sabios de la tierra fueran incapaces de producir una milésima parte de ella? Claramente, se trata de una hazaña extraordinaria.

5. Una persona tartamuda difícilmente puede mantener una conversación normal, ¡mucho menos conseguir lo que Él hizo! No, si no hubiese recibido ayuda de un poder divino, jamás habría podido realizar una tarea tan inmensa. Estos son argumentos que nadie puede negar. Los pensadores materialistas, los filósofos griegos y los grandes hombres de Roma que adquirieron renombre en el mundo eran versados solamente en una de las ramas del saber. Así, Galeno e Hipócrates eran célebres por su competencia en medicina; Aristóteles, en lógica y razonamiento especulativo, y Platón, en ética y teología. ¿Cómo puede un simple pastor sentar las bases de todas estas ramas del conocimiento? No cabe duda de que fue asistido por un poder extraordinario.

6. Observa cómo la gente está sometida a pruebas y tribulaciones. Moisés derribó a un egipcio para impedir un acto de opresión, pasó a ser conocido entre la gente como homicida —especialmente porque la víctima pertenecía a la nación dominante— y se vio obligado a huir, y después de todo esto ocurrió que fue elevado al rango de Profeta. ¡Observa cómo, pese a Su mala fama, fue ayudado mediante un poder extraordinario a sentar tan grandiosas instituciones y tan enormes iniciativas!

6
Cristo

1. Posteriormente, apareció Cristo, diciendo: «He nacido del Espíritu Santo». Si bien hoy día es fácil entre los cristianos reconocer la veracidad de esta afirmación, en aquella época era muy difícil. Así, según el texto del Evangelio, los fariseos dijeron: «¿No es acaso el hijo de José de Nazaret, a quien conocemos? ¿Cómo puede decir: ‘He descendido del cielo’?».

2. En breve, este Hombre, que a los ojos de todos parecía humilde, Se levantó no obstante con tal fuerza que fue capaz de abrogar una Dispensación de mil quinientos años, pese a que la más mínima desviación de sus leyes exponía al ofensor a grave peligro y le acarreaba la muerte y la aniquilación. Además, en la época de Cristo la moral y las costumbres de los israelitas se habían vuelto totalmente confusas y corruptas, e Israel había caído en un estado de absoluta degradación, miseria y servidumbre. En una época fueron tomados cautivos por los caldeos y los persas; en otra, estuvieron bajo el yugo del imperio asirio. En un tiempo cayeron como súbditos y vasallos de los griegos; en otro, fueron subyugados y humillados por los romanos.

3. Este Joven, Cristo, mediante un poder extraordinario, abrogó la antigua Ley mosaica y Se dispuso a reformar la moral de las gentes. Sentó nuevamente las bases del honor eterno para los israelitas; es más, procedió a restituir la prosperidad de toda la raza humana, y difundió enseñanzas que no estaban reservadas para Israel solamente, sino que formaban la base de la felicidad universal de toda la sociedad.

4. Los primeros que se levantaron para destruirlo fueron los israelitas: Su propio pueblo y linaje. Y, en apariencia, Le vencieron de hecho y Lo redujeron a la máxima humillación, hasta que finalmente Le colocaron una corona de espinas y Lo crucificaron. Pero este Hombre, aunque externamente sumido en la mayor aflicción, proclamó: «Saldrá este Sol, esta Luz brillará resplandeciente, Mi gracia envolverá el mundo, y serán confundidos todos Mis enemigos». Y tal como lo dijo, ocurrió, pues todos los reyes de la tierra fueron incapaces de resistirse a Él. Es más, todas sus normas se vinieron abajo, en tanto que la norma de ese Agraviado se elevó a las más sublimes alturas.

5. ¿Acaso es esto posible de acuerdo con las reglas de la razón humana? ¡Por Dios que no! Luego es claro y evidente que este Ser glorioso fue un verdadero educador del mundo de la humanidad y recibió la ayuda y asistencia de un poder divino.

7
Muḥammad

1. Ahora, en cuanto a Muḥammad, la gente de Europa y América han oído ciertas historias acerca del Profeta a las que han dado crédito, aun cuando los que proporcionaron esos relatos ―muchos de los cuales pertenecían a las filas del clero cristiano― eran, o bien ignorantes, o malintencionados. Asimismo, algunos musulmanes ignorantes transmitieron historias infundadas acerca de Muḥammad que, a su parecer, redundaban en Su gloria. Así, algunos musulmanes ignorantes hicieron de Su poligamia objeto de su mayor alabanza, y la consideraron una señal de Sus extraordinarios poderes, por cuanto esas almas inconscientes estimaban que la multiplicidad de esposas era algo milagroso. Los relatos de los historiadores europeos se apoyan en su mayoría en los dichos de semejantes seres ignorantes.

2. Por ejemplo, un necio le contó en una ocasión a un sacerdote cristiano que la prueba de la verdadera grandeza reside en una valentía incomparable y en el derramamiento de sangre, ¡y que en un solo día los seguidores de Muḥammad habían decapitado a cien hombres en el campo de batalla! Esto hizo deducir al sacerdote que la prueba de la religión de Muḥammad consistía en la matanza, lo cual no es más que una vana imaginación. Al contrario, las expediciones militares de Muḥammad fueron siempre de carácter defensivo. Prueba clara de ello es que, durante trece años, tanto Él como Sus compañeros soportaron en La Meca las persecuciones más intensas y fueron constantemente el blanco de los dardos del odio. Algunos de Sus compañeros fueron matados y despojados de sus bienes; otros abandonaron su tierra nativa y huyeron a lugares extranjeros. El propio Muḥammad fue sometido a las persecuciones más severas y, cuando Sus enemigos decidieron darle muerte, se vio obligado a huir de La Meca en medio de la noche y emigrar a Medina. Aun así, Sus enemigos no cedieron, sino que persiguieron a los musulmanes por todo el camino hasta Medina y Abisinia.

3. Esas tribus árabes eran extremadamente bárbaras y rapaces, y, en comparación con ellos, los fieros nativos de América eran el Platón de la época, pues no sepultaban vivas a sus hijas como hacían esos árabes, alegando que era un acto de honor y enorgulleciéndose de ello. Así, muchos hombres amenazaban a sus mujeres, diciendo: «Si das a luz una hija, te mataré». Incluso en el día de hoy los árabes temen tener hijas.

4. Además, un hombre podía desposarse con mil mujeres, y la mayoría de los maridos tenían en su casa más de diez mujeres. Cuando esas tribus entraban en guerra entre sí, los vencedores tomaban cautivas a las mujeres y a los niños de los vencidos, los consideraban esclavos y comerciaban con su compraventa.

5. Si moría un hombre y dejaba diez esposas, los hijos de estas mujeres se precipitaban sobre las madres y, en cuanto uno de ellos lanzaba su manto sobre la cabeza de una de sus madrastras y la declaraba de su legítima propiedad, la desdichada mujer pasaba a ser cautiva y esclava de su hijastro y este podía hacer con ella lo que quisiera. Podía matarla o encerrarla en un foso, o pegarle, maldecirla y atormentarla día tras día hasta que finalmente pereciera. De acuerdo con las costumbres de los árabes, en todo ello era libre de hacer lo que quisiera. El rencor y los celos, el odio y la enemistad que debió haber existido entre las esposas de un hombre y sus respectivos hijos están perfectamente claros y no requieren mayor comentario. ¡Imagina, pues, cómo debió haber sido la vida de esas agraviadas mujeres!

6. Además, esas tribus árabes subsistían del pillaje y el robo entre sí, de modo que estaban permanentemente ocupados en pelear y guerrear, matándose unos a otros, saqueándose los bienes unos a otros y apropiándose de las mujeres y los niños para venderlos a extraños. Cuántas veces ocurría que los hijos e hijas de un príncipe vivían un día de lujo y comodidad, y al anochecer se veían reducidos a la máxima humillación, miseria y esclavitud. Ayer eran príncipes; hoy, cautivos. Ayer eran honorables damas; hoy, esclavas.

7. Muḥammad fue enviado en el entorno de semejantes tribus. Durante trece años padeció a manos de ellas toda tribulación imaginable, hasta que, finalmente, huyó de la ciudad y emigró a Medina. Aun así, lejos de desistir, ese pueblo unió fuerzas, formó un ejército y se lanzó al ataque con el fin de exterminar a todo hombre, mujer y niño de entre Sus seguidores. Fue en tales circunstancias y en contra de semejante gente que Muḥammad se vio forzado a recurrir a las armas. Esta es la pura verdad: no nos mueve el apego fanático, ni tratamos de hacer una ciega defensa, sino que examinamos y relatamos las cuestiones con imparcialidad. Asimismo, debes considerar con equidad lo siguiente: Si Cristo mismo se hubiese encontrado en circunstancias similares y entre semejantes tribus bárbaras y anárquicas; si durante trece años Él y Sus discípulos hubieran soportado pacientemente toda clase de crueldades a manos de ellas; si, debido a esta opresión, se hubiesen visto forzados a dejar su patria y marcharse al desierto; y si esas tribus desenfrenadas todavía insistieran en perseguirlos con el objetivo de matar despiadadamente a los hombres, saquear sus bienes y apoderarse de sus mujeres e hijos, ¿cómo habría procedido Cristo con ellos? Si esta opresión hubiera estado dirigida hacia Él solamente, los habría perdonado, y semejante acto de perdón habría sido muy aceptable y digno de alabanza; pero si hubiese visto que asesinos crueles y sanguinarios intentaban matar, saquear y atormentar a numerosas almas indefensas, y tomar cautivos a mujeres y niños, con seguridad habría defendido a los oprimidos y habría detenido la mano del opresor.

8. Por lo tanto ¿qué reproche se Le puede hacer a Muḥammad? ¿Es, acaso, que no se hubiera entregado, junto con Sus seguidores y sus mujeres e hijos, a la merced de esas tribus anárquicas? Además, librar a esas tribus de su sed de sangre fue el mayor don, y ponerles freno y restringirlos, pura munificencia. Es como una persona que tiene en la mano un vaso con veneno y está a punto de beberlo. Un amigo bondadoso ciertamente rompería el vaso y se lo impediría. Sin duda, si Cristo Se hubiese encontrado en circunstancias similares, no hay duda de que habría librado a esos hombres, mujeres y niños de las garras de esos lobos voraces, mediante un poder conquistador ilimitado.

9. Muḥammad jamás luchó contra los cristianos; al contrario, los trató con consideración y les otorgó plena libertad. En Najrán vivía una comunidad de cristianos, que estaban bajo Su cuidado y protección. Muḥammad decía: «Si alguien viola sus derechos, Yo mismo seré su enemigo y lo culparé ante Dios». En los edictos que promulgó, se establece claramente que la vida, los bienes y la honra de judíos y cristianos están bajo la protección de Dios; que un marido musulmán no puede impedirle a su esposa cristiana ir a la iglesia, ni obligarla a llevar velo; que si ella fallece debe entregar sus restos al cuidado de un sacerdote; y que, si los cristianos deseaban construir una iglesia, los musulmanes debían apoyarlos. Además, en tiempo de guerra entre el islam y sus enemigos, los cristianos estaban exentos de luchar, a menos que voluntariamente deseasen sumarse y ayudar a los musulmanes en batalla, en vista de la protección de que disfrutaban. En compensación por esa exención, debían pagar anualmente una pequeña suma. En resumen, hay siete extensos edictos sobre estos temas, y hasta el día de hoy perduran copias de los mismos en Jerusalén. Esta es la verdad misma y no una mera afirmación mía: el edicto del segundo Califa está todavía bajo la custodia del Patriarca ortodoxo de Jerusalén, y la cuestión está fuera de toda duda. No obstante, después de un tiempo, brotó el rencor y la envidia entre musulmanes y cristianos, al cometerse transgresiones por ambas partes.

10. Más allá de esta verdad, todo lo que digan musulmanes, cristianos u otros es pura invención y proviene del fanatismo, la ignorancia o una intensa hostilidad. Por ejemplo, los musulmanes aseveran que Muḥammad partió la Luna en dos y cayó en la montaña de la Meca. ¡Imaginan que la Luna es un cuerpo pequeño que Muḥammad dividió en dos, y que lanzó una parte a una montaña y la otra parte a otra montaña! Estas historias son fruto de puro fanatismo. Asimismo, los relatos que proporcionan los clérigos cristianos y las acusaciones que lanzan son siempre exagerados y, a menudo, carentes de fundamento.

11. En resumen, Muḥammad apareció en el desierto de Ḥijáz, en la península arábiga, que era un yermo estéril y sin árboles: arenoso, desolado en extremo y excesivamente caluroso en algunos lugares como La Meca y Medina. Sus habitantes eran nómadas, tenían la moral y las costumbres de los pueblos del desierto, y carecían totalmente de conocimiento e instrucción. El mismo Muḥammad era iletrado, y el Corán se escribió originalmente en paletillas de ovejas y en hojas de palmera. ¡De esto puedes deducir las condiciones en que se hallaba el pueblo al que fue enviado Muḥammad!

12. El primer reproche que Él les hizo fue: «¿Por qué rechazáis la Torá y el Evangelio, y por qué rehusáis creer en Cristo y en Moisés?» Esta declaración les dolió mucho, pues preguntaron: «¿Qué debe decirse entonces de nuestros padres y antepasados, que no creían en la Torá ni el Evangelio?» Él respondió: «Ellos se habían extraviado, y os incumbe repudiar a los que no creen en la Torá ni en el Evangelio, aunque sean vuestros propios antepasados».

13. En semejante país y entre tribus tan bárbaras, un Hombre iletrado trajo un Libro en el que se exponen, de la manera más perfecta y elocuente, los atributos y perfecciones de Dios, la condición profética de Sus Mensajeros, los preceptos de Su religión y ciertas esferas del conocimiento y cuestiones relacionadas con el saber humano.

14. Por ejemplo, como sabes, antes de las observaciones del renombrado astrónomo de épocas posteriores, es decir, desde los primeros siglos hasta el siglo quince de la era cristiana, todos los matemáticos del mundo sostenían unánimemente la centralidad de la Tierra y el movimiento del Sol. Este astrónomo moderno fue quien originó la nueva teoría que postulaba el movimiento de la Tierra y la inmovilidad del Sol. Hasta ese momento, todos los matemáticos y filósofos del mundo seguían el sistema de Ptolomeo y al que pronunciase una palabra en contra se le consideraba ignorante. Es cierto que, hacia el final de su vida, Pitágoras y Platón concibieron que el movimiento anual del Sol en torno al zodíaco no proviniera del propio Sol sino del movimiento de la Tierra alrededor de este, pero esta teoría se olvidó por completo y todos los matemáticos aceptaron universalmente la teoría de Ptolomeo. Sin embargo, en el Corán se revelaron varios versículos que contradecían el sistema ptolemaico. Uno de ellos ―«El sol se mueve en un lugar fijo propio»― alude a la inmovilidad del Sol y a su movimiento en torno a un eje. Asimismo, en otro versículo ―«Y cada uno navega en su propio cielo»―, se especifica el movimiento del Sol, la Luna, la Tierra y otros cuerpos celestes. Cuando el Corán se difundió al exterior, todos los matemáticos se burlaron y atribuyeron esta noción a la ignorancia. Incluso los teólogos musulmanes, viendo que estos versículos eran contrarios al sistema ptolemaico, se vieron obligados a interpretarlos figuradamente, ya que este era aceptado como un hecho incontrovertible y, sin embargo, el Corán lo contradecía explícitamente.

15. No fue hasta el siglo quince de la era cristiana, casi novecientos años después de Muḥammad, cuando un matemático famoso llevó a cabo nuevas observaciones, se inventó el telescopio, se hicieron descubrimientos importantes, se demostró que la Tierra giraba y el Sol estaba fijo, y se descubrió asimismo que este se movía en torno a un eje. Entonces se hizo evidente que el texto explícito del Corán era totalmente acorde con la realidad y que el sistema ptolemaico era pura imaginación.

16. En resumen, multitud de pueblos del Oriente fueron educados al amparo de la Fe de Muḥammad a lo largo de trece siglos. Durante la Edad Media, mientras Europa estaba sumida en lo más profundo de la barbarie, los árabes superaban a todas las demás naciones del mundo en ciencias y oficios, en matemáticas, civilización, administración y en otras artes. El Educador y Primer Motor de las tribus de la península arábiga y el Fundador de la civilización de perfecciones humanas en medio de esos clanes rivales fue un Hombre iletrado, Muḥammad. ¿Fue este Hombre ilustre un Educador universal o no? Seamos imparciales.

8
El Báb

1. En cuanto al Báb —que mi alma sea sacrificada por Él— era joven, es decir, estaba en el vigésimo quinto año de Su bendita vida, cuando Se levantó a proclamar Su Causa. Entre los shí’íes se reconoce universalmente que nunca estudió en escuela alguna, ni recibió instrucción de ningún maestro. De ello da testimonio la totalidad de los habitantes de Shiraz. Sin embargo, apareció de repente ante las gentes dotado de un conocimiento consumado y, aun siendo únicamente un mercader, confundió a todos los teólogos de Persia. Él, por Sí solo, emprendió una tarea que apenas puede concebirse, pues los persas son conocidos en todo el mundo por su fanatismo religioso. Este Ser ilustre se levantó con tal poder que sacudió los cimientos de las leyes religiosas, costumbres, prácticas, la moral y los hábitos de Persia, e instituyó una nueva ley, Fe y religión. Aunque los ilustres hombres de Estado, la mayoría del pueblo y los líderes religiosos se alzaron para destruirlo y aniquilarlo, Él, sin la ayuda de nadie, los resistió a todos y puso en movimiento a toda Persia. ¡Cuántos fueron los teólogos, los líderes y habitantes de ese país que, con perfecta alegría y regocijo, ofrendaron sus vidas en Su camino y corrieron al campo del martirio!

2. El gobierno, la nación, el clero y líderes destacados intentaron extinguir Su luz, pero sin resultado. Finalmente apareció Su luna, brilló Su estrella, Sus bases se hicieron firmes y Su horizonte se inundó de luz. Enseñó a una inmensa multitud por medio de la educación divina y ejerció una extraordinaria influencia en el pensamiento, las costumbres, la moral y los hábitos de los persas. Proclamó las buenas nuevas de la manifestación del Sol de Bahá a todos Sus seguidores y los aprestó para la fe y la certeza.

3. La manifestación de tan maravillosas señales e increíbles emprendimientos, la influencia ejercida sobre el pensamiento y la mente de las gentes, la colocación de las bases del progreso y el establecimiento de los requisitos del éxito y la prosperidad por parte de un joven mercader constituyen la mayor prueba de que Él fue un Educador universal, algo que ninguna persona imparcial vacilaría en reconocer jamás.

9
Bahá'u'lláh

1. Bahá’u’lláh apareció en una época en que Persia estaba inmersa en la más oscura ignorancia y consumida por el fanatismo más ciego. Sin duda, habrás leído los relatos recogidos en la historiografía europea sobre la moral, los hábitos y el pensamiento de los persas en los últimos siglos, y no requieren repetición. Baste decir que Persia había caído a profundidades tan abismales que todos los viajeros extranjeros deploraban que un país, que antaño había ocupado la cumbre de la grandeza y la civilización, por aquel entonces hubiese caído en semejante degradación, desolación y ruina, y que su pueblo se hubiera reducido a la absoluta miseria.

2. Fue precisamente en esa época cuando apareció Bahá’u’lláh. Es bien sabido en toda Persia que nunca estudió en una escuela ni tuvo trato con los doctos ni los teólogos. Su padre era ministro de la corte, no un teólogo. Bahá’u’lláh pasó la primera parte de Su vida en medio de la mayor comodidad y dicha, y Sus compañeros y amigos eran persas de alto rango y no hombres doctos.

3. Tan pronto como el Báb reveló Su Causa, Bahá’u’lláh proclamó: «Este gran Hombre es el Señor de los justos, e incumbe a todos rendirle lealtad». Se dispuso a promover la Causa del Báb, aduciendo pruebas decisivas y argumentos concluyentes en favor de Su verdad. A pesar de que los teólogos de la nación habían obligado al gobierno persa a ejercer la más violenta oposición; a pesar de que todos habían emitido decretos que ordenaban la matanza, el saqueo, la persecución y la aniquilación de los seguidores del Báb; y, a pesar de que en todo el país la gente se había dispuesto a matarlos, quemarlos y saquearlos, e incluso a vejar a sus mujeres y a sus hijos; a pesar de todo ello, Bahá’u’lláh, con la mayor constancia y serenidad, Se dedicó a ensalzar la palabra del Báb. Tampoco intentó en ningún momento ocultarse, sino que Se relacionó abierta y visiblemente con Sus enemigos, Se ocupó en aducir pruebas y argumentos, y cobró fama por ensalzar la Palabra de Dios. Una y otra vez padeció intensas adversidades, y en todo momento Su vida estuvo en grave peligro.

4. Fue encadenado y arrojado a una mazmorra subterránea. Sus extensas propiedades ancestrales fueron totalmente saqueadas, fue exiliado cuatro veces de país en país, y finalmente vino a residir en la Más Grande Prisión.

5. Pese a todo esto, el llamamiento de Dios se elevaba incesantemente y se propagaba la fama de Su Causa. Tales eran el conocimiento, la erudición y las perfecciones que demostraba tener, que todos los persas estaban atónitos. Todos los eruditos —tanto amigos como enemigos— que llegaban a Su presencia en Teherán, Bagdad, Constantinopla, Adrianópolis y ‘Akká recibían respuestas completas y convincentes a todas sus preguntas. Todos reconocían enseguida que, en todas las perfecciones, era incomparable y único en el mundo entero.

6. A menudo ocurría en Bagdad que en Su bendita presencia se reunían teólogos musulmanes, judíos y cristianos, y hombres doctos de Europa. Cada uno hacía una pregunta distinta y, pese a sus diferentes creencias, recibían individualmente una respuesta tan completa y convincente que quedaban plenamente satisfechos. Incluso los teólogos persas residentes en Karbilá y Najaf escogieron a un hombre docto llamado Mullá Ḥasan ‘Amú y lo enviaron como su representante. Llegó a Su bendita presencia y planteó diversas preguntas por encargo de ellos, a las que Bahá’u’lláh respondió. Entonces, dijo: «Los teólogos reconocen plenamente el alcance de su conocimiento y de sus logros, y por todos es aceptado que usted no tiene par ni igual en campo alguno del saber. Además, es evidente que no ha estudiado jamás ni ha adquirido este saber. Pero los teólogos dicen que no les basta con esto y que no pueden reconocer la validez de su afirmación solamente en base a sus conocimientos y logros. Piden, por tanto, que produzca un milagro a fin de satisfacerlos y dar seguridad a sus corazones».

7. Bahá’u’lláh respondió: «Si bien no tienen derecho a pedir esto, ya que corresponde a Dios probar a Sus criaturas y no a estas probar a Dios, con todo, se acepta y se permite su solicitud en este caso. Pero la Causa de Dios no es un teatro en el que a cada hora se pueda ofrecer una nueva actuación ni presentar cada día una nueva demanda. Pues, de lo contrario, se convertiría en un juego de niños.

8. Así pues, que se reúnan los teólogos y elijan unánimemente un milagro, y que estipulen por escrito que una vez que se haya realizado, no albergarán duda alguna, sino que todos reconocerán y confesarán la verdad de esta Causa. Que sellen ese papel y Me lo traigan. Deben fijar como criterio para la verdad que, si se realiza, no les quedará duda alguna; y si no, se Nos declarará culpable de fraude».

9. Aquel erudito se levantó y respondió: «No hay nada más que decir». Besó la rodilla de Bahá’u’lláh, aunque no era creyente, y partió. Luego reunió a los teólogos y les transmitió el mensaje de Bahá’u’lláh. Consultaron entre sí y dijeron: «Este hombre es un mago; quizá realice algún encantamiento, y entonces no nos quedará otro recurso»; y, así, no osaron responder.

10. Sin embargo, Mullá Ḥasan ‘Amú dio parte de este hecho en muchos encuentros. Partió de Karbilá y se dirigió a Kirmánsháh y Teherán, donde a todos dio cuenta de este episodio de forma detallada, y habló del miedo y la inacción de los teólogos.

11. Con esto queremos decir que todos los adversarios de Bahá’u’lláh en Oriente reconocían Su grandeza, distinción, conocimiento y erudición y, pese a su enemistad, Lo llamaban «el renombrado Bahá’u’lláh».

12. En resumen, este grandísimo Luminar apareció súbitamente sobre el horizonte de Persia, y todo el pueblo de ese país, ya fueran ministros, teólogos o el pueblo en general, se alzaron contra Él con la animosidad más feroz, afirmando que estaba decidido a aniquilar y extinguir su religión, sus leyes, su nación y su imperio, al igual que se había dicho de Cristo. Con todo, Bahá’u’lláh, solo y sin ayuda, los resistió a todos sin desfallecer en lo más mínimo.

13. Al final dijeron: «Mientras este hombre esté en Persia, no habrá paz ni tranquilidad. Debe ser desterrado para que Persia encuentre sosiego nuevamente». Por tanto, sometieron a Bahá’u’lláh a severas dificultades, a fin de que Se viera forzado a pedir permiso para abandonar Persia, e imaginaron que con ello se extinguiría la lámpara de la Causa. Pero esta persecución produjo el efecto contrario: la Causa adquirió mayor prominencia y su llama se hizo más brillante. Hasta entonces se había difundido solamente dentro de Persia; esto hizo que se difundiera en otras regiones. Posteriormente dijeron: «Irak está muy cerca de Persia; debemos enviarlo a tierras distantes». Así persistió el gobierno persa hasta que Bahá’u’lláh fue exiliado de Irak a Constantinopla. Pero, de nuevo, vieron que no flaqueó en lo más mínimo, y dijeron: «Constantinopla es una encrucijada de diversos pueblos y naciones, y hay muchos persas allí». En consecuencia, tomaron otras medidas e hicieron que Lo exiliaran a Adrianópolis. Pero esa llama se hizo aún más intensa y la Causa adquirió más prominencia todavía. Finalmente, los persas dijeron: «Ninguno de estos lugares era un lugar de humillación. Debe enviársele a un sitio donde sea deshonrado y sometido a pruebas y persecuciones, y donde Su familia y Sus seguidores sufran las más penosas aflicciones». Así es que escogieron la ciudad penitenciaria de ‘Akká, reservada para rebeldes, asesinos, ladrones y asaltantes de caminos y, de esa forma, Le obligaron a relacionarse con esa gente. No obstante, el poder de Dios se puso de manifiesto, ya que esta prisión se convirtió en el medio de la promoción de Su Fe y la glorificación de Su Palabra. La grandeza de Bahá’u’lláh se hizo evidente cuando, desde semejante prisión y en tan humillantes condiciones, logró transformar por completo la condición de Persia, vencer a Sus enemigos y demostrar a todos la fuerza irresistible de Su Causa. Sus sagradas enseñanzas se difundieron y Su Causa se estableció firmemente.

14. En todas las provincias de Persia Sus enemigos se dispusieron, con el mayor odio, a apresar y matar, golpear, quemar y desarraigar a miles de familias, recurriendo a todo medio violento para extinguir Su Causa. A pesar de todo ello, Él promovió Su Causa y promulgó Sus enseñanzas desde esta prisión de homicidas, ladrones y salteadores de caminos, despertó a muchos de Sus enemigos más virulentos y los convirtió en creyentes firmes. Tal fue la influencia de Sus acciones que el propio gobierno persa despertó de su sueño y lamentó lo que habían causado las manos de los perversos teólogos.

15. Cuando Bahá’u’lláh llegó a esta prisión en la Tierra Santa, las almas perspicaces cayeron en cuenta de que se habían cumplido las profecías que Dios había expresado por boca de Sus Profetas dos o tres mil años antes, y que se habían hecho realidad Sus promesas, pues Él había revelado a algunos Profetas y anunciado a la Tierra Santa que el Señor de las Huestes se pondría de manifiesto en ella. Todas estas promesas se cumplieron y, de no haber sido por la oposición de Sus enemigos y Su destierro y exilio, es difícil imaginar cómo se habría marchado de Persia y cómo habría levantado Su carpa en esta tierra sagrada. La intención de Sus enemigos era que este encarcelamiento destruyera completamente y aniquilara Su Causa, pero Su presidio fue en cambio la mayor confirmación y el medio de su promoción. El llamamiento de Dios llegó a Oriente y Occidente, y los rayos del Sol de la Verdad iluminaron a todos los países. ¡Loado sea Dios! Aunque era un prisionero, Su carpa se levantó en el Monte Carmelo, y Él transitaba con la mayor majestad. Y quien entraba en Su presencia, ya fuese amigo o extraño, exclamaba: «¡Este no es un cautivo, sino un rey!»

16. En cuanto llegó a la prisión, dirigió una epístola a Napoleón a través del embajador de Francia que, resumidamente, decía: «Pregunta qué crimen hemos cometido para estar encerrados en esta prisión». Napoleón no dio respuesta. Luego se le hizo llegar una segunda epístola, contenida en la Sura del Templo que, en esencia, decía: «¡Oh Napoleón! Dado que no has prestado atención ni has respondido a Mi llamada, perderás tu dominio y serás reducido a la nada». Esta epístola fue enviada a Napoleón por correo, a cargo de César Catafago, y con pleno conocimiento de Sus compañeros de exilio. El texto de esta comunicación llegó rápidamente a toda Persia, puesto que el Libro del Templo se había enviado entonces a todos los rincones de ese país y en él se incluía esta comunicación. Esto ocurrió en el año 1869 y, como se había hecho circular esta Sura del Templo por toda Persia y la India, todos los creyentes la tenían en sus manos y esperaban el resultado de esta comunicación. No mucho después, en 1870, se encendió el fuego de la guerra entre Alemania y Francia y, si bien nadie preveía entonces el triunfo de Alemania, Napoleón sufrió una clamorosa derrota, se rindió a sus enemigos y vio su gloria trasformada en la más profunda humillación.

17. Asimismo se despacharon Tablas a otros reyes, entre ellas, una epístola a Su Majestad Náṣiri’d-Dín Sháh. En esa epístola Bahá’u’lláh decía: «Convócame a tu presencia y reúne a todos los teólogos, y pide pruebas y testimonios, para que se distinga la verdad del error». Su Majestad envió la epístola de Bahá’u’lláh a los teólogos y les asignó esta tarea, pero no se atrevieron a asumirla. Entonces pidió a siete de los más prestigiosos teólogos que respondieran a esa epístola. Al cabo de un tiempo, la devolvieron, diciendo: «Este hombre es un oponente de la Fe y un enemigo del Rey». Su Majestad, el sháh de Persia, se enojó mucho y dijo: «Esto es una cuestión de pruebas y testimonios, de verdad y de error. ¿Qué tiene que ver con la enemistad hacia el gobierno? Qué lamentable es que les hayamos mostrado tanto respeto a estos teólogos, y ni siquiera pueden responder a esta misiva».

18. En resumen, todo lo que estaba escrito en las Tablas dirigidas a los reyes ha sucedido. Basta con solo comparar su contenido con los acontecimientos que han tenido lugar desde 1870 para ver que todas las predicciones se han cumplido, con excepción de unas cuantas que quedan por manifestarse en el futuro.

19. Además, gentes extranjeras y no creyentes atribuían obras extraordinarias a Bahá’u’lláh. Algunos creían que era un santo, y algunos incluso escribieron relatos al respecto, como Siyyid Dávúdí, teólogo sunní de Bagdad, quien compuso un breve tratado en el que relataba, en algún contexto, ciertas proezas de Bahá’u’lláh. Aún hoy existen en todo el Oriente personas que no creen en Bahá’u’lláh como Manifestación de Dios, pero que Lo consideran un santo y Le atribuyen milagros.

20. Para resumir, ni una sola alma, ya fuese amigo o adversario, que llegara a la presencia de Bahá’u’lláh dejaba de reconocer y atestiguar Su grandeza. Aunque no llegara a ser creyente, siempre daba testimonio de Su grandeza. Tan pronto como alguien aparecía ante Él, el encuentro producía una impresión tal que, en muchos casos, le impedía pronunciar palabra alguna. Cuántas veces un enconado enemigo decidía en su corazón decir tal o cual cosa, o defender esto o aquello cuando llegara a Su presencia, pero quedaba atónito, confundido y reducido a un absoluto silencio.

21. Bahá’u’lláh nunca estudió árabe, no tuvo maestro ni tutor, ni tampoco asistió a escuela alguna. No obstante, Su elocuencia y fluidez en el árabe hablado, así como en Sus Tablas reveladas en dicha lengua, asombraban a los más elocuentes y consumados literatos árabes, y todos admitían que, en este campo, Sus logros no tenían par ni igual.

22. Si examinamos con cuidado el texto de la Torá, vemos que ninguna de las Manifestaciones de Dios jamás les dijo a los que Les negaban: «Estoy dispuesto a realizar cualquier milagro que deseéis, y Me someteré a cualquier prueba que propongáis». Sin embargo, en Su epístola al Sháh, Bahá’u’lláh dijo claramente: «Reúne a los teólogos y convócame a tu presencia, para que se establezca la prueba y el testimonio».

23. Durante cincuenta años Bahá’u’lláh resistió como una montaña a Sus enemigos. Todos intentaron aniquilarlo; todos Lo asediaron; mil veces tramaron crucificarlo y destruirlo; y, a lo largo de esos cincuenta años, estuvo en el mayor de los peligros.

24. En cuanto a Persia, que hasta el día de hoy permanece en un estado tan abyecto y ruinoso, cualquier persona sabia de dentro o fuera de sus fronteras y que conozca su realidad reconoce que su progreso, su prosperidad y su civilización dependen por completo de la promulgación de las enseñanzas y la diseminación de los principios de este glorioso Ser.

25. En el transcurso de Su santa vida, Cristo educó en realidad a solo once almas, la más grande de las cuales, Pedro, Le negó, sin embargo, tres veces cuando fue puesto a prueba. Pese a ello, ¡observa cómo, posteriormente, la Causa de Cristo se difundió por todo el mundo! En este día, Bahá’u’lláh ha educado a miles de almas que, amenazadas por la espada, han elevado al más alto cielo el llamamiento de «¡Oh Tú, la Gloria de las Glorias!», y cuyos semblantes han brillado como el oro en el crisol de las pruebas. ¡Deduce, entonces, de esto lo que sucederá en el futuro!

26. Pues bien, hemos de ser ecuánimes y reconocer qué gran Educador de la humanidad fue este Ser ilustre, qué señales más maravillosas ha manifestado, y qué fuerza y poder se han hecho realidad por medio de Él en el mundo de la existencia.

10
Pruebas racionales y argumentos tradicionales provenientes de las escrituras sagradas

Hoy, en esta reunión, hablemos un poco sobre pruebas. Si hubieras venido a este bendito lugar en los días de la manifestación de esa esplendorosa Luz, si hubieras entrado en la corte de Su presencia y contemplado Su luminoso semblante, habrías reconocido que Sus palabras y Su belleza no requerían de ninguna otra prueba. ¡Cuán numerosas fueron las almas que, al llegar a Su presencia, llegaron a ser creyentes confirmados en el acto, sin que hiciera falta ninguna otra prueba! Incluso aquellos que estaban inmersos en la negación y el odio más profundo, al conocer a Bahá’u’lláh daban testimonio de Su grandeza, diciendo: «Este es, en efecto, un hombre distinguido, pero ¡qué lamentable que sostenga tal afirmación! Ya que todo lo demás que dijera sería aceptable».

2. Ahora, como ya se ha puesto ese Luminar de la verdad, todos necesitan pruebas, y es así que nos hemos ocupado en presentar pruebas racionales. Mencionemos otra más, y esta innegable prueba debería ser de por sí suficiente para cualquier alma imparcial: que este Ser ilustre formuló Su Causa estando dentro de la Más Grande Prisión, desde donde resplandeció Su luz, Su fama envolvió el globo y la palabra de Su gloria llegó tanto a Oriente como a Occidente. Hasta hoy nunca había pasado tal cosa, si se examina el asunto con imparcialidad. Pero existen ciertas almas que, aunque oyeran todas las pruebas del mundo, no juzgarían de manera imparcial. No pudieron resistírsele gobiernos ni pueblos con todo su poder, en tanto que Él, solo y sin ayuda, agraviado y encarcelado, llevó a cabo todo cuanto Se había propuesto.

3. No mencionaré los milagros de Bahá’u’lláh, pues el oyente podría decir que son meras tradiciones que podrían ser o no verdaderas. Lo mismo ocurre también con el Evangelio, donde los relatos sobre los milagros de Cristo nos han llegado a través de los Apóstoles y no de otros observadores, y los judíos los niegan. No obstante, si mencionara las hazañas sobrenaturales de Bahá’u’lláh, son numerosas e inequívocamente reconocidas en Oriente, incluso por algunos no creyentes. Mas estos relatos no constituyen prueba ni testimonio decisivo para todos, pues quien los oiga podría decir que no son realmente verdad, puesto que los seguidores de otras confesiones también relatan milagros de sus dirigentes. Por ejemplo, los hinduistas narran ciertos milagros de Brahma. ¿Cómo hemos de saber si aquellos son falsos y estos son verdaderos? Si estos son relatos verbales, aquellos también lo son; si estos son fehacientes para muchos, lo mismo se puede decir de aquellos. Por consiguiente, tales relatos no constituyen prueba suficiente. Sin duda, un milagro puede ser prueba para un testigo ocular, pero aun así podría no estar seguro de si lo que vio fue un verdadero milagro o simple hechicería. De hecho, a ciertos magos se les han atribuido hazañas extraordinarias.

4. En resumen, lo que queremos decir es que de Bahá’u’lláh aparecieron muchas cosas maravillosas, pero no las narramos, pues no solamente no constituyen prueba ni testimonio para toda la humanidad, sino que ni siquiera son una prueba concluyente para quienes las presenciaron, quienes podrían atribuirlas a la magia.

5. Además, la mayoría de los milagros atribuidos a los Profetas tienen un significado interior. Por ejemplo, en el Evangelio está escrito que tras el martirio de Cristo cayó la oscuridad, la tierra tembló, el Templo se partió en dos y los muertos salieron de sus tumbas. Si esto hubiese sucedido físicamente, habría sido algo prodigioso. Semejante acontecimiento sin duda habría sido anotado en las crónicas de la época y habría consternado los corazones. Como mínimo, los soldados habrían bajado a Cristo de la cruz, o bien habrían huido. Pero como estos sucesos no se han consignado en ninguna historia, es evidente que no deben entenderse literalmente, sino en conformidad con su significado interior. Nuestra intención no es negar nada, sino simplemente decir que todos estos relatos no constituyen una prueba concluyente, y que tienen un significado interior; nada más.

6. Por consiguiente, reunidos aquí hoy, nos referiremos a explicaciones de argumentos tradicionales extraídos de las sagradas escrituras, pues todo aquello de lo que hemos hablado hasta ahora han sido argumentos racionales.

7. Puesto que este es el estado de la búsqueda de la verdad y la obtención del conocimiento de lo real —ese estado en que el sediento anhela el agua de la vida y el pez vehemente llega al mar, en que el alma enferma busca al médico verdadero y recibe curación divina, en que la caravana perdida encuentra el camino de la verdad y el barco que navega sin rumbo alcanza las orillas de la salvación— el buscador debe estar, por tanto, dotado de ciertos atributos. Primero, debe ser imparcial y estar desprendido de todo, menos de Dios. Su corazón debe estar totalmente dirigido hacia el Horizonte Supremo, y libre de la atadura a deseos vanos y egoístas, pues estos son obstáculos en el camino. Además, debe soportar toda clase de tribulación, encarnar la máxima pureza y santidad, y renunciar al amor o el odio hacia todas las gentes del mundo, no sea que su amor por una cosa le impida investigar otra, o su odio hacia algo le impida percibir su verdad. Esta es la condición de la búsqueda, y el buscador debe estar dotado de estas cualidades y atributos; es decir, mientras no alcance esta condición, le será imposible obtener el conocimiento del Sol de la Verdad.

8. Volvamos a nuestro tema. Todos los pueblos del mundo esperan dos Manifestaciones, que deben ser contemporáneas. Es lo que se les ha prometido a todos. En la Torá, a los judíos se les promete el Señor de las Huestes y el Mesías. En el Evangelio se predice el regreso de Cristo y Elías. En la religión de Muḥammad, está la promesa del Mahdí y del Mesías. Lo mismo es valedero para los seguidores de Zoroastro y otros, pero extendernos sobre el tema prolongaría nuestro discurso. Nuestra intención es señalar que a todos se les ha prometido el advenimiento de dos Manifestaciones sucesivas. Se ha profetizado que, mediante estas dos Manifestaciones, la tierra se convertirá en otra tierra; se renovará toda la existencia; el mundo contingente será vestido con el ropaje de una nueva vida; la justicia y la rectitud envolverán el planeta; desaparecerán el odio y la enemistad; todo cuanto es motivo de división entre los pueblos, las razas y naciones será anulado, y se promoverá lo que asegure la unidad, la armonía y la concordia. Los negligentes despertarán de su sueño; los ciegos verán; los sordos oirán; los mudos hablarán; los enfermos serán curados; los muertos serán vivificados, y la guerra dará paso a la paz. La enemistad se transmutará en amor; se eliminarán las causas fundamentales del conflicto y la contienda; la humanidad alcanzará la verdadera felicidad; esta tierra será un espejo del Reino celestial, el mundo inferior se convertirá en el trono del dominio de lo alto. Todas las naciones serán una sola nación; todas las religiones serán una sola religión; toda la humanidad será una sola familia y un solo linaje; todas las regiones de la Tierra serán como una sola; se borrarán y extinguirán los prejuicios raciales, nacionales, personales, lingüísticos y políticos, y todos alcanzarán la vida sempiterna al amparo del Señor de las Huestes.

9. Ahora, el advenimiento de estas dos Manifestaciones debe demostrarse con referencia a las escrituras sagradas y por inferencia de los dichos de los Profetas. Nuestra intención hoy es ofrecer argumentos extraídos de las escrituras sagradas, puesto que hace algunos días se presentaron aquí argumentos racionales que establecían la verdad de estas dos Manifestaciones.

10. El Libro de Daniel fija en setenta semanas el período entre la reconstrucción de Jerusalén y el martirio de Cristo, pues el sacrificio termina y el altar se destruye mediante el martirio de Cristo. Así, esta profecía se refiere al advenimiento de Cristo.

11. Esas setenta semanas comienzan con la restauración y reconstrucción de Jerusalén, respecto a las cuales tres reyes emitieron cuatro edictos. El primero fue de Ciro en el año 536 A.C., y se consigna en el primer capítulo del Libro de Esdras. El segundo edicto sobre la reconstrucción de Jerusalén fue emitido por Darío de Persia en 519 A.C., y se consigna en el sexto capítulo de Esdras. El tercero lo dictó Artajerjes en el séptimo año de su reinado, es decir, en 457 A.C., y esto se consigna en el séptimo capítulo de Esdras. El cuarto edicto fue emitido por Artajerjes en 444 A.C., y está consignado en el segundo capítulo de Nehemías.

12. A lo que Daniel se refería era el tercer edicto, que fue publicado en el año 457 A.C. Setenta semanas corresponden a 490 días. Conforme al texto bíblico, cada día es un año, pues en la Torá se dice: «El día del Señor es un año». En consecuencia, 490 días son 490 años. El tercer edicto de Artajerjes fue promulgado 457 años antes del nacimiento de Cristo, y Cristo tenía treinta y tres años de edad en el momento de Su martirio y ascensión. Treinta y tres años sumados a 457 son 490, que es el tiempo anunciado por Daniel para el advenimiento de Jesucristo.

13. Sin embargo, en Daniel 9, 25, esto se expresa de otra manera, es decir, como siete semanas y sesenta y dos semanas, lo que en apariencia difiere de la primera aseveración. Muchos no han sabido qué hacer para reconciliar estas dos afirmaciones. ¿Cómo es que se hace referencia a setenta semanas en un sitio y a sesenta y dos y siete semanas en otro? Estas dos afirmaciones no concuerdan.

14. En realidad, Daniel se refiere a dos fechas distintas. Una comienza con el edicto que emitió Artajerjes para que Esdras reconstruyera Jerusalén, y corresponde a las setenta semanas que concluyeron con la ascensión de Cristo, cuando con Su martirio culminaron el sacrificio y la ofrenda. La segunda se inicia al completarse la reconstrucción de Jerusalén, que ocurre sesenta y dos semanas antes de la ascensión de Cristo. La reconstrucción de Jerusalén tardó siete semanas, que equivalen a cuarenta y nueve años. Sumando siete semanas a sesenta y dos semanas resultan sesenta y nueve semanas, y en la última semana tuvo lugar la ascensión de Cristo. Esto completa las setenta semanas y no queda contradicción alguna.

15. Ahora que se ha probado el advenimiento de Cristo con las profecías de Daniel, establezcamos el advenimiento de Bahá’u’lláh y del Báb. Hasta aquí solo hemos ofrecido argumentos racionales; ahora, acudamos a argumentos tradicionales.

16. En Daniel 8,13 consta: «Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados? Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado», hasta que dice «en el tiempo del fin será la visión». Es decir, ¿cuánto durará esta desgracia, esta ruina, esta humillación y degradación? ¿O cuándo despuntará la mañana de la Revelación? Entonces dijo: «dos mil trescientos días: entonces el santuario será purificado». En resumen, la cuestión es que fija un período de 2300 años, ya que, conforme al texto de la Torá, cada día es un año. Por lo tanto, a partir de la fecha del edicto de Artajerjes para la reconstrucción de Jerusalén hasta el día del nacimiento de Jesucristo, hay 456 años, y desde el nacimiento de Jesucristo hasta el día del advenimiento del Báb hay 1844 años, y si a este número se le suman 456 años da 2300 años. Es decir, el cumplimiento de la visión de Daniel tuvo lugar el año 1844 D.C. y este es el año del advenimiento del Báb. ¡Examina el texto del Libro de Daniel y observa lo claramente que fija el año de Su venida! En realidad, no podría haber mejor profecía que esta para una Manifestación.

17. En Mateo 24, 3, Jesucristo señala claramente que lo que Daniel quiso decir con esta profecía era la fecha del advenimiento, y este es el versículo: «Estando luego sentado en el monte de los Olivos, se acercaron a Él en privado sus discípulos, y Le dijeron: Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de Tu venida y del fin del mundo?» Entre las palabras que pronunció en respuesta están las siguientes: «Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el Lugar Santo (el que lea, que entienda)». Así, los remitió al capítulo octavo del Libro de Daniel, dando a entender que quien lo lea conseguirá saber cuándo será ese momento. ¡Observa con qué claridad se ha precisado la venida del Báb en la Torá y en el Evangelio!

18. Establezcamos ahora, a partir de la Torá, la fecha del advenimiento de Bahá’u’lláh. Esta fecha se calcula en años lunares partiendo de la revelación de la misión y la emigración de Muḥammad. Pues en la religión de Muḥammad se usa el calendario lunar, y todas las disposiciones sobre las observancias religiosas se han expresado en los términos de ese calendario.

19. En Daniel 12, 6 se dice: «Y oí al hombre vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, jurar, levantando al cielo la mano derecha y la izquierda, por Aquel que vive eternamente: “Un tiempo, tiempos y medio tiempo, y todas estas cosas se cumplirán cuando termine el quebrantamiento de la fuerza del Pueblo santo”».

20. Como ya he explicado el significado de «día», no se requiere mayor comentario, pero permítaseme decir brevemente que cada día del Padre es equivalente a un año, y cada año consta de doce meses. Luego, tres años y medio equivalen a cuarenta y dos meses; cuarenta y dos meses son 1260 días, y en la Biblia cada día corresponde a un año. Y es precisamente en el año 1260 contado desde la emigración de Muḥammad, según el calendario musulmán, cuando reveló Su misión el Báb, el Heraldo de Bahá’u’lláh.

21. Después, en los versículos 11 y 12, se dice: «Contando desde el momento en que sea abolido el sacrificio perpetuo e instalada la abominación de la desolación: mil doscientos noventa días. Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días».

22. Este cálculo lunar parte del día de la proclamación de la posición profética de Muḥammad en la tierra de Ḥijáz; y eso fue tres años después de la revelación de Su misión ya que, al comienzo, la posición profética de Muḥammad estuvo oculta, y nadie sabía de ella salvo Khadíjih e Ibn-i-Nawfal, hasta que fue anunciada públicamente tres años más tarde. Y fue en el año 1290 después de la proclamación de la misión de Muḥammad cuando Bahá’u’lláh anunció Su Revelación.

11
Comentario sobre el capítulo undécimo del Apocalipsis de Juan

1. En Apocalipsis 11, 1-2 se dice: «Luego me fue dada una caña de medir parecida a una vara, diciéndome: «Levántate y mide el Santuario de Dios y el altar, y a los que adoran en él. El patio exterior del Santuario, déjalo aparte, no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles, que pisotearán la Ciudad Santa 42 meses».

2. Esta caña simboliza al Hombre Perfecto, y la razón de que se equipare con una caña es que, cuando se ha vaciado y está totalmente libre de su médula, es capaz de producir excelentes melodías. Por otra parte, estos cantos y tonadas no provienen de la caña misma, sino del músico que sopla en ella. De igual manera, el corazón santificado de ese bendito Ser está libre y vacío de todo salvo de Dios, es reacio a cualquier inclinación egoísta y está exento de ella, y está íntimamente relacionado con el hálito del Espíritu Divino. Lo que expresa no proviene de Él mismo, sino del Músico Ideal y de la revelación divina. De ahí que se compare con una caña, y esa caña es como una vara, es decir, es el socorro de los débiles y el apoyo de toda alma mortal. Es la vara del Pastor Verdadero, con la que guarda a Su rebaño y lo conduce por las praderas del Reino.

3. Luego se dice que el ángel se dirigió a él, diciendo: «Levántate y mide el Santuario de Dios y el altar, y a los que adoran en él», es decir, pesa y mide. Medir es determinar la cantidad de una cosa. Así, el ángel dijo: Pesa el Sanctasanctórum, y el altar, y a los que adoran en él; es decir, investiga cuál es su verdadera condición; descubre su rango y posición, sus logros, sus perfecciones, su conducta y sus atributos, e infórmate de los misterios de aquellas almas santas que ocupan la posición de la pureza y la santidad en el Sanctasanctórum.

4. «Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles». Cuando Jerusalén fue conquistada al comienzo del s. VII de la era cristiana, el Santo de los Santos —es decir, el edificio que había erigido Salomón— fue preservado externamente, pero su patio exterior fue tomado y entregado a los gentiles.

5. «[…] pisotearán la Ciudad Santa 42 meses», es decir, los gentiles tomarán y subyugarán Jerusalén durante cuarenta y dos meses, lo que es igual a 1260 días o, considerando que cada día equivale a un año, 1260 años, que es la duración de la Dispensación coránica. Pues, según el texto de la Biblia, cada día es un año, tal como se dice en Ezequiel 4, 6: «llevarás la culpa de la casa de Judá durante cuarenta días. Yo te he impuesto un día por año».

6. Esta es una profecía acerca de la duración de la Dispensación del islam, cuando Jerusalén fue pisoteada, lo cual significa que fue deshonrada, mientras que el Sanctasanctórum se mantuvo protegido, resguardado y honrado. Ese estado de cosas continuó hasta el año 1260. Estos 1260 años constituyen una profecía acerca de la venida del Báb, la «Puerta» que conducía a Bahá’u’lláh, que tuvo lugar en el año 1260 de la Hégira. Habiéndose cumplido el período de 1260 años, la Ciudad Santa de Jerusalén está comenzando a prosperar y florecer nuevamente. Cualquiera que hubiese visto Jerusalén hace sesenta años, y que la vea nuevamente ahora, reconocerá cómo ha venido a prosperar y florecer, y cómo ha recuperado su honra.

7. Este es el sentido manifiesto de esos versículos del Apocalipsis de Juan, pero también tienen una interpretación interna y un significado simbólico, que es el siguiente. La religión de Dios consta de dos partes: una es la base misma y pertenece al dominio espiritual; es decir, trata de verdades espirituales y cualidades divinas. Esta parte no sufre cambio ni alteración: es el Sanctasanctórum, que constituye la esencia de la religión de Adán, Noé, Abraham, Moisés, Cristo, Muḥammad, el Báb y Bahá’u’lláh, y que perdurará a lo largo de todas las Dispensaciones proféticas. Jamás será abrogada, puesto que consiste en verdades espirituales y no materiales. Es fe, conocimiento, certidumbre, justicia, piedad, magnanimidad, confiabilidad, amor a Dios y caridad. Es misericordia con los pobres, ayuda a los oprimidos, generosidad para con los menesterosos y estímulo para los caídos. Es pureza, desprendimiento, humildad, tolerancia, paciencia y constancia. Estas son cualidades divinas. Estos mandamientos no serán jamás abrogados, sino que permanecerán vigentes y válidos por toda la eternidad. Estas virtudes humanas se renuevan en cada Dispensación; pues, al término de cada Dispensación, el espíritu de la ley de Dios, que consiste en las virtudes humanas, desaparece en su substancia y persiste solamente en su forma.

8. Así pues, al término de la Dispensación mosaica, que coincidió con el advenimiento de Cristo, la verdadera religión de Dios desapareció de entre los judíos, dejando tras de sí una forma sin espíritu. Ya no existía el Sanctasanctórum, pero el atrio exterior del Templo —que significa la forma externa de la religión— cayó en manos de los gentiles. De la misma manera, el corazón mismo de la religión de Cristo, que consiste en las virtudes humanas más elevadas, ya no existe, pero su forma externa ha quedado en manos de los sacerdotes y los monjes. Asimismo, la base de la religión de Muḥammad ya no existe, pero su forma externa permanece en manos de los teólogos musulmanes.

9. Sin embargo, esas bases de la religión de Dios que son espirituales y consisten en virtudes humanas nunca están sujetas a abrogación, sino que son eternas y permanentes, y se renuevan en cada Dispensación profética.

10. La segunda parte de la religión de Dios, que concierne al mundo material y tiene que ver con cosas como el ayuno, la oración, el culto, el matrimonio, el divorcio, la manumisión, normas legales, transacciones, penas y castigos por homicidio, asalto, robo y lesión, se cambia y modifica en cada Dispensación profética y puede ser abrogada, ya que las normas, transacciones, castigos y otras leyes están obligadas a cambiar según las exigencias de la época.

11. En síntesis, lo que se quiere decir con el término «Santo de los Santos» es esa ley espiritual que nunca puede ser cambiada ni abrogada, mientras que la «Ciudad Santa» es la ley material que, efectivamente, puede abrogarse; y esta ley material —la Ciudad Santa— había de ser pisoteada durante 1260 años.

12. «Pero haré que mis dos testigos profeticen durante 1260 días, cubiertos de sayal». Con estos dos testigos se da a entender Muḥammad, el Mensajero de Dios, y ‘Alí, hijo de Abú Ṭálib. En el Corán se dice que Dios Se dirigió a Muḥammad, y Le dijo: «Te hemos enviado como un testigo, un anunciador y un amonestador», es decir, Te hemos establecido como un Ser que da testimonio, que difunde las buenas nuevas de lo que ha de venir y que advierte sobre la ira de Dios. Un «testigo» es aquel por cuya declaración se comprueban las cuestiones. Los mandamientos de estos dos testigos debían seguirse durante 1260 días, que corresponden a un año cada día. Ahora bien, Muḥammad era la raíz y ‘Alí, la rama, al igual que Moisés y Josué. Se dice que iban «cubiertos de sayal», lo que significa que parecían llevar no un ropaje nuevo, sino uno viejo. En otras palabras, al inicio no tendrían apariencia de ser importantes a los ojos de otras gentes, y su Causa no parecería nueva. Pues los principios espirituales de la religión de Muḥammad corresponden a los de Cristo según el Evangelio, y Sus mandamientos materiales corresponden en su mayoría a los de la Torá. Esto es lo que simboliza el ropaje antiguo.

13. «Ellos son los dos olivos y los dos candeleros que están en pie delante del Señor de la tierra». Estas dos Almas se han comparado con olivos, ya que en esa época todas las lámparas se encendían en la noche con aceite de oliva. En otras palabras, de estas dos Almas aparecerá el aceite de la sabiduría divina —que es causa de la iluminación del mundo— y mediante ellas brillarán y resplandecerán las luces de Dios. Asimismo, se han equiparado a candeleros. El candelero es el sitio de la luz y el lugar de donde proviene. De la misma manera, la luz de la guía irradiaba de esos Semblantes luminosos.

14. «Están en pie delante del Señor», es decir, se han dispuesto a servirle y educan a Sus criaturas. Por ejemplo, de tal manera educaron a las tribus bárbaras del desierto de la península arábiga que hicieron que alcanzaran las más elevadas cumbres de la civilización humana de la época y difundieran por todo el mundo su fama y renombre.

15. «Si alguien pretendiera hacerles mal, saldría fuego de su boca y devoraría a sus enemigos». Esto significa que ningún alma podría resistirse a su poder. Es decir, si alguien tratase de subvertir sus enseñanzas o su ley, sería rendido y vencido en virtud de esa ley que, breve o íntegramente, procedía de su boca. En otras palabras, emitirían un mandamiento que destruiría a cualquier enemigo que intentara dañarles u oponerse a ellos. Y así ocurrió, pues todos sus opositores fueron vencidos, dispersados y destruidos, y estos dos testigos fueron ayudados materialmente por el poder de Dios.

16. «Estos tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva en los días en que profeticen…». Esto significa que regirían soberanamente en esa época. En otras palabras, la ley y las enseñanzas de Muḥammad y la presentación y los comentarios de ‘Alí son gracia celestial. Si desearan conceder esta gracia, estaría en su poder hacerlo, y si su deseo fuera otro, no caería la lluvia, queriéndose decir aquí con «lluvia» la efusión de gracia.

17. «Tienen también poder sobre las aguas para convertirlas en sangre…». Esto significa que la condición profética de Muḥammad era similar a la de Moisés, y el poder de ‘Alí era como el de Josué. Es decir, estaba en su poder, si así lo hubiesen querido, transformar las aguas del Nilo en sangre para los egipcios y los negadores; o, dicho de otra manera, convertir lo que era la fuente de su vida en causa de su muerte, a consecuencia de su ignorancia y orgullo. Así, la soberanía, la riqueza y el poder del Faraón y de su pueblo, que eran la fuente de la vida de esa nación, debido a su oposición, negación y orgullo, se convirtieron en la causa misma de su muerte, ruina, destrucción, degradación y miseria. De ahí que estos dos testigos tienen poder para destruir naciones.

18. «[…] y poder herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran». Esto significa que también estarían dotados de poder y ascendiente material, para educar a los obradores de iniquidad y las personificaciones de la opresión y la tiranía. Pues Dios había concedido a estos dos testigos un poder manifiesto y una fuerza oculta, y así es como reformaron y educaron a los perversos, sanguinarios e inicuos árabes del desierto, que eran como lobos y bestias voraces.

19. «Pero cuando hayan terminado de dar testimonio…», es decir, cuando hayan llevado a cabo lo que se les había ordenado, y hayan entregado el mensaje divino y promovido la religión de Dios, y esparcido por doquier Sus enseñanzas celestiales, a fin de que se manifiesten los signos de vida espiritual en las almas de los hombres, se irradie la luz de las virtudes humanas y esas tribus del desierto logren un progreso considerable,

20. «[…] la bestia que surja del abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará». Esta bestia se refiere a los omeyas, quienes asediaron a estos testigos desde la sima del error. Y, de hecho, sucedió que los omeyas asediaron la religión de Muḥammad y la verdad de ‘Alí, que consisten en el amor de Dios.

21. «La bestia les hizo la guerra a los dos testigos». Con esto se quiere decir una guerra espiritual, que significa que la bestia actuaría oponiéndose completamente a las enseñanzas, la conducta y el carácter de estos dos testigos, a tal punto que las virtudes y perfecciones que, gracias a su poder, se habían difundido entre los pueblos y naciones, desaparecerían totalmente y pasarían a predominar las cualidades animales y los deseos carnales. En consecuencia, esta bestia libraría la guerra contra ellos y ganaría en ascendiente, lo cual significa que la oscuridad del error propagado por esta bestia prevalecería en todo el mundo y daría muerte a aquellos dos testigos; es decir, extinguiría la vida espiritual de entre las gentes, eliminaría sus leyes y enseñanzas divinas y pisotearía la religión de Dios, para dejar tras de sí nada más que un cuerpo muerto y sin alma.

22. «Y sus cuerpos muertos yacerán en la calle de la gran ciudad, que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto, allí donde también fue crucificado nuestro Señor». Con «sus cuerpos» se quiere decir la religión de Dios, y con «la calle», exposición a la mirada pública. «Sodoma y Egipto, allí donde también fue crucificado nuestro Señor» se refiere a Siria y, especialmente, a Jerusalén, pues los Omeyas tenían su sede de poder en ese país y fue aquí donde primero desaparecieron la religión de Dios y las enseñanzas divinas, dejando tras sí nada más que un cuerpo sin alma. «Sus cuerpos» se refiere a la religión de Dios que permaneció como un cuerpo muerto y sin alma.

23. «Y gente de todos los pueblos, tribus, lenguas y naciones, contemplarán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sus cadáveres sean sepultados». Como ya se ha explicado, en la terminología de las sagradas escrituras tres días y medio significan tres años y medio, y tres años y medio representan cuarenta y dos meses, y cuarenta y dos meses son 1260 días. Puesto que, según el texto explícito de la Biblia, cada día equivale a un año, esto significa que a lo largo de 1260 años, que es la duración de la Dispensación coránica, las naciones, tribus y pueblos verían sus cuerpos, es decir, tendrían la religión de Dios ante sus ojos, pero no actuarían en conformidad con ella. Aun así, no dejarían que esos cuerpos, que simbolizan la religión de Dios, fuesen sepultados. Es decir, se aferrarían a su forma externa y no permitirían que desapareciese totalmente de entre ellos ni dejarían que el cuerpo fuese destruido ni aniquilado completamente. Más bien, abandonarían su realidad, mientras que, exteriormente, mantenían su nombre y su recuerdo.

24. Lo que se da a entender aquí son las razas, pueblos y naciones que se habían reunido bajo la sombra del Corán. Estos son los que no permitirían que la Causa y la religión de Dios fuesen destruidas y aniquiladas externamente también. Así, se practicaba entre ellos alguna forma de oración y de ayuno, pero había desaparecido la base misma de la religión de Dios, que son un buen carácter, una conducta recta y el conocimiento de los misterios divinos; se había extinguido la luz de las virtudes humanas, que proceden del amor y el conocimiento de Dios; prevalecía la oscuridad de la opresión y la tiranía, de los deseos carnales y características satánicas; y, como un cadáver, el cuerpo de la religión de Dios estaba expuesto a la mirada pública.

25. A lo largo de 1260 días, cada día contado como un año, es decir, a lo largo de la duración de la Dispensación islámica, todo cuanto esas dos Personas habían establecido como fundamentos de la religión de Dios fue malogrado por sus seguidores. Hasta tal punto se borraron las huellas de las virtudes humanas —que son las dádivas de Dios y constituían el espíritu de esta religión— que desaparecieron la veracidad, la justicia, el amor, la concordia, la pureza, la santidad, el desprendimiento y todos los atributos celestiales, y lo que quedó de la religión fue meramente la oración y el ayuno. Esta situación se prolongó durante 1260 años, lo que corresponde a la Dispensación del Corán. Era como si esas dos Personas hubiesen muerto y sus cuerpos se hubieran quedado sin alma.

26. «Y los que moran en la tierra se regocijarán por ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas atormentaron a los que moran en la tierra». Con «los que moran en la tierra» se da a entender otros pueblos y naciones, como los de Europa y los de países distantes de Asia, quienes, al ver que el carácter del islam había cambiado totalmente, que se había abandonado la religión de Dios, que habían desaparecido la virtud, la decencia y el honor, y que los caracteres se habían pervertido, se regocijaban de que se hubiera corrompido la moral de los musulmanes y que, por tanto, estuvieran expuestos a ser derrotados por otras naciones. Y, en efecto, así ocurrió de la manera más visible. ¡Mira cómo ha sido humillado y subyugado este pueblo que otrora ejercía poder supremo!

27. Las otras naciones «se enviarán regalos», lo cual significa que se ayudarían unos a otros, porque «estos dos profetas habían atormentado a los habitantes de la tierra»; es decir, sometieron y subyugaron a los demás pueblos y naciones del mundo.

28. «Pero después de los tres días y medio, el aliento de vida de parte de Dios vino a ellos y se pusieron en pie, y gran temor cayó sobre quienes los contemplaban». Como hemos explicado, tres días y medio son 1260 años. Esas dos Personas cuyos cuerpos yacían sin alma, es decir, las enseñanzas y la religión que había establecido Muḥammad y que ‘Alí había promovido, cuya realidad se había desvanecido y de la que solo había quedado una forma vacía, fueron dotadas nuevamente de espíritu. Equivale a decir que la espiritualidad de la religión de Dios que se había vuelto materialidad, las virtudes que se habían convertido en vicios, el amor a Dios que se había transformado en odio, la luz que se había vuelto oscuridad, las cualidades divinas que se habían transformado en atributos satánicos, la justicia que había llegado a ser tiranía, la misericordia que se había convertido en malevolencia, la sinceridad que había devenido hipocresía, la guía que se había vuelto error, la pureza que se había convertido en carnalidad: todas estas enseñanzas divinas, virtudes y perfecciones celestiales y dones espirituales se renovaron con el advenimiento del Báb y la adhesión de Quddús después de tres días y medio que, de acuerdo con la terminología de las escrituras sagradas, equivalen a 1260 años.

29. Así se difundieron las brisas de la santidad, resplandeció la luz de la verdad, llegó la primavera vivificadora y despuntó la aurora de la guía. Esos dos cuerpos muertos fueron nuevamente reavivados, y aparecieron estos dos grandes Personajes —uno Fundador, y el otro, promotor— y fueron como dos candiles, pues iluminaron al mundo entero con la luz de la verdad.

30. «Entonces oyeron una gran voz del cielo que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en la nube», lo cual significa que desde el cielo invisible oyeron la voz de Dios, que decía: “Habéis llevado a cabo todo cuanto se pedía en relación con educar a las gentes y llevarles las buenas nuevas de lo que ha de venir. Habéis entregado Mi mensaje al pueblo, habéis hecho el llamamiento de la Verdad y cumplido todas vuestras obligaciones. Ahora, al igual que Cristo, debéis dar la vida en el sendero del Amado y morir como mártires”. Y así se ocultaron aquel Sol de la Realidad y aquella Luna de la Guía, como Cristo, bajo el horizonte del sacrificio supremo, y ascendieron al dominio del Cielo.

31. «[…] y sus enemigos los vieron», es decir, después de su martirio muchos de sus enemigos se dieron cuenta de la sublimidad de su posición y la excelencia de sus virtudes, y atestiguaron su grandeza y sus perfecciones.

32. «En aquella misma hora hubo un gran terremoto y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y siete mil personas murieron en el terremoto». Ese terremoto ocurrió en Shíráz después del martirio del Báb. La ciudad cayó en el caos y murieron muchas personas. Además, se produjo una gran conmoción a causa de enfermedades, el cólera, la escasez, el hambre, la inanición y otras aflicciones, una conmoción como nunca antes se había visto.

33. «Y los demás, aterrorizados, dieron gloria al Dios del cielo». Cuando ocurrió el terremoto en Fárs, los sobrevivientes gemían y se lamentaban día y noche, y se ocupaban en alabar e implorar a Dios. Tan grande era su miedo y agitación que de noche no hallaban descanso ni tranquilidad.

34. «El segundo ¡ay! ha pasado; he aquí, el tercer ¡ay! viene pronto». El primer «¡ay!» fue la venida del Apóstol de Dios, Muḥammad, hijo de ‘Abdu’lláh, con Él sea la paz. El segundo «¡ay!» fue el del Báb, glorificado y alabado sea Él. El tercer «¡ay!» es el gran Día del advenimiento del Señor de las Huestes y la revelación de la Belleza prometida. La explicación de este tema está en el capítulo treinta de Ezequiel, donde se dice: «Y vino a mí la palabra del Señor, diciendo: Hijo de hombre, profetiza y di: Así dice el Señor Dios: Gemid: ¡Ay de aquel día! Porque cerca está el día, sí, está cerca el día del Señor». Es evidente, por lo tanto, que el día de la aflicción es el día del Señor; porque, en ese día, desgraciados serán los descuidados, los pecadores y los ignorantes. Por eso se dice: «El segundo ¡ay! ha pasado; he aquí, el tercer ¡ay! viene pronto». Este tercer «¡ay!» es el día de la manifestación de Bahá’u’lláh, el Día de Dios, y es cercano al día de la aparición del Báb.

35. «El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos”». Ese ángel se refiere a almas humanas que han sido dotadas de atributos celestiales e investidas de una naturaleza y disposición angelical. Se alzarán voces y se proclamará y divulgará la aparición de la Manifestación divina. Se anunciará que este día es el día del advenimiento del Señor de las Huestes, y esta Dispensación es la misericordiosa Dispensación de la Divina Providencia. Se ha prometido y ha quedado inscrito en todos los libros y textos sagrados que en este Día de Dios se establecerá Su soberanía divina y espiritual, se renovará el mundo, se insuflará nuevo espíritu en el cuerpo de la creación, dará comienzo la primavera divina, las nubes de la misericordia dejarán caer su lluvia, resplandecerá el Sol de la Verdad y soplarán las brisas vivificantes. El mundo de la humanidad lucirá un nuevo atuendo; la faz de la tierra llegará a ser como el altísimo paraíso; la humanidad será educada; desaparecerán la guerra, la disensión, la lucha y la contienda; predominarán la veracidad, la rectitud, la paz y la piedad; el amor, la concordia y la unión envolverán al mundo, y Dios gobernará por siempre jamás: es decir, se establecerá una soberanía espiritual y sempiterna. Así es el Día de Dios. Pues todos los días que han llegado y han pasado fueron los días de Abraham, Moisés, Cristo o de los demás Profetas, pero este día es el Día de Dios, por cuanto en él resplandecerá el Sol de la Verdad con la mayor intensidad y esplendor.

36. «Y los veinticuatro ancianos, que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, Aquel que es y que era, y que ha de venir; porque has asumido Tu inmenso poder para establecer Tu reinado». En cada Dispensación ha habido doce escogidos: En la época de José hubo doce hermanos; en la época de Moisés hubo doce dirigentes o jefes de las tribus; en la época de Jesucristo, doce Apóstoles; y en la época de Muḥammad, doce Imames. Pero en esta gloriosa Revelación hay veinticuatro almas semejantes, el doble de todas las demás, pues así lo requiere su grandeza. Estas almas santas, sentadas en sus tronos, están en la presencia de Dios, lo cual significa que reinan eternamente.

37. Estas veinticuatro almas gloriosas, aunque están establecidas en el trono de la soberanía sempiterna, aun así, se postran en adoración y son humildes y sumisos ante esa Manifestación de Dios, y dicen: «Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, Aquel que es y que era, y que ha de venir; porque has asumido Tu inmenso poder para establecer Tu reinado». Es decir, promulgarás todas Tus enseñanzas, reunirás a los pueblos del mundo bajo Tu sombra y unirás a todos los hombres bajo un mismo tabernáculo. Y, si bien la soberanía siempre ha pertenecido a Dios, y Él ha sido eternamente y continuará siendo siempre el Soberano supremo, en este caso se hace referencia a la soberanía de la Manifestación de Su propio Ser, Quien promulgará leyes y enseñanzas que son el espíritu mismo del mundo de la humanidad y la causa de la vida eterna. Esa Manifestación universal subyugará al mundo mediante un poder espiritual, no mediante la guerra y la contienda. Adornará el mundo con paz y armonía, no con espadas y lanzas. Establecerá esta soberanía divina a través del amor verdadero, no mediante el poderío militar. Promoverá estas enseñanzas divinas por medio de la amabilidad y la amistad, no por medio de la violencia y las armas. Aun cuando estas naciones y gentes, en vista de la divergencia de sus condiciones, la disparidad de sus costumbres y caracteres, y la diversidad de sus religiones y razas, son como el lobo y el cordero, el leopardo y el cabrito, y el lactante y la víbora, Él los educará de tal manera que se abrazarán unos a otros, se asociarán unos con otros y confiarán unos en otros. La antipatía racial, la animosidad religiosa y la rivalidad entre las naciones serán borradas por completo, y todos lograrán perfecta camaradería y completa armonía a la sombra del Árbol Bendito.

38. «Y se airaron las naciones», por cuanto Tus enseñanzas se oponían a los deseos egoístas de las otras naciones, pero «tu ira ha venido», lo cual quiere decir que todos sufrieron dolorosa pérdida por no seguir Tus consejos, advertencias y enseñanzas, quedaron privados de la gracia sempiterna, y ocultos a la luz del Sol de la Verdad.

39. «Y el tiempo de juzgar a los muertos» significa que ha llegado el momento en que los muertos —es decir, aquellos que están privados del espíritu del amor de Dios y carecen de esa vida santa y sempiterna— serán juzgados con equidad, es decir, cada uno será resucitado conforme a su mérito y capacidad, y se divulgará por completo la verdad acerca de las profundidades de la degradación que ocupa en este mundo de la existencia y de cómo ha de ser contado realmente entre los muertos.

40. «Y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes», es decir que separarás a los justos y les concederás Tu gracia ilimitada, harás que brillen como estrellas del cielo en el horizonte de la antigua gloria, y les ayudarás a exhibir un comportamiento y carácter que iluminen el mundo de la humanidad, y lleguen a ser los medios de guía y la causa de vida sempiterna en el Reino divino.

41. «Y de destruir a los que destruyen la tierra», es decir que desposeerás a los desatentos; pues se pondrá al descubierto la ceguera de los ciegos y se hará evidente la vista de los que ven; se reconocerá la ignorancia e insensatez de los exponentes del error y se pondrá de manifiesto el conocimiento y la sabiduría de los que han sido rectamente guiados; y así serán destruidos los que destruyen.

42. «Y el templo de Dios fue abierto en el cielo». Esto quiere decir que la divina Jerusalén ha aparecido y el Santo de los Santos se ha puesto de manifiesto. Entre los dotados de verdadero conocimiento, el Santo de los Santos se refiere a la esencia de la religión de Dios y Sus verdaderas enseñanzas, que no han sufrido cambio a lo largo de todas las Dispensaciones proféticas, como se ha explicado anteriormente, mientras que Jerusalén engloba la realidad de la religión de Dios, que es el Santo de los Santos, así como todas las leyes, las relaciones recíprocas, los ritos y las disposiciones materiales que constituyen la ciudad. Es por eso que se llama la Jerusalén celestial. En resumen, en el curso de la Dispensación del Sol de la Verdad, las luces divinas brillarán con el mayor esplendor, y así la esencia de las enseñanzas divinas se hará realidad en el mundo del ser, se disipará la oscuridad de la ignorancia y la insensatez, el mundo llegará a ser otro mundo, la iluminación espiritual abarcará a todos, y de ahí que aparecerá el Santo de los Santos.

43. «Y el templo de Dios fue abierto en el cielo». Esto significa también que, gracias a la diseminación de estas enseñanzas divinas, el descubrimiento de estos misterios celestiales y el amanecer del Sol de la Verdad, las puertas del progreso y de los avances se abrirán de par en par, y se pondrán de manifiesto los signos de las bendiciones y dones celestiales.

44. «Y el arca de su testamento fue vista en su templo…». Esto significa que el Libro de Su Alianza aparecerá en Su Jerusalén, se inscribirá la Tabla del Testamento, y el significado de la Alianza y el Testamento se hará evidente. El llamamiento de Dios resonará por todo el Oriente y el Occidente, y el mundo se llenará con el renombre de la Causa de Dios. Los violadores de la Alianza serán humillados y degradados, y los fieles alcanzarán honor y gloria, pues se adhieren tenazmente al Libro de la Alianza y permanecen firmes y constantes en el camino del Testamento.

45. «[…] y se produjeron relámpagos, y fragor, y truenos, y temblor de tierra y fuerte granizada», lo cual significa que, después de la aparición del Libro de la Alianza, habrá una gran tempestad, destellará el relámpago de la ira y la cólera divinas, retumbará el trueno de la violación de la Alianza, el temblor de la duda sacudirá la tierra, la granizada de los tormentos caerá sobre los violadores de la Alianza, y los que afirman creer serán sometidos a pruebas y dificultades.

12
Comentario al capítulo undécimo de Isaías

En Isaías 11, 1-9 se dice: «Y brotará un retoño del tronco de Jesé, y un vástago de sus raíces dará fruto. Y reposará sobre Él el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor. Se deleitará en el temor del Señor, y no juzgará por lo que vean sus ojos, ni sentenciará por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará al pobre con justicia, y fallará con equidad por los afligidos de la tierra; herirá la tierra con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios matará al impío. La justicia será ceñidor de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. El lobo morará con el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito; el becerro, el leoncillo y el animal doméstico andarán juntos, y un niño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas, y el león, como el buey, comerá paja. El niño de pecho jugará junto a la cueva de la cobra, y el niño destetado extenderá su mano sobre la guarida de la víbora. No dañarán ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar».

2. Este «retoño del tronco de Jesé» parecería corresponder a Cristo, pues José descendía de Jesé, padre de David. Sin embargo, dado que Cristo había nacido por obra del Espíritu Santo, Se llamó a Sí mismo el Hijo de Dios. Si no hubiera sido este el caso, este pasaje podría de hecho haberse aplicado a Él. Además, los sucesos que supuestamente ocurrieron en los días de ese vástago, si se interpretan en sentido figurado, acontecieron solamente en parte, y si se toman literalmente, de ningún modo pudieron tener lugar en los días de Cristo.

3. Por ejemplo, podríamos decir que el leopardo y el cabrito, el león y el becerro, el niño de pecho y el áspid representan las diversas naciones, los pueblos hostiles y linajes rivales del mundo, que en su oposición y enemistad eran como el lobo y el cordero, y que mediante las brisas del Espíritu mesiánico llegaron a estar dotados del espíritu de unidad y camaradería, fueron vivificados de nuevo, y se asociaron estrechamente unos con otros. Pero la condición a que se refiere la afirmación «No dañarán ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar» no se materializó en la Dispensación de Jesucristo. Puesto que hasta el día de hoy hay diversas naciones hostiles y contendientes en el mundo. Pocos reconocen al Dios de Israel y la mayoría carece del conocimiento de Dios. Tampoco se estableció la paz universal con el advenimiento de Cristo; es decir, no se hicieron realidad la paz y el bienestar entre las naciones hostiles y contendientes, no se resolvieron las disputas y los conflictos, ni se alcanzó la armonía y la sinceridad. Así, incluso hoy día predominan la intensa enemistad, el odio y el conflicto entre los mismos pueblos cristianos.

4. Sin embargo, estos versículos se aplican a Bahá’u’lláh, palabra por palabra. Además, en esta prodigiosa Dispensación, la tierra llegará a ser otra tierra y el mundo de la humanidad será adornado con absoluta serenidad y compostura. La lucha, la contienda y el derramamiento de sangre darán paso a la paz, la sinceridad y la armonía. Entre las naciones, pueblos, razas y gobiernos del mundo predominará el amor y la amistad, y se establecerán firmemente la cooperación y la estrecha relación. Finalmente, la guerra será totalmente proscrita, y cuando se pongan en vigor las leyes del Libro Más Sagrado, las discusiones y disputas se dirimirán con perfecta justicia ante un tribunal universal de gobiernos y pueblos, y se resolverán todas las dificultades que puedan surgir. Los cinco continentes del mundo llegarán a ser como uno, las diversas naciones llegarán a ser una sola nación, la tierra llegará a ser una sola patria y la raza humana llegará a ser un solo pueblo. Los países estarán tan estrechamente vinculados, y los pueblos y naciones, tan compenetrados y unidos, que la raza humana se convertirá en una sola familia y un solo linaje. Brillará la luz del amor celestial y se disipará la tenebrosa oscuridad del odio y la enemistad, en la mayor medida posible. La paz universal erigirá su pabellón en el mismísimo corazón de la creación, y el bendito Árbol de la Vida crecerá y florecerá de tal modo que extenderá su sombra protectora sobre Oriente y Occidente. Los fuertes y los débiles, los ricos y los pobres, los pueblos rivales y naciones hostiles —que son como el lobo y el cordero, el leopardo y el cabrito, el león y el becerro— se tratarán unos a otros con sumo amor, unidad, justicia y equidad. El mundo se llenará de saber y de conocimiento, de las realidades y misterios de la creación, y del conocimiento de Dios.

5. Ahora, en esta edad gloriosa, que es el siglo de Bahá’u’lláh, ¡observa hasta qué punto han progresado el conocimiento y el saber, en qué medida han sido desvelados los misterios de la creación, y cuán numerosos son los grandes proyectos que se han iniciado y se multiplican día a día! Dentro de poco, tanto el conocimiento y saber material como el conocimiento espiritual progresarán a tal grado y exhibirán tales maravillas que deslumbrarán a todos y revelarán la plenitud del significado del versículo de Isaías «pues la tierra estará llena del conocimiento del Señor».

6. Asimismo, observa que, en el breve tiempo transcurrido desde el advenimiento de Bahá’u’lláh, personas de todas las naciones, linajes y razas se han puesto al amparo de esta Causa. Cristianos, judíos, zoroastras, hindúes, budistas y persas se relacionan unos con otros en perfecto amor y compañerismo, como si por mil años hubiesen pertenecido a la misma raza y familia: realmente, como si fueran padre e hijo, madre e hija, hermano y hermana. Este es uno de los significados del compañerismo entre el lobo y el cordero, el leopardo y el cabrito, y el león y el becerro.

7. Uno de los grandes acontecimientos que tendrán lugar en el Día de la manifestación de esa Rama Incomparable es el izamiento del Estandarte de Dios entre todas las naciones. Con esto se quiere decir que todas las naciones y pueblos se reunirán a la sombra de este Pabellón divino, que no es otro que la Rama Señorial misma, y llegarán a ser una única nación. Serán eliminados el antagonismo religioso y sectario, la hostilidad entre razas y pueblos, y las diferencias entre las naciones. Todos se adherirán a una sola religión, tendrán una fe común, se entremezclarán formando una sola raza y llegarán a ser un solo pueblo. Todos habitarán en una patria común, que es el planeta mismo. La armonía y la concordia se establecerán entre todas las naciones. Esa Rama Incomparable reunirá a todo Israel; es decir, en Su Dispensación, Israel se reunirá en la Tierra Santa, y el pueblo judío, que está ahora disperso por Oriente y Occidente, el Norte y el Sur, se aunará.

8. Observa que estos acontecimientos no tuvieron lugar en la Dispensación cristiana, ya que las naciones no se agruparon bajo ese estandarte único, esa Rama divina; mas en esta Dispensación del Señor de las Huestes, todas las naciones y pueblos se pondrán bajo Su amparo. Asimismo, Israel, que se había dispersado por todo el mundo, no fue reunida en la Tierra Santa durante la Dispensación cristiana, sino que esta promesa divina, que se ha hecho claramente en todos los Libros de los Profetas, ha comenzado a materializarse al comienzo de la Dispensación de Bahá’u’lláh. Observa cómo desde todos los rincones del mundo están llegando los judíos a la Tierra Santa, están adquiriendo aldeas y tierras donde habitar, y creciendo día a día hasta el punto que toda Palestina se está convirtiendo en su hogar.

13
Comentario al capítulo duodécimo del Apocalipsis de Juan

1. Hemos explicado antes que lo que las sagradas escrituras a menudo dan a entender por la Ciudad Santa o la divina Jerusalén es la religión de Dios, que a veces ha sido comparada con una novia, o bien llamada «Jerusalén», o representada como el nuevo cielo y la nueva tierra. Así, en Apocalipsis, capítulo 21, se dice: «Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y el mar tampoco existía ya. Vi también que la ciudad santa, la nueva Jerusalén, descendía del cielo, de Dios, ataviada como una novia que se adorna para su esposo. Entonces oí que desde el trono salía una potente voz, la cual decía: «Aquí está el tabernáculo de Dios con los hombres. Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios».

2. Observa cómo «el primer cielo» y «la primera tierra» se refieren de manera inequívoca a los aspectos materiales de la anterior religión. Pues se dice que «habían dejado de existir, y el mar tampoco existía ya». Es decir, la tierra es el escenario del juicio final, y en este escenario ya no habrá mar, queriendo decir que la ley y las enseñanzas de Dios se habrán difundido por todo el mundo, toda la humanidad habrá abrazado Su Causa y la tierra se habrá poblado en su totalidad por los fieles. Así, ya no habrá mar, pues el hombre habita en tierra sólida y no en el mar: es decir, en esa Dispensación la esfera de influencia de esa religión abarcará todos los países que haya pisado el hombre y se establecerá en terreno firme donde los pies no tropiezan.

3. Asimismo, la religión de Dios se describe como la Ciudad Santa o la Nueva Jerusalén. Está claro que la Nueva Jerusalén que desciende del cielo no es una ciudad de piedra y cal, de ladrillos y mortero, sino más bien la religión de Dios que desciende del cielo y se describe como nueva. Pues es obvio que la Jerusalén que está construida de piedra y mortero no desciende del cielo y no se renueva, sino que lo que se renueva es la religión de Dios.

4. Además, a la religión de Dios se la compara con una novia engalanada que aparece con suma elegancia, como se dice en el capítulo 21 del Apocalipsis de Juan: «Vi también que la ciudad santa, la nueva Jerusalén, descendía del cielo, de Dios, ataviada como una novia que se adorna para su esposo». Y en el capítulo 12 se dice: «Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas». Esta mujer es esa novia, la religión de Dios, que descendió sobre Muḥammad. El sol con el que estaba vestida y la luna que estaba bajo sus pies son los dos gobiernos que se encuentran al amparo de esa religión, el persa y el otomano, pues el emblema de Persia es el sol y el del Imperio Otomano es la luna creciente. Luego, ese sol y esa luna aluden a dos gobiernos que están al amparo de la religión de Dios. Posteriormente se dice: «sobre su cabeza una corona de doce estrellas». Estas doce estrellas representan a los doce Imames, que fueron los promotores de la religión de Muḥammad y educadores de la nación, y brillaban como estrellas en el cielo de la guía.

5. Luego se dice: «Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento», lo cual significa que esta religión padecerá grandes dificultades y sobrellevará gran fatiga y aflicción hasta que de ella surja un vástago perfecto: es decir, hasta que la siguiente Manifestación prometida, que es un vástago perfecto, crezca en el seno de esta religión, que es como su madre. Este vástago quiere decir el Báb, el Punto Primordial, que ciertamente nació de la religión de Muḥammad. En otras palabras, esa sagrada Realidad que era el hijo y el resultado de la religión de Dios —su madre— y que era el Prometido que esperaba, nació en el reino celestial de esa religión, pero fue llevado ante el trono de Dios para eludir el dominio del dragón. Al cabo de 1260 años, el dragón fue destruido y se hizo manifiesto el vástago de la religión de Dios, el Prometido.

6. «También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos; y en sus cabezas, siete diademas; y su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra». Este dragón representa a los omeyas, que se hicieron con las riendas de la religión de Muḥammad; y las siete cabezas y siete coronas representan los siete dominios y reinos que llegaron a gobernar: el dominio romano en Siria; el persa, el árabe y los dominios egipcios; el dominio de África, es decir, Túnez, Marruecos y Argelia; el dominio de Andalucía, que ahora es España, y el dominio de las tribus turcas de Transoxania. Los omeyas sometieron a todos estos dominios. Los diez cuernos representan los nombres de los gobernantes omeyas, pues, sin contar las repeticiones, son diez soberanos, o diez nombres de jefes y gobernantes. El primero es Abú Sufyán y el último es Marwán. Algunos de sus nombres están repetidos: dos veces Mu‘áwiya, tres veces Yazíd, dos Walíd, y dos Marwán. Sin embargo, si se cuentan solo una vez, suman en total diez. Estos omeyas —el primero de los cuales fue Abú Sufyán, el antiguo gobernante de la Meca y fundador de la dinastía, y el último, Marwán— destruyeron a un tercio de las almas santas y consagradas que descendían del linaje puro de Muḥammad, y que eran como las estrellas del cielo.

7. «Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese». Esta mujer es la religión de Dios, como ya se ha explicado. El que el dragón se detuviera delante de ella significa que estaba al acecho para devorar al hijo tan pronto como naciera. Este hijo era la Manifestación prometida, que es el vástago de la religión de Muḥammad. Los omeyas estaban ansiosos de apoderarse del Prometido que iba a aparecer del linaje de Muḥammad, para destruirlo y aniquilarlo, ya que tenían gran temor de Su venida. Y, por ello, cuando encontraban a un descendiente de Muḥammad que era respetado por la gente, le daban muerte.

8. «Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones». Este glorioso hijo es la Manifestación prometida, nacida de la religión de Dios y criada en el seno de las enseñanzas divinas. La vara de hierro es un símbolo de fuerza y poder —no es una espada— y significa que Él pastoreará a todas las naciones del mundo en virtud de Su poder y dominio divinos. Y con este hijo se quiere decir el Báb.

9. «Su hijo fue llevado ante el trono de Dios». Esta es una profecía relativa al Báb, Quien ascendió al Reino, el Trono de Dios y Sede de Su soberanía. Observa con qué exactitud se ajusta esto a lo que sucedió realmente.

10. «Y la mujer huyó al desierto[…]», es decir, la religión de Dios se trasladó al desierto, que significa el extenso desierto de Ḥijáz y la península arábiga.

11. «[…] donde tenía un lugar preparado por Dios[…]»; es decir, la península arábiga llegó a ser el hogar, la morada y el centro focal de la religión de Dios.

12. «[…] para ser sustentada allí, por mil doscientos sesenta días». Conforme a la terminología de la Biblia, estos 1260 días significan 1260 años, tal como se explicó anteriormente. Así, durante 1260 años la religión de Dios fue promovida en el extenso desierto de Arabia, hasta que apareció el Prometido. Después de estos 1260 años, esa religión dejó de tener efecto, pues se había manifestado el fruto de ese árbol y se había producido su resultado.

13. ¡Observa con qué exactitud se corresponden ambas profecías! El Libro del Apocalipsis fija el advenimiento del Prometido después de cuarenta y dos meses. El profeta Daniel precisa tres tiempos y medio, lo cual también son cuarenta y ocho meses o 1260 días. Otro pasaje del Apocalipsis de Juan menciona directamente 1260 días, y se indica explícitamente en la Biblia que cada día significa un año. Nada podría ser más claro que esta concordancia de las profecías entre sí. El Báb apareció en el año 1260 de la Hégira, que es el punto de partida del calendario que siguen todos los musulmanes. No hay en la Biblia profecías más claras para ninguna otra Manifestación. Si hemos de ser justos, la concordancia entre los tiempos indicados por estas Almas gloriosas es la prueba más concluyente, y de ningún modo puede estar sujeta a otra interpretación. Bienaventurados los imparciales que buscan la verdad.

14. Sin embargo, cuando hay falta de justicia, la gente desafía, pone en duda y niega lo evidente. Su conducta es como la de los fariseos del tiempo de Cristo, quienes negaban obstinadamente las interpretaciones y explicaciones que daban los Apóstoles y, deliberadamente, oscurecían la verdad frente a las masas ignorantes, diciendo: «Estas profecías no se aplican a Jesucristo, sino al Prometido que aparecerá dentro de poco tiempo en las condiciones mencionadas en la Torá», entre ellas, que sería un rey, que se sentaría en el trono de David, pondría en vigor la ley de la Torá, inauguraría la máxima justicia, y haría que el lobo y el cordero bebieran de la misma fuente. Y así cubrieron con un velo al pueblo y les impidieron reconocer a Cristo.

14
Ciclos materiales y espirituales

1. En este mundo material, el tiempo tiene ciclos cambiantes y el lugar está sujeto a condiciones variables. Las estaciones se siguen unas a otras, y las personas progresan, retroceden y se desarrollan. En un lugar es primavera, y en otro, otoño; en un punto es verano, y en otro, invierno.

2. La temporada vernal trae nubes cargadas de lluvia y brisas almizcladas, céfiros vivificantes y temperaturas delicadamente suaves. Cae la lluvia; el Sol brilla; soplan vientos vigorizantes; el mundo se renueva y el hálito de la vida se revela por igual en las plantas, los animales y los humanos. Los seres terrenales pasan de una condición a otra. Todas las cosas se revisten de un ropaje nuevo: la tierra oscura se cubre de abundante hierba, los montes y los llanos se adornan con un manto verde esmeralda, los árboles despliegan hojas y capullos, los jardines producen flores y perfumadas hierbas, el mundo se transforma en otro mundo y toda la creación se imbuye de nueva vida. La tierra, que era como un cuerpo sin alma, encuentra un nuevo espíritu y exhibe suma belleza, elegancia y encanto. Así, la primavera produce nueva vida e infunde un nuevo espíritu.

3. Luego llega el verano, cuando se intensifica el calor y el crecimiento y desarrollo se manifiestan con toda su pujanza. La fuerza de la vida llega a su plenitud en el reino vegetal: aparecen los frutos y las mieses, viene el tiempo de la cosecha, la semilla se convierte en gavilla y se guardan provisiones para los meses de invierno.

4. Después viene el otoño inexorable, cuando se desatan vendavales malsanos y llega la estación de la carencia y la escasez. Todo se marchita; el aire agradable se vuelve áspero y frío; las brisas de la primavera se transforman en ráfagas otoñales; los árboles, antes verdes y frondosos, quedan exhaustos y desnudos; las flores y las hierbas desaparecen, apenadas; y los delicados jardines se vuelven cúmulos de tierra sombría.

5. Sigue luego la estación invernal, cuando soplan fríos vientos y se levantan tempestades. Hay nieve y tormentas, granizo y lluvia, rayos y truenos, y se afianzan el letargo y el adormecimiento. Las plantas parecen muertas y los animales languidecen y se consumen.

6. Alcanzada esta etapa, vuelve una vez más la primavera vivificadora y se inaugura un ciclo nuevo. La primavera levanta su carpa en las montañas y los llanos con sus huestes de vitalidad y delicadeza, en la plenitud de su grandeza y majestad. Otra vez reviven los templos de las cosas creadas y se renueva la generación de los seres contingentes. Crecen y se desarrollan los cuerpos vivientes, reverdecen los campos y las llanuras, brotan flores de los árboles y regresa una vez más la primavera del año anterior en toda su majestad y gloria. De estos ciclos y sucesiones depende la existencia misma de las cosas, y se perpetúa a través de los mismos. Así son los ciclos y las revoluciones del mundo material.

7. De igual manera proceden los ciclos relacionados con los Profetas de Dios. Es decir, el día del advenimiento de las Santas Manifestaciones es la primavera espiritual. Es esplendor divino y gracia celestial; es el soplo de la brisa de la vida y el amanecer del Sol de la Verdad. Los espíritus se reavivan, los corazones se renuevan, las almas se refinan, toda la creación se pone en movimiento, y las realidades humanas se regocijan y aumentan sus logros y perfecciones. Se logra progreso universal, las almas se reúnen, y los muertos son vivificados, pues es el día de la resurrección, la época de ebullición y fermentación, la hora de la alegría y el regocijo, y el tiempo de arrobamiento y abandono.

8. Luego, esa primavera conmovedora lleva a un fructífero verano. Se proclama la Palabra de Dios, se promulga Su Ley, y todo llega a un estado de perfección. Se extiende la mesa celestial, las brisas de la santidad perfuman el Oriente y el Occidente, las enseñanzas de Dios conquistan al mundo entero, se educan las almas, se producen loables resultados, se consigue progreso universal en el reino humano, los favores divinos envuelven todas las cosas y el Sol de la Verdad resplandece en el horizonte del Reino celestial en el apogeo de su intensidad y fuerza.

9. Cuando ese Sol llega a su cenit, comienza a declinar, y a esa estación veraniega del espíritu le sigue el otoño. Se detienen el crecimiento y el desarrollo; las suaves brisas se convierten en vientos asoladores, y la estación de la escasez y la carencia disipa la vitalidad y la belleza de los jardines, los campos y los prados. Es decir, se extinguen las atracciones espirituales, decaen las cualidades divinas, se atenúa el resplandor de los corazones, se opaca la espiritualidad de las almas, las virtudes se transforman en vicios, y la santidad y la pureza dejan de existir. De la ley de Dios no queda más que el nombre, y de las enseñanzas divinas, solamente una apariencia. Se destruyen y aniquilan los fundamentos de la religión de Dios, y su lugar lo ocupan meras costumbres y tradiciones; aparecen divisiones, y la firmeza se convierte en vacilación. Los espíritus se desvanecen, los corazones se marchitan y las almas languidecen.

10. Llega el invierno, es decir, el frío de la ignorancia, y la inconsciencia envuelve al mundo, y predomina la oscuridad de los deseos rebeldes y egoístas. Sobrevienen la apatía y la arrogancia, con indolencia y necedad, degradación y cualidades animales, frialdad e insensibilidad de piedra, igual que cuando en el invierno el globo terrestre se ve privado de la influencia de los rayos del Sol y se vuelve desierto y desolado. Cuando el dominio de las mentes y pensamientos llega a esta etapa, no queda nada más que muerte perpetua e inexistencia sin fin.

11. No obstante, cuando el invierno ha completado su curso, regresa nuevamente la primavera espiritual y un nuevo ciclo revela su esplendor. Soplan las brisas del espíritu, despunta la radiante mañana, las nubes del Misericordioso dejan caer su lluvia, brillan los rayos del Sol de la Verdad, y el mundo de la existencia queda investido con nueva vida y adornado con un maravilloso atuendo. En esta nueva estación reaparecen todas las señales y mercedes de la primavera anterior, y tal vez incluso otras mayores.

12. Los ciclos espirituales del Sol de la Verdad, al igual que los ciclos del Sol material, están en un estado de perpetuo movimiento y renovación. El Sol de la Verdad se puede comparar con el Sol material, que sale de muchos puntos diferentes. Un día sale en el signo de Cáncer, y otro, en el de Libra; un día emite sus rayos desde el signo de Acuario, y otro, desde el de Aries. Aun así, el Sol es un único Sol y una sola realidad. Los que poseen verdadero conocimiento son amantes del Sol y no están apegados a sus puntos de amanecer. Aquellos que están dotados de perspicacia son buscadores de la verdad misma, no de sus exponentes y manifestaciones. Así, se postran en adoración al Sol en cualquier signo y en cualquier horizonte que aparezca, y buscan la verdad en cualquier alma santificada que la revele. Esas personas descubren inevitablemente la verdad y no hay velo que las separe de la luz del Sol del firmamento divino. Así, el amante de los rayos y el buscador de la luz siempre se vuelven hacia el Sol, ya sea que brille en el signo de Aries o brinde su gracia desde el signo de Cáncer o proyecte sus rayos desde el signo de Géminis.

13. Sin embargo, los necios y los ignorantes están enamorados de los signos zodiacales y embelesados con los puntos de amanecer, no con el Sol mismo. Cuando estaba en Cáncer se dirigieron hacia este, pero cuando pasó a Libra siguieron apegados al signo anterior y, fijando la mirada en ese signo y aferrándose a él, se privaron a sí mismos de los rayos del Sol cuando ya se había trasladado. Así, en cierta época, el Sol de la Verdad derramó sus rayos desde el signo de Abraham; posteriormente, amaneció en el signo de Moisés e iluminó el horizonte; y más tarde aun, brilló en el signo de Cristo con suma fuerza, calor y luz. Los que buscaban la verdad le rindieron culto dondequiera que lo vieron, pero los que estaban apegados a Abraham, tan pronto como ese Sol derramó sus rayos sobre el Sinaí e iluminó la realidad de Moisés, se privaron de él. Y a los que se aferraban a Moisés, tan pronto como el Sol de la Verdad derramó su luz celestial en todo su esplendor desde el punto de Cristo, se quedaron asimismo velados, y así sucesivamente.

14. En consecuencia, debemos buscar la verdad y quedar embelesados y cautivados con cualquier alma santificada en que la encontremos, y llegar a estar totalmente atraídos por la efusión de la gracia de Dios. Como mariposas nocturnas, debemos ser amantes de la luz, en cualquier lámpara en que brille; y, cual ruiseñores, enamorarnos de la rosa, en cualquier pérgola en que florezca.

15. Si el Sol saliera del poniente, seguiría siendo el Sol. Efectivamente, cualquiera que sea su punto de salida, es el Sol. No se debe suponer que su aparición está limitada a un solo punto, excluyendo a los otros puntos. No debemos cegarnos porque salga en el oriente y considerar el poniente como su lugar de puesta y declive. Debemos buscar la múltiple gracia de Dios, sondear los resplandores divinos y quedar embelesados y cautivados por cualquier realidad donde se hallen claros y evidentes. Observa que si los judíos no se hubiesen apegado al horizonte de Moisés sino que hubiesen dirigido la mirada hacia el Sol de la Verdad, sin duda, habrían visto brillar a ese Sol en la plenitud de su divino esplendor en aquel verdadero punto de amanecer que fue Cristo. Pero, ¡mil veces ay!, se aferraron al nombre de Moisés y se privaron de esa merced divina y de ese esplendor celestial.

15
La verdadera felicidad

1. El honor y la gloria de cualquier cosa existente dependen de ciertas causas y condiciones.

2. La excelencia, el adorno y la perfección de la tierra consisten en esto: que, mediante la efusión de las lluvias primaverales, se vuelva verde y lozana; que broten las plantas; que crezcan las flores y las hierbas; que los árboles repletos de flores den abundante cosecha y produzcan frutos dulces y jugosos; que se engalanen los jardines; que se adornen los prados; que los llanos y las montañas se cubran de verde esmeralda, y que se embellezcan las campiñas y las glorietas, las aldeas y las ciudades. Esta es la felicidad del mundo mineral.

3. La cúspide de la gloria y perfección del mundo vegetal consiste en esto: que un árbol crezca erguido al costado de un arroyo de agua dulce, que corra una suave brisa y que el Sol le brinde calor; que un jardinero lo cuide y que, día a día, se desarrolle y dé frutos. Pero su verdadera felicidad consiste en progresar hacia los mundos animal y humano, y reemplazar lo que se ha consumido en los cuerpos de los animales y los hombres.

4. La gloria del mundo animal consiste en poseer facultades, miembros y órganos perfectos, y que se satisfagan todas sus necesidades. Esta es la cumbre de su gloria, de su honor y exaltación. Así, la felicidad suprema de un animal consiste en un prado verde y frondoso, un arroyo por donde corra el agua más dulce y un bosque lleno de vida. Si estas cosas se encuentran a su disposición, no puede imaginarse mayor felicidad para el animal. Por ejemplo, si un ave construyese su nido en un bosque verde y frondoso, a una altura agradable, sobre un árbol imponente y encima de una rama elevada, y tuviese a su disposición todas las semillas y el agua que necesitara, esto constituiría para él la felicidad perfecta.

5. Sin embargo, la verdadera felicidad del animal consiste en pasar del mundo animal al reino humano, como los seres microscópicos que, a través del aire y del agua, entran en el cuerpo humano, se asimilan y reemplazan lo que se ha consumido en él. Este es el máximo honor y la mayor felicidad del mundo animal, y no se concibe un honor mayor.

6. Por lo tanto, es claro y evidente que semejante holgura, comodidad y abundancia materiales son la cúspide de la felicidad para los minerales, las plantas y los animales. Y, realmente, ninguna riqueza, prosperidad, comodidad u holgura de nuestro mundo material se comparan a la riqueza de un ave, pues tiene toda la amplitud de los campos y las montañas como morada, todas las semillas y cosechas como riqueza y sustento, y todas las tierras, aldeas, prados, pastizales, bosques y páramos como posesiones. Así pues, ¿quién es más rico?: ¿esta ave o el más rico de los seres humanos? Pues por muchas semillas que esa ave reúna o regale, no disminuye su riqueza.

7. Luego está claro que el honor y la gloria del ser humano no residen solamente en los deleites materiales y beneficios terrenales. Esta felicidad material es completamente secundaria, mientras que la gloria de una persona reside principalmente en esas virtudes y logros que son los adornos de la realidad humana. Consisten en bendiciones divinas, dádivas celestiales, emociones profundas, el amor y el conocimiento de Dios, la educación de las gentes, las percepciones de la mente y los descubrimientos científicos. Consisten en la justicia y la equidad, la veracidad y la benevolencia, la valentía interior y la humanidad innata, la salvaguardia de los derechos de los demás y la preservación de la inviolabilidad de los pactos y los acuerdos. Consisten en la rectitud de conducta en todas las circunstancias, el amor a la verdad bajo todas las condiciones, la abnegación por el bien de todos, la bondad y la compasión para con todas las naciones, la obediencia a las enseñanzas de Dios, el servicio al Reino celestial, la guía de toda la humanidad y la educación de todas las razas y naciones. ¡Esta es la felicidad del mundo humano! ¡Esta es la gloria del ser humano en el mundo contingente! ¡Esta es la vida eterna y el honor celestial!

8. Sin embargo, estos dones solo se ponen de manifiesto en la realidad humana mediante un poder celestial y divino, y mediante las enseñanzas del cielo, pues requieren un poder sobrenatural. En el mundo de la naturaleza pueden también aparecer vestigios de estas perfecciones, pero son tan fugaces y efímeros como los rayos del Sol sobre una pared.

9. Dado que el Señor compasivo ha coronado al ser humano con tan brillante diadema, debemos esforzarnos para que sus gemas luminosas derramen su luz sobre todo el mundo.

Algunos temas cristianos

16
Realidades inteligibles y su expresión a través de formas perceptibles

Hay un punto que es clave para comprender la esencia de los otros temas que hemos tratado o vamos a tratar; a saber, que el conocimiento humano es de dos clases.

2. Uno es el conocimiento adquirido por medio de los sentidos. Lo que el ojo, el oído o los sentidos del olfato, el gusto o el tacto pueden percibir se denomina «perceptible». Por ejemplo, el Sol es perceptible, ya que puede verse. Asimismo, los sonidos son perceptibles, pues el oído los puede oír; los olores también lo son, pues el sentido del olfato los puede aspirar y percibir; los alimentos, igual, pues el paladar puede percibir su dulzura, su acidez, su amargor o su salinidad; asimismo, el calor y el frío, ya que puede percibirlos el sentido del tacto. Estas se llaman realidades perceptibles.

3. La otra clase de conocimiento humano es el de las cosas inteligibles; es decir, consiste en realidades inteligibles que no tienen forma material ni ocupan lugar, y no son perceptibles. Por ejemplo, el poder de la mente no es perceptible, ni lo es ninguno de los atributos humanos: se trata de realidades inteligibles. De igual modo, el amor es una realidad inteligible, y no perceptible. Pues el oído no oye estas realidades, el ojo no las ve, el olfato no las siente, el gusto no las detecta, ni las percibe el tacto. Incluso el éter —cuyas fuerzas se dice en la filosofía natural que son el calor, la luz, la electricidad y el magnetismo— es una realidad inteligible, y no perceptible. Asimismo, la propia naturaleza es una realidad inteligible y no perceptible; el espíritu humano es una realidad inteligible, y no perceptible.

4. Mas cuando alguien se propone expresar esas realidades inteligibles, no le queda más recurso que ponerlas en el molde de lo perceptible ya que, externamente, no existe nada fuera de lo perceptible. Así, cuando alguien desea expresar la realidad del espíritu y sus condiciones y grados, se ve obligado a describirlos en términos de cosas perceptibles, dado que, externamente, no hay nada excepto lo perceptible. Por ejemplo, la pena y la alegría son realidades inteligibles, pero cuando alguien desea expresar esas condiciones espirituales dice «tengo el corazón apesadumbrado», o «mi corazón saltó de alegría», aunque literalmente el corazón no pesa más, ni se eleva. Más bien se trata de una condición espiritual o inteligible, para cuya expresión se requiere usar términos relacionados con la percepción. Otro ejemplo se da cuando alguien dice «tal persona ha avanzado mucho», aunque ha permanecido en el mismo lugar, o bien, «tal persona ocupa un puesto elevado», en tanto que sigue caminando sobre la tierra, como todos los demás. Este elevamiento y avance son condiciones espirituales y realidades inteligibles, pero para expresarlas hay que usar términos relacionados con la percepción, puesto que, externamente, no existe nada más allá de lo perceptible.

5. Por citar otro ejemplo, el conocimiento se describe figuradamente como luz, y la ignorancia, como oscuridad; pero piensa: ¿es el conocimiento una luz perceptible, o la ignorancia, una oscuridad perceptible? Desde luego que no. Son solo condiciones inteligibles, pero cuando alguien desea expresarlas materialmente llama luz al conocimiento y oscuridad a la ignorancia, y dice: «tenía el corazón apagado y se me iluminó». Ahora bien, la luz del conocimiento y la oscuridad de la ignorancia son realidades inteligibles, no perceptibles, pero nos vemos obligados a darles una forma perceptible cuando deseamos expresarlas materialmente.

6. Así, es evidente que la paloma que descendió sobre Cristo no fue una paloma física, sino una condición espiritual expresada en términos relativos a la percepción, en beneficio de la comprensión. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento se dice que Dios apareció como una columna de fuego. Ahora bien, lo que se quiere decir no es una forma perceptible, sino una realidad inteligible que se ha expresado en esa forma.

7. Cristo dice: «El Padre está en el Hijo, y el Hijo está en el Padre». Ahora bien, ¿estaba Cristo dentro de Dios, o Dios, dentro de Cristo? ¡No, por Dios! Se trata de una condición inteligible que se ha expresado en una forma perceptible.

8. Llegamos a la explicación de las palabras de Bahá’u’lláh, cuando dice: «¡Oh Rey! Yo era un hombre como los demás, dormido en Mi lecho, cuando he aquí que las brisas del Todoglorioso soplaron sobre Mí y Me enseñaron el conocimiento de todo lo que ha sido. Esto no procede de Mí, sino de Aquel que es Todopoderoso y Omnisciente». Esta es la condición de la revelación divina. No es una realidad perceptible, sino una realidad inteligible. Está más allá del pasado, el presente y el futuro, y los trasciende. Es una comparación y una analogía, una metáfora y no una verdad literal. No es la condición que comúnmente interpreta la mente humana cuando se dice que alguien estaba dormido y luego se despertó, sino que significa la transición de un estado a otro. Por ejemplo, el sueño es el estado de reposo y la vigilia es el estado de movimiento. El sueño es el estado de silencio y la vigilia es el estado de la expresión. El sueño es el estado de ocultación, y la vigilia, el de manifestación.

9. Por ejemplo, en persa y árabe se dice que la tierra estaba dormida, llegó la primavera, y despertó; o que la tierra estaba muerta, llegó la primavera, y volvió a nacer. Estas expresiones son comparaciones, analogías, símiles e interpretaciones figuradas en el dominio de los significados interiores.

10. En resumen, las Manifestaciones de Dios siempre han sido y continuarán siendo Realidades luminosas y, en su esencia, no se produce nunca cambio, ni alteración. A lo sumo, antes de su revelación, están en quietud y silencio, como un ser dormido, y después de su revelación son elocuentes y luminosos, como un ser despierto.

17
El nacimiento de Cristo

1. Pregunta: ¿Cómo nació Cristo del Espíritu Santo?

2. Respuesta: Con relación a esta pregunta discrepan los filósofos religiosos y los materialistas. Aquellos creen que Cristo nació del Espíritu Santo, en tanto que estos consideran semejante cosa imposible e insostenible, y afirman que necesariamente tuvo que tener un padre humano.

3. En el Corán se dice: «le enviamos nuestro Espíritu, que se le apareció, personificando a un hombre perfecto», lo cual significa que el Espíritu Santo asumió forma humana, como la imagen que aparece en un espejo, y conversó con María.

4. Los filósofos materialistas creen que tiene que haber emparejamiento, y afirman que un cuerpo viviente no puede llegar a existir a partir de uno sin vida, ni materializarse sin la unión de macho y hembra. Creen que esto es imposible no solo para el hombre, sino también para los animales, y no solo para los animales, sino hasta para las plantas. Pues semejante emparejamiento de machos y hembras se da en todos los animales y plantas. Incluso alegan que el propio Corán afirma este emparejamiento de todas las cosas: «Gloria sea para Quien ha creado todas las parejas de aquello que produce la tierra, y de la propia humanidad, y de las cosas que están fuera de su alcance»; es decir, los seres humanos, los animales y las plantas se dan todos en parejas. «Y de todo hemos creado dos géneros», es decir, hemos creado todas las cosas en parejas.

5. En síntesis, dicen que no es posible imaginar a un ser humano sin un padre. Sin embargo, los filósofos religiosos replican: «No es algo imposible, si bien no se ha observado, y existe una diferencia entre aquello que es imposible y aquello que simplemente no se ha observado. Por ejemplo, en la época anterior al telégrafo no se había observado la comunicación instantánea entre el Oriente y el Occidente, pero no era imposible; tampoco se habían visto la fotografía ni el fonógrafo, pero no eran imposibles».

6. Los filósofos materialistas insisten en su creencia, y los filósofos religiosos replican: «¿Es eterno este globo terráqueo o tuvo un origen?». Los filósofos materialistas contestan que, según descubrimientos científicos comprobados fehacientemente, se demuestra que tuvo un origen; que al comienzo era una esfera fundida y gradualmente se templó; que se formó una corteza alrededor de ella, y que sobre esta corteza aparecieron las plantas, luego los animales y, finalmente, el ser humano.

7. Los filósofos religiosos dicen: «De esta aseveración se deduce claramente que la especie humana en el globo terráqueo tuvo un origen y no es eterna. Entonces, es seguro que el primer ser humano no tuvo ni madre ni padre, ya que la existencia de la especie humana tiene un origen en el tiempo. Ahora bien, veamos qué es más problemático: ¿el hecho de que el hombre haya llegado a la existencia —aunque gradualmente— sin padre ni madre, o que haya llegado a la existencia sin padre? Puesto que reconocen que el primer ser humano fue creado sin padre ni madre, ya fuera gradualmente o en un breve período de tiempo, no cabe duda de que también es posible, y lógicamente admisible, un hombre sin padre humano. En consecuencia, no se puede rechazar como un imposible, y hacerlo sería señal de falta de equidad. Por ejemplo, si alguien dice que esta lámpara se encendió una vez sin mecha ni aceite, y luego dice que es imposible encenderla sin la mecha, ello evidencia una falta de equidad». Cristo tuvo madre; pero, según los filósofos materialistas, el primer hombre no tuvo ni padre ni madre.

18
La grandeza de Cristo

Pregunta: ¿Qué beneficio y ventaja hay en no tener padre?

2. Respuesta: Un gran hombre es grande, haya o no nacido de un padre humano. Si el no tener padre es una virtud, Adán aventajaría y superaría a todos los Profetas y Mensajeros, pues no tenía ni padre ni madre. Lo que lleva a la grandeza y a la gloria son los esplendores y las efusiones de las perfecciones divinas. El Sol es producto de la materia y la forma, que pueden compararse al padre y la madre y, con todo, es absolutamente perfecto; la oscuridad no tiene materia ni forma y, aun así, es absoluta imperfección. La materia de la vida física de Adán era el polvo, pero la materia física de Abraham era una simiente pura; y, ciertamente, una semilla pura y buena es superior a la tierra y la piedra.

3. Además, en Juan 1, 12-13 se dice: «Pero a todos los que la recibieron, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios». De este versículo de Juan se deduce claramente que incluso la existencia de los Apóstoles procede de una realidad espiritual y no de un poder material. El honor y la grandeza de Cristo no residen en que no tuviera padre, sino más bien en Sus perfecciones, efusiones y esplendores divinos. Si la grandeza de Cristo se debiera a que carecía de padre, Adán sería aún más grande, pues no tenía ni padre ni madre.

4. En el Antiguo Testamento se dice: «Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente». Observa que se dice que Adán fue creado a partir del espíritu de la vida. Además, lo que Juan expresa acerca de los Apóstoles prueba que ellos también procedían del Padre celestial. En consecuencia, es claro y evidente que la realidad santa —la verdadera existencia— de todo gran hombre procede de Dios y debe su existencia al hálito del Espíritu Santo.

5. Nuestro planteamiento es que, si carecer de padre fuese el máximo logro humano, entonces Adán superaría a todos, puesto que no tenía ni padre ni madre. ¿Es mejor que un ser humano sea creado de materia viva, o que sea creado de polvo? Ciertamente, es mejor ser creado de materia viva. Mas Cristo nació del Espíritu Santo y llegó a la vida mediante él.

6. En resumen, el honor y la gloria de esas almas santificadas, las Manifestaciones de Dios, se deben a sus perfecciones, efusiones y esplendores celestiales, y a ninguna otra cosa.

19
El verdadero bautismo

1. En Mateo 3, 13-15, se dice: «Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” Jesús le respondió: “Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia”. Entonces le dejó».

2. Pregunta: Dada Su perfección innata, ¿qué necesidad tenía Cristo de bautizarse y qué sabiduría había en ello?

3. Respuesta: La esencia del bautismo es la purificación por el arrepentimiento. Juan amonestaba y exhortaba a las gentes, las hacía arrepentirse y luego las bautizaba. Entonces, es evidente que esta purificación es símbolo del arrepentimiento de todo pecado, como si uno dijera: «¡Oh Dios! Así como mi cuerpo se ha limpiado y purificado de la suciedad material, limpia y purifica mi espíritu de las manchas del mundo de la naturaleza, que son indignas de Tu divino umbral». El arrepentimiento es el regreso de la rebelión a la obediencia. Después de experimentar la lejanía y exclusión de Dios es cuando el hombre se arrepiente y se purifica. Así, esta purificación es un símbolo que dice: «¡Oh Dios! Haz que mi corazón sea bueno y puro, y límpialo y purifícalo de todo cuanto no sea Tu amor».

4. Puesto que Cristo deseaba que cuantos vivían en esa época practicasen esta costumbre instituida por Juan, Él mismo se sometió a ella, a fin de que las almas despertasen y se cumpliera la ley que provenía de la religión anterior. Pues, si bien esta costumbre la había instituido Juan, en realidad representaba la purificación del arrepentimiento que se ha practicado en todas las religiones divinas.

5. No es que Cristo tuviese necesidad de bautizarse, sino que Se sometió a ello porque en aquel tiempo esta acción era loable y aceptable ante Dios, y presagiaba las buenas nuevas del Reino. Sin embargo, posteriormente dijo que el verdadero bautismo no era con agua material sino con espíritu y con agua, y en otra parte, con espíritu y con fuego. Lo que aquí se quiere decir con agua no es el agua material, ya que en otro lugar se afirma explícitamente que el bautismo debe ser con espíritu y con fuego, y esto deja claro que no significa el fuego y el agua materiales, ya que es imposible bautizar con fuego.

6. Por lo tanto, con espíritu se quiere decir gracia divina; con agua, conocimiento y vida; y con fuego, el amor de Dios. Pues el agua material no limpia el corazón de la persona, sino su cuerpo. Más bien, el agua y espíritu celestiales, que son el conocimiento y la vida, limpian y purifican el corazón humano. En otras palabras, el corazón que participa de la efusión de gracia del Espíritu, y se santifica, se vuelve bueno y puro. La finalidad es que la realidad del hombre se purifique y se santifique de las manchas del mundo de la naturaleza, que son atributos viles como la ira, la lujuria, la mundanalidad, el orgullo, la falta de honestidad, la hipocresía, el engaño, la egolatría, etc.

7. El hombre únicamente puede librarse del ataque de los deseos vanos y egoístas mediante la confirmación de la gracia del Espíritu Santo. Por eso se dice que el bautismo debe ser con el espíritu, con agua y con fuego, es decir, con el espíritu de la gracia divina, el agua del conocimiento y la vida, y el fuego del amor de Dios. Con este espíritu, esta agua y este fuego debe ser bautizado el hombre, para que participe de la gracia sempiterna. Si no, ¿de qué sirve ser bautizado con agua material? Al contrario, este bautismo con agua era un símbolo de arrepentirse y pedir la remisión de los pecados.

8. Sin embargo, en la Dispensación de Bahá’u’lláh ya no se requiere de este símbolo, pues su realidad, que es ser bautizado con el espíritu y el amor de Dios, ha quedado establecida y comprendida.

20
El bautismo y las leyes cambiantes de Dios

1. Pregunta: ¿Es la purificación del bautismo útil y necesaria, o bien inútil e innecesaria? Si es lo primero, ¿por qué ha sido abrogada, a pesar de ser necesaria? Y si es lo segundo, ¿por qué la practicó Juan, a pesar de ser innecesaria?

2. Respuesta: El cambio y la transformación de las condiciones y la sucesión y revolución de las edades figuran entre los requisitos esenciales del mundo contingente, y los requisitos esenciales no pueden separarse de la realidad de las cosas. Siendo así, es imposible separar el calor del fuego, o la humedad del agua, o los rayos del Sol, ya que constituyen requisitos esenciales. Y dado que el cambio y la transformación figuran entre los requisitos esenciales de todo lo contingente, los mandamientos de Dios también cambian en conformidad con los tiempos cambiantes. Por ejemplo, en los días de Moisés, la Ley mosaica era lo que requerían las condiciones prevalecientes en esa época, y era acorde a ellas. Sin embargo, en los días de Cristo, esas condiciones habían cambiado a tal punto que la Ley mosaica se había vuelto inadecuada y desfasada para las necesidades de la humanidad, y por tanto fue abrogada. Así, Cristo abolió la ley del Sábado y prohibió el divorcio. Después de Él, cuatro discípulos, entre ellos Pedro y Pablo, permitieron comer alimentos de animales que habían sido prohibidos en la Torá, a excepción de la carne de animales estrangulados, los animales provenientes de sacrificios hechos a los ídolos, y sangre. También prohibieron la fornicación. De esta manera, mantuvieron estos cuatro mandamientos. Posteriormente, Pablo permitió el consumo de animales estrangulados, animales sacrificados a los ídolos, y sangre, pero mantuvo la prohibición de la fornicación. Así, en Romanos 14, 14, escribe: «Bien sé, y estoy persuadido de ello en el Señor Jesús, que nada hay de suyo impuro; a no ser para el que juzga que algo es impuro, para ese sí lo hay». Por otra parte, en Tito 1, 15 está escrito: «Para los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio, pues su mente y conciencia están contaminados».

3. Entonces, este cambio, esta alteración y abrogación, fueron debidos a que la época de Cristo no era comparable a la de Moisés. Las condiciones y requisitos habían cambiado totalmente y, en consecuencia, los mandamientos anteriores fueron abrogados.

4. El organismo del mundo es comparable al del cuerpo humano, y los Profetas y Mensajeros son como médicos competentes. Un ser humano no permanece siempre en la misma condición: está sujeto a distintas dolencias, cada una de las cuales requiere determinado remedio. Por tanto, un médico competente no trata todas las dolencias de la misma manera, sino que varía los tratamientos y remedios según los requisitos de esas diversas dolencias y condiciones. Una persona puede padecer gravemente una dolencia debida a un exceso de calor: el médico competente forzosamente administra remedios que enfríen. Cuando, en otro momento, la constitución de esta persona cambia y un exceso de frío sustituye al calor, el médico necesariamente deja de lado los remedios refrescantes y prescribe otros que producen calor. Esta variación y alteración son exigencias de la condición del paciente, y prueba evidente de la destreza del médico.

5. Piensa, por ejemplo: ¿acaso podría imponerse la ley de la Torá hoy en día? ¡No, por Dios! Sería totalmente imposible; y esta es la razón por la que en la época de Cristo la ley de la Torá fue necesariamente abrogada por Dios. Observa, asimismo, que en los días de Juan el Bautista la purificación por el bautismo servía para despertar y amonestar a la gente, y hacer que se arrepintieran de todo pecado y esperasen la venida del Reino de Cristo. Mas hoy día, en Asia, los católicos y los ortodoxos sumergen a los menores en una mezcla de agua y aceite de oliva, de tal manera que algunos enferman debido a esta mala experiencia, y tiemblan y forcejean en el momento del bautismo. En otros lugares, el sacerdote rocía el agua bautismal sobre la frente. Pero en ninguno de esos casos experimentan los niños sensaciones espirituales. ¿De qué sirve esto, entonces? Otros pueblos se sorprenden y preguntan por qué se sumerge a la criatura en el agua, toda vez que ello no confiere consciencia espiritual, ni fe, ni despertar, sino que es meramente una costumbre que sigue la gente. Sin embargo, en la época de Juan el Bautista no era así: Juan primero amonestaba a la gente, les hacía arrepentirse de sus pecados y les exhortaba a esperar el advenimiento de Cristo. Entonces, el que recibía la purificación del bautismo se arrepentía de sus pecados con la mayor mansedumbre y humildad, se limpiaba y purificaba igualmente el cuerpo de toda contaminación exterior y, con el mayor anhelo, esperaba día y noche, y a cada momento, el advenimiento de Cristo y la entrada en Su Reino.

6. En resumen, lo que queremos decir es que el cambio y la transformación de las condiciones y exigencias de los tiempos son la causa de la abrogación de las leyes religiosas, puesto que llega el momento en que esos mandamientos anteriores ya no se adecúan a las condiciones imperantes. Observa hasta qué punto los requisitos de la época moderna difieren de los de la época medieval. ¿Acaso es posible que los mandamientos de siglos anteriores se impongan en los tiempos actuales? Es claro y evidente que esto sería totalmente imposible. Asimismo, después de transcurridos varios siglos, aquello que se requiere actualmente ya no será adecuado para las necesidades de esa época futura, y serán inevitables el cambio y la transformación.

7. En Europa se cambian y se modifican las leyes continuamente. ¡Cuántas son las leyes que existían en sistemas y cánones europeos y ya han sido anuladas! Estos cambios se deben a la transformación de los pensamientos, las costumbres y las condiciones, y sin ellos el bienestar del mundo humano se vería alterado.

8. Por ejemplo, la Torá prescribe la pena de muerte para todo aquel que no guarde la ley del Sábado. De hecho, la Torá prescribe la sentencia de muerte en diez casos semejantes. ¿Podrían llevarse a cabo estos mandamientos en nuestra época? Es evidente que sería absolutamente imposible. Siendo así, se han cambiado y transformado, y este cambio y transformación de las leyes constituye en sí prueba suficiente de la consumada sabiduría de Dios.

9. Este tema requiere ser examinado en profundidad, y la razón de ello es clara y evidente. ¡Bienaventurados quienes reflexionan!

21
El pan y el vino

1. Pregunta: Cristo dijo: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre». ¿Qué significan estas palabras?

2. Respuesta: Con este pan se quiere decir el alimento celestial de las perfecciones divinas. En otras palabras, quien participe de este alimento, es decir, quien obtenga la efusión de gracia divina, atraiga la iluminación de Su luz y reciba su parte de las perfecciones de Cristo, alcanzará la vida sempiterna. Asimismo, lo que se quiere decir con sangre es el espíritu de la vida, que consiste en perfecciones divinas, esplendores celestiales y gracia eterna. Pues todas las partes del cuerpo adquieren el alimento de la vida por medio de la circulación de la sangre.

3. En Juan 6, 26 se dice: «Vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado». Es evidente que los panes de los que comieron los discípulos hasta saciarse eran la gracia divina, pues en el versículo treinta y tres de ese mismo capítulo se dice: «Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo». Es evidente que el cuerpo de Cristo no descendió del cielo, sino que provino del vientre de María: lo que descendió del cielo de Dios fue el espíritu de Cristo. Los judíos, dando por hecho que Cristo hablaba de Su cuerpo, se oponían a ello, tal como registra el versículo cuarenta y dos del mismo capítulo: «Y decían: ¿no es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: he bajado del cielo?»

4. Mira qué evidente es que lo que Cristo quería decir con el pan del cielo era Su espíritu, Su gracia omnímoda, Sus perfecciones y Sus enseñanzas; pues en el versículo sesenta y tres del capítulo mencionado se dice: «El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada».

5. Por tanto, se ha hecho evidente que el espíritu de Cristo era una dádiva celestial que descendió del cielo, y quien reciba las efusiones de este espíritu —es decir, abrace sus enseñanzas celestiales— alcanzará vida eterna. Así, en el versículo treinta y cinco se dice: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».

6. Observad que Él expresa «venir a Él» como comer, y «creer en Él», como beber. Luego queda claramente establecido que el alimento celestial consiste en las mercedes divinas, los esplendores espirituales, las enseñanzas celestiales y las omnímodas verdades de Cristo, y que comer significa acercarse a Él y beber significa creer en Él. Pues Cristo tenía un cuerpo elemental y un cuerpo celestial. El cuerpo elemental fue crucificado, mas el cuerpo celestial está vivo, es imperecedero y es fuente de la vida eterna. El cuerpo elemental era Su naturaleza humana, y el cuerpo celestial, Su naturaleza divina. ¡Bendito sea Dios! Algunos imaginan que el pan de la Eucaristía es la realidad de Cristo, y que la Divinidad y el Espíritu Santo han descendido a este y están allí presentes, en tanto que a los pocos minutos de tomar la Eucaristía, se desintegra completamente y se transforma en su totalidad. ¿Cómo puede entonces concebirse tal error? ¡Suplico perdón a Dios por tan solemne fantasía!

7. La intención de estas palabras es que, mediante la manifestación de Cristo, se difundieron las sagradas enseñanzas —que son gracia sempiterna—, brillaron las luces de la guía y se confirió el espíritu de vida a las realidades humanas. Quien se dejó guiar correctamente halló la vida, y a quien permaneció extraviado le sobrevino la muerte sempiterna. Aquel pan descendido del cielo era el cuerpo celestial de Cristo y Sus elementos espirituales, de los cuales comieron los discípulos y mediante los cuales alcanzaron la vida eterna.

8. Los discípulos habían tomado muchas comidas de manos de Cristo; ¿por qué entonces llegó a destacarse la última cena? Se hace, pues, evidente que el pan celestial no se refiere a este pan material, sino al alimento divino del cuerpo espiritual de Cristo, es decir, la gracia divina y las perfecciones celestiales de las que participaron Sus discípulos y con las que se saciaron.

9. Considera también que, cuando Cristo bendijo el pan y se lo dio a Sus discípulos, diciéndoles: «Este es Mi cuerpo», estaba presente con ellos de manera visible y clara, en cuerpo y en persona, y no se transformó en pan y vino. Si se hubiese convertido en el mismo pan y vino, no podría haber permanecido claramente visible frente a ellos en cuerpo y en persona.

10. Queda claro, entonces, que el pan y el vino eran símbolos, que significaban: Os han sido dadas Mi gracia y Mis perfecciones y, ya que habéis participado de esta abundante gracia, habéis logrado la vida sempiterna y habéis obtenido vuestra parte y porción del alimento celestial.

22
Los milagros de Cristo

1. Pregunta: Se han atribuido ciertos milagros a Cristo. ¿Deben tomarse literalmente estos relatos, o tienen otros significados? Pues mediante una investigación seria ha quedado establecido que la naturaleza inherente de cada cosa no cambia, que todas las cosas creadas están sujetas a una ley y organización universales de las que no pueden desviarse, y que, por tanto, nada tiene la posibilidad de violar esa ley universal.

2. Respuesta: Las Manifestaciones de Dios son el origen de prodigios y señales maravillosas. Cualquier cosa difícil o imposible es para ellas posible y admisible. Pues ponen de manifiesto hazañas extraordinarias mediante un poder extraordinario e influyen en el mundo de la naturaleza por medio de una fuerza que trasciende la naturaleza. De cada una de ellas han aparecido cosas maravillosas.

3. Sin embargo, en las escrituras sagradas se usa una terminología especial y, a la vista de las Manifestaciones de Dios, estas maravillas y milagros no tienen ninguna importancia; tanto es así que ni siquiera desean mencionarlas. Pues, aun si estos milagros se considerasen la mayor de las pruebas, solo constituirían una evidencia clara para quienes estaban presentes cuando tuvieron lugar, y no para los que estaban ausentes.

4. Por ejemplo, si a un buscador no creyente se le hablase de los milagros de Moisés y de Cristo, los rechazaría diciendo: «También durante mucho tiempo, de acuerdo con el testimonio de una multitud de personas, se han atribuido milagros a ciertos ídolos y se han consignado en libros. Así, los brahmanes han recopilado en un libro todos los milagros de Brahma». El buscador preguntaría entonces: «¿Cómo vamos a saber si los judíos y los cristianos dicen la verdad y los brahmanes mienten? Pues en ambos casos se trata de tradiciones ampliamente confirmadas y consignadas en un libro. Cada caso puede considerarse plausible o no, como con cualquier otro relato: si uno es verdadero, ambos deben serlo; si uno es aceptado, ambos deben aceptarse». En consecuencia, los milagros no pueden ser una prueba concluyente, ya que, aunque sean demostraciones válidas para quienes estuvieron presentes, no son convincentes para quienes no los presenciaron.

5. Sin embargo, en el día de la Manifestación de Dios, aquellos que estén dotados de percepción hallarán milagroso todo cuanto tiene relación con Él, pues estas cosas destacan por encima de todo lo demás, y esta distinción es en sí misma un absoluto milagro. Fíjate cómo Cristo, solo y sin ayuda, sin nadie que Lo auxiliara o protegiese, sin legiones ni ejércitos, y con la mayor mansedumbre, enarboló el estandarte de Dios ante todos los pueblos del mundo; cómo los resistió y cómo, finalmente, los sometió a todos aunque, visiblemente, Lo crucificaran. Esto sí que es un absoluto milagro que de modo alguno puede negarse. Ciertamente, la verdad de Cristo no requiere de más pruebas.

6. Estos milagros físicos carecen de importancia para los seguidores de la verdad. Por ejemplo, si a un ciego se le devuelve la vista, al final la volverá a perder, ya que fallecerá y perderá todos sus sentidos y facultades. De modo que hacer que un ciego vea no tiene importancia duradera, porque la facultad de la visión está destinada a perderse al final. Si se hace revivir un cuerpo muerto, ¿qué se gana con ello si ha de morir nuevamente? Lo importante es conferir verdadera visión interior y vida sempiterna, es decir, una vida espiritual y sublime, pues esta vida material no ha de perdurar y su existencia es equivalente a la inexistencia. Tal como dijo Cristo en respuesta a uno de Sus discípulos: «Deja que los muertos entierren a sus muertos»; pues «Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu».

7. Observa que Cristo consideraba muertos a quienes, pese a ello, estaban externa y físicamente vivos, ya que la verdadera vida es la vida eterna y la verdadera existencia es la existencia espiritual. Así pues, cuando las sagradas escrituras hablan de la resurrección de los muertos, el significado es que alcanzaron la vida eterna; si dicen que a un ciego se le confirió la vista, el significado de esta visión es la verdadera percepción; si dicen que a un sordo se le hizo oír, el significado es que obtuvo un oído interior y consiguió oír con el espíritu. Esto lo establece el propio texto del Evangelio, donde Cristo dice que son como aquellos de los que Isaías dijo una vez: Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen; mas Yo los curo.

8. Lo que se da a entender con esto no es que las Manifestaciones de Dios sean incapaces de obrar milagros, pues ello está ciertamente en su poder. Sin embargo, lo que tiene importancia y significación a sus ojos es la visión interior, el oído espiritual y la vida eterna. Por tanto, dondequiera que en las sagradas escrituras conste que cierta persona era ciega y se le hizo ver, significa que era interiormente ciega y recibió visión espiritual, o que era ignorante y ganó conocimiento, o que era desatenta y se volvió consciente, o que era terrenal y llegó a ser celestial.

9. Como la vista, el oído, la vida y la curación interiores son eternas, son verdaderamente importantes. De otra forma, ¿qué importancia, mérito y valor pueden tener la mera vida y las facultades animales? Cual vana fantasía, pasarán en unos cuantos días. Por ejemplo, si se enciende una lámpara apagada, se extinguirá nuevamente, pero la luz del sol siempre brilla con esplendor, y esto es lo importante.

23
La resurrección de Cristo

1. Pregunta: ¿Cuál es el significado de la resurrección de Cristo después de tres días?

2. Respuesta: La resurrección de las Manifestaciones de Dios no es la del cuerpo. Todo lo que les atañe, todos sus estados y condiciones, todo cuanto hacen, fundan, enseñan, interpretan, ilustran e instruyen tiene un carácter místico y espiritual, y no pertenece al dominio de lo material.

3. Tal es el caso de la venida de Cristo desde el cielo. En numerosos pasajes del Evangelio se afirma explícitamente que el Hijo del hombre bajó del cielo, o está en el cielo, o subirá al cielo. Así, en Juan 6, 38 se dice: «Porque he bajado del cielo», y en Juan 6, 42 consta: «¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?»; y en Juan 3, 13 se afirma: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo».

4. Considera cómo se dice que el Hijo del hombre está en el cielo, a pesar de que en ese momento Cristo moraba en la tierra. Asimismo, considera que se dice explícitamente que Cristo vino del cielo, aunque provino del vientre de María y Su cuerpo nació de ella. Por tanto, queda claro que la aseveración de que el Hijo del hombre descendió del cielo tiene un sentido místico más que literal, y que es un acontecimiento espiritual y no material. El significado es que, si bien externamente Cristo nació del vientre de María, en realidad vino del cielo, la sede del Sol de la Verdad que brilla en el dominio divino del Reino celestial. Y puesto que se ha establecido que Cristo vino del cielo espiritual del Reino divino, Su desaparición bajo la tierra durante tres días ha de tener también un sentido místico y no literal. De la misma manera, Su resurrección de las entrañas de la tierra es un tema místico y expresa una condición espiritual, no material. Y Su ascensión al cielo es igualmente de naturaleza espiritual y no material.

5. Aparte de esto, la ciencia ha establecido que el cielo material es un espacio ilimitado, extenso y vacío, en el cual se mueven incontables estrellas y planetas.

6. Así pues, explicamos la resurrección de Cristo de la siguiente manera: Después del martirio de Cristo, los apóstoles estaban perplejos y consternados. La realidad de Cristo, que consiste en Sus enseñanzas, Sus mercedes, Sus perfecciones y Su poder espiritual, estuvo oculta y encubierta durante los dos o tres días que siguieron a Su martirio, sin tener apariencia exterior ni manifestación externa; a decir verdad, era como si se hubiese perdido por completo. Pues aquellos que de veras creían eran pocos, e incluso ellos estaban perplejos y consternados. Así, la Causa de Cristo era como un cuerpo exánime. Al cabo de tres días, los apóstoles se volvieron firmes y resueltos, se dispusieron a ayudar a la Causa de Cristo, determinaron promover las enseñanzas divinas y poner en práctica las exhortaciones de su Señor, y se esforzaron por servirle. Entonces resplandeció la realidad de Cristo, Su gracia se hizo patente, Su religión cobró vida nueva, y se hicieron manifiestas y visibles Sus enseñanzas y exhortaciones. En otras palabras, la Causa de Cristo, que era como un cuerpo sin vida, fue vivificada y rodeada por la gracia del Espíritu Santo.

7. Ese es el significado de la resurrección de Cristo, que fue una resurrección verdadera. Mas como el clero no captó el significado de los Evangelios ni comprendió este misterio, se ha argumentado que la religión se opone a la ciencia, pues, entre otras cosas, la ascensión de Cristo en un cuerpo físico es contraria a las ciencias matemáticas. Pero cuando se clarifica la verdad de este asunto y se explica este símbolo, de ninguna manera es refutada por la ciencia sino, más bien, confirmada por la ciencia y la razón.

24
El descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles

1. Pregunta: En los Evangelios se dice que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles. ¿De qué manera ocurrió este descenso y qué significado tiene?

2. Respuesta: El descenso del Espíritu Santo no es como la entrada de aire en el cuerpo humano. Se trata de una metáfora y una analogía, y no una imagen o relato literal. Lo que significa es como el descenso del Sol a un espejo cuando su resplandor se refleja en él.

3. Tras la muerte de Cristo, los apóstoles se sentían turbados y discrepaban en su forma de pensar y sus opiniones; posteriormente se volvieron firmes y unidos. En Pentecostés se reunieron, se desapegaron del mundo, dejaron de lado sus propios deseos, renunciaron a toda comodidad y felicidad terrenales, se sacrificaron en cuerpo y alma por su Amado, abandonaron sus hogares, se despreocuparon de todos sus intereses y sus pertenencias, y llegaron incluso a olvidar su propia existencia. En ese momento fue otorgada la asistencia divina y se puso de manifiesto el poder del Espíritu Santo. La espiritualidad de Cristo triunfó y el amor de Dios tomó el mando. Ese día recibieron confirmaciones divinas, y cada uno partió en diferente dirección para enseñar la Causa de Dios y desató su lengua para exponer las pruebas y los testimonios.

4. Así, el descenso del Espíritu Santo significa que los apóstoles fueron atraídos por el Espíritu mesiánico, adquirieron constancia y firmeza, encontraron nueva vida mediante el espíritu del amor de Dios, y vieron a Cristo como su protector y auxiliador perpetuo. Eran meras gotas y se transformaron en el océano; eran frágiles insectos y llegaron a ser águilas de alto vuelo; eran pura debilidad y fueron dotados de fortaleza. Eran como espejos vueltos hacia el Sol: no hay duda de que los rayos y el resplandor del Sol se reflejarán en ellos.

25
El Espíritu Santo

Pregunta: ¿Qué significa el Espíritu Santo?

2. Respuesta: El Espíritu Santo quiere decir la efusión de la gracia de Dios y los luminosos rayos que emanan de Su Manifestación. Así, Cristo fue el centro focal de los rayos del Sol de la Verdad, y a partir de este poderoso centro —la realidad de Cristo— la gracia de Dios brilló sobre esos otros espejos que eran las realidades de los apóstoles.

3. El descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles significa que esa gloriosa y divina gracia proyectó su luz y resplandor sobre las realidades de ellos. Ya que, por lo demás, la salida y el retorno, el descenso y la inherencia son características de los cuerpos y no de los espíritus. Es decir, la salida y la inherencia son solo propias de las realidades perceptibles, no de las sutilezas inteligibles; y las realidades inteligibles, como la razón, el amor, el conocimiento, la imaginación y el pensamiento no entran ni salen, ni son inherentes, sino que denotan relaciones.

4. Por ejemplo, el conocimiento, que es una representación que adquiere la mente, es algo inteligible, y es absurdo hablar de entrar en la mente o salir de ella. Más bien, se trata de una relación de adquisición, como las imágenes que se reflejan en un espejo.

5. Así, puesto que es evidente y queda establecido que las realidades inteligibles no entran ni son inherentes, se deduce que de ninguna manera es posible que el Espíritu Santo ascienda, descienda, entre, salga, se mezcle, ni sea inherente. A lo más, aparece igual que el sol en un espejo.

6. Además, algunos pasajes de las sagradas escrituras que aluden al Espíritu se refieren a una persona determinada, como se suele decir convencionalmente al hablar y conversar que tal o cual persona es espíritu encarnado, o es la personificación de la misericordia y la generosidad. En este caso, el centro de interés no es la lámpara sino la luz.

7. Por ejemplo, con referencia al Prometido que ha de venir después de Cristo, se dice en Juan 16, 12: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga».

8. Ahora bien, considera detenidamente que las palabras «pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga» implican claramente que el Espíritu de la verdad está encarnado en un Hombre que tiene un alma, que tiene oídos para oír y una lengua para hablar. Asimismo, a Cristo se Le denomina el «Espíritu de Dios», igual que hablamos de la luz queriendo indicar tanto la luz como la lámpara.

26
La segunda venida de Cristo y el Día del Juicio

1. En las sagradas escrituras se dice que Cristo ha de volver y que Su retorno está sujeto al cumplimiento de ciertas señales; es decir, cuando vuelva vendrá acompañado de esas señales. Entre ellas están: «El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo». En aquel tiempo «todas las razas de la tierra se golpearán el pecho» y se lamentarán, y «aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria». Bahá’u’lláh presenta una interpretación detallada de estos versículos en el Libro de la Certeza, por lo que no es necesario repetirla aquí. Remítete a ella y comprenderás su significado.

2. Ahora, por otra parte, quisiera añadir algo más sobre este tema, y se trata de lo siguiente: La primera venida de Cristo también fue del cielo, como lo afirma explícitamente el Evangelio. Incluso Cristo mismo dice que el Hijo del hombre bajó del cielo, y el Hijo del hombre está en el cielo; y nadie ha ascendido al cielo sino aquel que bajó del cielo. Así pues, todos reconocen que Cristo bajó del cielo, si bien, a simple vista, provino del vientre de María.

3. Por tanto, de la misma manera que la primera vez vino externamente del vientre, aunque en realidad del cielo, así vendrá la segunda vez, externamente del vientre, pero, en realidad, del cielo. Las condiciones que se determinan en el Evangelio para la segunda venida de Cristo son, en realidad, las mismas que se habían establecido para Su primera venida, como ya se explicó antes.

4. El Libro de Isaías anuncia que el Mesías conquistará el Oriente y el Occidente, que todas las naciones de la tierra se reunirán bajo Su amparo, que se establecerá Su reino, que vendrá de un lugar desconocido, que los pecadores serán juzgados, que a tal punto prevalecerá la justicia, que el lobo y el cordero, el leopardo y el cabrito, el lactante y la serpiente se reunirán junto a un mismo manantial, en un mismo prado y en una misma morada. La primera venida también estaba supeditada a estas condiciones, si bien ninguna se cumplió a simple vista. En consecuencia, los judíos pusieron reparos a Cristo y —¡Dios nos libre!— Lo llamaron monstruo, Lo consideraron el destructor del edificio de Dios y quebrantador del Sábado y de la Ley, y Lo sentenciaron a muerte. Sin embargo, cada una de estas condiciones tenía un significado interior, mas los judíos no llegaron a entenderlo y, por tanto, se privaron de reconocerlo.

5. La segunda venida de Cristo sigue un patrón similar. Todas las señales y condiciones que se han indicado tienen significados interiores y no deben entenderse de manera literal. Pues, de lo contrario, se dice, entre otras cosas, que las estrellas caerán del cielo sobre la Tierra. Sin embargo, las estrellas son ilimitadas e innumerables, y los matemáticos modernos han establecido y probado que la masa solar es aproximadamente un millón y medio de veces mayor que la de la Tierra, y que cada una de las estrellas fijas es mil veces más grande que el Sol. Si esas estrellas fuesen a caer sobre la superficie de la Tierra, ¿cómo habrían de caber? Sería como si mil millones de montañas tan altas como el Himalaya cayeran sobre un grano de mostaza. De acuerdo con la ciencia y la razón y, en realidad, por simple sentido común, semejante cosa es completamente imposible. Y lo que es aún más sorprendente es que Cristo dijera: Tal vez llegue cuando estéis dormidos, pues la venida del Hijo del hombre es como la venida de un ladrón. Quizá el ladrón esté dentro de la casa y el dueño no se percate.

6. Es, por tanto, claro y evidente que estas señales tienen significados interiores y no debieran entenderse literalmente. Estos significados han sido explicados plenamente en el Libro de la Certeza. Remítete a él.

27
La Trinidad

Pregunta: ¿Cuál es el significado de la Trinidad y de sus tres Personas?

2. Respuesta: La realidad de la Divinidad es excelsa y elevada muy por encima de la comprensión de todas las cosas, de ningún modo puede imaginarla la mente o el entendimiento mortal, y trasciende toda concepción humana. Esa realidad no admite división, ya que la división y la multiplicidad son características de las cosas creadas y, por ende, contingentes, y no accidentes que afecten al Ser Necesario.

3. La realidad de la Divinidad está elevada por encima de la singularidad, ¡cuánto más, pues, de la pluralidad! El que esa realidad divina descendiera a rangos y niveles equivaldría a una deficiencia, sería contrario a la perfección y totalmente imposible. Siempre ha estado y siempre permanecerá en las alturas más elevadas de santidad y pureza. Todo cuanto se menciona acerca de la manifestación y la revelación de Dios se refiere al resplandor de Su luz y no a un descenso a los niveles de la existencia.

4. Dios es pura perfección y la creación es absoluta imperfección. Que Dios descendiera a los niveles de la existencia sería la mayor de las imperfecciones; más bien, Su manifestación, aparición y resplandor son como el reflejo del Sol en un espejo claro, reluciente y pulido.

5. Todas las cosas creadas son signos resplandecientes de Dios. Por ejemplo, los rayos del Sol alumbran todas las cosas terrenales, pero la luz que cae sobre las llanuras, las montañas, los árboles y los frutos lo hace en la medida necesaria para hacerlos visibles, asegurar su crecimiento y hacer que alcancen el objetivo de su existencia. Sin embargo, el Hombre Perfecto es como un espejo diáfano en el cual se revela el Sol de la Verdad y se manifiesta en la plenitud de sus atributos y perfecciones. Así, la realidad de Cristo era un espejo diáfano y pulido de la mayor pureza y claridad. El Sol de la Verdad, la Esencia de la Divinidad, apareció en ese espejo y manifestó en él su luz y calor, mas no descendió de las alturas de la santidad y del cielo de la trascendencia para residir en él. Al contrario, permanece en su sublimidad y excelsitud, pero se ha revelado y manifestado en el espejo en toda su belleza y perfección.

6. Luego, si dijésemos que hemos visto el Sol en dos espejos —uno, Cristo, y el otro, el Espíritu Santo— o, dicho de otra manera, que hemos visto tres soles —uno en el cielo y dos en la tierra— diríamos la verdad. Y si dijéramos que hay un único Sol, que es absoluta singularidad y no tiene par ni semejante, también estaríamos diciendo la verdad.

7. Lo que queremos decir es que la realidad de Cristo constituía un espejo diáfano en el que el Sol de la Verdad, es decir, la Esencia Divina, apareció y resplandeció con perfecciones y atributos infinitos. No es que el Sol, que es la Esencia de la Divinidad, se dividiese o se multiplicara, pues sigue siendo uno, sino que se manifestó en el espejo. Por eso Cristo dijo: «El Padre está en el Hijo», dando a entender que el Sol está manifiesto y visible en ese espejo.

8. El Espíritu Santo es la efusión de la gracia de Dios que se reveló y manifestó en la realidad de Cristo. La condición profética es la condición del corazón de Cristo, y el Espíritu Santo es la de Su espíritu. Luego es evidente y queda establecido que la Esencia de la Divinidad es absoluta singularidad y no tiene par, ni igual, ni semejante.

9. Este es el verdadero significado de las tres Personas de la Trinidad. Si no fuera así, los fundamentos de la religión de Dios descansarían sobre una proposición ilógica que ninguna mente podría jamás concebir, ¿y cómo puede pedírsele a la mente que crea una cosa que no puede concebir? Semejante cosa no podría ser captada por la razón humana, ni mucho menos tomar forma inteligible, sino que seguiría siendo pura fantasía.

10. Esta explicación aclara el significado de las tres Personas de la Trinidad y, al mismo tiempo, establece la unicidad de Dios.

28
La preexistencia de Cristo

Pregunta: Cuál es el significado del versículo del Evangelio de Juan: «Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese».

2. Respuesta: La preexistencia es de dos clases. Una es la preexistencia esencial, que no está precedida por una causa sino que existe por sí misma. Por ejemplo, el Sol brilla por sí mismo y su luz no depende de la luminosidad de las demás estrellas. Esto se llama luz esencial. Pero la luz de la Luna se deriva del Sol, ya que la Luna necesita del Sol para poder brillar. En consecuencia, con respecto a la luz, el Sol es la causa, y la Luna, el efecto. Aquel es antiguo, antecedente y anterior, en tanto que esta viene precedida por otra cosa.

3. La segunda clase de preexistencia es la preexistencia temporal, que no tiene principio. La Palabra trascendente de Dios está por encima del tiempo. Pasado, presente y futuro son lo mismo con relación a Dios. Ayer, hoy y mañana no existen en el Sol.

4. Existe, igualmente, la anterioridad con respecto al honor y la distinción, es decir, lo más distintivo precede a lo distintivo. Así, la realidad de Cristo, la Palabra de Dios, precede sin duda a todas las cosas creadas en esencia, atributos y distinción. Antes de aparecer en forma humana, la Palabra de Dios se hallaba en un estado de máxima trascendencia y gloria, y permanecía con perfecta belleza y esplendor en las alturas de su majestad. Cuando, por la sabiduría del Altísimo, esa Palabra arrojó su luz sobre el mundo corpóreo desde el pináculo de la gloria, fue atacada mediante la carne. Cayó en manos de los judíos, fue hecho cautivo por los ignorantes y los injustos y, finalmente, fue crucificado. Es por eso que invocó a Dios, diciendo: Líbrame del cautiverio del dominio corpóreo y sácame de esta jaula, para que pueda ascender a las alturas de la grandeza y majestad, recuperar la trascendencia y gloria de que gozaba antes de habitar en el mundo de la carne, regocijarme en el dominio sempiterno y remontar el vuelo a Mi verdadera morada, el dominio del Reino invisible que no ocupa espacio ni lugar.

5. Como has observado, después de Su ascensión, la grandeza y gloria de Cristo se estableció en el dominio de los corazones y por todos los confines de la tierra, e incluso sobre el mismo polvo. Mientras habitó en el mundo corpóreo, fue despreciado y vilipendiado por la nación más débil de la tierra, los judíos, quienes estimaron apropiado colocar una corona de espinas en Su bendita frente. Sin embargo, después de Su ascensión, las coronas enjoyadas de todos los monarcas se volvieron humildes y sumisas ante esa corona de espinas.

6. ¡Observa qué gloria alcanzó la Palabra de Dios incluso en este mundo!

29
Pecado y remisión

1. Pregunta: En I Corintios 15, 22 está escrito: «Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo». ¿Cuál es el significado de estas palabras?

2. Respuesta: Has de saber que en el ser humano hay dos naturalezas: la material y la espiritual. La naturaleza material se hereda de Adán, en tanto que la naturaleza espiritual se hereda de la realidad de la Palabra de Dios, que es la espiritualidad de Cristo. La naturaleza material nace de Adán, mas la naturaleza espiritual nace de la gracia del Espíritu Santo. La naturaleza material es la fuente de toda imperfección y la naturaleza espiritual es la fuente de toda perfección.

3. Cristo Se sacrificó para que la humanidad se librara de las imperfecciones de la naturaleza material y fuese dotada con las virtudes de la naturaleza espiritual. Esta naturaleza espiritual, que ha llegado a existir por la gracia de la Realidad Divina, es la suma de todas las perfecciones y procede del hálito del Espíritu Santo; constituye las perfecciones divinas; es luz, espiritualidad, guía, exaltación, magnanimidad, justicia, amor, generosidad, amabilidad con todos y obras caritativas: es vida sobre la vida. Esta naturaleza espiritual es la refulgencia de los esplendores del Sol de la Verdad.

4. Cristo es el punto focal del Espíritu Santo; ha nacido del Espíritu Santo; ha sido levantado por el Espíritu Santo; desciende del Espíritu Santo; es decir, Su Realidad no proviene del linaje de Adán sino que ha nacido del Espíritu Santo. El significado de I Corintios 15, 22, donde dice: «Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo», es, por tanto, el siguiente: A Adán se le designa comúnmente como el «padre de la humanidad», es decir que es la causa de la vida material de la humanidad y ocupa la posición de paternidad material. Es un alma viviente, aunque no un alma que otorga vida, en tanto que Cristo es causa de la vida espiritual del ser humano y, con respecto al espíritu, ocupa la posición de paternidad espiritual. Adán es un alma viviente; Cristo es un espíritu que otorga vida.

5. En este mundo material el ser humano está supeditado a la fuerza de deseos instintivos, de los que el pecado es consecuencia inevitable, pues estos deseos no están sometidos a las leyes de la justicia y la rectitud. El cuerpo humano es prisionero de la naturaleza y actúa en conformidad con cuanto esta le dicta. De ello se desprende que en el mundo material deben existir pecados, como la ira, la envidia, la beligerancia, la codicia, la avaricia, la ignorancia, el rencor, la corrupción, la soberbia y la crueldad. Todos estos atributos brutales existen en la naturaleza del hombre. Una persona privada de educación espiritual es como un animal, como aquellos habitantes de África cuyas acciones, costumbres y moralidad son puramente instintivas y que actúan según los dictados de la naturaleza, hasta el punto de hacerse pedazos y comerse unos a otros. Por tanto, se hace evidente que el mundo material del ser humano es un mundo de pecado, y en este plano el hombre no se distingue del animal.

6. Todo pecado responde a los dictados de la naturaleza. Estos dictados de la naturaleza, que se cuentan entre los sellos distintivos de la existencia corpórea, no son pecados respecto al animal, pero sí lo son respecto al ser humano. El animal es la fuente de imperfecciones como la ira, la lujuria, la envidia, la codicia, la crueldad y la soberbia. Todas estas cualidades censurables se encuentran en la naturaleza del animal y no constituyen pecados con relación al animal, en tanto que sí son pecados con relación al ser humano.

7. Adán es la causa de la vida material del hombre, pero la realidad de Cristo, es decir, la Palabra de Dios, es la causa de su vida espiritual. Es un espíritu que da vida, lo que significa que todas las imperfecciones que impone la vida material del hombre son transformadas en perfecciones humanas, mediante la instrucción y guía de esa Esencia del desprendimiento. Es por eso que Cristo fue un espíritu otorgador de vida y la causa de la vida espiritual de todo el género humano.

8. Adán fue la causa de la vida material, y puesto que el mundo material del ser humano es el dominio de las imperfecciones, y puesto que la imperfección equivale a la muerte, Pablo comparó a Adán con la muerte.

9. Pero la mayoría de los cristianos creen que Adán pecó y cometió una trasgresión al comer del árbol prohibido; que las horribles y desastrosas consecuencias de esta transgresión fueron heredadas por Sus descendientes para siempre, y que, de esta forma, Adán se ha convertido en la causa de la muerte del hombre. Esta explicación es irracional y claramente errónea, pues implica que todos los seres humanos, incluidos los Profetas y Mensajeros de Dios, sin haber cometido falta ni pecado alguno, y por la única razón de ser descendientes de Adán, se volvieron pecadores culpables y padecieron los tormentos del infierno hasta el día del sacrificio de Cristo. Esto estaría muy lejos de la justicia de Dios. Si Adán fue un pecador, ¿cuál fue el pecado de Abraham? ¿Qué falta cometieron Isaac y José? ¿Cuál fue la transgresión de Moisés?

10. Sin embargo, Cristo, que era la Palabra de Dios, Se sacrificó. Esto tiene dos significados: uno externo y otro verdadero. El significado externo es el siguiente: Puesto que Cristo Se proponía fomentar una Causa que conllevaba la educación de la raza humana, la revivificación de los hijos de los hombres y la iluminación de toda la humanidad, y puesto que el promover tan grande Causa —una Causa que suscitaría la hostilidad de todos los pueblos de la tierra y habría de resistir la oposición de toda nación y gobierno— iba a ocasionar el derramamiento de Su sangre y a llevar a Su crucifixión y muerte, por todo ello, en el momento de revelar Su misión, ofrendó Su vida, aceptó gustoso la cruz como Su trono, consideró cada herida un bálsamo, y todo veneno, dulcísima miel, y Se dispuso a instruir y guiar a las gentes. Es decir, Se sacrificó para conferir el espíritu de vida, y pereció en cuerpo para revivificar a otros en espíritu.

11. Ahora bien, el segundo significado del sacrificio es este: Cristo fue como una semilla, y esta semilla sacrificó su forma a fin de que el árbol creciera y se desarrollara. Si bien la forma de la semilla fue destruida, su realidad se puso de manifiesto en la forma externa del árbol, con consumada majestad y belleza.

12. La posición de Cristo era la de absoluta perfección. Esas divinas perfecciones brillaron como el sol sobre todos los creyentes, y las efusiones de esa luz se pusieron de manifiesto y resplandecieron en sus realidades. Por eso Él dice: «Soy el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera», es decir, quienquiera que participe de este alimento divino obtendrá vida eterna. Así, todo el que participó de esta gracia y obtuvo una porción de estas perfecciones halló vida eterna, y todo el que buscó iluminación de Su antigua gracia se libró de la oscuridad del error y fue iluminado por la luz de la guía.

13. La forma de la semilla se sacrificó en aras del árbol, pero sus perfecciones se revelaron y se pusieron de manifiesto en virtud de este sacrificio: el árbol, sus ramas, sus hojas y sus flores estaban latentes y ocultas dentro de la semilla, pero cuando se sacrificó la forma de la semilla, sus perfecciones se manifestaron plenamente en las hojas, las flores y los frutos.

30
Adán y Eva

Pregunta: ¿Cuál es verdad de la historia de Adán y de que comiera del árbol?

2. Respuesta: En la Torá se dice que Dios puso a Adán en el jardín del Edén para labrarlo y cuidarlo, y Le dijo: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, menos del árbol del bien y del mal, porque si comieres de él, morirás sin remedio». Luego se dice que Dios puso a dormir a Adán, Le quitó una de las costillas y creó a una mujer para que fuera Su compañera. Más adelante se dice que la serpiente tentó a la mujer para que comiera del árbol, diciéndole: «Dios os ha prohibido comer del árbol para que no abráis los ojos y no distingáis entre el bien y el mal». Entonces Eva comió del árbol y Le ofreció a Adán, Quien también comió. A raíz de lo cual, se les abrieron los ojos, se hallaron desnudos y cubrieron su desnudez con hojas. Entonces Dios los reprochó y Le dijo a Adán: «¿Has comido del árbol prohibido?». Adán respondió: «Eva Me tentó». Entonces Dios reprendió a Eva, quien dijo: «La serpiente me tentó». Por eso fue maldecida la serpiente y se estableció la enemistad entre la serpiente y Eva, y entre sus descendientes. Y Dios dijo: «El hombre ha llegado a ser como Nos, conocedor del bien y el mal. Quizá coma del árbol de la vida y viva para siempre». Así Dios guardó el árbol de la vida.

3. Si tomásemos este relato de acuerdo con el significado literal de las palabras y conforme a su uso común, desde luego que sería sobremanera extraño y las mentes humanas se verían eximidas de aceptarlo, afirmarlo o imaginarlo. Pues preceptos y detalles tan complejos y afirmaciones y reproches semejantes serían inverosímiles aun viniendo de una persona inteligente, cuánto menos de la Divinidad misma, Quien ha organizado este universo infinito de la manera más perfecta y ha dispuesto sus innumerables seres con la mayor armonía, coherencia y perfección.

4. Hay que detenerse un momento y reflexionar: si el significado aparente de este relato se atribuyese a una persona sabia, sin duda todas las personas dotadas de sabiduría lo negarían, alegando que semejante plan y estrategia no podría haber provenido de tal persona. El relato de Adán y Eva, el que comieran del árbol y fueran expulsados del paraíso son, por tanto, símbolos y misterios divinos. Tienen significados omnímodos e interpretaciones maravillosas; pero solo los íntimos de los misterios divinos y los favorecidos del Señor que todo lo satisface son conocedores del sentido de estos símbolos.

5. Por tanto, estos versículos de la Torá tienen numerosos significados. Explicaremos uno de ellos diciendo que Adán quiere decir el espíritu de Adán, y Eva quiere decir Su yo. Pues en algunos pasajes de las sagradas escrituras donde se mencionan mujeres, el significado se refiere al yo humano. Con el árbol del bien y el mal se quiere decir el mundo material, ya que el dominio celestial del espíritu es bondad pura y resplandor absoluto, pero en el mundo material se pueden encontrar la luz y la oscuridad, el bien y el mal, y toda clase de realidades contrapuestas.

6. El significado de la serpiente es el apego al mundo material. Este apego del espíritu al mundo material condujo al exilio del yo y del espíritu de Adán del dominio de la libertad al mundo del cautiverio, y Le hizo volverse del reino de la Unidad Divina hacia el mundo de la existencia humana. En cuanto el yo y el espíritu de Adán entraron en el mundo material, Él abandonó del paraíso de la libertad y descendió al dominio del cautiverio. Había residido en las alturas de la santidad y la absoluta bondad, y a partir de entonces se adentró en el mundo del bien y del mal.

7. Con «el árbol de la vida» se quiere decir el grado más elevado del mundo de la existencia, es decir, la posición de la Palabra de Dios y Su Manifestación universal. Esa posición estuvo de hecho muy bien guardada hasta que apareció y resplandeció en la suprema revelación de Su Manifestación universal. Pues la posición de Adán, con respecto a la aparición y la manifestación de las perfecciones divinas, fue la del embrión; la posición de Cristo fue la de la llegada a la etapa de mayor desarrollo y madurez, y el amanecer del Más Grande Luminar fue la posición de la perfección de la esencia y los atributos. Es por ello que, en el altísimo Paraíso, el árbol de la vida alude al punto focal de la absoluta santidad y pureza, es decir, la Manifestación universal de Dios. Pues, desde los días de Adán hasta la época de Cristo, poca mención se había hecho de la vida eterna y de las perfecciones omnímodas del reino de lo alto. Este árbol de la vida alude al rango de la realidad de Cristo: fue plantado en Su Dispensación y adornado con frutos sempiternos.

8. Observa ahora con qué exactitud se ajusta esta interpretación a la realidad: pues cuando el yo y el espíritu de Adán se apegaron al mundo material, pasaron del dominio de la libertad al dominio del cautiverio, esta condición se perpetuó en cada generación siguiente y este apego del espíritu y del yo al mundo material, que es el pecado, lo heredaron Sus descendientes. Este apego es la serpiente, que siempre estará en medio de los espíritus de los descendientes de Adán y enemistada con ellos, pues el apego al mundo se ha convertido en la causa del cautiverio de los espíritus. Este cautiverio es ese pecado que se ha transmitido de Adán a Sus descendientes, pues ha privado a los seres humanos de reconocer su espiritualidad esencial y alcanzar posiciones exaltadas.

9. Cuando las santas fragancias de Cristo y las luces santificadas del Más Grande Luminar fueron esparcidas por doquier, las realidades humanas, es decir, esas almas que se volvieron hacia la Palabra de Dios y participaron de Su abundante gracia, se salvaron de este apego y este pecado, recibieron vida eterna, se libraron de las cadenas del cautiverio y entraron en el dominio de la libertad. Se purificaron de vicios terrenales y fueron dotadas de virtudes celestiales. Este es el significado de las palabras de Cristo cuando dice que di Mi sangre por la vida del mundo. Es decir, opté por soportar todas estas pruebas, aflicciones y calamidades —incluso el mayor de los martirios— para lograr este objetivo último y asegurar la remisión de los pecados, es decir, el desapego de los espíritus del mundo material y su atracción al reino divino, a fin de que aparezcan almas que sean la esencia misma de la guía y las manifestaciones de las perfecciones del Reino de lo alto.

10. Ten en cuenta que si estas palabras se tomaran literalmente, como imagina el pueblo del Libro, sería pura injusticia y predestinación absoluta. Si Adán pecó por aproximarse al árbol prohibido, ¿cuál fue el pecado del glorioso Abraham, el Amigo de Dios, y cuál el error de Moisés, Quien conversó con Dios? ¿Cuál fue la infracción de Noé, el Profeta, y la transgresión del veraz José? ¿Cuál fue la culpa de los Profetas de Dios y el incumplimiento de Juan, el Casto? ¿Acaso la justicia divina habría dejado que, en razón del pecado de Adán, estas luminosas Manifestaciones soportaran el tormento del infierno hasta el momento en que viniese Cristo, y con Su sacrificio los salvase del fuego eterno? Semejante noción está muy alejada de toda norma y principio, y ninguna persona racional podrá jamás aceptarla.

11. Antes bien, el significado es lo que se ha mencionado: Adán es el espíritu de Adán, y Eva, Su yo; el árbol es el mundo material y la serpiente es el apego a este. Ese apego, que es el pecado, se ha transmitido a los descendientes de Adán. Mediante los hálitos de santidad, Cristo redimió a las almas de ese apego y las libró de este pecado.

12. Además, este pecado de Adán es relativo a Su posición: si bien este apego mundano produjo resultados fundamentales, en relación con el apego al mundo espiritual se considera un pecado y queda establecida la verdad del dicho «las buenas obras de los justos son los pecados de los allegados». Asimismo, es como la fuerza del cuerpo, que es imperfecta en relación con la fuerza del espíritu: de hecho, en comparación, es mera debilidad. De igual forma, la vida material, en comparación con la existencia eterna y la vida del Reino, es como la muerte. Así, Cristo aludió a esta vida material con términos de muerte, y dijo «Deja que los muertos entierren a sus muertos». Aunque esas almas disfrutaban de vida material, a Sus ojos, esa vida era como la muerte.

13. Este es solo uno de los significados del relato bíblico de Adán. Reflexiona para descubrir los otros. ¡Salud!

31
Blasfemia contra el Espíritu Santo

1. Pregunta: «Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro».

2. Respuesta: Las santas realidades de las Manifestaciones de Dios tienen dos rangos espirituales: uno corresponde al estado de manifestación divina, que puede compararse con la esfera solar, y el otro al de resplandor y revelación, que puede asemejarse a la luz y las perfecciones divinas, es decir, el Espíritu Santo. Pues el Espíritu Santo es la abundante gracia y las perfecciones de Dios, y estas perfecciones divinas son como los rayos y el calor del Sol. Pues bien, el Sol es el Sol en virtud de sus rayos resplandecientes; sin esos rayos no sería el Sol. Si las perfecciones de Dios no se hubiesen revelado y manifestado en Jesús, no sería Cristo. Él es una Manifestación de Dios precisamente porque en Él están reveladas las perfecciones divinas. Los Profetas de Dios son Manifestaciones, y las perfecciones divinas —es decir, el Espíritu Santo— son lo que se pone de manifiesto en ellos.

3. Si un alma se aleja de la Manifestación, puede no obstante despertar, ya que puede no haberle conocido ni aceptado como la Encarnación de las perfecciones divinas. Mas si detesta las perfecciones divinas mismas, que son el Espíritu Santo, esto muestra que, igual que un murciélago, odia la luz.

4. Este odio a la luz misma es irremediable e imperdonable; es decir, es imposible que semejante alma se acerque a Dios. Esta lámpara que vemos es una lámpara debido a su luz; sin luz no sería una lámpara. Un alma que aborrezca la luz de la lámpara es, por así decirlo, ciega y no puede percibir la luz, y esta ceguera es la causa de su eterna carencia.

5. Es evidente que las almas reciben la gracia que proviene de las efusiones del Espíritu Santo que son patentes en las Manifestaciones de Dios, y no de la personalidad individual de la Manifestación. Por consiguiente, si un alma no participa de las efusiones del Espíritu Santo, permanece privada de la gracia de Dios, y esta carencia misma equivale a negarse el perdón divino.

6. Por ello ha habido muchas personas que se opusieron a las Manifestaciones de Dios, sin darse cuenta de que eran Manifestaciones, pero hicieron amistad con ellas cuando las reconocieron. En consecuencia, la enemistad hacia la Manifestación de Dios no fue causa de eterna privación, pues esas personas eran enemigas del candelabro y desconocían que se trataba de la sede de la resplandeciente luz de Dios. No eran enemigas de la luz misma y, una vez que entendieron que el candelabro era la sede de la luz, se convirtieron en amigos verdaderos.

7. Lo que queremos decir es que la lejanía del candelabro no es la causa de eterna privación, ya que uno puede todavía despertar y ser guiado rectamente, pero la enemistad hacia la luz misma es la causa de eterna perdición y no tiene remedio.

32
«Muchos son llamados, mas pocos escogidos»

1. Pregunta: Cristo dice en el Evangelio: «Muchos son llamados, mas pocos escogidos», y en el Corán está escrito: «Escoge para Su favor a quien Él quiere». ¿Qué sabiduría encierra esto?

2. Respuesta: Has de saber que el orden y la perfección del universo requieren que la existencia aparezca en incontables formas. Por lo tanto, las cosas creadas no pueden concretarse en un solo grado o rango, en una sola manera, clase o especie: es inevitable que haya diferencias de grado, distinciones en la forma, y una multiplicidad de clases y especies. Así, es necesario que existan los reinos mineral, vegetal, animal y humano, ya que solo con el hombre el mundo de la existencia no se podría ordenar, adornar, organizar y perfeccionar debidamente. De la misma manera, si hubiera solamente animales, plantas y minerales, este mundo no tendría una apariencia tan prodigiosa, un orden tan estable y una ornamentación tan delicada: debe haber diferencias de grados y rangos, de clases y especies para que la existencia resplandezca con la mayor perfección.

3. Por ejemplo, si este árbol se convirtiera solo en fruta, no se lograrían las perfecciones del reino vegetal, ya que el árbol necesita de hojas, flores y frutos para aparecer en su mayor belleza y perfección.

4. Considera igualmente el cuerpo del hombre, que necesariamente debe componerse de diferentes partes, miembros y órganos. La belleza y la perfección del cuerpo humano requieren de la existencia del oído, el ojo, el cerebro, e incluso de las uñas y el pelo; si el ser humano fuera todo cerebro, ojos u oídos, ello equivaldría a una imperfección. Así, la ausencia de cabello, pestañas, dientes y uñas es en sí una imperfección, pues aunque estos, en comparación con los ojos, están faltos de sensibilidad y se parecen a los minerales y las plantas, su ausencia en el cuerpo humano es sumamente desagradable y molesto.

5. Pues bien, toda vez que los grados de las cosas creadas son diferentes, es natural que algunas sobresalgan entre las demás. Por tanto, dado que la elección de algunas criaturas para el grado más elevado, como el ser humano, la conservación de otras en el grado mediano, como las plantas, y la relegación de aun otras al grado más bajo, como los minerales, obedecen en su totalidad a la voluntad y el propósito divinos, se desprende que la singularización del ser humano para el grado más elevado se debe a la gracia de Dios, y que las diferencias entre las almas con respecto a logros espirituales y perfecciones celestiales se deben, igualmente, a la elección del Todomisericordioso. Pues la fe, que es la vida sempiterna, es una muestra de misericordia, y no resultado de la justicia. En este mundo de arcilla y agua, la llama del fuego del amor arde por la fuerza de la atracción, y no mediante el esfuerzo y el empeño humanos, aunque con estos se pueda ciertamente adquirir conocimiento, saber y otras perfecciones. Luego es la luz de la Belleza divina la que debe instar y mover al espíritu con su poder de atracción. Por eso se dice: «Muchos son llamados, mas pocos escogidos».

6. En cuanto a los seres materiales, no hay que culparlos, juzgarlos ni condenarlos por sus propios grados y posiciones. Así, los minerales, las plantas y los animales son todos aceptables en su propio grado, pero si permanecieran deficientes dentro de ese grado serían censurables, aunque el grado mismo seguiría siendo perfecto.

7. Ahora bien, dentro de la humanidad las diferencias son de dos clases: una es la diferencia de grado, y esta diferencia no es censurable. La otra es la diferencia con respecto a la fe y la certeza, cuya ausencia es censurable, pues el alma tiene que haber caído presa de sus propios apetitos y pasiones para haber sido despojada de esta merced y privada del poder de atracción del amor de Dios. Por loable y aceptable que sea en su grado humano, al estar privada de las perfecciones de dicho grado, se ha vuelto una fuente de deficiencias, y por esa razón se la considera responsable.

33
El retorno de los Profetas

Pregunta: ¿Podría explicar el tema del retorno?

2. Respuesta: Bahá’u’lláh ha expuesto una amplia y detallada explicación de este tema en el Libro de la Certeza. Léela, y la verdad de este tema se tornará clara y manifiesta. Pero, ya que has formulado la pregunta, también aquí se brindará una breve explicación.

3. Empezaremos nuestras observaciones con el texto del Evangelio. Consta allí que cuando apareció Juan, el hijo de Zacarías, y anunció a la gente el advenimiento del Reino de Dios, le preguntaron: «¿Quién eres tú? ¿Eres el prometido Mesías?». Respondió: «Yo no soy el Mesías». Entonces le preguntaron: «¿Eres Elías?» Respondió: «No lo soy». Estas palabras dejan claramente establecido que Juan, el hijo de Zacarías, no era el prometido Elías.

4. Sin embargo, en el día de la transfiguración sobre el monte Tabor, Cristo dijo explícitamente que Juan, el hijo de Zacarías, era el prometido Elías. En Marcos 9, 11 se dice: «Y Le preguntaban: ¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero? Él les contestó: “Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado? Pues bien, Yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto han querido, según estaba escrito de él”». Y en Mateo 17, 13 se dice: «Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista».

5. Ahora bien, le preguntaron a Juan el Bautista «¿Eres tú Elías?» y respondió «No lo soy», en tanto que se dice en el Evangelio que Juan era el prometido Elías mismo, y Cristo también afirmó esto claramente. Si Juan era Elías, ¿por qué dijo que no lo era? Y si no era Elías, ¿por qué dijo Cristo que lo era?

6. La razón es que aquí no consideramos la individualidad de la persona, sino la realidad de sus perfecciones: es decir, exactamente las mismas perfecciones que poseía Elías estaban presentes también en Juan el Bautista. Por tanto, Juan el Bautista era el prometido Elías. Lo que aquí se considera no es la esencia, sino los atributos.

7. Por ejemplo: el año pasado salió una flor, y este año también salió una flor. Cuando digo que ha vuelto la flor del año pasado, no me refiero a que haya vuelto la misma flor, con la misma identidad. Pero como esta flor está dotada de los mismos atributos que la del año pasado, es decir, posee la misma fragancia, delicadeza, color y forma, se dice que ha retornado la flor del año pasado, y es la misma flor. Asimismo, cuando llega la primavera decimos que ha vuelto la primavera del año anterior, ya que todo lo que había en aquella se encuentra nuevamente en esta. Por eso Cristo dijo: «Presenciaréis todo cuanto aconteció en los días de los Profetas de antaño».

8. Ilustrémoslo de otra manera: Se sembró la semilla del año pasado, brotaron ramas y hojas, salieron flores y frutos, y finalmente se produjo una nueva semilla. Cuando se plante esta segunda semilla, de ella crecerá un árbol, y otra vez volverán esas hojas, flores, ramas y frutos, y aparecerá de nuevo el árbol anterior. Como el comienzo era una semilla y el final también una semilla, decimos que la semilla ha retornado. Cuando tomamos en cuenta la substancia material del árbol, es distinto, pero si consideramos las flores, las hojas y los frutos, vemos que se produce la misma fragancia y delicadeza, y el mismo sabor. Por tanto, la perfección del árbol ha reaparecido de nuevo.

9. De igual manera, si consideramos a la persona, es distinta, pero si consideramos las cualidades y perfecciones, estas mismas han vuelto a aparecer. Por tanto, cuando Cristo señaló «Este es Elías», quiso decir: Esta persona es la manifestación de la gracia, las perfecciones, las cualidades, los atributos y las virtudes de Elías. Y cuando Juan el Bautista dijo «No soy Elías», quiso decir «No soy la misma persona que Elías». Cristo tenía en cuenta sus atributos, perfecciones, cualidades y virtudes, y Juan se refería a su propia substancia e individualidad. Es como esta lámpara: anoche estaba aquí, esta noche está otra vez encendida y mañana por la noche iluminará también. Cuando decimos que la llama de esta noche es la misma que la de la noche anterior y que ha vuelto, nos referimos a la luz y no al aceite, al pábilo ni al portalámparas.

10. Estas observaciones se han explicado ampliamente en el Libro de la Certeza.

34
Pedro y el papado

Pregunta: En el Evangelio de Mateo, Cristo le dice a Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». ¿Qué significa este versículo?

2. Respuesta: Estas palabras de Cristo afirman la respuesta que dio Pedro cuando Cristo preguntó: «¿Quién decís que soy Yo?», y Pedro respondió: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Entonces Cristo le dijo: «Tú eres Pedro» —pues ‘Cefas’ significa ‘piedra’ en arameo— «y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Pues otros habían contestado a la respuesta de Cristo que Él era Elías, o Juan el Bautista, o Jeremías, o uno de los Profetas.

3. La intención de Cristo era afirmar las palabras de Pedro a través de la metáfora y la alusión. Y así, como el nombre de este significaba «piedra», dijo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Es decir, tu creencia en que Cristo es el Hijo del Dios vivo será el fundamento de la religión de Dios, y sobre esta creencia se establecerá el fundamento de la iglesia de Dios, que es la Ley de Dios.

4. Respecto a que la tumba de Pedro se encuentra en Roma, es algo dudoso y cuestionable; algunos afirman que está en Antioquía.

5. Por otra parte, evaluemos las acciones de algunos papas con respecto a la religión de Cristo. Cristo, hambriento e indigente, subsistía a base de las hierbas de los yermos y no consentía ver ningún corazón apesadumbrado. El Papa va en un carruaje dorado y pasa sus días en el mayor esplendor, ocupado en placeres y ocupaciones que superan la opulencia y autocomplacencia de todos los reyes de la tierra.

6. Cristo no hizo daño a nadie, pero algunos papas dieron muerte a muchas personas inocentes. Consulta los libros de historia. ¡Cuánta sangre han derramado los papas, simplemente para asegurar su autoridad temporal! ¡A cuántos miles de siervos de la humanidad —entre ellos, sabios que habían descubierto los misterios del universo— han torturado, encarcelado y dado muerte, todo ello por simples diferencias de opinión! ¡Con qué virulencia se han opuesto a la verdad!

7. Reflexiona sobre las exhortaciones de Cristo e investiga el proceder y la conducta de los papas: ¿ves alguna similitud entre las exhortaciones de Aquel y el gobierno de estos? No es de nuestro agrado hallar faltas, pero las páginas de la historia del Vaticano son realmente impresionantes. Lo que queremos decir es que las instrucciones de Cristo son una cosa, y el comportamiento del gobierno papal, otra muy diferente: no concuerdan en lo más mínimo. ¡Mira a cuántos protestantes se ha dado muerte por orden de los papas, cuántos agravios y crueldades se han tolerado, cuántas torturas y castigos se han infligido! ¿Acaso se pueden percibir las dulces fragancias de Cristo en estas acciones? ¡No, por la rectitud de Dios! Semejantes personas no obedecieron a Cristo; en tanto que Santa Bárbara, cuyo retrato tenemos ante nosotros, Le obedeció, caminó por Su sendero y actuó según Sus exhortaciones.

8. Entre los papas ha habido también algunas almas benditas que siguieron los pasos de Cristo, sobre todo durante los primeros siglos de la era cristiana, cuando eran escasos los medios terrenales, y severas las pruebas enviadas del cielo. Pero cuando se lograron los medios de la soberanía temporal y se alcanzaron honor y prosperidad mundanales, el gobierno papal se olvidó por completo de Cristo y se ocupó con el dominio y la grandeza terrenales, con las comodidades y los lujos materiales. Emitió sentencias de muerte, se opuso a la difusión del saber, persiguió a hombres de ciencia, obstruyó la luz del conocimiento y ordenó matar y saquear. En las prisiones de Roma perecieron miles de científicos eruditos y almas inocentes. Con semejantes maneras y acciones, ¿cómo puede aceptarse la vicaría de Cristo?

9. La Santa Sede se ha opuesto sistemáticamente a la expansión del conocimiento, a tal punto que en Europa se ha llegado a mantener que la religión es enemiga de la ciencia y que la ciencia es destructora de los fundamentos de la religión. Cuando, en realidad, la religión de Dios es lo que promueve la verdad, establece la ciencia y el saber, apoya el conocimiento, civiliza a la raza humana, descubre los secretos de la existencia e ilumina los horizontes del mundo. ¿Cómo, entonces, habría de oponerse al conocimiento? ¡Bendito sea Dios! Al contrario, a los ojos de Dios, el conocimiento es la mayor virtud humana y la perfección humana más noble. Oponerse al conocimiento es pura ignorancia, y quien detesta el conocimiento y el saber no es un ser humano sino un animal irracional. Pues el conocimiento es luz, vida, felicidad, perfección y belleza, y hace que el alma se acerque al umbral divino. Es el honor y la gloria del reino humano y el mayor de los dones de Dios. El conocimiento es idéntico a la guía, y la ignorancia es la esencia del error.

10. ¡Dichosos quienes dedican sus días a la búsqueda del conocimiento, al descubrimiento de los secretos del universo y a la investigación meticulosa de la verdad! Y ¡ay de aquellos que se contentan con la ignorancia, que se deleitan en la imitación inconsciente, que han caído en el abismo de la ignorancia y el desconocimiento, y que de esta manera han desperdiciado su vida!

35
Libre albedrío y predestinación

1. Pregunta: Una vez que una acción que alguien va a realizar es objeto del conocimiento de Dios y se consigna en la «Tabla Resguardada» del destino, ¿es posible resistirse a ella?

2. Respuesta: El conocimiento de una cosa no es la causa de que suceda; pues el conocimiento esencial de Dios abarca las realidades de todas las cosas, antes y después de que lleguen a existir, pero no es la causa de su existencia. Esta es una manifestación de la perfección de Dios.

3. En cuanto a los pronunciamientos que, a través de la revelación divina, han emanado de los Profetas acerca del advenimiento del Prometido de la Torá, tampoco estos fueron la causa de la aparición de Cristo. Pero los misterios ocultos de los días por venir fueron revelados a los Profetas, quienes así tomaron conocimiento de sucesos futuros y los proclamaron a su vez. Este conocimiento y vaticinio no fueron la causa de que ocurrieran esos sucesos. Por ejemplo, esta noche todos saben que dentro de siete horas saldrá el Sol, pero este conocimiento común no ocasiona la aparición y salida del Sol.

4. Asimismo, el conocimiento de Dios en el mundo contingente no produce las formas de las cosas. Más bien, ese conocimiento está libre de las distinciones de pasado, presente y futuro, y es idéntico a la realización de todas las cosas, sin ser la causa de dicha realización.

5. De igual modo, la consignación y mención de una cosa en las escrituras no es la causa de su existencia. A través de la revelación divina, los Profetas de Dios fueron informados de que ocurrirían ciertos sucesos. Por ejemplo, mediante la revelación divina supieron que Cristo sería martirizado, lo cual ellos proclamaron a su vez. Ahora bien, ¿fue su conocimiento y consciencia lo que ocasionó el martirio de Cristo? No: Ese conocimiento es un signo de la perfección de los Profetas y no la causa del martirio de Cristo.

6. Mediante cálculos astronómicos, los matemáticos determinan que en cierto momento se producirá un eclipse solar o lunar. Sin duda esta predicción no es la causa del eclipse. Esto es obviamente una mera analogía y no una imagen exacta.

Los poderes y las condiciones de las Manifestaciones de Dios

36
Las cinco clases de espíritu

Has de saber que, en general, existen cinco clases de espíritu. Primero está el espíritu vegetal, que es el poder resultante de la composición y combinación de los elementos conforme a la sabiduría y el decreto del Altísimo, y de la mutua disposición de estos, de su influencia sobre otras cosas creadas y su interconexión con ellas. Cuando estas partes y elementos se separan, deja de existir también el poder de crecimiento respectivo. Por poner una analogía, la electricidad resulta de la composición de ciertas partes constituyentes y, tan pronto estas partes se separan, inmediatamente se disipa y se pierde la fuerza eléctrica. Lo mismo ocurre con el espíritu vegetal.

2. Luego está el espíritu animal, que también resulta de la combinación de elementos reunidos en una sola composición. Pero esta composición es más completa y cuando, por decreto del Señor todopoderoso, alcanza un grado más elevado de combinación, aparece el espíritu animal, que consiste en la facultad de los sentidos. Esta facultad percibe las realidades sensibles: lo que se puede ver, oír, saborear, oler o tocar. Después de la separación y disolución de estos elementos compuestos, naturalmente este espíritu deja también de existir. Es como esta lámpara que tenemos delante: cuando se unen el aceite, la mecha y la llama, se produce la luz; pero cuando se acaba el aceite, se consume la mecha y se separan las partes constituyentes, también se extingue y se pierde la luz.

3. En cuanto al espíritu humano, es como un cristal y como la bondad del Sol. Es decir, el cuerpo humano, que está compuesto a partir de los elementos, es la forma más perfecta de composición y combinación, la organización más elevada, la constitución más noble y la más perfecta de todas las cosas existentes. Crece y se desarrolla gracias al espíritu animal. Este cuerpo perfecto puede compararse con un espejo, y el espíritu humano, con el Sol: si se rompe el cristal o se destruye el espejo, la efusiva gracia del Sol no sufre ningún daño y continúa sin cejar.

4. Este espíritu consiste en la facultad del descubrimiento, que abarca todas las cosas. Todas las señales prodigiosas, todas las artes y descubrimientos, todas las empresas formidables y los acontecimientos históricos memorables de los que tienes conocimiento han sido descubiertos por este espíritu y traídos del reino invisible al plano visible gracias a su poder espiritual. Así, habita en la tierra y, sin embargo, hace descubrimientos en los cielos, y deduce lo desconocido a partir de realidades conocidas y visibles. Por ejemplo, una persona se encuentra en este hemisferio pero, mediante la facultad de la razón, como hizo Colón, descubre otro diferente: el continente americano, que era desconocido hasta entonces. Su cuerpo pesa, pero vuela por los aires con vehículos de su propia invención. Su movimiento es lento, pero viaja con rapidez por el este y el oeste, con ayuda de los artefactos que ha diseñado. En resumidas cuentas, esta facultad abarca todas las cosas.

5. Ahora bien, este espíritu humano tiene dos aspectos: uno divino y otro satánico; es decir, es capaz de llegar a la máxima perfección o a la mayor imperfección. Si adquiere virtudes, es lo más noble de todo y, si adquiere vicios, se convierte en lo más vil.

6. Por lo que respecta al cuarto grado del espíritu, se trata del espíritu celestial, que es el espíritu de fe y la efusiva gracia del Todomisericordioso. Este espíritu procede del hálito del Espíritu Santo y, mediante un poder nacido de Dios, llega a ser causa de la vida sempiterna. Es ese poder que hace que el alma terrenal se vuelva celestial y el hombre imperfecto se vuelva perfecto. Purifica al alma impura, desata la lengua de los taciturnos, libera a los cautivos de la pasión y el deseo, y confiere conocimiento a los ignorantes.

7. El quinto grado del espíritu es el Espíritu Santo, que es el mediador entre Dios y Su creación. Es como un espejo orientado hacia el Sol: igual que un espejo impoluto recibe los rayos del Sol y refleja su bondad a otros, el Espíritu Santo es el mediador de la luz de la santidad, y la transmite del Sol de la Verdad a las almas puras. Este Espíritu está adornado con todas las perfecciones divinas. Siempre que aparece, el mundo vuelve a renacer, se inicia un ciclo nuevo y el cuerpo de la humanidad se engalana con un nuevo atuendo. Es como la primavera: cuando viene, lleva al mundo de una condición a otra. Pues a la llegada de la primavera, la tierra oscura, los campos y los prados se tornan verdes y lozanos, brotan todo tipo de flores y hierbas aromáticas, los árboles cobran vida de nuevo, se producen frutos maravillosos y se inaugura un nuevo ciclo.

8. Lo mismo ocurre con la manifestación del Espíritu Santo: cada vez que aparece, confiere nueva vida al mundo de la humanidad y dota de nuevo espíritu a las realidades humanas. Reviste toda la existencia con un glorioso atuendo, disipa la oscuridad de la ignorancia y hace resplandecer la luz de las perfecciones humanas. Ese es el poder con el que Cristo renovó este ciclo, de forma que la primavera divina erigió su pabellón en el reino de la humanidad con la mayor vitalidad y delicadeza y, con sus vivificantes brisas, impregnó de suaves aromas los sentidos de las almas iluminadas.

9. De igual manera, la manifestación de Bahá’u’lláh fue una nueva época vernal que apareció con las dulces fragancias de la santidad, con las huestes de la vida sempiterna y con un poder nacido del reino celestial. Él estableció el trono de la soberanía de Dios en el corazón mismo del mundo y, mediante el poder del Espíritu Santo, hizo revivir las almas y dio paso a un ciclo nuevo.

37
La relación entre Dios y Sus Manifestaciones

Pregunta: ¿Cuál es la realidad de la Divinidad y su relación con las Auroras del esplendor del Señor y los Puntos de Amanecer de la luz del Todomisericordioso?

2. Respuesta: Has de saber que la realidad de la Divinidad y la naturaleza de la Esencia Divina es santidad inefable y absoluta trascendencia; es decir, está totalmente por encima y mucho más allá de toda alabanza. Con relación a esta posición, todos los atributos asignados a los niveles más elevados de la existencia son mera imaginación. Lo Invisible e Inaccesible jamás podrá ser conocido; la Esencia absoluta nunca podrá ser descrita. Pues la Esencia Divina es una realidad que abarca todas las cosas, y todas las cosas creadas están abarcadas por ella. No hay duda de que aquello que todo lo abarca debe ser mayor que lo abarcado y, por tanto, lo abarcado no puede en modo alguno descubrir aquello que lo abarca, ni comprender su realidad. Por mucho que avancen las mentes humanas, y aunque alcancen el nivel más elevado de comprensión humana, el límite extremo de esta comprensión es apreciar las señales y atributos de Dios en el mundo de la creación, y no en el dominio de la Divinidad. Pues la esencia y los atributos del gloriosísimo Señor están atesorados en las alturas inaccesibles de lo trascendente, y la mente y comprensión humana jamás hallarán un camino hasta esa posición. «El camino está bloqueado, y toda búsqueda, denegada».

3. Es evidente que todo cuanto el ser humano comprende es consecuencia de su existencia, y que el ser humano es una señal del Todomisericordioso. ¿Cómo puede, entonces, la consecuencia de la señal abarcar al Creador de esa señal? Es decir, ¿cómo puede comprender a Dios el entendimiento humano, el cual es consecuencia de la existencia del hombre? Así pues, la realidad de la Divinidad está fuera del alcance de toda comprensión y se halla oculta a las mentes de todos, y ascender a esa posición es totalmente imposible.

4. Observamos que toda cosa inferior es incapaz de comprender la realidad de lo que es más elevado. Así, por mucho que evolucionen, la piedra, la tierra o el árbol jamás podrán comprender la realidad del ser humano o imaginar las facultades de la vista, el oído o los demás sentidos, aun cuando aquellos y estas sean ambos cosas creadas. Luego, ¿cómo puede el hombre, una mera criatura, comprender la realidad de la exaltadísima Esencia del Creador? Ningún entendimiento humano podrá aproximarse a esta posición, ninguna expresión podrá desentrañar su verdad, ni alusión alguna dar a entender su misterio. ¿Qué tiene que ver una mota de polvo con el mundo de la trascendencia, y qué relación podrá jamás haber entre la mente limitada y la amplitud del reino ilimitado? Las mentes son incapaces de comprenderle a Él, y las almas quedan desconcertadas cuando intentan describir Su realidad. «La vista no puede percibirle, pero Él percibe toda visión. Él es el Sutil, el Informado de todo».

5. Así, a este respecto, cualquier aseveración o explicación es deficiente, cualquier descripción o caracterización es impropia, cualquier concepción carece de fundamento, y es inútil todo intento de contemplar sus profundidades. Sin embargo, para esa Esencia de esencias, esa Verdad de verdades, ese Misterio de misterios, hay esplendores, reflejos, manifestaciones e imágenes en el mundo de la existencia. Las fuentes de esos reflejos, los puntos de amanecer de esas revelaciones y los manantiales de esas manifestaciones son aquellos Exponentes de la santidad, aquellas Realidades universales y Seres divinos que son los verdaderos espejos de la exaltadísima Esencia de la Divinidad. Todas las perfecciones, todos los favores y esplendores del único Dios verdadero son claramente visibles en las realidades de Sus Santas Manifestaciones, de la misma manera que la luz del Sol se refleja plenamente, con todas sus perfecciones y favores, en un espejo claro y sin mancha. Y, si se dice que los espejos son las manifestaciones del Sol y los puntos de amanecer del astro del mundo, no se pretende dar a entender que el Sol ha descendido desde las alturas de su santidad o se ha personificado en el espejo, ni que esa Realidad ilimitada ha sido circunscrita a este plano visible. ¡En absoluto! Esa es la creencia de los antropomorfistas. Al contrario: todas estas descripciones, todas estas expresiones de alabanza y gloria se refieren a estas santas Manifestaciones; es decir, cualquier descripción, alabanza, nombre o atributo de Dios que mencionemos aluden a ellos. Pero ningún alma ha podido jamás desentrañar la realidad de la Esencia de la Divinidad para estar en condiciones de darla a entender, describirla, alabarla o glorificarla. Por tanto, todo cuanto la realidad humana sabe, descubre y entiende acerca de los nombres, atributos y perfecciones de Dios se refiere a estas santas Manifestaciones y no conduce a ninguna otra parte: «El camino está bloqueado, y toda búsqueda, denegada».

6. No obstante, asignamos ciertos nombres y atributos a la realidad de la Divinidad y Lo alabamos por Su vista, Su oído, Su poder, Su vida y Su conocimiento. Afirmamos estos nombres y atributos no para afirmar las perfecciones de Dios, sino para negar que tenga imperfección alguna.

7. Cuando observamos el mundo contingente, vemos que la ignorancia es imperfección y el conocimiento es perfección, y por ello decimos que la exaltada Esencia de la Divinidad es omnisciente. La debilidad es imperfección y el poder es perfección, y por ello decimos que esa exaltada y divina Esencia es omnipotente. No es que podamos entender Su conocimiento, Su vista, Su oído, Su fuerza o Su vida, tal como son en sí mismas. No hay duda de que ello sobrepasa nuestra comprensión, pues los nombres y atributos esenciales de Dios son idénticos a Su Esencia, y Su Esencia está muy por encima de todo entendimiento. Si los atributos esenciales no fuesen idénticos a la Esencia, habría una multiplicidad de preexistencias, y la distinción entre la Esencia y los atributos estaría también firmemente establecida y sería preexistente. Pero eso implicaría una cadena infinita de preexistencias, lo cual es un error evidente.

8. De ello se desprende que todos estos nombres, atributos, alabanzas y elogios se refieren a las Manifestaciones de Dios; y todo cuanto podamos inferir o concebir fuera de estos es mera imaginación, ya que nunca podremos encontrar un camino al Invisible e Inaccesible. Así, se ha dicho: «Todo lo que vanamente creéis haber discernido y expresado en los términos más sutiles no es más que algo creado, igual que vosotros, y regresa a vosotros mismos».

9. Es evidente que, si intentamos concebir la realidad de la Divinidad, ese concepto sería lo contenido y nuestra mente sería el continente, y ¡no hay duda de que el continente es mayor que lo contenido! De ello se desprende que cualquier realidad que pudiésemos concebir acerca de la Divinidad, fuera de la realidad de las santas Manifestaciones, no sería más que una mera ilusión, toda vez que no hay manera de aproximarse a esa Realidad Divina que está totalmente fuera del alcance de la mente. Y todo lo que pudiéramos concebir es pura imaginación.

10. Observa, entonces, cómo las gentes del mundo están dando vueltas alrededor de sus propias imaginaciones y adorando los ídolos de sus propios pensamientos y fantasías, sin percatarse en lo más mínimo de que lo hacen. Toman estas vanas imaginaciones como si fueran esa Realidad que está por encima de todo entendimiento y mucho más allá de toda alusión. Se consideran a sí mismos los proponentes de la Unidad Divina, y a todos los demás, adoradores de ídolos, aun cuando los ídolos poseen al menos una existencia mineral, en tanto que los ídolos de los pensamientos e imaginaciones humanas son mera ilusión y no tienen siquiera la existencia de las piedras. «Sacad pues una lección de ello, vosotros que tenéis visión».

11. Has de saber que los atributos de la perfección, las efusiones de la gracia divina y los resplandores de la revelación divina brillan con fulgor en todas las Manifestaciones de Dios, pero la omnímoda Palabra de Dios —Cristo— y Su Más Grande Nombre —Bahá’u’lláh— han aparecido con una revelación que supera toda concepción. Pues no solo poseen todas las perfecciones de las Manifestaciones anteriores, sino que demuestran también, por encima de estas, perfecciones que hacen que todas las demás sean como sus seguidoras. Así, todos los profetas de Israel fueron receptores de revelación divina, como lo fue también Cristo, ¡pero qué grande es la diferencia entre la revelación de Aquel que era la Palabra de Dios y la inspiración de un Isaías, un Jeremías o un Elías!

12. Observa que la luz consiste en vibraciones del éter que estimulan los nervios del ojo, con lo cual se produce la visión. Ahora bien, aunque las vibraciones del éter existen tanto en la lámpara como en el Sol, ¡qué grande es la diferencia entre la luz del Sol y la de las estrellas o la de una lámpara!

13. El espíritu humano manifiesta ciertas señales y muestras en la etapa del embrión, y otros esplendores y evidencias distintas en las etapas de la niñez, la adolescencia y la madurez. El espíritu es el mismo, pero en la etapa embrionaria carece de las facultades de la vista y el oído, mientras que en las etapas de la adolescencia y la madurez aparece con el mayor brillo y esplendor. De igual modo, al comienzo de su crecimiento, la semilla aparece solo como una hoja, que es el lugar de aparición del espíritu vegetal; y en la etapa de la fructificación, ese mismo espíritu, es decir, la facultad de crecimiento, se pone de manifiesto en la plenitud de su perfección; y, sin embargo, ¡qué lejos está la posición de la hoja de la posición de la fruta! Pues a partir de la fruta aparecerán con el tiempo cien mil hojas, aunque todas crecen y se desarrollan mediante el mismo espíritu vegetal. Detente a reflexionar, pues, sobre la diferencia entre las virtudes y perfecciones de Cristo y el brillo y los esplendores de Bahá’u’lláh, por una parte, y, por otra, las virtudes de los profetas de la Casa de Israel, como Ezequiel o Samuel. Todos recibieron revelación divina, pero entre ellos hay una distancia inmensurable. ¡Salud!

38
Los tres rangos de las Manifestaciones divinas

Has de saber que, aunque las Manifestaciones de Dios poseen infinitas virtudes y perfecciones, tienen solamente tres rangos. El primero es el de la realidad material; el segundo es el de la realidad humana, que es el del alma racional; y el tercero es el rango de la manifestación divina y del esplendor celestial.

2. En cuanto a la realidad material, tiene origen en el tiempo, pues está compuesta de elementos, y toda composición tiene necesariamente que acabar por descomponerse. De hecho, es imposible que la composición no vaya seguida de la desintegración.

3. El segundo rango es el correspondiente al alma racional, que es la realidad humana. Este también tiene un principio, y las Manifestaciones de Dios lo comparten con toda la humanidad.

4. El tercer rango es el de la manifestación divina y del esplendor celestial, que es la Palabra de Dios, la Gracia eterna y el Espíritu Santo. Esta realidad no tiene principio ni fin, pues la condición de primero y de último pertenecen al mundo contingente y no al mundo de Dios. Para Dios, el principio y el fin son lo mismo. De manera similar, el cálculo de días, semanas, meses y años, del ayer y del hoy, se hace con respecto a la Tierra; pero, en el Sol, tal cosa no se conoce: no hay ni ayer, ni hoy ni mañana, ni tampoco meses ni años: todos son iguales. Asimismo, la Palabra de Dios está por encima de todas estas condiciones y más allá de toda ley, restricción o limitación que pueda existir en el mundo contingente.

5. Has de saber que, aunque las almas humanas han existido en la Tierra durante una miríada de edades y ciclos, no obstante, el alma humana tiene un origen. Y, dado que es una señal de Dios, una vez que ha sido creada, es sempiterna. El espíritu humano tiene un comienzo, pero no tiene fin: persiste para siempre. Asimismo, las diversas especies que se encuentran en la Tierra tienen un origen en el tiempo, pues todos reconocen que hubo una época en la que estas especies no existían en ningún lugar de la superficie terrestre y, de hecho, hubo un tiempo en el que la Tierra misma no existía. Pero el mundo de la existencia siempre ha existido, pues no se limita a este globo terráqueo.

6. Con ello queremos decir que, aunque las almas humanas tienen un origen, son inmortales, perdurables y sempiternas. Pues el mundo de las cosas es un mundo de imperfecciones en relación con el mundo del ser humano, y el mundo del ser humano es un mundo de perfección en relación con el de las cosas. Cuando las cosas imperfectas alcanzan la etapa de la perfección, llegan a ser eternas. Esto se aporta como ejemplo; procura entender su verdadero sentido.

7. Pues bien, la realidad de la condición profética, que es la Palabra de Dios y el estado de perfecta manifestación divina, no tiene ni principio ni fin, pero su resplandor varía al igual que el del Sol. Por ejemplo, apareció en el signo de Cristo con el mayor brillo y esplendor, y esto es eterno e imperecedero. Mira cuántos reyes que han conquistado el mundo, y cuántos ministros y gobernantes sabios, han venido y se han ido, y todos han caído en el olvido, mientras que las brisas de Cristo siguen todavía difundiéndose en el día de hoy, aún brilla Su luz, aún se alza Su llamamiento, aún se despliega Su estandarte, aún batallan Sus ejércitos, aún se escucha Su dulce voz, aún descienden lluvias vivificadoras desde Sus nubes, aún relampaguean Sus rayos, aún es clara e indiscutible Su gloria, aún es radiante y luminoso Su esplendor; y lo mismo puede decirse de toda alma que se cobija a Su sombra y recibe Su luz.

8. Por lo tanto, es evidente que las Manifestaciones de Dios poseen tres rangos: el rango físico, el rango del alma racional y el rango de manifestación divina y esplendor celestial. La realidad corporal inevitablemente perecerá. En cuanto a la realidad del alma racional, pese a tener principio, no tiene fin y está dotada de vida sempiterna. Pero en cuanto a aquella santa Realidad de la que Cristo dice «El Padre está en el Hijo», no tiene ni principio ni fin: su «principio» se refiere simplemente a la revelación que Él hace de Su propio rango. Así, a modo de analogía, Él asimila Su silencio al sueño: una persona que está en silencio es como alguien que está dormido, y cuando habla es como si hubiera despertado. Aun así, la persona dormida y la despierta son la misma persona: no ha habido ningún cambio en su realidad, su excelsitud, su sublimidad, su realidad interior o su naturaleza innata. Es simplemente que la condición de silencio se ha asemejado a la del sueño, y la de manifestación, al estado de vigilia. Ya sea que duerma o esté despierta, la persona es siempre la misma: el sueño es simplemente un estado posible, y la vigilia, otro. Es por ello que el período de silencio se compara con el sueño, y el período de manifestación y guía, con el estado de vigilia.

9. En el Evangelio se dice: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios». Por consiguiente, Cristo no obtuvo Su rango mesiánico y Sus perfecciones en el momento de Su bautismo, cuando el Espíritu Santo descendió sobre Él en la forma de una paloma. Más bien, la Palabra de Dios siempre ha existido y perdurará por siempre, en las más sublimes alturas de la trascendencia. ¡Salud!

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La realidad humana y divina de las Manifestaciones

1. Anteriormente dijimos que las Manifestaciones de Dios tienen tres realidades: primero, la material, que pertenece al cuerpo humano; segundo, la individual, es decir, el alma racional; y tercero, el rango de manifestación celestial, que consiste en las perfecciones divinas y es la fuente de la vida del mundo, la educación de las almas, la guía de las gentes y la iluminación de toda la creación.

2. Lo corporal es de naturaleza humana y está sujeto a la desintegración, ya que es una composición de elementos y lo que está compuesto de elementos debe necesariamente descomponerse y dispersarse.

3. Pero la realidad individual de las Manifestaciones del Todomisericordioso es una realidad trascendente, y lo es porque supera en esencia y atributos a todas las cosas creadas. Es como el Sol que, en virtud de su naturaleza intrínseca, debe inevitablemente producir luz y no puede compararse con ningún satélite. Por ejemplo, las partes constitutivas del Sol no pueden en modo alguno compararse con las de la Luna. La composición y el orden de aquel, necesariamente, producen rayos, mientras que las partes constitutivas de esta precisan obtener luz, no producirla. Así, las demás realidades humanas son almas que, como la Luna, obtienen su luz del Sol, pero esa Realidad trascendente es luminosa en sí misma y por sí misma.

4. La tercera realidad es la de la gracia divina, la revelación de la belleza del Anciano de Días, y la refulgencia de las luces del Señor eterno y omnipotente. Las realidades individuales de las santas Manifestaciones no se pueden disociar de la gracia y la revelación divinas, de la misma manera que la masa corpórea del Sol no puede separarse de su luz. Así, la ascensión de las santas Manifestaciones es simplemente el abandono de su cuerpo, que está compuesto de elementos. Por ejemplo, observa la lámpara que alumbra esta hornacina. Sus rayos pueden dejar de iluminar la hornacina si esta se destruye, pero no cesa el abundante favor de la lámpara en sí. La gracia preexistente de las santas Manifestaciones es como la luz, sus realidades individuales son como el cristal, y sus templos humanos, como la hornacina: si la hornacina se destruye, la lámpara sigue brillando. Las Manifestaciones de Dios son como muchísimos espejos diferentes, cada uno con su propia individualidad distintiva, pero lo que se refleja en estos espejos es el mismo y único Sol. Por tanto, es evidente que la realidad de Cristo es distinta a la de Moisés.

5. No cabe duda de que, desde el principio, esa Realidad trascendente es consciente del secreto de la existencia y, desde la niñez, las señales de grandeza se manifiestan en Su persona. ¿Cómo entonces, a pesar de semejantes favores y perfecciones, no habría de ser consciente de Su propio rango?

6. Hemos mencionado las tres realidades de las Manifestaciones de Dios: su existencia corpórea, su realidad individual y el rango de manifestación divina perfecta, que puede compararse con el Sol, su luz y su calor. Las demás personas también comparten la realidad corporal y el alma racional: el espíritu y la mente. Así, los pasajes que dicen «Me encontraba dormido cuando la brisa de Dios Me acarició suavemente y Me despertó de Mi sueño» son semejantes a las palabras de Cristo cuando dice «La carne está llena de dolor, mas el espíritu se regocija», o también «Estoy afligido», o «Estoy tranquilo», o «Estoy preocupado»: todo esto se refiere a la realidad corporal y no tiene relación con la realidad individual ni con el rango de manifestación de la Realidad Divina. Considera, por ejemplo, que el cuerpo de la persona puede sufrir miles de vicisitudes, de las que el espíritu permanece totalmente ajeno. Incluso es posible que algunos miembros del cuerpo estén completamente discapacitados y la esencia de la mente no se vea afectada por ello. Una prenda de vestir puede sufrir un sinnúmero de roturas y rasgaduras y, sin embargo, el portador puede permanecer indemne. Así, las palabras de Bahá’u’lláh «Me encontraba dormido cuando la brisa de Dios Me acarició suavemente y Me despertó de Mi sueño» se refieren al cuerpo.

7. En el mundo de Dios no existe pasado, ni presente ni futuro: todos son la misma cosa. De modo que, cuando Cristo dijo «En el principio existía la Palabra», quería decir que era, es y será, pues en el mundo de Dios no existe el tiempo. El tiempo tiene dominio sobre las criaturas, pero no sobre Dios. Así, en la oración donde Cristo dice «Santificado sea Tu nombre», el significado es que Tu nombre era, es y será santificado. Igualmente, mañana, mediodía y tarde existen en relación con la Tierra, pero en el Sol no hay ni mañana, ni mediodía, ni tarde.

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El conocimiento de las Manifestaciones divinas

Pregunta: ¿A qué limitaciones están sujetas las facultades de las Manifestaciones de Dios y, en particular, su conocimiento?

2. Respuesta: El conocimiento es de dos clases: conocimiento existencial y conocimiento formal; es decir, conocimiento intuitivo y conocimiento conceptual.

3. El conocimiento que las personas tienen generalmente de las cosas está basado en la conceptualización y la observación; es decir, o bien el objeto se concibe mediante la facultad racional, o bien, mediante la observación del mismo, se produce una forma en el espejo del corazón. El alcance de este conocimiento es bastante limitado, pues está condicionado a la adquisición y la consecución.

4. Sin embargo, el otro tipo de conocimiento, es decir, el conocimiento existencial o intuitivo, es como el conocimiento y la consciencia que la persona tiene de su propio ser.

5. Por ejemplo, la mente y el espíritu de la persona son conscientes de todos sus estados y condiciones, de todas las partes y miembros de su cuerpo y de todas sus sensaciones físicas, así como de sus facultades, percepciones y condiciones espirituales. Este es un conocimiento existencial mediante el cual la persona se da cuenta de su propia condición; la percibe y la comprende, pues el espíritu abarca al cuerpo y es consciente de sus sensaciones y facultades. Este conocimiento no es producto del esfuerzo y la adquisición: es una cuestión existencial; es un auténtico don.

6. Dado que esas realidades trascendentes que son las Manifestaciones universales de Dios abarcan todas las cosas creadas, tanto en su esencia como en sus atributos, dado que trascienden y descubren todas las realidades existentes, y dado que son conocedoras de todas las cosas, se deduce que su conocimiento es divino y no adquirido; es decir, es una gracia celestial y un descubrimiento divino.

7. Pongamos un ejemplo como mera ilustración de este punto. El ser más noble de todos los que existen en la Tierra es el ser humano. En él están presentes los reinos animal, vegetal y mineral; es decir, estos tres grados están contenidos en él de tal manera que está dotado de todos ellos. Y al estar dotado de todos estos grados y condiciones, está informado de sus misterios y es consciente de los secretos de su existencia. Se trata de un ejemplo, no de una analogía exacta.

8. En breve, las Manifestaciones universales de Dios son conscientes de las verdades que subyacen a los misterios de todas las cosas creadas y, por tanto, fundan una religión basada en la condición imperante de la humanidad y en consonancia con esta. Pues la religión consiste en las relaciones necesarias derivadas de las realidades de las cosas. Si la Manifestación de Dios —el Legislador divino— no estuviese informada de las realidades de las cosas, si no entendiese las relaciones necesarias derivadas de estas realidades, sería ciertamente incapaz de establecer una religión en consonancia con las necesidades y condiciones de la época. Los Profetas de Dios, las Manifestaciones universales, son como médicos expertos, el mundo del ser es como el cuerpo humano y las religiones divinas son como el tratamiento y el remedio. El médico debe tener pleno conocimiento y estar informado de todas las partes y los órganos, la constitución y la condición del paciente, a fin de prescribir un remedio eficaz. En realidad, el médico llega al remedio partiendo de la enfermedad misma, pues primero diagnostica la dolencia y luego trata la causa que la origina. A menos que la dolencia se diagnostique debidamente, ¿cómo se puede prescribir algún tratamiento o remedio? Por lo tanto, el médico debe tener un conocimiento cabal de la constitución, las partes, los órganos y la condición del paciente, y asimismo conocer bien todas las enfermedades y medicinas, a fin de prescribir el remedio apropiado.

9. Así pues, la religión consiste en las relaciones necesarias derivadas de las realidades de las cosas. Las Manifestaciones universales de Dios, conscientes de los misterios de la creación, están plenamente informadas de estas relaciones necesarias y las establecen como la religión de Dios.

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Los ciclos universales

1. Pregunta: Se ha hecho mención de los ciclos universales que se suceden unos a otros en el mundo de la existencia. Explique, por favor, la realidad de este tema.

2. Respuesta: Cada uno de los cuerpos luminosos de este firmamento ilimitado tiene su ciclo de rotación, período en el que completa todo el circuito de su órbita antes de comenzar uno nuevo. La Tierra, por ejemplo, completa una rotación cada trescientos sesenta y cinco días, cinco horas, cuarenta y ocho minutos y una fracción, y luego comienza nuevamente a recorrer la misma órbita. De la misma forma, todo el universo, ya sea en el ámbito de la naturaleza o en el dominio del ser humano, avanza mediante ciclos de grandes acontecimientos y sucesos.

3. Cuando un ciclo llega a su fin, se inicia uno nuevo, y el ciclo anterior, debido a los acontecimientos cruciales que tienen lugar, desaparece de la memoria hasta el punto de no dejar rastro ni huella. Así, como bien sabes, no tenemos registros de hace veinte mil años, aun cuando hemos establecido anteriormente, mediante argumentos racionales, que la vida sobre la Tierra es muy antigua: no tiene cien o doscientos mil años, ni siquiera uno ni dos millones; es, de hecho, muy antigua, y los registros y vestigios de tiempos muy antiguos han desaparecido por completo.

4. Cada una de las Manifestaciones de Dios tiene también un ciclo, dentro del cual Su religión y Su ley tienen plena vigencia y efecto. Cuando termina Su ciclo, con el advenimiento de una nueva Manifestación, comienza un nuevo ciclo. De esta forma se abren, se cierran y se renuevan los ciclos, hasta que se completa un ciclo universal en el mundo de la existencia y suceden acontecimientos decisivos que borran todo registro y vestigio del pasado; entonces comienza en el mundo un nuevo ciclo universal, pues el mundo de la existencia no tiene principio. Anteriormente hemos presentado pruebas y argumentos sobre este tema, y no hay necesidad de repetirlos.

5. Brevemente, lo que afirmamos es que un ciclo universal en el mundo de la existencia abarca un período de tiempo muy extenso, e innumerables edades y épocas. En semejante ciclo, las Manifestaciones de Dios brillan en el dominio de lo visible hasta que una Manifestación suprema y universal hace del mundo el punto focal de los esplendores divinos y, con Su revelación, lo conduce a la etapa de la madurez. La duración del ciclo al que da paso es ciertamente muy larga. En el transcurso de ese ciclo, otras Manifestaciones se levantarán bajo Su influencia y renovarán, conforme a las necesidades de la época, algunas leyes relativas a asuntos e interacciones materiales, pero permanecerán bajo Su sombra. Estamos en el ciclo que comenzó con Adán y cuya Manifestación universal es Bahá’u’lláh.

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El poder y las perfecciones de las Manifestaciones divinas

Pregunta: ¿Hasta dónde llegan el poder y las perfecciones de esos Tronos de la verdad, las Manifestaciones de Dios, y cuáles son los límites de su influencia?

2. Respuesta: Observa el mundo de la existencia, es decir, la creación material. El sistema solar está envuelto en tinieblas. Dentro de su círculo, el Sol es el centro de toda luz, y todos los planetas vinculados a él giran a su alrededor y reciben iluminación por las efusiones de su bondad. El Sol es la fuente de la vida y la luz y es la causa del crecimiento y el desarrollo de todo cuanto hay en el sistema solar. Si cesara la munificencia del Sol, ningún ser vivo seguiría existiendo bajo él: todo se tornaría oscuro y quedaría reducido a la nada. Así pues, es claro y evidente que el Sol es el centro de toda luz y la fuente de vida de todo cuanto existe en el sistema solar.

3. De igual manera, las santas Manifestaciones de Dios son los Centros focales de la luz de la verdad, los Manantiales de los misterios ocultos y la Fuente de las efusiones del amor divino. Proyectan su resplandor sobre el dominio de los corazones y las mentes y otorgan gracia eterna al mundo de los espíritus. Confieren vida espiritual y brillan con el esplendor de las verdades y los significados interiores. La iluminación del mundo del pensamiento procede de esos Centros de luz y Exponentes de los misterios. Si no fuese por la gracia de la revelación y la instrucción de esos Seres santificados, el mundo de las almas y el dominio de las características y cualidades animales, toda la existencia, llegaría a ser una ilusión efímera y se perdería la verdadera vida. Por eso, en el Evangelio se dice: «En el principio existía la Palabra», es decir, era el origen de toda vida.

4. Considera ahora la influencia dominante del Sol sobre todos los seres terrestres y observa los efectos y consecuencias visibles que resultan de su proximidad o lejanía, de su salida y de su puesta. En una época es otoño; en otra, es primavera. En una época es verano; en otra, es invierno. Cuando el Sol cruza el equinoccio, la primavera vivificante se presenta en todo su esplendor, y cuando llega al solsticio de verano los frutos alcanzan su plena madurez, los granos y las plantas producen sus frutos y los seres terrenales alcanzan su máximo crecimiento y desarrollo.

5. De manera similar, cuando la santa Manifestación de Dios, que es el Sol del mundo de la creación, arroja Su resplandor sobre el mundo de los corazones, las mentes y los espíritus, se inicia una primavera espiritual y se inaugura una nueva vida. Aparece el vigor de la inigualable primavera y se presencian sus maravillosas dádivas. Así observas que, con el advenimiento de cada una de las Manifestaciones de Dios, se lograron asombrosos avances en el dominio de la mente, el pensamiento y el espíritu humanos. Considera, por ejemplo, el progreso que, en esta época divina, se ha conseguido en el mundo de la mente y el pensamiento; ¡y este es solo el comienzo del amanecer! Dentro de poco verás cómo estas nuevas dádivas y enseñanzas celestiales habrán inundado con su luz este mundo oscuro y habrán convertido este reino de pesares en el altísimo paraíso.

6. Si tuviéramos que explicar plenamente la influencia y las mercedes de cada una de las Manifestaciones de Dios, nos llevaría mucho tiempo. Medita y reflexiona sobre ello, para que puedas captar la verdad del asunto.

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Las dos clases de profetas

1. Pregunta: ¿Cuántas clases de profetas hay en general?

2. Respuesta: En general, hay dos clases de profetas. Algunos son Profetas independientes a Quienes otros siguen, en tanto que otros no son independientes, sino que ellos mismos son seguidores.

3. Cada uno de los Profetas independientes es el Autor de una religión divina y el Fundador de una nueva Dispensación. Con Su advenimiento, el mundo se viste con un nuevo atavío, se establece una nueva religión y se revela un nuevo Libro. Estos Profetas obtienen la efusión de gracia de la Realidad Divina sin ningún intermediario. Su irradiación es una irradiación esencial, como la del Sol, que es luminoso en sí y por sí mismo, y cuya luminosidad es un requisito esencial suyo, y no obtenida de otro astro: son como el Sol, no como la Luna. Estos Puntos de Amanecer del alba de la Unidad Divina son los manantiales de la gracia divina y los espejos de la Esencia de la Realidad.

4. La otra clase de profetas son seguidores y promulgadores, pues su posición es derivada y no independiente. Obtienen la gracia divina de los Profetas independientes y buscan la luz de la guía en la realidad de los Profetas universales. Son como la Luna, que no es luminosa y resplandeciente en sí y por sí misma, sino que recibe su luz del Sol.

5. Entre los Profetas universales que han aparecido independientemente se encuentran Abraham, Moisés, Cristo, Muḥammad, el Báb y Bahá’u’lláh. La segunda clase, que está formada por los seguidores y promulgadores, incluye a Salomón, Isaías, Jeremías y Ezequiel. Pues los Profetas independientes son fundadores, es decir, establecen una nueva religión, crean de nuevo a las almas, regeneran la moral y promulgan una nueva forma de vida y nuevas normas de conducta. A través de ellos aparece una nueva Dispensación y se inaugura una nueva religión. Su advenimiento es como la primavera, cuando todas las cosas terrenales se engalanan con un nuevo atavío y cobran vida de nuevo.

6. En cuanto a la segunda clase de profetas, que son seguidores, promulgan la religión de Dios, difunden Su Fe y proclaman Su Palabra. No tienen autoridad ni poder propio, sino que lo obtienen de los Profetas independientes.

7. Pregunta. ¿A qué categoría pertenecen Buda y Confucio?

8. Respuesta: Buda también estableció una nueva religión y Confucio renovó la conducta y la moral antiguas, pero los preceptos originales han cambiado por completo y sus seguidores ya no se atienen a las pautas originales de creencia y adoración. El fundador del budismo fue un Ser inestimable que estableció la unicidad de Dios, pero posteriormente Sus preceptos originales fueron poco a poco olvidados y remplazados por costumbres y rituales primitivos, hasta que, finalmente, ello condujo a la adoración de estatuas e imágenes.

9. Por ejemplo, mira cómo Cristo advirtió una y otra vez a las gentes que obedecieran los Diez Mandamientos de la Torá e insistió en su estricta observancia. Ahora bien, uno de los Diez Mandamientos prohíbe el culto a imágenes y estatuas. Sin embargo, hoy en día hay un sinfín de imágenes y estatuas en las iglesias de ciertas confesiones cristianas. Resulta, pues, claro y evidente que la religión de Dios no conserva sus preceptos originales entre las gentes, sino que estos se cambian y alteran poco a poco hasta el punto de borrarse por completo, y entonces aparece una nueva Manifestación y se establece una nueva religión. Pues de no haberse cambiado y alterado la religión precedente, no sería necesario renovarla.

10. Al principio, el árbol estaba lleno de vitalidad y cargado de flores y frutos, pero poco a poco se tornó viejo, gastado y estéril, hasta que se marchitó y decayó por completo. Por ello el Verdadero Jardinero planta nuevamente un árbol joven de la misma cepa, para que crezca y se desarrolle día a día, extienda su sombra protectora en este jardín celestial y produzca sus preciados frutos. Así ocurre también con las religiones divinas: con el paso del tiempo se alteran sus preceptos originales, desaparece por completo su verdad subyacente, se disipa su espíritu, surgen innovaciones doctrinarias y se convierten en un cuerpo sin alma. Por esa razón se renuevan.

11. Lo que queremos decir es que ahora los seguidores de Buda y Confucio rinden culto a imágenes y estatuas, han dejado de ser conscientes de la unicidad de Dios y creen, en cambio, en dioses imaginarios, como lo hicieran los antiguos griegos. Pero esos no eran sus preceptos originales; en realidad, sus preceptos y normas de conducta originales eran completamente distintos.

12. Asimismo, observa hasta qué punto se han olvidado los preceptos originales de la religión cristiana y cuántas innovaciones doctrinarias han surgido. Por ejemplo, Cristo prohibió la violencia y la venganza y ordenó, en cambio, que el mal y la ofensa se recibieran con benevolencia y amorosa bondad. ¡Pero mira cuántas guerras sangrientas han tenido lugar entre las propias naciones cristianas, y cuánta opresión, crueldad, rapiña y sed de venganza han resultado de ellas! De hecho, muchas de esas guerras se llevaron a cabo por mandato de los Papas. Por lo tanto, queda meridianamente claro que, con el paso del tiempo, las religiones cambian y se alteran por completo, y por ello se renuevan.

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Las amonestaciones que Dios ha dirigido a los profetas

1. Pregunta: En las sagradas escrituras se han dirigido palabras de amonestación a los Profetas de Dios. ¿A quién van dirigidas y a quién se refieren en última instancia?

2. Respuesta: Toda expresión divina que tome la forma de una amonestación, aunque aparentemente vaya dirigida a los Profetas de Dios, en realidad va destinada a Sus seguidores. La sabiduría encerrada en ello no es más que pura misericordia, para que las gentes no se sientan abatidas, desanimadas o apesadumbradas por semejantes reproches y amonestaciones. Por lo tanto, esas palabras van, en apariencia, dirigidas a los Profetas pero en realidad van destinadas a los seguidores y no al Mensajero.

3. Además, el monarca poderoso y soberano de un país representa a todos los que habitan ese país; es decir, cualquier palabra que pronuncie es la palabra de todos y cualquier pacto que concluya es el pacto de todos, pues la voluntad e intención de todos sus súbditos se subsume en la suya. De igual manera, cada Profeta representa a todo el conjunto de Sus seguidores. En consecuencia, la alianza que Dios hace con Él y las palabras que Le dirige son aplicables a todo Su pueblo.

4. Pues bien, las amonestaciones y los reproches divinos tienden a oprimir y afligir el corazón de las gentes, y la consumada sabiduría de Dios requiere, por tanto, esa forma de tratamiento. Por ejemplo, según consta en la propia Torá, los israelitas se rebelaron contra Moisés, diciendo: «No podemos luchar contra los amalecitas, pues son fuertes, fieros y valientes». Entonces Dios amonestó a Moisés y a Aarón, aunque Moisés era obediente y no se rebelaba. No hay duda de que un Ser tan glorioso, que es el canal de la gracia de Dios y el paladín de Su ley, ha de ser obediente al mandato divino.

5. Estas almas santas son como hojas de un árbol que se mueven a merced de la brisa, y no por iniciativa propia, pues están atraídas por los hálitos del amor de Dios y han renunciado a su propia voluntad. Su palabra es la palabra de Dios; su mandamiento es el mandamiento de Dios; su prohibición es la prohibición de Dios. Son como este globo de vidrio cuya luz proviene de la llama de la lámpara. Aunque la luz parece emanar del vidrio, en realidad proviene de la llama. De igual manera, el movimiento y la quietud de los Profetas de Dios, que son Sus Manifestaciones, proceden de la revelación, y no del mero capricho humano. Si no fuese así, ¿cómo podría el Profeta actuar como fiel representante y enviado escogido de Dios? ¿Cómo podría promulgar los mandamientos y las prohibiciones de Dios? Por consiguiente, todas las imperfecciones atribuidas a las Manifestaciones de Dios en las sagradas escrituras deben entenderse desde esta perspectiva.

6. ¡Alabado sea Dios, por cuanto has venido hasta aquí y has conocido a los siervos de Dios! ¿Has percibido en ellos algo que no sea la fragancia de la complacencia del Señor? ¡Desde luego que no! Has visto con tus propios ojos cómo se esfuerzan día y noche sin otro fin que ensalzar la Palabra de Dios, fomentar la educación de las almas, rehabilitar la suerte de la humanidad, asegurar el progreso espiritual, promover la paz universal, mostrar amabilidad y buena voluntad hacia todos los pueblos y naciones, sacrificarse por el bien común, renunciar a su propio provecho material y promover las virtudes del mundo de la humanidad.

7. Volvamos a nuestro tema. En la Torá, Isaías 48, 12, se dice: «Escúchame, Jacob, Israel, a quien llamé: Yo soy, yo soy el primero y también soy el último». Es evidente que lo que se pretende decir no es Jacob, que se llamaba Israel, sino los israelitas. También en Isaías 43, 1 se dice: «Pero ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: “No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío”».

8. Además en Números 20, 23-24 se dice: «Y habló el Señor a Moisés y a Aarón en el monte Hor, en la frontera de la tierra de Edom, diciendo: Aarón será reunido a su pueblo, pues no entrará a la tierra que yo he dado a los hijos de Israel, porque vosotros os rebelasteis contra mi orden en las aguas de Meribá»; y en 20, 13: «Estas son las aguas de Meribá, donde protestaron los israelitas contra Yahveh, y con las que él manifestó su santidad».

9. Observa que fue el pueblo de Israel el que se había rebelado, pero la amonestación iba, aparentemente, dirigida a Aarón y Moisés, como se expresa en Deuteronomio 3, 26: «Pero, por culpa vuestra, Yahveh se irritó contra mí y no me escuchó; antes bien me dijo: “¡Basta ya! No sigas hablándome de esto”».

10. Pues bien, este reproche y esta amonestación iban dirigidos en realidad a los hijos de Israel, a quienes, debido a su rebelión contra los mandamientos de Dios, se hizo que vivieran durante mucho tiempo en el desierto estéril situado más allá del Jordán, hasta el tiempo de Josué. Este reproche y esta amonestación parecían dirigidos a Moisés y Aarón, pero en realidad iban dirigidos al pueblo de Israel.

11. De manera semejante, en el Corán se Le dice a Muḥammad: «En verdad Te hemos concedido una victoria evidente, para que Dios Te perdone Tus pecados pasados y futuros». Estas palabras, aunque aparentemente dirigidas a Muḥammad, estaban en realidad destinadas a Su pueblo; y esto se debe a la consumada sabiduría de Dios, como dijimos anteriormente, para que no se aflijan los corazones, ni queden perplejos o consternados.

12. ¡Cuán a menudo han confesado los profetas de Dios y Sus Manifestaciones universales sus pecados y flaquezas en sus oraciones! Esto es solo para enseñar a otras almas, para inspirarlas y motivarlas a ser humildes y sumisas ante Dios y reconocer sus propios pecados y flaquezas, pues estas almas santas están por encima de todo pecado y libres de toda falta. Por ejemplo, en el Evangelio se dice que un hombre se acercó a Cristo, llamándole «Maestro bueno». Cristo le respondió: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios». Esto no significa —Dios nos libre— que Cristo fuera un pecador; Su intención era más bien enseñar humildad, sumisión, mansedumbre y modestia al hombre al que se dirigía. Estas almas santas son luz, y la luz no puede asociarse con la oscuridad. Son vida eterna, y la vida no puede reunirse con la muerte. Son guías, y la guía no puede unirse con la rebeldía. Son la esencia misma de la obediencia, y la obediencia no puede ir de la mano del desacato.

13. En resumen, lo que queremos decir es que las amonestaciones registradas en las sagradas escrituras, aunque aparentemente dirigidas a los Profetas —las Manifestaciones de Dios— en realidad van destinadas a la gente. Si leyeras la Biblia, esta materia se te haría clara y evidente. ¡Salud!

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La Más Grande Infalibilidad

En el bendito versículo se dice: «Aquel que es el Punto de Amanecer de la Causa de Dios no tiene copartícipe en la Más Grande Infalibilidad. Es Él Quien, en el reino de la creación, constituye la Manifestación de “Él hace lo que desea”. Dios ha reservado esta distinción para Su propio Ser, y ha ordenado que nadie tenga parte en una estación tan sublime y trascendente».

2. Has de saber que la infalibilidad es de dos clases: infalibilidad en esencia e infalibilidad como atributo. Lo mismo es cierto con relación a todos los demás nombres y atributos: por ejemplo, el conocimiento de la esencia de una cosa y el conocimiento de sus atributos. La infalibilidad en esencia se limita a las Manifestaciones universales de Dios, pues la infalibilidad es un requisito esencial de su realidad, y el requisito esencial de una cosa es inseparable de la cosa en sí. Los rayos son un requisito esencial del Sol y son inseparables de este; el conocimiento es un requisito esencial de Dios y es inseparable de Él. El poder es un requisito esencial de Dios y es, asimismo, inseparable de Él. Si fuese posible separarlos de Él, no sería Dios. Si los rayos pudieran separarse del Sol, no sería el Sol. Por lo tanto, si alguien imaginara la Más Grande Infalibilidad separada de la Manifestación universal de Dios, no sería una Manifestación universal y carecería de perfección esencial.

3. Sin embargo, la infalibilidad, como atributo, no es un requisito esencial; más bien, es un rayo del don de la infalibilidad que, desde el Sol de la Verdad, se proyecta sobre algunos corazones y les concede una parte y porción de ella. Si bien estas almas no son infalibles en esencia, aun así, están bajo el cuidado, la protección y la guía inequívoca de Dios; es decir, Dios las guarda del error. Así, ha habido muchas almas santas que no eran en sí las Auroras de la Más Grande Infalibilidad, pero que, sin embargo, han estado protegidas y guardadas del error a la sombra del cuidado y la protección de Dios, pues eran los canales de gracia divina entre Dios y los seres humanos y, si Dios no los hubiese resguardado contra el error, habrían llevado a los fieles a caer igualmente en el error, lo cual habría socavado por completo los cimientos de la religión de Dios y habría sido impropio e indigno de Su exaltada Realidad.

4. En resumen, la infalibilidad esencial se limita a las Manifestaciones universales de Dios, y la infalibilidad como atributo es conferida a algunas almas santas. Por ejemplo, si la Casa Universal de Justicia se establece bajo las condiciones requeridas —es decir, es elegida por toda la comunidad— estará bajo la protección y la guía inequívoca de Dios. Si esa Casa de Justicia resuelve —ya sea unánimemente o por mayoría— sobre una materia no consignada explícitamente en el Libro, esa decisión y disposición estará protegida contra el error. Ahora bien, los miembros de la Casa de Justicia no son en esencia infalibles como personas, pero la institución de la Casa de Justicia se halla bajo la protección y la guía inequívoca de Dios: esto se llama infalibilidad conferida.

5. En breve, Bahá’u’lláh dice que «Aquel que es el Punto de Amanecer de la Causa de Dios» es la manifestación de «Él hace lo que desea», que esta posición está reservada para ese Ser santificado y que otros no participan de esta perfección esencial. Es decir, dado que se ha establecido la infalibilidad esencial de las Manifestaciones universales de Dios, todo cuanto proceda de ellas es idéntico a la verdad y conforme con la realidad. No se encuentran a la sombra de la religión anterior. Todo lo que digan es la palabra de Dios y todo lo que hagan es una acción recta; y a ningún creyente le es dado el derecho a objeción; antes bien, debe demostrar absoluta sumisión a este respecto, ya que la Manifestación de Dios actúa con sabiduría consumada y las mentes humanas pueden ser incapaces de concebir la sabiduría oculta de algunos asuntos. Por lo tanto, cualquier cosa que diga o haga la Manifestación de Dios es la esencia misma de la sabiduría y es conforme a la realidad.

6. Ahora bien, si algunas almas no logran comprender los misterios que están ocultos en determinado mandamiento o acción del Verdadero, no deberían poner objeciones, ya que la Manifestación universal de Dios «hace lo que desea». Cuántas veces ha ocurrido que una persona sabia, competente y sagaz ha seguido cierta línea de acción, y aquellos que eran incapaces de captar su sabiduría han puesto objeciones y cuestionado por qué ha dicho o hecho tal cosa. Estas objeciones están provocadas por la ignorancia, y la sabiduría de ese sabio está libre y por encima de error.

7. De igual manera, un médico competente «hace lo que desea» en el tratamiento del paciente, y este no tiene derecho a poner objeciones. Todo cuanto diga o haga el médico es bueno y válido, y todos deben considerarlo la personificación de «Él hace lo que desea y ordena lo que le place». Sin duda, el médico puede prescribir remedios que estén en desacuerdo con las creencias populares, pero ¿es permisible que los que no tienen conocimientos de ciencia y medicina pongan objeciones? ¡Por Dios que no! Al contrario, todos deben someterse y seguir cualquier cosa que prescriba el médico competente. Así, el médico competente «hace lo que desea» y los pacientes no participan de esta posición. Primero, debe comprobarse la competencia del médico y, una vez que se haya hecho esto, él «hace lo que desea».

8. Asimismo, un general sin rival en el arte de la guerra «hace lo que desea» en todo lo que diga u ordene; y lo mismo es cierto en el caso del capitán de un barco que domina el arte de la navegación, y en el del Verdadero Educador que posee todas las perfecciones humanas: hacen lo que desean en cuanto dicen y ordenan.

9. En resumen, el sentido de «Él hace lo que desea» es que, si la Manifestación de Dios emite una orden, pone en vigor una ley o ejecuta una acción cuya sabiduría no pueden entender Sus seguidores, ni por un momento debieran estos pensar en cuestionar Sus palabras o acciones. Todas las almas se encuentran bajo la sombra de la Manifestación universal, deben someterse a la autoridad de la religión de Dios y no han de desviarse ni un ápice de ella. Antes bien, deben ajustar cada uno de sus hechos y acciones a la religión de Dios; y, si se desvían de ella, serán censurados y considerados responsables ante Dios. Es seguro que no participan en absoluto del rango de «Él hace lo que desea», ya que este se limita a la Manifestación universal de Dios.

10. Así, Cristo —que mi vida sea sacrificada por Él— era la encarnación de las palabras «Él hace lo que desea», pero Sus discípulos no participaban de ese rango, ya que se encontraban bajo Su sombra y no tenían licencia para desviarse de Su voluntad y Su mandato. ¡Salud!

El origen, los poderes y las condiciones del hombre

46
La evolución y la verdadera naturaleza del ser humano

1. Ahora llegamos a la cuestión de la transformación de las especies y el desarrollo evolutivo de los órganos; es decir, si el hombre proviene del reino animal.

2. Esta idea se ha arraigado en la mente de ciertos filósofos europeos y ahora es muy difícil hacer entender su falsedad, pero en el futuro se hará clara y evidente, y los propios filósofos europeos la reconocerán. Pues, en realidad, es un error evidente. Cuando uno observa la creación con ojo penetrante, cuando entiende las sutilezas de las cosas creadas y ve la condición, el orden y la perfección del mundo de la existencia, se convence de la verdad de que «en la creación no hay nada más prodigioso que lo que ya existe». Ya que todo lo que existe, ya sea en la tierra o en los cielos, incluso este firmamento ilimitado y todo cuanto contiene, ha sido creado, dispuesto, compuesto, ordenado y completado de la manera más conveniente y no está sujeto a imperfección alguna. Hasta tal punto es esto cierto que, si todos los seres se convirtieran en pura inteligencia y reflexionaran hasta el fin que no tiene fin, no podrían imaginar algo mejor de lo que ya existe.

3. Ahora bien, si en el pasado la creación hubiese carecido de semejante perfección y esplendor, si se hubiese hallado en un estado inferior, la existencia habría sido necesariamente deficiente e imperfecta y, como tal, incompleta. Este asunto requiere la mayor atención y consideración. Imagina, por ejemplo, la totalidad del mundo contingente, es decir, el reino de la existencia, como si fuera el cuerpo humano. Si la composición, el orden, la integridad, la belleza y la perfección que ahora existen en el cuerpo humano fueran de alguna manera diferentes, el resultado sería la imperfección misma.

4. Si nos imagináramos una época en que el hombre hubiera pertenecido al reino animal, es decir, que fuera un simple animal, la existencia habría sido imperfecta. Esto quiere decir que no habría existido el ser humano y faltaría ese integrante principal, que en el cuerpo del mundo es como la mente, y en un ser humano, es como el cerebro, por lo que el mundo habría sido, así, totalmente imperfecto. Esto es prueba suficiente en sí misma de que, si hubiese existido una época en que el hombre hubiera pertenecido al reino animal, se habría destruido la perfección de la existencia; pues el ser humano es el miembro principal del cuerpo de este mundo, y un cuerpo sin su integrante principal es, sin duda, imperfecto. Consideramos al ser humano el miembro principal porque, de todas las cosas creadas, contiene todas las perfecciones de la existencia.

5. Ahora, lo que queremos decir con «hombre» es el ser humano completo, la persona más destacada del mundo, que es la suma de todas las perfecciones espirituales y materiales, y que es como el Sol entre todas las cosas creadas. Imagina, entonces, una época en que el Sol no existiera como tal; es decir, que el Sol fuese simplemente otro cuerpo celeste. Sin duda, en semejante época se habrían desestabilizado las relaciones entre las cosas existentes. ¿Cómo puede imaginarse algo semejante? Si se examinara con detenimiento el mundo de la existencia, este argumento bastaría por sí solo.

6. Presentemos otra prueba más sutil: el sinfín de cosas creadas que se encuentran en el mundo de la existencia, ya sean humanos, animales, vegetales o minerales, deben estar todas compuestas de elementos. No cabe duda de que la perfección que se observa en todas y cada una de las cosas proviene, mediante creación divina, de los elementos que la componen, su adecuada combinación, la proporción de sus medidas, la forma de su composición y la influencia de otras cosas creadas. Pues todos los seres están unidos entre sí como una cadena, y la ayuda mutua, el apoyo y la interacción son algunas de sus propiedades intrínsecas y constituyen la causa de su formación, desarrollo y crecimiento. Mediante numerosas pruebas y argumentos, se ha establecido que cada cosa tiene un efecto y una influencia sobre todas las demás, ya sea independientemente o mediante una cadena causal. En resumen, la perfección de todas y cada una de las cosas, es decir, la perfección que ves ahora en el ser humano o en otros seres, en relación con sus partes, miembros y facultades, proviene de los elementos que los componen, de la cantidad y medida de los mismos, la forma en que se combinan, y su acción, interacción e influencia mutuas. Cuando todos estos se combinan, entonces se origina el ser humano.

7. Dado que la perfección del ser humano deriva enteramente de los elementos que lo componen, de su medida, la manera en que se combinan y la acción mutua e interacción con otros seres; y puesto que el hombre se originó hace diez o cien mil años atrás a partir de los mismos elementos terrenales, en las mismas medidas y cantidades, con la misma composición y combinación, y con las mismas interacciones con otros seres, se desprende que el ser humano era exactamente el mismo entonces que el que ahora existe. Esta es una verdad de por sí evidente y no puede ser puesta en duda. Y si dentro mil millones de años se aglutinan los elementos constituyentes del ser humano, en las mismas proporciones, combinados de la misma manera y sujetos a la misma interacción con otros seres, se originará exactamente el mismo ser humano. Por ejemplo, si dentro de cien mil años se reúnen el aceite, la llama, la mecha, la lámpara y un encendedor para la lámpara, es decir, se combina todo lo necesario, se producirá exactamente el mismo resultado.

8. Esta cuestión es evidente, y estos argumentos, concluyentes. Pero los expuestos por los filósofos europeos son especulativos y no concluyentes.

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El origen del universo y la evolución del hombre

1. Has de saber que una de las cuestiones más abstrusas de la divinidad es que el mundo de la existencia —es decir, este universo infinito— no tiene principio.

2. Ya hemos explicado que los propios nombres y atributos de la Divinidad presuponen la existencia de cosas creadas. Si bien ya se ha ofrecido una explicación detallada sobre esta materia, se mencionará brevemente aquí, una vez más. Has de saber que no puede imaginarse un señor sin vasallos; no puede haber un soberano sin súbditos; no se puede nombrar a un profesor sin alumnos; es imposible la existencia de un creador sin creación; es inconcebible un proveedor sin beneficiarios; puesto que todos los nombres y atributos divinos reclaman la existencia de cosas creadas. Si nos imagináramos una época en que no hubiesen existido cosas creadas, ello sería equivalente a negar la divinidad de Dios.

3. Además, la inexistencia absoluta carece de la capacidad de alcanzar la existencia. Si el universo fuese la nada absoluta, no se habría podido materializar la existencia. Por lo tanto, puesto que esa Esencia de la Unicidad, o Ser Divino, es perpetuo y eterno —es decir, no tiene principio ni fin— se deduce que el mundo de la existencia, este universo infinito, tampoco tiene principio. Desde luego, es posible que una parte de la creación —una de las esferas celestes— se generase o se desintegrase, pero seguiría existiendo un sinfín de otras esferas y el mundo de la existencia en sí no se vería trastornado ni destruido. Al contrario, su existencia es perpetua e inmutable. Ahora bien, como cada esfera tiene un comienzo, inevitablemente ha de tener asimismo un final, dado que toda composición, ya sea universal o particular, debe necesariamente descomponerse. A lo sumo, algunas se desintegran rápidamente, y otras, con lentitud; pero es imposible que algo que sea compuesto no acabe por descomponerse.

4. Entonces, hemos de saber qué eran en el principio cada una de las grandes cosas existentes. No cabe duda de que al inicio hubo un solo origen: no puede haber habido dos orígenes. Pues el origen de todos los números es el uno y no el dos; el número dos tiene en sí necesidad de un origen. Por lo tanto, es evidente que, en un principio, la materia era una sola; y esa única materia apareció con una forma distinta en cada elemento. Así, aparecieron diversas formas y, a medida que aparecieron, cada una asumió una forma diferente y llegó a ser un elemento específico. Pero esta distinción alcanzó su plena consumación y realización solo después de un larguísimo tiempo. Entonces esos elementos se compusieron, se ordenaron y se combinaron en infinitas formas; en otras palabras, de la composición y combinación de esos elementos aparecieron un sinfín de seres.

5. Mediante la sabiduría de Dios y Su antiguo poder, esta composición y disposición procedió de un solo orden natural. Así, puesto que esta composición y combinación se han producido conforme a un orden natural, con perfecta precisión, acorde con una sabiduría consumada y en función de una ley universal, está claro que es una creación divina y no una composición o un orden accidental. Es por ello que de toda composición natural se origina un ente vivo, pero de una composición aleatoria no aparece ningún ser vivo. Así, por ejemplo, si el ser humano, valiéndose de toda su sagacidad e inteligencia, uniera y combinara una serie de elementos, no se originaría de ello un ser viviente, toda vez que esa composición no sería conforme al orden natural. Esta es la respuesta a la pregunta implícita que pudiera suscitarse en el sentido de que, puesto que estos seres se han originado a partir de la composición y combinación de esos elementos, ¿no podríamos nosotros también reunir y combinar esos mismos elementos y crear así un ser viviente? Esta idea es errónea, pues la composición original es una composición divina y la combinación está generada por Dios conforme a un orden natural; y esta es la razón de por qué a partir de esa composición se crea un ser viviente y se produce una existencia. Mas una composición elaborada por el hombre no produce nada, porque el ser humano no puede crear vida.

6. En resumen, hemos dicho que, a partir de la composición de los elementos, de su combinación, tipo y proporción, y de su interacción con otros seres, han llegado a existir incontables formas y realidades, y un sinfín de seres. Pero está claro que este globo terráqueo, en su forma actual, no se originó de repente, sino que este ente universal atravesó progresivamente diferentes etapas hasta manifestarse con su actual perfección. Los entes universales pueden asemejarse y compararse con los particulares, pues ambos están sujetos a un único orden natural, a una sola ley universal y a un único orden divino. Por ejemplo, se verá que los átomos más ínfimos son similares en su estructura general a los entes más grandes del universo, y está claro que han provenido de un mismo laboratorio de poder, conforme a un solo orden natural y una sola ley universal, y por ello pueden compararse unos con otros.

7. Por ejemplo, el embrión humano crece y se desarrolla poco a poco en el seno de la madre, y asume distintas formas y condiciones hasta que alcanza la madurez con la mayor belleza y aparece en una forma consumada y con la mayor delicadeza. De igual manera, la semilla de esta flor que tenemos delante era al comienzo una cosa pequeña e insignificante, pero creció y se desarrolló en el seno de la tierra, y asumió distintas formas hasta aparecer con semejante vitalidad y perfecta belleza a este nivel. Asimismo, es claro y evidente que este globo terráqueo llegó a la existencia, creció y se desarrolló en el seno del universo, y asumió diferentes formas y condiciones hasta alcanzar gradualmente su actual perfección, estar engalanado con un sinfín de seres y presentarse en una forma tan consumada.

8. Por tanto, es evidente que la materia original, que es como el embrión, tomó inicialmente la forma de elementos compuestos y combinados, y esa combinación creció gradualmente y se desarrolló a lo largo de una miríada de edades y siglos, pasando de una forma y figura a otra, hasta que, por la consumada sabiduría de Dios, apareció con semejante perfección, orden, disposición y precisión.

9. Volvamos a nuestro tema. Desde el principio de la existencia, en el seno del globo terráqueo, el ser humano creció progresivamente y se desarrolló como el embrión en el seno de la madre, y pasó de una forma y figura a otra, hasta que apareció con esta belleza y perfección, este físico y este vigor. Es evidente que, inicialmente, no poseía semejante belleza, gracia y refinamiento, y que solo gradualmente alcanzó esta forma, disposición, donaire y gracia. No cabe duda de que, como el embrión en el seno de la madre, el embrión de la humanidad no apareció con esta forma ni llegó de súbito a ser la personificación de las palabras: «¡Santificado sea el Señor, el más excelente de todos los creadores!». Antes bien, alcanzó de manera progresiva distintas condiciones y asumió diversas formas hasta llegar a su apariencia y belleza, su perfección, refinamiento y delicadeza actuales. Por lo tanto, está claro y es evidente que el crecimiento y desarrollo del ser humano en este planeta hasta llegar a su actual perfección, al igual que el crecimiento y desarrollo del embrión en el seno de la madre, se ha producido por etapas, pasando de un estado a otro y de un aspecto a otro, pues esto concuerda con los requisitos del orden universal y de la ley divina.

10. Es decir, el embrión humano asume condiciones diferentes y atraviesa numerosas etapas hasta que alcanza la forma en que manifiesta la realidad de las palabras «¡Santificado sea el Señor, el más excelente de todos los creadores!» y muestra las señales de desarrollo y madurez plenos. Asimismo, debe haber transcurrido mucho tiempo desde el comienzo de la existencia del ser humano en este planeta, y tuvo que atravesar muchas etapas hasta llegar a su forma, figura y condición actuales. No obstante, desde el principio de su existencia el hombre ha constituido una especie diferenciada. Es como el embrión en el seno de la madre: al principio posee una apariencia extraña; luego pasa de una forma a otra y de una figura a otra, hasta que aparece con la mayor belleza y perfección. Pero, aun cuando en el vientre de la madre posee una forma extraña, totalmente distinta de su forma y apariencia actuales, se trata del embrión de una especie diferenciada y no el de un animal: la esencia de la especie y la realidad innata no experimentan transformación alguna.

11. Ahora bien, si se demostrara la existencia de órganos vestigiales, ello no desvirtuaría el carácter independiente y original de la especie. A lo sumo, probaría que la forma, la apariencia y los órganos de los humanos han evolucionado a lo largo del tiempo. Pero el hombre siempre ha sido una especie distinta: ha sido hombre y no animal. Piensa: si en el vientre de la madre, el embrión humano pasa de una forma a otra que en absoluto se parece a la anterior, ¿esto prueba que la esencia de la especie ha sufrido una transformación? ¿Que al principio era un animal, y que sus órganos se desarrollaron y evolucionaron hasta convertirse en un ser humano? ¡Por Dios que no! ¡Qué idea tan insustancial y carente de fundamento! Pues el carácter original de la especie humana y la independencia de la esencia del hombre son claros y evidentes. ¡Salud!

48
La diferencia entre el ser humano y el animal

1. Ya hemos tenido una o dos conversaciones sobre el tema del espíritu, pero no se han recogido por escrito.

2. Has de saber que las gentes del mundo son de dos tipos, es decir, pertenecen a dos grupos. Un grupo niega el espíritu humano y dice que el hombre es una especie de animal. ¿Por qué? Porque vemos que los humanos y los animales comparten las mismas facultades y sentidos. Los elementos simples que llenan el espacio que nos rodea se unen en un sinfín de combinaciones, cada una de las cuales da origen a un ser diferente. Entre estos se encuentran los seres sensibles, dotados de determinadas facultades y sentidos. Cuanto más completa sea la combinación, más elevado es el ser. La unión de los elementos en el cuerpo humano es más completa que en ningún otro ser, y sus elementos se han combinado en perfecto equilibrio y, por tanto, es más noble y completo. Dicen que no se trata de que el ser humano tenga una facultad y un espíritu especiales de los que carecen los demás animales: los animales también tienen percepciones sensoriales, pero las facultades de los humanos son simplemente más agudas en algunos aspectos (aunque el animal está más ricamente dotado con respecto a los sentidos externos, como el oído, la vista, el gusto, el olfato y el tacto, e incluso con respecto a facultades internas como la memoria). Dicen que el animal posee las facultades de la inteligencia y el entendimiento. La única concesión que hacen es que la inteligencia del ser humano es mayor.

3. Estas son las aseveraciones de los filósofos de hoy. Estas son sus palabras, estas son sus afirmaciones y estos son los dictados de su imaginación. Y, de este modo, habiendo realizado estudios exhaustivos, y armados con argumentos de peso, sitúan al hombre en la estirpe del animal y dicen que en una época el hombre fue un animal y que la especie cambió y evolucionó gradualmente hasta alcanzar el nivel humano.

4. Sin embargo, los filósofos religiosos dicen: No, no es así. Si bien el ser humano comparte con el animal las mismas facultades y sentidos externos, existe en él una facultad extraordinaria de la que carecen los animales. Todas las ciencias, las artes, las invenciones, los oficios y el descubrimiento de realidades provienen de esta facultad singular. Es una facultad que abarca todas las cosas creadas, comprende sus realidades, desentraña sus misterios ocultos y las somete a su control. Es más, entiende cosas que no tienen existencia aparente, es decir, realidades inteligibles, imperceptibles e invisibles, tales como la mente, el espíritu, los atributos y las cualidades humanas, el amor y la tristeza, todas las cuales son realidades inteligibles. Además, todas las artes y las ciencias existentes, todos los grandes emprendimientos y la miríada de descubrimientos humanos eran en otra época misterios ocultos y encubiertos, y ese poder omnímodo del ser humano es lo que los ha descubierto y los ha sacado del mundo invisible, y los ha traído al dominio de lo visible. Así es como el telégrafo, la fotografía, el fonógrafo, y todas esas grandes invenciones y artefactos, fueron otrora misterios ocultos que la realidad humana descubrió y trajo al dominio visible desde el reino invisible. Hubo incluso una época en que este trozo de hierro que tienes delante, y hasta cualquier mineral, era un misterio oculto. La realidad humana descubrió este mineral y forjó el metal hasta darle esta forma final. Lo mismo ocurre con todos los demás descubrimientos e inventos del ser humano, que son innumerables. Esta cuestión es irrefutable y no tiene sentido negarla.

5. Si mantenemos que todos estos efectos proceden de las facultades de la naturaleza animal y de los sentidos físicos, vemos clara y llanamente que, con respecto a estas facultades, los animales son superiores al hombre. Por ejemplo, la vista de los animales es mucho más aguda que la del ser humano, su oído es más afilado, y lo mismo ocurre con los sentidos del olfato y el gusto. En breve, en cuanto a las facultades que tienen en común el hombre y los animales, estos a menudo llevan ventaja. Considera la facultad de la memoria: si se lleva a una paloma de aquí a un país lejano y se suelta allí, recordará el camino y regresará a casa sin perderse en ningún momento. Lleva a un perro desde aquí hasta al centro de Asia, déjalo libre allí y regresará a casa sin perder el camino. Y lo mismo ocurre con las demás facultades, como el oído, la vista, el olfato, el gusto y el tacto. Está claro, entonces, que, si el hombre no poseyera una facultad más allá de las facultades animales, el animal forzosamente superaría al hombre en la realización de descubrimientos importantes y en la comprensión de las realidades. De este argumento se desprende que el ser humano está dotado de un don y posee una excelencia no presente en los animales.

6. Por otra parte, el animal percibe cosas sensibles, pero no puede percibir realidades conceptuales. Por ejemplo, el animal ve lo que está en su campo de visión, pero no puede comprender ni concebir lo que está más allá. Así, al animal no le es posible comprender que la Tierra tiene forma esférica. Pero el ser humano puede deducir lo desconocido a partir de lo conocido y descubrir realidades ocultas. Para citar un caso: observando la inclinación de la bóveda celeste, deduce la curvatura de la Tierra. Por ejemplo, en ‘Akká la Estrella Polar está a 33 grados; es decir, se encuentra a una inclinación de 33 grados por encima del horizonte. Cuando uno va hacia el Polo Norte, la Estrella Polar se eleva un grado por encima del horizonte por cada grado de distancia recorrida. Es decir, la inclinación de la Estrella Polar alcanzará 34 grados, luego 40, 50, 60 y 70 grados. Cuando se llega al Polo Norte, la inclinación de la Estrella Polar es de 90 grados y se ve en el cenit, o sea, verticalmente por encima de la cabeza.

7. Ahora bien, la Estrella Polar es una realidad perceptible y también lo es su ascensión, es decir, el hecho de que, cuanto más se acerca uno al Polo Norte, más asciende la Estrella Polar. Y, a partir de estas dos realidades conocidas, se descubre una realidad desconocida, a saber: que la bóveda celeste tiene inclinación, lo cual significa que, en cada latitud, el cielo por encima del horizonte es diferente al de otra latitud. El ser humano comprende esta relación y deduce por razonamiento algo que era antes desconocido, es decir, la curvatura de la Tierra. Mas esta comprensión es imposible para el animal. Asimismo, al animal le es imposible entender que el Sol es el centro y que la Tierra gira en torno a él. El animal es cautivo de los sentidos y está limitado por ellos: no puede comprender nada que esté fuera del alcance o control de los sentidos, aun cuando supera al hombre en lo relativo a las facultades y sentidos externos. Queda entonces claramente establecido que el ser humano está dotado del poder de la invención que lo diferencia del animal, y este poder no es sino el espíritu humano.

8. ¡Alabado sea Dios! El ser humano siempre aspira a mayores alturas y a metas más elevadas. Siempre intenta alcanzar un mundo superior al que habita y ascender a un nivel más elevado que el que ocupa. El amor por lo trascendente es un sello distintivo del ser humano. Me asombra que algunos filósofos de Europa y América hayan consentido rebajarse a sí mismos al reino animal y, así, retroceder, mientras que toda la existencia debe aspirar siempre a lo exaltado. Y, sin embargo, si se le llamara «animal» a uno de ellos, se sentiría sobremanera herido y ofendido.

9. ¡Qué gran diferencia la que hay entre el mundo del ser humano y el mundo del animal! ¡Qué gran diferencia la que hay entre la grandeza del ser humano y la bajeza del animal, entre las perfecciones del ser humano y la ignorancia del animal, entre la luz del ser humano y la oscuridad del animal, entre la gloria del ser humano y la degradación del animal! Un niño árabe de diez años puede someter a doscientos o trescientos camellos en el desierto y dirigirlos meramente con su voz. Un débil habitante de la India puede someter a un enorme elefante al punto de encaminarlo con estricta obediencia. Todas las cosas están sometidas a la mano del hombre, quien resiste las fuerzas de la naturaleza misma.

10. Todos los demás seres son cautivos de la naturaleza y no se pueden librar de sus exigencias; el ser humano es el único que puede hacer frente a la naturaleza. Así, la naturaleza atrae a todos los cuerpos hacia el centro de la Tierra; pero, con medios mecánicos, el hombre se aleja de él y se remonta por el aire; la naturaleza le impide cruzar el mar, pero el hombre construye barcos y surca el corazón del gran océano, y así sucesivamente: el tema es interminable. Por ejemplo, el ser humano atraviesa montañas y llanuras en vehículos y hace confluir en un lugar las noticias de los acontecimientos de Oriente y Occidente. Así es como el ser humano resiste las fuerzas de la naturaleza. El mar, con toda su inmensidad, no es capaz de desviarse en lo más mínimo de las leyes de la naturaleza; el Sol, con toda su grandeza, no puede desviarse ni un ápice de los dictados de la naturaleza, ni podrá comprender jamás los estados, las condiciones, las propiedades, los movimientos ni la naturaleza del ser humano. ¿Qué poder reside, entonces, en la insignificante forma humana que logra todo esto? ¿Qué fuerza conquistadora es esta que somete todas las cosas?

11. Queda todavía otro punto. Los filósofos modernos dicen: «En ninguna parte vemos un espíritu en el ser humano y, aunque hemos investigado los lugares más recónditos de su cuerpo, en ninguna parte percibimos un poder espiritual. ¿Cómo hemos de imaginarnos un poder que no es perceptible?». Los filósofos religiosos replican: «El espíritu del animal tampoco es perceptible ni puede captarse por medio de nuestras facultades materiales. ¿Cómo deducen su existencia? No cabe duda de que por sus efectos deducen la existencia de una facultad en el animal de la cual carecen las plantas, que es la facultad de los sentidos: la vista, el oído y las demás facultades. De estas se deduce que existe un espíritu animal. Igualmente, de las señales y argumentos mencionados ha de inferirse la existencia de un espíritu humano. Así, puesto que en el animal hay señales que no pueden encontrarse en las plantas, se dice que esta facultad perceptiva es un sello distintivo del espíritu animal. De igual manera, en el ser humano se ven señales, poderes y perfecciones que no existen en el animal: ha de inferirse, pues, que en él hay un poder del cual carece el animal».

12. Si fuéramos a negar todo lo que no es accesible a los sentidos, nos veríamos forzados a negar realidades que sin duda existen. Por ejemplo, el éter no es perceptible, aunque se puede demostrar su realidad. La fuerza de gravedad no es perceptible, aunque su existencia es igualmente innegable. ¿En qué nos apoyamos para afirmar su existencia? En sus indicios. Por ejemplo, esta luz consiste en las vibraciones del éter, y de estas vibraciones deducimos su existencia.

49
La evolución y existencia del hombre

1. Pregunta: ¿Qué nos dice sobre la teoría de la evolución de los seres que suscriben algunos filósofos europeos?

2. Respuesta: Ya tratamos este asunto el otro día, pero hablaremos de nuevo sobre ello. En resumen, esta cuestión se reduce al carácter original o no original de la especie; es decir, si la esencia de la especie humana estaba fijada desde el origen mismo o si provino posteriormente de los animales.

3. Ciertos filósofos europeos sostienen que las especies evolucionan e incluso pueden cambiar y transformarse en otras especies. Entre las pruebas que aducen a favor de esta afirmación está el que, a través de una meticulosa indagación e investigación geológica, ha quedado claramente constatado que la existencia de las plantas precedió a la de los animales, y la existencia de los animales precedió a la del ser humano. Sostienen, además, que tanto el reino animal como el vegetal han sufrido transformaciones, pues en algunos estratos de la tierra se han descubierto plantas que existían en el pasado pero que luego han desaparecido, lo que significa que evolucionaron, se volvieron más robustas y cambiaron de forma y apariencia, de lo que se desprende que las especies han cambiado. Asimismo, en los estratos de la tierra hay ciertas especies animales que han cambiado y se han alterado. Una de ellas es la serpiente, que tiene extremidades vestigiales, es decir, señales que indican que alguna vez tuvo patas, que han desaparecido con el tiempo y han dejado solo un vestigio. De igual manera, en la columna vertebral del ser humano hay un vestigio que indica que, al igual que otros animales, en un tiempo tuvo cola, de la cual, según ellos, todavía quedan huellas. En una época ese miembro era útil pero, a medida que el ser humano fue evolucionando, perdió su utilidad y poco a poco desapareció. De igual forma, a medida que las serpientes comenzaron a vivir bajo la tierra y se convirtieron en reptiles, ya no necesitaron patas, por lo que estas desaparecieron y dejaron tras de sí un vestigio. La principal prueba que aducen es que estos miembros vestigiales ponen de manifiesto la existencia de miembros anteriores, que han desaparecido gradualmente por falta de uso y ya no tienen razón de existir. Así, los miembros hábiles y necesarios se han conservado, mientras que los innecesarios han desaparecido progresivamente a resultas de la transformación de la especie, pero han dejado un vestigio.

4. La primera respuesta a este argumento es que la anterioridad de los animales con respecto al ser humano no es prueba de que la esencia de la especie humana haya sido alterada o transformada, ni de que el hombre provenga del reino animal. Pues, en tanto que se reconoce que estos seres distintos han aparecido a lo largo del tiempo, es posible que el hombre simplemente se haya originado después del animal. Así, en el mundo vegetal observamos que los frutos de diferentes árboles no aparecen al mismo tiempo; al contrario, algunos aparecen al inicio de la temporada y otros después. Esta anterioridad no es prueba de que el fruto tardío de un árbol haya surgido del fruto anterior de otro.

5. En segundo lugar, estas pequeñas huellas y miembros vestigiales pudieran deberse a una gran sabiduría oculta que la mente humana no ha podido desentrañar todavía. ¡Cuántas cosas hay en este mundo cuya sabiduría oculta no se ha comprendido hasta el día de hoy! Así, se dice en fisiología —la ciencia de las relaciones entre los órganos del cuerpo— que aún se desconocen y permanecen ocultas la sabiduría oculta y la razón de ser de las diferencias en la coloración de los animales y el cabello humano, o el color rojo de los labios, o la variedad de colores de las aves. Sin embargo, se ha descubierto que el negro de la pupila del ojo se debe a que absorbe los rayos del Sol, pues si fuese de otro color, por ejemplo, totalmente blanca, no absorbería esos rayos. Pues bien, mientras se desconozca la sabiduría oculta de las cosas que hemos mencionado, bien podemos imaginar que también se desconoce la sabiduría y la razón de ser de los miembros vestigiales, ya sea en el animal o en el ser humano. No hay duda de que esa sabiduría oculta existe, aun cuando se desconozca.

6. En tercer lugar, aun suponiendo que ciertos animales, o incluso el hombre, poseyeran en otro tiempo miembros que ya han desaparecido, ello no constituiría prueba suficiente de la transformación de las especies. Pues el ser humano, desde la concepción del embrión hasta que alcanza la madurez, asume distintas formas y aspectos. Su apariencia, su forma, sus rasgos y su color cambian, es decir, pasa de una forma a otra y de un aspecto a otro. Sin embargo, desde la formación del embrión, pertenece a la especie humana; es decir, es el embrión de un ser humano y no el de un animal. Pero al principio este hecho no es evidente; solo después se hace patente y visible.

7. Por ejemplo, supongamos que el ser humano tuviera en otro tiempo un parecido con el animal, y que desde entonces haya evolucionado y se haya transformado. La validación de esta afirmación no es prueba de la transformación de la especie, sino que podría compararse con los cambios y las transformaciones que sufre el embrión hasta llegar a su pleno desarrollo y madurez, como se mencionó anteriormente. Para ser más explícitos, supongamos que en una época el hombre caminara a cuatro patas o tuviera cola: semejante cambio y transformación es similar al que sufre el feto en la matriz de la madre. Aunque el feto se desarrolla y evoluciona en todas las formas concebibles hasta alcanzar su pleno desarrollo, pertenece desde el principio a una especie inconfundible. Lo mismo puede decirse del reino vegetal, donde observamos que el carácter original y distintivo de la especie no cambia, en tanto que la forma, el color y el tamaño sí cambian, se transforman y evolucionan.

8. En resumen: así como el ser humano progresa, evoluciona y cambia de una forma y una apariencia a otra en el vientre de la madre, al tiempo que se mantiene desde el principio como un embrión humano, de igual manera se ha mantenido siempre como una esencia distinta —es decir, la especie humana— desde el comienzo de su formación en la matriz del mundo, y ha ido cambiando progresivamente de una forma a otra. Se deduce que este cambio de apariencia, esta evolución de los órganos y este crecimiento y desarrollo no excluyen la singularidad de la especie. Entonces, aun aceptando la realidad de la evolución y el progreso, con todo, desde el momento de su aparición, el ser humano ha poseído una composición perfecta y ha tenido la capacidad y el potencial de adquirir perfecciones espirituales y materiales y llegar a ser la encarnación del versículo «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra». Como mucho, se ha vuelto más grato, más refinado y agraciado y, como resultado de la civilización, ha salido de su estado salvaje, de la misma manera que los frutos se vuelven más selectos y dulces gracias al cultivo del jardinero y adquieren cada vez mayor delicadeza y vitalidad.

9. Los jardineros del mundo de la humanidad son los Profetas de Dios.

50
Pruebas espirituales de la singularidad del ser humano

1. Los argumentos que hemos aducido hasta ahora a favor del carácter singular de la especie humana han sido racionales. Ahora ofreceremos argumentos espirituales, que son realmente los fundamentales. Pues hemos establecido la existencia de Dios mediante argumentos racionales, e igualmente se ha establecido mediante argumentos racionales que el ser humano ha sido tal desde su mismo inicio y origen, y que la esencia de su especie ha existido desde la eternidad. Ahora presentaremos pruebas espirituales de que la existencia humana —es decir, la especie humana— es una existencia necesaria y que sin el ser humano no resplandecerían las perfecciones de la Divinidad. Pero estos son argumentos espirituales y no racionales.

2. Una y otra vez hemos dejado establecido con pruebas y argumentos que el ser humano es el más elevado de todos los seres y la suma de todas las perfecciones. En realidad, todas las cosas existentes son receptoras de la revelación de los esplendores divinos, es decir, que las señales de la Divinidad de Dios están manifiestas en las realidades de todas las cosas. Así como la Tierra es el lugar donde se reflejan los rayos del Sol —lo cual significa que la luz, el calor y la influencia del Sol son evidentes y están manifiestos en todos los átomos de la Tierra—, cada uno de los átomos del universo en este espacio infinito proclama alguna de las perfecciones de Dios. No hay nada que esté privado de esto: cada uno es una señal de la misericordia de Dios, o de Su poder, o de Su grandeza, o de Su justicia, o de Su providencia sustentadora, o de Su generosidad, o de Su visión, o de Su oído, o de Su conocimiento, o de Su gracia, y así sucesivamente.

3. Lo que queremos decir es que toda cosa existente es, por necesidad, receptora de los esplendores divinos; es decir, en ella se manifiestan y revelan las perfecciones de Dios. Es como el Sol que baña de luz el desierto, el mar, los árboles, los frutos y las flores: todo en la Tierra. Ahora bien, el mundo de la existencia —de hecho, cada cosa creada— proclama solo uno de los nombres de Dios; pero la realidad del ser humano es una realidad omnímoda y universal, y la receptora de la revelación de todas las perfecciones divinas. Es decir, en el ser humano existe una señal de cada uno de los nombres, atributos y perfecciones que asignamos a Dios. Si no fuera así, sería incapaz de imaginar y comprender estas perfecciones. Por ejemplo, decimos que Dios todo lo ve. El ojo es la señal de Su visión: si el ser humano careciera de esta facultad, ¿cómo podríamos imaginar la visión de Dios? Un ciego de nacimiento no puede imaginar lo que significa ver, igual que un sordo de nacimiento no puede imaginar lo que es oír, ni algo carente de vida puede imaginar lo que significa estar vivo.

4. Así, la divinidad de Dios, que es la totalidad de todas las perfecciones, se revela en la realidad del hombre; es decir, la Esencia Divina es la suma total de todas las perfecciones, y desde esta posición proyecta un rayo de Su esplendor sobre la realidad humana. En otras palabras, el Sol de la Verdad se refleja en este espejo. Así, el ser humano es un espejo perfecto dirigido hacia el Sol de la Verdad, y la sede de Su reflejo. En la realidad del hombre se manifiesta el esplendor de todas las perfecciones divinas, y por esta razón es el representante y apóstol de Dios. Si el ser humano no existiera, el universo carecería de resultado, ya que el propósito de la existencia es la revelación de las perfecciones divinas. Por ello, no podemos decir que hubo un tiempo en que no existía el ser humano. A lo sumo, podemos decir que hubo un tiempo en que la Tierra no existía, y que al principio el hombre no estaba presente en ella.

5. Ahora bien, desde el principio que no tiene principio hasta el fin que no tiene fin, siempre ha habido una Manifestación perfecta. Este Hombre al que nos referimos aquí no es cualquier hombre: nos referimos al Hombre Perfecto. Pues la parte más noble del árbol, y el propósito fundamental de su existencia, es el fruto. Un árbol sin fruto no sirve. Por lo tanto, no se puede imaginar que el mundo de la existencia, ya sea en los reinos superiores o inferiores, estuviese alguna vez poblado por vacas y asnos, gatos y ratones, y sin embargo careciera de la presencia del ser humano. ¡Qué noción más falsa y banal!

6. La palabra de Dios es tan patente como el Sol. Este es un argumento espiritual, pero no se puede presentar a los filósofos materialistas desde un principio. Más bien, primero debemos presentar los argumentos racionales y, solo posteriormente, los espirituales.

51
La aparición del espíritu y la mente en el ser humano

1. Pregunta: «¿La mente y el espíritu aparecieron en la especie humana desde el comienzo mismo de su crecimiento y desarrollo en la Tierra, o fue un proceso gradual? Y, en este último supuesto, ¿se logró en un breve lapso de tiempo o en el transcurso de un largo período?

2. Respuesta: el comienzo de la formación del hombre en el globo terráqueo es como la formación del embrión humano en la matriz de la madre. El embrión crece y se desarrolla progresivamente hasta que nace, y a partir de ahí sigue creciendo y desarrollándose hasta que llega a la etapa de la madurez. Si bien en la infancia ya están presentes en el ser humano las señales de la mente y el espíritu, no aparecen en un estado de perfección sino que permanecen incompletas. Pero cuando la persona alcanza la madurez, la mente y el espíritu se manifiestan en su máxima perfección.

3. Asimismo, al comienzo de su formación en la matriz del mundo, el hombre era como un embrión. Luego progresó paulatinamente de nivel, y creció y se desarrolló hasta alcanzar la etapa de la madurez, cuando la mente y el espíritu se manifestaron en su mayor perfección. Desde el comienzo de su formación, la mente y el espíritu existían, pero estaban ocultos y solo después se hicieron patentes. También en el mundo de la matriz, la mente y el espíritu existen en el embrión, pero están ocultos y solo aparecen posteriormente. Es como la semilla: el árbol existe en su interior pero está oculto y escondido; cuando la semilla crece y se desarrolla, aparece el árbol en su plenitud. De igual manera, el crecimiento y desarrollo de todos los seres se produce de manera gradual. Esta es la ley universal y divinamente decretada, y el orden natural. La semilla no se convierte en árbol de manera repentina; el embrión no se convierte en hombre de repente; la substancia mineral no se convierte en piedra en un momento; al contrario: todos crecen y se desarrollan gradualmente hasta que alcanzan el límite de la perfección.

4. Todos los seres, ya sean universales o particulares, fueron creados perfectos y completos desde el principio. Lo más que se puede decir es que las perfecciones solo se hacen patentes de forma gradual. La ley de Dios es una sola; la evolución de la existencia es una sola; el orden divino es uno solo. Todos los seres, grandes y pequeños, están sujetos a una sola ley y a un solo orden. Cada semilla tiene desde el principio todas las perfecciones de la planta. Es decir, todas las perfecciones vegetales existían en esa semilla desde el primer momento pero eran invisibles, y solo fueron apareciendo poco a poco. Así, de la semilla surge primero el tallo, luego las ramas, las hojas y las flores, y finalmente, los frutos. Sin embargo, desde el comienzo de su formación, todos existían en potencia dentro de la semilla, aunque en forma invisible. Igualmente, el embrión posee desde el principio todas las perfecciones, como son el espíritu, la mente, la vista, el olfato y el gusto —es decir, todas las facultades—, pero son invisibles y solo van apareciendo gradualmente.

5. De forma análoga, el globo terráqueo fue creado desde el comienzo con todos sus elementos, substancias, minerales, partes y componentes; pero fueron apareciendo de manera gradual: primero, los minerales; luego, las plantas; después, los animales; y finalmente el hombre. Pero estas categorías y especies estaban latentes en el reino terrenal desde el comienzo, y aparecieron gradualmente después. Pues la suprema ley de Dios y el orden natural universal abarcan todas las cosas y las someten a su mando. Cuando se observa este orden universal, se ve que nada en absoluto alcanza el límite de la perfección inmediatamente después de llegar a la existencia, sino que crece y se desarrolla poco a poco hasta llegar a esa etapa.

52
La aparición del espíritu en el cuerpo

1. Pregunta: ¿Cuál es la sabiduría de la aparición del espíritu en el cuerpo?

2. Respuesta: La sabiduría de la aparición del espíritu en el cuerpo es la siguiente: el espíritu humano ha sido confiado por Dios a nuestra custodia y debe atravesar todos los grados, ya que el trayecto y el paso por los niveles de la existencia es el medio para adquirir perfecciones. Así, por ejemplo, cuando una persona viaja de manera cuidadosa y metódica por muchos países y regiones diferentes, no hay duda de que ello será el medio de adquirir perfecciones, pues verá con sus propios ojos diversos sitios, escenas y regiones, llegará a saber sobre los asuntos y circunstancias de otras naciones, se familiarizará con la geografía de otras tierras, conocerá sus artes y maravillas, se informará de las costumbres, la conducta y el carácter de sus habitantes, será testigo de la civilización y los avances de la época, y estará al corriente del modo de gobierno, la capacidad y receptividad de cada país. De la misma manera, cuando el espíritu humano atraviesa los grados de la existencia y recorre cada grado y nivel —incluso el del cuerpo— sin duda adquirirá perfecciones.

3. Por otra parte, es necesario que las señales de las perfecciones del espíritu aparezcan en este mundo, a fin de que el reino de la creación dé frutos inagotables y que este cuerpo del mundo contingente reciba vida y ponga de manifiesto las dádivas divinas. Así, por ejemplo, los rayos del Sol deben brillar sobre la Tierra y su calor debe sustentar a todos los seres del planeta; si los rayos y el calor del Sol no llegaran a la Tierra, esta permanecería baldía y desolada, y su desarrollo se detendría. Asimismo, si no aparecieran en este mundo las perfecciones del espíritu, se volvería oscuro y totalmente animal. Mediante la aparición del espíritu en el cuerpo material es como recibe iluminación este mundo. Igual que el espíritu de la persona es la causa de la vida de su cuerpo, la totalidad del mundo es como un cuerpo, y el hombre, como su espíritu. Si no existiese el ser humano, si no se manifestaran las perfecciones del espíritu y la luz de la mente no brillara en este mundo, sería como un cuerpo sin espíritu.

4. Dicho de otra forma, este mundo es como un árbol y el ser humano es como el fruto; sin el fruto, el árbol no serviría.

5. Aparte de esto, los miembros del ser humano, sus partes constitutivas y su composición atraen y actúan como un imán para el espíritu: el espíritu está obligado a aparecer en él. Así, cuando un espejo está pulido, no puede sino atraer los rayos del Sol, iluminarse y reflejar imágenes espléndidas. Es decir, cuando estos elementos físicos se reúnen y se combinan entre sí conforme al orden natural y con la mayor perfección, se transforman en un imán para el espíritu, y el espíritu se manifiesta allí con todas sus perfecciones.

6. Desde esta perspectiva, uno no se pregunta «¿Por qué es necesario que los rayos del Sol caigan sobre el espejo?», ya que las relaciones que vinculan las realidades de todas las cosas, ya sean espirituales o materiales, exigen que, cuando el espejo esté pulido y orientado hacia el Sol, manifieste los rayos de este. De igual manera, cuando los elementos se organizan y combinan de acuerdo con la estructura, disposición y forma más elevadas, el espíritu humano aparece y se manifiesta en él. Este es el decreto del Todoglorioso, el Sapientísimo.

53
La conexión entre Dios y Su creación

1. Pregunta: ¿Cuál es la naturaleza de la conexión entre Dios y Su creación, entre el Absoluto e Inaccesible y todos los demás seres?

2. Respuesta: La conexión entre Dios y Su creación es la que media entre quien origina y lo originado, entre el Sol y los cuerpos oscuros del universo, entre el artesano y su obra. No solo es el Sol, en su esencia misma, independiente de todos los cuerpos que reciben su iluminación, sino que también su luz, en su esencia, trasciende la Tierra y es independiente de ella. Así, aunque la Tierra se nutre del Sol y es beneficiaria de su luz, el Sol y sus rayos están, sin embargo, muy por encima de su alcance. Si no fuese por el Sol, la existencia de la Tierra y de la vida terrestre sería imposible.

3. La procedencia de la creación a partir de Dios es una procedencia por emanación; es decir, la creación emana de Dios, no Lo manifiesta. Se trata de una conexión por emanación y no por manifestación. La luz del Sol emana del Sol, no lo manifiesta. La aparición mediante emanación es como la aparición de los rayos del Sol: la santificada Esencia del Sol de la Verdad no puede dividirse ni descender hasta la condición de la creación. Del mismo modo, el Sol no se divide ni desciende a la Tierra, sino que sus rayos —las efusiones de su gracia— emanan de él e iluminan los cuerpos oscuros.

4. Sin embargo, la aparición por manifestación es como la manifestación de las ramas, las hojas, las flores y los frutos a partir de la semilla; ya que la semilla misma se convierte en las ramas y el fruto, y su realidad se vuelca en ellos. Esta aparición por manifestación sería absoluta imperfección y totalmente imposible para el Altísimo, pues ello requeriría que la preexistencia incondicionada asumiese los atributos de lo originado, que la independencia absoluta se convirtiera en extrema pobreza, y que la esencia de la existencia llegara a ser pura inexistencia; y esto no es posible en modo alguno.

5. Por consiguiente, todas las cosas han emanado de Dios, es decir que, mediante Dios, todas las cosas se han hecho realidad y, mediante Él, ha llegado a existir el mundo contingente. Lo primero que emanó de Dios es esa realidad universal que los filósofos antiguos denominaban el «Primer Intelecto» y que el pueblo de Bahá llama la «Voluntad Primordial». Esta emanación, con respecto a su acción en el mundo de Dios, no está limitada por el tiempo ni el espacio, ni tampoco tiene comienzo ni fin pues, con respecto a Dios, el principio y el fin son una misma cosa. La preexistencia de Dios es esencial y temporal, mientras que la generación del mundo contingente es esencial, pero no temporal, como ya explicamos otro día en torno a la mesa.

6. Si bien el Primer Intelecto no tiene principio, ello no quiere decir que participe de la preexistencia de Dios, pues, en relación con la existencia de Dios, la existencia de esa Realidad universal es la mera nada: ni siquiera se puede decir que exista, cuánto menos que participe de la preexistencia de Dios. En una ocasión anterior se explicó este tema.

7. En cuanto a las cosas creadas, su vida consiste en la composición, y su muerte, en la descomposición. Sin embargo, la materia y los elementos universales no pueden destruirse y aniquilarse totalmente. Al contrario, su aniquilación es mera transformación. Por ejemplo, cuando la persona muere, su cuerpo se transforma en polvo, pero no se vuelve inexistencia absoluta: conserva una existencia mineral, pero se ha producido una transformación, y esa composición ha sido sometida a la descomposición. Lo mismo ocurre con la aniquilación de todos los demás seres, ya que la existencia no se torna absoluta inexistencia, y la absoluta inexistencia no adquiere existencia.

54
El espíritu humano procede de Dios

1. Pregunta: ¿De qué manera procede de Dios el espíritu humano, pues en la Torá se dice que Dios insufló el espíritu en el cuerpo del hombre?

2. Respuesta: Has de saber que la procedencia es de dos clases: procedencia y aparición por emanación, y procedencia y aparición por manifestación. La procedencia por emanación es como la de una obra que procede de su autor. Por ejemplo, un escrito procede del escritor. Entonces, al igual que el escrito emana del escritor, y el discurso, del orador, así también el espíritu humano emana de Dios. Pero no Lo manifiesta; es decir, no se ha separado parte alguna de la Realidad Divina para entrar en el cuerpo del hombre. Más bien, así como la palabra emana del hablante, el espíritu humano ha emanado y ha aparecido en el cuerpo del hombre.

3. En cuanto a la procedencia por manifestación, se trata de la manifestación de una cosa en otras formas, como la procedencia de este árbol o esta flor de sus semillas, ya que la semilla misma se ha puesto de manifiesto en forma de ramas, hojas y flores. Esto se llama procedencia por manifestación.

4. Los espíritus humanos proceden de Dios por emanación, de la misma manera que el discurso procede del orador, y el escrito, del escritor; es decir, el orador no se convierte él mismo en el discurso, como tampoco el escritor deviene en el escrito: la conexión es más bien de procedencia por emanación. Pues el orador se mantiene en un estado absoluto de capacidad y poder a medida que el discurso emana de él, al igual que una acción emana de su autor. El verdadero Orador, la Esencia Divina, permanece siempre en la misma condición y no experimenta ningún cambio ni alteración, ninguna transformación ni vicisitud. No tiene principio ni fin. Por lo tanto, la procedencia de los espíritus humanos de Dios es una procedencia por emanación. Cuando en la Torá se dice que Dios insufló Su espíritu en el hombre, dicho espíritu viene a ser como las palabras que han emanado del verdadero Orador y han surtido efecto en la realidad del ser humano.

5. Ahora bien, si entendiéramos la procedencia por manifestación como «aparición» en vez de «división en partes», ya hemos dicho que esta es la manera de la procedencia y aparición del Espíritu Santo y de la Palabra, que provienen de Dios. Tal como consta en el Evangelio de Juan: «En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios». Se desprende entonces de ello que el Espíritu Santo y la Palabra son la aparición de Dios y consisten en las perfecciones divinas que resplandecieron en la realidad de Cristo. Y estas perfecciones estaban con Dios, igual que el Sol que manifiesta la plenitud de su gloria en un espejo. Pues la Palabra no significa el cuerpo de Cristo sino las perfecciones divinas manifiestas en Él. Así, Cristo era como un espejo inmaculado que estaba orientado hacia el Sol de la Verdad, y las perfecciones de ese Sol, es decir, su luz y su calor se manifestaban claramente en ese espejo. Si miramos en el espejo, vemos el Sol y decimos que es el Sol. Por lo tanto, la Palabra y el Espíritu Santo, que consisten en las perfecciones de Dios, son la aparición divina. Este es el significado del versículo del Evangelio que dice «la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios»; pues las perfecciones divinas no pueden distinguirse de la Esencia Divina. Las perfecciones de Cristo se denominan la Palabra, ya que todas las cosas creadas son como letras aisladas, y las letras aisladas no transmiten un significado completo; en tanto que las perfecciones de Cristo son como una palabra entera, pues de una palabra se puede deducir un significado completo. Puesto que la realidad de Cristo era la manifestación de las perfecciones divinas, era como una palabra. ¿Por qué? Porque contenía un significado completo, y por eso se ha llamado la Palabra.

6. Y has de saber que el hecho de que la Palabra y el Espíritu Santo procedan de Dios, lo cual es una procedencia y aparición por manifestación, no debe interpretarse como que la realidad de la Divinidad se haya dividido o multiplicado, ni que haya descendido de sus alturas de pureza y santidad. ¡Dios no lo quiera! Si se colocase frente al Sol un espejo diáfano e inmaculado, la luz y el calor, la forma y la imagen del Sol aparecerían en este en tal forma que, si un observador dijese «Esto es el Sol», diría la verdad. Sin embargo, el espejo es el espejo y el Sol es el Sol. El Sol es solo uno, y sigue siendo uno solo aun cuando aparezca en numerosos espejos. Aquí no cabe inherencia, salida, mezcla ni descenso; puesto que salida, regreso, inherencia, descenso y mezcla pertenecen a las características y requisitos de los cuerpos, no de los espíritus: cuánto menos a la sagrada y santificada Realidad de la Divinidad. ¡Muy elevado está Dios por encima de todo cuanto no sea digno de Su santidad y gloria, y excelso es Él en las alturas de Su sublimidad!

7. Como hemos dicho, el Sol de la Verdad ha permanecido siempre en la misma condición y no sufre cambio ni alteración, ni tampoco transformación ni vicisitud. No tiene principio ni fin. Pero la trascendente Realidad de la Palabra de Dios es como un espejo diáfano, inmaculado y resplandeciente, en el cual se reflejan el calor y la luz, la forma y la imagen del Sol de la Verdad: es decir, todas sus perfecciones. Por eso dice Cristo en el Evangelio «El Padre está en el Hijo», queriendo decir que el Sol de la Verdad brilla con esplendor en este espejo. ¡Glorificado sea Aquel que ha derramado Su esplendor sobre esta Realidad que está por encima de todo lo creado!

55
Espíritu, alma y mente

1. Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre mente, espíritu y alma?

2. Respuesta: Ya se ha explicado que, en general, el espíritu se divide en cinco categorías: el espíritu vegetal, el espíritu animal, el espíritu humano, el espíritu de fe y el Espíritu Santo.

3. El espíritu vegetal es la capacidad de crecimiento, que se genera en la semilla mediante la influencia de otras cosas creadas.

4. El espíritu animal es esa facultad omnímoda de percepción que se logra mediante la combinación y composición de los elementos. Cuando esta composición se desintegra, ese espíritu perece igualmente y se vuelve inexistente. Puede compararse con esta lámpara: cuando se reúnen y combinan el aceite, la mecha y la llama, se enciende; y cuando esta combinación se desintegra, es decir, cuando las partes constitutivas se separan unas de otras, también se extingue la lámpara.

5. El espíritu humano, que distingue al hombre del animal, es el alma racional, y estos dos términos —el espíritu humano y el alma racional— designan una misma cosa. Dicho espíritu, que en la terminología de los filósofos se llama alma racional, abarca todas las cosas y, hasta donde lo permite la capacidad humana, descubre sus realidades y toma conocimiento de las propiedades y efectos, las características y condiciones de las cosas terrenales. Ahora bien, a menos que sea asistido por el espíritu de fe, el espíritu humano no puede llegar a conocer los misterios divinos y las realidades celestiales. Es como un espejo que, aunque diáfano, brillante y pulido, necesita la luz. Hasta que no se pose sobre él un rayo de luz, no podrá descubrir los misterios divinos.

6. En cuanto a la mente, es la facultad del espíritu humano. El espíritu es como la lámpara, y la mente, como la luz que esta irradia. El espíritu es como el árbol, y la mente, como el fruto. La mente es la perfección del espíritu y un atributo necesario del mismo, así como los rayos del Sol son un requisito esencial del propio Sol.

7. Esta explicación, aunque breve, es completa. Reflexiona sobre ella y, Dios mediante, entenderás los detalles.

56
Las facultades externas e internas del ser humano

Hay cinco facultades materiales externas en el ser humano, que son los medios de percepción; es decir, cinco facultades a través de las cuales percibe las cosas materiales. Son la vista, que percibe las formas sensibles; el oído, que percibe sonidos audibles; el olfato, que percibe los olores; el gusto, que percibe las cosas comestibles; y el tacto, que está distribuido por todo el cuerpo y percibe las realidades tangibles. Estas cinco facultades perciben los objetos externos.

2. El ser humano tiene asimismo varias facultades espirituales: la facultad de la imaginación, que forma una imagen mental de las cosas; el pensamiento, que reflexiona sobre las realidades de las cosas; la comprensión, que entiende estas realidades; y la memoria, que retiene todo cuanto ha imaginado, ha pensado y ha entendido. El intermediario entre estas cinco facultades externas y las internas es una facultad común, un sentido que media entre ellas y que transmite a las facultades internas cuanto quiera que hayan percibido las facultades externas. Se denomina facultad común porque es común a las facultadas externas e internas.

3. Por ejemplo, la vista, que es una de las facultades externas, ve y percibe esta flor y transmite esta percepción a la capacidad interna de la facultad común; la facultad común la transmite a la facultad de la imaginación, que a su vez concibe y forma esta imagen y la transmite a la facultad del pensamiento; la facultad del pensamiento reflexiona sobre ella y, habiendo captado su realidad, la transmite a la facultad de la comprensión; la comprensión, una vez la ha entendido, entrega la imagen del objeto perceptible a la memoria, y la memoria la guarda en su depósito.

4. Las facultades externas son cinco: la facultad de la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto. Las facultades internas también son cinco: la facultad común y las facultades de la imaginación, el pensamiento, la comprensión y la memoria.

57
Las diferencias de carácter en las personas

1. Pregunta: ¿Cuántos tipos de carácter existen en las personas, y cuáles son las causas de las diferencias y variaciones entre ellos?

2. Respuesta: Tenemos el carácter innato, el carácter heredado y el carácter adquirido, que se adquiere mediante la educación.

3. En lo que respecta al carácter innato, si bien la naturaleza innata que Dios le ha conferido al ser humano es completamente buena, difiere entre las personas según el grado en que se encuentren: todos los grados son buenos, pero algunos lo son más que otros. Así, todo ser humano posee inteligencia y capacidad. No obstante, la inteligencia, la capacidad y las aptitudes varían de una persona a otra. Esto es de por sí evidente.

4. Por ejemplo, imagina un grupo de niños del mismo lugar y la misma familia, que van a la misma escuela y reciben instrucción del mismo maestro, han crecido con la misma alimentación y en el mismo clima, se visten con la misma ropa y aprenden las mismas lecciones. No hay duda de que, entre estos niños, algunos llegarán a ser expertos en las artes y las ciencias, algunos tendrán una aptitud mediana y algunos serán poco capaces. Por lo tanto, está claro que en la naturaleza innata del ser humano hay diferencias de grado, de aptitud y de capacidad, pero no es una cuestión de bueno o malo: es meramente una diferencia de grado. Uno ocupa el grado más alto, otro el grado intermedio y otro el grado más bajo. Por ejemplo, el ser humano, el animal, la planta y el mineral existen, pero la existencia de estas cuatro clases de seres es diferente. De hecho, ¡qué grande es la diferencia entre la existencia del hombre y la del animal! Sin embargo, todos existen, y es evidente que en la existencia hay diferencias de grados.

5. En cuanto a las diferencias en el carácter heredado, nacen de la fortaleza o debilidad de la constitución humana; es decir, si los padres son de constitución débil, los hijos lo serán también, y si son fuertes, los hijos serán igualmente robustos. Además, la excelencia del linaje ejerce una gran influencia, pues la buena semilla es como la cepa de calidad superior que se da asimismo entre las plantas y los animales. Por ejemplo, se observa que los hijos nacidos de padre y madre débiles y enfermizos tienen por naturaleza una constitución y nervios débiles, carecen de paciencia, resistencia, resolución y perseverancia, y son impulsivos, puesto que han heredado la debilidad y la flaqueza de los padres.

6. Al margen de esto, algunas familias y progenies han sido escogidas para recibir una bendición especial. Así, los descendientes de Abraham recibieron la particular bendición de que todos los Profetas de la Casa de Israel aparecieron de entre ellos. Esta es una bendición que Dios confirió a ese linaje. Moisés, tanto por parte de Su padre como de Su madre, Cristo, por parte de Su madre, Muḥammad, el Báb y todos los Profetas y Santos de Israel pertenecen a ese linaje. Bahá’u’lláh también es descendiente directo de Abraham, ya que Abraham, además de Ismael e Isaac, tuvo otros hijos que en aquella época emigraron a regiones de Persia y Afganistán, y la Bendita Belleza es uno de sus descendientes.

7. Luego es evidente que también existe el carácter heredado, a tal punto que, si el carácter de alguien no se adecua al de sus antepasados, no se le considerará como miembro de ese linaje en espíritu, aun cuando en cuerpo sea uno de sus descendientes. Tal es el caso de Canaán, que no se cuenta entre los descendientes de Noé.

8. En cuanto a las diferencias de carácter debidas a la educación, son ciertamente grandes ya que la educación ejerce una enorme influencia. Mediante la educación, los ignorantes llegan a ser doctos; los cobardes, valerosos; la rama torcida se endereza; la fruta áspera y amarga de las montañas se vuelve dulce y jugosa, y la flor de cinco pétalos produce un centenar de pétalos. Mediante la educación, las naciones bárbaras se civilizan, e incluso los animales adquieren hábitos humanos. A la educación debe dársele la mayor importancia, pues, así como las enfermedades se transmiten fácilmente en el mundo de los cuerpos, asimismo el carácter se transmite fácilmente en el dominio de los corazones y los espíritus. Las diferencias debidas a la educación son enormes y ejercen una gran influencia.

9. Ahora bien, alguien podría decir que, puesto que la capacidad y las aptitudes de las almas difieren, esa diferencia de capacidad lleva inevitablemente a una diferencia de carácter. Pero no es así, pues la capacidad es de dos clases: innata y adquirida. La capacidad innata, que es creación de Dios, es totalmente buena: en la naturaleza innata no hay mal. Sin embargo, la capacidad adquirida puede llegar a ser causa de mal. Por ejemplo, Dios ha creado a todos los seres humanos de tal manera, y les ha conferido tal capacidad y disposición, que se benefician del azúcar y de la miel, y los perjudica o destruye el veneno. Esta es una capacidad y disposición innata que Dios ha conferido a todos por igual. Pero el hombre puede comenzar a tomar veneno poco a poco e ingerir una pequeña cantidad cada día, e ir aumentándola progresivamente, hasta que llega al punto de que perece si no consume varios gramos de opio cada día y se alteran por completo sus capacidades innatas. Observa cómo pueden cambiar totalmente la capacidad y la disposición innatas mediante la variación del hábito y el adiestramiento, hasta el punto de pervertirse por completo. No es en razón de su capacidad y disposición innatas que se reprocha a los malvados, sino por lo que ellos mismos han adquirido.

10. En la naturaleza innata de las cosas no hay mal: todo es bueno. Esto es así aun en el caso de ciertos atributos y disposiciones aparentemente censurables que parecen inherentes a ciertas personas, pero que en realidad no son reprensibles. Por ejemplo, desde el comienzo de su vida, se puede ver en un niño de pecho señales de avaricia, enfado y mal genio; y, por tanto, podría argüirse que el bien y el mal son innatos en la realidad de los seres humanos, y que esto es contrario a la pura bondad de la naturaleza innata y de la creación. La respuesta es que la avaricia, que significa exigir siempre más, es una cualidad loable siempre que se exhiba en las circunstancias adecuadas. Así, si una persona muestra avaricia en la adquisición de ciencias y conocimiento, o en el ejercicio de la compasión, el altruismo y la justicia, ello es altamente encomiable. Y si dirige su enojo y su ira contra los tiranos sanguinarios que son como bestias feroces, esto es también altamente encomiable. Pero si ostenta estas características en otras condiciones, ello merece reproche.

11. Por tanto, se desprende que en la existencia y la creación no existe en absoluto el mal, pero cuando las cualidades innatas del hombre se usan de manera ilícita, se tornan reprobables. Así, si una persona rica y generosa le da limosna a un pobre para que la gaste en sus necesidades, y este la gasta de manera inadecuada, eso es reprensible. Lo mismo ocurre con todas las cualidades innatas de la persona, que constituyen el capital de la vida humana: si se manifiestan y se emplean de manera inadecuada, se vuelven reprochables. Está claro, entonces, que la naturaleza innata es absolutamente buena.

12. Observa que la peor de todas las características y el atributo más execrable, y el fundamento mismo de todo mal, es la mentira; y que no se puede imaginar una característica más dañina y reprobable en toda la existencia. Anula todas las perfecciones humanas y origina innumerables vicios. No hay peor atributo que este, y es la base de toda maldad. Ahora bien, pese a todo esto, si un médico consuela a su paciente, diciéndole: «Gracias a Dios, está mejorando y hay esperanza de que se recupere», aunque estas palabras sean contrarias a la verdad, a veces apaciguan la mente del paciente y pasan a ser el medio de curar la enfermedad. Y esto no es reprochable.

13. Esta pregunta ahora ha quedado totalmente aclarada. ¡Salud!

58
El alcance y la limitación de la comprensión humana

1. Pregunta: ¿Hasta dónde llega la comprensión humana y qué limitaciones tiene?

2. Respuesta: Has de saber que la comprensión varía. Su grado más bajo consiste en los sentidos del reino animal, es decir, las sensaciones naturales que provienen de las facultades de los sentidos externos. Esta comprensión es común a los seres humanos y los animales y, de hecho, algunos animales superan en este aspecto al hombre. Sin embargo, en el reino humano la comprensión difiere y varía según los distintos grados en que se halle la persona.

3. El grado más elevado de comprensión en el mundo de la naturaleza es el del alma racional. Esta facultad y comprensión la tienen en común todos los seres humanos, ya sean negligentes o conscientes, descaminados o fieles. En la creación de Dios, el alma racional del ser humano engloba y sobrepasa a todas las demás cosas creadas; las engloba a todas debido a su nobleza y distinción. Mediante la facultad del alma racional, el ser humano puede descubrir las realidades de las cosas, comprender sus propiedades y penetrar en los misterios de la existencia. Todas las ciencias, las ramas del conocimiento, las artes, las invenciones, las instituciones, los proyectos y descubrimientos han sido resultado de la comprensión del alma racional. Anteriormente eran secretos impenetrables, misterios ocultos y realidades desconocidas, y el alma racional los ha descubierto progresivamente y los ha sacado del plano invisible al dominio de lo visible. Esta es la facultad de comprensión más grande del mundo de la naturaleza, y el límite extremo de su alcance es comprender las realidades, las señales y propiedades de las cosas contingentes.

4. Pero el Intelecto universal divino, que trasciende a la naturaleza, es la efusiva gracia del Poder preexistente. Abarca todas las realidades existentes y participa de las luces y misterios de Dios. Es un poder omnisciente, no un poder de investigación ni de los sentidos. El poder espiritual asociado al mundo de la naturaleza es el poder investigador, y mediante la investigación descubre las realidades y propiedades de las cosas. Pero el poder intelectual divino, que está por encima de la naturaleza, engloba, conoce y comprende todas las cosas, es consciente de los misterios, las verdades y los significados íntimos divinos, y descubre las verdades ocultas del Reino. Este poder intelectual divino está limitado a las santas Manifestaciones y a las Auroras de la condición profética. Un rayo de esa luz se posa en los espejos de los corazones de los justos para que ellos también obtengan, por medio de las santas Manifestaciones, una parte y beneficio de ese poder.

5. Las santas Manifestaciones tienen tres rangos: la realidad corporal, la realidad del alma racional, y el rango de manifestación divina perfecta y de esplendor celestial. Sus cuerpos perciben las cosas solo de acuerdo con la capacidad del mundo material; por eso, a veces han expresado debilidad física. Por ejemplo: «Estaba dormido e inconsciente; la brisa de Dios sopló sobre Mí, Me despertó y Me ordenó que proclamara Su llamado». O cuando Cristo fue bautizado a los treinta años y el Espíritu Santo descendió sobre Él, sin haberse manifestado en Él anteriormente. Todas estas cosas se refieren a la realidad corporal de las Manifestaciones; pero su realidad divina engloba todas las cosas, es consciente de todos los misterios, está informada de todos los signos y tiene supremo dominio sobre todas las cosas. Y esto es válido tanto para antes como para después de que les fuera anunciada Su misión. Por eso Cristo dijo: «Soy el Alfa y la Omega, el primero y el último»; es decir, nunca ha habido ni jamás habrá en Mí cambio ni alteración alguna.

59
La comprensión que el hombre tiene de Dios

1. Pregunta: ¿Hasta qué punto puede la percepción humana comprender a Dios?

2. Respuesta: Este tema requiere mucho tiempo y será difícil explicarlo en torno a la mesa. No obstante, ofreceremos una breve explicación.

3. Has de saber que hay dos clases de conocimiento: el conocimiento de la esencia de una cosa y el conocimiento de sus atributos. La esencia de cada cosa se conoce solo a través de sus atributos; de otra forma, esa esencia es desconocida e impenetrable.

4. Dado que nuestro conocimiento de las cosas, incluso de las creadas y sujetas a limitaciones, es de sus atributos y no de su esencia, ¿cómo ha de ser posible entender en su esencia la ilimitada realidad de la Divinidad? Pues la esencia íntima de una cosa no puede conocerse jamás, solo sus atributos. Por ejemplo, la realidad íntima del Sol se desconoce, pero se entiende a través de sus atributos, que son el calor y la luz. La esencia íntima del ser humano es desconocida e impenetrable, pero se conoce y caracteriza por sus atributos. Por tanto, toda cosa llega a conocerse por sus atributos y no por su esencia. Aun cuando la mente humana abarca todas las cosas, y todas las cosas externas son a su vez abarcadas por ella, estas son desconocidas con respecto a su esencia y solo pueden conocerse con respecto a sus atributos. Entonces, ¿cómo se puede conocer en Su Esencia al Señor antiguo y sempiterno, Quien está por encima de toda comprensión e imaginación? Es decir, puesto que las cosas creadas solo pueden conocerse por sus atributos y no en su esencia, la realidad de la Divinidad, asimismo, debe ser desconocida con respecto a su esencia y conocida únicamente con respecto a sus atributos.

5. Además, ¿cómo puede una realidad que tiene un origen abarcar aquella Realidad que ha existido desde toda la eternidad? Pues la comprensión es resultado de la acción de abarcar —una acción que debe producirse para que la comprensión tenga lugar— en tanto que la Esencia Divina es omnímoda y nunca podrá ser abarcada.

6. Por otra parte, las diferencias de grado en el mundo de la creación son un obstáculo para el conocimiento. Por ejemplo, dado que este mineral pertenece al reino mineral, por mucho que se eleve, jamás podrá comprender la facultad de crecimiento. Las plantas y los árboles, por mucho que progresen, no pueden imaginarse la facultad de la vista o de los demás sentidos. El animal no puede imaginar el nivel humano, es decir, sus facultades espirituales. Así pues, las diferencias de grado son un obstáculo para el conocimiento: el grado inferior no puede comprender el superior. ¿Cómo puede, entonces, una realidad que ha sido generada comprender aquella Realidad que ha existido desde toda la eternidad?

7. En consecuencia, conocer a Dios quiere decir comprender y conocer Sus atributos y no Su Realidad. Y aun este conocimiento de Sus atributos llega solo hasta donde lo permiten la capacidad y las facultades humanas, y es totalmente insuficiente. La filosofía consiste en comprender las realidades de las cosas como son en sí mismas, hasta donde lo permitan las facultades humanas. La realidad generada no tiene más recurso que comprender los atributos preexistentes dentro de los límites intrínsecos de la capacidad humana. El reino invisible de la Divinidad está muy por encima y mucho más allá de la comprensión de todos los seres, y todo cuanto pueda ser imaginado es mero entendimiento humano. La facultad del entendimiento humano no abarca la realidad de la Esencia Divina: a lo único que una persona podría aspirar es comprender los atributos de la Divinidad, cuya luz se manifiesta y resplandece en el mundo y dentro de las almas humanas.

8. Cuando examinamos el mundo y las almas humanas, las lúcidas señales de las perfecciones de la Divinidad aparecen de forma clara y manifiesta, pues las realidades de todas las cosas dan testimonio de la existencia de una Realidad universal. La realidad de la Divinidad es como el Sol, que desde las alturas de su trascendencia brilla sobre todas las regiones, y de cuyo resplandor participan todos los países y todas las almas. Si no fuese por esa luz y ese resplandor, nada podría existir. Ahora bien, todas las cosas creadas dan testimonio de esa luz, participan de sus rayos y obtienen su parte de ella, mas la plenitud del esplendor de las perfecciones, mercedes y atributos de la Divinidad irradia desde la realidad del Hombre Perfecto, es decir, ese Ente singular que es la Manifestación universal de Dios. Pues cada uno de los demás seres ha recibido solo una parte de esa luz, pero la Manifestación universal de Dios es el espejo orientado hacia ese Sol, que se manifiesta en él con todas sus perfecciones, atributos, señales y efectos.

9. El conocimiento de la realidad de la Divinidad no es en absoluto posible, pero el conocimiento de las Manifestaciones de Dios es el conocimiento de Dios, ya que en ellas se manifiestan las dádivas, los esplendores y atributos de Dios. Por tanto, quien alcanza el conocimiento de las Manifestaciones de Dios alcanza el conocimiento de Dios, y quien permanece desatento queda privado de ese conocimiento. Luego, queda claramente establecido que las santas Manifestaciones son los centros focales de las dádivas, señales y perfecciones celestiales. ¡Bienaventurados quienes reciben la luz de las dádivas divinas de esas Auroras luminosas!

10. Abrigamos la esperanza de que los amados de Dios, como una fuerza de atracción, extraigan estas dádivas de su fuente misma y se levanten con tal luminosidad y ejerzan tal influencia que lleguen a ser señales patentes del Sol de la Verdad.

60
La inmortalidad del espíritu (1)

Habiendo establecido la existencia del espíritu humano, debemos ahora demostrar su inmortalidad.

2. En los libros sagrados se hace mención de la inmortalidad del espíritu, que es el fundamento mismo de las religiones divinas. Pues se dice que las recompensas y los castigos son de dos clases: unos son recompensas y castigos existenciales, y otros, recompensas y castigos finales. El paraíso y el infierno existencial se encuentran en todos los mundos de Dios, ya sea en este mundo o en los dominios celestiales del espíritu, y obtener esas recompensas es alcanzar la vida sempiterna. Por eso Cristo dijo: Actuad de tal manera que alcancéis vida eterna, nazcáis del agua y del espíritu, y entréis así en el Reino.

3. Las recompensas existenciales consisten en las virtudes y perfecciones que adornan la realidad humana. Por ejemplo, la persona estaba sumida en la oscuridad y se vuelve luminosa; era ignorante y se vuelve instruida; era descuidada y se vuelve consciente; estaba dormida y despierta; estaba muerta y es resucitada; estaba ciega y comienza a ver; estaba sorda y comienza a oír; era terrenal y se torna celestial; era material y llega a ser espiritual. Mediante estas recompensas, vuelve a nacer en espíritu, es creada de nuevo y se convierte en la manifestación del versículo del Evangelio que dice que los Apóstoles «no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios»; es decir, se libraron de las características y cualidades animales que son inherentes a la naturaleza humana, y adquirieron atributos divinos, que son la efusiva gracia de Dios. Esto es lo que verdaderamente significa haber nacido de nuevo. Pues para semejantes almas no existe mayor tormento que estar veladas de Dios, ni peor castigo que los caracteres egoístas, los atributos perversos, la bajeza de carácter y la inmersión en deseos carnales. Cuando estas almas se libran de la oscuridad de estos vicios mediante la luz de la fe, cuando son iluminadas por los rayos del Sol de la Verdad y dotadas de toda virtud humana, estiman que ello supone la mayor recompensa y lo consideran el verdadero paraíso. Del mismo modo, consideran que el castigo espiritual, es decir, el tormento y castigo existencial, consiste en estar sujeto al mundo de la naturaleza, estar separado de Dios como por un velo, ser ignorante e inconsciente, estar absorto en deseos codiciosos, dejarse arrastrar por vicios animales, caracterizarse por malos atributos como la falsedad, la tiranía y la iniquidad, el apego a las cosas mundanas y la inmersión en fantasías satánicas, todo lo cual consideran como el mayor de los tormentos y castigos.

4. Las recompensas finales, que consisten en la vida sempiterna, han sido detalladas en todas las escrituras sagradas. Son las perfecciones divinas, las dádivas eternas y la dicha permanente. Las recompensas finales son los dones y las perfecciones que la persona alcanza en los dominios celestiales después de su ascensión de este mundo, en tanto que las recompensas existenciales son esas verdaderas y luminosas perfecciones que se logran estando en este mundo, y que son la causa de la vida sempiterna. Pues las recompensas existenciales constituyen el avance de la existencia misma y son análogas al paso del ser humano desde la etapa del embrión a la etapa de la madurez, cuando llega a ser la encarnación del versículo «¡Santificado sea el Señor, el más excelente de todos los creadores!» Las recompensas finales consisten en mercedes y dádivas espirituales, como los múltiples dones de Dios conferidos después de la ascensión del alma, el logro del deseo del corazón y la reunión con Él en el dominio sempiterno. De forma análoga, las penas y los castigos finales consisten en estar privado de las mercedes especiales y las dádivas infalibles de Dios y quedar hundido en los niveles más bajos de la existencia. Y quien esté desprovisto de estos favores, aunque continúe existiendo después de la muerte, se cuenta entre los muertos a los ojos del pueblo de la verdad.

5. Una prueba racional de la inmortalidad del espíritu es que de algo inexistente no se produce ningún efecto; es decir, es imposible que surja un efecto de la nada absoluta, ya que el efecto de una cosa es secundario respecto a su existencia, y lo secundario está sujeto a la existencia de lo primario. Así, de un sol inexistente no pueden emanar rayos; de un mar inexistente no pueden romper olas; de una nube inexistente no puede caer lluvia; de un árbol inexistente no puede haber fruto; de una persona inexistente no puede aparecer ni producirse nada. Por lo tanto, toda vez que los efectos de la existencia son visibles, prueban que el autor de esos efectos existe.

6. Observa cómo ha perdurado la soberanía de Cristo hasta hoy. ¿Cómo puede una soberanía de semejante grandeza manifestarse de un soberano inexistente? ¿Cómo pueden levantarse semejantes olas de un océano inexistente? ¿Cómo pueden soplar esas brisas celestiales de un jardín inexistente? Observa que tan pronto como se desintegran las partes constitutivas de algo, ya sea mineral, vegetal o animal, y se disuelve su composición elemental, desaparece cualquier efecto, influencia y vestigio de ello. Pero ese no es el caso del espíritu y la realidad humana, que continúan manifestando sus señales, ejerciendo su influencia y prolongando sus efectos aun después de la disociación y descomposición de las diversas partes y miembros del cuerpo.

7. Esta cuestión es muy sutil: reflexiona sobre ella atentamente. Es una prueba racional que ofrecemos, para que las mentes racionales la sopesen en la balanza de la razón y la imparcialidad. Mas si el espíritu humano se siente gozoso y atraído hacia el Reino, si el ojo interior está abierto y el oído espiritual sintonizado, y si llegan a predominar los sentimientos espirituales, la inmortalidad del espíritu se verá con la misma claridad que el Sol y las buenas nuevas e indicios celestiales rodearán ese espíritu.

8. Mañana ofreceremos otras pruebas.

61
La inmortalidad del espíritu (2)

1. Ayer examinábamos la inmortalidad del espíritu. Has de saber que la influencia y la percepción del espíritu humano es de dos clases; es decir, el espíritu humano tiene dos modos de operar y comprender. Un modo es por mediación de los instrumentos y órganos corporales. Así, ve con los ojos, oye con los oídos y habla con la lengua. Estas son acciones del espíritu y funciones de la realidad humana, pero se dan por mediación de instrumentos corporales. Por tanto, el espíritu es el que ve, pero mediante los ojos; el espíritu es el que oye, pero mediante los oídos; el espíritu es el que habla, pero mediante la lengua.

2. El otro modo en que el espíritu actúa y ejerce su influencia es sin estos instrumentos y órganos corporales. Por ejemplo, en el estado de sueño, ve sin ojos, oye sin oídos, habla sin lengua, corre sin pies: en resumen, ejerce todas estas facultades sin la mediación de instrumentos ni órganos. ¡Cuántas veces ocurre que el espíritu tiene un sueño mientras está dormido, y su significado se materializa con exactitud dos años después! Asimismo, cuántas veces ocurre que en el mundo de los sueños el espíritu resuelve un problema que no podía resolver en estado de vigilia. Estando despierto, el ojo solo ve una distancia corta, pero en el dominio de los sueños alguien que está en el Oriente puede ver el Occidente. Estando despierto, ve solo el presente; en el sueño, ve el futuro. Estando despierto, con el medio más rápido, viaja a una velocidad de setenta millas por hora, a lo sumo; en el sueño, atraviesa el Oriente y el Occidente en un abrir y cerrar de ojos. El espíritu puede viajar de dos maneras: sin instrumentos, o viaje espiritual, y con instrumentos, o viaje material, igual que las aves, que vuelan o son transportadas en un vehículo.

3. Mientras duerme, este cuerpo físico está como muerto: no ve, ni oye, ni siente. No tiene consciencia ni percepción: sus facultades están en suspenso. Aun así, el espíritu no solo sigue vivo y presente, sino que ejerce una influencia mayor, se remonta a alturas más sublimes y posee una comprensión más profunda. Sostener que el espíritu queda aniquilado con la muerte del cuerpo es imaginar que un pájaro enjaulado muere si se rompe la jaula, aunque el pájaro no tiene nada que temer de la destrucción de la jaula. Este cuerpo es como la jaula, y el espíritu es como el pájaro. Vemos que este pájaro, libre de las trabas de su jaula, vuela libremente en el mundo del sueño. Por lo tanto, si se rompe la jaula, el pájaro no solo seguirá existiendo sino que sus sentidos se agudizarán, su percepción se hará más amplia y su regocijo se hará más intenso. En realidad, supondrá dejar un sitio de tormento por un paraíso delectable, pues para los pájaros agradecidos no hay mayor paraíso que ser liberados de su jaula. Así es cómo los mártires corren hacia el campo del sacrificio con la mayor alegría y exultación.

4. En estado de vigilia, el ojo humano llega a ver, a lo sumo, hasta una hora de distancia, pues solo hasta ahí alcanza la influencia del espíritu que usa el cuerpo como intermediario; sin embargo, con el ojo de la mente ve América, entiende esa tierra, está al corriente de su condición y organiza los asuntos como corresponde. Ahora bien, si el espíritu fuese idéntico al cuerpo, su poder de visión no se extendería más allá. Por tanto, es evidente que el espíritu es distinto del cuerpo, que el pájaro es distinto de la jaula, y que el poder y la influencia del espíritu son más marcados sin la intermediación del cuerpo. Ahora, si el instrumento está inactivo, el que lo maneja sigue existiendo. Por ejemplo, si la pluma se deja de lado o se estropea, el escritor sigue vivo y sano; si una casa se destruye, su dueño sigue viviendo. Este es uno de los argumentos racionales que prueban la inmortalidad del alma.

5. Otra prueba es la siguiente: El cuerpo de una persona podrá debilitarse o fortalecerse, enfermar o curarse, cansarse o descansar; podrá sufrir la pérdida de una mano o una pierna; podrán decaer sus facultades materiales; podrá quedar ciego, sordo, mudo o paralítico: en suma, podría quedar gravemente discapacitado; y, sin embargo, pese a esto, el espíritu mantiene su condición original y sus percepciones espirituales, sin sufrir menoscabo ni trastorno. Mas cuando el cuerpo queda afectado por una dolencia o calamidad grave, queda privado de la gracia del espíritu, como un espejo roto o cubierto de polvo que ya no puede reflejar la luz del Sol ni revelar su munificencia.

6. Ya hemos explicado que el espíritu humano no está contenido dentro del cuerpo, pues está libre y exento de salida y retorno, que son algunas de las propiedades de los cuerpos materiales. Antes bien, la conexión del espíritu con el cuerpo es como la del Sol con el espejo. En pocas palabras, el espíritu humano permanece siempre en la misma condición. Ni cae enfermo con la enfermedad del cuerpo, ni sana con la curación de este; no se debilita ni queda incapacitado, ni deviene desdichado, ni oprimido, disminuido o menoscabado: es decir, no sufre daño ni perjuicio a causa de las dolencias del cuerpo, aunque el cuerpo se consumiera, o si le cortasen las manos, los pies y la lengua, o se vieran perturbadas las facultades de la vista y del oído. Por lo tanto, es evidente y queda establecido que el espíritu es distinto del cuerpo y que su inmortalidad no está condicionada por este, sino que el espíritu tiene supremacía sobre el mundo del cuerpo, y su poder e influencia son tan claramente visibles como las dádivas del Sol en un espejo. Sin embargo, cuando el espejo está cubierto de polvo o roto, queda privado de los rayos del Sol.

62
Las infinitas perfecciones de la existencia y el progreso del alma en el mundo venidero

1. Has de saber que los grados de la existencia son finitos: los grados de la servidumbre, el profetismo y la Divinidad; mas las perfecciones de Dios y de la creación son infinitas. Si examinas detenidamente este asunto verás que, aun en su sentido más externo, las perfecciones de la existencia son infinitas, pues es imposible encontrar alguna cosa creada con respecto a la cual no pueda imaginarse algo superior. Por ejemplo, no se puede encontrar en el mundo mineral un rubí, ni en el mundo vegetal una rosa, ni en el mundo animal un ruiseñor, con respecto a los cuales no pueda imaginarse un ejemplar mejor.

2. Puesto que la gracia de Dios es ilimitada, también lo son las perfecciones del ser humano. Si le fuera posible a la realidad de alguna cosa alcanzar la cima misma de la perfección, entonces se volvería independiente de Dios y la realidad contingente llegaría al rango de la realidad necesaria. Pero a toda cosa creada se le ha asignado un grado que de ninguna manera podrá sobrepasar. Así, el que ocupa el grado de la servidumbre, por mucho que progrese y adquiera infinitas perfecciones, jamás podrá alcanzar el grado del Señorío divino. Lo mismo ocurre con todas las demás cosas creadas. Por mucho que progrese un mineral, jamás adquirirá la facultad de crecimiento en el reino mineral. Por mucho que progrese esta flor, nunca podrá manifestar la facultad de la sensación, mientras se halle en el reino vegetal. Este objeto de plata jamás podrá obtener vista ni oído; a lo sumo, podrá progresar dentro de su propio grado y llegar a ser un mineral perfecto, pero no podrá adquirir la capacidad de crecer ni de sentir, ni llegará nunca a ser viviente; solo puede progresar dentro de su propio grado.

3. Por ejemplo, Pedro no puede llegar a ser Cristo. A lo sumo, puede llegar a tener infinitas perfecciones en los grados de la servidumbre, ya que toda realidad existente es capaz de progresar. Puesto que el espíritu del hombre vive para siempre después de abandonar esta forma material, indudablemente, al igual que todas las cosas existentes, es capaz de progresar; y, por tanto, uno puede orar por el alma de un difunto para que progrese, sea perdonada o reciba favores, dádivas y gracia divinos. Por eso, en las oraciones de Bahá’u’lláh se implora el perdón y la indulgencia de Dios para quienes han ascendido al mundo del más allá. Es más, al igual que las personas necesitan a Dios en este mundo, también tienen necesidad de Él en el próximo. Las criaturas siempre están necesitadas, y Dios es siempre completamente independiente de ellas, ya sea en este mundo o en el mundo venidero.

4. La riqueza del otro mundo consiste en la cercanía a Dios. Es seguro, por tanto, que a quienes gozan de cercanía al umbral divino les está permitido interceder, y esta intercesión es aceptable a los ojos de Dios. Mas la intercesión en el otro mundo no tiene ninguna semejanza con la intercesión en este mundo. Es una condición, una realidad, completamente diferente, que no puede expresarse en palabras.

5. Si una persona adinerada decide que, tras su muerte, una parte de su riqueza se destine a los pobres y menesterosos, quizás esta acción atraiga el perdón y la indulgencia de Dios y redunde en su progreso en el Reino del Todomisericordioso.

6. Asimismo, los padres sobrellevan los mayores esfuerzos y dificultades por sus hijos y, a menudo, cuando estos han llegado a la madurez, ellos ya han volado al mundo del más allá. Mientras están en este mundo, la madre y el padre rara vez disfrutan de las recompensas por el dolor y las dificultades que han tenido que soportar por sus hijos. Por tanto, a cambio de este dolor y estas dificultades, los hijos deben contribuir a obras de caridad y realizar buenas acciones en nombre de ellos, e implorar perdón e indulgencia para sus almas. Así pues, en pago por el amor y la bondad de tu padre, auxilia a los pobres en su nombre y, con la mayor humildad y fervor, suplica el perdón y la indulgencia de Dios e implora Su infinita misericordia.

7. Incluso es posible que quienes han muerto en el pecado y el descreimiento sean transformados, es decir, lleguen a ser objeto del perdón divino. Esto es por la gracia de Dios, y no por Su justicia, pues la gracia es conferir algo sin merecimiento, y la justicia es dar lo merecido. Igual que tenemos la capacidad de rezar por esas almas aquí, también tendremos la misma capacidad en el próximo mundo, el mundo del Reino. ¿Acaso no son creación de Dios todas las criaturas de ese mundo? Por tanto, deben poder progresar también en ese mundo. Y, al igual que aquí pueden pedir iluminación mediante la súplica, también allá pueden implorar el perdón y pedir iluminación mediante la oración y la súplica. Así, del mismo modo en que las almas pueden progresar en este mundo mediante sus ruegos y súplicas, o mediante las oraciones de almas santas, asimismo, tras la muerte, pueden progresar por medio de sus propias oraciones y súplicas, sobre todo si llegan a ser objeto de la intercesión de las santas Manifestaciones.

63
El progreso de todas las cosas dentro de su propio grado

1. Has de saber que nada de lo que existe permanece en estado de reposo: es decir, todas las cosas están en movimiento. O bien están creciendo o declinando, viniendo de la inexistencia a la existencia, o pasando de la existencia a la inexistencia. Así, esta flor, este jacinto, durante un tiempo estuvo viniendo de la inexistencia a la existencia, y ahora está pasando de la existencia a la inexistencia. Esto se llama movimiento natural o esencial, y no puede de ninguna forma disociarse de las cosas creadas, pues es uno de sus requisitos esenciales, así como arder es un requisito esencial del fuego.

2. Por lo tanto, queda claramente establecido que el movimiento, ya sea de avance o retroceso, es una condición necesaria de la existencia. Ahora, como el espíritu humano continúa existiendo después de la muerte, debe o bien avanzar o bien retroceder, y en el otro mundo dejar de avanzar es lo mismo que retroceder. Sin embargo, el espíritu humano nunca sobrepasa su propio grado: progresa solo dentro de ese grado. Por ejemplo, por mucho que progrese el espíritu y la realidad de Pedro, nunca alcanzará el grado de la realidad de Cristo, sino que progresará únicamente dentro de sus límites inherentes.

3. Así, ves que, por mucho que progrese este mineral, su progreso permanece dentro de su propio grado. Por ejemplo, es imposible llevar este cristal a un estado en que adquiera la facultad de la vista. La Luna, por mucho que progrese, jamás llegará a ser el Sol radiante, y su apogeo y perigeo se mantendrán dentro de su propio grado. De igual manera, por mucho que hubiesen progresado los Apóstoles, nunca habrían llegado a ser Cristo. Es verdad que el carbón puede transformarse en diamante, pero ambos están en el grado mineral, al igual que sus partes constitutivas.

64
La posición del ser humano y su progreso después de la muerte

1. Cuando examinamos todas las cosas con discernimiento, vemos que, en general, se reducen a tres categorías: mineral, vegetal y animal. Así, hay tres clases de seres y cada clase tiene especies asociadas. La especie humana es la más distinguida por cuanto combina las perfecciones de todas esas tres clases: es decir, posee un cuerpo material, la facultad de crecimiento y la facultad de los sentidos. Sin embargo, por encima de las perfecciones del mineral, vegetal y animal, también posee una perfección especial de la que están desprovistas las demás cosas creadas: a saber, las perfecciones de la mente. Por tanto, el ser humano es lo más noble de todo lo existente.

2. El ser humano se encuentra en el último grado de la materialidad y al inicio de la espiritualidad; es decir, se encuentra al final de la imperfección y al comienzo de la perfección. Está en el grado más distante de la oscuridad y en el comienzo de la luz. Por ello se dice que la posición del ser humano es el final de la noche y el comienzo del día, lo cual significa que abarca todos los grados de la imperfección y que posee, en potencia, todos los grados de la perfección. Tiene un lado animal y un lado angelical; y el papel del educador es formar a las almas humanas para que el lado angelical domine el lado animal. Por tanto, si las fuerzas divinas, que son idénticas a la perfección, superan en el hombre a las fuerzas satánicas, que son absoluta imperfección, llega a ser la más noble de las criaturas; pero si ocurre lo contrario, llega a ser el más vil de todos los seres. Por eso es el final de la imperfección y el comienzo de la perfección.

3. En ninguna otra especie del mundo de la existencia se puede ver tal diferencia, distinción, contraste y contradicción como en la especie humana. Por ejemplo, el ser humano es quien ha sido inundado con la luz radiante de la Divinidad, como ocurrió con Cristo: ¡mira qué glorioso y noble es el ser humano! A la vez, el hombre adora piedras, árboles y pedazos de arcilla: ¡mira cuán miserable es, que el objeto de su adoración sean los grados más inferiores de la existencia, es decir, piedras y terrones inertes, montañas, bosques y árboles! ¿Qué mayor miseria puede haber que la de una persona que adore la más baja de todas las cosas?

4. Por otra parte, el conocimiento es un atributo humano, pero también lo es la ignorancia; la veracidad es un atributo humano, pero también lo es la mentira, y lo mismo ocurre con la honradez y la traición, la justicia y la tiranía, y otros atributos. En resumen, toda perfección y virtud, al igual que todo vicio, es un atributo humano. Observa, asimismo, las diferencias que existen entre los miembros de la raza humana. Cristo tenía forma humana, y también la tenía Caifás; Moisés era un hombre, y también lo era el Faraón; Abel era un hombre, y también lo era Caín; Bahá’u’lláh era un hombre, y también lo era Yaḥyá. Por eso se dice que el ser humano es el signo más grande de Dios; es decir, es el Libro de la Creación, pues en él se encuentran todos los misterios del universo. Si se cobija a la sombra del verdadero Educador y recibe la educación correcta, llega a ser la joya de las joyas, la luz de las luces y el espíritu de los espíritus; se convierte en el punto focal de las bendiciones divinas, el manantial de los atributos espirituales, la aurora de las luces celestiales y el receptor de las inspiraciones divinas. No obstante, si se le priva de esta educación, llega a ser la personificación de los atributos satánicos, la síntesis de los vicios animales y la fuente de todo cuanto es opresivo y oscuro.

5. Esta es la razón por la que aparecen los Profetas: para educar a la humanidad, a fin de que este pedazo de carbón llegue a ser un diamante, y este árbol estéril sea injertado y dé frutos de la mayor dulzura y delicadeza. Y, una vez alcanzadas las posiciones más nobles del mundo de la humanidad, se puede seguir progresando únicamente en grados de perfección, no de posición, ya que los grados son finitos, pero las perfecciones divinas son infinitas.

6. Tanto antes como después de desechar esta envoltura elemental, el alma humana progresa en perfecciones, pero no en cuanto a su posición. El progreso de todas las cosas creadas culmina en el ser humano perfecto, y no existe un ser más grande que él. Habiendo alcanzado la posición humana, el hombre puede progresar únicamente en perfecciones, pero no en cuanto a posición, pues no hay una posición más elevada a la que pueda acceder que la del ser humano perfecto. Puede progresar solamente dentro de la posición humana, puesto que las perfecciones humanas son infinitas. Así, por muy erudita que sea una persona, siempre puede imaginarse otra más erudita aún.

7. Y, puesto que las perfecciones del ser humano son infinitas, también puede avanzar en estas perfecciones después de su partida de este mundo.

65
La fe y las obras

1. Pregunta: En el Libro Más Sagrado se dice: «[…] el que esté privado de ello se ha extraviado, aunque fuese autor de toda obra justa». ¿Qué significa este versículo?

2. Respuesta: El significado de este bendito versículo es que el fundamento del éxito y de la salvación es el reconocimiento de Dios, y que las buenas obras, que son el fruto de la fe, se derivan de este reconocimiento.

3. Cuando no alcanza ese reconocimiento, la persona permanece apartada de Dios como por un velo y, estando apartada de este modo, sus buenas obras no logran todo el efecto deseado. Este versículo no significa que quienes están apartados de Dios son todos iguales, ya sean bienhechores u obradores de iniquidad. Solamente significa que el fundamento es el reconocimiento de Dios y que las buenas obras se derivan de este conocimiento. No obstante, es cierto que entre quienes están apartados de Dios como por un velo, hay una diferencia entre el bienhechor y el pecador y malhechor. Pues el alma velada que posea buen carácter y una buena conducta merece el perdón de Dios, en tanto que el pecador que está velado y posee mal carácter y mala conducta se priva de las dádivas y los dones de Dios. En esto radica la diferencia.

4. Así pues, este bendito versículo significa que las buenas acciones por sí solas, sin el reconocimiento de Dios, no pueden llevar a la redención sempiterna, ni al éxito y la salvación eternos, ni a la entrada al Reino de Dios.

66
El alma racional subsiste después de la muerte del cuerpo

1. Pregunta: Después de que se ha abandonado el cuerpo y el espíritu ha emprendido el vuelo, ¿por qué medio subsiste el alma racional? Supongamos que aquellas almas que son auxiliadas por las efusiones del Espíritu Santo consiguen la verdadera existencia y la vida sempiterna. ¿Pero qué ocurre con aquellas almas racionales que están apartadas de Dios como por un velo?

2. Respuesta: Algunos sostienen que el cuerpo es la substancia y que subsiste por sí mismo, y que el espíritu es un accidente que subsiste mediante la substancia del cuerpo. Sin embargo, la verdad es que el alma racional es la substancia mediante la cual subsiste el cuerpo. Si se destruye el accidente, que es el cuerpo, la substancia, que es el espíritu, sigue existiendo.

3. En segundo lugar, el alma racional, o espíritu humano, no subsiste mediante este cuerpo por inherencia; es decir, no entra en este, ya que la entrada y la inherencia son características de los cuerpos, y el alma racional está por encima de esto. Para empezar, nunca entró en este cuerpo para que, al dejarlo, necesite otra morada. Más bien, la conexión del espíritu con el cuerpo es como la conexión de esta lámpara con un espejo. Si el espejo está bruñido y es perfecto, aparece en él la luz de la lámpara, y si el espejo está roto o cubierto de polvo, la luz permanece oculta.

4. El alma racional —el espíritu humano— no descendió a este cuerpo en un principio ni subsiste mediante él, para requerir una substancia de la cual depender después de haberse descompuesto las partes constitutivas del mismo. Al contrario, el alma racional es la substancia de la cual depende el cuerpo. Desde el principio, el alma racional está dotada de individualidad; no la adquiere por mediación del cuerpo. A lo sumo, lo que puede decirse es que la individualidad e identidad del alma racional puede fortalecerse en este mundo, y que puede progresar y alcanzar los grados de la perfección o permanecer en el abismo más profundo de la ignorancia y estar apartada de Dios como por un velo, y privada de contemplar Sus signos.

5. Pregunta: ¿Por qué medio puede el espíritu humano —el alma racional— progresar después de abandonar este cuerpo mortal?

6. Respuesta: Una vez rota su conexión con el cuerpo físico, el progreso del espíritu humano en el mundo divino tiene lugar solamente mediante la gracia y la munificencia de Dios, o mediante la intercesión y las oraciones de otras almas humanas, o mediante las aportaciones significativas y acciones caritativas ofrecidas en su nombre.

7. Pregunta: ¿Qué ocurre con los niños que mueren antes de llegar a la edad de madurez o antes de su nacimiento?

8. Respuesta: Estos niños habitan a la sombra de la Divina Providencia y, no habiendo cometido ningún pecado y estando limpios de la contaminación del mundo de la naturaleza, se convertirán en las manifestaciones de la munificencia divina y serán objeto de las miradas del ojo de la misericordia divina.

67
La vida eterna y la entrada en el Reino de Dios

1. Has preguntado acerca de la vida eterna y la entrada en el Reino. El Reino se designa superficialmente como «cielo», pero esta es una expresión y un símil, y no una verdad o realidad objetiva. Pues el Reino no es un lugar físico sino que está más allá del tiempo y el espacio. Es un dominio espiritual, un mundo divino, y es la sede de la soberanía del Señor todopoderoso. Está muy por encima de los cuerpos y de todo lo que es físico, y libre de las vanas conjeturas de los seres humanos. Pues el estar limitado a un lugar es una característica de los cuerpos y no de los espíritus: el tiempo y el espacio abarcan los cuerpos, no la mente y el alma.

2. Observa que el cuerpo humano habita en un espacio limitado y no ocupa más de dos palmos de tierra. Sin embargo, el espíritu y la mente del hombre recorren todos los países y regiones, e incluso la ilimitada extensión de los cielos; abarcan toda la existencia y hacen descubrimientos en las esferas superiores y en la inmensa infinitud del universo. Esto se debe a que el espíritu no ocupa lugar: es una realidad fuera del espacio, y para el espíritu, la tierra y el cielo son lo mismo, ya que hace descubrimientos en ambos. Pero el cuerpo está confinado al espacio y es inconsciente de lo que hay más allá.

3. Ahora bien, hay dos clases de vida: la del cuerpo y la del espíritu. La vida del cuerpo consiste en la vida material, pero la vida del espíritu es una existencia celestial que consiste en recibir la gracia del Espíritu Divino y ser vivificado por el hálito del Espíritu Santo. Si bien la vida material tiene existencia, a los ojos de las almas santas y espirituales, es pura inexistencia y muerte. Asimismo, tanto el ser humano como la piedra existen, pero ¡qué grande es la diferencia entre la existencia del hombre y la de la piedra! Aunque la piedra existe, carece de existencia en relación con la existencia del ser humano.

4. La vida eterna significa recibir la gracia del Espíritu Santo, igual que una flor participa de las dádivas y brisas de la primavera. Observa que, al comienzo, esta flor tenía una vida puramente mineral, pero con la llegada de la primavera, las efusiones de sus lluvias vernales y el calor de su sol radiante, encontró otra vida y apareció con la mayor vitalidad, delicadeza y fragancia. Comparada con su vida posterior, la vida anterior de la flor era como la muerte.

5. Lo que queremos decir es que la vida del Reino es la vida del espíritu, y que es eterna y está por encima del tiempo y del espacio, al igual que el espíritu humano, que no ocupa lugar. Ya que, si registraras todo el cuerpo humano, no hallarías un lugar o una ubicación específica para el espíritu. El espíritu es absolutamente inmaterial y no ocupa lugar, pero tiene una conexión con el cuerpo, al igual que el Sol tiene una conexión con este espejo: el Sol no ocupa lugar dentro del espejo, pero está conectado con él. De la misma manera, el mundo del Reino está muy por encima de todo lo que puede ver el ojo o pueden percibir los demás sentidos, como el oído, el olfato, el gusto o el tacto.

6. ¿En qué parte del ser humano se puede encontrar, pues, esta mente que reside en él y de cuya existencia no cabe duda? Si examinaras el cuerpo humano con la vista, el oído o los demás sentidos, no lograrías encontrarla, aunque claramente existe. Por lo tanto, la mente no ocupa lugar, aunque está conectada con el cerebro. Igual ocurre con el Reino. Asimismo, el amor no ocupa lugar, pero está conectado con el corazón. Y, de igual manera, el Reino no ocupa lugar, pero está conectado con la realidad humana.

7. La entrada al Reino se logra mediante el amor a Dios, el desprendimiento, la santidad y la virtud, la veracidad y la pureza, la constancia y la fidelidad, y la abnegación.

8. De estas explicaciones se desprende claramente que el ser humano es inmortal y sempiterno. Quienes creen en Dios, quienes acarician Su amor y han logrado la certidumbre, disfrutan de esa vida bendita que llamamos vida eterna; pero aquellos que están apartados de Dios como por un velo, aunque estén dotados de vida, viven en la oscuridad, y su vida, en comparación con la de los creyentes, es inexistencia.

9. El ojo está vivo y la uña también lo está, pero la vida de la uña es inexistencia en comparación con la del ojo. Tanto la piedra como el ser humano existen, pero, en relación con este, la piedra no tiene existencia ni vida. Pues, cuando el hombre muere y su cuerpo se desintegra y descompone, se vuelve como la piedra, la tierra y el mineral. Por lo tanto, está claro que, si bien el mineral existe, no tiene existencia en relación con el ser humano.

10. Asimismo, las almas que están apartadas de Dios como por un velo, aunque existen tanto en este mundo como en el mundo venidero, son inexistentes y están olvidadas, en relación con la santificada existencia de los hijos del Reino divino.

68
Las dos clases de destino

1. Pregunta: El destino que se menciona en los Libros Sagrados ¿es algo irrevocable? De ser así, ¿qué utilidad o provecho tiene intentar evitarlo?

2. Respuesta: El destino es de dos clases: una es irrevocable y la otra es condicional o, como se dice, latente. El destino irrevocable es aquel que no se puede cambiar ni alterar, mientras que el destino condicional es aquel que puede ocurrir o no. Así, el destino irrevocable de este candil es que su aceite se queme y consuma. Por lo tanto, su extinción final es segura, y es imposible cambiar o alterar esta consecuencia, pues tal es su destino irrevocable. Asimismo, en el cuerpo humano se ha creado una fuerza cuyo consumo y agotamiento llevan inevitablemente a la desintegración del cuerpo. Es como el aceite de este candil: una vez que se ha quemado y consumido, su luz se extingue inevitablemente.

3. Pero el destino condicional puede compararse con esto: mientras aún queda aceite, sopla un viento fuerte y extingue la luz del candil. Este destino es condicional. Conviene evitar este destino, resguardarse contra él y ser cauteloso y prudente. Mas el destino irrevocable, que es como el desgaste del aceite del candil, no puede cambiarse, alterarse ni retrasarse. Está obligado a ocurrir y la luz se extinguirá sin lugar a dudas.

69
La influencia de las estrellas y la interconexión de todas las cosas

1. Pregunta: ¿Tienen los astros del cielo una influencia espiritual sobre las almas humanas, o no?

2. Respuesta: Algunos cuerpos celestes ejercen una influencia física sobre la Tierra y sus criaturas, lo cual es claro y patente y no requiere explicación. Considera cómo el Sol, con la ayuda de la gracia divina, da sustento a la Tierra y a todas sus criaturas. Realmente, si no fuera por la luz y el calor del Sol, todas las cosas terrenales dejarían de existir por completo.

3. En cuanto a las influencias espirituales, aunque pudiera parecer extraño que estos astros hubieran de ejercer una influencia espiritual sobre el mundo humano, con todo, si reflexionases profundamente sobre esta cuestión, no te sorprendería tanto. No queremos decir, sin embargo, que fuesen ciertas las deducciones que los astrólogos de antaño hacían de los movimientos de las estrellas y los planetas, ya que eran simples productos de la imaginación que tuvieron origen en los sacerdotes egipcios, asirios y babilonios, o más bien provenían de las vanas conjeturas de los hindúes y las supersticiones de los griegos, los romanos y otros adoradores de las estrellas. Más bien, queremos decir que este universo sin fin es como el cuerpo humano y que todas sus partes están conectadas unas con otras y enlazadas entre sí con la mayor perfección. Es decir, de la misma manera que las partes, los miembros y órganos del cuerpo humano están interconectados y se apoyan y refuerzan mutuamente y ejercen influencia unos sobre otros, también las partes y los miembros de este universo infinito están interconectados y se influencian espiritual y materialmente unos a otros. Por ejemplo, el ojo ve y el cuerpo entero se ve afectado; el oído oye y se conmueve toda extremidad y miembro. De esto no cabe duda, pues el mundo de la existencia es también como una persona viva. Por tanto, la interconexión que existe entre las diversas partes del universo requiere de mutuas influencias y efectos, ya sean materiales o espirituales.

4. Para aquellos que niegan la influencia espiritual de las cosas materiales mencionamos este breve ejemplo: los sonidos bellos, los tonos maravillosos y las melodías armoniosas son accidentes que afectan al aire, ya que el sonido consiste en vibraciones del aire, y mediante esas vibraciones se excitan los nervios del tímpano y se produce la audición. Observa ahora cómo las vibraciones del aire, que son un accidente entre accidentes y que se consideran como nada, atraen y alegran al espíritu humano y lo conmueven sobremanera: lo hacen reír y llorar, e incluso pueden inducirlo a incurrir en su propio perjuicio. Observa, pues, la conexión que existe entre el espíritu humano y las vibraciones del aire, que hace que estas puedan transportarlo a otro estado y afectarlo al punto de hacerle perder por completo la paciencia y la compostura. Considera cuán extraño es esto, pues no sale nada de la persona que canta ni entra nada en la que oye y, aun así, se producen grandes efectos espirituales. Esta relación íntima entre todas las cosas creadas está, por tanto, destinada a producir efectos e influencias espirituales.

5. Ya se ha mencionado que las partes y miembros del cuerpo humano se influencian mutuamente unos a otros. Por ejemplo, el ojo ve y el corazón se siente afectado. El oído oye y el espíritu se ve influenciado. El corazón se calma, los pensamientos se expanden y los miembros del cuerpo experimentan un estado de bienestar. ¡Qué gran relación y conexión es esta! Y si semejantes relaciones, semejantes influencias y efectos espirituales se dan entre los diversos miembros del cuerpo humano, que es solo un ser particular entre muchos, entonces deben seguramente existir relaciones materiales y espirituales entre los innumerables seres del universo. Y, aunque nuestros métodos y ciencias actuales no puedan detectar estas relaciones entre los seres universales, su existencia es clara e indiscutible.

6. En resumen, todos los seres, ya sean universales o particulares, están interconectados conforme a la consumada sabiduría de Dios y ejercen influencia unos sobre otros. De no ser así, se trastocaría y perturbaría la organización omnímoda de la existencia, su disposición universal. Y puesto que todas las cosas creadas están perfectamente conectadas unas con otras, están bien ordenadas, dispuestas y perfeccionadas.

7. Esta cuestión merece un examen detenido y requiere atención seria y reflexión profunda.

70
El libre albedrío

PREGUNTA: ¿Es el hombre un agente libre en todos sus actos, o se halla compelido y sojuzgado?

RESPUESTA: Este asunto es uno de los problemas espirituales más importantes y abstrusos. Si Dios quiere, otro día, antes de la cena, intentaremos una explicación pormenorizada. Ahora lo trataremos en pocas palabras, como sigue.

Algunas cosas dependen del libre albedrío del hombre, tales como la justicia, la equidad, la tiranía y la injusticia, en otras palabras, las buenas y malas obras. Es evidente y obvio que estas obras dependen en su mayor parte de la voluntad humana. Pero existen ciertas cosas a las cuales el hombre está obligado y compelido, tales como el sueño, la muerte, las enfermedades, el declinar de sus fuerzas, los quebrantos e infortunios, esto es, realidades no sometidas a la voluntad del hombre, de las que el hombre no es responsable y que no obstante está obligado a soportar. Mas en lo que se refiere a elegir entre obrar el mal y el bien, el hombre es libre de obrar de acuerdo con su propia voluntad.

Por ejemplo, si así lo desea puede destinar su tiempo a la alabanza de Dios, o bien ocuparse en otros pensamientos; puede tornarse en un bienhechor amante del mundo, en una luz incandescente encendida por el fuego del amor a Dios, o bien odiar al género humano y dejarse absorber por las cosas materiales. Puede ser justo o cruel. Semejantes actos y obras están sujetos a la voluntad del hombre mismo y de ahí su responsabilidad ante ellos.

Surge ahora otra consideración. Puesto que la fuerza y el poder pertenecen especialmente a Dios, el hombre se halla absolutamente desvalido y dependiente. Tanto la exaltación como la humillación dependen del beneplácito y aquiescencia del Altísimo.

Se dice en el Nuevo Testamento que Dios es como un alfarero que hizo "un vaso para la honra y otro vaso para la deshonra."154 Ahora bien, el vaso para la deshonra no tiene derecho de poner reparos al alfarero, diciéndole: "¿Por qué no has hecho de mí una copa preciosa para que pase de mano en mano?" El significado del versículo es que las condiciones de los seres son diferentes. Lo que ocupa el escalón más bajo de la existencia, como el mineral, no tiene derecho de quejarse, diciendo: "Oh Dios. ¿por qué no me has concedido las perfecciones de la planta?" De igual modo, la planta no tiene derecho de lamentarse porque haya sido privada de las perfecciones del mundo animal. Tampoco es propio que el animal se queje por carecer de las perfecciones humanas. No, todos estos seres son perfectos en su propio orden, y deben esforzarse por adquirir las perfecciones de su rango. Los seres inferiores, como ya hemos dicho, no tienen derecho ni están en condiciones de poseer las perfecciones superiores, sino que sus progresos deben llevarse a cabo dentro de su propia esfera.

Además, la inacción o el movimiento del hombre dependen de la asistencia de Dios. Sin asistencia, no está capacitado para hacer el bien o el mal. Pero cuando la ayuda de la existencia le llega del Generoso Señor, está capacitado para hacer tanto el bien como el mal. Mas si la ayuda le es interrumpida, se ve imposibilitado del todo. Esta es la razón de que los Libros Sagrados hablen de la ayuda y asistencia de Dios. Es como la situación de un barco movido por la fuerza del viento o del vapor; si la fuerza cesa, el barco no es capaz de moverse. El timón del barco lo hace girar hacia un lado o hacia el otro. La fuerza del vapor lo mueve hacia la dirección deseada; si se dirige al Este, va hacia el Este; si se dirige al Oeste, va hacia el Oeste. No obstante, el movimiento no proviene del barco, sino del viento o del vapor.

De modo similar, en toda acción o inacción el hombre recibe poder de Dios; no obstante, la elección del bien o del mal corresponde al hombre mismo. De modo que si un rey designase a alguien como gobernante de una ciudad, confiriéndole autoridad y mostrándole los caminos de la justicia y de la injusticia según las leyes, y si luego este gobernante cometiera injusticia, aunque estuviera actuando por la autoridad y el poder del rey, este último quedaría absuelto del cargo de injusticia. Pero aunque actuase con justicia, también lo haría por la autoridad del rey, quien en tal caso estaría complacido y satisfecho.

Es decir, elegir entre el bien y el mal corresponde al hombre, en todo momento él depende de la ayuda sustentadora de vida procedente del Omnipotente. El Reino de Dios es muy vasto; todos estamos cautivos en el puño de su Poder. El siervo no puede hacer nada por su propia voluntad; Dios es el Poderoso, el Omnipotente, y el que ayuda a todos los seres.

El tema ha quedado dilucidado. ¡Enhorabuena!

71
Las visiones y la comunicación con los espíritus

PREGUNTA: Algunas personas creen que han realizado descubrimientos espirituales, es decir, que han conversado con los espíritus. ¿Qué clase de comunión es ésta?

RESPUESTA: Los descubrimientos espirituales son de dos clases: una clase es producto de la imaginación, y son pocos los que la afirman. La otra clase es real y guarda semejanza con la inspiración; es el caso de revelaciones auténticas como las inspiradas en sus visiones a Isaías, Jeremías y Juan.

Observa que el poder del pensamiento humano es de dos clases. La primera, la verdadera, se produce cuando el pensamiento coincide con una determinada verdad o realidad, en cuyo caso las concepciones hallan su realización en el mundo exterior. Las opiniones acertadas, las teorías correctas, los descubrimientos y las invenciones científicas pertenecen a esta categoría.

La otra clase de concepciones se compone de pensamientos vanos e ideas carentes de realidad, inútiles y estériles. Surgen como las olas del mar de las imaginaciones y se desvanecen como sueños inútiles.

De igual modo, existen dos categorías de descubrimientos espirituales. La primera está constituida por las revelaciones de los Profetas y los descubrimientos espirituales de los elegidos. Las visiones de los Profetas no son sueños, sino descubrimientos espirituales dotados de realidad. Cuando por ejemplo, dicen "vi una persona, que presentaba tal aspecto, a la que dije tal cosa, y me respondió tal otra", esa visión existe en el mundo de la vigilia y no en el del sueño. Se trata de un descubrimiento espiritual, expresado como si se tratara de la aparición de una visión.

La otra clase de descubrimientos espirituales consiste en puras imaginaciones. Pero estas imaginaciones se personifican de tal manera que mucha gente de corazón ingenuo las cree verídicas, lo cual no hace más que probar concluyentemente que de esta manipulación de los ánimos jamás se ha obtenido resultado ni fruto alguno. Se trata simplemente de invenciones y fábulas.

Has de saber que la realidad del hombre abarca la realidad de las cosas, de las que descubre sus verdades, propiedades y secretos. Es así como todas estas artes, maravillas, ciencias y conocimientos han sido descubiertos por la realidad humana. En otro tiempo, estas ciencias, conocimientos, maravillas y artes eran secretos ocultos y velados que luego, gradualmente, fueron descubiertos y traídos por el hombre del dominio de lo invisible al plano de lo visible. Por tanto, resulta evidente que la realidad humana abarca a las cosas. Estando en Europa, descubre América; estando en la Tierra, hace descubrimientos en los cielos. Es la reveladora de los secretos y la conocedora de las realidades de todo cuanto existe. Los descubrimientos que corresponden a la realidad son similares a la revelación, la cual es comprensión espiritual, inspiración divina y comunión de los espíritus humanos. Por ejemplo, el Profeta dice: "Yo vi, dije y oí tal cosa." Es evidente, por tanto, que el espíritu, aun sin la mediación de ninguno de los cinco sentidos tales como la vista o el oído, posee gran percepción. Entre las almas espirituales se da la comprensión espiritual, los descubrimientos y la comunión purificada de imaginación y fantasía (una asociación que está santificada de tiempo y espacio). Así es como se halla escrito en el Evangelio que en el Monte Tabor, Moisés y Elías se encontraron con Cristo en lo que claramente no fue un encuentro físico, sino una situación espiritual expresada como un parlamento físico.

La otra clase de plática, presencia y comunicación de los espíritus no es sino imaginación y fantasía con visos de realidad.

Algunas veces la mente y el pensamiento del hombre descubren las verdades, y de esta reflexión y descubrimientos se producen signos y resultados. Pues bien, tal reflexión tiene un fundamento. En cambio, muchas cosas que surgen en la mente del hombre son como las olas del mar de la imaginación, que no dan fruto ni producen resultado alguno. De la misma manera, el hombre, en el mundo del sueño tiene un día una visión que se verifica exactamente en la realidad; y otro día, concibe un sueño sin ninguna consecuencia.

Lo que deseamos dar a entender es que el estado que denominamos plática y comunicación de los espíritus es de dos clases: una puramente imaginaria, y la otra semejante a las visiones mencionadas en el Libro Sagrado, tales como las revelaciones de Juan e Isaías, o el encuentro de Cristo con Moisés y Elías. Esta última clase es real, produce efectos maravillosos en la mente y los pensamientos de los hombres, y es causa de la atracción de sus corazones.

72
La curación por medios espirituales

PREGUNTA: Algunas personas curan a los enfermos por medios espirituales, es decir, sin el concurso de la medicina. ¿Cómo es esto?

RESPUESTA: Has de saber que existen cuatro clases de curación y tratamiento sin medicina. Dos son debidas a causas materiales, y dos a causas espirituales.

De las dos clases de curación material, una se debe al hecho de que en el hombre tanto la salud como la enfermedad son contagiosas. El contagio de la enfermedad es violento y rápido, en tanto que el de la salud es muy sutil y lento. Cuando dos cuerpos se ponen en contacto es inevitable que los microbios se transmitan de uno al otro. Del mismo modo que la enfermedad se transmite de un cuerpo al otro mediante contagio rápido y violento, es posible que la salud vigorosa de un hombre saludable alivie una dolencia leve de una persona enferma. En resumen, mientras que el contagio de una enfermedad es violento y de efecto rápido, el contagio de la salud es muy pausado y de efecto lento, por lo que sólo resulta perceptible en caso de enfermedades leves. Así, la fuerza vigorosa de un cuerpo sano puede neutralizar la debilidad de un cuerpo ligeramente enfermo y restaurarle la salud. Esta es una de las clases de curación.

La otra clase de curación sin medicina se debe a la fuerza magnética que cura al actuar desde un cuerpo sobre otro cuerpo. Esta fuerza también tiene solo un efecto sutil. En algunos casos, uno puede mejorar a un enfermo imponiéndole la mano sobre su cabeza o sobre su corazón. ¿Por qué? Porque el efecto que el magnetismo y la impresión mental hacen sobre el enfermo, producen la desaparición de la enfermedad. Pero este efecto es también sólo leve y sutil.

De las otras dos clases de curación espiritual -es decir, cuando el medio de curación es un poder espiritual-, una es la que resulta de la total concentración de la mente de una persona vigorosa sobre una persona enferma. En este caso, el enfermo se concentra con toda su fe, confiando en que se obre la curación merced al poder espiritual de la persona sana; y ello en tal medida que llega a producirse una relación cordial entre las dos partes. La persona fuerte realiza todo esfuerzo por curar al paciente, y el enfermo queda seguro de lograr la curación. El efecto de estas impresiones mentales produce una excitación de los nervios que acarrea la recuperación del enfermo. Suele suceder en pacientes que albergan un deseo y una esperanza intensos de mejorar que, de pronto, cuando oyen las noticias del logro de la mejoría, experimentan una excitación nerviosa tal que se produce la desaparición completa de la enfermedad. Y viceversa, si de pronto sobreviniese algo que aterrorizara a una persona sana, la consiguiente excitación nerviosa podría producir una conmoción como para provocarle una dolencia. La causa de la enfermedad no obedecería entonces a un hecho material -pues dicha persona no ha ingerido nada ni ha estado en proximidad con nada nocivo-; sino a la excitación de los nervios, única causante del mal. Del mismo modo, la repentina realización de un deseo llega a causar tanta alegría que los nervios se excitan, lo que a su vez permite en ocasiones que la salud sea restaurada.

Para finalizar, la relación cabal y perfecta entre el médico espiritual y el enfermo es una relación donde se cumple que cuando el médico espiritual se concentra plenamente y el enfermo concentra toda su atención en el médico espiritual (de quien espera que realice la curación), se origina una excitación de los nervios de la que resulta la mejoría. Pero todo ello tiene efecto sólo en cierto grado, y no siempre. Si alguien está malherido o aquejado de una enfermedad muy grave, remedios como los referidos no extirparán la enfermedad ni cerrarán o curarán la herida. Vale decir que todos estos remedios no tienen influencia en enfermedades graves, excepto si la constitución ayuda, porque una constitución fuerte a menudo vence la enfermedad. Esta es la tercera clase de curación.

Empero, la cuarta clase de curación se produce mediante el poder del Espíritu Santo. No depende del contacto, ni de la visión, ni de la presencia, ni está sujeta a condición alguna. Ya sea leve o grave la enfermedad, exista o no exista contacto corporal, haya o no haya una relación personal entre el paciente y el médico, la curación se produce por obra del poder del Espíritu Santo.

73
La curación por medios materiales

Ayer, en la mesa, al hablar de tratamientos curativos nos referimos a la curación espiritual, consistente en el tratamiento de la enfermedades por medio de los poderes espirituales.

Ahora nos referiremos a la curación por medios materiales. La ciencia de la medicina aún se encuentra en su infancia; todavía no ha alcanzado la madurez. Pero cuando la haya alcanzado, las curaciones se realizarán por medios que no sean repugnantes al olfato y al paladar del hombre, sino con alimentos, frutos y vegetales que sean sabrosos y de aroma agradable. Pues la causa que provoca la enfermedad, es decir, la causa del ingreso de la enfermedad en el cuerpo humano, o bien es física, o bien es el efecto de la excitación de los nervios.

Ahora bien, las causas principales de las enfermedades son físicas, dado que el cuerpo humano está compuesto de numerosos elementos presentes en una proporción y equilibrio especiales. Mientras el equilibrio se mantenga, el hombre está al abrigo de la enfermedad; pero si ese equilibrio esencial, que es el pivote de la constitución física, se ve alterado, la constitución sufre trastornos y sobreviene la enfermedad.

Por ejemplo, sea una disminución de uno de los elementos constitutivos del cuerpo humano y un aumento de otro. De este modo, al producirse la descompensación, se origina la enfermedad. Verbigracia, para que el equilibrio se conserve, cierto elemento debe encontrarse en la medida de mil gramos, y otro en cinco gramos. Pues bien, si la parte que corresponde a mil gramos disminuye a setecientos gramos, y la de cinco gramos aumenta hasta romper el equilibrio, se da pie entonces a la enfermedad. Cuando el equilibrio es restablecido mediante remedios y tratamientos, la enfermedad desaparece. Por ejemplo, si el azúcar se incrementa, la salud se deteriora. Pues bien, cuando el médico prohibe los alimentos dulces y almidonados, se produce la consiguiente disminución del nivel de azúcar y el restablecimiento del equilibrio, con lo que la enfermedad es vencida. Ahora bien, el reajuste de estos componentes del cuerpo humano se obtiene por dos medios, por medicamentos o por alimentos, de modo que cuando la constitución ha recobrado su equilibrio, la enfermedad es ahuyentada. Todos los elementos que se hallan combinados en el hombre existen también en los vegetales. Por tanto, si se produce una deficiencia de alguno de los elementos de que se compone el cuerpo humano, la ingestión de alimentos ricos en dicho componente restablecerá el equilibrio, dando lugar a la curación. Cuando el objeto deseado es el reajuste de los elementos constituyentes del organismo, cabe, pues, recurrir a los medicamentos y a los alimentos.

La mayoría de las enfermedades que aquejan al hombre, también aquejan a los animales; pero el animal no se cura con drogas. En las montañas, como en los desiertos, el médico del animal son las facultades del gusto y del olfato. En efecto, el animal enfermo olfatea las plantas que crecen en los campos e ingiere las que le son dulces y fragantes a los sentidos. Así es como se cura y esa es la causa de su curación. Cuando el azúcar disminuye en su organismo, le apetece lo dulce; y por tanto va en busca de hierbas de sabor dulce con que alimentarse. La naturaleza le urge y le guía. Como el olor y sabor de las hierbas le resultan apetecibles, las ingiere. El azúcar presente en su organismo se incrementa: la salud es restablecida.

Según eso resulta evidente que es posible lograr la curación por medio de comidas, alimentos y frutos. Dado que en la actualidad la medicina es imperfecta, el hecho no ha sido aún enteramente comprendido. Cuando la medicina se perfeccione, los tratamientos se llevarán a cabo por medio de dietas, alimentos, frutos fragantes y productos vegetales, así como por aguas varias a diferentes temperaturas.

La exposición ha sido breve. Si Dios quiere, en otro momento, cuando la oportunidad sea propicia, el asunto será tratado con mayor detenimiento.

Temas misceláneos

70
El libre albedrío y sus límites

1. Pregunta: ¿El ser humano es libre y autónomo en todas sus acciones, o está forzado y obligado?

2. Respuesta: Esta es una de las cuestiones más importantes de la teología y es muy abstrusa. Dios mediante, otro día explicaremos detalladamente este asunto desde el comienzo de nuestro almuerzo. Por ahora, diremos brevemente unas pocas palabras.

3. Algunas cuestiones están sujetas al libre albedrío de la persona, tales como actuar con justicia y equidad, o con injusticia e iniquidad; en otras palabras, escoger buenas o malas acciones. Está claro que la voluntad de la persona desempeña un papel importante en estas acciones. Sin embargo, hay ciertos aspectos en los que la persona se ve obligada y no tiene opción, como sucede con respecto al sueño, la muerte, la enfermedad, la merma de sus facultades, el infortunio y las pérdidas materiales; estos no dependen de la voluntad de la persona, y esta no es responsable por ellos, ya que está obligada a sobrellevarlos. No obstante, es libre para elegir entre buenas y malas acciones, y las lleva a cabo por voluntad propia.

4. Por ejemplo, si así lo desea, puede pasar los días alabando a Dios y, si es su deseo, puede ocuparse en cosas fuera de Él. Puede encender la lámpara de su corazón con la llama del amor a Dios y llegar a ser un bienqueriente del mundo, o puede llegar a ser un enemigo de toda la humanidad, o poner el afecto en cosas mundanas; puede optar por ser justo o inicuo: todos estos hechos y acciones están bajo su control y, por tanto, es responsable de ellos.

5. Pero surge otra cuestión: La condición humana es de máxima incapacidad y absoluta pobreza. Todo poder y dominio pertenecen únicamente a Dios, y la exaltación y humillación de la persona dependen de la voluntad y el propósito del Altísimo. Así, en el Evangelio se dice que Dios es como un alfarero que crea «una vasija para usos nobles, y otra para usos despreciables». La vasija para usos despreciables no tiene el derecho de reprochar al alfarero, diciendo: «¿Por qué no hiciste de mí una valiosa copa que pasara de mano en mano?» El significado de estas palabras es que las almas ocupan distintos niveles. Aquello que ocupa el nivel más bajo de la existencia, como el mineral, no tiene derecho a poner objeción diciendo: «Oh Dios, ¿por qué me has negado las perfecciones de la planta?» Igualmente, la planta no tiene ningún derecho de protestar por haber sido privada de las perfecciones del reino animal. Y, similarmente, no es apropiado que el animal se queje de su falta de perfecciones humanas. Al contrario, todas estas cosas son perfectas dentro de su propio grado y deben aspirar a las perfecciones de ese grado. Como hemos dicho anteriormente, aquello que es inferior en rango no tiene la competencia ni el derecho de aspirar al nivel y las perfecciones de aquello que es superior, sino que debe progresar dentro de su propio grado.

6. Por otra parte, la quietud y el movimiento de la persona están supeditados a la ayuda de Dios. Si no le alcanza esa ayuda, no puede hacer ni el bien ni el mal. Pero cuando la ayuda del Señor generosísimo confiere al ser humano existencia, este es capaz de hacer el bien y el mal. Y si esa ayuda se interrumpiera, sería absolutamente incapaz de hacer nada. Por eso en las sagradas escrituras se menciona la ayuda y la asistencia de Dios. Esta condición se asemeja a la de un barco que se desplaza por la fuerza del viento o del vapor. Si esa fuerza se interrumpiera, el barco sería completamente incapaz de moverse. No obstante, cualquiera que sea la dirección en que se gire el timón, la fuerza del vapor impulsa al barco en esa dirección. Si el timón está dirigido al este, el barco se mueve hacia el este, y si está dirigido al oeste, el barco se mueve hacia el oeste. Este movimiento no proviene del barco mismo sino del viento o del vapor.

7. De igual manera, todas las acciones del ser humano están sustentadas por el poder de la asistencia divina, pero la elección del bien o del mal le pertenece solo a él. Es como cuando un rey nombra a una persona gobernador de una ciudad, le otorga plena autoridad y le indica lo que es justo y lo que es injusto de acuerdo a la ley. Si el gobernador cometiese injusticia, pese a actuar por el poder y la autoridad del rey, este no perdonaría su injusticia. Y si el gobernador actuase con justicia, esto también sería por la autoridad real, y el rey estaría complacido y satisfecho con su justicia.

8. Lo que queremos señalar es que la elección entre el bien y el mal le corresponde al individuo, pero, en todas las circunstancias, este depende de la ayuda vital de la Divina Providencia. La soberanía de Dios es realmente grande, y todos están cautivos en manos de Su poder. El siervo no puede hacer nada por propia voluntad únicamente: Dios es todopoderoso y omnipotente, y confiere Su ayuda a toda la creación.

9. Esta cuestión se ha explicado y elucidado claramente.

71
Revelaciones espirituales

1. Pregunta: Algunas personas creen que tienen revelaciones espirituales, es decir, que conversan con espíritus. ¿Cómo es esto?

2. Respuesta: Las revelaciones espirituales son de dos clases: una, a la que aluden habitualmente algunas personas, es pura imaginación, mientras que a la otra pertenecen las verdaderas visiones espirituales como las revelaciones de Isaías, de Jeremías y de Juan.

3. Observa que los poderes contemplativos del ser humano producen dos clases de nociones. Una de ellas consiste en conceptos cabales y verdaderos que, combinados con la determinación, se hacen realidad externamente, como ocurre con las disposiciones adecuadas, las opiniones sabias, los descubrimientos científicos y las invenciones tecnológicas. La otra consiste en ideas falsas e imaginaciones infundadas, que no producen ningún fruto y no tienen realidad. Se levantan como las olas del mar del engaño y se desvanecen como vanas ilusiones.

4. De la misma manera, las revelaciones espirituales son de dos clases. A una de ellas pertenecen las visiones de los Profetas y las revelaciones espirituales de los elegidos de Dios. Las visiones de los Profetas no son sueños, sino verdaderas revelaciones espirituales. Así, cuando dicen «Vi a alguien en tal forma, y dije tales palabras, y dio tal respuesta», esa visión se produce en estado de vigilia y no en el dominio del sueño. Es un descubrimiento espiritual que se expresa en forma de visión.

5. La otra clase de revelaciones espirituales es mera ilusión, pero estas ilusiones asumen en la mente una forma tan palpable que muchas personas ingenuas imaginan que son reales. La prueba obvia de esto es que nunca se producen consecuencias ni resultados concretos de esa supuesta evocación o invocación a los espíritus. Al contrario, son meras fábulas e invenciones.

6. Por lo tanto, has de saber que la realidad humana abarca las realidades de todas las cosas y descubre su verdadera naturaleza, sus propiedades y sus misterios. Por ejemplo, todas las artes, invenciones, ciencias y ramas del conocimiento que existen han sido descubiertas por la realidad humana. Había un tiempo en que todas eran misterios ocultos y encubiertos, pero la realidad del hombre los descubrió poco a poco, y los sacó del mundo invisible y los trajo al dominio de lo visible. Por tanto, es evidente que la realidad del hombre abarca todas las cosas. Así, está en Europa y descubre América; está en la tierra y hace descubrimientos en los cielos. Desentraña los misterios de todas las cosas y comprende las realidades de todos los seres. Estas revelaciones verdaderas que se ajustan a la realidad son semejantes a las visiones, que consisten en comprensión espiritual, inspiración divina y comunión íntima de los espíritus humanos, y así el receptor dice que vio, oyó o dijo tal cosa.

7. Por tanto, está claro que el espíritu tiene percepciones extraordinarias que no pasan por los órganos de los cinco sentidos, como los ojos y los oídos. Y, con respecto a las comprensiones espirituales y revelaciones interiores, existe entre las almas espirituales una unidad que sobrepasa toda imaginación y comparación, y una comunión que trasciende el tiempo y el espacio. Así, por ejemplo, cuando en el Evangelio se dice que Moisés y Elías vinieron hasta Cristo en el Monte Tabor, está claro que no se trató de una comunicación material, sino de una condición espiritual que se ha expresado como un encuentro físico.

8. La otra clase de invocación, conversación y comunicación con los espíritus es vana imaginación y pura ilusión, aunque parezca real. La mente y el pensamiento del ser humano descubren a veces ciertas verdades, y este pensamiento y descubrimiento producen resultados y beneficios concretos. Semejantes pensamientos tienen una base sólida. Pero llegan muchas cosas a la mente que son como las olas del mar del engaño; no dan ningún fruto ni producen resultado. En el mundo del sueño, también, uno puede soñar algo que se cumple exactamente, mientras que en otra ocasión uno tiene un sueño que no tiene ningún resultado en absoluto.

9. Lo que queremos decir es que esta condición que llamamos conversación o comunicación con espíritus es de dos clases: una es pura fantasía, y la otra, que consiste en las visiones mencionadas en la Biblia, como las de Isaías y Juan y el encuentro de Cristo con Moisés y Elías, es real. Esta última ejerce un extraordinario efecto en las mentes y los pensamientos, y produce poderosas atracciones en los corazones.

72
Curación sin medicina

1. Pregunta: Hay quienes sanan a los enfermos por medios espirituales, es decir, sin medicina. ¿Cómo es esto?

2. Respuesta: Anteriormente se dio una explicación detallada sobre este tema. Si no la has comprendido del todo, la repetiremos para que puedas hacerlo. Has de saber que hay cuatro clases de tratamiento y curación sin medicina. Dos de ellas se deben a causas materiales y dos a causas espirituales.

3. En cuanto a las dos de tipo material, una se debe al hecho de que, en realidad, tanto la salud como la enfermedad son contagiosas. El contagio de las enfermedades es rápido e implacable, en tanto que el contagio de la salud es sobremanera lento y frágil. Si se ponen en contacto dos cuerpos, sin duda se trasmitirán partículas microbianas de uno a otro. Así como la enfermedad se trasmite de manera rápida e implacable de un cuerpo a otro, la buena salud de una persona sana puede también aliviar una afección leve en un enfermo. Lo que queremos decir es que la enfermedad se contagia de manera rápida e implacable, mientras que la salud lo hace lentamente y con efecto limitado, y este escaso resultado solo es perceptible en dolencias de poca importancia. En estos casos, la fortaleza del cuerpo sano vence la ligera debilidad del cuerpo enfermo y le restituye la salud. Este es un tipo de curación.

4. Otra clase de curación es por la fuerza del magnetismo corporal, donde la fuerza magnética de un cuerpo afecta a otro cuerpo y hace que sane. Esta fuerza también tiene solo un efecto leve. Así, alguien puede colocar la mano sobre la cabeza o el estómago de un paciente, y es posible que este se beneficie de ello. ¿Por qué? Porque el efecto del magnetismo y la impresión dejada en la psique del paciente pueden disipar la enfermedad. Pero este efecto es también muy leve y débil.

5. Las otras dos clases de curación son espirituales, es decir, el medio de curación es una fuerza espiritual. Una se produce cuando una persona sana concentra toda su atención en un enfermo, y este, a su vez, tiene plena esperanza de ser sanado mediante la fuerza espiritual de aquella y está totalmente convencido al respecto, a tal punto que se crea una fuerte conexión entre sus corazones. Si la persona sana hace entonces todo el esfuerzo posible para sanar al enfermo, y si este tiene absoluta fe en que recobrará la salud, de esta influencia mutua entre las almas puede producirse en sus nervios una emoción que produzca la curación. Así, por ejemplo, cuando un enfermo recibe repentinamente la buena noticia de que se ha cumplido su más ardiente deseo y anhelo, puede originarse una excitación nerviosa que disipe la dolencia por completo. Del mismo modo, cuando súbitamente ocurre un suceso aterrador, puede producirse una excitación en los nervios de una persona sana que la haga caer enferma inmediatamente. La causa de la enfermedad no es algo material, pues esa persona no ha ingerido ni ha entrado en contacto con nada: la excitación nerviosa por sí sola ha producido la enfermedad. Asimismo, el repentino cumplimiento de un deseo sumamente acariciado puede impartir una alegría tal que excite los nervios y restituya la salud.

6. En resumen, cuando hay una conexión total y perfecta entre el médico espiritual y el paciente, es decir, una conexión en la que el médico concentra toda su atención en el paciente y este, a su vez, concentra toda su atención en el médico espiritual y confía en la curación, se produce una excitación nerviosa con la que se recupera la salud. Pero esto es efectivo solo hasta cierto punto y no en todos los casos. Por ejemplo, si alguien contrae una enfermedad grave o sufre una lesión física, estos medios no eliminarán la enfermedad ni calmarán ni curarán la lesión; es decir, estos medios no tienen influencia sobre enfermedades graves, a menos que sean ayudados por la constitución del paciente, ya que una constitución fuerte a menudo rechaza la enfermedad. Esta es la tercera clase de curación.

7. Pero la cuarta clase ocurre cuando la curación se produce mediante el poder del Espíritu Santo. Esta no depende ni del contacto físico, ni de la necesidad de ver al enfermo ni de estar en su presencia: no está sujeta a ninguna condición. Ya sea benigna o severa la enfermedad, haya o no contacto entre los cuerpos, se establezca o no una conexión entre el paciente y el médico, esté presente o no el paciente, esta curación se produce mediante el poder del Espíritu Santo.

73
La curación por medios materiales

1. Ayer, en la mesa, respecto de la medicina y la curación espirituales, mencionamos cómo pueden curarse las enfermedades mediante fuerzas espirituales.

2. Ahora hablaremos de la curación material. La ciencia de la medicina está aún en su infancia y no ha alcanzado todavía la madurez. Cuando llegue a esa etapa, se administrarán tratamientos con cosas que no sean repulsivas a los sentidos del gusto y el olfato, es decir, mediante alimentos, frutas y plantas que tienen sabor agradable y olor grato. Pues la causa de la intrusión de la enfermedad en el cuerpo humano es o bien un agente físico o una excitación y estímulo nerviosos.

3. En cuanto a los agentes físicos, que son la principal causa de enfermedad, su efecto se debe a lo siguiente: el cuerpo humano se compone de numerosos elementos, de acuerdo con un estado de equilibrio particular. Mientras se mantiene ese equilibrio, la persona está resguardada contra la enfermedad; pero si se trastoca ese equilibrio fundamental, que es el requisito básico de una constitución sana, esta se altera y sobrevienen las enfermedades.

4. Por ejemplo, si hay un déficit de uno de los componentes del cuerpo y un superávit de otro, se trastorna el estado de equilibrio y se produce la enfermedad. Así, por ejemplo, el equilibrio requiere quizás que un componente sea de mil gramos y otro sea de cinco gramos. Si aquel desciende a setecientos gramos y este aumenta de modo que se altera el estado de equilibrio, sobreviene la enfermedad; y si se restituye el equilibrio con medicamentos y tratamientos, se supera la enfermedad. Así, si el componente de azúcar se vuelve excesivo, se daña la salud; y cuando el médico prohíbe los dulces y las féculas, el componente de azúcar disminuye, se restituye el equilibrio y se elimina la enfermedad.

5. Ahora bien, el equilibrio de estos componentes corporales se puede lograr de dos maneras: con medicamentos o con alimentos; y cuando la constitución ha recuperado su equilibrio, la enfermedad desaparece. Dado que todos los elementos constitutivos del cuerpo también se encuentran en las plantas, si uno de estos elementos resultara deficitario, y la persona ingiriera alimentos ricos en ese componente, se restablecería el equilibrio y sobrevendría la curación. Siempre que el objetivo sea equilibrar las partes componentes del cuerpo, esto puede efectuarse mediante medicamentos o alimentos diversos.

6. La mayoría de las enfermedades que afligen a los seres humanos también afligen a los animales, pero el animal no las trata con medicamentos. El médico del animal en las montañas y los páramos son sus facultades del gusto y del olfato. El animal enfermo huele las plantas que crecen en la naturaleza, come aquellas que su olfato y su sentido del gusto encuentran dulces y fragantes, y se cura. La razón de ello es la siguiente: Cuando, por ejemplo, baja el nivel de azúcar de su cuerpo, se le antojan cosas dulces y, por tanto, come plantas de sabor dulce, ya que así lo insta y lo guía la naturaleza. De esta manera, como el animal ingiere alimentos que son gratos a su gusto y su olfato, sube el nivel de azúcar, y recupera la salud.

7. Así pues, es evidente que las enfermedades pueden curarse por medio de frutas y otros alimentos. Pero como la ciencia de la medicina aún no se ha perfeccionado, este hecho no se ha comprendido por completo. Cuando se perfeccione esta ciencia, se administrarán tratamientos con frutas y plantas aromáticas, así como con otros alimentos, y con aguas calientes y frías a diversas temperaturas.

8. Esta es solo una breve explicación. Dios mediante, y si la ocasión lo permite, en otra ocasión daremos una explicación más detallada.

74
Acerca del bien y del mal

1. Es realmente difícil explicar la verdad de este tema. Has de saber que las cosas creadas son de dos clases: materiales y espirituales, perceptibles e inteligibles. Es decir, algunas son perceptibles por los sentidos, en tanto que otras solo las percibe la mente.

2. Las realidades perceptibles son aquellas que perciben los cinco sentidos externos: por ejemplo, las cosas externas que ve el ojo se llaman perceptibles. Las realidades inteligibles son las que no tienen existencia externa, pero que la mente percibe. Por ejemplo, la mente misma es una realidad inteligible y no tiene existencia visible. Igualmente, todas las virtudes y atributos humanos tienen una existencia inteligible, y no perceptible; es decir, son realidades percibidas por la mente y no por los sentidos.

3. En resumen, las realidades inteligibles, como las cualidades loables y las perfecciones del ser humano, son puramente buenas y tienen una existencia positiva. El mal es simplemente su ausencia. Así, la ignorancia es la carencia de conocimiento, el error es la carencia de orientación, el olvido es la carencia de memoria, la necedad es la carencia de comprensión: todos estos no son nada en sí mismos y no tienen existencia positiva.

4. En cuanto a las realidades perceptibles, también son puro bien, y el mal es simplemente su ausencia; es decir, la ceguera es la carencia de visión, la sordera es la carencia de audición, la pobreza es la carencia de riqueza, la enfermedad es la carencia de salud, la muerte es la carencia de vida y la debilidad es la carencia de fuerza.

5. Ahora, se presenta una duda: los escorpiones y las serpientes son venenosos; ¿esto es bueno o malo?, ya que tienen existencia positiva. Sí, es cierto que los escorpiones y las serpientes son perniciosos, pero solo con relación a nosotros y no a sí mismos, ya que el veneno es su arma, y su picadura, su medio de defensa. Pero como los elementos constitutivos de su veneno son incompatibles con los de nuestro cuerpo, es decir, como dichos elementos constitutivos se rechazan unos a otros, el veneno es malo o, más bien, esos elementos son malos unos con respecto a otros, mientras que en su propia realidad ambos son buenos.

6. En resumen, una cosa puede ser mala en relación a otra, pero no mala dentro de los límites de su propio ser. Se deduce, entonces, que en la existencia no hay mal. Todo cuanto Dios ha creado lo ha creado bueno. El mal consiste meramente en inexistencia. Por ejemplo, la muerte es la ausencia de vida: cuando la persona deja de ser sostenida por la fuerza de la vida, muere. La oscuridad es la ausencia de luz: cuando no hay luz, reina la oscuridad. La luz es una cosa que existe positivamente, pero la oscuridad no tiene existencia positiva; es simplemente la ausencia de aquella. Asimismo, la riqueza es algo que existe positivamente, pero la pobreza no es más que su ausencia.

7. Por tanto, es evidente que todo mal es mera inexistencia. El bien tiene existencia positiva; el mal es meramente su ausencia.

75
Dos clases de tormento

1. Has de saber que hay dos clases de tormento: imperceptible y palpable. Por ejemplo, la ignorancia es en sí un tormento, pero es un tormento imperceptible; la indiferencia para con Dios es en sí un tormento; la falsedad es en sí un tormento; la iniquidad y la traición son tormentos. De hecho, todas las imperfecciones humanas son tormentos, pero son tormentos imperceptibles. Una persona dotada de conciencia preferirá sin duda que la maten a pecar, y que le corten la lengua antes que calumniar y mentir.

2. La otra clase de tormento es palpable y consiste en castigos físicos como la cárcel, los azotes, la expulsión y el destierro. Mas para el pueblo de Dios, el estar apartado de Él como por un velo es aún peor que todos estos tormentos.

76
La justicia y la misericordia de Dios

1. Has de saber que la justicia consiste en dar a cada cual lo que se merece. Por ejemplo, cuando un obrero trabaja desde la mañana hasta la noche, la justicia requiere que se le pague su salario, pero la merced consiste en recompensarle aun cuando no haya hecho ningún trabajo ni realizado esfuerzo alguno. Así, cuando se le da limosna a un pobre que no ha hecho ningún esfuerzo ni nada en beneficio de uno para merecerla, esto es gracia. Por eso Cristo pidió perdón para los responsables de Su muerte: esto se llama gracia.

2. Ahora bien, la excelencia o la bajeza de algo se determina mediante la razón o mediante la ley religiosa. Algunos creen que se fundamenta en la ley religiosa: tal es el caso de los judíos, que creen que todos los mandamientos de la Torá son obligatorios y que son materia de ley religiosa y no de la razón. Así, dicen que uno de los mandamientos de la Torá es que no pueden comerse juntas la mantequilla y la carne, pues esto es «trefe» (y «trefe» significa en hebreo impuro, mientras que «kosher» significa puro). Dicen que se trata de una cuestión de ley religiosa y no de la razón.

3. Pero los filósofos espirituales sostienen que la excelencia o la bajeza de una cosa dependen tanto de la razón como de la ley religiosa. Así, las prohibiciones de homicidio, robo, traición, falsedad, hipocresía e iniquidad se basan en la razón: toda mente racional comprende que estas acciones son viles y reprobables. Pues simplemente con pinchar a una persona con una espina, gritará de dolor: ¿cómo no habrá de darse perfecta cuenta, pues, de que el homicidio, conforme a la razón, es vil y reprobable? Y si cometiera semejante delito, se le consideraría responsable del mismo, le hubiera llegado o no el mensaje profético, pues la razón misma capta el carácter censurable de esta acción. Así, cuando esa persona comete actos tan infames, sin duda deberá responder por ellos.

4. Sin embargo, si los mandamientos proféticos no han llegado a un lugar y, como consecuencia, las gentes no actúan en conformidad con las enseñanzas divinas, no deberán rendir cuentas según las leyes de la religión. Por ejemplo, Cristo ordenó que a la crueldad se respondiera con bondad. Si una persona no es consciente de este mandamiento y actúa según los impulsos de la naturaleza, es decir, responde con daño al daño, no se considera responsable de acuerdo con las leyes de la religión, pues no le ha sido comunicado este mandamiento divino. Aunque esa persona no sea merecedora de la generosidad y el favor divinos, con todo, Dios la tratará con Su misericordia y le otorgará el perdón.

5. Ahora bien, la venganza es reprobable, incluso según la razón, ya que no redunda en beneficio del vengador. Si una persona golpea a otra, y la víctima opta por vengarse devolviendo el golpe, ¿qué ventaja le trae esto? ¿Será un bálsamo para su herida o un remedio para su dolor? ¡No, por Dios! En verdad, las dos acciones son iguales: ambas son agravios; la única diferencia es que una precedió a la otra. Por lo tanto, si la víctima perdona o, mejor todavía, si actúa de la manera opuesta, esa acción será loable.

6. En cuanto al Estado, este castiga al agresor, pero no para cobrar venganza. La finalidad de este castigo es más bien desalentar y disuadir, y resistir la iniquidad y la agresión, a fin de evitar que otros levanten igualmente la mano de la opresión. Pero si la víctima opta por perdonar y mostrar a cambio la máxima misericordia, ello es altamente meritorio a los ojos de Dios.

77
El castigo de los criminales

1. Pregunta: ¿Se debería castigar a un criminal, o se le debería perdonar y pasar por alto su crimen?

2. Respuesta: Hay dos clases de acciones punitivas: una es la venganza y la represalia, y la otra, el castigo y la compensación. Un individuo no tiene derecho a cobrar venganza, pero el Estado tiene derecho a castigar al criminal. El objetivo de este castigo es desalentar y disuadir a otros de cometer crímenes semejantes. Es para la protección de los derechos humanos y no constituye venganza, pues la venganza es la satisfacción interior que resulta de devolver igual por igual. Esto no es permisible, pues a nadie le es dado el derecho de cobrar venganza. Sin embargo, si a los criminales se les abandonara a su suerte, se alteraría el orden del mundo. Así, al tiempo que el castigo es uno de los requisitos esenciales del Estado, la parte agraviada y perjudicada no tiene derecho a cobrar venganza. Por el contrario, debe mostrar perdón y magnanimidad, ya que esto es lo que corresponde al mundo de la humanidad.

3. No obstante, el Estado debe castigar al agresor, al homicida y al asaltante, a fin de desalentar y disuadir a otros de cometer delitos similares. Lo esencial, sin embargo, es educar a las masas de tal modo que, para empezar, no se cometan delitos; pues un pueblo se puede educar hasta tal punto que rehúya por completo todo delito y, en realidad, considere el delito mismo como la mayor de las penas y el más doloroso de los tormentos y castigos. Así, desde un principio, no ocurrirían delitos que requirieran castigos.

4. Debemos hablar solamente de lo que es posible en la práctica en el mundo. Lo cierto es que hay una abundancia de ideales y sentimientos elevados que no se pueden poner en práctica. Por lo tanto, debemos limitarnos a lo que es factible.

5. Por ejemplo, si alguien hace daño, agravia y ataca a otro, y este se desquita de la misma manera, esto constituye venganza y es censurable. Si Pedro mata al hijo de Pablo, Pablo no tiene derecho a matar al hijo de Pedro. Si lo hiciera, sería un acto de venganza, y censurable en extremo. Más bien, debe actuar de manera opuesta y mostrar perdón y, de ser posible, prestarle incluso alguna ayuda a su agresor. Esto es, en verdad, lo digno del ser humano; pues, ¿qué gana uno con la venganza? Las dos acciones son de hecho iguales: si una es reprobable, también lo es la otra. La única diferencia es que una precedió a la otra.

6. Sin embargo, el Estado tiene derecho a preservar y proteger. No guarda resentimiento ni abriga enemistad hacia el homicida, pero decide encarcelarlo o castigarlo únicamente para asegurar la protección de otros. La finalidad no es la venganza, sino un castigo a través del cual se proteja a la sociedad. De otra forma, si tanto los sucesores de la víctima como la comunidad perdonasen y devolviesen bien por mal, los malhechores nunca cesarían su ataque y a cada momento se produciría un homicidio; es más, individuos sanguinarios, como lobos, destruirían totalmente al rebaño de Dios. El Estado no actúa motivado por la mala voluntad al aplicar el castigo; actúa sin prejuicio y no busca complacer su sentimiento de venganza: al imponer el castigo, su finalidad es resguardar a los demás e impedir en el futuro la comisión de actos tan viles.

7. Así, cuando Cristo dijo: «Al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra», el propósito era educar a las gentes; no insinuar que uno debe ayudar a un lobo que se ha abalanzado sobre un rebaño de ovejas y está decidido a devorarlas a todas. Al contrario, si Cristo hubiera sabido que un lobo había entrado en el redil e iba a aniquilar a las ovejas, ciertamente lo habría impedido.

8. De la misma manera que el perdón es uno de los atributos de la misericordia de Dios, la justicia es uno de los atributos de Su señorío. El pabellón de la existencia se apoya sobre el pilar de la justicia y no del perdón, y la vida de la humanidad depende de la justicia y no del perdón. Por tanto, si fuera a promulgarse un decreto de amnistía en todos los países, el mundo entero se vería sumido en la confusión, y los cimientos de la vida humana quedarían destrozados. Asimismo, si las potencias de Europa no hubiesen resistido al tristemente célebre Atila, no habría dejado a ningún alma con vida.

9. Algunos humanos son como lobos sanguinarios: si no vieran por delante algún castigo, matarían a otros solo por propio placer y entretenimiento. Uno de los tiranos de Persia mató a su mentor por pura diversión. Mutawakkil, el famoso califa abasí, solía convocar a sus ministros, representantes y fiduciarios a su presencia, mandaba soltar en medio de ellos una caja llena de escorpiones y, tras prohibirles moverse, estallaba en carcajadas cada vez que uno recibía una picadura.

10. En resumen, el correcto funcionamiento del Estado depende de la justicia y no del perdón. Así, lo que Cristo quería decir con perdón y magnanimidad no es que, si otra nación os atacara, quemara vuestros hogares, saqueara vuestros bienes, agrediera a vuestras mujeres, hijos y familia, y violara vuestro honor, deberíais someteros a esa hueste tiránica y permitirles que llevaran a cabo cualquier clase de iniquidad y opresión. Antes bien, las palabras de Cristo se refieren al trato privado entre dos personas, estableciendo que si una ataca a la otra, la parte perjudicada debe perdonar. Pero el Estado debe proteger los derechos de las personas. Por tanto, si alguien fuese a atacarme, perjudicarme, oprimirme y herirme, de ninguna manera le haría frente, sino que le mostraría perdón. Pero si alguien fuese a atacar a Siyyid Manshádí, aquí presente, por supuesto que se lo impediría. Aunque la no interferencia le parecería bondad al atacante, sería pura opresión hacia Manshádí. De igual modo, si un árabe cruel entrara ahora en la habitación blandiendo una espada y dispuesto a agredirte, herirte o matarte, por supuesto que yo se lo impediría. Si te dejase a merced de ese hombre, eso sería opresión, no justicia. Pero si me dañara a mí, se lo perdonaría.

11. Un último punto: el Estado está ocupado día y noche en idear leyes penales y proporcionar medios y maneras de castigar. Construye cárceles, adquiere cadenas y grilletes, y dispone lugares de exilio y destierro, de tormento y privación, tratando con ello de reformar al criminal, cuando en realidad eso solo acarrea el deterioro de las costumbres y la corrupción del carácter. En lugar de esto, el Estado debería afanarse día y noche en realizar todos los esfuerzos por asegurar que las almas sean debidamente educadas, progresen a diario, avancen en las ciencias y el conocimiento, adquieran virtudes meritorias y modales loables, y que abandonen comportamientos violentos, a fin de que nunca tengan lugar los delitos. En la actualidad, prevalece lo contrario: el Estado está continuamente intentando fortalecer las leyes penales y disponer medios de castigo, instrumentos de muerte y punición, y lugares de encarcelamiento y exilio, y esperando luego a que se cometan delitos. Esto tiene un efecto sumamente dañino.

12. Pero si se educara a las masas de modo que día a día aumentaran el conocimiento y el saber, se ampliara el entendimiento, se refinaran las percepciones, se rectificaran las costumbres y se transformaran los modales; en resumen, si se progresara con respecto a todos los niveles de la perfección, se reduciría la comisión de delitos.

13. La experiencia demuestra que los delitos son menos frecuentes en los países civilizados; es decir, entre aquellos que han logrado una civilización verdadera. Y la verdadera civilización es la civilización divina, la civilización de aquellos que combinan las perfecciones materiales con las espirituales. Puesto que la ignorancia es la causa fundamental del delito, cuanto más avancen el conocimiento y el saber, menos delitos se cometerán. Considera las tribus anárquicas de África: ¡cuántas veces se matan entre sí, e incluso ingieren el cuerpo mismo de sus adversarios! ¿Por qué no ocurren semejantes barbaries en Suiza? Claramente, la razón de ello es la educación y la virtud.

14. Por tanto, el Estado debe, primero, intentar impedir que se cometan delitos, en lugar de idear penas y castigos rigurosos.

78
Las huelgas

1. Has preguntado acerca de las huelgas. A raíz de esto se han producido y continuarán produciéndose grandes dificultades. El origen de estas dificultades es doble: uno es la excesiva avaricia y rapacidad de los propietarios de las industrias y, el otro, las demandas injustificadas, la codicia y la intransigencia de los trabajadores. Por tanto, se debe intentar abordar ambas cuestiones.

2. Veamos: la causa radical de esas dificultades estriba en la ley de la naturaleza que rige la civilización actual, ya que da como resultado que un puñado de gente acumule inmensas fortunas que exceden en mucho sus necesidades, en tanto que la gran mayoría permanece en la indigencia, el desamparo y la indefensión. Esto es, a la vez, contrario a la justicia, a la humanidad y a la equidad; es la mayor iniquidad y va en contra del beneplácito del Todomisericordioso.

3. Esta disparidad se limita a la raza humana; entre otras criaturas, es decir, entre los animales, prevalece cierta especie de justicia e igualdad. Así, hay igualdad en el seno de un rebaño de ovejas, o de una manada de ciervos en el monte, o entre las aves cantoras que habitan en las montañas, las llanuras y los huertos. Los animales de todas las especies disfrutan de cierta medida de igualdad y no difieren mucho unos de otros respecto de sus medios de existencia y, por tanto, viven en perfecta paz y alegría.

4. Es muy distinto el caso de la raza humana, donde uno encuentra la mayor opresión e injusticia. Así, por un lado, puedes observar a una sola persona que ha amasado una fortuna, se ha adueñado de un país entero, ha obtenido una inmensa riqueza y se ha asegurado una corriente incesante de ganancias y beneficios y, por otro lado, a cientos de miles de almas indefensas, débiles, imposibilitadas, y que no tienen ni siquiera un mendrugo de pan. Observa cómo, en consecuencia, la paz y la felicidad general se han vuelto tan exiguas, y el bienestar de la humanidad ha mermado hasta tal punto que las vidas de una inmensa multitud de personas han resultado infructuosas. Pues toda la riqueza, el poder, el comercio y la industria están concentrados en manos de unos cuantos individuos, mientras que otros laboran bajo el peso de interminables fatigas y dificultades, están privados de ventajas y beneficios, y permanecen desprovistos de comodidad y paz. Por lo tanto, deben promulgarse leyes y reglamentos que moderen las fortunas excesivas de esos pocos y satisfagan las necesidades básicas de la miríada de millones de pobres, de modo que se logre cierto grado de moderación.

5. Sin embargo, la igualdad absoluta es asimismo insostenible, pues la igualdad completa en la riqueza, el poder, el comercio, la agricultura y la industria desembocaría en el caos y el desorden, alteraría los medios de vida de las personas, provocaría descontento universal y socavaría la gestión ordenada de los asuntos de la comunidad, de modo que la igualdad injustificada también está plagada de peligros. Así pues, es preferible que se logre cierto grado de moderación; y con moderación se quiere decir la promulgación de leyes y normas que impidan la injustificada concentración de riqueza en manos de unos pocos y satisfagan las necesidades básicas de la mayoría. Por ejemplo, los propietarios de las fábricas obtienen fortunas cada día, pero el salario que reciben los pobres trabajadores ni siquiera cubre sus necesidades diarias: esto es sobremanera injusto, y sin duda ninguna persona ecuánime puede aceptarlo. Por lo tanto, debieran promulgarse leyes y normas que les garanticen a los trabajadores un salario diario, así como una participación en una cuarta o quinta parte de las ganancias de la fábrica, de acuerdo con las posibilidades de esta, o que permita a los trabajadores participar equitativamente de los beneficios de alguna otra forma, junto con los propietarios. Pues el capital y la gestión provienen de estos, y el esfuerzo y el trabajo, de aquellos. A los trabajadores podría garantizárseles un salario que cubriera de manera suficiente sus necesidades diarias, así como el derecho a una participación en los ingresos de la fábrica cuando estén lesionados, incapacitados o no puedan trabajar, o bien podría fijarse un salario que permitiera a los trabajadores satisfacer sus necesidades diarias y ahorrar un poco para tiempos de debilidad o incapacidad.

6. Si los asuntos se dispusieran de esta manera, los propietarios no amasarían diariamente una fortuna que no les sirve de nada —ya que, si la fortuna de uno crece de manera desmesurada, siente el peso de una abrumadora carga, se ve sujeto a dificultades y problemas extremos, y le resulta muy difícil y físicamente debilitador administrar fortuna tan excesiva— ni tampoco los trabajadores tendrían que soportar tantos esfuerzos y privaciones que los incapacitaran y, al final de la vida, los hicieran víctimas de la mayor indigencia.

7. Por lo tanto, queda claramente establecido que la apropiación de excesiva riqueza por parte de unos cuantos individuos, a pesar de las necesidades de las masas, es arbitraria e injusta, y que, a la inversa, la absoluta igualdad también trastocaría la existencia, el bienestar, la comodidad, la paz y la vida ordenada de la raza humana. Siendo ese el caso, la mejor opción es, pues, buscar la moderación que, para los ricos, supone reconocer las ventajas de la mesura en la adquisición de ganancias y mostrar consideración por el bienestar de los pobres y los necesitados, es decir, fijar un salario diario para los trabajadores y asignarles también una parte del total de los beneficios de la fábrica.

8. Resumiendo, en lo que se refiere a los derechos mutuos de los propietarios y los trabajadores, deben promulgarse leyes que permitan a los primeros adquirir ganancias razonables y proporcionar a los segundos los medios para vivir en el presente y cubrir sus necesidades futuras, de modo que, si quedan incapacitados, envejecen, o fallecen y dejan huérfanos a hijos pequeños, ni ellos ni sus hijos padezcan extrema pobreza, sino que reciban una pensión modesta de las ganancias de la propia fábrica.

9. Por su parte, los trabajadores no deberían hacer demandas excesivas, ser porfiados, pedir más de lo que merecen ni ir a la huelga. Deberían obedecer y cumplir, y no exigir salarios exorbitantes. Los derechos equitativos y mutuos de ambas partes deberían fijarse y establecerse en conformidad con las leyes de la justicia y la compasión, y cualquiera de las partes que los violara debería ser condenada después de una audiencia imparcial, y someterse al veredicto definitivo dictado por la rama ejecutiva, de modo que se ordenen correctamente todos los asuntos y se resuelvan adecuadamente todos los problemas.

10. Debe garantizarse plenamente la intervención del gobierno y de los tribunales en los problemas que surjan entre los propietarios y los trabajadores, ya que no se trata de cuestiones particulares, como lo son las transacciones normales entre dos personas, que no atañen al público y en las que el gobierno no tiene ningún derecho a interferir. Puesto que los problemas entre propietarios y trabajadores, aunque aparenten ser un asunto privado, son perjudiciales para el bien común, ya que los asuntos comerciales, industriales y agrícolas, e incluso el quehacer general de la nación, están todos íntimamente ligados entre sí: el perjuicio de uno significa la pérdida de todos. Y dado que los problemas entre los propietarios y los trabajadores son perjudiciales para el bien común, el gobierno y los tribunales tienen, por tanto, derecho a intervenir.

11. Incluso en el caso de diferencias que surgen entre dos personas respecto de derechos particulares, se requiere de una tercera parte, a saber, el gobierno, para resolver la disputa. ¿Cómo, entonces, pueden desatenderse las huelgas, que trastornan totalmente al país, ya sea que se produzcan a raíz de las demandas desmesuradas de los trabajadores o de la excesiva avaricia de los propietarios de las fábricas?

12. ¡Por Dios! ¿Cómo puede uno ver a sus semejantes hambrientos, indigentes y desposeídos y, con todo, vivir en paz y cómodamente en una espléndida mansión? ¿Cómo se puede ver a otros en la mayor necesidad y, a pesar de ello, gozar de la fortuna propia? Por eso, en todas las religiones divinas se ha decretado que los pudientes aporten anualmente una parte de su riqueza para el sustento de los pobres y la ayuda a los necesitados. Este es uno de los fundamentos de la religión de Dios y es un mandamiento que todos deben seguir. Y, puesto que, a este respecto, uno no está forzado desde afuera ni obligado por el gobierno, sino que ayuda a los pobres movido por el corazón y con espíritu alegre y radiante, semejante acción es altamente loable, aceptable y grata.

13. Este es el significado de las buenas acciones mencionadas en los escritos y libros sagrados.

79
La realidad del mundo del ser

1. Los sofistas sostienen que toda la existencia es ilusoria; es más, que todos y cada uno de los seres son una absoluta fantasía que no tiene existencia alguna; es decir, que la existencia de las cosas creadas es como un espejismo, o como el reflejo de una imagen en el agua o en un espejo, que es meramente una apariencia carente de base, fundamento y realidad comprobable.

2. Esta noción es falsa, pues, si bien la existencia de las cosas es una ilusión comparada con la existencia de Dios, sin embargo, en el mundo contingente está demostrada, comprobada, y es innegable. Por ejemplo, la existencia del mineral es inexistencia comparada con la del ser humano —dado que el cuerpo humano se vuelve mineral después de morir físicamente— pero el mineral ciertamente existe en el reino mineral. Por lo tanto, está claro que el polvo es inexistente o tiene una existencia ilusoria en comparación con la de la persona, pero tiene existencia dentro del reino mineral.

3. De igual manera, la existencia de las cosas creadas es pura ilusión y absoluta inexistencia comparada con la de Dios, y consiste en una mera apariencia, como la imagen que se ve en un espejo. Sin embargo, aunque esta imagen es una ilusión, su fuente y realidad es la persona reflejada, cuya imagen ha aparecido en el espejo. En resumen, el reflejo es una ilusión en comparación con lo que es reflejado. Por lo tanto, es evidente que, si bien las cosas creadas no tienen existencia en comparación con la de Dios y son, en cambio, como un espejismo o una imagen reflejada en un espejo, con todo, existen dentro de su propio grado.

4. Por eso Cristo dijo que quienes eran desatentos con Dios y negaban Su verdad eran como muertos, aun cuando aparentemente estaban vivos; pues, con relación a los fieles, estaban en verdad muertos, ciegos, sordos y mudos. Eso es lo que Cristo quiso decir cuando declaró «Que los muertos entierren a sus muertos».

80
Preexistencia y generación

1. Pregunta: ¿Cuántas clases de preexistencia y de generación hay?

2. Respuesta: Algunos sabios y filósofos sostienen que hay dos clases de preexistencia: esencial y temporal; y que, asimismo, hay dos tipos de generación: esencial y temporal.

3. La preexistencia esencial es una existencia que no viene precedida de una causa; la generación esencial viene precedida de una causa. La preexistencia temporal no tiene principio; la generación temporal tiene un principio y un fin. Pues la existencia de toda cosa depende de cuatro causas: la causa eficiente, la causa material, la causa formal y la causa final. Así, esta silla tiene un creador que es un carpintero, una materia que es la madera, una forma que es la de una silla y una finalidad que es servir como asiento. Por lo tanto esta silla proviene de una generación esencial, ya que está precedida por una causa y su existencia depende de ella. Esto se denomina generación esencial o intrínseca.

4. Con relación a su Creador, el mundo de la existencia es una generación intrínseca. Asimismo, dado que el cuerpo depende del espíritu y está sostenido por este, es una generación esencial con relación al espíritu. En cambio, el espíritu puede prescindir del cuerpo y, por tanto, tiene una preexistencia esencial con relación al cuerpo. Si bien los rayos son siempre inseparables del Sol, el Sol es preexistente y los rayos han sido generados, pues la existencia de los rayos depende de la existencia del Sol, pero lo inverso no es el caso: el Sol es el que otorga la gracia, y los rayos son la gracia misma.

5. La segunda consideración es que la existencia y la inexistencia son ambas relativas. Si se dice que cierta cosa apareció de la inexistencia, no se quiere decir de la inexistencia absoluta; más bien significa que la condición anterior era inexistencia en relación con la actual. Pues la inexistencia absoluta no puede llegar a ser existencia, ya que carece de la capacidad misma de existir. El ser humano existe y el mineral también existe, pero la existencia del mineral es inexistencia con relación a la del ser humano: pues cuando el cuerpo humano perece, se convierte en polvo y mineral; y cuando el polvo progresa hasta llegar al mundo humano y ese puñado de materia inanimada adquiere vida, aparece el ser humano. Aunque el polvo —el mineral— tiene existencia en su propio grado, en relación con el ser humano es inexistencia. Lo que queremos decir es que ambos existen, pero la existencia del polvo y el mineral con relación al ser humano es inexistencia, pues cuando la persona muere se convierte en polvo y mineral.

6. Por lo tanto, si bien el mundo contingente existe, con relación a la existencia de Dios es la inexistencia y la nada. El ser humano y el polvo existen, ¡pero qué grande es la diferencia entre la existencia del mineral y la del hombre! Una con relación a la otra es inexistencia. De la misma manera, la existencia de la creación es inexistencia en relación con la de Dios. Por tanto, aun cuando el universo tiene existencia, en relación con Dios es inexistencia.

7. Así, es claro y evidente que, aunque las cosas creadas existen, en relación con Dios y Su Palabra son inexistentes. Este es el comienzo y el fin de la Palabra de Dios, Quien dice: «Yo soy el Alfa y la Omega»; puesto que Él es el origen de la gracia y su objetivo final. El Creador siempre ha tenido una creación y los rayos siempre han emanado e irradiado del Sol de la Verdad, pues un sol sin luz sería una impenetrable oscuridad. Los nombres y atributos de Dios requieren la existencia de las cosas, y no puede concebirse un cese de las efusiones de la antigua gracia de Dios, ya que eso sería contrario a las perfecciones divinas.

81
La reencarnación

Pregunta: ¿Qué puede decirse acerca de la reencarnación, que es una creencia que defienden los seguidores de ciertas religiones?

2. Respuesta: Nuestro propósito en lo que vamos a decir es expresar la verdad y no denigrar las creencias de otros; es meramente explicar la realidad y nada más. Por lo demás, ni nos sentimos inclinados a rebatir las creencias profundas de nadie ni aprobamos semejante conducta.

3. Has de saber, entonces, que los que creen en la reencarnación son de dos clases. Los primeros no creen en las recompensas y castigos espirituales del mundo venidero. Sostienen, en cambio, que la persona recibe su castigo o recompensa mediante la reencarnación y retorno a este mundo; consideran que el cielo y el infierno están limitados a este dominio material; y no creen en el mundo del más allá. Este grupo se divide a su vez en dos: un sector sostiene que, como castigo severo, el ser humano puede en ocasiones asumir la forma de un animal al volver a este mundo y que, después de soportar este doloroso tormento, pasa del reino animal al mundo humano; y a esto lo denominan transmigración. El otro sector sostiene que el hombre vuelve al mismo mundo humano de donde partió, y que las recompensas y castigos de la vida anterior los experimenta a su regreso, y a esto lo llaman reencarnación. Ninguno de estos dos sectores cree en un mundo más allá de este.

4. El segundo grupo de defensores de la reencarnación cree en la existencia del mundo venidero y ve la reencarnación como el medio para perfeccionarse, por cuanto la persona adquiere perfecciones partiendo de este mundo y volviendo de nuevo a él, hasta alcanzar la cima de la perfección. Es decir, el ser humano está compuesto de materia y energía: al principio, o en el primer ciclo, la materia es imperfecta pero, tras volver repetidamente a este mundo, progresa y adquiere refinamiento y delicadeza hasta llegar a ser como un espejo bruñido; y, entonces, la energía, que consiste en el espíritu, se hace plenamente efectiva dentro de él, con todas sus perfecciones.

5. Esta es una breve descripción de las creencias de los defensores de la reencarnación y la transmigración. Si entrásemos en los detalles, se perdería mucho tiempo, de modo que basta con este resumen. Estas personas no tienen pruebas o argumentos racionales a favor de su creencia, que se basa en meras conjeturas e inferencias circunstanciales, y no en pruebas concluyentes. Lo que se debe pedir a los que creen en la reencarnación son pruebas, no inferencias, conjeturas o presentimientos.

6. Pero me has pedido pruebas y argumentos respecto de la imposibilidad de la reencarnación, y por tanto hemos de explicar las razones de su imposibilidad. La primera prueba es que lo exterior es la expresión de lo interior; el dominio terrenal es el espejo del reino celestial; y el mundo material está en consonancia con el mundo espiritual. Ahora, observa que, en el mundo perceptible, las muestras de la Divinidad no se repiten, pues ninguna cosa creada puede ser idéntica a otra en todos los sentidos. La señal de la Unidad Divina está presente y es visible en todas las cosas. Si todos los graneros del mundo se llenaran de trigo, te sería muy difícil encontrar dos granos que fuesen absolutamente idénticos e indistinguibles en todos los aspectos: debe haber forzosamente alguna diferencia o distinción entre ellos. Pues bien, dado que la prueba de la Unidad Divina existe dentro de todas las cosas, y la unicidad y singularidad de Dios es visible en las realidades de todas las cosas, la recurrencia de la misma señal divina es totalmente imposible. Por tanto, la reencarnación, que es la manifestación repetida en este mundo del mismo espíritu con su esencia y condiciones anteriores, supondría exactamente la misma señal, lo cual es imposible. Y, puesto que la recurrencia de la misma señal divina es imposible para las cosas materiales, la repetida adopción de la misma posición, ya sea en el arco de descenso o en el arco de ascenso, es asimismo imposible para los seres espirituales, pues el mundo material se corresponde con el mundo espiritual.

7. Sin embargo, con respecto a las especies, el retorno y la recurrencia son claramente visibles en las realidades materiales; es decir, los árboles que durante años han producido hojas, flores y frutos producirán las mismas hojas, flores y frutos en años venideros. Esto se llama recurrencia de las especies. Si alguien alegara que la hoja, la flor y el fruto se han descompuesto, han descendido del mundo vegetal al mundo mineral, y han regresado de nuevo a aquel, y que por tanto ha habido una recurrencia, responderíamos que la flor, la hoja y el fruto del año anterior se descompusieron, y que sus elementos constituyentes se desintegraron y dispersaron. No es que las mismas partículas de la hoja y el fruto del año anterior que se habían descompuesto se hayan vuelto a combinar y hayan regresado, sino que la esencia de la especie ha retornado a través de la combinación de nuevos elementos. De la misma manera, el cuerpo humano se desintegra completamente después de la descomposición y dispersión de sus partes constitutivas. Si este cuerpo regresara del mundo mineral o vegetal, no tendría exactamente los mismos constituyentes que la persona anterior, pues sus elementos se descompusieron, desintegraron y dispersaron en el espacio. Después, otros elementos constitutivos se combinaron y se formó otro cuerpo. Y, si bien puede ser el caso que ciertos constituyentes de aquel cuerpo entraran en la composición de este, aquellos constituyentes no se han conservado de forma exacta y completa sin añadidura ni disminución, para de nuevo componerse y dar origen a otro individuo mediante su composición y combinación. Por tanto, no puede deducirse que este cuerpo ha regresado con todas sus partes constitutivas; que aquel individuo se ha convertido en este; y que, por tanto, ha tenido lugar una recurrencia, que ha regresado ese mismo espíritu, igual que el cuerpo, y que, tras morir, ha vuelto a alcanzar este mundo.

8. Y, si afirmásemos que el propósito de la reencarnación es lograr la perfección, de modo que la materia adquiera más pureza y refinamiento y se refleje en ella la luz del espíritu con la máxima perfección, eso también sería pura imaginación. Pues, aun si aceptásemos esa suposición, la renovación de la existencia de un objeto no puede producir la transformación de su esencia. Ya que, con el regreso, la substancia de la imperfección no se convertirá en la realidad de la perfección; la oscuridad total no llegará a ser una fuente de luz; la deplorable debilidad no se convertirá en fuerza y poder, y una esencia terrenal no llegará a ser una realidad celestial. Por muchas veces que regrese, el árbol infernal jamás producirá un fruto dulce, ni el árbol bueno producirá uno amargo. Es claro, entonces, que la recurrencia y el retorno al mundo material no constituyen el medio de alcanzar la perfección, y que esta suposición no se basa en ninguna prueba ni evidencia; es simplemente una conjetura. Al contrario, el logro de la perfección depende, en realidad, de la gracia de Dios.

9. Los teósofos creen que la persona regresará una y otra vez por el arco de ascenso hasta que llegue al Centro Supremo, donde la materia llega a ser como un espejo inmaculado, la luz del espíritu resplandece en la plenitud de su fuerza, y se alcanza la perfección esencial. Sin embargo, quienes han investigado a fondo las cuestiones del espíritu saben con certeza que los mundos materiales culminan al final del arco de descenso; que la posición que ocupa el ser humano está al final del arco de descenso y al comienzo del arco de ascenso, en el polo opuesto al Centro Supremo; y que, desde el comienzo hasta el final del arco de ascenso, los niveles de progreso son de naturaleza espiritual. El arco de descenso se denomina el de la «generación» y el arco de ascenso, el de la «nueva creación». El arco de descenso termina en las realidades materiales, y el arco de ascenso, en las realidades espirituales. Al trazar un círculo, el punto del compás no invierte su movimiento, ya que eso sería contrario al movimiento natural y al orden divino, y alteraría la regularidad del círculo.

10. Además, este mundo material no tiene tanto valor ni beneficio que uno que se haya liberado de su jaula quiera dejarse atrapar de nuevo en sus redes. Al contrario: mediante la gracia eterna de Dios, la verdadera capacidad y receptividad de la realidad humana se hace clara y manifiesta al atravesar los grados de la existencia, y no por medio de la recurrencia y el retorno. Basta con abrir la concha una sola vez para ver si esconde una perla reluciente o bien materia sin valor. Basta que la planta crezca una sola vez para ver si da flores o espinas: no es necesario que crezca de nuevo. Aparte de esto, caminar y avanzar a través de los mundos en una dirección y de acuerdo con el orden natural es la causa de la existencia, y desplazarse a contracorriente del orden natural y la disposición de las cosas es la causa de la extinción. El retorno del espíritu después de la muerte es incompatible con el movimiento natural, y contrario al orden divino.

11. Por tanto, no es posible en modo alguno llegar a la existencia mediante el retorno: es como si el ser humano, después de ser liberado del mundo de la matriz, tuviera que regresar a él. ¡Observa lo infundadas que son las concepciones de los que creen en la reencarnación y en la transmigración! Consideran el cuerpo como un recipiente y el espíritu como su contenido, como el agua y el vaso, y que el agua se vacía de un vaso y se vierte en otro. Esta es realmente una noción infantil: no reflexionan con suficiente profundidad para darse cuenta de que el espíritu es algo absolutamente incorpóreo, que no entra ni sale y que, a lo sumo, está conectado con el cuerpo como el Sol lo está con el espejo. Si el espíritu pudiese en efecto atravesar todos los grados y alcanzar la perfección esencial mediante el retorno repetido al mundo material, habría sido mejor que Dios hubiese prolongado la vida del espíritu en este mundo material a fin de que adquiriese virtudes y perfecciones y, en consecuencia, no tendría necesidad de probar la copa de la muerte para entrar en esta vida por segunda vez.

12. Esta idea tiene su origen en el hecho de que algunos creyentes en la reencarnación imaginan que la existencia está limitada a este mundo fugaz y niegan que haya otros mundos de Dios, cuando, en realidad, son infinitos. Si los mundos de Dios culminaran en este mundo material, toda la creación carecería de sentido, y la existencia misma sería un juego de niños. Pues el resultado último de este universo sin fin, la nobilísima realidad del hombre, iría de un lado a otro durante unos cuantos días en esta morada efímera, para recibir sus recompensas y castigos. Al final, todos llegarían a la perfección, la creación de Dios con sus infinitos seres quedaría completa y consumada y, por ende, la Divinidad del Señor y los nombres y atributos de Dios cesarían de tener efecto e influencia alguna sobre los seres espirituales que ahora existen. «¡Lejos está de la gloria de tu Señor, el Todoglorioso, lo que Sus criaturas afirman acerca de Él!».

13. Las mentes limitadas de los filósofos de la antigüedad, como Ptolomeo y otros, sostenían que el reino de la vida y la existencia estaba limitado a este globo terráqueo, e imaginaban que este espacio infinito se hallaba contenido dentro de las nueve esferas celestes, todas las cuales estaban desiertas y vacías. ¡Fíjate qué estrechos eran sus pensamientos, y cuán deficiente su razonamiento! Los que creen en la reencarnación imaginan, igualmente, que los mundos espirituales están limitados a los dominios que la mente humana es capaz de concebir. Algunos de ellos, como los drusos y los nusairíes, llegan a imaginar que la existencia está limitada a este mundo material. ¡Qué suposición más ignorante es esta! Pues en este universo de Dios, que muestra la mayor perfección, belleza y grandeza, los cuerpos luminosos del universo material son infinitos. ¡Detente a deducir lo infinitos e ilimitados que deben ser los dominios espirituales de Dios, que constituyen los fundamentos mismos! «¡Prestad atención, oh gentes de perspicacia!».

14. Pero volvamos a nuestro tema original. En los libros santos y las escrituras sagradas se menciona un «retorno», pero los ignorantes no han logrado comprender sus significados y han imaginado que se refiere a la reencarnación. Pues lo que los Profetas de Dios han querido decir con «retorno» no es el retorno de la esencia, sino de los atributos; no es el retorno de la Manifestación misma, sino de Sus perfecciones. En el Evangelio se dice que Juan, el hijo de Zacarías, es Elías. Estas palabras no significan el retorno del alma racional y la personalidad de Elías en el cuerpo de Juan sino, más bien, que las perfecciones y atributos de Elías se hicieron claras y manifiestas en aquel.

15. Anoche se encendió una lámpara en esta habitación; cuando se enciende otra lámpara esta noche, decimos que de nuevo brilla la luz de anoche. Cuando el agua que ha dejado de manar de una fuente vuelve a manar, decimos que es la misma agua que fluye de nuevo; o decimos que esta luz es la misma que la anterior. Asimismo, durante la primavera pasada brotaron flores y hierbas fragantes, y se produjeron frutos deliciosos; el año que viene diremos que han vuelto esos frutos deliciosos y esos capullos, flores y hierbas fragantes. No es que los mismos elementos constitutivos de las flores del año pasado se hayan vuelto a combinar y hayan retornado, después de descomponerse. En absoluto; lo que queremos decir es que la misma frescura y delicadeza, el mismo grato perfume y maravilloso color que caracterizaban a las flores del año pasado se encuentran exactamente en las flores de este año. En resumen, lo relevante es la semejanza y similitud entre aquellas flores y estas. Este es el «retorno» que se menciona en las escrituras sagradas. Bahá’u’lláh lo explica perfectamente en el Libro de la Certeza: remítete a él para informarte de la verdad de los misterios divinos. Contigo sean mis saludos y mi alabanza.

82
La unidad de la existencia

1. Pregunta: ¿Cuál es la naturaleza de la «unidad de la existencia» propugnada por los teósofos y los sufíes, y qué quieren decir con ello en realidad? ¿Esta creencia es verdadera o no?

2. Respuesta: Has de saber que la idea de la unidad de la existencia es antigua y no se limita a los teósofos y sufíes únicamente. En efecto, fue adoptada por algunos de los filósofos griegos, como Aristóteles, que decían: «La Realidad elemental es todas las cosas, pero no es ninguna de ellas en particular». Aquí, «elemental» se contrapone a «compuesto»; es decir que esa Realidad única, que está totalmente por encima de toda composición y división, ha tomado innumerables formas. Así, la Existencia real es todas las cosas, pero no es ninguna de ellas en particular.

3. Los que propugnan la unidad de la existencia sostienen que la Existencia real es como el mar, y que todas las cosas creadas son como sus olas. Estas olas, que significan las cosas creadas, son las innumerables formas que asume esa Existencia real. En consecuencia, esa Realidad santificada es el mar preexistente, y las incontables formas de las cosas creadas son las olas que genera.

4. Asimismo, comparan esto con el Uno y la infinidad de números, por cuanto aquel se ha manifestado en los grados de estos, ya que los números son repeticiones del Uno. Así, el dos es la repetición de uno, y así sucesivamente con los demás números.

5. Una de las pruebas que aducen es esta: Todas las cosas creadas son objetos del conocimiento divino, y no puede tener lugar ningún conocimiento sin objetos de conocimiento, pues el conocimiento está relacionado con algo que existe, no con algo inexistente. En efecto, ¿cómo puede la inexistencia absoluta obtener especificación e individuación en el espejo del conocimiento? De ahí que las realidades de todas las cosas creadas, que son los objetos del conocimiento del Altísimo, tenían una existencia inteligible, pues eran las formas del conocimiento divino, y que son preexistentes, puesto que el conocimiento divino es preexistente. En la medida en que el conocimiento es preexistente, también deben serlo sus objetos. Y las especificaciones e individuaciones de las cosas creadas, que son los objetos del conocimiento preexistente de la Esencia Divina, son idénticas al conocimiento divino en sí. La razón de ello es que la realidad, el conocimiento y los objetos del conocimiento del Ser Divino deben tener lugar en un estado de absoluta unidad. De otro modo, la Esencia Divina llegaría a ser la sede de múltiples fenómenos, y se haría necesaria una pluralidad de preexistencias, lo cual es absurdo.

6. De esta forma, razonan ellos, queda establecido que los objetos del conocimiento son idénticos al conocimiento mismo, y que el conocimiento es, a su vez, idéntico a la Esencia, lo cual es como decir que el conocedor, el conocimiento y los objetos del conocimiento son una sola realidad. Cualquier otra concepción llevaría necesariamente a una pluralidad de preexistencias y a una infinita regresión y, efectivamente, a innumerables preexistencias. Y, puesto que las individuaciones y especificaciones de las cosas creadas en el conocimiento de Dios eran idénticas a Su Esencia y completamente indistinguibles de ella, prevalecía la unidad verdadera, y todos los objetos del conocimiento estaban comprendidos e incorporados, de una manera no compuesta ni dividida, en la realidad de la Esencia Divina. En otras palabras, eran, de manera no compuesta ni dividida, los objetos del conocimiento del Altísimo, e idénticos a Su Esencia. Y, mediante la aparición de Dios en forma de manifestación, esas individuaciones y especificaciones, que tenían una existencia inteligible, es decir que eran las formas del conocimiento divino, encontraron existencia efectiva en el mundo exterior y, así, esa Existencia real tomó innumerables formas. Esta es la base de su argumentación.

7. Los teósofos y los sufíes incluyen dos grupos. Un grupo consiste en la mayoría de ellos, que creen en la unidad de la existencia por mera imitación, y no han captado el verdadero propósito de las enseñanzas de sus renombrados líderes. Pues la generalidad de los sufíes entienden por «Existencia» esa existencia común concebida por la mente y el intelecto del ser humano; es decir, la que este puede comprender.

8. Sin embargo, esta existencia común es solo un accidente entre otros que son ineludibles en las realidades de las cosas creadas, mientras que las esencias de los seres son la substancia. Esta existencia accidental, que depende de las cosas de la misma manera que las propiedades de las cosas dependen de ellas, no es sino un accidente entre muchos otros.

9. Ahora bien, la substancia es sin duda superior al accidente, ya que la substancia es primaria, y el accidente, secundario; la substancia subsiste por sí misma, en tanto que el accidente subsiste por medio de otra cosa; es decir, necesita de una substancia por medio de la cual pueda subsistir.

10. En este caso, Dios sería secundario respecto de Su creación y necesitaría de esta, y la creación podría prescindir completamente de Él.

11. Para ofrecer mayor ilustración, cada vez que elementos independientes se combinan conforme al orden universal divino, aparece determinado ser en el mundo de la existencia. Es decir, cuando se combinan ciertos elementos, se produce una existencia vegetal; cuando se combinan otros, se produce una existencia animal; y cuando se combinan otros, se generan otras cosas. En cada caso, la existencia de las cosas es una consecuencia de sus realidades. ¿Cómo podría semejante existencia, que es un accidente entre otros y que requiere una substancia a través de la que subsistir, ser preexistente en esencia y la Creadora de todas las cosas?

12. Pero los verdaderos sabios entre los teósofos y los sufíes, después de reflexionar a fondo sobre esta materia, han concluido que hay dos clases de existencia. Una clase es la existencia corriente que concibe la mente del ser humano. Esta existencia tiene un origen y es un accidente entre otros, en tanto que las realidades de las cosas son las substancias. Pero lo que quiere decirse con la unidad de la existencia no es esta existencia como comúnmente se percibe, sino esa Existencia real que está absolutamente por encima de cualquier expresión, una Existencia por medio de la cual se hacen realidad todas las cosas. Esta Existencia es única; es ese Ser mediante Quien han llegado a la existencia todas las cosas, como la materia, la energía, y esa existencia corriente que la mente humana concibe. Esta es la verdad que hay detrás de lo que creen los teósofos y los sufíes.

13. En síntesis, los Profetas y los filósofos concuerdan en un punto, a saber, que la causa por la cual se hacen realidad todas las cosas es una sola. La diferencia radica en que los Profetas enseñan que el conocimiento de Dios no requiere de la existencia de las cosas creadas, en tanto que el conocimiento de las criaturas requiere de la existencia de objetos del conocimiento. Si el conocimiento divino necesitara de cualquier otra cosa, entonces sería igual al conocimiento de las criaturas y no al de Dios, pues el Ser Preexistente no tiene equiparación con lo generado, y lo generado es lo opuesto al Ser Preexistente. Aquello que afirmamos de la creación, en el sentido de que es uno de los requisitos de la generación, lo negamos respecto de Dios, pues el estar totalmente por encima y más allá de toda imperfección es una de las características del Ser Necesario.

14. Por ejemplo, en lo generado vemos ignorancia; en lo Preexistente, reconocemos el conocimiento. En lo generado vemos debilidad; en lo Preexistente, reconocemos la fuerza. En lo generado vemos pobreza; en lo Preexistente, reconocemos la riqueza. De ahí que lo generado sea fuente de todas las imperfecciones, y lo Preexistente sea el conjunto de todas las perfecciones. Y dado que el conocimiento de lo generado requiere objetos del conocimiento, el conocimiento de lo Preexistente debe ser independiente de la existencia de estos. En consecuencia, las especificaciones e individuaciones de las cosas creadas, que son los objetos del conocimiento divino, no son preexistentes. Además, los atributos de la perfección divina no se prestan tanto a los esfuerzos de la mente humana como para permitirnos determinar si el conocimiento divino tiene necesidad de objetos o no.

15. Resumiendo, lo que se ha mencionado antes es la principal prueba de los sufíes, y si fuésemos a mencionar la totalidad de sus argumentos y responder a ellos, nos tomaría mucho tiempo. No obstante, lo dicho representa la prueba más concluyente y el argumento más claro sobre lo que han propuesto los sabios sufíes y teósofos.

16. Todos reconocen la Existencia real mediante la cual se hacen realidad todas las cosas, es decir, la realidad de la Esencia Divina por medio de la cual han llegado a existir todas las cosas. La diferencia estriba en el hecho de que los sufíes sostienen que las realidades de todas las cosas son la manifestación del Uno, en tanto que los Profetas dicen que emanan de Él. Y, en efecto, grande es la diferencia entre manifestación y emanación. La aparición mediante manifestación significa que una sola cosa se manifiesta de infinitas formas. Por ejemplo, cuando la semilla —que es una sola cosa dotada de las perfecciones del reino vegetal— se manifiesta, toma las infinitas formas de las ramas, las hojas, las flores y los frutos. Esto se llama aparición por manifestación; mientras que en la aparición por emanación, el Uno permanece trascendente en las alturas de su santidad, y la existencia de las criaturas proviene de Él mediante emanación, no por manifestación. Puede compararse con el Sol: los rayos emanan de él y resplandecen sobre todas las cosas, mas el Sol permanece trascendente en las alturas de su santidad. No desciende; no toma la forma de los rayos; no aparece en la identidad de las cosas mediante especificación ni personificación. El Ser Preexistente no deviene lo generado; la riqueza absoluta no cae presa de la pobreza; la perfección absoluta no se transforma en suma imperfección.

17. En resumen, los sufíes hablan solo de Dios y la creación, y creen que Dios ha tomado las infinitas formas de Su creación y Se ha manifestado mediante estas, igual que el mar que aparece en las infinitas formas de sus olas. Estas olas generadas e imperfectas son idénticas al Mar preexistente, que es la suma de todas las perfecciones divinas. Los Profetas, sin embargo, sostienen que existe el mundo de Dios, el mundo del Reino y el mundo de la creación: tres cosas. La primera emanación es la efusión de gracia del Reino, que ha emanado de Dios y ha aparecido en las realidades de todas las cosas, al igual que los rayos que emanan del Sol se reflejan en todas las cosas. Y esa gracia —los rayos— aparece de infinitas formas en las realidades de todas las cosas, y se especifica e individualiza de acuerdo con su capacidad, receptividad y esencia. Pero la aseveración de los sufíes requeriría que la riqueza absoluta descendiera hasta la pobreza, que el Ser Preexistente se viera limitado a las formas generadas, y que la quintaesencia misma del poder se reflejara en el espejo de la impotencia y se sometiera a las limitaciones inherentes del mundo contingente. Y esto es un error manifiesto: pues observamos que la realidad del ser humano, que es la más noble de las criaturas, no puede descender hasta la realidad del animal; que la esencia del animal, que está dotado con la facultad de la sensación, no se rebaja al nivel de la planta; y que la realidad de la planta, que es la facultad de crecimiento, no se degrada a la realidad del mineral.

18. En síntesis, las realidades superiores no descienden ni se rebajan al nivel de las realidades inferiores. ¿Cómo podría, entonces, la Realidad de Dios, que trasciende toda descripción y atributo, pese a su absoluta santidad y pureza, tomar las formas y realidades del mundo contingente, que son el origen mismo de las imperfecciones? Esto es pura fantasía y una conjetura insostenible. Por el contrario, esa Esencia de santidad es la suma de todas las perfecciones divinas y sublimes, y todas las criaturas reciben iluminación mediante Su aparición por emanación, y participan de las luces de Su perfección y belleza celestiales, de la misma manera que todas las criaturas terrenales obtienen la gracia de los rayos del Sol, sin que este descienda ni se rebaje al nivel de las realidades receptoras de esos seres terrenales.

19. Hemos concluido la cena y, en vista de lo tarde que es, no hay tiempo para más explicaciones.

83
Los cuatro criterios de comprensión

1. Hay solo cuatro criterios de comprensión aceptados, es decir, cuatro criterios por medio de los cuales se comprenden las realidades de las cosas.

2. El primer criterio es el de los sentidos; es decir, todo lo que percibe el ojo, el oído, el gusto, el olfato y el tacto se llama «perceptible». Actualmente los filósofos europeos sostienen que este es el criterio más perfecto. Alegan que el mejor de todos los criterios es el de los sentidos y lo consideran sacrosanto. Sin embargo, el criterio de los sentidos es deficiente, pues puede equivocarse. Por ejemplo, el más importante de los sentidos es la vista. Sin embargo, la vista toma un espejismo por agua, y cree que las imágenes reflejadas en los espejos son reales y existentes; ve objetos grandes como si fueran pequeños, un punto que está girando lo percibe como si fuera un círculo; imagina que la Tierra está inmóvil y que el Sol está en movimiento, y está sujeta a muchos otros errores de naturaleza similar. Por lo tanto, uno no puede confiar en ella sin reservas.

3. El segundo criterio es el del intelecto, que era el principal criterio de comprensión para esos pilares de sabiduría que eran los filósofos de la antigüedad. Deducían las cosas a través del poder de la mente y se apoyaban en argumentos racionales: todos sus argumentos están basados en la razón. Pero, a pesar de ello, discrepaban enormemente en sus opiniones. Hasta cambiaban de opinión ellos mismos: durante veinte años habían deducido la existencia de algo mediante argumentos racionales, y posteriormente refutaban lo mismo, de nuevo mediante argumentos racionales. Incluso Platón probó primero la inmovilidad de la Tierra y el movimiento del Sol mediante argumentos racionales y, más adelante, estableció la centralidad del Sol y el movimiento de la Tierra, de nuevo mediante argumentos racionales. Luego tuvo amplia difusión la teoría ptolemaica, y la teoría de Platón quedó totalmente olvidada hasta que un astrónomo moderno la recuperó. Así han discrepado los matemáticos entre sí, aun cuando todos se han basado en argumentos racionales.

4. Asimismo, en un momento establecían algo mediante argumentos racionales, y en otro momento lo refutaban, de nuevo con argumentos racionales. Así, un filósofo defendía firmemente un punto de vista durante un tiempo y aducía una serie de pruebas para apoyarlo, y posteriormente cambiaba de opinión y contradecía su postura anterior con argumentos racionales.

5. Por lo tanto, es evidente que el criterio de la razón es imperfecto, como lo prueban las discrepancias existentes entre los filósofos antiguos, así como su falta de coherencia y su propensión a cambiar de punto de vista. Pues, si el criterio del intelecto fuese perfecto, todos habrían estado unidos en su pensamiento y de acuerdo en sus opiniones.

6. El tercer criterio es el de la tradición, es decir, el texto de las sagradas escrituras, como cuando se dice «Dios dijo esto en la Torá», o «Dios dijo esto en el Evangelio». Este criterio tampoco es perfecto, ya que las tradiciones deben ser comprendidas por la mente. Y, puesto que la mente misma puede errar, ¿cómo puede decirse que alcanzará la verdad perfecta y no se equivocará en la comprensión y deducción del significado de las tradiciones? Pues está sujeta a errores y no puede llevar a la certeza. Este es el criterio de los dirigentes religiosos.

7. Sin embargo, lo que entienden del texto del Libro es lo que sus mentes pueden comprender, y no necesariamente la verdad de la materia; pues la mente es como una balanza, y los significados contenidos en los textos son como los objetos que se pesan en ella. Si la balanza no es fiel, ¿cómo ha de comprobarse el peso?

8. Por tanto, has de saber que lo que las gentes creen y tienen como verdad está expuesto a error. Pues, si al probar o refutar una cosa se presenta una prueba obtenida a través de la evidencia de los sentidos, este criterio es claramente imperfecto. Si se aduce una prueba racional, ocurre lo mismo; e igualmente si se presenta una prueba basada en la tradición. Luego queda claro que el ser humano no posee ningún criterio de conocimiento que sea fiable.

9. No obstante, la gracia del Espíritu Santo es el verdadero criterio respecto del cual no cabe duda ni incertidumbre. Esa gracia consiste en las confirmaciones del Espíritu Santo que le son concedidas al ser humano y mediante las cuales se logra la certeza.

84
Las buenas obras y sus requisitos espirituales

1. Pregunta: Aquellos que realizan buenas obras, que manifiestan buena voluntad hacia toda la humanidad, que tienen un carácter loable, que muestran amor y amabilidad hacia todas las personas, que cuidan de los pobres y trabajan en pro de la paz universal ¿qué necesidad tienen de las enseñanzas divinas, de las que creen que pueden prescindir perfectamente? ¿Cuál es la condición de estas personas?

2. Respuesta: Has de saber que semejantes maneras, palabras y acciones son loables y dignas de aprobación, y contribuyen a la gloria del mundo humano. Pero estas acciones de por sí no son suficientes: constituyen un cuerpo de la mayor belleza, pero carente de espíritu. Lo que conduce a la vida eterna, al honor perdurable, a la iluminación universal y a la salvación y éxito verdaderos es, ante todo, el conocimiento de Dios. Está claro que este conocimiento tiene precedencia sobre cualquier otro conocimiento y constituye la mayor virtud del mundo humano. Pues la comprensión de la realidad de las cosas otorga una ventaja material en el dominio del ser y contribuye al progreso de la civilización visible, pero el conocimiento de Dios es la causa del progreso y la atracción espirituales, la visión y percepción verdaderas, la exaltación de la humanidad, la aparición de la civilización divina, la rectificación de las costumbres y la iluminación de la consciencia.

3. En segundo lugar está el amor a Dios. Mediante el conocimiento de Dios, la luz de este amor se enciende en la lámpara del corazón, y sus rayos se difunden e iluminan el mundo y confieren a la persona la vida del Reino. Y, en verdad, el fruto de la existencia humana es el amor a Dios, que es el espíritu de vida y la gracia sempiterna. Si no fuese por el amor a Dios, el mundo contingente estaría sumido en la oscuridad. Si no fuese por el amor a Dios, los corazones humanos estarían despojados de vida y privados de las susceptibilidades de la conciencia. Si no fuese por el amor a Dios, las perfecciones del mundo humano desaparecerían por completo. Si no fuese por el amor a Dios, no existiría conexión real entre los corazones humanos. Si no fuese por el amor a Dios, se perdería la unión espiritual. Si no fuese por el amor a Dios, se extinguiría la unicidad de la humanidad. Si no fuese por el amor a Dios, Oriente y Occidente no se abrazarían como dos amantes. Si no fuese por el amor a Dios, la discordia y la división no se transmutarían en compañerismo. Si no fuese por el amor a Dios, el distanciamiento no dejaría paso a la unidad. Si no fuese por el amor a Dios, el extraño no llegaría a ser un amigo. En realidad, el amor en el mundo humano es un rayo del amor a Dios y un reflejo de la gracia de Su munificencia.

4. Está claro que las realidades humanas difieren unas de otras, que las opiniones y percepciones varían, y que esta divergencia de pensamientos, opiniones, interpretaciones y sentimientos entre las personas es un requisito esencial. Pues las diferencias de grado en la creación forman parte de los requisitos esenciales de la existencia, que toma innumerables formas. Por lo tanto, estamos necesitados de una fuerza universal que prevalezca sobre los pensamientos, opiniones y sentimientos de todos, que pueda anular estas divisiones y congregar a todas las almas bajo la influencia del principio de la unicidad de la humanidad. Y es claro y evidente que la mayor fuerza en el mundo humano es el amor a Dios. Reúne a pueblos diversos bajo la sombra del tabernáculo de la unicidad y fomenta el mayor amor y compañerismo entre pueblos y naciones hostiles y enfrentados.

5. Observa cuán numerosas fueron las diversas naciones, razas, clanes y tribus que, después de la venida de Cristo, se reunieron al amparo de Su Palabra mediante el poder del amor a Dios. Observa cómo se abolieron totalmente las diferencias y divisiones milenarias, cómo se disipó la falsa ilusión de la superioridad de raza y nación, cómo se alcanzó la unidad de las almas y los sentimientos, y cómo todos llegaron a ser cristianos de verdad y de espíritu.

6. La tercera virtud de la humanidad es la buena intención, que es la base de todas las buenas obras. Algunos buscadores de la verdad han mantenido que la intención es superior a la acción, ya que una buena intención es luz absoluta y está totalmente por encima de la menor traza de malevolencia, trama o engaño. Ahora bien, uno puede llevar a cabo una acción que parece ser virtuosa, pero que en realidad está instigada por el interés personal. Por ejemplo, un carnicero cría una oveja y la protege; pero esta buena acción del carnicero está motivada por la esperanza de un beneficio, y el resultado final de todo ese cuidado será el sacrificio de la pobre oveja. ¡Cuántas obras buenas y virtuosas están promovidas en realidad por el interés personal! Mas la intención pura está por encima de semejantes defectos.

7. En resumen, las buenas obras llegan a ser perfectas y completas solo después de adquirir el conocimiento de Dios, de manifestar el amor a Dios, y de lograr atractivos espirituales y buenas motivaciones. De otro modo, aunque las buenas obras son loables, si no brotan del conocimiento de Dios, del amor a Dios y de una intención sincera, serán imperfectas. Por ejemplo, la existencia humana debe abarcar todas las perfecciones para ser completa. La facultad de la vista es muy valorada y apreciada, pero debe tener la asistencia de la facultad del oído; el oído es muy valorado, pero necesita la ayuda de la facultad del habla; la facultad del habla es muy valorada, pero tiene que recibir la ayuda de la facultad de la razón, y así sucede con las demás facultades, órganos y miembros del ser humano. Cuando se combinan en conjunto todas estas facultades, sentidos, partes y órganos, se logra la perfección.

8. En el mundo de hoy nos encontramos con almas que desean sinceramente el bien de todos, que hacen todo lo que está en sus manos para ayudar a los pobres y socorrer a los oprimidos, y que están consagradas a la paz y el bienestar universales. Sin embargo, por perfectas que sean desde esta perspectiva, permanecen privadas del conocimiento de Dios y del amor a Él y, por tanto, son imperfectas.

9. Galeno, el médico, escribió en su comentario sobre el tratado de Platón acerca del arte de gobernar que las creencias religiosas ejercen una profunda influencia en la verdadera civilización; la prueba de ello es que «la mayoría de la gente no puede comprender una secuencia de argumentos lógicos, y por tanto tiene necesidad de alusiones simbólicas que anuncien las recompensas y los castigos del mundo venidero. La prueba de ello está en que hoy día vemos a unas gentes que se llaman cristianas, que creen en las recompensas y los castigos del mundo venidero y exhiben buenas obras como las de un verdadero filósofo. Así, todos vemos claramente que no le temen a la muerte y que, en virtud de su ardiente anhelo de justicia y equidad, han de considerarse verdaderos filósofos».

10. Observa, entonces, lo grandes que deben haber sido para Galeno —un filósofo y médico que no era cristiano— la sinceridad, la abnegación, los sentimientos espirituales, la intención pura y las buenas obras de los creyentes cristianos para dar testimonio de la moral y las perfecciones de esa gente y llamarlos filósofos verdaderos. Semejantes virtudes y cualidades no pueden lograrse solamente con buenas obras. Si la virtud significara únicamente que se obtiene y se ofrece algo bueno, entonces ¿por qué no elogiamos a esta lámpara encendida que alumbra la estancia, aunque su luz es, sin duda, algo bueno? El Sol nutre todas las cosas terrenales y fomenta su crecimiento y desarrollo con su calor y luz. ¿Qué bondad hay mayor que esta? No obstante, como este bien no emana de buenos motivos y del conocimiento de Dios y el amor a Él, no impresiona en lo más mínimo. Sin embargo, cuando alguien ofrece un vaso de agua a otro, se le muestra aprecio y gratitud. Una persona irreflexiva podría decir: «Este Sol que da luz al mundo y manifiesta esta gran munificencia ciertamente merece ser alabado y glorificado. Pues, ¿cómo hemos de elogiar a una persona por tan modesto regalo, y no darle gracias al Sol?» Pero si examináramos esto con el ojo de la verdad, veríamos que el modesto regalo ofrecido por esa persona nace de los impulsos de la conciencia y es, por tanto, digno de elogio, en tanto que la luz y el calor del Sol no se deben a esto y, por tanto, no meritan nuestra alabanza y gratitud. De igual manera, aunque deben ser elogiados quienes realizan buenas obras, si esas acciones no emanan del conocimiento de Dios y del amor a Él, son sin duda imperfectas.

11. Aparte de esto, si analizas la cuestión objetivamente verás que estas buenas obras de los no creyentes también tienen su origen en las enseñanzas divinas. Es decir, los Profetas de antaño exhortaron a los hombres a llevarlas a cabo, explicaron su utilidad y expusieron sus efectos positivos; luego, estas enseñanzas se diseminaron entre la humanidad y fueron llegando sucesivamente a las almas no creyentes e inclinando sus corazones hacia esas perfecciones; y cuando vieron que semejantes acciones eran loables y producían alegría y felicidad entre las gentes, también ellos las adoptaron. Por tanto, estas acciones nacen igualmente de las enseñanzas divinas. Mas, para darse cuenta de ello, se requiere cierto grado de imparcialidad, y no disputas y controversias.

12. Alabado sea Dios, pues has visitado Persia y has observado la amorosa bondad que, mediante las santificadas brisas de Bahá’u’lláh, han demostrado los persas a toda la humanidad. Anteriormente, si se cruzaban con un seguidor de otra religión, lo atacaban, le mostraban la mayor enemistad, odio y malevolencia, e incluso lo consideraban impuro. Quemaban el Evangelio y la Torá, y se lavaban las manos si se habían ensuciado por el contacto con esos libros. Sin embargo, ahora la mayoría de ellos leen e interpretan contenidos de esos dos libros en sus asambleas y reuniones —según lo requiera la ocasión— y exponen y elucidan sus significados y misterios íntimos. Muestran amabilidad hacia sus enemigos y tratan con tierno cuidado a lobos sanguinarios, como lo harían con las gacelas de las praderas del amor de Dios. Has visto su conducta y carácter, y has oído acerca de las costumbres que tenían los persas en épocas pasadas. ¿Acaso puede esta transformación en la moral y esta rectificación de sus palabras y conducta provenir de otra cosa que no sea el amor a Dios? ¡Por Dios que no! Si nos dispusiéramos a difundir semejante moral y conducta únicamente mediante el conocimiento y el saber, pasarían mil años y aún no se habrían establecido entre las masas.

13. En este día, gracias al amor a Dios, esto se ha logrado con la mayor facilidad. ¡Prestad atención, pues, vosotros que tenéis corazón comprensivo!

`Abdu'l-Bahá

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