¡Glorificado eres Tú, oh Señor mi Dios! Todo hombre de discernimiento confiesa tu soberanía y tu dominio, y todo ojo perspicaz advierte la grandeza de tu majestad y la fuerza compelente de tu poder. Los vientos de las pruebas son impotentes para impedir a quienes gozan de tu cercanía, que vuelvan sus rostros hacia el horizonte de tu gloria, y las tempestades de las tribulaciones no podrán alejar ni dificultar que se acerquen a tu corte quienes acatan completamente tu voluntad.
Pienso que la lámpara de tu amor arde en sus corazones, y la luz de tu ternura está encendida en sus pechos. Las adversidades son incapaces de alejarlos de tu Causa, y las vicisitudes de la suerte jamás podrán desviarlos de tu agrado.
Te imploro, oh mi Dios, por ellos y por los suspiros que exhalan los corazones en su separación de Ti, que los protejas del mal de tus adversarios y que alimentes sus almas con lo que Tú has ordenado para tus amados, a quienes no sobrevendrá temor ni dolor alguno.
¡La alabanza sea para Ti, oh Señor mi Dios! Te suplico, por tus signos que han abarcado la creación entera, y por la luz de tu semblante que ha iluminado a todos los que están en el cielo y en la tierra, y por tu misericordia que ha sobrepasado a todas las cosas creadas, y por tu gracia que ha cubierto todo el universo, que desgarres los velos que me separan de Ti, para que me dirija presuroso al Manantial de tu potente inspiración y al Amanecer de tu Revelación y tus generosos favores, y pueda ser sumergido en lo más profundo del océano de tu proximidad y tu complacencia.
No permitas, oh mi Señor, que sea privado del conocimiento de Ti en tus días, y no me despojes del manto de tu guía. Dame de beber del río que es en verdad la vida, cuyas aguas han surgido del Paraíso (Ridván) en el cual fue establecido el trono de tu Nombre, el Todo Misericordioso, para que mis ojos sean abiertos, mi rostro sea iluminado, mi corazón confirmado y mi alma esclarecida, y se hagan firmes mis pasos.
Tú eres Aquel Quien desde siempre, mediante la fuerza de su poder, ha sido supremo sobre todo, y ha podido, por la acción de su voluntad, ordenar todas las cosas. Nada en absoluto, ni en tu cielo ni en tu tierra, puede frustrar tu propósito. Entonces, oh mi Señor, ten misericordia de mí, por tu bondadosa providencia y generosidad, e inclina mi oído hacia las dulces melodías de las aves que cantan su alabanza a Ti, en las ramas del árbol de tu unicidad.
Tú eres el Gran Dador, el Siempre Perdonador, el Más Compasivo.
¡Glorificado eres Tú, oh Señor mi Dios! Te imploro, por Aquel Quien es tu Más Grande Nombre, Quien ha sido penosamente afligido por aquellas de tus criaturas que han repudiado tu verdad, y Quien ha estado rodeado de tales infortunios que ninguna lengua puede describir, que me permitas recordarte y alabarte en estos días en los cuales todos han rechazado tu belleza, han disputado contigo, y se han alejado desdeñosamente de Aquel Quien es el Revelador de tu Causa. Nadie hay para ayudarte, oh mi Señor, excepto Tú mismo, y ningún poder para socorrerte, excepto tu propio poder.
Te suplico que me permitas asirme firmemente a tu amor y a tu recuerdo. Verdaderamente, esto está dentro de mi poder, y Tú eres Aquel que conoce todo cuanto hay dentro de mí. Tú, en verdad, conoces y estás informado de todo. No me prives, oh mi Señor, de los resplandores de la luz de tu rostro, cuyo brillo ha iluminado al mundo entero. No hay Dios sino Tú, el Más Poderoso, el Todoglorioso, el Siempre Perdonador.
¡Magnificado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! Tú eres Aquel a Quien todo adora, y no adora a nadie, Quien es el Señor de todo y no es vasallo de nadie, Quien todo lo conoce y no es conocido de nadie. Tú quisiste que los hombre Te conociera; por tanto, mediante una palabra de tu boca formaste la creación y modelaste el universo. No hay Dios sino Tú, el Modelador, el Creador, el Todopoderoso, el Omnipotente.
Te imploro, por esta misma palabra que ha brillado sobre el horizonte de tu voluntad, me permitas beber abundantemente de las aguas de vida con que Tú has vivificado los corazones de tus elegidos y hecho revivir las almas de aquellos que Te aman, para que pueda en todo momento y en toda condición, volver mi rostro completamente hacia Ti.
Tú eres el Dios de poder, de gloria y munificencia. No hay Dios sino Tú, el Gobernante Supremo, el Todoglorioso, el Omnisciente.
¡Loado sea tu nombre, oh mi Dios! Tú me ves en las garras de mis opresores. Cada vez que me vuelvo a mi diestra, oigo la voz de lamentación de quienes Te son queridos, a quienes los infieles han hecho cautivos por haber creídos en Ti y en tus signos, y por haber dirigido sus rostros hacia el horizonte de tu gracia y de tu amorosa bondad. Y cuando me vuelvo a mi siniestra, oigo el clamor de los obradores de iniquidad, quienes no han creído en Ti ni en tus signos, y quienes persistentemente han tratado de apagar la luz de tu lámpara, la cual vierte el resplandor de tu propio Ser sobre todos los que están en tu cielo y todos los que están en tu tierra.
Los corazones de tus elegidos, oh mi Señor, están consumidos debido a su separación de Ti, y las almas de tus amados están abrasadas por el fuego de su anhelo por Ti en tus días. Te imploro, oh Tú, Hacedor de los cielos y Señor de todos los nombres, por tu muy resplandeciente Ser y tu muy exaltado y gloriosísimo Recuerdo, que hagas descender sobre tus amados aquello que les acerque a Ti y les permita escuchar tus palabras.
Desgarra, oh mi Señor, con la mano de tu trascendente poder, el velo de las vanas imaginaciones, para que aquellos quienes están completamente consagrados a Ti, puedan verte sobre el trono de tu majestad, y los ojos de quienes adoran tu unidad puedan regocijarse ante el esplendor de la gloria de tu rostro. ¡Las puertas de la esperanza han sido cerradas ante los corazones que Te anhelan, oh mi Señor! Sus llaves están en tus manos; ábrelas con el poder de tu fuerza y soberanía. Potente eres Tú para hacer lo que Te place. Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Benéfico.
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! ¡Juro por tu poder! Sucesivas aflicciones han impedido a la pluma del Altísimo revelar lo que yace oculto a los ojos de tus criaturas, e incesantes pruebas han obstaculizado a la lengua del Divino Ordenador proclamar las maravillas de tu glorificación y alabanza. Por tanto, con lengua balbuciente Te llamo, oh mi Dios, y con ésta, mi afligida pluma, me consagro a la recordación de tu nombre.
¿Hay algún hombre de discernimiento, oh mi Dios, que pueda verte con tu propio ojo, y existe el sediento que pueda volver su rostro hacia las vivientes aguas de tu amor? Yo soy aquel, oh mi Dios, que ha borrado de su corazón el recuerdo de todo salvo Tú, y ha grabado dentro de sí los misterios de tu amor. ¡Tu propio poder me lo atestigua! Si no fuera por las tribulaciones, ¿cómo podrían distinguirse los que están seguros, de los que dudan entre tus siervos? Quienes se han embriagado con el vino de tu conocimiento, ellos, ciertamente, se dirigen presurosos al encuentro de toda suerte de adversidad, en su anhelo por entrar en tu presencia. Yo Te imploro, oh Amado de mi corazón y Objeto de adoración de mi alma, que protejas a aquellos quienes me aman, del menor vestigio de deseos perversos y corruptos. Provéelos, entonces, con el bien de este mundo y del venidero.
Tú eres, verdaderamente, Aquel cuya gracia los ha guiado rectamente, Aquel Quien ha declarado ser Él mismo el Todo Misericordioso. No existe otro Dios salvo Tú, el Todoglorioso, el Supremo Auxiliador.
¡Alabado seas, oh Señor, mi Dios! Te imploro por esta Revelación (mediante la cual la oscuridad ha sido convertida en luz, se ha erigido el frecuentado Templo, se ha revelado la Tabla escrita y se ha descubierto el rollo desplegado) que hagas descender sobre mí y sobre quienes están en mi compañía aquello que nos permita remontarnos a los cielos de tu trascendente gloria y nos lave la mancha de las dudas que impidieron a los desconfiados entrar en el tabernáculo de tu unidad.
Soy aquel, oh mi Señor, que se ha aferrado firmemente al cordón de tu amorosa bondad y se ha asido del borde de tu misericordia y tus favores. Ordena para mí y para mis amados el bien de este mundo y del venidero. Provéeles, pues, con la dádiva oculta que Tú ordenaste para los elegidos entre tus criaturas.
Estos son, oh mi Señor, los días en que Tú ordenaste a tus siervos observar el ayuno. Bendito aquel que observa el ayuno enteramente por Ti y con absoluto desprendimiento de todas las cosas excepto de Ti. Ayúdame y ayúdales, oh mi Señor, a obedecerte y a guardar tus preceptos. Tú verdaderamente tienes poder para hacer lo que desees.
No hay Dios sino Tú, el Omnisciente, el Sapientísimo. Toda alabanza sea para Dios, Señor de todos los mundos.
¡Glorificado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! Tú ves el lugar en que habito, y la prisión en que he sido arrojado, y las penas que soporto. ¡Por tu poder! No hay pluma que sea capaz de narrar, ni lengua alguna describir o enumerar. No sé, oh mi Dios, con qué propósito me has abandonado a tus adversarios. ¡Tu gloria me lo atestigua! No me aflijo por las vejaciones que sufro por amor a Ti, ni me siento perturbado por las calamidades que me han atrapado en tu sendero. Mi dolor se debe más bien a que demoras en cumplir lo que has señalado en las Tablas de tu Revelación y ordenado en los libros de tu decreto y sentencia.
Mi sangre, en todo momento, se dirige a mí diciendo: « ¡Oh Tú quien eres la Imagen del Más Misericordioso! ¿Cuánto tiempo ha de pasar hasta que me excarceles del cautiverio de este mundo, y me liberes de la servidumbre de esta vida? ¿No me prometiste que teñirías conmigo la tierra y me rociarías sobre los rostros de los moradores de tu Paraíso?» A ello yo respondo: « Sé paciente y tranquilízate. Las cosas que deseas pueden subsistir solo una hora. Sin embargo, en cuanto a mí, bebo continuamente en el sendero de Dios la copa de tu decreto, y no deseo que cese de actuar la decisión de su voluntad, o que se terminen los pesares que sufro por amor a mi Señor, el Más Exaltado, el Todoglorioso. Busca mi deseo y abandona el tuyo. Tu servidumbre no es para protegerme, sino para permitirme soportar las sucesivas tribulaciones, y prepararme para las reiteradas pruebas que necesariamente habrán de asaltarme. ¡Perezca el amante que discierne entre lo placentero y lo venenoso en su amor por su amado! Conténtate con lo que Dios ha destinado para ti. Él, verdaderamente, rige sobre ti según su voluntad y agrado. No hay otro Dios sino Él, el Inaccesible, el Altísimo».
¡Magnificado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! No sé cual es el agua con la que Tú me has creado, ni cuál el fuego que has encendido dentro de mí, ni la arcilla con que me has formado. Se ha calmado la inquietud de todos los mares, mas no la inquietud de este Océano que se agita por mandato de los vientos de tu Voluntad. Se ha extinguido la llama de todos los fuegos, menos la Llama que han encendido las manos de tu omnipotencia, y cuyo resplandor has difundido, por el poder de tu nombre, ante todos los que están en tu cielo y todos los que están en tu tierra. Y a medida que se profundizan las tribulaciones, se aviva más y más.
Contempla entonces, oh mi Dios, cómo tu Luz ha sido cercada por los impetuosos vientos de tu decreto; cómo las tempestades que soplan, azotándola desde todos lados, han aumentado su brillo e intensificado su resplandor. Alabado sea Tú por todo ello.
Te imploro, por tu Más Grande Nombre, y tu muy antigua soberanía, que consideres a tus amados, cuyos corazones han sido dolorosamente estremecidos a causa de las aflicciones que Le han sobrevenido a Aquel Quien es la Manifestación de tu propio Ser. Potente eres Tú para hacer lo que Te place. Tú eres, verdaderamente, el Omnisciente, el Sapientísimo.
¡Oh Tú cuyo rostro es el objeto de adoración de todos los que Te anhelan, cuya presencia es la esperanza de quienes se hallan completamente consagrados a tu voluntad, cuya proximidad es el deseo de cuantos se han acercado a tu corte, cuyo semblante es el compañero de aquellos que han reconocido tu verdad, cuyo nombre es el impulsor de las almas que ansían contemplar tu rostro, cuya voz es la verdadera vida de tus amantes, las palabras de cuya boca son como aguas de vida para todos los que están en el cielo y en la tierra!
Te suplico, por el agravio que has sufrido y los males que han infligido sobre Ti las huestes de los perpetradores de maldad, que me envíes, desde las nubes de tu merced, aquello que me purifique de todo lo que no sea tuyo, para que sea digno de alabarte y esté capacitado para amarte.
No me niegues, oh mi Señor, las cosas que Tú ordenaste para aquellas de tus siervas que han circundado a tu derredor, y sobre las cuales se han vertido continuamente los esplendores del sol de tu belleza y los rayos de la brillantez de tu rostro. Tú eres Aquel Quien, desde la eternidad, has socorrido a quienquiera Te haya buscado, y has favorecido generosamente a quien Te haya invocado.
No hay Dios fuera de Ti, el Poderoso, el Siempre Perdurable, el Todomunífico, el Más Generoso.
¡Alabado sea tu Nombre, oh Señor mi Dios! La oscuridad ha caído sobre todos los países y las fuerzas del mal han envuelto a todas las naciones. Sin embargo, por ellas percibo los resplandores de tu sabiduría y vislumbro el brillo de la luz de tu providencia.
Aquellos que se encuentran separados de Ti como por un velo imaginan que tienen el poder de apagar tu luz, extinguir tu fuego y aquietar los vientos de tu gracia. ¡No!, y de esto tu poder es mi testigo. Si cada tribulación no se hubiese convertido en portadora de tu sabiduría y cada prueba no se hubiese transformado en el vehículo de tu providencia, nadie se hubiera atrevido a oponérsenos, aunque los poderes de la tierra y del cielo se aliaran contra nosotros. Si desentrañara los maravillosos misterios de tu sabiduría que se hallan al descubierto ante mí, las riendas de tus enemigos serían destrozadas.
¡Glorificado seas pues, oh mi Dios! Te suplico por tu Nombre Más Grande, que reúnas a quienes te aman alrededor de la Ley que fluye del agrado de tu voluntad y hagas descender sobre ellos lo que afiance sus corazones.
Potente eres Tú para hacer lo que te place. Tú eres verdaderamente el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo.
¡Alabado seas Tú, oh Señor mi Dios! Este es tu siervo que ha bebido de las manos de tu gracia el vino de tu tierna merced y ha probado el sabor de tu amor en tus días. Yo te imploro, por las encarnaciones de tus nombres, a quienes ninguna aflicción puede impedir que se regocijen en tu amor o que contemplen tu rostro, y a quienes todas las huestes de los negligentes son impotentes para apartarlos del sendero de tu agrado, que proporciones a tu siervo las cosas buenas que Tú posees y lo eleves a tales alturas que considere al mundo como una sombra que se desvanece más rápido que un abrir y cerrar de ojos.
Protégelo también, oh mi Dios, por el poder de tu inmensurable majestad, de todo lo que Tú detestas. Tú eres, verdaderamente, su Señor y el Señor de todos los mundos.
¡Loado sea tu nombre, oh mi Dios! Tú ves cómo los tempestuosos vientos de las pruebas han hecho estremecer a los constantes en fe, y cómo el aliento de las tribulaciones ha perturbado a aquellos cuyos corazones habían estado firmemente establecidos, a excepción de quienes han bebido del Vino que es en verdad la vida, de las manos de la Manifestación de tu nombre, el Más Misericordioso. Son estos a quienes ninguna palabra puede conmover, excepto tu muy exaltada palabra, y a quienes nada en absoluto puede extasiar, salvo la dulce fragancia del manto de tu recuerdo, ¡oh Tú Quien eres el Poseedor de todos los nombres y el Hacedor de la tierra y del cielo!
Te imploro, oh Tú Quien eres el amado Compañero de Bahá, por tu nombre, el Todoglorioso, que protejas a estos siervos tuyos bajo la sombra de las alas de tu misericordia que todo lo abarca, para impedir que sean alcanzados por los dardos de las malignas insinuaciones de los obradores de iniquidad entre tus criaturas, quienes no han creído en tus signos. Nadie en la tierra, oh mi Señor, puede resistir tu poder, y ninguno, en todo el reino de tus nombres, es capaz de frustrar tu propósito. Manifiesta entonces, el poder de tu soberanía y tu dominio, y enseña a tus amados lo que les es propio en tus días.
Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Todoglorioso, el Más Grande.
¡Toda alabanza sea para Ti, oh mi Dios! Tú ves mi desamparo y mi pobreza, y atestiguas mis infortunios y aflicciones. ¿Hasta cuándo me abandonarás entre tus siervos? Permíteme ascender a tu presencia. ¡La fuerza de tu poder me lo atestigua! Las tribulaciones que me rodean son tales, que me siento impotente de mencionarlas ante tu rostro. Tú solo, en verdad, a través de tu conocimiento, las has enumerado.
Te suplico, oh Tú Quien eres en mi humildad, mi Compañero, que derrames sobre tus amados, de las nubes de tu merced, aquello que los haga sentir satisfechos con tu arbitrio, y les permita volverse hacia Ti y desprenderse de todo excepto de Ti. Ordena entonces, para ellos, todo bien concebido por Ti y predestinado en tu Libro. Tú eres, en verdad, el Todopoderoso, Aquel a Quien nada en absoluto puede frustrar. Desde la eternidad Tú has estado investido de trascendente grandeza y poder, de inefable majestad y gloria. No hay Dios fuera de Ti, el Omnipotente, el Todoglorioso, el Siempre Perdonador.
Glorificado sea tu nombre, Tú en cuya mano están los reinos de la tierra y el cielo.
¡Oh Tú Quien eres el Soberano de la tierra y el cielo y el Autor de todos los nombres! Tú oyes la voz de mi lamentación que, desde la ciudad fortificada de 'Akká, asciende hacia Ti, y ves cómo mis cautivos amigos han caído en las manos de los forjadores de iniquidad.
Te damos gracias, oh nuestro Señor, por todas las tribulaciones que nos han alcanzado en tu sendero. ¡Oh, que el lapso de mi existencia terrenal pudiera ser extendido hasta abarcar las vidas de la anterior y la última generación, o pudiera aún prolongarse tanto que ningún hombre sobre la faz de la tierra fuera capaz de medirlo, para ser afligido cada día y en cada momento con una nueva tribulación, por amor a Ti y en aras de tu complacencia!
No obstante, Tú bien sabes, oh mi Dios, que mi deseo está completamente diluido en tu deseo, y que Tú irrevocablemente has decretado que mi alma ascienda a las más sublimes mansiones de tu Reino, para llegar a la presencia de mi gloriosísimo Compañero.
Precipita mi fin por tu gracia y generosidad, oh mi Señor, y derrama sobre todos aquellos quienes Te son queridos lo que después de mí les proteja del temor y estremecimiento. Potente eres Tú para hacer todo lo que Te place. No hay Dios sino Tú, el Todoglorioso, el Sapientísimo.
Tú ves, oh mi Señor, cómo tus siervos han dejado sus hogares en su anhelo por encontrarte, y cómo los malvados les han impedido dirigir su mirada hacia tu rostro y ambular alrededor del santuario de tu magnificencia. Derrama sobre ellos tu constancia y desciéndeles tu calma, ¡oh mi Señor! Tú eres, en verdad, el Siempre Perdonador, el Más Compasivo.
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Tú ves mis lágrimas y lamentaciones, y oyes mis suspiros, mi llanto y amargos sollozos. Yo soy aquel, oh mi Señor, quien se ha aferrado a la cuerda de tu misericordia, la cual ha sobrepasado a la creación entera. Yo soy aquel quien se ha asido al borde de tu amorosa bondad, ¡oh Tú en cuya mano está el imperio de todos los nombres!
Ten compasión de mí y de todos aquellos que me acompañan, por las maravillas de tu gracia y poder. Escúdanos, entonces, oh mi Dios, del agravio de tus enemigos, y asístenos en auxiliar a tu Fe, y proteger tu Causa, y celebrar tu gloria. Tú eres, verdaderamente, Aquel Quien desde la eternidad ha morado en las inaccesibles alturas de su unidad, y continuará siendo el mismo por siempre jamás. Nada en absoluto escapa a tu conocimiento, y no existe nada que pueda frustrarte. No hay otro Dios fuera de Ti, el Todopoderoso, el Siempre Fiel, el Más Exaltado, el Todoglorioso, el Bienamado.
¡Loado y glorificado eres Tú, en cuya mano está el imperio de todas las cosas!
¡Magnificado sea tu nombre, oh Dios, Señor de los cielos! Engalana mi cabeza con la corona del martirio, así como engalanaste mi cuerpo con el ornamento de la tribulación ante todos los que habitan en tu tierra. Permite, además, que aquellos cuyos corazones Te anhelan, se acerquen al horizonte de tu gracia, sobre el cual derrama su esplendor el Sol de tu belleza. Ordena también, para ellos, aquello que los enriquezca lo suficiente como para prescindir absolutamente de todo excepto de Ti, y los libre de toda vinculación con aquellos que han repudiado tus signos.
No hay otro Dios sino Tú, el Guardián, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Alabado seas, oh mi Dios! ¡Cómo puedo agradecerte por haberme separado y haberme escogido por encima de todos tus siervos para revelarte, en una época en que todos se han apartado de tu belleza! Atestiguo, oh mi Dios, que si Tú me dieras un millar de vidas, y las ofreciera a todos ellas en tu sendero, aún así no podría recompensar el más pequeño de los dones que, por tu gracia, Tú me has conferido.
Yo yacía durmiendo en el lecho del ego cuando, he aquí, Tú me despertaste con la divina entonación de tu voz y me develaste tu belleza, y me permitiste escuchar tus palabras, y reconocer tu Ser, y proclamar tu alabanza, y exaltar tus virtudes, y ser constante en tu amor. Finalmente, caí cautivo en manos de los descarriados de entre tus siervos.
Tú ves, por tanto, el exilio que sufro en tus días, y conoces mi vehemente anhelo por contemplar tu rostro, y mis incontenibles ansias por entrar en la corte de tu gloria, y la agitación de mi corazón bajo la influencia de los vientos de tu misericordia.
Te imploro, oh Tú Quien eres el Soberano de los reinos de la creación, y el Autor de todos los nombres, que inscribas el mío con los nombres de aquellos quienes, desde la eternidad, han circundado alrededor del Tabernáculo de tu majestad, y se han asido del borde de tu amorosa bondad, y aferrado a la cuerda de tu tierna merced.
Tú eres, en verdad, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Alabado seas Tú, oh Señor mi Dios! Te imploro por tu Nombre Más Grande, por el cual conmoviste a tus siervos y construiste tus ciudades, y por tus muy excelentes títulos y por tus muy augustos atributos, que ayudes a tu pueblo a volverse hacia tus múltiples generosidades y a dirigir sus rostros hacia el Tabernáculo de tu sabiduría. Cura las enfermedades que han atacado a las almas por todas partes y les han impedido dirigir su mirada hacia el Paraíso que se encuentra al abrigo de tu Nombre protector, que Tú ordenaste que fuera el rey de todos los nombres para todos los que están en el cielo y todos los que están en la tierra. Potente eres Tú para hacer como te plazca. En tus manos está el imperio de todos los nombres. No hay más Dios que Tú, el Poderoso, el Sabio.
No soy más que una pobre criatura, oh mi Señor; me he asido al borde de tus riquezas. Estoy muy enfermo; me he aferrado al cordón de tu curación. Líbrame de los males que me han circundado; lávame enteramente con las aguas de tu gracia y tu misericordia, y atavíame con la vestidura de lo saludable, mediante tu perdón y tu munificencia. Fija, pues, mis ojos en Ti y líbrame de todo apego a cualquier otra cosa que no seas Tú. Ayúdame a hacer lo que Tú deseas y a realizar lo que es de tu agrado.
Tú eres verdaderamente el Señor de esta vida y de la venidera. Tú eres en verdad el que siempre perdona, el Más Misericordioso.
¡Loado sea tu nombre, oh Tú Quien contemplas todas las cosas y estás oculto a todas las cosas! Desde todas las regiones Tú oyes las lamentaciones de aquellos que Te aman, y desde todas las direcciones escuchas el llanto de quienes han reconocido tu soberanía. Si se les preguntara a sus opresores: « ¿Por qué los habéis oprimido, apresándolos en Baghdád y otros lugares? ¿Qué injusticia han cometido? ¿A quién han traicionado? ¿La sangre de quién han derramado, y la propiedad de quién han saqueado?», ellos no sabrían qué responder.
Tú sabes muy bien, oh mi Dios, que su único crimen es haberte amado. Por esta razón sus opresores los han apresado y los han dispersado en todas direcciones. Aunque estoy consciente, oh mi Dios, de que Tú harás descender sobre tus siervos solo lo que sea bueno para ellos, no obstante Te suplico, por tu nombre que cobija todas las cosas que, en su ayuda y como signo de tu gracia y prueba de tu poder, hagas surgir a quienes han de resguardarlos de todos sus adversarios.
Potente eres Tú para hacer lo que Te place. Tú eres, verdaderamente, el Supremo Gobernante, el Todopoderoso, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Alabado seas Tú, oh Señor mi Dios! Soy tu siervo y el hijo de tu siervo. He vuelto mi rostro hacia tu Causa, creyendo en tu unicidad, tu soberanía y la fuerza de tu poder, y confesando la grandeza de tu majestad y gloria. Te pido por tu Nombre, por el cual fue hendido el cielo, la tierra fue partida y las montañas aplastadas, que no me prives de las brisas de tu misericordia que han soplado en tus días, ni permitas que esté lejos de las orillas de tu cercanía y munificencia.
Soy aquel que está sediento, oh mi Señor. Dame de beber de las aguas vivientes de tu gracia. Soy sólo una pobre criatura; revélame las evidencias de tus riquezas. ¿Es propio de Ti arrojar de la puerta de tu gracia y munificencia a quienes han puesto sus esperanzas en Ti y es digno de tu soberanía impedir que aquellos que te anhelan alcancen el adorado santuario de tu presencia y contemplen tu rostro? ¡Por tu gloria!, no es esta la creencia que tengo de Ti, porque estoy persuadido de que Tú eres el Dios de generosidad, cuya gracia lo ha circundado todo.
Te imploro, oh mi Señor, por tu misericordia que ha superado la creación entera y por tu generosidad que ha abarcado todo lo creado, que me hagas volver el rostro completamente hacia Ti, buscar tu amparo y ser firme en mi amor a Ti. Decreta, entonces, para mí lo que Tú ordenaste para aquellos que te aman. Potente eres Tú para hacer lo que te place. No hay Dios sino Tú el que siempre perdona, el Todo Generoso.
¡Alabado sea Dios, Señor de todos los mundos!
¡Exaltado eres, oh Señor mi Dios! Yo soy aquel quien ha abandonado todo lo suyo y vuelto el rostro hacia los esplendores de la gloria de tu semblante; quien ha cortado toda atadura, y se ha aferrado a la cuerda de tu amor y complacencia. Soy aquel, oh mi Señor, quien ha abrazado tu amor y aceptado todas las adversidades que el mundo puede infligir, quien se ha ofrecido a sí mismo en redención por tus amados, para que puedan ascender a los cielos de tu conocimiento y sean acercados a Ti, y puedan elevarse hacia la atmósfera de tu amor y complacencia.
Ordena, para mí y para ellos, oh mi Dios, lo que Tú decretaste para aquellos de tus elegidos que están absolutamente consagrados a Ti. Permite entonces, que sean contados entre aquellos cuyos ojos Tú has purificado, impidiéndoles volverse hacia nadie que no seas Tú, y cuyos ojos has protegido de mirar a ningún otro rostro que no sea el tuyo.
Tú eres, ciertamente, el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Todoglorioso, el Rey Supremo, el que Ayuda en el Peligro, el Todo Indulgente, el Siempre Perdonador.
¡Glorificado seas Tú, oh Señor mi Dios! Te imploro, por los impetuosos vientos de tu gracia y por Aquellos que son las auroras de tu propósito y los puntos de amanecer de tu inspiración, que me envíes a mí y a todos los que han buscado tu semblante aquello que haga honor a tu generosidad y tu munífica gracia y sea digno de tus dádivas y tus favores. Estoy pobre y desolado, oh mi Señor; sumérgeme en el océano de tu riqueza. Estoy sediento; permíteme beber de las aguas vivas de tu amorosa bondad.
Te suplico, por tu propio Ser y por Aquel a quien Tú has designado como la Manifestación de tu propia Esencia y tu Palabra discernidora para todos los que están en el cielo y en la tierra, que reúnas a tus siervos a la sombra del árbol de tu bondadosa providencia. Ayúdales, pues, a compartir sus frutos, a inclinar sus oídos hacia el murmullo de sus hojas y hacia la dulzura de la voz del Ave que canta en sus ramas. Tú eres verdaderamente el que ayuda en el peligro, el Inaccesible, el Todopoderoso, el Más Generoso.
¡Alabado seas, oh mi Dios! Te imploro, por Aquellos que son los Tabernáculos de tu divina santidad, que son las Manifestaciones de tu trascendente unidad y los Manantiales de tu inspiración y de tu Revelación, nos concedas que tus siervos no se encuentren impedidos para obedecer esta Ley divina que, según tu voluntad y de acuerdo con tu agrado, ha brotado de tu océano más grande. Ordena, pues, para ellos aquello que hayas ordenado para tus elegidos y para las criaturas que son justas, cuya fidelidad a tu Causa ninguna tempestad o prueba puedan hacer vacilar y que los cúmulos de aflicciones no les impidan exaltar tu más elevada Palabra; Palabra por la que han sido rasgados los cielos de las fantasías humanas y las vanas imaginaciones. Tú eres en verdad el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Omnisciente.
Permite, entonces, a tus siervos, oh mi Dios, reconocer el Sol que ha resplandecido sobre el horizonte de tu irrevocable decreto y propósito, y no dejes que sean privados del Paraíso que Tú, por tu nombre, el Todoglorioso, has llamado a existir en los cielos de tu exaltada omnipotencia. Hazles además, oh mi Dios, escuchar tu muy dulce voz, para que se apresuren a reconocer tu unidad y admitir tu unicidad, ¡oh Tú Quien eres el Amado de los corazones de todos los que Te anhelan, y el Objeto de adoración de aquellos que Te han conocido!
Te suplico, por aquellos que han derribado todos los ídolos en esta Revelación, por medio de la cual la Más Dolorosa Convulsión y el Gran Terror han aparecido, que en todo momento asistas a tus siervos con los signos de tu omnipotente fuerza y las pruebas de tu trascendente y todo compelente poder. Haz, entonces, que sus corazones se vuelvan tan resistentes como el bronce, para que no se dejen perturbar por la abrumadora fuerza de quienes han transgredido contra Aquel Quien es la Manifestación de tu Esencia y la Aurora de tu invisible Ser, y puedan todos levantarse para glorificarte y ayudarte, de modo que por medio de ellos puedan ser izados los emblemas de tu triunfo en tu reino, y sean desplegados los estandartes de tu Causa a través de todos tus dominios. Tú eres Aquel Quien, por la potencia de su voluntad, desde siempre ha sido todopoderoso, y continuará siendo el mismo por siempre jamás. Tú eres, en verdad, el Todoglorioso, el Altísimo. No hay Dios sino Tú, el Más Poderoso, el Exaltadísimo, el que Ayuda en el Peligro, el Más Grande, el Único Ser, el Incomparable, el Todoglorioso, el Irrestringido.
¡Glorificado eres Tú, oh Señor, mi Dios! Te suplico por tus Elegidos y por los Portadores de tu Fideicomiso y por Aquel a quien Tú Le has ordenado que sea el Sello de tus Profetas y de tus Mensajeros, que permitas que tu recuerdo sea mi compañero; tu amor, mi objetivo; tu semblante, mi meta; tu nombre, mi lámpara; tu deseo, mi deseo y tu placer, mi deleite.
Soy un pecador, oh mi Señor, y Tú eres el que siempre perdona. En cuanto Te reconocí, me apresuré a alcanzar la exaltada corte de tu cariñosa bondad. Perdona, oh mi Señor, los pecados que me han impedido caminar por los senderos de tu complacencia y alcanzar las playas del océano de tu unicidad.
¡Oh mi Señor! Nadie hay que me trate generosamente, hacia quien yo pueda volver mi rostro, ni nadie que tenga compasión de mí, a quien yo pueda suplicarle misericordia. Te imploro que no me arrojes de la presencia de tu gracia, ni apartes de mí las efusiones de tu generosidad y munificencia. Ordena para mí, oh mi Señor, lo que Tú has ordenado para los que te aman y decreta para mí lo que Tú has decretado para tus elegidos. En todo momento, mi mirada ha estado fija en el horizonte de tu bondadosa providencia y mis ojos se han vuelto hacia la corte de tus tiernas mercedes. Trátame como sea propio de Ti. No hay Dios sino Tú, el Dios de poder, el Dios de gloria, cuya ayuda todos los hombres imploran.
Permíteme, oh mi Dios, acercarme a Ti y habitar dentro de los recintos de tu corte, porque el alejamiento de Ti casi me ha consumido. Haz que repose bajo la sombra de las alas de tu gracia, porque la llama de mi separación de Ti ha fundido mi corazón dentro de mí. Acércame al río que es en verdad la vida, porque mi alma se consume de sed en su incesante búsqueda de Ti. Mis suspiros, oh mi Dios, proclaman la amargura de mi angustia y las lágrimas que derramo atestiguan mi amor a Ti.
Te imploro, por la alabanza con que te alabas a Ti mismo y la gloria con que glorificas tu propia Esencia, que nos permitas ser contados entre aquellos que te han reconocido y han confesado tu soberanía en tus días. Ayúdanos entonces, oh mi Dios, a beber de los dedos de la misericordia las aguas vivas de tu amorosa bondad, para que podamos olvidarnos completamente de todo excepto de Ti y estar ocupados sólo contigo. Poderoso eres Tú para hacer lo que deseas. No hay Dios sino Tú, el Poderoso, el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo.
¡Glorificado sea tu Nombre, oh Tú que eres el Rey de todos los Reyes!
Tú ves, oh mi Dios, al Sol de tu Palabra resplandeciendo sobre el horizonte de tu ciudad-prisión, por cuanto dentro de sus murallas ha elevado su voz y proclamado tu alabanza, Aquel Quien es la Manifestación de tu Ser y el Amanecer de la luz de tu unidad. Así se han esparcido por tus ciudades las fragancias de tu amor, abarcando a todos los habitantes de tu reino.
Ya que Tú has revelado tu gracia, oh mi Dios, no impidas a tus siervos dirigir sus ojos hacia ella. No consideres, oh mi Dios, su condición, ni sus asuntos, ni sus obras. Considera la grandeza de tu gloria, y la abundancia de tus dones, y la fuerza de ti poder, y la excelencia de tus favores. ¡Juro por tu gloria! Si Tú los considerases con el ojo de la justicia, todos merecerían tu cólera y la vara de tu ira. Sostén a tus criaturas, oh mi Dios, con las manos de tu gracia, y hazles conocer lo que es mejor para ellos de todo cuanto ha sido creado en el reino de tu invención.
Atestiguamos, oh mi Dios, que Tú eres Dios, y que no hay otro Dios fuera de Ti. Desde la eternidad, Tú has existido sin que nadie Te iguale o rivalice, y por siempre continuarás siendo el mismo. Yo Te suplico, por los ojos que Te ven establecido en el trono de la unidad y en la sede de la unicidad, que ayudes, por tu Más Grande Nombre, a todos quienes Te aman, y los eleves a tales alturas, que testifiquen con su propio ser y con su lengua, de que solo Tú eres Dios, el Incomparable, el Único, el Siempre Perdurable. En ningún momento Tú has tenido par ni compañero. Tú, en verdad, eres el Todoglorioso, el Todopoderoso, cuya ayuda es implorada por todos los hombres.
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Atestiguo que desde la eternidad Tú has sido exaltado en tu trascendente majestad y fortaleza, y eternamente permanecerás en tu sobresaliente poder y gloria. Nadie en los reinos de la tierra y del cielo puede frustrar tu propósito; nadie en todos los dominios de la revelación y de la creación, puede prevalecer sobre Ti. Por tu mandato haces según tu voluntad, y por el poder de tu soberanía gobiernas como Te place.
Yo te imploro, oh Tú Quien eres la causa de la aparición del alba, por tu Lámpara, la cual Tú has encendido con el fuego de tu amor ante todos los que están en el cielo y en la tierra, y cuya llama alimentas con el aceite de tu sabiduría en el reino de tu creación, que me hagas ser de aquellos quienes han ascendido hacia tu atmósfera, y han sometido su voluntad a tu decreto.
Misérrimo soy, oh mi Señor, y Tú eres el Omnipotente, el Todopoderoso. Ten piedad de mí por tu gracia y generoso favor, y bondadosamente ayúdame a servirte y a servir a quienes Te son queridos. Potente eres Tú para hacer tu voluntad. No existe otra Dios sino Tú, el Dios de fuerza, de gloria y sabiduría.
Muchos corazones yertos, oh mi Dios, se han encendido con el fuego de tu Causa y muchos que estaban dormidos han sido despertados por la dulzura de tu voz. ¡Cuántos son los extraños que han buscado abrigo a la sombra del árbol de tu unicidad y cuán numerosos son los sedientos que han anhelado en tus días la fuente de tus aguas vivas!
Bendito es aquel que se ha dirigido hacia Ti y se ha apresurado a alcanzar la aurora de las luces de tu semblante. Bendito es aquel que con todo su afecto se ha vuelto hacia el alba de tu Revelación y el manantial de tu inspiración. Bendito es aquel que ha gastado en tu sendero lo que Tú le conferiste por tu generosidad y favor. Bendito es aquel que en su gran anhelo por Ti ha desechado todo menos a Ti. Bendito es aquel que ha gozado de comunión íntima contigo y se ha desligado de todo apego a otro que no seas Tú.
Yo te imploro, oh mi Señor, por Aquel que es tu Nombre, que se ha elevado sobre el horizonte de su prisión mediante la fuerza de tu soberanía y tu poder, que ordenes para cada cual aquello que es digno de Ti y corresponde a tu exaltación.
En verdad tu poder es igual sobre todas las cosas.
¡Loado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! Tú me ves en este día, recluido en mi prisión, entregado en las manos de tus adversarios; y contemplas a mi hijo1 tendido en el polvo ante tu rostro. Él es tu siervo, oh mi Señor, a quien Tú has hecho entroncar con Aquel Quien es la Manifestación de tu Ser y la Aurora de tu Causa.
Al nacer, él fue afligido por su separación de Ti, conforme a lo que había sido ordenado para él por tu irrevocable decreto. Y cuando había bebido el cáliz de la reunión contigo, fue arrojado en la prisión por haber creído en Ti y en tus signos. Él continuó sirviendo a tu Belleza hasta que ingresó en ésta, la Más Grande Prisión. Entonces, oh mi Señor, yo lo ofrecí como sacrifico en ti sendero. Tú bien conoces cuánto han sufrido aquellos que Te aman por esta prueba que ha hecho gemir a los deudos de la tierra, y más allá de ellos, lamentarse al Concurso de lo alto.
Te suplico, oh mi Señor, por él y por su exilio y encarcelamiento, que hagas descender sobre quienes le amaban lo que aquiete sus corazones y bendiga sus obras. Potente eres Tú para hacer tu voluntad. No existe otro Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Omnipotente.
¡Alabado seas, oh mi Dios! Te suplico por aquellos que han circundado el trono de tu voluntad, se han elevado en la atmósfera de tu complacencia, y se han vuelto con todo su afecto hacia el horizonte de tu Revelación, la Aurora de tu inspiración y el Punto de Amanecer de tus nombres, que ayudes a tus siervos a observar lo que Tú les has mandado en tus días, mandamientos a través de los cuales se ha de demostrar a tus siervos la santidad de tu Causa y habrán de ser corregidos los asuntos de tus criaturas y de tu reino.
Atestiguo, oh mi Dios, que éste es el Día en el que tu testimonio ha sido cumplido; y tus claras señales manifestadas; y tus expresiones reveladas; y han sido demostrados tus signos; y ha sido difundido el esplendor de tu semblante; y han sido perfeccionadas las pruebas; y establecida tu ascendencia; y desbordada tu misericordia, y en el que el Sol de tu gracia ha brillado un fulgor tal, que ha manifestado a Quien es el Revelador de Ti mismo, y el Tesoro de tu sabiduría, y el Punto de Amanecer de tu majestad y poder. Tú estableciste su convenio con todo aquel que ha sido creado en los reinos de la tierra y del cielo y en los dominios de la revelación y la creación. Tú Le has elevado a alturas tales, que los agravios infligidos por los opresores han sido incapaces de disuadirle de revelar tu soberanía, ni el ascendiente de los descarriados ha logrado impedirle demostrar tu poder y exaltar tu Causa.
A tal altura Le has exaltado, que Él abiertamente transmitió a los reyes tus mensajes y mandamientos, sin procurar ni por un momento su propia protección, sino tratando de proteger a tus siervos de todo lo que pudiese impedirles aproximarse al reino de tu cercanía y dirigir sus rostros hacia el horizonte de tu complacencia.
Tú ves, oh mi Dios, cómo, a pesar de las espadas que están desenvainadas contra Él, llama a las naciones ante Ti, y siendo Él mismo un prisionero, los exhorta a volverse hacia tus dádivas y favores. Con cada nueva tribulación, Él manifestó en mayor medida tu Causa, y elevó a mayor altura tu palabra.
Atestiguo que a través de Él la Pluma del Altísimo fue puesta en movimiento, y con su recordación fueron embellecidas las Escrituras en el reino de los nombres. A través de Él fueron esparcidas tus fragancias, y exhalando el dulce aroma de tu vestidura entre todos los habitantes de la tierra y los moradores del cielo. Tú ves y muy bien conoces, oh mi Dios, que se Le ha hecho habitar en la más desolada de las ciudades, para que pueda fortalecer los corazones de tus siervos, y ha estado dispuesto a sufrir la más penosa humillación, para que puedan ser exaltadas tus criaturas.
Yo te imploro, oh Tú Quien eres la causa de la aparición del alba, por tu Nombre mediante el cual has sometido a los vientos y enviado tus Tablas, que permitas que nos acerquemos a lo que Tú has destinado para nosotros por tu favor y munificencia, y nos haga apartar completamente de todo lo que Te sea detestable. Danos de beber entonces, de las manos de tu gracia, en cada día y en todo momento de nuestras vidas, de las aguas que son en verdad la vida, ¡oh Tú Quien eres el Más Misericordioso! Haz, entonces, que seamos de aquellos quienes Te ayudaron cuando habías caído en las manos de tus enemigos, quienes son contados con los rebeldes entre tus criaturas y los perversos entre tu pueblo., decreta, entonces, para nosotros, la recompensa ordenada para aquel que ha alcanzado tu presencia y ha contemplado tu belleza, y provéenos con todo lo bueno ordenado en tu Libro para aquellas de tus criaturas que gozan de cercano acceso a Ti.
Alegra nuestros corazones, oh mi Señor, con el esplendor de tu conocimiento, e ilumina nuestra vista con la luz de aquellos ojos que están fijos en el horizonte de tu gracia y en la Aurora de tu gloria. Resguárdanos, entonces, por tu Más Grande Nombre, el cual hiciste que ensombreciera a aquellas naciones que aspiran a lo que Tú has prohibido en tu Libro. Esto es, en verdad, lo que Tú nos anunciaste en tus Escrituras y en tus Tablas.
Haz, entonces, que seamos tan firmes en nuestro amor por Ti, que no nos volvamos a nadie que no seas Tú, y seamos contados entre quienes son conducidos cerca de Ti, y Te reconozcamos como Aquel Quien es exaltado por encima de toda comparación y santificado más allá de toda semejanza, y elevemos nuestra voz en medio de tus siervos y proclamemos que Él es el Dios único, el Incomparable, el Siempre Perdurable, el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Omnisapiente.
Fortalece, oh mi Señor, los corazones de aquellos que te aman, para que no sean atemorizados por las huestes de los infieles que se han apartado de Ti, sino que Te sigan en todo cuanto ha sido revelado por Ti. Ayúdales además, a recordarte y alabarte, y a enseñar tu Causa con elocuencia y sabiduría. Tú eres Aquel Quien se ha llamado a Sí mismo el Más Misericordioso. Ordena, entonces, oh mi Dios, para mí y para quienquiera que Te haya buscado, lo que corresponda a la excelencia de tu gloria y a la grandeza de tu majestad. No hay Dios sino Tú, el Siempre Perdonador, el Más Compasivo.
Tú ves a tu Amado, oh mi Dios, Quien yace a merced de tus enemigos, y oyes la voz de su lamentación en medio de aquellas de tus criaturas que han obrado perversamente ante tu vista. Es Él, oh mi Señor, mediante cuyo nombre adornaste tus Tablas, y para cuya mayor gloria Tú enviaste el Bayán, y ante cuya separación de Ti lamentaste constantemente. Observa, entonces, su soledad, oh mi Dios, y ve cómo ha caído en las manos de aquellos que no han creído en tus signos, Te han vuelto la espalda y han olvidado las maravillas de tu misericordia.
Él es, oh mi Dios, acerca de Quien Tú has dicho: « Si no fuera por Tí, las Escrituras no habrían sido reveladas, y los Profetas no habrían sido enviados». Y tan pronto hubo sido Él manifestado por tu mandato, y pronunciado tu alabanza, cuando fue rodeado por los forjadores de iniquidad entre tus criaturas, con las espadas del odio desenvainadas contra Él, ¡oh Tú Señor de todos los nombres! Tú bien conoces lo que Le aconteció en las manos de aquellos que han desgarrado el velo de tu grandeza y han desechado con desdén tu Convenio y tu Testamento, ¡oh Tú Quien eres el Hacedor de los cielos! Él es por Quien Tú2 has entregado tu vida, y has consentido ser atacado por los múltiples males del mundo, para que Él pudiera manifestarse a Sí mismo, convocando en su nombre a toda la humanidad. Sin embargo, tan pronto como descendió del cielo de majestad y poder, tus siervos alargaron hacia Él las manos de la crueldad y la sedición, haciéndole sufrir tales aflicciones, que los pergaminos del mundo son insuficientes para contener la narración completa de ellas.
Tú ves, por tanto, oh Bienamado del mundo, a Quien Te es querido, en las garras de aquellos que Te han negado, y contemplas al deseo de tu corazón bajo las espadas de los impíos. Paréceme que Él, desde su muy exaltada posición, me dice: « ¡Ojalá mi alma, oh Prisionero, fuera una redención para tu cautiverio, y mi ser, oh Agraviado, fuera sacrificado por las adversidades que has sufrido! Tú eres Aquel por cuyo cautiverio fueron enarbolados los emblemas de tu omnipotente poder, y el sol de tu revelación resplandeció sobre el horizonte de la tribulación, de modo tal que todas las cosas creadas se inclinaron ante la grandeza de tu majestad.
« Cuanto más trataron de impedirte recordar a tu Dios y ensalzar sus virtudes, tanto más apasionadamente Le glorificaste y más fuertemente Le invocaste. Y cada vez que los velos de los perversos se interpusieron entre Tú y tus siervos, derramaste desde el cielo de tu gracia los esplendores de la luz de tu semblante. Tú eres, en verdad, Quien Subsiste por Sí Mismo, como lo atestigua la lengua de Dios, el Todoglorioso, el solo y único Amado; y Tú eres el Deseo del mundo, como lo testifica lo que ha descendido de la Pluma de Aquel Quien ha anunciado a tus siervos tu Nombre oculto, y adornado a la creación entera con el ornamento de tu amor, el Más Preciado, el Exaltadísimo.
« Los ojos del mundo se regocijaron ante la vista de tu luminoso semblante; y, sin embargo, los pueblos se han unido para extinguir tu luz, ¡oh Tú en cuyas manos están las riendas de los mundos! Todos los átomos de la tierra han celebrado tu alabanza, y todas las cosas creadas han sido encendidas con las gotas derramadas por el océano de tu amor; y, no obstante, la gente aún intenta apagar tu fuego. No -y esto tu propio Ser me lo atestigua- ellos son completamente débiles, y Tú, verdaderamente, eres el Omnipotente; ellos no son sino pobres, y Tú, en verdad, eres el Todo Poseedor; ellos son impotentes, y Tú eres, ciertamente, el Todopoderoso. Nada puede jamás frustrar tu propósito, ni pueden dañarte las disensiones del mundo. Mediante los hálitos de tu prolación ha sido adornado el cielo del entendimiento, y por las efusiones de tu pluma ha sido vivificado todo hueso que se reduce a polvo. No Te aflijas por lo que Te ha acontecido, ni Te apoderes de ellos por lo que han perpetrado en tus días. Sé indulgente hacia ellos. Tú eres el Siempre Perdonador, el Más Compasivo».
¡La alabanza sea para Ti, oh mi Dios! Tú eres Aquel que con una palabra de su boca ha revolucionado la creación entera y con un trazo de su pluma ha separado a tus siervos unos de otros. Atestiguo, oh mi Dios, que mediante una palabra pronunciada por Ti en esta Revelación fueron extinguidas todas las cosas creadas y, mediante otra palabra, todos aquellos que Tú deseaste fueron dotados de nueva vida por tu gracia y munificencia.
Te doy gracias, por tanto, y te ensalzo en el nombre de todos aquellos que te son queridos, por cuanto los has hecho nacer de nuevo a causa de las aguas de vida que han manado de la boca de tu voluntad. Ya que Tú los has vivificado por tu munificencia, oh mi Dios, haz por tu gracia que se inclinen firmemente hacia tu voluntad; y ya que Tú les permitiste entrar en el tabernáculo de tu Causa, concede por tu gracia que no sean apartados de Ti.
Abre, entonces, a sus corazones, oh mi Dios, las puertas de tu conocimiento, para que te reconozcan como Aquel que está mucho más allá del alcance de la comprensión de tus criaturas e inmensamente exaltado sobre los esfuerzos de tu pueblo para indicar tu naturaleza y para que no sigan a cada impostor vociferante que pretende hablar en tu nombre. Permíteles además, oh mi Señor, que se aferren tan tenazmente a tu Causa, que puedan permanecer inmutables ante las desconcertantes sugerencias de aquellos que, impulsados por sus propios deseos, pronuncian lo que les ha sido prohibido en tus Tablas y en tus Escrituras.
Tú bien sabes, oh mi Señor, que yo oigo los aullidos de los lobos que se presentan con la vestidura de tus siervos. Protege, por tanto, a tus amados de su malicia y haz que se aferren firmemente a todo lo que haya sido manifestado por Ti en esta Revelación, que no ha sido superada por ninguna otra Revelación dentro de tu conocimiento.
Destina para ellos, oh mi Señor, aquello que les beneficie. Ilumina entonces sus ojos con la luz de tu conocimiento, para que puedan verte claramente supremo sobre todas las cosas, resplandeciente entre tus criaturas y victorioso sobre todos los que están en tu tierra. Potente eres para hacer tu voluntad. No hay Dios sino Tú, el Todoglorioso, cuya ayuda todos los hombres imploran.
¡Alabado seas Tú, quien eres el Señor de toda la creación!
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Yo te imploro, por tu Antigua Belleza y tu Más Grande Nombre, a Quien has sacrificado para que puedan nacer nuevamente todos los habitantes de tu tierra y de tu cielo, y a Quien has arrojado en prisión para que, como muestra de tu generosidad y de tu soberano poder, la humanidad sea liberada del cautiverio de las bajas pasiones y los deseos corruptos, que me cuentes entre aquellos que han aspirado tan profundamente la fragancia de tu misericordia, y se han dado tal prisa en acudir hacia las aguas vivientes de tu gracia, que ningún dardo ha podido impedirles volver hacia Ti, ni ninguna lanza ha logrado apartar sus rostros del oriente de tu Revelación.
Atestiguamos, oh mi Señor, que Tú eres Dios y que no hay otro Dios fuera de Ti. Desde siempre Tú estuviste entronizado en las inaccesibles alturas de tu poder, y continuarás ejerciendo eternamente tu trascendente e ilimitado dominio. Las huestes del mundo son incapaces de frustrar tu voluntad, ni pueden todos los habitantes de la tierra y todos los moradores del cielo, anular tu decreto. Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Más Grande.
Bendice, oh mi Dios, a aquellos de los seguidores del Bayán que han sido contados entre el pueblo de Bahá, quienes han entrado en el Arca Carmesí en tu Nombre, el Más Exaltado, el Altísimo. Tu poder, en verdad, es suficiente para todo.
¡Te rindo alabanzas, oh Señor mi Dios! Te suplico por tu Nombre, por medio del cual hiciste que el alba surgiera, que los vientos soplaran y los mares se agitaran, que los árboles produjeran sus frutos y la tierra se engalanara con sus ríos, que ayudes a todos aquellos que Te son queridos, con tus huestes, tanto visibles como invisibles. Hazles además, victoriosos sobre todos los que tanto se rebelaron en tu tierra, deshonraron tu nombre, no creyeron en tus signos, quebrantaron tu Convenio, desecharon con desdén tus leyes, y hasta tal punto se levantaron contra Ti, que llevaron al cautiverio a tu familia, y arrojaron en la prisión a la Manifestación de tu Ser, y confinaron en la más desolada de las ciudades a Quien es la Aurora de tu Esencia.
Tú eres, oh mi Señor, Aquel cuyo poderío es inmenso, cuyo decreto es terrible. Apodérate de tus adversarios por la fuerza de tu soberanía, y reúne a tus amados a la sombra del árbol de tu unicidad, para que permanezcan ante tu trono, y perciban los acentos de tu voz, y contemplen tu belleza, y descubran la fortaleza de tu poder.
Tú eres, verdaderamente, el Omnipotente, el Todopoderoso.
¡Loado sea tu nombre, oh mi Dios! Estoy tan cautivado por las brisas que emanan de tu presencia, que me he olvidado de mí mismo y de todo cuanto poseo, este no es sino un signo de las maravillas de tu gracia y de los muníficos favores que me han sido concedidos. Te rindo alabanzas, oh mi Dios, por cuanto me has elegido entre todas tus criaturas, y me has hecho la Aurora de tu fortaleza, y la Manifestación de tu poder, y me has permitido revelar tales de tus signos y tales pruebas de tu majestad y poder, que nadie, ni en tu cielo ni en tu tierra, puede producir.
Yo te imploro, oh mi Señor, por tu muy refulgente Nombre, que hagas conocer a mi pueblo lo que Tú has destinado para ellos. Resguárdalos entonces, dentro de la fortaleza de tu amparo, y en el tabernáculo de tu infalible protección, para que no surja de ellos lo que pueda dividir a tus siervos. Reúnelos, oh mi Señor, a orillas de este Océano, cada gota del cual proclama que Tú eres Dios, fuer de Quien no hay otro Dios, el Todoglorioso, el Omnisapiente.
Descubre antes ellos, oh mi Señor, la majestad de tu Causa, para que no sean inducidos a dudar de tu soberanía y de la capacidad de tu fortaleza. ¡Juro por tu gloria, oh Tú Quien eres el Bienamado de los mundos! Si hubieran estado conscientes de tu poder, de seguro habrían rehusado proferir lo que Tú no ordenaste para ellos en el cielo de tu voluntad.
Inspíralos, oh mi Señor, con el sentimiento de su propia impotencia, ante Quien es la Manifestación de tu propio Ser, y enséñales a reconocer la miseria de su naturaleza, frente a las múltiples señales de tu independencia y riqueza, para que se reúnan en torno a tu Causa, se adhieran al borde de tu misericordia, y se aferren al cordel del beneplácito de tu voluntad.
Tú eres el Señor de los mundos, y de entre todos aquellos quienes muestran misericordia, Tú eres el Más Misericordioso.
¡Gloria sea a Ti, oh Rey de la eternidad, Hacedor de naciones y Modelador de cada corruptible hueso! Te ruego, por tu Nombre, por medio del cual llamaste a toda la humanidad hacia el horizonte de tu majestad y gloria, y guiaste a tus siervos a la corte de tu gracia y favores, que me cuentes entre aquellos que se han separado de todo excepto de Ti, se han vuelto hacia Ti, y no han sido impedidos de volverse hacia tus dádivas por tales infortunios como los que fueron decretados por Ti.
Me he aferrado, oh mi Señor, al asidero de tu bondad, y me he adherido firmemente al borde del manto de tu favor. Haz descender, pues, sobre mí, desde las nubes de tu generosidad, aquello que me purifique del recuerdo de cualquiera que no seas Tú, y me capacite para dirigirme hacia Aquel Quien es el Objeto de adoración de la humanidad, contra Quien se han formado los agitadores de sedición, quienes han violado tu convenio y no han creído en Ti ni en tus signos.
No me niegues, oh mi Señor, las fragancias de tu vestidura en tus días, ni me prives de los alientos de tu Revelación ante la aparición de los resplandores de la luz de tu rostro. Poderoso eres Tú para hacer lo que Te place. Nada puede resistir tu voluntad, ni frustrar lo que Tú has determinado por tu poder.
No hay Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Sapientísimo.
¡Loado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! Testifico que Tú eras un Tesoro oculto envuelto en tu Ser inmemorial y un Misterio impenetrable guarecido en tu propia Esencia. Deseando revelarte a Ti mismo, llamaste a la existencia a los mundos Mayor y Menor, y escogiste al Hombre por encima de todas tus criaturas, y lo hiciste un signo de ambos de esos mundos, ¡oh Tú, quien eres nuestro Señor, el Más Compasivo!
Tú lo elevaste a Él para que ocupara tu trono ante todo el pueblo de tu creación. Tú lo capacitaste para desentrañar tus misterios, y para resplandecer con las luces de tu inspiración y de tu Revelación, y para manifestar tus nombres y atributos. Por medio de Él, Tú adornaste el preámbulo del libro de tu creación, ¡oh Tú, Quien eres el Soberano del universo que Tú mismo has modelado!
Atestiguo que en su persona han sido asociadas y combinadas la solidez y la fluidez. Por medio de su inconmovible constancia en tu Causa, y de su imperturbable adhesión a todo lo que Tú, en la plenitud de la luz de tu gloria, develaste ante sus ojos a través de todos los dominios de tu Revelación y de tu creación, las almas de tus siervos han sido conmovidas en su anhelo por tu Reino, y los moradores de tus comarcas se han precipitado para entrar en tu dominio celestial. Por la inquietud que Él expresó en tu sendero, los pies de todos aquellos que están consagrados a Ti fueron fortalecidos y confirmados para hacer manifiesta tu Causa en medio de tus criaturas, y para demostrar tu soberanía a través de todo tu dominio.
¡Cuán grande, oh mi Dios, es tu muy excelsa obra, y cuán consumada tu creación, que ha hecho que se maravillen cada corazón y cada mente comprensiva! Y cuando se hubo cumplido el tiempo fijado y aconteció lo que había sido preordinado, Tú desataste su lengua para que Te alabara y expusiera tus misterios ante toda tu creación, ¡oh Tú Quien eres el Poseedor de todos los nombres y el Hacedor de la tierra y del cielo! A través de Él, todas las cosas creadas fueron destinadas a glorificarte, y a celebrar tu alabanza, y cada alma fue dirigida hacia el reino de tu revelación y soberanía.
En un tiempo, oh mi Dios, Le hiciste levantarse, y Le ataviaste con el ornamento del nombre de Aquel Quien conversó contigo3, y por su intermedio descubriste todo aquello que había decretado tu voluntad y tu irrevocable propósito había ordenado. En otro tiempo, Tú Le adornaste con el nombre de Aquel Quien era tu Espíritu4, y Le hiciste descender del cielo de tu voluntad para la edificación de tu pueblo, infundiendo con ello el espíritu de vida en los corazones de los sinceros de entre tus siervos y de los fieles entre tus criaturas. Otra vez, Tú Le revelaste, engalanado con el nombre de Aquel Quien fuera tu Amigo5, y Le hiciste resplandecer con gran brillo por sobre el horizonte Hijáz, como una muestra de tu poder y una prueba de tu fortaleza. Por Él llegaste hasta tus siervos capacitándolos para escalar las alturas de tu unidad y ansiar las maravillas de tu múltiple conocimiento y sabiduría.
Atestiguo, oh Tú Quien eres el Señor de la creación entera y el Deseo de quienquiera Te haya buscado que, en medio de tus criatura, Ellos Se asemejan al sol, el cual, no importa cuántas veces salga y se ponga, continúa siendo el mismo sol. Quien hiciere alguna distinción entre cualesquiera de Ellos, en verdad, no ha logrado el propósito último, ni alcanzado el más elevado objetivo, y ha sido privado de los misterios de la unidad y de las luces de la santidad y la unicidad. Atestiguo además, que Tú has decretado que nadie sobre la faz de la tierra pueda igualarse a Ellos, y que ninguna de tus criaturas sea capaz de compararse con ninguno de Ellos, a fin de que sea reconocida y establecida tu propia singularidad e incomparabilidad.
¡Glorificado, inmensamente glorificado sea tu nombre, oh mi Dios! ¿Cómo puedo mencionarte dignamente o alabarte lo suficiente, siendo que Tú Le has manifestado por la fuerza de tu poder, y Le has hecho resplandecer sobre el horizonte de tu voluntad y convertido en la Aurora de tus signos y en el Punto de Amanecer de la Revelación de tus nombres y atributos? ¡Cuán desconcertantemente misteriosa es, además, oh mi Dios, su naturaleza y todo cuanto Tú has infundido en Él, mediante tu potencia y por la fuerza de tu poder! En cierta época Él aparece como el agua que es en verdad la Vida, descendiendo del cielo de tu gracia, fluyendo copiosamente de las nubes de tu misericordia, para que tus criaturas sean dotadas de nueva vida y perduren tanto como perdure tu propio Reino. Cada gota de esa agua sería suficiente para resucitar a los muertos, y hacer volver sus rostros en dirección a tus dones y favores, y librarlos de cualquier afecto a nada que no seas Tú. En otra época, Él Se revela como el Fuego que Tú encendiste en el árbol de tu unidad, cuyo valor derritió los corazones de tus fervorosos amantes, cuando Aquel Quien es el Sol del mundo resplandeció sobre el horizonte de 'Iráq. Atestiguo, oh mi Dios, que a través de Él fueron consumidos los velos de la humana fantasía, y los corazones de los hombres fueron dirigidos hacia la escena de tu muy resplandeciente gloria.
Yo te imploro, oh Tú Quien eres el Supremo Ordenador, que no me permitas ser privado de las brisas que soplan en tus días, días en los cuales se ha esparcido la suave fragancia de la vestidura de tu misericordia. Tampoco me apartes de tu muy grande Océano, cada gota del cual clama diciendo: « ¡Grande es la bendición que aguarda a quien se ha despertado de su sueño por el hálito de Dios, Quien, desde la fuente de su misericordia, ha soplado sobre todas aquellas de sus criaturas que se han vuelto hacia Él!»
Tú ves, oh mi Señor, cómo tus siervos están cautivos de su propio egoísmo y de sus deseos. Redímelos de su cautiverio, oh mi Dios, por la fuerza de tu soberanía y poder, para que se vuelvan hacia Ti cuando Él, Quien es el Revelador de tus nombres y atributos, Se haga manifiesto ante los hombres.
Dirige hacia esta pobre y desolada criatura, oh mi Señor, la mirada de tu riqueza, e inunda su corazón con los rayos de tu conocimiento, para que pueda aprehender las realidades del mundo invisible, y descubrir los misterios de tu dominio celestial, y percibir los signos y señales de tu reino, y contemplar las múltiples revelaciones de esta vida terrenal, todas ellas desplegadas ante la faz de Quien es el Revelador de tu propio Ser. Dirige pues, sus ojos, oh mi Dios, hacia el horizonte de tu amorosa bondad, y haz firme su corazón en su devoción a Ti, y suelta su lengua para alabarte, y capacítale para que se aferre a la cuerda de tu amor, y se adhiera al borde de tu munificencia, y proclame tu nombre entre tus criaturas, y describa tus virtudes a lo largo de todo tu dominio, de modo tal que ningún obstáculo le impida volverse hacia tu nombre, el Todo Generoso, y que ningún velo lo aparte de Ti, ¡Tú en cuya mano se encuentra el dominio de la prolación y el reino de todos los nombres y atributos!
Retén la mano de este buscador, quien ha dirigido su rostro hacia Ti, oh mi Señor, y arráncalo de las profundidades de sus vanas imaginaciones, para que la luz de la certeza brille resplandeciente en el horizonte de su corazón, en los días en que el sol del conocimiento de tus criaturas ha sido obnubilado por la brillantez del Sol de tu gloria; días en los cuales la luna de la mundana sabiduría ha sido eclipsada por la aparición de tu oculto conocimiento, y la manifestación de tu bien guardado secreto, y la revelación de tu atesorado misterio; días en los que las estrellas de las acciones de los hombres han caído con el surgimiento del astro de tu unidad y el derramamiento del esplendor de tu trascendente unicidad.
Te ruego, oh mi Dios, por tu muy exaltado Verbo el cual Tú has ordenado que sea el Elixir Divino de todos los que están en tu reino, Elixir a través de cuyo poder el tosco metal de la vida humana ha sido transmutado en oro purísimo, oh Tú en cuyas manos están los reinos, tanto visible como invisible, que ordenes que mi elección esté de acuerdo con tu elección y mi deseo con tu deseo, y que pueda sentirme enteramente de acuerdo con lo que Tú has deseado y totalmente satisfecho con lo que has destinado para mí, por tu munificencia y favor. Potente eres Tú para hacer tu voluntad. Tú, en verdad, eres el Todoglorioso, el Sapientísimo.
Feliz el hombre que Te haya reconocido, y haya descubierto la dulzura de tu fragancia, y se haya vuelto hacia tu reino, y haya gustado de las cosas que en él han sido perfeccionadas en virtud de tu gracia y favor. Grande es la bendición de aquel que ha confesado tu muy excelente majestad, y a quien los velos que han apartado de Ti a las naciones, no le han impedido dirigir su mirada hacia Ti, ¡oh Tú Quien eres el Rey de la eternidad y el Vivificador de todo hueso destinado a reducirse a polvo! Bienaventurado también, aquel que ha aspirado tus suaves aromas y ha sido arrobado por tus palabras en tus días. Bendito también, quien se haya vuelto hacia Ti, y ¡ay! de aquel que Te haya vuelto la espalda.
¡Alabado seas Tú, oh Señor de los mundos!
¡Oh Tú Quien actúas con justicia hacia todos los que están en el cielo y en la tierra, y riges sobre el reino de tu creación y tu Revelación! Atestiguo que todo hombre justo ha reconocido su falta de justicia frente a la revelación de los esplendores del Sol de tu Justicia, y la más hábil de las pluma ha confesado su impotencia ante el movimiento de tu muy exaltada Pluma.
¡Por tu vida, oh Tú el Poseedor de todos los hombres! Las mentes de los más profundos pensadores quedan lastimosamente perplejas cuando contemplan el océano de tu conocimiento, y el cielo de tu sabiduría, y el Luminar de tu gracia. ¿Cómo puede aquel quien no es más que una creación de tu Voluntad, afirmar conocer lo que existe junto a Ti, o concebir tu naturaleza?
¡Alabado, inmensamente alabado eres Tú! ¡Juro por tu gloria! Mi lengua interior y exterior, abierta y secretamente, testifica que Tú has sido exaltado por encima del alcance y la comprensión de tus criaturas, por encima de las palabras de tus siervos, de los testimonios de tus amados y tus elegidos, y la percepción de tus Profetas y tus Mensajeros.
Te suplico, oh mi Señor, por tu Nombre, el cual han dispuesto que sea la Aurora de tu Revelación y el Punto de Amanecer de tu inspiración, que ordenes para este Agraviado y para quienes Te son queridos, lo que corresponde a tu sublimidad. Tú, en verdad, eres el Todomunífico, el Omnipotente, el Omnisciente, el Sapientísimo.
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Te imploro por tu Nombre, que nadie ha reconocido dignamente y cuyo significado ningún alma ha podido sondear; te suplico por Aquel que es la Fuente de tu Revelación y la Aurora de tus signos, que hagas de mi corazón un receptáculo de tu amor y de tu recuerdo. Únelo, pues, a tu gran océano, para que de él emanen las aguas vivas de tu sabiduría y las corrientes cristalinas de tu glorificación y alabanza.
Los miembros de mi cuerpo atestiguan tu unidad y el cabello de mi cabeza declara la fuerza de tu soberanía y tu poder. He permanecido ante la puerta de tu gracia con absoluta humildad y completa abnegación, me he asido al borde de tu munificencia y he fijado mis ojos en el horizonte de tus dádivas.
Destina para mí, oh mi Dios, aquello que sea digno de la grandeza de tu majestad, y ayúdame con tu gracia fortalecedora a enseñar tu Causa de modo tal que los muertos salgan de sus sepulcros y se apresuren hacia Ti, confiando plenamente en Ti y fijando su mirada en el oriente de tu Causa y el punto del amanecer de tu Revelación.
Tú eres verdaderamente el Más Poderoso, el Altísimo, el Omnisciente, el Todo Sabio.
Tu unidad es inescrutable para todos, oh mi Dios, salvo para aquellos que han reconocido a Aquel Quien es la Manifestación de tu singularidad y la Aurora de tu unicidad. Quienquiera que Le asigne un rival, Te ha asignado un rival a Ti, y quien Le haya erigido par, Te ha erigido par a Ti mismo. ¡No, no! Nadie en toda la creación puede resistirte. Eternamente Tú has sido exaltado por sobre toda comparación o semejanza. Tu unicidad ha sido demostrada por la unicidad de Aquel Quien es el Punto de Amanecer de tu Revelación. Quienquiera Le niegue, ha negado tu unidad, y disputado contigo respecto a tu soberanía, y contendido contigo en tu reino, y repudiado tus mandamientos.
Ayuda a tus siervos, oh mi Señor, a reconocer tu unidad y declarar tu unicidad, para que todos puedan reunirse alrededor de lo que Tú deseaste en este Día, cuando el sol de tu esencia ha resplandecido sobre el horizonte de tu voluntad, y la luna de tu propio Ser se ha elevado desde la Aurora de tu mandato. Tú eres Aquel, oh mi Señor, a cuyo conocimiento nada escapa en absoluto, y a Quien nadie puede frustrar. Tú haces tu voluntad, por tu soberanía que ha eclipsado a los mundos.
Tú bien conoces, oh mi Dios, mi Bienamado, que nada puede apagar la sed que sufro por mi separación de Ti, como no sean las aguas de tu presencia, y el tumulto de mi corazón no podrá nunca aquietarse, salvo mediante la fuente de vida de la reunión contigo. Desciende sobre mí, entonces, oh mi Señor, del cuelo de tu munificencia, lo que me acerque al cáliz de tus dones, y me capacite para beber el escogido Vino sellado, cuyo sello ha sido librado en tu nombre, y desde el cual han sido difundidos los suaves aromas de tus días. Tú eres, en verdad, el Todomunífico, cuya gracia es infinita.
El universo entero atestigua tu generosidad. Ten compasión de mí, entonces, por tu gracia, y trátame bondadosamente mediante el poder de tu soberanía, y permíteme gozar de la cercanía a Ti, por tus múltiples favores. Tú eres, ciertamente, el Gran Dador, el Todopoderoso, el Siempre Perdonador, el Más Generoso.
¡Alabado sea tu Nombre, oh mi Dios y el Dios de todas las cosas, mi Gloria y la Gloria de todas las cosas, mi Deseo y el Deseo de todas las cosas, mi Fuerza y la Fuerza de todas las cosas, mi Rey y el Rey de todas las cosas, mi Poseedor y el Poseedor de todas las cosas, mi Objetivo y el Objetivo de todas las cosas, mi Motor y el Motor de todas las cosas! No permitas, te lo imploro, que esté apartado de tus tiernas mercedes y alejado de las orillas de tu proximidad.
Nada que no seas Tú, oh mi Señor, me es provechoso, ni me sirve de nada la proximidad de otro que no seas Tú. Te ruego, por la abundancia de tus riquezas, por medio de las cuales Tú prescindiste de todo excepto de Ti Mismo, que me cuentes entre aquellos que han vuelto su rostro hacia Ti y se han levantado para servirte.
Perdona entonces, oh mi Señor, a tus siervos y a tus siervas. Tú eres en verdad el que siempre perdona, el Más Compasivo.
¡Oh Dios, que eres el Autor de todas las Manifestaciones, el Origen de todos los Orígenes, la Fuente de todas las Revelaciones y el Manantial de todas las Luces! Atestiguo que por tu Nombre el cielo de la comprensión ha sido adornado y el océano de la expresión se ha agitado y se han promulgado las dispensaciones de tu providencia a los seguidores de todas las religiones.
Yo te imploro que me enriquezcas de tal modo que pueda prescindir de todo salvo de Ti y ser independiente de cualquiera excepto de Ti. Haz descender, pues, sobre mí, de las nubes de tu munificencia, aquello que me beneficie en cada mundo de tus mundos. Ayúdame, entonces, mediante tu gracia fortalecedora, a servir de tal modo a tu Causa entre tus siervos, que pueda yo mostrar aquello que me haga ser recordado tanto como perdure tu propio reino y persista tu dominio.
Oh mi Señor, éste es tu siervo que se ha vuelto con todo su ser hacia el horizonte de tu munificencia, el océano de tu gracia y el cielo de tus dádivas. Procede conmigo como corresponde a tu Majestad, a tu Gloria, a tu Generosidad y a tu Gracia.
Tú eres en verdad el Dios de fuerza y poder, que estás capacitado para contestar a aquellos que Te imploran. No hay Dios sino Tú, el Omnisciente, el Todo Sabio.
¡Loado sea tu nombre, oh Tú Quien eres mi Dios y palpitas dentro de mi corazón! Tú bien sabes y atestiguas que todo cuanto humille a quienes Te son queridos, debe también humillar a Aquel Quien es la Manifestación de Ti mismo y la Aurora de tu Revelación. Más aún, Él sufre mayor humillación que ellos, cuando son inducidos a confesar las cosas buenas que se les han escapado en tus días.
Estos son tus siervos, oh mi Señor, quienes por amor a Ti han abandonado sus hogares, y han soportado las tribulaciones ordenadas por Ti en tu sendero. ¡Juro por tu gloria! Cada vez que algunos de ellos testifica ante Ti sus perversas acciones, mi rostro se cubre de vergüenza, pues ellos son tus siervos, quienes han probado la copa del dolor en tu Causa, quienes han bebido del cáliz de la adversidad cuando fue alcanzada sobre ellos la luz de tu semblante, y fueron tan acosados por las aflicciones, que la paz les fue absolutamente negada en los recintos de tu corte.
¡La fuerza de tu poder me lo atestigua! Mi corazón se ha fundido por mi amor hacia aquellos que Te son queridos, y mi alma está abrumada de angustia por los dolores que los afligieron al revelarse tu Causa y aparecer los ondulantes océanos de tu gracia y favores. Los suspiros que exhalaron, oh mi Señor, han hecho que mis suspiros asciendan hacia Ti, y el ardor de sus corazones, ha consumido dentro de mí, a mi propio corazón.
Yo te suplico, oh Tú Quien eres el Señor de toda existencia y el Iluminador de todas las cosas visibles e invisibles, que concedas que cada uno de ellos se convierta en un emblema de tu guía entre tus siervos y en una revelación de los esplendores del Sol de tu amorosa bondad entre tus criaturas. Tú los has escogido, oh mi Dios, para que Te amen y permanezcan ante el trono de tu majestad. Ninguna posición ha superado la posición a la cual Tú los has llamado. ¡Cuántas las noches, oh mi Dios, en las que el sueño no pudo apoderarse de ellos, debido a la recordación de Ti, y cuán numerosos los días que ellos pasaron en lamentación por las cosas que Te han acontecido en las manos de tus enemigos! Te imploro, oh Tú Quien eres el Soberano de los soberanos, y Quien elevas a los oprimidos, que los asistas en ayudar a tu Causa y exaltar tu Palabra de tal modo, que a través de ellos la alabanza a Ti pueda ser esparcida entre tus criaturas, y referidas tus virtudes en toda la extensión de tu reino. Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Siempre Perdonador, el Más Generoso.
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Este es tu siervo a quien en el reino de tus nombres has llamado por tu propio nombre, y a quien has criado bajo las alas de tu gracia y favores. Tú le ves, por tanto, dirigiéndose presuroso hacia tus dádivas, y precipitándose hacia Ti en busca de tus dones. Atavíale, oh mi Dios, con el manto de tu favor y la túnica de tu munificencia y tu generosidad, para que todas las cosas creadas puedan percibir en él, el suave aroma de la vestidura de tu amor. Orna, entonces, su cabeza con la corona de tu recordación, de modo tal que sea esparcida entre tus siervos su fama de ser uno que Te ama y se aferra tenazmente a su Causa. Asístele, además, en todo momento y en todas condiciones, para que Te ayude y Te recuerde, y enaltezca tus virtudes entre tus criaturas.
¡Juro por tu gloria, oh mi Dios! Cada vez que medito sobre tu gloria y tu soberanía, me encuentro el más culpable de entre aquellos quienes han transgredido contra Ti en tu dominio; y cada vez que contemplo las alturas en las que nadie salvo Tú puede morar, descubro que soy el más pecaminoso de entre todas las criaturas que habitan en tu tierra. De no haber sido por tu nombre, el Ocultador, y por tu nombre, el Siempre Perdonador, y por los dulces aromas de tu nombre, el Más Misericordioso, todos tus elegidos habrían sido contados entre los malvados y los perversos.
Te doy las gracia porque tu misericordia se ha apoderado de ellos, y de todos lados los han rodeado tu gracia y tus muníficos favores.
Y ahora, habiendo confesado las cosas que Tú hiciste emanar de mi Pluma, Te imploro, por tu nombre, al que has elevado sobre todos los demás nombres, y el cual ha eclipsado a todos los que están en el cielo en todos los que están en la tierra, que no abandones a aquel quien se ha vuelto hacia Ti, y no le niegues las maravillas de tu gracia y las evidencias ocultas de tu misericordia. Que las manos de tu omnipotencia enciendan en su corazón una lámpara que le permita resplandecer con gran fulgor en tus días y proclamar con tal vehemencia en ti nombre, que no exista timidez capaz de impedirle remontarse en la atmósfera de ti amor y ascender hacia el horizonte del arrobamiento y el anhelo por Ti, ni que las ocupaciones de tus criaturas les impidan magnificar tu palabra, para que le veas santificado como Tú deseas y como corresponde a tu majestad y gloria.
Por más exaltada que sea esta estación, oh mi Dios, y por excelente que pueda ser esta posición -pues quién sino Tú tiene el poder de mostrar lo que puede estimarse digno de tu exaltación y sea propio de tu grandeza-, con todo, Tú eres Aquel Quien es el Todomunífico, el Más Compasivo. Todos los átomos de la tierra atestiguan de que Tú eres el Siempre Perdonador, el Benévolo, el Gran Dador, el Todoglorioso, el Sapientísimo. Mírales, entonces, oh mi Dios, con los ojos de tu amorosa bondad, y vuelve hacia él la mirada de tu generosidad. Haz que se extasíe, además, con las dulces melodías de Aquel Quien es la Fuente de tu Revelación, de modo tal que somera su propia voluntad enteramente a tu complacencia, y deposite sus esperanzas sobre las cosas que Tú ordenaste en tus Tablas. Fortalece, entonces, su corazón por medio de tu nombre, el Todopoderoso, el Fiel, para que pueda extender la mano del poder, y con ella ayude a tu Causa cuando se manifieste la luz de tu belleza y surja el Sol de tu majestad.
Ya que Tú le has llamado por tu nombre, oh mi Señor, distínguelo entre tus siervos para tu servicio. Tú bien conoces, oh mi Señor, que al revelarme a mí mismo solo he aspirado a revelar tu Causa, y no me he vuelto hacia nadie sino por amor a tu Revelación y con la finalidad de manifestar tu amorosa bondad. Yo Te suplico, por tu preciado Nombre, Quien en este mismo momento está hablando, que hagas descender sobre él y sobre quienes Te aman, aquello que está atesorado en el cielo de tu favor y munificencia, para que sean henchidos de vehemente amor por Ti y se regocijen en tu Convenio, ¡oh Tú Quien eres el Señor de los Señores! Ordena, entonces, para él y para ellos, lo que corresponda a tu nombre, el Todomunífico.
Tú eres, en verdad, el Todopoderoso, el Exaltadísimo, el Omnipotente, el Todoglorioso, el Más Grande.
¡Mi Dios, mi fuego y mi luz! Han comenzado los días que Tú has designado en tu Libro como los Ayyám-i-Ha6, oh Tú, que eres el Rey de los nombres, y se aproxima el ayuno que tu exaltadísima Pluma ha ordenado observar a todos los que están en el reino de tu creación. Te suplico, oh mi Señor, por estos días y por todos aquellos que durante este período se han asido al cordón de tus mandamientos y se han aferrado al asidero de tus preceptos, que concedas que se le asigne a cada alma un sitio dentro de los recintos de tu corte y un asiento al revelarse los resplandores de la luz de tu semblante.
Estos son, oh mi Señor, tus siervos a quienes ninguna inclinación corrupta ha apartado de lo que Tú enviaste en tu Libro. Ellos se han inclinado ante tu Causa, han recibido tu Libro con esa resolución que nace de Ti, han observado lo que Tú les prescribiste y han optado por seguir lo que Tú les enviaste.
Tú ves, oh mi Señor, cómo han reconocido y admitido todo lo que Tú has revelado en tus Escrituras. Dales de beber, oh mi Señor, de las manos de tu gracia, las aguas de tu eternidad. Decreta, pues, para ellos, la recompensa ordenada para aquel que se ha sumergido en el océano de tu presencia y ha logrado el vino escogido de tu encuentro.
Te imploro, oh Tú, Rey de reyes y Compadecedor de los oprimidos, que ordenes para ellos el bien de este mundo y del mundo venidero. Decreta para ellos, asimismo, lo que ninguna de tus criaturas ha descubierto y cuéntales entre aquellos que han circulado a tu alrededor y se mueven en torno a tu trono en cada mundo de tus mundos.
Tú eres verdaderamente el Todopoderoso, el Omnisciente, el Informado de todo.
Alabado seas Tú, oh mi Dios, por haber ordenado Naw-Rúz como festividad para aquellos que han observado el ayuno por amor a Ti y se han abstenido de todo lo que Te es detestable. Permite, oh mi Señor, que el fuego de tu amor y el calor producido por el ayuno ordenado por Ti les inflame en tu Causa y les haga ocuparse de tu alabanza y tu recuerdo.
Ya que Tú les has adornado, oh mi Señor, con el ornamento del ayuno prescrito por Ti, adórnales también con el ornamento de tu aceptación mediante tu gracia y tu generoso favor, pues los hechos de los hombres dependen todos de tu complacencia y están condicionados a tu mandato. Si Tú considerases a quien ha quebrantado el ayuno como si lo hubiese observado, tal hombre sería contado entre los que han observado el ayuno desde toda la eternidad. Y si Tú decretases que aquel que ha observado el ayuno lo ha quebrantado, aquella persona sería considerada entre los que han hecho que el manto de tu Revelación esté manchado de polvo y han sido alejados de las aguas cristalinas de esta fuente viva.
Tú eres Aquel por medio del cual se ha levantado el emblema « Loable eres Tú en tus obras» y se ha desplegado el estandarte « Obedecido eres Tú en tu mandato». Da a conocer esta posición tuya, oh mi Señor, a tus siervos, para que se den cuenta de que la excelencia de toda cosa depende de tu mandato y de tu Palabra y de que la virtud de todo acto está condicionada a tu permiso y a la complacencia de tu voluntad y reconozcan que las riendas de los hechos de los hombres están en manos de tu aceptación y tu mandamiento. Hazles saber esto para que nada en absoluto les aparte de tu belleza en estos días en que Cristo exclama: « Todo dominio es tuyo, oh Tú, Engendrador del Espíritu», y tu Amigo7 exclama: « ¡Gloria sea a Ti, oh Tú, Bienamado!, porque has revelado tu belleza y has decretado para tus elegidos aquello que hará que alcancen la sede de la revelación de tu Nombre Más Grande, por medio del cual se han lamentado todos los pueblos, con excepción de aquellos que se han desprendido de todo menos de Ti y se han vuelto hacia Aquel que es el Revelador de Ti mismo y la Manifestación de tus atributos».
Aquel que es tu Rama y toda tu compañía, oh mi Señor, han finalizado su ayuno en este día, después de haberlo observado dentro de los recintos de tu corte y en su ansia por complacerte. Ordena para Él y para ellos y para todos los que han entrado en tu presencia en estos días todo el bien que Tú destinaste en tu Libro. Provéeles, pues, con lo que les beneficie tanto en esta vida como en la venidera.
Tú eres en verdad el Omnisciente, el Todo Sabio.
¡Oh Tú, Señor de lo visible e invisible, e Iluminador de toda la creación! Te imploro por tu soberanía, que está oculta a los ojos de los hombres, que reveles en toda dirección los signos de tus múltiples bendiciones y las muestras de tu amorosa bondad, para que pueda levantarme con regocijo y arrobamiento y exaltar tus maravillosas virtudes, oh Tú el Más Misericordioso, remover mediante tu nombre todas las cosas creadas, y encender a tal punto el fuego de tu glorificación entre tus criaturas, que todo el mundo se llene con el resplandor de la luz de tu gloria y toda la existencia se inflame con el fuego de tu Causa.
No recojas, oh mi Señor, lo que ha sido extendido en ti nombre, ni extingas la lámpara que tu propio fuego ha encendido. No impidas, oh mi Señor, que fluya el agua que es la vida misma, agua en cuyo murmullo pueden escucharse las maravillosas melodías que Te ensalzan y glorifican. No niegues, además, a tus siervos, la dulce fragancia del hálito que ha sido exhalado por tu amor.
Oh Tú Quien eres mi Amado Todoglorioso; Tú ves las olas inquietas que se agitan en el océano de mi corazón, en mi amor y anhelo hacia Ti. Te imploro, por los signos de tu majestad y las evidencias de tu soberanía, que sometas a tus siervos por este Nombre que Tú has hecho el Rey de todos los nombres en el reino de tu creación. Potente eres Tú para gobernar como Te place. No hay Dios sino Tú, el Todoglorioso, el Todomunífico.
Ordena, además, para todo aquel que se ha vuelto hacia Ti, lo que le hará firme en tu Causa, de modo que ni las ociosas imaginaciones de los infieles entre tus criaturas, ni las vanas palabras de los perversos entre tus siervos, tengan el poder de apartarlos de Ti. Tú eres, verdaderamente, el que Ayuda en el Peligro, el Todopoderoso, el Omnipotente.
¡La alabanza sea para Ti, oh Señor mi Dios! Te suplico por tu Más Grande Nombre, Quien ha sido recluido en la ciudad prisión de 'Akká, y Quien -como Tú ves, oh mi Señor- ha caído en manos de sus enemigos, y Se encuentra amenazado por las espadas de los forjadores de iniquidad, que me hagas constante en su Causa, y dirijas mis ojos continuamente hacia su corte, de modo que absolutamente nada tenga el poder de apartarme de Él.
Atestiguo, oh mi Señor, que Él ha entregado su vida en tu sendero, y nada ha deseado para Sí mismo que no sea la tribulación en el amor que profesa por Ti. Él ha soportado toda clase de vejaciones para poder manifestar tu soberanía a tus siervos, y exaltar tu palabra entre tus criaturas. A medida que se profundizaban las adversidades, y las aflicciones enviadas por Ti Le rodeaban desde todas partes, tanto Le apasionó su pensamiento de Ti, que dejaron de atemorizarle las huestes de aquellos que no habían creído en Ti y habían repudiado tus signos.
Yo Te imploro, oh mi Señor, por Él y todo cuanto Le pertenece, que deposites tu afecto en Él, así como Él ha depositado su propio afecto en Ti. Atestiguo que su amor es tu amor; su ser, tu ser; su belleza, tu belleza y su Causa, tu Causa.
No me niegues, oh mi Señor, lo que se encuentra junto a Ti, y no me permitas olvidar lo que Tú deseaste en tus días. Tú eres, ciertamente, el Todopoderoso, el Exaltado, el Todoglorioso, el Sapientísimo.
¡La alabanza sea para Ti, oh Señor mi Dios! Yo te suplico por tu Nombre -mediante el cual la hora ha sonado, la resurrección se ha realizado, el espanto y temblor se han apoderado de todos los que existen en el cielo y en la tierra- que hagas llegar desde tu cielo de misericordia y desde las nubes de tu tierna compasión aquello que causará el regocijo de los corazones de tus siervos que se han vuelto hacia Ti y que han ayudado a promulgar tu Causa.
¡Oh mi Señor! Protege a tus siervos de los dardos de las fantasías inútiles y de las ociosas imaginaciones y dales de beber, con tu mano de gracia, de las dulces aguas de tu saber.
Verdaderamente Tú eres el Todopoderoso, el Más Exaltado, el que siempre perdona, el Más Generoso.
¡Gloria a Tí, oh mi Dios! Tú oyes lamentarse a tus apasionados amantes debido a su separación de Ti, y a quienes Te han reconocido, llorar por el alejamiento de tu presencia. Abre exteriormente ante ellos, oh mi Señor, las puertas de tu gracia, para que puedan entrar por ellas con tu anuencia y conforme a tu voluntad, y permanecer ante el trono de tu majestad, y percibir la entonación de tu voz, y ser iluminados con los esplendores de la luz de tu rostro.
Potente eres Tú para hacer lo que Te place. Nadie puede resistir la fuerza de tu soberano poder. Desde la eternidad has sido Tú solo, sin nadie que Te igualase, y por siempre permanecerás muy por encima de todo pensamiento o descripción. Ten compasión, entonces, de tus siervos, por tu gracia y munificencia, y no permitas que sean alejados de las orillas del océano de tu cercanía. ¿Si Tú los abandonas, quién haya que los ampare; y si los apartas lejos de Ti, quién podrá favorecerlos? Ellos no tienen otro Señor fuera de Ti, y nadie a quien adorar sino a Ti. Trátalos generosamente por tu munífica gracia.
Tú, en verdad, eres el Siempre Perdonador, el Más Compasivo.
Tú eres testigo, oh mi Dios, de cómo Te recuerda Aquel Quien es tu esplendor, a pesar de las múltiples aflicciones que Le han sobrevenido, aflicciones que nadie sino Tú puede contar. Tú contemplas cómo, en su hogar-prisión, Él refiere maravillosas alabanzas a Ti según Tú Le inspiraste. Tal es su fervor, que sus enemigos son incapaces de impedirle que haga mención de Ti, ¡oh Tú Quien eres el Poseedor de todos los nombres!
Alabado seas Tú, Quien tanto Le has fortalecido con tu fuerza, y Le has dotado de tal potencia, por tu supremo poder que, en su propia estimación, todo cuanto no seas Tú no es sino un puñado de polvo. Las luces de inmarcesible esplendor Le han envuelto de tal manera, que todo fuera de Ti no es, a sus ojos, más que una mera sombra.
Y cuando tu irresistible llamado llegó hasta mí, levánteme fortalecido por tu poder, y exhorté a todos los que están en tu cielo y todos los que están en tu tierra, a volverse hacia tus favores y hacia el horizonte de tus mercedes. Algunos me pusieron reparos, y decidieron herirme y matarme. Otros bebieron plenamente del vino de tu gracia, y se encaminaron presurosos a la habitación de tu trono.
Te suplico, oh Tú Quien eres el Creador de la tierra y del cielo y el Origen de todas las cosas, que atraigas a tus siervos mediante la fragancia del Manto de tu Inspiración y tu Revelación, y les ayudes a alcanzar el Tabernáculo de tu mandato y tu fortaleza. Por tu trascendente poder, desde siempre Tú has sido supremo sobre todas las cosas, y eternamente serás exaltado en tu Deidad e incomparable soberanía.
Haz, entonces, que tu misericordia sea para con tus siervos y tus criaturas. Tú eres, en verdad, el Todopoderoso, el Inaccesible, el Todoglorioso, el Libre.
¡Alabado sea tu Nombre, oh mi Dios! Te imploro por las fragancias de la vestidura de tu gracia, que por tu mandato y en conformidad con tu deseo fueron difundidas por toda la creación, y por el sol de tu voluntad, que ha resplandecido mediante la fuerza de tu poder y soberanía sobre el horizonte de tu misericordia, que borres de mi corazón toda ociosa fantasía y vana imaginación, para que con todo mi afecto me vuelva hacia Ti, oh Tú, Señor de toda la humanidad.
Soy tu siervo y el hijo de tu siervo, oh mi Dios. Me he aferrado al asidero de tu Gracia y me he asido al cordón de tu tierna misericordia. Ordena para mí las cosas buenas que son propias de Ti y aliméntame de la mesa que Tú enviaste desde las nubes de tu bondad y desde el cielo de tu favor.
Tú eres en verdad el Señor de los mundos y el Dios de todos los que están en el cielo y de todos los que están en la tierra.
No sé, oh mi Dios, qué fuego es el que Tú encendiste en tu dominio. La tierra no podrá nunca nublar su resplandor ni el agua apagar su llama. Todos los pueblos del mundo son impotentes para resistir su fuerza. Grande es la bendición de quien se ha acercado a él y ha oído su fragor.
A algunos, oh mi Dios, les permitiste que se aproximaran a él mediante tu gracia fortalecedora; en tanto que a otros los retuviste en razón de lo que sus manos han hecho en tus días. Quienquiera que se haya apresurado y llegado a él, ha entregado su vida en tu sendero en su afán por contemplar tu belleza y ha ascendido a Ti enteramente desprendido de todo excepto de Ti.
Te imploro, oh mi Señor, por este Fuego que ruge llameante en el mundo de la creación, que desgarres los velos que me han impedido presentarme ante el trono de tu Majestad y permanecer a la entrada de tu puerta. Ordena para mí, oh mi Señor, todo lo bueno que Tú has enviado en tu Libro y no me permitas estar lejos del amparo de tu Misericordia.
Potente eres para hacer lo que te place. Tú eres verdaderamente el Omnipotente, el Más Generoso.
¡Loado sea tu nombre, oh mi Dios! Ayuda a tus siervos y a tus siervas por tu gracia fortalecedora, a referir tus virtudes y a ser constantes en su amor a Ti. ¡Cuántas son las hojas que las tempestades de las tribulaciones han hecho caer, y cuántas son también aquellas que, aferrándose tenazmente al árbol de tu Causa, han permanecido inconmovibles ante las pruebas que las han atacado, oh Tú Quien eres nuestro Señor, el Más Misericordioso!
Rindo mis gracias a Ti por cuanto Tú me has hecho conocer a aquellos siervos quienes, por la fuerza de tu poder y de tu soberanía, han abolido completamente a los ídolos de sus deseos corruptos, y a quienes las cosas que poseen tus criaturas no les han impedido volverse en la dirección de tu gracia. Ellos han desgarrado los velos con tal vehemencia, que han hecho llorar a los habitantes de las ciudades del yo, y ha provocado el temor y el estremecimiento del pueblo de la envidia y la iniquidad, quienes adornando sus cabezas y sus cuerpos con los emblemas del conocimiento, Te han rechazado arrogantemente, y se han apartado de tu belleza.
Yo te imploro, oh mi Señor, por tu incomparable majestad y tu Antiguo Nombre, que capacites a tus amados a que Te ayuden. Dirige, entonces, continuamente sus rostros hacia tu rostro, y decreta para ellos lo que produzca la exultación de todos los corazones y la alegría de todos los ojos.
Tú eres, verdaderamente, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Oh Dios! ¡Las pruebas que Tú envías son el bálsamo de las llagas de todos aquellos que están consagrados a tu voluntad; la recordación de Ti es medicina para la curación de los corazones de quienes se han acercado a tu corte; la proximidad a Ti es la verdadera vida de aquellos que son tus amantes; tu presencia es el deseo ardiente de quienes anhelan contemplar tu rostro; el alejamiento de Ti es un tormento para aquellos que han admitido tu unicidad, y la separación de Ti es la muerte para quienes han reconocido tu verdad!
Te suplico, por los suspiros que han proferido en su alejamiento de tu corte, aquellos cuyas almas Te anhelan, y por el clamor de aquellos de tus amantes que lloran por su separación de Ti, que me nutras con el vino de tu conocimiento y las aguas vivientes de tu amor y complacencia. Contempla a tu sierva, oh mi Señor, quien se ha olvidado de todo salvo de Ti, y se ha deleitado con tu amor, y se ha lamentado por lo que Te ha acaecido en manos de los forjadores de iniquidad entre tus criaturas. Ordena para ella lo que Tú has ordenado para aquellas de tus siervas que circulan alrededor del trono de tu majestad y, al atardecer y al amanecer, contemplan tu belleza.
Tú eres, verdaderamente, el Señor del Día de Juicio.
¡Gloria sea a Ti, oh Señor mi Dios! Estos son los días en que Tú has ordenado a todos los hombres observar el ayuno, para que por él purifiquen sus almas, se libren de todo apego a otro que no seas Tú y ascienda de sus corazones lo que sea digno de la corte de tu majestad y propio de la sede de la revelación de tu unicidad. Concede, oh mi Señor, que este ayuno llegue a ser un río de aguas vivificadoras y otorgue la virtud con que Tú lo dotaste. Purifica con él los corazones de tus siervos, a quienes los males del mundo no han impedido volverse hacia tu Nombre Todoglorioso y han permanecido inmutables ante el clamor y el tumulto de aquellos que han repudiado tus muy resplandecientes signos, que acompañaron el advenimiento de tu Manifestación, a la cual has investido con tu soberanía, tu poder, tu majestad y tu gloria. Estos son los siervos que, tan pronto oyeron tu llamada, se apresuraron hacia tu merced y no fueron apartados de Ti por los cambios y azares de este mundo, ni por ninguna limitación humana.
Soy aquel, oh mi Dios, que atestigua tu unidad, confiesa tu unicidad, se inclina humildemente ante las revelaciones de tu majestad y reconoce con semblante sumiso los resplandores de la luz de tu trascendente gloria. He creído en Ti después de que Tú me permitieras conocer tu Ser, que tu has revelado a los ojos de los hombres mediante la fuerza de tu soberanía y tu poder. Me he vuelto hacia Él completamente desprendido de todas las cosas y asiéndome firmemente del cordón de tus dádivas y favores. He abrazado su verdad y la verdad de todas las maravillosas leyes y preceptos que le fueron enviados. He ayunado por amor a Ti y en cumplimiento de tu mandato y he terminado mi ayuno con tu alabanza en mi lengua y en conformidad con tu voluntad. No permitas, oh mi Señor, que se me cuente entre quienes han ayunado durante el día y se han postrado de noche ante tu rostro, y han repudiado tu verdad, no han creído en tus signos, han negado tu testimonio y pervertido tus palabras.
Abre mis ojos, oh mi Señor, y los ojos de todos los que te han buscado, para que te reconozcamos con tus propios ojos. Este es el mandamiento que nos has dado en el Libro enviado por Ti a Aquel a quien has elegido por tu orden, le has distinguido con tu favor por encima de todas tus criaturas, le has querido investir con tu soberanía, le has favorecido especialmente y le has confiado tu Mensaje para tu pueblo. Alabado seas, por tanto, oh mi Dios, puesto que Tú bondadosamente nos has permitido reconocerle y aceptar todo lo que le ha sido enviado, y nos has conferido el honor de alcanzar la presencia de Aquel a quien Tú prometiste en tu Libro y en tus Tablas.
Tú me ves pues, oh mi Dios, con el rostro vuelto hacia Ti, aferrándome al cordón de tu bondadosa providencia y generosidad y asiéndome al borde de tus amables mercedes y generosos favores. Te imploro que no destruyas mis esperanzas de lograr lo que Tú ordenaste para tus siervos que se han vuelto hacia los recintos de tu corte y hacia el santuario de tu presencia y han observado el ayuno por amor a Ti. Confieso, oh mi Dios, que todo lo que procede de mí es completamente indigno de tu soberanía y no corresponde a tu majestad. No obstante, te suplico por tu Nombre (mediante el cual en esta Revelación has manifestado tu Ser en la gloria de tus muy excelentes títulos a todas las cosas creadas; una Revelación a través de la cual Tú has manifestado tu belleza por medio de tu muy resplandeciente Nombre) que me des a beber del vino de tu merced y de la bebida pura de tu favor, que ha fluido de la diestra de tu voluntad, para que fije en Ti mi mirada y me desprenda de todo salvo de Ti, a tal punto que el mundo y todo lo que ha sido creado en él me parezca como un día efímero que Tú no te has dignado crear.
Te imploro además, oh mi Dios, que hagas descender del cielo de tu voluntad y de las nubes de tu misericordia aquello que nos purifique del apestoso olor de nuestras transgresiones, oh Tú que te has llamado el Dios de misericordia. Tú eres verdaderamente el Más Poderoso, el Todoglorioso, el Benéfico.
No abandones, oh mi Señor, a aquel que se ha vuelto hacia Ti, ni permitas que aquel que se ha acercado a Ti sea alejado de tu corte. No frustres las esperanzas del suplicante que ha extendido anhelante sus manos solicitando tu gracia y favores, y no prives a tus siervos sinceros de las maravillas de tus tiernas mercedes y tu amorosa bondad. Tú eres Perdonador y Generosísimo, oh mi Señor. Tienes poder para hacer lo que te place. Todos los demás excepto Tú son impotentes ante las revelaciones de tu potencia, están como perdidos ante las pruebas de tu riqueza, son como nada cuando se les compara con las manifestaciones de tu trascendente soberanía y están desprovistos de toda fuerza cuando se les pone cara a cara con los signos y las muestras de tu poder. ¿Qué refugio hay aparte de Ti, oh mi Señor, al que pueda yo huir, y dónde hay un cobijo al que pueda apresurarme? ¡No, la fuerza de tu poder es mi testigo! No hay protector sino Tú, ni lugar donde huir excepto Tú, ni refugio que buscar salvo Tú. Hazme probar, oh mi Señor, la divina dulzura de tu recuerdo y alabanza. ¡Juro por tu poder! Quienquiera que pruebe su dulzura se librará de todo apego al mundo y a todo lo que hay en él y volverá su rostro hacia Ti, purificado del recuerdo de cualquiera que no seas Tú.
Inspira, pues, mi alma, oh mi Dios, con tu maravilloso recuerdo, para que glorifique tu Nombre. No me cuentes entre aquellos que leen tus palabras y no encuentran tu dádiva oculta que por tu decreto está contenida en ellas y que vivifica las almas de tus criaturas y los corazones de tus siervos. ¡Oh mi Señor!, haz que me cuente entre los que han sido tan conmovidos por las dulces fragancias esparcidas en tus días, que han dado sus vidas por Ti y se han apresurado al lugar de su muerte en su ansia por contemplar tu belleza y en su anhelo por alcanzar tu presencia. Y si en el camino alguien les preguntase: « ¿A dónde vais?», dirían: « ¡Hacia Dios, el que todo lo posee, el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo!»
Los pecados cometidos por los que se han alejado de Ti y se han mostrado arrogantes ante Ti no han podido impedirles que te amen, fijen su rostro en Ti y se vuelvan hacia tu misericordia. Estos son los bendecidos por el Concurso de lo Alto, los que son glorificados por los moradores de las ciudades eternas y, más allá de ellos, por aquellos en cuyas frentes tu muy exaltada pluma ha escrito: « ¡Estos son el pueblo de Bahá! Mediante ellos se han derramado los resplandores de la luz de guía». Así ha sido ordenado por tu mandato y por tu voluntad en la tabla de tu irrevocable decreto.
Proclama por tanto, oh mi Dios, su grandeza y la grandeza de aquellos que en vida o después de la muerte han circulado alrededor de ellos. Provéelos con lo que Tú has ordenado para los justos entre tus criaturas. Potente eres Tú para hacer todas las cosas. No hay Dios sino Tú, el Todopoderoso, el que ayuda en el peligro, el Omnipotente, el Más Generoso.
No pongas fin a nuestros ayunos con este ayuno, oh mi Señor, ni los Convenios que Tú has hecho con este Convenio. Acepta todo lo que hemos realizado por amor a Ti y en aras de tu complacencia, y todo lo que hemos dejado de hacer por estar sometidos a nuestros deseos perversos y corruptos. Permítenos, pues, asirnos firmemente a tu amor y a tu voluntad, y presérvanos de la maldad de quienes te han negado y han repudiado tus muy resplandecientes signos. Tú eres en verdad el Señor de este mundo y del venidero. No hay Dios sino Tú, el Exaltado, el Altísimo.
Magnifica, oh Señor mi Dios, a Aquel que es el Punto Primordial, el Misterio Divino, la Esencia Invisible, la Aurora de Divinidad y la Manifestación de tu Señorío; mediante el cual fue esclarecido todo el conocimiento del pasado y todo el conocimiento del futuro; mediante el cual fueron descubiertas las perlas de tu sabiduría oculta y revelado el misterio de tu atesorado Nombre; a quien has designado como Anunciador de Aquel por cuyo nombre han sido unidas y enlazadas las letras S y É; mediante el cual se dieron a conocer tu majestad, tu soberanía y tu poder; mediante el cual fueron enviadas tus palabras, expuestas tus leyes con claridad, esparcidos tus signos y establecida tu Palabra; mediante el cual fueron puestos al descubierto los corazones de tus elegidos y reunidos todos los que estaban en el cielo y todos los que estaban en la tierra; a quien Tú has llamado 'Alí-Muhammad en el reino de tus nombres y Espíritu de Espíritus en las tablas de tu decreto irrevocable; a quien has investido con tu propio título; a cuyo nombre se ha hecho regresar a todos los demás nombres, por orden tuya y por la fuerza de tu poder; y en quien Tú has hecho que todos tus atributos y títulos alcancen su consumación final. A Él también pertenecen los nombres que estaban ocultos en tus inmaculados tabernáculos, en tu mundo invisible y en tus santificadas ciudades.
Magnifica además a quienes han creído en Él y en sus signos y se han vuelto hacia Él, entre aquellos que han reconocido tu unidad en su última Manifestación, una Manifestación de la que Él ha hecho mención en sus Libros y en sus Escrituras y en todos los maravillosos versos y preciosas palabras que han descendido sobre Él. Esta es la manifestación cuyo Convenio le ordenaste establecer antes de que Él hubiera establecido su propio Convenio. Él es Aquel cuya alabanza ha celebrado el Bayán. En Él ha sido glorificada su excelsitud, se ha establecido su verdad, se ha proclamado su soberanía y se ha perfeccionado su Causa. Bendito el hombre que se ha vuelto hacia Él y ha cumplido lo que Él ha ordenado, ¡oh, Tú, que eres el Señor de los mundos y el Deseo de todos los que te han conocido!
Alabado seas, oh mi Dios, ya que nos has ayudado a reconocerle y amarle. Por tanto, yo te suplico, por Él y por Aquellos que son las Auroras de tu Divinidad, las Manifestaciones de tu Señorío, los Tesoros de tu Revelación y los Depositarios de tu Inspiración, que nos permitas servirle y obedecerle, y nos capacites para convertirnos en auxiliadores de su Causa y dispersadores de sus adversarios. Potente eres para hacer todo lo que te place. ¡No hay más Dios que Tú, el Todopoderoso, el Todoglorioso, Aquel cuya ayuda buscan todos los hombres!
Dios atestigua la unidad de su divinidad y la singularidad de su propio Ser. Sobre el trono de la eternidad, desde las alturas inaccesibles de su posición, su lengua proclama que no hay otro Dios sino Él. Él mismo, independiente de todo, ha sido testigo siempre de su propia unicidad; revelador de su propia naturaleza; glorificador de su propia esencia. Él es en verdad el Todopoderoso, el Omnipotente, el Bellísimo.
Soberano sobre sus siervos, reina por encima de sus criaturas. En su mano está el origen de la autoridad y de la verdad. Él, con sus signos, da vida a los hombres; con su ira, les hace morir. Sobre sus hechos no ha de ser inquirido. Él es el Potente, el que todo lo subyuga. En su puño está el dominio de todo y en su mano derecha está el reino de su Revelación. Su poder en verdad abarca la creación entera. Suyas son la victoria y la soberanía; suyos toda fuerza y dominio; toda gloria y grandeza. Él es, en verdad, el Todoglorioso, el Poderosísimo, el Incondicionado.
Alabado seas Tú, a Quien desde la eternidad, las lenguas de todas las cosas creadas han invocado sin alcanzar, no obstante, el cielo de tu eterna santidad y grandeza. Los ojos de todos los seres han sido abiertos para ver la belleza de tu luminoso semblante, y sin embargo, nadie ha logrado contemplar la brillantes de la luz de tu rostro. Las manos de aquellos quienes están cerca de Ti, desde la fundación de tu gloriosa soberanía y el establecimiento de tu santo dominio, se han elevado en súplica hacia Ti, aunque ninguno ha logrado alcanzar el borde del manto que cubre tu Divina y soberana Esencia. Y no obstante ello, nadie puede negar que Tú has sido siempre a través de las maravillas de tu generosidad y munificencia, supremo sobre todas las cosas, poderoso para hacer todas las cosas, y que Te encuentras más cerca de todas las cosas que ellas están de sí mismas.
Lejos está, entonces, de tu gloria, que alguien contemple tu maravillosa belleza con ojo alguno que no sea el tuyo, o escuche las melodías que proclaman tu soberanía todopoderosa con oído alguno que no sea tu propio oído. Extremadamente exaltado estás Tú como para que el ojo de criatura alguna pueda observar tu belleza, o la comprensión de corazón alguno pueda alcanzar las alturas de tu inmensurable conocimiento. Pues si alguna vez se permitiera a los pájaros de los corazones de quienes están cerca de Ti, remontarse mientras subsista tu propia e irresistible soberanía, o ascender tanto como perdure el imperio de tu Divina Santidad, no podrán de ningún modo trascender las limitaciones que un mundo contingente ha impuesto sobre ellos, ni cruzar más allá de sus confines. ¿Cómo puede, entonces, aquel cuya creación misma está restringida por tales limitaciones, llegar hasta Él, Quien es el Señor del Reino de todo lo creado, o ascender al cielo de Quien gobierna los dominios de la sublimidad y la grandeza?
¡Glorificado, inmensamente glorificado eres Tú, mi Bienamado! Por cuanto Tú has ordenado que el último límite al cual pueden ascender quienes alzan sus corazones hacia Ti, sea la confesión de su incapacidad para entrar en los reinos de tu santa y trascendente unidad, y la más alta posición que pueden alcanzar quienes aspiran conocerte, sea la aceptación de su propia impotencia que es amada por Ti, y la cual Tú has decretado, sea la meta de quienes han alcanzado y llegado a tu corte, y por los esplendores de tu semblante que han envuelto a todas las cosas, y por las energías de tu Voluntad por medio de las cuales la creación entera ha sido generada, que no prives a quienes han puesto sus esperanzas en Ti, de las maravillas de tu misericordia, ni niegues a quienes Te han buscado, los tesoros de tu gracia. Enciende, entonces, en sus corazones, la antorcha de tu amor, para que su llama pueda consumir todo, salvo el maravilloso recuerdo de Ti, y no quede trazo alguno en sus corazones, que no sean las preciosas evidencias de tu más santa soberanía, de modo que de la región en que moran no se escuche ninguna voz, excepto la voz que ensalza tu misericordia y poder, y en la tierra sobre la cual transitan no brille luz alguna, sino la luz de tu belleza, y dentro de cada alma nada pueda ser descubierto, que no sea la revelación de tu semblante y las señales de tu gloria, para que tal vez tus siervos puedan manifestar solo lo que a Ti place y se ajuste completamente a tu potentísima voluntad.
¡Gloria sea a Ti, oh mi Dios! ¡Que la fuerza de tu poder sea mi testigo! No tengo ninguna duda de que si el santo hálito de tu amorosa bondad y la brisa de tu munífico favor dejaran de soplar durante menos de un abrir y cerrar de ojos sobre todas las cosas creadas, la creación entera perecería, y todo lo que existe en el cielo y en la tierra quedaría reducido a la nada más completa. Por tanto, ¡magnificadas sean las maravillosas pruebas de tu trascendente poder! ¡Magnificada sea la potencia de tu exaltado Ser! ¡Magnificada sea la majestad de tu grandeza que todo lo abarca y la influencia dinamizadora de tu voluntad! Tal es tu grandeza, que si concentrases los ojos de todos los hombres en el ojo de uno de tus siervos, y comprimieses todos sus corazones en su corazón, y la capacitaras a él para contemplar dentro de sí mismo todas las cosas que Tú has creado por medio de tu fuerza y realizado a través de tu poder, y fuera él a ponderar, a lo largo de toda la eternidad, por sobre los dominios de la creación y la extensión de tu obra, descubriría indefectiblemente que no existe cosa creada que no se encuentre dominada por tu poder todo conquistador y vitalizada por tu soberanía que todo lo abarca.
Mírame, entonces, oh mi Dios, postrado sobre el polvo ante Ti, admitiendo mi impotencia y tu omnipotencia, mi pobreza y tu riqueza, mi evanescencia y tu eternidad, mi absoluta humillación y tu infinita gloria. Reconozco que no existe otro Dios salvo Tú; que no tienes par ni semejante, ni quien Te iguale o rivalice contigo. En tu inaccesible sublimidad has sido, desde siempre, exaltado por sobre la alabanza de nadie que no seas Tú, y así continuarás por siempre, en tu trascendente singularidad y gloria, santificado por sobre la glorificación de cualquiera salvo de tu propio Ser.
¡Juro por tu poder, oh mi Amado! Hacer mención de alguna cosa creada no corresponde a tu exaltadísimo Ser, y conferir alabanza a cualquiera de tus criaturas es absolutamente impropio de tu gran gloria. Es más, una mención tal no sería sino blasfemia proferida dentro de la corte de tu santidad, y semejante alabanza significaría nada menos que una transgresión ante las evidencias de tu Divina Soberanía. Pues la mera mención de cualquiera de tus criaturas implicaría una afirmación de su existencia ante la corte de tu singularidad y unidad. Tal afirmación no sería sino abierta blasfemia, un acto de impiedad, la esencia de la profanidad, y un crimen imperdonable.
Por tanto, atestiguo con mi alma, mi espíritu, mi entera existencia, que si Aquellos Quienes son las Auroras de tu santísima unidad y las Manifestaciones de tu trascendente unicidad, pudiesen elevarse tanto tiempo como subsista tu propia soberanía y perdure tu todo compelente autoridad, al fin no lograrían tan siquiera alcanzar los recintos de la corte en la que Tú revelas la efulgencia de tan solo uno de tus más poderosos Nombres. Glorificada, glorificada sea tu inalcanzable excelsitud. Glorificada, glorificada sea la preeminencia de tu reinado y la sublimidad de tu autoridad y poder.
Las más elevadas facultades con que han sido dotados los sabios, todas las verdades que éstos hayan descubierto en su búsqueda de la ciencia; las más brillantes realidades que ellos -en su empeño por llegar al fondo de los misterios de tu saber- hayan descubierto, todas han sido creadas por la fuerza del Espíritu, imbuido en la pluma que tus manos han forjado. ¿Cómo es posible, pues, que lo ideado por tu Pluma sea capaz de comprender aquellos tesoros de tu Fe con que, según tu decreto, tal Pluma ha sido investida? ¿Cómo la Pluma puede conocer los Dedos que la manejan y tus misericordiosos favores con los que están dotados? ¿Cómo puede percibir plenamente la existencia de tu Mano que controla los Dedos de tu Potencia, estando ella sin capacidad para lograr este objetivo? ¿Cómo puede ella lograr la comprensión de la naturaleza de tu Voluntad que anima el movimiento de tu Mano?
¡Glorificado seas, oh mi Dios! ¿Cómo puedo yo, entonces, ascender hasta el cielo de tu más sagrada Voluntad o conseguir entrar en el tabernáculo de tu divina Ciencia, sabiendo, como sé, que las mentes de los sabios y de los entendidos son impotentes en sus empeños por descubrir los secretos de tus obras; artesanía que en sí misma es una mera creación de tu Voluntad?
Alabanza hacia Ti, oh Señor mi Dios, mi Maestro, mi Poseedor, mi Rey. Ahora que he confesado ante Ti mi impotencia y la impotencia de todas las cosas creadas, y que he reconocido mi pobreza y la pobreza de la creación entera, Te llamo con mi lengua y las lenguas de todos los que están en el cielo y en la tierra, y Te imploro con mi corazón y los corazones de todos los que se han cobijado a la sombra de tus nombres y tus atributos, que no nos excluyas fuera de las puertas de tu amorosa bondad y tu gracia, ni permitas que cesen de soplar sobre nuestras almas las brisas de tu munífico cuidado y favor, ni dejes que nuestros corazones se dediquen a nadie que no seas Tú, ni que nuestras mentes sean ocupadas por recordación alguna que no sea la recordación de tu Ser.
¡Por la gloria de tu poder, oh mi Dios! Si Tú me designaras Rey sobre tus dominios, y me establecieras en el trono de tu soberanía, y entregaras en mis manos, por tu poder, las riendas de la creación entera, e hicieras que me ocupe, aunque fuera por menos de un instante de estas cosas, y olvidara los maravillosos recuerdos asociados con tu poderosísimo, perfectísimo y exaltadísimo Nombre, mi alma aún permanecería insatisfecha, y no se aquietarían los tormentos de mi corazón. Más aún, en ese preciso estado, reconocería ser el más pobre de los pobres, y el más desventurado de los desventurados.
¡Exaltado sea tu Nombre, oh mi Dios! Ya que Tú me has hecho conocer esta Verdad, yo te suplico por tu Nombre -que ningún escrito puede sostener, que ningún corazón puede imaginar, ni lengua alguna puede expresar, un nombre que permanecerá oculto y será glorificado tanto tiempo como tu propia Esencia esté oculta y será glorificado tanto tiempo como tu propio Ser sea alabado- que despliegues, antes de que el presente año llegue a su término, las insignias de tu evidente autoridad y triunfo, para que la creación entera sea beneficiada por tu riqueza y exaltada por medio de la influencia ennoblecedora de tu trascendente soberanía y para que todos se levanten y promuevan tu Causa.
Tú eres en verdad el Omnipotente, el Altísimo, el Todoglorioso, el que todo lo domina, el que todo lo posee.
Toda alabanza sea para Ti, oh mi Dios, que eres la fuente de toda gloria y majestad, de grandeza y honor, de soberanía y dominio, de sublimidad y gracia, de asombro y fuerza. A quien Tú quieres, le haces acercarse al Océano Más Grande y a quien Tú deseas le confieres el honor de reconocer tu Muy Antiguo Nombre. De todos los que están en el cielo y en la tierra, nadie puede resistirse a la acción de tu soberana voluntad. Desde toda la eternidad Tú registe la creación entera y por siempre continuarás ejerciendo tu dominio sobre todo lo creado. No hay otro Dios más que Tú, el Omnipotente, el Exaltadísimo, el Todopoderoso, el Sapientísimo.
Ilumina, oh Señor, los rostros de tus siervos para que puedan contemplarte, y limpia sus corazones para que puedan volverse hacia la corte de tus favores celestiales y reconocer a Aquel que es la Manifestación de tu Ser y la Aurora de tu Esencia. Verdaderamente Tú eres el Señor de todos los mundos. No hay Dios sino Tú, el que no se ve obligado por nada, el que todo lo domina.
¡Glorificado seas, oh mi Dios! Observa mi cabeza, pronta a caer ante la espada de tu Voluntad; mi cerviz, preparada para llevar las cadenas de tu Deseo; mi corazón, anhelando convertirse en el blanco de los dardos de tu Decreto; mis ojos, esperando contemplar las muestras y signos de tu maravillosa Misericordia. Pues todo lo que pueda sobrevenirme de tu parte es el preciado deseo de aquellos que ansían encontrarte y la suprema aspiración de quienes se han acercado a tu corte.
¡Por la gloria de tu poder, oh Tú mi Bienamado! Haber sacrificado mi vida por la Manifestación de tu Ser, haber ofrendado mi alma en el sendero de los Reveladores de tu maravillosa Belleza, es haber sacrificado mi espíritu por tu Espíritu; mi ser, por tu Ser; mi gloria, por tu Gloria. Es como si hubiera ofrendado todo eso por amor a Ti, y por amor a tus amados.
Aunque mi cuerpo sea atormentado por las pruebas que me sobrevienen de Ti, aunque sea afligido por las revelaciones de tu Decreto, con todo, mi alma se regocija de haber participado de las aguas de tu Belleza y haber alcanzado las orillas del océano de tu eternidad. ¿Es digno de un amante huir de su amado, o abandonar el objeto del deseo de su corazón? No, todos creemos en Ti y ansiosamente esperamos entrar en tu presencia.
¡Loado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! Tú atestiguas que tu voluntad ha prevalecido sobre todas las cosas creadas, y tu misericordia ha sobrepasado a todos los que están en el cielo y en la tierra. Y cuando Te propusiste mostrar tu soberanía, glorificar tu palabra, y revelar tu munificencia y misericordia, hiciste surgir a uno de tus siervos, y Le elegiste por sobre todas tus criaturas, y Le escogiste para tu propósito, y Le ataviaste con el manto de tu guía, y Le sumergiste en los mares de tu majestad y grandeza, y Le santificaste de todo cuanto no corresponde a la grandeza de tu gloria y la fuerza de tu poder, y Le ordenaste clamar ante todos los que están en el cielo y la tierra, y convocar a las multitudes hacia la Manifestación de tu Ser y el Revelador de tus signos.
Tan pronto como hubo proclamado tu Causa, levantándose para cumplir lo que Le había sido prescrito en las Tablas de tu Decreto, cuando el Gran Terror se apoderó de tus criaturas. Algunos se volvieron hacia Ti, y se desprendieron de todo excepto de Ti, y santificaron sus almas del mundo y todo lo que en él existe, y fueron extasiados por la dulzura de tu voz, que abandonaron todo lo que Tú habías creado en el reino de tu creación. Otros Te reconocieron y luego vacilaron; otros permitieron que el mundo se interpusiera entre ellos y Tú, y se privaron de reconocerte. Otros Te desdeñaron, y se apartaron de Ti, y desearon impedirte alcanzar tu propósito. Y, sin embargo, observa cómo todos ellos están clamando por Ti y esperando las cosas que les fueran aseveradas en tus Tablas. Y cuando el Prometido llegó a ellos, no Le reconocieron, y no creyeron en tus signos, y repudiaron tus claras señales y se apartaron tan lastimosamente de tu senda, que mataron a tus siervos, la brillantez de cuyos rostros ha iluminado los semblantes del Concurso de lo alto.
Te suplico, oh Tú Quien eres el Señor de todos los nombres, que guardes a tus amados del ataque de tus enemigos, y los fortalezcas en su amor por Ti y en la realización de tu voluntad. Protégelos para que sus pasos no yerren, que sus corazones no sean separados de Ti como por un velo, y que sus ojos se contengan de mirar algo que no sea tuyo. Haz que sean tan extasiados por la dulzura de tus divinas melodías, y se libren de todo apego a alguien que no seas Tú, y se vuelvan completamente hacia Ti, y que en todas las circunstancias Te exalten, diciendo: « ¡Alabado seas, oh Señor nuestro Dios, por cuanto nos has capacitado para reconocer tu muy exaltado y gloriosísimo Ser. A Ti, por tu misericordia, nos aferramos, y nos desprendemos de quienquiera no seas Tú. Hemos comprendido que Tú eres el Amado de todos los mundos y el Creador de la tierra y el cielo!»
¡Glorificado sea Dios, el Señor de toda la creación!
¡Loado y glorificado eres, oh Señor mi Dios! Tú eres Aquel Quien desde siempre ha sido investido de majestad, de autoridad y de poder, y continuará por siempre ataviado de honor, de fortaleza y de gloria. Los doctos, todos y cada uno, se sienten estupefactos frente a los signos y pruebas de tu obra, en tanto que los sabios se hallan, sin excepción, impotentes para desentrañar el misterio de Aquellos Quienes son las Manifestaciones de tu poder y fortaleza. Todo hombre perspicaz ha confesado su incapacidad para escalar las alturas de tu conocimiento, y todo hombre de erudición ha reconocido su fracaso de desentrañar la naturaleza de tu Esencia.
Habiendo obstruido el camino que conduce hacia Ti, Tú, en virtud de tu autoridad y por la potencia de tu voluntad, has creado a Aquellos Quienes son las Manifestaciones de tu Ser y Les has confiado tu Mensaje para tu pueblo, y has hecho que lleguen a ser las Auroras de tu inspiración, los Exponentes de tu Revelación, los Tesoros de tu Conocimiento y los Depositarios de tu Fe, para que todos los hombres, a través de Ellos, dirijan sus rostros hacia Ti, y se acerquen al reino de tu Revelación y al cielo de tu gracia.
Te suplico, por tanto, por Ti y por Ellos, que hagas descender, de la diestra del trono de tu gracia, aquello que los purifique de la mancha de sus transgresiones contra Ti, y hagas que se consagren completamente a tu Ser, oh Tú en cuya mano está el origen de todos los dones, para que todos se levantes a servir tu Causa, y se desprendan enteramente de todo salvo de Ti. Tú eres el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Libre.
¡Oh mi Dios, mi Maestro, mi Bienamado! Soy tu siervo y el hijo de tu siervo. Me he sostenido firmemente de la cuerda de tu gracia, y me he aferrado al borde de la vestidura de tu amorosa providencia. Te imploro, por tu Más Grande Nombre, a Quien has designado como la infalible Balanza entre las naciones, y tu indefectible Prueba para todos los hombres, que no me desampares, ni me abandones a mis corruptos deseos. Resguárdame a la sombra de tu Suprema Impecabilidad, y permíteme magnificar tu propio Ser en medio del concurso de tus criaturas. No me apartes de la Divina Fragancia de tus días, ni me prives de los dulces aromas que emanan de la Aurora de tu Revelación. Confiéreme el bien de este mundo y del mundo por venir, por el poder de tu gracia que ha abrazado a todas las cosas y tu merced que ha superado a la entera creación. Tú eres Aquel Quien sostiene en su puño el reino de todas las cosas. Mediante tu decreto, haces lo que es tu voluntad y, por la fuerza de tu poder, decides lo que es tu deseo. Nadie puede resistir tu voluntad; nada puede agotar la impelente fuerza de tu mandato. No hay Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Todomunífico.
Tú ves, oh mi Dios, a tu siervo que mora en este hogar-prisión, completamente desprendido de todo salvo de Ti, con su mirada dirigida hacia la Aurora de tu misericordia, y su corazón anhelando las maravillosas manifestaciones de tu gracia. Tú, oh mi Señor, has sumado los males que le han afligido en tu sendero. Tú le ves rodeado por aquellas de tus criaturas que han transgredido y se han rebelado contra Ti, quienes se han interpuesto entre él y tus amados, quienes le han fijado residencia en esta tierra y Te han agraviado, y quienes han impedido a tus siervos volverse hacia Ti.
¡Por todo ello Te doy gracias, oh mi Señor! Te imploro que nos ayudes, a mí y a aquellos que Te aman, a magnificar tu Palabra, y que nos dotes de una fortaleza tal que los males de este mundo y sus tribulaciones sean incapaces de impedirnos recordarte y exaltar tus virtudes. Potente eres Tú para hacer todas las cosas; resplandeciente eres Tú por sobre todas las cosas.
Todo conquistador no es sino un siervo a quien tu mano ha sometido, y el más rico entre los ricos no es sino un indigente ante la inmensidad de tu riqueza. El más noble entre los nobles se siente humillado al enfrentarse a las manifestaciones de tu gloria, y el más poderoso de los potentados no es más que un ser abyecto cuando es confrontado con las compelente evidencia de tu autoridad.
Desgarra, oh mi Dios, el velo de vanas imaginaciones que han oscurecido la visión a tu pueblo, para que todos se apresuren en acudir hacia Ti, hollen el sendero de tu complacencia, y transiten en los caminos de tu Fe. Nosotros somos, oh mi Dios, tus siervos y tus vasallos. Tú nos bastas, de tal modo que podemos prescindir del mundo y todo lo que en él existe. Estamos completamente satisfechos con lo que nos ha acaecido en tu sendero y proclamamos: « Alabado sea, oh Tú, en cuya mano están los dominios de la revelación y la creación, y todos los reinos de la tierra y del cielo!»
¡Alabanzas a Ti, oh Señor mi Dios, mi Maestro! Tú percibes los suspiros de aquellos quienes, aunque ansían contemplar tu rostro, están no obstante separados de Ti y alejados de tu corte. Tú atestiguas las lamentaciones que vierten aquellos quienes Te han reconocido, debido a su separación de Ti, y su anhelo por encontrarte. Te suplico, por esos corazones que nada contienen excepto los tesoros de tu recordación y alabanza, y que solo manifiestan los testimonios de tu grandeza y las evidencias de tu fortaleza, que otorgues poder a tus siervos que Te anhelan, para aproximarse a la sede de la revelación del esplendor de tu gloria, y asistas a aquellos cuyas esperanzas están cifradas en Ti, a entrar en el tabernáculo de tu trascendente favor y misericordia.
¡Desprotegido me encuentro, oh mi Dios! Atavíame con el manto de tu tierna misericordia. Estoy sediento, dame de beber de los océanos de tu munífico favor. Soy un forastero; acércame a la fuente de tus dones. Me siento enfermo; rocíame con las aguas curativas de tu gracia. Soy un cautivo; líbrame de mi esclavitud, para que en las alas del desprendimiento pueda elevarme hacia las más altas cumbres de tu creación. Tú, verdaderamente, haces lo que deseas. No hay otro Dios sino Tú, el que Ayuda en el Peligro, el Todoglorioso, el Libre.
¡Glorificado eres Tú, oh mi Dios! Tú sabes que mi único propósito al revelar tu Causa ha sido revelarte a Ti y no a mí mismo, y manifestar tu gloria antes que mi gloria. En tu sendero, y para alcanzar tu agrado, he desdeñado descanso, alegría y complacencia. En todo momento y en todas las circunstancias, mi mirada ha estado fija en tus preceptos, y mis ojos dirigidos a las cosas que Tú me has ordenado observar en tus Tablas. He despertado cada mañana a la luz de tu alabanza y de tu recordación, y he llegado a cada atardecer inhalando las fragancias de tu misericordia.
Y cuando la creación entera fue agitada, y toda la tierra fue convulsionada, y los suaves aromas de tu nombre, el Todo Alabado, hubieron casi cesado de soplar sobre tus reinos, y los vientos de tu misericordia se hubieron poco menos que aquietado en la extensión de todos tus dominios, Tú, por la fuerza de tu poder, me hiciste surgir en medio de tus siervos, y me ordenaste manifestar tu soberanía entre tu pueblo. Por lo tanto, me incorporé ante todas tus criaturas, fortalecido por tu ayuda y tu poder, y convoqué a las multitudes hacia Ti y anuncié a todos tus siervos, tus favores y tus dones, y los insté a volverse hacia este Océano, cada gota de cuyas aguas alza la voz, proclamando a todos quienes están en el cielo y en la tierra que Él es, en verdad, la Fuente de toda vida, y el Vivificador de la creación entera, y el Objeto de adoración de todos los mundos, y el Bienamado de todo corazón comprensivo, y el Deseo de todos aquellos que están cerca de Ti.
Aunque los furiosos vientos del odio de los forjadores de iniquidad, soplaban y azotaban esta Lámpara, en ningún momento Le fue impedido, en su amor por tu belleza, difundir la fragancia de su luz. A medida que se hacían más y más grandes las transgresiones cometidas contra Ti, aumentaban igualmente mis ansias por revelar tu Causa, y conforme las tribulaciones se intensificaban -y de ello tu gloria es testigo- una medida más plena de tu soberanía y de tu poder, era por mí conferida a tus criaturas.
Y, finalmente, fui arrojado por las transgresores a la ciudad-prisión de 'Akká, y mi familia fue hecha prisionera en Baghdád. ¡La fuerza de tu poder me lo atestigua, oh mi Dios! Cada aflicción que he padecido en tu sendero ha aumentado mi regocijo y ha acrecentado mi alegría. ¡Juro por Ti, oh Tú Quien eres el Rey de Reyes! Ninguno de los reyes de la tierra tiene poder para impedirme recordarte y exaltar tus virtudes. Si se aliasen -como lo han hecho- contra mí, y blandiesen sus más afiliadas espadas y sus más aflictivas lanzas, yo no vacilaría en magnificar tu nombre frente a todos aquellos que están en tu cielo y en tu tierra. Es más, clamaría diciendo: « Éste, oh mi Amado, es mi rostro que he ofrendado por tu rostro, y éste es mi espíritu que he sacrificado por tu espíritu, y ésta es mi sangre que bulle en mis venas, en su anhelo por ser derramada por amor a Ti y en tu sendero».
Si bien -como Tú me ves, oh mi Dios- habito en un lugar dentro de cuyas murallas no se escucha voz alguna salvo el sonido del eco; si bien se nos ha cerrado todas las puertas de la comodidad y la tranquilidad, no obstante, mi alma se ha inflamado a tal punto por amor a Ti, que nada en absoluto puede apagar el fuego de su amor o reducir la consumidora llama de su deseo. Alzando su voz, clama en medio de tus siervos, y en todo momento y en todas las condiciones, los convoca ante Ti.
Te suplico, por tu Más Grande Nombre, que abras los ojos de tus siervos, para que puedan contemplarte resplandeciendo sobre el horizonte de tu gloria y majestad, y para que el graznido del cuervo no les impida escuchar la voz de la Paloma de tu sublime unicidad, ni las aguas corruptas los priven de beber del cristalino vino de tu munificencia y de los eternos torrentes de tus dones.
Reúnelos entonces, alrededor de esta Ley Divina, cuyo convenio Tú has establecido con todos tus Profetas y tus Mensajeros, y cuyas ordenanzas has prescrito en tus Tablas y Escrituras. Elévalos además, a alturas tales que les permitan percibir tu Llamado.
Potente eres Tú para hacer lo que Te place. Tú eres, verdaderamente, el Inaccesible, el Todoglorioso.
¡Glorificado eres, oh Señor mi Dios! Tú me ves habitando en esta prisión que está allende los mares y las montañas, y muy bien conoces lo que he soportado por amor a Ti y a tu Causa. Tú eres Aquel, oh mi Dios, Quien me ha hecho surgir por tu mandato, y ha dispuesto que ocupe tu sitio y convoque a todos los hombres a la corte de tu misericordia. Eres Tú Quien me ha ordenado anunciar lo que destinaste para ellos en la Tabla de tu decreto e inscribiste con la pluma de tu Revelación, y Quien me ha impuesto el deber de encender el fuego de tu amor en los corazones de tus siervos, y de acercar a todos los pueblos de la tierra a la habitación de tu trono.
Y cuando, de acuerdo a lo señalado por Ti, me levanté y llamé, con tu permiso, a tus criaturas, los descarriados entre tus siervos se opusieron a mí. Algunos se apartaron de mí, otros desconocieron mis derechos, unos cuantos vacilaron, y otros, en tanto, fueron penosamente confundidos, a pesar de que tu testimonio había sido promulgado ante los seguidores de todas las religiones, y tu prueba demostrada a todos los pueblos de la tierra, y los signos de tu poder, tan intensamente puestos de manifiesto, que abrazaron la creación entera.
Y además, se me opuso mi propia familia, aunque, como Tú sabes, me eran tan queridos y por quienes había yo deseado, lo que había deseado para mí mismo. Ellos son quienes, cuando se enteraron de que había sido enviado a prisión, perpetraron contra mí lo que ningún otro hombre en la tierra ha perpetrado.
Te ruego, por tanto, oh mi Dios, por tu nombre, por el cual has separado entre la verdad y la negación, que purifiques sus corazones de todas las insinuaciones perversas y les permitas acercarse a Aquel Quien es la Aurora de tus nombres y tus atributos.
Tú sabes, oh mi Dios, que he roto todo lazo que me unía a cualquiera de tus criaturas, salvo aquel exaltadísimo lazo que me une con todo lo que se adhiere a Ti, en éste, el día de la revelación de tu muy augusto Ser, el que ha aparecido en tu nombre, el Todoglorioso. Tú conoces que he disuelto todo vínculo que me atase a cualquiera de mis parientes, a excepción de aquellos que han gozado de cercano acceso a tu muy resplandeciente rostro.
No tengo voluntad salvo tu voluntad, oh mi Señor, y no abrigo deseo que no sea tu deseo. De mi pluma solo fluye el llamado que tu propia exaltada pluma ha prorrumpido, y mi lengua no profiere nada que no haya proclamado el Más Grande Espíritu mismo en el reino de tu eternidad. Nada me anima excepto los vientos de tu voluntad, y no emito palabra alguna salvo las palabras que, con tu licencia y por tu inspiración, me siento impelido a pronunciar.
Alabanzas sean para Ti, oh Tú Quien eres el Bienamado de todos los que Te han conocido, y el deseo de los corazones de aquellos que son devotos a Ti, por cuanto Tú me has hecho el blanco de las adversidades que sufro en mi amor por Ti, y el objetivo de los ataques lanzados contra mí en tu sendero. ¡Tu gloria me lo atestigua! No puedo, de manera alguna, sentirme impaciente por las adversidades que he sufrido en mi amor por Ti. Desde el primer día en que Te revelaste a mí, he aceptado para mí mismo toda clase de tribulaciones. En cada momento de mi vida, mi cabeza Te implora, clamando a gritos: « ¡Ojalá, oh mi Señor, fuese yo colocada en la punta de una lanza, en tu sendero!», en tanto mi sangre Te suplica, diciendo: « ¿Tiñe la tierra conmigo, oh mi Dios, en aras de tu amor y complacencia!» Tú sabes que en ningún momento he procurado proteger mi cuerpo de aflicción alguna, sino que continuamente he esperado más bien lo que Tú ordenaste para mí en la Tabla de tu decreto.
He aquí, entonces, oh mi Dios, mi soledad entre tus siervos y mi lejanía de tus amigos y elegidos. Te suplico, por las lluvias de las nubes de tu misericordia, por las cuales has hecho brotar los capullos de tu alabanza y prolación, y las flores de tu sabiduría y testimonio en los corazones de todos aquellos que han reconocido tu unicidad, que proveas a tus siervos y a mi familia de los frutos del árbol de tu unidad, en estos días en que Tú has sido establecido en el trono de tu misericordia. No les impidas, oh mi Señor, alcanzar las cosas que Tú posees, y decreta para ellos lo que les ayude a escalar las alturas de tu gracia y favor. Dales de beber además, de las aguas vivientes de tu conocimiento, y ordena para ellos todo el bien de este mundo y del mundo por venir.
Tú eres, verdaderamente, el Señor de Bahá, y el Bienamado de su corazón, y el Objeto de su deseo, y el Inspirador de su lengua, y la Fuente de su alma. No hay Dios sino Tú, el Inaccesible, el Altísimo. Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Exaltadísimo, el Siempre Perdonador, el Más Misericordioso.
¡Glorificado seas Tú, oh Señor mi Dios! Te doy gracias por haberme permitido reconocer Tu Manifestación; por haberme separado de tus enemigos y por haber expuesto ante mis ojos sus maldades y perversas acciones en tus días; por haberme librado de todo apego a ellos y por haberme hecho volver completamente hacia tu gracia y tus generosos favores. También te doy gracias por haberme enviado, desde las nubes de tu voluntad, aquello que me ha santificado de tal modo de las insinuaciones de los infieles y de las sugerencias de los incrédulos, que he fijado mi corazón firmemente en Ti y he huido de aquellos que han negado la luz de tu semblante. Te agradezco, además, que me hayas capacitado para ser firme en tu amor, para expresar tu alabanza y ensalzar tus virtudes. Y te agradezco que me hayas dado a beber del cáliz de tu misericordia, que sobrepasa lo visible y lo invisible.
Tú eres el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Todoglorioso, el que todo lo ama.
¡Alabado seas, oh mi Dios! Tú me ves encerrado en esta Prisión, y bien sabes que he entrado en ella solo por Ti y por la glorificación de tu Causa. Te imploro a gritos, en este mismo momento, oh Tú Quien eres el Señor de todos los mundos, y Te suplico, por tu incuestionable Nombre, que atraigas los corazones de tus siervos hacia la Aurora de tus muy excelentes títulos y el Punto de Amanecer de tus muy resplandecientes signos.
De no ser por las aflicciones que me sobrevienen en tu sendero, oh mi Señor, ¿cómo podría mi corazón alegrarse en tus días? Y si no fuera por la sangre que es derramada por amor a Ti, ¿qué otra cosa podría teñir los rostros de tus elegidos ante los ojos de tus criaturas? ¡Juro por tu poder! El ornamento que engalana el semblante de tus amados es la sangre que, en su amor por Ti, corre desde sus frentes sobre sus rostros.
Tú ves, oh mi Dios, cómo cada hueso de mi cuerpo resuena cual una flauta con la música de tu inspiración, revelando los signos de tu unicidad y las claras pruebas de tu unidad. Yo te imploro, oh mi Dios, por tu Nombre, el cual ilumina todas las cosas, que hagas surgir a aquellos siervos que inclinan su oído hacia la voz de las melodías que han ascendido de la diestra del trono de tu gloria. Hazles beber entonces, de las manos de tu gracia, el vino de tu misericordia, para infundir confianza en sus corazones, y para que les haga adaptarse de la siniestra de las ociosas fantasías y vanas imaginaciones y acercarse a la diestra de la confianza y la certeza.
Ya que tú los has guiado hacia el portal de tu gracia, oh mi Señor, no los abandones, por tu munificencia; y puesto que los has convocado al horizonte de tu Causa, no los apartes de Ti, por tu gracia y favor. Poderoso eres Tú para hacer lo que Te place. No hay Dios sino Tú, el Omnisciente, el Todo Informado.
¡Glorificado eres, oh Señor mi Dios! Mi lengua, tanto la lengua de mi cuerpo como la lengua de mi corazón, mis extremidades y miembros, cada vena que pulsa dentro de mí, cada cabello de mi cabeza, todos proclaman que Tú eres Dios y que no existe otro Dios fuera de Ti. Desde siempre has sido inmensamente exaltado por encima de toda similitud y comparación, y santificado de todo cuanto pertenece a la creación que Tú has creado y modelado. Desde la eternidad Tú has estado solo, sin nadie que comparta la majestad de tu singularidad, y has permanecido muy por encima de los cambios y azares a que están sometidas todas tus criaturas.
Y cuando Te propusiste demostrar la fuerza de tu soberano poder, y glorificar tu palabra, y guiar los pasos de tu pueblo, hiciste surgir de entre tus criaturas a Uno de tus siervos, a Quien dotaste con las claras señales de tu unicidad, para que cumpliese tu testimonio para todas las cosas creadas, y perfeccionase tu prueba ante todos los hombres.
Tan pronto como Él Se reveló, conforme a tu mandato, y llamó a tus siervos a volverse en la dirección de tus favores, y a dirigir sus rostros hacia el horizonte de tu conocimiento, aparecieron entre ellos los signos de la disensión. Algunos respondieron a tu llamado, y sin la menor vacilación, obedecieron a tu requerimiento. Otros Te volvieron la espalda y siguieron los deseos de una inclinación corrupta.
Te imploro, oh mi Dios, por tu Más Grande Nombres, que extasíes a todas las naciones por la potencia de tu Palabra, la cual Tú has ordenado que sea la reina de todas las palabras, Palabra por la cual fueron descubiertas las hermosas perlas de tu oculta sabiduría y descifrados los preciosos misterios que yacían encerrados dentro de Ti. No los prives, por tu gracia y munificencia, de las cosas que Tú deseaste para ellos, ni permitas que permanezcas alejados de las orillas del océano de tu presencia.
Toda existencia, ya sea visible o invisible, oh mi Señor, atestigua que tu misericordia ha superado todas las cosas creadas, y tu bondad ha abarcado la creación entera. Míralos, Te lo ruego, con ojos de misericordia. Tú eres el Siempre Perdonador, el Más Compasivo. Procede con ellos como corresponde a tu gloria, y a tu majestad, y a tu grandeza, y a tu munificencia y a tu gracia. No los trates de acuerdo con las limitaciones que les han sido impuestas, o las múltiples vicisitudes de su vida terrenal.
Tú sabes, oh mi Señor, que no soy sino uno de tus siervos. He gustado de la dulzura de tu voz, y he reconocido tu unidad y tu singularidad, he vuelto mi rostro hacia la Fuente de tus muy excelentes nombres y hacia el Sol de tus trascendentes nombres y hacia el Sol de tus trascendentes atributos, y he deseado queme permitas sumergirme en el océano de tu unicidad y ser absorbido por las poderosas aguas de tu unidad.
Asísteme con tu fortalecedora gracia, oh mi Señor, para hacer lo que Tú deseaste, y no me niegues las cosas que Tú posees. Embelésame tanto con las maravillas de tus palabras, que el ruido y la distracción del mundo sean incapaces de impedirme volver hacia Ti, ni debilitar mi constancia en tu Causa, ni apartar mi vista del horizonte de tu gracia. Asísteme, entonces, oh mi Dios, en hacer lo que Te place y en cumplir tu voluntad. Decreta para mí, además, el bien de este mundo y del mundo por venir, y ordena para mí una sede de verdad en tu presencia. Potente eres Tú para hacer lo que deseas, y para gobernar como Te place. No hay Dios sino Tú, el Inaccesible, el Todoglorioso, el Más Grande.
¡Toda alabanza sea para Ti, oh Señor de los mundos y el Objeto de adoración de la creación entera!
¡Marchito se encuentra ahora todo lo que en otro tiempo floreciera en el Paraíso de tu trascendente unicidad, oh mi Dios! ¿Dónde están las generosas nubes de tu misericordia? Despojadas se hallan las ramas del Árbol de tu unidad de la vestidura de tu majestad y sabiduría. ¿Dónde está la primavera de tus dádivas y dones? Inmóvil yace el Arca de tu Causa en el mar de tu creación. ¿Dónde están los vientos de tu gracia y favores? Por todos lados han rodeado tu Lámpara las tempestades de la discordia que soplan desde todos los países. ¿Dónde está el globo de tu gracia y protección?
Tú ves, oh mi Dios, cómo los ojos de esta pobres criaturas están dirigidos hacia el horizonte de tu riqueza; cómo los corazones de estos seres desamparados están vueltos en la dirección de tu poder. Yo Te suplico, oh Tú Quien eres el único Deseo de aquellos que Te han reconocido, y el Objeto de adoración de la creación entera, no les permitas, ya que los has atraído por tu exaltadísima Palabra, que sean alejados del Tabernáculo que has erigido por tu nombre, el Todoglorioso.
Ellos están acosados por las preocupaciones, oh mi Señor, y rodeados por los perversos. Envíales, por tanto, desde el cielo de tu mandato, tus huestes invisibles, para que enarbolando los emblemas de tu victoria, puedan ayudarlos en tu tierra y protegerlos de tus adversarios.
Te ruego, oh mi Dios, por tu nombre mediante el cual las nubes han dejado caer su lluvia, y fluido los torrentes, y encendido el fuego de tu amor por todo tu dominio, que asistas a tu siervo que se ha vuelto hacia Ti, y pronunciado tu alabanza, y se ha decidido a ayudarte. Fortalece, entonces, su corazón, oh mi Dios, en tu amor y en tu Fe. Ello es mejor para él que todo lo que ha sido creado en tu tierra, pues el mundo y todo cuanto en él existe debe perecer, y lo que Te pertenece debe perdurar mientras perduren tus muy excelentes nombres. ¡Por tu gloria! Aunque el mundo se extendiera en el tiempo tanto como tu propio reino, depositar el afecto en él sería, con todo, impropio de aquellos que han bebido, de manos de tu misericordia, el vino de tu presencia; cuánto más si reconocen su fugacidad y están persuadidos de su transitoriedad. Los cambios a que está expuesto, y los azares a que están sujetas las cosas que a él pertenecen, atestiguan su inestabilidad.
Quien Te haya reconocido no se volverá hacia nadie que no seas Tú, y no pretenderá nada de Ti que no seas Tú mismo. Tú eres el solo deseo del corazón de aquel cuyos pensamientos están fijos en Ti, y la más elevada Aspiración de quienquiera esté plenamente dedicado a Ti.
No hay Dios sino Tú, el Todopoderoso, el que Ayuda en el Peligro, el Todoglorioso, el Omnipotente.
Magnificado sea tu nombre, oh mi Dios, por cuanto has manifestado el Día que es el rey de los días; Día que Tú anunciaste a tus elegidos y a tus profetas en tus más excelsas Tablas; Día en que Tú derramaste el esplendor de la gloria de todos tus Nombres sobre todas las cosas creadas. Grande es la bendición de cualquiera que se haya dirigido hacia Ti, haya alcanzado tu presencia y haya captado el acento de tu voz.
Te imploro, oh mi Señor, por el nombre de Aquel a quien circunda en adoración el Reino de tus nombres, que ayudes bondadosamente a los que te son queridos a glorificar tu palabra entre tus siervos y a esparcir tu alabanza entre tus criaturas, de modo que el éxtasis de tu Revelación colme el alma de todos los moradores de tu tierra.
Oh mi Señor, ya que Tú los has guiado hacia las aguas vivientes de tu gracia, concede con tu generosidad que no sean apartados de Ti y, puesto que los has convocado a la morada de tu trono, por tu amorosa bondad, no los apartes de tu presencia. Haz descender sobre ellos aquello que les haga desprenderse completamente de todo excepto de Ti y les capacite para remontarse en la atmósfera de tu cercanía, de modo que ni el predominio de los opresores ni las insinuaciones de quienes no han creído en tu muy augusto y poderosísimo Ser sean capaces de mantenerlos lejos de Ti.
¡Loado sea tu nombre, oh Tú en cuyas manos está el reino de todos los nombres, y en el puño de cuyo poder está todo lo que existe en el cielo y todo lo que existe en la tierra! Te suplico, por Aquel Quien es tu Más Refulgente Nombre, a Quien has hecho un blanco de los dardos de tu decreto en tu sendero, oh Tú, Rey de la eternidad, que desgarres los velos que han excluido a tus criaturas del horizonte de tu gloria, para que quizá vuelvan su rostro en la dirección de tu misericordia, y se acerquen a la Aurora de tu amorosa bondad.
¡No abandones a tus siervos a sí mismos, oh mi Señor! Atráelos por el influjo de tus palabras hacia el Punto de Amanecer de tu inspiración, y la Fuente de tu Revelación, y el Tesoro de tu sabiduría. Tú eres Aquel cuya fuerza y poder todas las cosas han atestiguado, cuyo Propósito nada en absoluto, de todo cuanto ha sido creado en tu cielo y en tu tierra, han podido frustrar.
Haz, entonces, victoriosos, oh mi Dios, a tus siervos que han vuelto su rostro hacia Ti, y han dirigido sus pasos a la sede de tu gracia. Haz descender, entonces, sobre ellos, aquello que los guarde del peligro de volverse hacia otros que no seas Tú, y de fijar sus ojos en cosa alguna fuera de Ti.
Potente eres Tú para hacer tu voluntad, y para reinar como Te place. No hay Dios sino Tú, el Dios de gloria y sabiduría.
¡Glorificado seas, oh Señor mi Dios! Te suplico por tu Nombre, el Represor, que apartes de nosotros la perversidad de tus adversarios, quienes no han creído en tu testimonio, y han puesto reparos a tu belleza. Somete por tu Nombre, el Todo Subyugador, a aquellos que han agraviado a tu anterior Manifestación, Quien ha aparecido ahora investida con tu título, el Todoglorioso. Apodérate por tu Nombre, el Sancionador, de aquellos que han tratado a tu Causa con desdén, se han burlado de tus poderosas palabras, y a quienes les ha sido impedido alcanzar esta exaltadísima estación. Permite a tus amados, por tu Nombre, el Victorioso, triunfar sobre tus enemigos y los infieles entre tus criaturas. Desgarra por tu Nombre, el Lacerador, el velo que oculta los hechos de aquellos que han manchado tu honor y han socavado tu Fe entre tu pueblo. Enlaza por tu Nombre, el Restaurador, los quebrantados corazones de quienes Te aman, y bondadosamente, bendícelos en sus propósitos. Enséñales por tu Nombre, el Omnisciente, las maravillas de tu sabiduría, para que se aferren firmemente a tu Fe y transiten por los senderos de tu complacencia. Resguárdalo por tu Nombre, el Protector, de la tiranía del opresor, de la perversidad de los malhechores y de la malevolencia de quienes procuran hacer el daño. Ampáralos por tu Nombre, el Preservador, dentro de la fortaleza de tu fuerza y poder, para que tal vez sean protegidos de los dardos de la duda que son arrojados por aquellos que se han rebelado contra Ti. Santifica para tus siervos, por tu Nombres, el cual has bendecido por sobre todos los demás nombres, el cual has escogido para tu favor y por el cual Tú has revelado tu belleza, estos días, de los cuales ha escrito claramente la Pluma de tu decreto, y los cuales, conforme a tu voluntad y sabiduría, han sido preordinados en tu irrevocable Tabla. Somete a tu autoridad, por tu Nombre, el Conquistador, a la gente de tu reino, para que todos se vuelvan hacia tu rostro y abandonen todo cuanto perece, por amor a Ti y en aras de tu complacencia.
Humilla, oh mi Señor, a tus enemigos, y apodérate de ellos por tu fuerza y tu poder, y haz que sean azotados por las ráfagas de tu ira. Hazles probar, oh mi Dios, tu temible majestad y venganza, pues han repudiado la verdad de Aquel en Quien ellos habían creído, Quien vino a ellos con tus signos y tus claras señales, y las evidencias de tu fuerza, y las múltiples revelaciones de tu poder. Reúne, entonces, a tus amados a la sombra del Árbol de tu unicidad, y la Manifestación de la refulgente luz de tu unidad.
Tú eres, verdaderamente, Aquel cuyo poder es inmenso, cuya venganza es terrible. No existe otro Dios más que Tú, el Todopoderoso, el Omnipotente.
Magnificado sea tu nombre, oh Señor mi Dios, por cuanto has hecho inclinar mi oído hacia tu voz, y me has llamado hacia Ti, y has abierto mis ojos para que contemplen tu belleza, e iluminado mi corazón con tu conocimiento, y santificado mi pecho de las dudas de los infieles en tus días. Yo soy aquel, oh mi Señor, quien yacía profundamente dormido en su lecho, cuando, he aquí, descendieron sobre mí los mensajeros de tus innumerables dones, y soplaron sobre mí las suaves brisas de tu amorosa bondad, y me despertaron, haciendo volver mi rostro hacia el santuario de tu conocimiento, y fijar mis ojos en los esplendores de la luz de tu rostro.
¡Solo soy una pobre criatura, oh mi Señor! Contémplame aferrado al borde de tus riquezas. He huido de la oscuridad y del descarrío hacia la refulgencia de la luz de tu semblante. Aunque Te rindiese mi agradecimiento -y esto tu gloria me lo atestigua- por toda la perdurabilidad de tu reino y la subsistencia del cielo de tu omnipotencia, aun así no habría logrado recompensar tus innumerables dones.
Te imploro, oh mi Señor, por tu nombre, el Siempre Perdurable, y por tu nombre, el cual has ordenado que sea el más grande Instrumento que Te vincula a tus siervos, que hagas que pueda huir hacia tu puerta en busca de amparo, y proclamar tu alabanza. Decreta entonces, para mí, en cada uno de tus mundos, lo que me permita cobijarme a tu sombra y dentro de los aledaños de tu corte.
Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Munificente, el Exaltadísimo, el Siempre Perdonador, el Más Generoso.
¡Toda alabanza sea para Ti, oh Señor mi Dios! No sé cómo cantar mi alabanza a Ti, ni cómo describir tu gloria, ni cómo invocar tu Nombre, el Todo Poseedor, estoy compelido a reconocer que Aquel Quien sostiene en su mano los destinos inmediatos de todas las cosas creadas, no es sino un vasallo dependiente de Ti, y es la creación de solo una palabra procedente de tu boca. Y si Te proclamo por el nombre de Aquel Quien es el Todo Compelente, de inmediato descubro que Él no es sino un suplicante postrado en el polvo, atemorizado frente a tu enorme fortaleza, tu soberanía y poder. Y si intento describirte glorificando la unicidad de tu Ser, pronto comprendo que tal concepción es tan solo una simple idea que mi propia fantasía ha tejido, y que Tú siempre has estado inmensamente exaltado por sobre las vanas imaginaciones que los corazones de los hombres han forjado.
¡La gloria de tu poder me lo atestigua! Quienquiera pretenda haberte conocido, ha testimoniado, en virtud de tal pretensión, su propia ignorancia; y para quienquiera crea haber llegado hasta Ti, todos los átomos de la tierra atestiguarán su impotencia y proclamarán su fracaso. Sin embargo, Tú, en virtud de tu misericordia, la cual ha superado los reinos de la tierra y del cielo, Te has dignado aceptar de tus siervos la loas y el honor que le rinden a tu exaltadísimo Ser, y les has ordenado celebrar tu gloria, para que sean desplegados en tus ciudades los emblemas de tu guía y esparcidas entre tus naciones las señales de tu misericordia, y para que a todos y a casa uno les sea permitido alcanzar lo que Tú has destinado para ellos por medio de tu decreto, y ordenado para ellos a través de tu irrevocable voluntad y propósito.
Habiendo atestiguado, por tanto, mi propia impotencia y la impotencia de tus siervos, Te suplico, por el esplendor de la luz de tu belleza, que no niegues a tus criaturas la conquista de las orillas de tu más santo océano. Atráelos, entonces, oh mi Dios, mediante la Divina Dulzura de tus melodías, hacia el trono de tu gloria y la sede de tu eterna santidad. Tú eres, verdaderamente, el Omnipotente, el Gobernante supremo, el Gran Dador, el Exaltadísimo, el Siempre Deseado.
Concede, entonces, oh mi Dios, que a tu siervo, quien se ha vuelto hacia Tu, ha fijado su mirada en Ti y se ha asido a la cuerda de tu clemencia y favor, le sea permitido beber de las vivientes aguas de tu misericordia y gracia. Haz, entonces, que ascienda a las alturas a las cuales aspira, y no le prives de aquello que Tú posees. Tú eres, verdaderamente, el Siempre Perdonador, el Más Generoso.
¡Alabado sea, oh Señor mi Dios! Cada vez que intento hacer mención de Ti, me lo impide la sublimidad de tu posición y la irresistible grandeza de tu poder. Pues, si Te alabara a través de toda la extensión de tu dominio y la perdurabilidad de tu soberanía, descubriría que mi alabanza a Ti tan solo puede ser propia de los que son semejante a mí, quienes son, ellos mismos, tus criaturas, y que han sido generados por el poder de tu decreto y conformados por la potencia de tu voluntad. Y cuando quiera que mi pluma atribuye gloria a alguno de tus nombres, paréceme que puedo oír la voz de su lamentación en su lejanía de Ti, y reconocer su llanto debido a su separación de tu Ser. Atestiguo que todo fuera de Ti no es sino tu creación y está sostenido por la palma de tu mano. La aceptación de alguna acción o alabanza de tus criaturas, no es sino una prueba de las maravillas de tu gracia y tus muníficos favores, y una manifestación de tu generosidad y providencia.
Te suplico, oh mi Señor, por tu Más Grande Nombre, por el cual separaste la luz del fuego, y la verdad de la negación, que hagas descender sobre mí y sobre aquellos de mis amados que están en mi compañía, el bien de este mundo y del próximo. Provéenos, entonces, con tus maravillosos dones que se encuentran ocultos a los ojos de los hombres. Tú eres, verdaderamente, el Modelador de toda la creación. No hay otro Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Altísimo.
¡Oh Tú, ante cuya terrible majestad todas las cosas se han estremecido, en cuyo poder están los asuntos de todos los hombres, hacia cuya gracia y misericordia se vuelven los rostros de todas tus criaturas! Yo Te suplico, por tu Nombre, el cual has ordenado que sea el espíritu de todos los nombres que están en el reino de los nombres, que nos protejas de las murmuraciones de aquellos quienes se han apartado de Ti, y has repudiado la verdad de tu muy augusto y exaltadísimo Ser, en esta Revelación que ha hecho estremecer el reino de tus nombres.
Soy una de tus siervas, ¡oh mi Señor! He vuelto mi rostro hacia el santuario de tus bondadosos favores y el adorado tabernáculo de tu gloria. Purifícame de todo lo que no es de Ti, y fortaléceme para amarte y cumplir tu voluntad, para que me deleite en la contemplación de tu belleza y, libre de todo afecto a cualquiera de tus criaturas, pueda en todo momento proclamar: « ¡Magnificado sea Dios, el Señor de los mundos!»
Que mi alimento, oh mi Señor, sea tu belleza, y mi bebida, la luz de tu presencia; y mi esperanza, tu complacencia; y mi obra, tu alabanza; y mi compañero, tu recordación; y mi ayuda, tu soberanía; y mi morada, tu habitación; y mi hogar, la sede que Tú has exaltado por sobre las limitaciones de aquellos que, como por la interposición de un velo, están separados de Ti.
Tú eres, en verdad, el Dios de poder, el fortaleza y de gloria.
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Cada vez que Te recuerdo y reflexiono sobre tus virtudes, se apodera de mí tal éxtasis y soy tan arrobado por Ti, que me hallo incapaz de hacer mención de tu nombre y de exaltarte. Soy transportado a tales alturas, que reconozco que mi propio ser es como la recordación de Ti en tu reino, y la esencia de la alabanza a Ti entre tus siervos. Mientras ese ser perdure, continuará siendo esparcida tu alabanza entre tus criaturas, y glorificada por tu pueblo será tu evocación.
Todo hombre dotado de discernimiento entre tus siervos está convencido de que mi ser vive eternamente y no podrá nunca perecer, por cuanto la evocación de Ti es eterna y perdurará tanto como perdure tu propio Ser, y la alabanza a Ti es sempiterna y sobrevivirá mientras sobreviva tu propia soberanía. Por su intermedio, Tú eres glorificado por aquellos de tus escogidos que Te invocan y por los sinceros de entre tus siervos. Es más, la alabanza de cualquiera que Te alabe, en toda la creación, procede de este exaltado ser y retorna a él, como el sol, el cual, mientras está brillando, imparte a su resplandor a todo cuanto se encuentra expuesto a sus rayos. En ese sol se genera, y a él debe volver, la luz que es difundida sobre todas las cosas.
¡Exaltado, inmensamente exaltado eres Tú por sobre toda tentativa de mensurar la grandeza de tu Causa, por sobre toda comparación que alguien intente realizar, por sobre los esfuerzos de la lengua humana por expresar su significación! Desde siempre Tú has existido solo, sin otro fuera de Ti, y por siempre continuarás siendo el mismo, en la sublimidad de tu esencia y en las inaccesibles alturas de tu gloria.
Y cuando Te propusiste darte a conocer a los hombres, revelaste sucesivamente a las Manifestaciones de tu Causa, y ordenaste que cada uno fuera un signo de tu Revelación en medio de tu pueblo, y la Aurora de tu invisible Ser entre tus criaturas, hasta el momento cuando, conforme a tu decreto, todas las anteriores Revelaciones culminaron en Aquel a Quien Tú has designado el Señor de todos los que están en el cielo de la revelación y en el reino de la creación, Aquel a Quien has establecido como el soberano Señor de todos los que están en los cielos y todos los que están en la tierra. Él es a Quien Tú has determinado que sea el Portavoz de tu Más Grande Revelación y el Anunciador de tu Muy Antiguo Esplendor. En ello no tuviste otro propósito que el de probar a aquellos que han manifestado tus muy excelentes títulos, a todos los que están en el cielo y en la tierra. Él fue a Quien ordenaste establecer su convenio con todas las cosas creadas.
Y cuando se confirmó tu promesa y el tiempo fijado se hubo cumplido, Aquel Quien es el Poseedor de todos los Nombres y Atributos fue puesto de manifiesto ante los hombres. Súbitamente, todos los que estaban en los cielos y todos los que estaban en la tierra fueron sobrecogidos de terror, salvo aquellos a quienes Tú guardaste bajo tu protección y preservaste al amparo de tu poder y bondadosa providencia. Entonces Le aconteció, a manos de aquellas de entre tus criaturas que han transgredido contra Ti, lo que la lengua de ninguno de tus siervos puede relatar.
Mírale, además, oh mi Dios, con el ojo de tu tierna misericordia, y haz descender sobre Él y sobre aquellos que Le aman, todo el bien que Tú ordenaste en el cielo de tu voluntad y en la Tabla de tu decreto. Asístelos, entonces, con tu socorro, pues Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Exaltadísimo, el Todoglorioso, Quien Todo lo Compele.
¡Toda gloria sea para Ti, oh Señor mi Dios! Doy testimonio por Ti de lo que Tú mismo diste testimonio por tu propio Ser, antes del día en que hubiste modelado la creación o hecho mención de ella. Que Tú eres Dios, y que no existe otro Dios fuera de Ti. Desde la eternidad Tú has sido, en tu trascendente unicidad, inmensamente exaltado por sobre la concepción de tus siervos acerca de tu unidad, y permanecerás eternamente, en tu inaccesible singularidad, muy por encima de la alabanza de tus criaturas. Ninguna palabra que pronuncie alguien que no seas Tú, podrá jamás ser digna de Ti, ni podrá la descripción de ningún hombre, salvo tu propia descripción, ser digna de tu naturaleza. Todos los que adoran tu unidad se han sentido penosamente perplejos al tratar de desentrañar el misterio de tu unicidad, y todos han confesado su impotencia en alcanzar la comprensión de tu esencia y escalar el pináculo de tu conocimiento. Todos los poderosos han aceptado su debilidad, y los doctos han reconocido su ignorancia. Aquellos quienes poseen influencias no son nada comparados con las revelaciones de tu admirable soberanía, y aquellos quienes son exaltados, quedan sumidos en el olvido cuando son confrontados con las manifestaciones de tu gran gloria. El esplendor de las más brillantes luminarias es eclipsado por el refulgente esplendor de tu rostro, y las lenguas de los más elocuentes oradores vacilan ante las ilimitadas efusiones de tu santa prolación, y los cimientos de las más grandes estructuras se estremecen ante la impetuosa fuerza de tu compelente poder.
¿Existe alguien, oh mi Dios, que pueda considerarse digno de ser recordado cuanto Tú eres recordado, y habrá de encontrarse alguien que se estime capaz de hacer alusión a tu naturaleza, o ser digno de mención en la corte de tu trascendente unicidad? Desde siempre Tú has sido solo, sin ningún otro fuera de Ti, y por siempre continuarás siendo uno y el mismo. No existe otro Dios sino Tú, el Dios de poder, de gloria y sabiduría.
¡Glorificado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! Te suplico por Aquel Quien es tu exaltada y suprema Evocación, a Quien has manifestado ante todas tus criaturas e investido con tu nombre, el Todoglorioso, cuya voluntad has ordenado que sea tu propia voluntad, cuyo ser has decretado que sea el revelador de tu propio Ser, y su esencia, la Aurora de tu sabiduría, y su corazón, el tesoro de tu inspiración, y su pecho, el punto de amanecer de tus muy excelentes atributos y exaltadísimos títulos, y su lengua, la fuente de las aguas de tu alabanza y el manantial de las suaves corrientes de tu sabiduría, que hagas descender sobre nosotros aquello que nos permita prescindir de todo excepto de Ti, y nos haga dirigir nuestros pasos hacia el santuario de tu complacencia y aspirar lo que Tú ordenaste para nosotros conforme a tu irrevocable decreto. Capacítanos, entonces, oh mi Dios, para renunciar a nosotros mismos y aferrarnos tenazmente a Aquel Quien es la Manifestación de tu Ser, el Más Exaltado, el Altísimo. Otórganos además, lo que sea mejor para nosotros, e inscríbenos entre aquellos de tus siervos que han repudiado al Ídolo8 y han creído firmemente en Ti, y han sido establecidos en el trono de la certeza, de modo tal que las sugerencias del Maligno no han sido capaces de impedirles volver el rostro hacia tu nombre, el Todo Misericordioso.
Potente eres Tú para hacer lo que Te place y para ordenar lo que deseas. No hay Dios sino Tú, el Todo Poseedor, el Altísimo, el Todopoderoso, el Munificente, el Omnisciente, el Sapientísimo.
¡Oh Tú cuya recordación es el deleite de las almas de todos aquellos que Te anhelan, cuyo nombre es la exultación de los corazones de cuantos están enteramente consagrados a tu voluntad, cuya alabanza es acariciada por aquellos que se han aproximado a tu corte, cuyo rostro es el deseo ardiente de cuantos han reconocido tu verdad, cuya prueba es la curación de los males de quienes han abrazado tu Causa, cuya calamidad es la más elevada aspiración de aquellos que están libres de todo afecto a nadie fuera de Ti!
¡Glorificado, inmensamente glorificado eres Tú, en cuyas manos se halla el imperio de cuanto hay en los cielos y canto existe en la tierra, Tú, Quien mediante una sola palabra de tu boca, hiciste que todas las cosas expiraran y se disolvieran y, por medio de otra palabra, hiciste que todo cuanto había sido separado, se combinara y se reuniera! Magnificado sea tu nombre, oh Tú Quien tienes poder sobre todos los que están en los cielos y todos los que están en la tierra, cuyo dominio abarca cuanto existe en los cielos de tu Revelación y en el reino de tu creación. Nadie puede igualarse contigo en tus creados dominios; nadie puede compararse contigo en tus creados dominios; nadie puede compararse contigo en el universo que Tú has modelado. La mente de nadie Te ha comprendido, ni Te ha alcanzado la aspiración de ningún alma. ¡Juro por tu poder! Si alguien se elevara, en cualesquiera alas, mientras perdurase tu propio Ser, a través de toda la inmensidad de tu conocimiento, aún así sería incapaz de transponer los límites que el mundo contingente le ha fijado. ¿Cómo, entonces, puede tal hombre pretender volar hasta la atmósfera de tu exaltadísima presencia?
Ciertamente, está dotado de entendimiento quien reconoce su impotencia y confiesa sus perversidades, por cuanto si alguna cosa creada pretendiera existencia alguna, al ser confrontada con las infinitas maravillas de tu Revelación, tan blasfema pretensión sería más atroz que cualquier otro crimen en todos los dominios de tu concepción y te creación. ¿Existe alguien, oh mi Señor, que cuando Tú revelas los primeros vislumbres de los signos de tu trascendente soberanía y poder, sea capaz de reclamar para sí mismo tan siquiera alguna existencia? La existencia misma no es nada cuando es enfrentada cara a cara con las poderosas y múltiples maravillas de tu incomparable Ser.
Exaltado, inmensamente exaltado eres Tú por sobre todas las cosas, ¡oh Tú Quien eres el Reyes! Te suplico por tu Ser y por Aquellos Quienes son las Manifestaciones de tu Causa y las Auroras de tu autoridad, que decretes para nosotros lo que has decretado para tus escogidos. No nos niegues lo que has ordenado para tus amados, quienes, tan pronto como tu llamado llegó hasta ellos, se dirigieron presurosos hacia Ti, y cuando los esplendores de la luz de tu semblante fueron derramados sobre ellos, inmediatamente se postraron en adoración ante tu rostro.
Somos tus siervos, oh mi Señor, y estamos en el puño de tu poder. Si nos penas con el castigo infligido a la anterior y a la última generación, tu veredicto será ciertamente justo, y loable tu acción. Potente eres Tú para hacer lo que Te place. No existe otro Dios más que Tú, el Todopoderoso, el Todoglorioso, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡La alabanza sea para Ti, oh Tú que inclinas tu oído hacia los suspiros de aquellos que se han librado de todo afecto a nada que no seas tú, y Quien escuchas los lamentos de aquellos que están totalmente consagrados a tu Ser! Tú ves todo lo que les ha acontecido por obra de aquellas de tus criaturas que han transgredido y se han revelado contra Ti. Tu poder me lo atestigua, ¡oh Tú Quien eres el Rey de los dominios de la justicia y el Soberano de las ciudades de la misericordia! Las tribulaciones que han sido obligados a soportar son tales que ninguna pluma, en toda la creación, puede contarlas. Si alguien intentara hacer mención de ellas, se hallaría impotente para describirlas.
Sin embargo, como esas tribulaciones fueron padecidas en tu sendero y por amor a Ti, quienes fueron afligidos por ellas Te rinden gracias en todas las condiciones, diciendo: « ¡Oh Tú Quien eres el Deleite de nuestros corazones y el Objeto de nuestra adoración! Si las nubes de tu decreto hicieran llover sobre nosotros los dardos de la aflicción, en nuestro amor por Ti, rehusaríamos ser impacientes. Te ofreceríamos alabanzas y agradecimiento, por cuanto hemos reconocido y estamos convencidos de que Tú has ordenado solo aquello que habrá de ser lo mejor para nosotros. Si nuestros cuerpos son, a veces, abrumados por nuestras penas, no obstante, nuestras almas se regocijan con inmensa alegría. Juramos por tu poder, ¡oh Tú Quien eres el Deseo de nuestros corazones y la Exultación de nuestras almas! Toda pena que nos aflige en nuestro amor por Ti es una evidencia de tu tierna misericordia; toda fiera ordalía, un signo de la brillantez de tu luz; toda penosa tribulación, un sorbo refrescante; todo afán, un dichoso descanso; toda angustia, una fuente de alegría».
Oh mi Señor, quienquiera sea impaciente en las tribulaciones que le sobrevienen en tu sendero, no ha bebido del cáliz de tu amor no ha gustado de la dulzura de tu recuerdo. Te imploro, por Aquel Quien es el Rey de todos los nombres y su Soberano, Quien es el Revelador de todos los Atributos y su Creador, y por aquellos que se han remontado y acercado a Ti, y han alzado el vuelo hacia la atmósfera de tu presencia, y han soportado la irritación de las cadenas por amor a Ti, que permitas que todo tu pueblo sea bondadosamente ayudado a reconocer a Aquel Quien es la Manifestación de tu propio Ser, Quien por haber convocado a la humanidad ante Ti, ha sido exiliado y arrojado en la prisión.
La ternura de tu misericordia, oh mi Señor, sobrepasa la furia de tu ira, y tu cariñosa bondad excede tu violenta indignación, y tu gracia supera a tu justicia. Sostén las manos de tus criaturas, a través de tus maravillosos favores y mercedes, y no permitas que estén separados de la gracia que Tú has ordenado ser el medio por el cual pueden reconocerte. ¡La gloria de tu poder me lo atestigua! Si tal cosa sucediera, toda alma sería dolorosamente sacudida, todo hombre dotado de entendimiento quedaría perplejo, y todo poseedor de conocimiento se sentiría asombrado, salvo aquellos quienes han sido socorridos por las manos de tu Causa, y han sido convertidos en recipientes de las revelaciones de tu gracia y en testimonios de tus favores.
¡Juro por tu poder, oh mi Dios! Si Tú en tus días, considerases a tus siervos de acuerdo con sus méritos, ellos ciertamente no merecerían sino tu castigo y tormento. Sin embargo, Tú eres Aquel Quien posee gran munificencia, y cuya gracia es inmensa. No los mires con la mirada de tu justicia, oh mi Dios, sino más bien con los ojos de tu tierna compasión y misericordia. Procede con ellos, entonces, conforme a lo que es propio de tu generosidad y munífico favor. Potente eres Tú para hacer lo que Te place. Incomparable eres Tú. No hay otro Dios fuera de Ti, el Señor del trono en lo alto y de aquí en la tierra, el Soberano de este mundo y del mundo por venir. Tú eres el Dios de Munificencia, el Siempre Perdonador, el Gran Dador, el Más Generoso.
Bendice, oh Señor mi Dios, a Aquel por Quien han sido revelados los misterios de tu omnipotencia, por Quien han sido glorificadas las revelaciones de tu divinidad, por Quien ha sido descubiertas las preciosas perlas de tu conocimiento y sabiduría, por Quien han sido pregonados tus signos y señales, por Quien ha sido expuesta con claridad tu palabra, por Quien ha resplandecido la luz de tu semblante, y ha sido establecida tu soberanía. Bendice también a todos aquellos que, enteramente por tu Causa, se ha vuelto hacia Ti. Haz descender, además, sobre Él y sobre ellos, los maravillosos dones que corresponden a tu excelsitud. Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el que Ayuda en el Peligro, el Todoglorioso, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Alabado sea, oh Señor mi Dios! Tú eres Aquel Quien has creado todas las cosas mediante una palabra pronunciada por tu mandato, y modelado la creación entera mediante la fuerza de tu soberanía y poder. Los más poderosos de los hombres están humillados ante las revelaciones de tu gloria, y aquellos que están dotados de fuerza tiemblan cuando son confrontados con las evidencias de tu poder. Todo hombre de discernimiento está privado de visión al enfrentarse con la efulgencia de la gloria de tu rostro, y aquel que es poseedor de riquezas es pobre y desolado cuando contempla la magnitud de tu riqueza.
Yo Te imploro, por tu Nombre Todoglorioso, con el cual adornaste a todos los habitantes del reino de tu revelación y a los moradores del cielo de tu voluntad, que concedas que mi alma sea atraída por la dulzura de la melodía del Ave del Cielo que canta entre las ramas del árbol de tu decreto, que Tú eres Dios, y que no existe otro Dios fuera de Ti.
Purifícame con las aguas de tu misericordia, oh mi Señor, y hazme enteramente tuya, y aproxímame al Tabernáculo de tu Causa y al adorado Santuario de tu Presencia. Ordena para mí, entonces, todas las cosas que has ordenado para las escogidas de entre tus siervas, y derrama sobre mí lo que habrá de iluminar mi rostro y esclarecer mi corazón.
Tú tienes poder para hacer lo que deseas, y ordenar lo que Te place.
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¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Tú ves mi pobreza y mi miseria, mis penas y mis necesidades, mi total desamparo y mi extrema humildad, mis lamentaciones y mi amargo gemido, la angustia de mi alma y las aflicciones que me acosa. ¡La fuerza de tu poder me lo atestigua! Tan profunda es mi humillación que tus siervos, quienes se han extraviado lejos de tu sendero, me menosprecian. Tú sabes que soy reconocido como el portador de tu nombre entre tus criaturas. Tú sabes que mi posición n o es más que una imagen de tu posición, que mis virtudes relatan tus virtudes, que dentro de mi más íntimo ser nada puede encontrarse sino las revelaciones de tus signos, y que mi esencia no es más que un reflejo de las evidencias de tu unidad.
Todas estas cosas las has divulgado entre tus criaturas, de modo que nadie puede reconocerme, si no es como a uno que lleva tu nombre. ¡Juro por tu gloria! Mis lamentaciones no son por lo que me ha acontecido en tu sendero, sino por mi reconocimiento de que a causa de mi humillación, se han estremecido penosamente los corazones de aquellos que Te aman, y las almas de tus adversarios se han llenado tanto de alegría, que se regocijan por aquellos que se han desprendido de todo menos de Ti, y se han dirigido presurosos al río de tu recuerdo y alabanza. Tan grande es su descarrío que cuando se encuentran con tus amados, vuelven la cabeza, burlándose de tu Causa, y dicen: « ¿Dónde está vuestro Señor a Quien mencionáis de día y de noche? ¿Dónde Se encuentra Aquel a Quien denomináis vuestro Soberano, hacia Quien convocáis a todos los hombres a volverse?» Su orgullo y arrogancia crecieron más y más, hasta que llegaron a negar la fuerza de tu poder y a rechazar tu soberanía y dominio.
¡Tu gloria me lo atestigua! Me delito en mis propias aflicciones y en las aflicciones que quienes me aman, sufren en tu sendero. Sin embargo, ni yo ni ellos podemos soportar las afrentas y reproches que tus enemigos profieren contra tu Ser, el Irrestringido. ¿Hasta cuándo, oh mi Dios, permanecerás en el trono de tu indulgencia y paciencia? ¡Di tu palabra de ira, oh Tú a Quien ningún ojo puede ver! Amada es tu misericordia por los sinceros de entre tus siervos, y apropiado tu castigo para los infieles de entre tus enemigos. Has descender sobre ellos, por tanto, oh mi Señor, aquello que inequívocamente les revele la furia de tu ira y el ascendiente de tu poder, y les permita reconocer el peso de tu fuerza y la grandeza de tu poderío. Si Tú, oh mi Dios, rehusas ayudar a aquellos que Te aman, asiste entonces a tu propio Ser y a Aquel Quien es tu Recuerdo.
Te suplico por tu nombre, el cual ha hecho agitarse el océano de tu ira, que castigues a quienes han repudiado tu verdad y desconocido tus palabras. Humíllalos, entonces, por tu poder y fortaleza, y exalta a aquellos quienes, enteramente por tu Causa, han vuelto su rostro hacia Ti, para que por su intermedio sean desplegados los emblemas de tu glorificación entre las naciones, y sean irradiadas tus señales entre todos los pueblos, y que todos puedan testimoniar de que Tú eres Dios, y que no existe otra Dios más que Tú, el Dios de poder, de majestad y de gloria.
¡Magnificado sea, oh Señor mi Dios! Te pido por tu Nombre, el cual Tú has erigido por sobre todos los demás nombres, por el cual el velo del cielo ha sido desgarrado y el Sol de tu belleza ha surgido sobre el horizonte, brillando con el esplendor de tu Nombre, el Exaltado, el Altísimo, que me socorras con tu maravillosa ayuda y me preserves en el refugio de tu cuidado y protección.
Yo soy una de tus siervas, ¡oh mi Señor! Hacia Ti me he vuelto, y en Ti he puesto mi confianza. Concede que sea tan confirmada en mi amor por Ti, y en el cumplimiento de lo que a Ti Te place, que no la deslealtad de los infieles entre tu pueblo, ni el clamor de los hipócritas entre tus criaturas, puedan lograr apartarme de Ti.
Purifica mi oído, oh mi Señor, para que pueda oír los versos que han descendido sobre Ti, e ilumina mi corazón con la luz de tu conocimiento, y desata mi lengua para que haga mención de Ti y cante tu alabanza. ¡Por tu poder, oh mi Dios! Mi alma no está unida a nadie fuera de Ti, y mi corazón a nadie busca sino a tu propio Ser.
No hay Dios sino Tú, el Todoglorioso, el Gran Dador, el Perdonador, el Compasivo.
Estos son, oh mi Dios, los días en que Tú ordenaste a tus siervos observar el ayuno. Con él adornaste el preámbulo del Libro de tus Leyes revelado a tus criaturas y engalanaste a los depositarios de tus mandamientos a la vista de todos los que están en tu cielo y todos los que están en tu tierra. Tú has dotado cada hora de estos días con una virtud especial, inescrutable para cualquier otro que no seas Tú, cuya sabiduría abarca todo lo creado. Tú también has asignado a cada alma una porción de esta virtud de acuerdo con la tabla de tu decreto y las escrituras de tu juicio irrevocable. Tú, además, has asignado todas las páginas de estos libros y de estas escrituras a cada uno de los pueblos y razas de la tierra.
Según tu decreto, has reservado en cada amanecer el cáliz de tu recuerdo para tus ardorosos amantes, oh Tú que eres el Soberano de los soberanos. Ellos son quienes se han embriagado de tal modo con el vino de tu polifacética sabiduría que abandonan su lecho en su anhelo por celebrar tu alabanza y ensalzar tus virtudes y escapan al sueño en su ansia por acercarse a tu presencia y participar de tu generosidad. Sus ojos han estado dirigidos en todo momento hacia la aurora de tu amorosa bondad y sus rostros se han vuelto hacia el manantial de tu inspiración. Haz descender, pues, sobre nosotros y sobre ellos, de las nubes de tu misericordia, lo que sea digno de tu generosidad y de tu gracia.
¡Alabado sea tu nombre, oh mi Dios! Esta es la hora en que Tú has abierto las puertas de tu generosidad ante los rostros de tus criaturas y los portales de tu tierna merced a todos los habitantes de tu tierra. Te imploro -por todos aquellos cuya sangre fue derramada en tu sendero, que en su anhelo por Ti se libraron de todo apego a cualquiera de tus criaturas y quedaron tan extasiados por los dulces perfumes de tu inspiración que cada uno de los miembros de su cuerpo entonaba tu alabanza y vibraba con tu recuerdo- que no nos niegues las cosas que Tú has ordenado irrevocablemente en esta Revelación, una Revelación cuya potencia ha hecho exclamar a cada árbol lo que la Zarza Ardiente proclamó en otro tiempo a Moisés, el que conversó contigo; una Revelación que ha permitido al más pequeño guijarro resonar nuevamente con tu alabanza, tal como te glorificaron las piedras en los días de Mahoma, tu Amigo.
¡Oh mi Dios!, estos son aquellos a quienes Tú has permitido bondadosamente ser tus compañeros y tener comunión con Aquel que es el Revelador de Ti mismo. Los vientos de tu voluntad les dispersaron por doquier hasta que Tú los reuniste bajo tu sombra y les hiciste entrar en los recintos de tu corte. Ahora que Tú has hecho que moren a la sombra del dosel de tu misericordia, ayúdales a alcanzar lo que sea digno de tan augusta posición. No permitas, oh mi Señor, que sean contados entre aquellos a quienes, aun gozando de proximidad a Ti, se les ha impedido reconocer tu rostro y, aunque te encontraron, se les ha privado de tu presencia.
Estos son tus siervos, oh mi Señor, que han entrado contigo en esta la Mayor Prisión, que han observado el ayuno dentro de sus muros, de acuerdo con lo que Tú les has ordenado en las tablas de tu decreto y los libros de tu mandato. Haz descender, pues, sobre ellos aquello que les purifique completamente de todo lo que Tú detestas, para que puedan dedicarse completamente a Ti y desprenderse enteramente de todo excepto de Ti.
Haz descender, pues, sobre nosotros, oh mi Dios, aquello que sea propio de tu gracia y digno de tu generosidad. Permítenos, pues, oh mi Dios, vivir en tu recuerdo y morir en tu amor, y provéenos con la dádiva de tu presencia en tus mundos venideros; mundos que son inescrutables para todos menos para Ti. Tú eres nuestro Señor, el Señor de todos los mundos y el Dios de todos los que están en el cielo y de todos los que están en la tierra.
Tú ves, oh mi Dios, lo que les ha sucedido a tus amados en tus días. ¡Tu gloria es mi testigo! El clamor de los lamentos de tus elegidos se ha elevado por todo tu reino. Algunos fueron atrapados por los infieles de tu tierra, quienes les impidieron acercarse a Ti y alcanzar la corte de tu gloria. Otros pudieron acercarse a Ti pero no les fue permitido contemplar tu rostro. Aun a otros les fue permitido, en su anhelo por verte, entrar en los recintos de tu corte, pero dejaron que los velos de la imaginación de tus criaturas y los males infligidos por los opresores entre tu pueblo se interpusieran entre ellos y Tú.
Esta es la hora, oh mi Señor, que Tú has hecho que destaque sobre todas las demás horas y la has vinculado a las más escogidas de entre tus criaturas. Te imploro, oh mi Dios, por Tu Ser y por ellas, que durante este año ordenes lo que enaltezca a tus amados. Decreta además, en este año, lo que permita al sol de tu poder resplandecer sobre el horizonte de tu gloria e iluminar por tu soberano poder al mundo entero.
Haz victoriosa a tu Causa, oh mi Señor, y humilla a tus enemigos. Decreta, pues, para nosotros el bien de esta vida y de la venidera. Tú eres la Verdad, quien conoce las cosas secretas. No hay Dios sino Tú, el que siempre perdona, el Todo Generoso.
¡Glorificado sea, oh Señor mi Dios! Te rindo mis gracias por cuanto me has hecho el objetivo de diversas tribulaciones y el blanco de múltiples pruebas, a fin de que tus siervos sean dotados de nueva vida y sean vivificadas todas tus criaturas.
¡Juro por tu gloria, oh Tú el Más Amado de los mundos y el Deseo de todos cuantos Te han reconocido! La única razón por la cual deseo vivir es poder revelar tu Causa, y solo aspiro a la prosecución de mi vida para ser alcanzado por la adversidad en tu sendero.
Yo Te imploro, oh Tú por cuyo llamado se han remontado hasta la atmósfera de tu presencia los corazones de todos los que estaban cerca de Ti, que hagas descender sobre tus amados lo que les permita prescindir de todo excepto de Ti. Dótalos, entonces, de tal constancia, como para que se levanten a proclamar tu Causa, e invoquen tu nombre, ante todos los que están en tu cielo y en tu tierra, de modo tal que las faraónicas crueldades causadas por los opresores entre tus siervos, no logren apartarlos de Ti.
Tú eres, verdaderamente, el Dios de poder, el Dios de gloria, el Dios de fuerza y sabiduría.
¡Magnificado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! He aquí mi ojo expectante por contemplar las maravillas de tu misericordia, mi oído anhelante por escuchar tus dulces melodías, y mi corazón ansioso de las aguas vivientes de tu conocimiento. Tú ves a tu sierva, oh mi Dios, de pie ante la habitación de tu merced, invocándote por tu nombre, el cual has escogido por encima de todos los demás nombres y exaltado sobre todos los que están en el cielo y en la tierra. Haz descender sobre ella los hálitos de tu misericordia, para que sea completamente separada de sí misma, y enteramente atraída hacia la sede que, resplandeciente con la gloria de tu rostro, difunde a lo lejos el fulgor de tu soberanía, y se ha constituido en tu trono. Potente eres Tú para hacer tu voluntad. No hay Dios fuera de Ti, el Todoglorioso, el Más Generoso.
Te suplico, oh mi Señor, que no arrojes fuera de Ti a quienes Te han buscado, ni rechaces a aquellos que han dirigido a Ti sus pasos, ni prives de tu gracia a quienes Te aman. Tú eres Aquel, oh mi Señor, Quien Se ha llamado a Sí mismo el Dios de Misericordia, el Más Compasivo. Ten piedad, entonces, de tu sierva quien ha buscado tu abrigo, y ha vuelto su rostro hacia Ti.
Tú eres, verdaderamente, el Siempre Perdonador, el Más Misericordioso.
¡Loado sea tu nombre, oh mi Dios! Atestiguo que ningún pensamiento sobre Ti, por maravilloso que él sea, podrá jamás ascender al cielo de tu conocimiento, ni podrá alabanza alguna a Ti, por trascendente que fuere, remontarse hasta la atmósfera de tu sabiduría. Desde la eternidad has estado retirado más allá del alcance de la comprensión de tus siervos, e inmensurablemente exaltado por encima de los esfuerzos de tus esclavos por expresar tu misterio. ¿Qué poder es capaz de afirmar poseer la oscura criatura, frente a Aquel Quien es el Increado?
Atestiguo que los más elevados pensamientos de todos cuantos adoran tu unidad, y las mas profundas meditaciones de todos aquellos que Te han reconocido, son solo el producto de lo que ha sido generado a través del movimiento de la Pluma de tu mandato, y engendrado por tu voluntad. ¡Juro por tu gloria, oh Tú Quien eres el Amado de mi alma y la Fuente de mi vida! Estoy convencido de mi impotencia para describirte y ensalzarte de una manera que corresponda a la grandeza de tu gloria y la excelencia de tu majestad. Aunque soy consciente de ello, Te suplico, por tu misericordia que ha sobrepasado todo lo creado, y por tu gracia que ha abarcado a la creación entera, que aceptes de tus siervos lo que ellos sean capaces de demostrar en tu sendero. Ayúdales, entonces, por tu gracia fortalecedora, a exaltar tu palabra y proclamar tu alabanza.
Potente eres Tú para hacer lo que Te place. Tú eres, en verdad, el Todoglorioso, el Omnisapiente.
No sé, oh mi Dios, qué es el Fuego con que Tú encendiste la Lámpara de tu Causa, ni el Cristal con el cual la preservaste de tus enemigos. ¡Por tu poder! Estoy sorprendido por las maravillas de tu Revelación, y por las muestras de tu gloria. Reconozco, oh Tú Quien eres el Deseo de mi corazón, que si el fuego es tocado por el agua, instantáneamente es extinguido, en tanto que el Fuego que Tú encendiste, no puede jamás apagarse, aunque todos los mares de la tierra fueran arrojados sobre él. Si en algún momento lo tocara el agua, las manos de tu poder, como ha sido decretado en tus Tablas, transmutarían esa agua en un combustible que alimentaría su llama.
Reconozco, asimismo, oh mi Dios, que toda lámpara, cuando es expuesta a la furia de los vientos, debe cesar de arder. Sin embargo, en cuanto a tu Lámpara, oh Amado de los mundos, no puedo imaginar qué poder, fuera de tu poder, fue capaz de haberla mantenido durante tantos años, a salvo de las tempestades que continuamente han sido dirigidas contra ella por los rebeldes entre tus criaturas.
¡Juro por tu gloria, oh mi Dios! Tu Lámpara que Tú encendiste dentro del Tabernáculo del hombre Te clama diciendo: « ¡Oh Tú el solo y único Amado! ¿Hasta cuándo me abandonarás? Elévame hacia Ti, Te lo ruego. Aunque este deseo mío sea el deseo de una criatura humana, con todo Tú sabes que mi verdadero deseo es sacrificarme en tu sendero. Tú eres Aquel Quien ha hecho que mi deseo sea lo mismo que tu deseo, y mi voluntad, igual que tu voluntad. Guarda a tus amados, Te lo suplico, al amparo de tu misericordia protectora, la cual trasciende todas las cosas, para que quizá los sufrimientos que ellos padecen no les impidan volverse en la dirección de tu nombre, el Todoglorioso, el Munificente».
¡Glorificado eres Tú, oh mi Dios! Tú conoces que en mi amor por Ti no he aspirado a descanso, que al proclamar tu Causa no me he permitido ninguna tranquilidad, y que en la observancia de cuanto has prescrito en tus Tablas no me retrasado en cumplir tu mandato. Por esta razón, he sufrido lo que ningún hombre, entre todos los habitantes de tu reino, ha sufrido.
¡Tu gloria me lo atestigua! Nada en absoluto puede impedirme recordarte, aunque todas las tribulaciones de la tierra me asaltaran desde todas las direcciones. Las extremidades y miembros de mi cuerpo proclaman su disposición para ser despedazados en tu sendero y en aras de tu complacencia, y ansían ser esparcidos en el polvo ante Ti. ¡Oh, si aquellos que Te sirven pudieran gustar lo que yo he gustado de la dulzura de tu amor!
Te imploro que proveas a quienquiera Te haya buscado con las vivientes aguas de tu munificencia, para que lo libren de todo afecto a nadie que no seas Tú. Tú eres, verdaderamente, el Omnisciente, el Todoglorioso, el Todopoderoso.
¡Loado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! ¡Cuán grandes son tu poder y tu soberanía; cuán vastos tu fuerza y tu dominio! Tú has llamado a existir a Aquel Quien habla en tu nombre antes todos los que están en tu cielo y en tu tierra, y Le has ordenado clamar en medio de tus criaturas.
Sin embargo, no bien hubo surgido una palabra de sus labios, cuando los sacerdotes entre tu pueblo se apartaron de Él, y los doctos entre tus siervos pusieron reparos a sus signos. Con ello se encendió el fuego de la opresión en tu tierra, hasta que los mismos reyes se levantaron para extinguir tu luz, ¡oh Tú Quien eres el Rey de reyes!
La hostilidad se hizo tan intensa que mi familia y mis amados fueron hechos cautivos en tu tierra, y se impidió a quienes Te son queridos a volverse en la dirección de tu misericordia. Esta hostilidad no puedo lograr que disminuyera el fuego que ardía dentro de ellos. Finalmente, el enemigo llevó cautivo a Quien es la Manifestación de tu belleza y el Revelador de tus signos, y Le confinó en la plaza fuerte de 'Akká, y trató de impedirle que Te recordara y magnificara tu nombre. Tu siervo, sin embargo, no pudo ser privado de llevar a cabo lo que Tú Le habías ordenado cumplir. Sobre el horizonte de la tribulación ha elevado su voz y clama, convocando a todos los moradores del cuelo y a todos los habitantes de la tierra hacia la inmensidad de tu misericordia y la corte de tu gracia. De día y de noche Él me hace descender los signos de tu omnipotente poder y revela las claras señales de tu Majestad, para que se acerquen a Ti las almas de tus criaturas, y se abandonen a sí mismos volviéndose hacia Ti, y huyan de su miseria buscando el tabernáculo de tus riquezas, y se alejen presurosos de su bajeza para entrar en la corte de tu majestad y gloria.
Esta es la Lámpara que la luz de tu propia Esencia ha encendido, y cuyo esplendor no podrán jamás extinguir los vientos de la discordia. Este es el Océano que se agita por la fuerza de tu soberano poder, y cuyas olas jamás podrán aquietar la influencia de los infieles que no han creído en el Día del Juicio. Éste es el Sol que resplandece en el cielo de tu voluntad y cuyo esplendor, ni los velos de los forjadores de iniquidad ni las dudas de los perversos jamás podrán empañar.
Te doy gracia, oh mi Dios, por cuanto me has ofrecido como un sacrificio en tu sendero, y me has hecho el blanco de los dardos de las aflicciones, como señal de tu amor hacia tus siervos, y me has escogido para sufrir toda suerte de tribulaciones por la regeneración de tu pueblo.
¡Cuán dulce es a mi gusto el sabor de las calamidades destinadas por Ti, y cuán caras son a mi corazón las disposiciones de tu providencia! ¡Perezca el alma que huye ante las amenazas de los reyes, intentando salvarse en tus días! ¡Juro por tu gloria! Quien haya bebido de las aguas vivientes de tus favores no puede sentir aflicción en tu sendero, ni puede tribulación alguna impedirle recordarte o celebrar tu alabanza.
Yo Te imploro, oh Tú Quien eres mi Gobernante y el Poseedor de todos los nombres, que protejas a aquellos que han emanado de mí9, a quienes Tú has emparentado contigo, y a quienes, en tu Revelación, has mostrado mi favor especial, y a quienes has llamado a acercarse a Ti y a volverse hacia el horizonte de tu Revelación. No les niegues, oh mi Señor, las efusiones de tu misericordia ni la efulgencia del Sol de tu gracia. Permíteles distinguirse entre tu pueblo, para que exalten tu palabra y promuevan tu Causa. Ayúdales, oh mi Dios, a hacer tu voluntad y deseo.
No hay Dios sino Tú, el Omnipotente, el Más Exaltado, el Altísimo.
¡Gloria sea a Ti, oh mi Dios! Si no fuera por las tribulaciones sufridas en tu sendero, ¿cómo podrían ser reconocidos quienes verdaderamente Te aman?, y si no fuera por las pruebas sufridas por amor a Ti, ¿cómo podría revelarse la posición de aquellos que Te anhelan? ¡Tu poder me lo atestigua! Las lágrimas vertidas son la compañía de todos aquellos que Te adoran; los lamentos proferidos, el consuelo de aquellos que Te buscan, y los pedazos de sus rotos corazones, el alimento de aquellos que se apresuran para encontrarte.
¡Cuán dulce es para mí la muerte sufrida en tu sendero y cuán preciados los dardos de mis enemigos, cuando son encontrados por amor a la exaltación de tu palabra! Déjame beber en tu Causa todo lo que Tú has deseado, oh mi Dios, y envíame, por tu amor, todo lo que Tú ordenaste. ¡Por tu gloria! Solo deseo lo que Tú deseas, y anhelo lo que Tú anhelas. En Ti he puesto siempre toda mi fe y confianza.
Te imploro, oh mi Dios, que hagas surgir a quienes sean dignos de tu nombre y soberanía, para que ayuden a esta Revelación, me recuerden entre tus criaturas e icen los emblemas de tu victoria en tu tierra.
Potente eres Tú para hacer lo que Te place. No hay Dios sino Tú, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Gloria a Ti, oh mi Dios! Una de tus siervas, quien ha creído en Ti y en tus signos, ha entrado bajo la sombra del árbol de tu unicidad. Dadle de beber, oh mi Dios, por tu Nombre, el Manifiesto y el Oculto, de tu escogido y sellado Vino, para que pueda liberarse de sí misma, y estar enteramente consagrada a tu recuerdo, y completamente desprendida de cualquiera que no seas Tú.
Ya que Tú, por tu munificencia, le has revelado el conocimiento de Ti, oh mi Señor, no le niegues tu gracia; y puesto que la has llamado hacia Ti, por tu favor, no la apartes de Ti. Provéela, entonces, con aquello que sobrepasa todo lo que pueda hallarse en tu tierra. Tú eres, verdaderamente, el Munificente, cuya gracia es inmensa.
Si confirieses a una de tus criaturas aquello que igualara a los reinos de la tierra y el cielo, ello no disminuiría ni siquiera en un átomo la inmensidad de tu dominio. Mucho más grande eres Tú que el Grande, tal como suelen llamarte los hombre, pues dicho título no es sino uno de tus nombres, todos los cuales fueron creados por mera indicación de tu voluntad.
No existe otro Dios sino Tú, el Dios de poder, el Dios de gloria, el Dios de conocimiento y sabiduría.
Los corazones de los que te anhelan, oh mi Dios, se consumen en el fuego de su añoranza hacia Ti y los ojos de los que te aman lloran apenados a causa de su abrumadora separación de tu corte. La voz de las lamentaciones de los que han puesto sus esperanzas en Ti se ha elevado por doquier en tus dominios.
¡Oh mi Dios! Tú mismo, por tu soberano poder, les has protegido de los dos extremos: es decir, si no fuese por el fuego que quema sus almas y los gemidos de sus corazones, estarían ahogados en el torrente de sus lágrimas; y si no fuera por estas lágrimas, el ardor del fuego de sus corazones y el abrasar de sus almas les consumiría.
Creo que son como ángeles hechos de fuego y de nieve a la vez. ¿Serías capaz, oh mi Dios, de privar a tales almas de tu presencia, no obstante su gran fervor, o rechazarlas de la puerta de tu merced? En los corazones de tus elegidos toda esperanza está pronta a extinguirse. ¿De dónde entonces soplarán las brisas de tu gracia? Sus enemigos les cercan por todos lados ¿dónde se hallan las enseñas de tu triunfo que nos has prometido en tus Tablas?
¡Tu gloria es mi testigo! Por haber creído en Ti y haber reconocido tus señales, los que te aman se despiertan encontrando el cáliz de las aflicciones colocado delante de sus rostros. Aunque creo firmemente que tu compasión hacia ellos es mayor que la que ellos tienen de sí mismos y aunque les has afligido, no es con otro fin que el de proclamar tu Causa, hacerles ascender al cielo de tu eternidad y hacerles penetrar en los recintos de tu corte.
Por tanto, Tú conoces plenamente las flaquezas de algunos de ellos y percibes su impaciencia en los sufrimientos. Te ruego, oh mi Dios, que les ayudes mediante tu gracia fortalecedora, para que puedan sufrir con resignación en su amor por Ti. Descubre ante sus ojos lo que les has decretado desde el tabernáculo de tu infalible protección, de modo que se apresuren al encuentro de lo preordenado para ellos en tu sendero y que compitan entre sí, en afanosa búsqueda de la tribulación por amor hacia Ti. Y si no, despliega ante ellos los estandartes de tu ascendencia y hazles victoriosos sobre tus enemigos, para poder manifestar tu soberanía a todos los moradores de tu reino y que el poder de tu dominio luzca entre tus criaturas.
Poderoso eres Tú para hacer lo que te place. No existe otro Dios más que Tú, el Omnisciente, el Todosapiente. Oh mi Dios, haz que tu siervo, que cree en Ti, se mantenga firme y ayúdale a servir a tu Causa. Guárdalo, en la fortaleza de tu custodia y protección, de todo peligro en esta vida y en la venidera. En verdad Tú reinas como deseas. No hay otro Dios salvo Tú, el que siempre perdona, el Más Generoso.
Glorificado seas Tú, oh Señor mi Dios. Haz caer, te lo suplico, desde las nubes de tu superabundante gracia, la lluvia que purifique los corazones de tus servidores de todo aquello que pueda impedirles contemplar tu faz o volverse hacia Ti, para que puedan reconocer a Aquel que es Hacedor y Creador. Ayúdales, oh Dios, en sus esfuerzos para alcanzar, por la fuerza de tu soberana potencia, una condición que les permita distinguir fácilmente entre los malos olores y los deliciosos perfumes del vestido de Aquel que es el depositario de tu más celebrado y exaltado Nombre; para que puedan dirigir hacia Ti todos sus afectos y puedan celebrar contigo una comunión tan íntima que, si les fuera ofrecido todo lo que hay en el cielo y en la tierra, lo tendrían por indigno de su atención y rehusarían cesar de acordarse de Ti y de exaltar tus virtudes.
¡Oh mi Bienamado, deseo de mi corazón! Protege, te lo ruego, al siervo que ha buscado tu rostro, de los dardos de aquellos que han renegado de Ti y de las flechas de aquellos que han repudiado tu verdad. Haz por consiguiente que te desee, que te sea totalmente devoto, que proclame tu Nombre y que dirija sus miradas hacia el santuario de tu Revelación. Tú eres en verdad Aquel que jamás ha rechazado del umbral de su misericordia a los que habían puesto en Ti su esperanza, ni impedido a los que te han buscado llegar a la corte de tu gracia. No hay otro Dios más que Tú, el Todopoderoso, el Altísimo, el que ayuda en el peligro, el Todoglorioso.
Magnificado sea tu Nombre, oh Señor mi Dios, por el cual se han cubierto de verdor los árboles del jardín de tu Revelación, y han brindado los frutos de santidad durante esta Primavera, en la que se han esparcido sobre todas las cosas los suaves aromas de tus favores, y han producido todo lo que les fuera preordinado en el Reino de tu irrevocable decreto y en el Cielo de tu inmutable propósito. Te suplico, por este mismo Nombre, que no me permitas estar alejado de la corte de tu santidad, ni excluido del exaltado santuario de tu unidad y unicidad.
Enciende entonces, oh mi Dios, dentro de mi pecho, el fuego de tu amor, para que su llama pueda consumir todo lo que no sea mi recuerdo de Ti, para que toda huella de deseo corrupto sea humillada dentro de mí y nada permanezca, salvo la glorificación de tu trascendente y Todoglorioso Ser. Ésta es mi más alta aspiración, mi ardiente deseo, oh Tú Quien riges todas las cosas, y en cuya mano está el reino de la creación entera. Tú, verdaderamente, haces lo que deseas. No hay Dios fuera de Ti, el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Siempre Perdonador.
¡Toda alabanza sea para Ti, oh Señor mi Dios! Yo Te imploro por tu Nombre, el cual ha hecho agitarse dentro de cada gota los océanos de tu amorosa bondad y misericordia, y brillar dentro de cada átomo las luminarias de tus muníficas bendiciones y favores, Te imploro que adornes a toda alma con el ornamento de tu amor, para que nadie permanezca en tu tierra que no se haya vuelto hacia Ti, o haya dejado de apartarse de todo a excepción de tu Ser.
Tú, verdaderamente, oh mi Dios, has permitido que Aquel Quien es la Manifestación de tu propio Ser sea afligido con toda clase de adversidades, para que tus siervos puedan ascender a la cumbre de tu bondadoso favor, y alcanzar aquello que Tú, por tu providencia y tiernas mercedes, has ordenado para ellos en las Tablas de tu irrevocable decreto. ¡La gloria de tu poder me lo atestigua! Aunque ellos, en todo momento de sus vidas, se ofrendaran como sacrificio en tu sendero, aún así no habrían hecho sino una pequeñez en comparación con los múltiples dones conferidos a ellos por Ti.
Permite, por tanto, Te lo suplico, que sus corazones puedan inclinarse hacia Ti, y que sus rostros puedan volverse en la dirección de tu complacencia. Potente eres Tú para hacer tu voluntad. No hay Dios sino Tú, el Inaccesible, el Todoglorioso, el Siempre Perdonador.
Dígnate, entonces, a aceptar de tus siervos, oh mi Dios, lo que él ha mostrado en su amor por Ti. Fortalécelo, pues, para que se aferre a tu exaltadísima Palabra, y desata su lengua para celebrar tu alabanza, y haz que se reúna con aquellos de tu pueblo que están cerca de Ti. Tú eres Aquel en cuyo puño está el imperio de todas las cosas. No hay Dios sino Tú, el Todopoderoso, el que Ayuda en el Peligro, el Todoglorioso, el Irrestringido.
¡Magnificado sea tu nombre, oh Tú en cuyo puño están las riendas de las almas de todos aquellos que Te han reconocido, y en cuya diestra se halla el destino de todos los que están en el cielo y todos los que están en la tierra. Tú hace, por medio de la fuerza de tu poder, lo que deseas, y ordenas, por tu volición, lo que Te place. La voluntad del mas decidido entre los hombres no es nada en comparación con las compelentes pruebas de tu voluntad, y la determinación de la más inflexible entre tus criaturas se disipa ante las múltiples revelaciones de tu propósito.
Tú eres Aquel Quien, por medio de una palabra de tu boca, ha extasiado a tal punto los corazones de tus escogidos, que ellos en su amor por Ti se han desprendido de todo excepto de Ti, y han dado sus vidas y sacrificado sus almas en tu sendero, y han soportado, por tu amor, lo que ninguna de tus criaturas ha soportado.
¡Soy una de tus siervas, oh mi Señor! He vuelto mi rostro hacia la morada de tu misericordia, y he buscado las maravillas de tus múltiples favores, por cuanto todos los miembros de mi cuerpo proclaman que Tú eres el Todomunífico, Aquel cuya gracia es inmensa.
¡Oh Tú, cuyo rostro es el objeto de mi adoración, cuya belleza es mi santuario, cuya morada es mi objetivo, cuya alabanza es mi esperanza, cuya providencia es mi compañera, cuyo amor es la causa de mi existencia, cuya mención es mi consuelo, cuya proximidad es mi deseo, cuya presencia es mi más caro anhelo y elevadísima aspiración!, te suplico que no me niegues aquello que Tú ordenaste para los elegidos entre tus siervos. Provéeme, entonces, con el bien de este mundo y el venidero.
Tú verdaderamente eres el Rey de todos los hombres. No hay Dios sino Tú, el que siempre perdona, el Más Generoso.
¡Glorificado eres, oh Señor mi Dios! Te suplico, por Aquel Quien es la Aurora de tus signos y la Manifestación de tus nombres, y el Tesoro de tu inspiración, y el Depositario de tu sabiduría, que envíes a tus amados aquello que les permita asirse firmemente a tu Causa, y reconocer tu unidad y confesar tu unicidad, y dar testimonio de tu divinidad. Elévalos, oh mi Dios, a tales alturas, que reconozcan en todas las cosas las señales del poder de Aquel Quien es la Manifestación de tu muy augusto y Todoglorioso Ser.
Tú eres Aquel, oh mi Señor, Quien hace lo que desea, y ordena lo que Le place. Todo poseedor de poder se halla desamparado ante las revelaciones de tu poder, y toda fuente de honor se vuelve abyecta cuando es confrontada con las múltiples evidencias de tu gran gloria.
Te ruego, por Ti y todo cuanto es tuyo, que hagas que pueda yo ayudar a tu Causa y proclamar tu alabanza, y depositar mi corazón en el santuario de tu gloria, y desprenderme de todo lo que pertenezca a Ti. No hay otro Dios fuera de Ti, el Dios de poder, el Dios de gloria y sabiduría.
¡Alabado sea, oh Señor mi Dios! Tú ves mi perplejidad, y la profundidad de mi angustia, y la agonía de mi alma y las aflicciones que me acosan. ¡Por tu gloria! Mi corazón clama a Ti a causa de lo que les ha sucedido a mis amados en tu sendero, y mis ojos derraman lágrimas por aquellos quienes, en estos días han ascendido hacia Ti, quienes han arrojado al mundo tras de sí, y dirigido sus rostros hacia las orillas de tu trascendente misericordia.
Atavíalos, oh mi Dios, con el manto de tu favor y la vestidura de tu amorosa providencia, los cuales Tu has reservado para tu propio Ser y has tejido con las manos de tus múltiples dádivas y dones. Dadles de beber, entonces, con las manos de tu amorosa bondad, de las copas de tu inmensurable misericordia. Además, oh mi Bienamado, haz que moren dentro de los recintos de tu corte y alrededor de tu muy refulgente Tabernáculo. Potente eres Tú para hacer lo que Te place.
Y ahora, Te imploro, por la eternidad de tu Ser, que me permitas ser paciente en estas tribulaciones, las cuales han hecho gemir al Concurso de lo alto y llorar a los moradores del Paraíso sempiterno, y a través de las cuales todos los rostros se han cubierto con el atezado polvo, provocado por la angustia que se ha apoderado de aquellos siervos tuyos que se han vuelto hacia tu Nombre, el Más Exaltado, el Altísimo. No hay Dios sino Tú el Todopoderoso, el Inaccesible, el Siempre Perdonador, el Más Compasivo.
Todos tus siervos, oh mi Dios, están ocupados consigo mismos, tan grandes han sido las aflicciones las que, por tu decreto, los han rodeado de todos lados. No obstante, mi lengua está decidida a ensalzar a tus escogidos, y mi corazón a recordar a aquellos que Te son queridos y están completamente sujetos a tu voluntad.
No repares en mi condición, oh mi Dios, ni en mi omisión por servirte, sino considera más bien los océanos de tu misericordia y favores, y lo que corresponde a tu gloria y perdón y conviene a tu amorosa bondad y generosidad. Tú eres, en verdad, el Siempre Perdonador, el Más Generoso.
¡Alabanzas sean para Ti, oh Señor mi Dios! Tú ves lo que la lengua de nadie sino Tú puede proferir, y atestiguas hasta cosas que ninguna boca puede relatar. Torrentes de aflicciones se han soltado, y los vientos de tu juicio han soplado, y desde las nubes llueven los dardos de las pruebas, y los cielos de tu decreto arrojan las flechas de la tribulación.
Tú ves, oh mi Señor, cómo tus siervos, quienes han creído en Ti y reconocido tus signos, han caído en las garras de tus enemigos, cómo las puertas del descanso y la tranquilidad se han cerrado para ellos, cómo languidecen en la Fortaleza donde ni agrado ni esperanza pueden ser hallados. Han sufrido en tu sendero lo que ningún hombre antes de ellos ha sufrido. Ello lo atestiguan quienes moran alrededor de tu trono, y los habitantes de la tierra, y el Concurso de lo alto.
Éstos, oh mi Dios, son tus siervos, quienes por amor a tu belleza, han dejado sus hogares, y han sido de tal manera impelidos por las suaves brisas de su anhelo por Ti, que han roto toda ligadura en tu sendero. Aquellos de tus siervos que habitan en tu tierra y han transgredido contra Ti, los han asediado, desterrándolos de tus ciudades, haciéndolos cautivos, entregándolos de tus ciudades, haciéndolos cautivos, entregándolos en las manos de los obradores de iniquidad entre tu pueblo y de los perversos entre los forjadores de maldad en tu reino. Y, finalmente, ellos fueron obligados a permanecer en este lugar, el cual ningún otro lugar de todo tu dominio, por aborrecible que fuere, puede ser comparado. Sufrieron tales pruebas que las nubes lloran por ellos, y el trueno ruge debido a las múltiples tribulaciones que los han afligido en su amor por Ti y en aras de tu complacencia.
Tú muy bien conoces, oh mi Dios, que nadie en tu tierra puede afirmar estar emparentado contigo salvo éstos, algunos de los cuales han sufrido el martirio por amor a Ti, mientras que al resto le ha sido permitido sobrevivir. Aunque no es propio de quienes son como nosotros, oh mi Dios, afirmar estar emparentado contigo, por cuanto nuestras malas acciones y nuestro descarrío nos han impedido alcanzar las profundidades del océano de tu unicidad, y sumergirnos en las aguas de tu trascendente misericordia, sin embargo, nuestras lenguas, oh mi Dios, atestiguan, y nuestros corazones testifican, y nuestros miembros confiesan, que tu misericordia ha envuelto todas las cosas creadas, y tu compasión ha sobrepasado a todos los que están en el cielo y todos los que están en la tierra.
Te suplico, por tu Más Grande Nombre, por medio del cual todas las cosas creadas fueron desgarradas y la entera creación fue agitada, que envíes desde las nubes de tu misericordia, aquello que les librará de todo ordalía y de todo cuanto Te es detestable. Elévales, entonces, a tales alturas, que las tribulaciones, por muchas que fueren, no les aparten de tu maravillosa recordación, ni aflicción alguna les impida volverse hacia la corte de tu trascendente unicidad.
¡Por tu poder, oh Bienamado de Bahá y Deseo de su corazón! Yo mismo, bajo todas las condiciones, clamo a Ti diciendo: « ¡Si antes de este Día me hubiese acercado a Ti!» Sin embargo, cuando oigo los suspiros de aquellos de entre tu pueblo que están enteramente dedicados a Ti, y de aquellos de tus siervos que gozan de cercano acceso a tu corte, quienes no han tenido otro amigo más que Tú, ni han buscado otro refugio fuera de Ti, quienes han escogido para sí mismos, en tu sendero, lo que ningún hombre ha escogido en los días de las Manifestaciones de tu trascendente unidad y las Auroras de tu santa soberanía, entonces mi corazón se entristece y mi alma se acongoja, y yo Te invoco, implorándote que los protejas, por tu poder que ha envuelto la creación entera, tanto visible como invisible, de todo cuanto Te sea detestable. Y esto, no por ellos, sino para que, a través de ellos, permanezca tu nombre entre tus siervos, y tu recuerdo continúe perdurando en tus dominios.
Tú conoces, oh mi Dios, que todos tus siervos se han apartado de Ti y se han revelado contra Ti. Tú sabes que no tienes a quien Te obedezca, salvo ellos y aquellos que han creído en tu Revelación, mediante la cual han sido sacudidos los cimientos del universo entero, y se han estremecido las almas de todos los hombre, y han sido vivificados todos los que estaban dormidos. Tú eres, oh mi Dios, el Dios de munificencia, cuya gracia es inmensa.
Has descender, entonces, sobre ellos, lo que afiance sus corazones, y aquiete sus almas, y renueve sus espíritus, y refresque sus cuerpos. Tú eres, verdaderamente, su Señor y el Señor de los mundos.
¡Alabado sea Dios, el Señor de toda creación!
¡Gloria a Ti que eres el Señor de todos los mundos y el Amado de los que te han reconocido! Tú me ves sentado bajo una espada suspendida por un hilo y Tú sabes que en tal estado yo no he faltado a mi deber hacia tu Causa: ni al esparcir tu alabanza, ni al proclamar tus perfecciones y declarar todo lo que Tú me has prescrito en tus tablillas. Aunque la espada esté dispuesta a caer sobre mi cabeza, yo llamo a los que Tú amas con tales acentos que sus corazones son llevados hacia el horizonte de tu majestad y de tu grandeza.
Purifica sus oídos, oh mi Señor, para que oigan las dulces melodías que se han elevado desde la mano derecha del Trono de tu Gloria. ¡Juro por tu poder! Aquel que quisiera sintonizar sus oídos con esta armonía, volaría hasta el reino de tu Revelación, ese reino en el que todas las criaturas proclaman que Tú eres Dios y que no hay otro Dios más que Tú, el Omnipotente, el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo. Limpia, oh mi Dios, los párpados de tus siervos y arróbales hasta tal punto, con la dulzura de tus palabras, que las calamidades sean impotentes para impedirles volverse hacia Ti y dirigir sus miradas hacia el horizonte de tu Revelación.
La oscuridad ha envuelto a todos los pueblos, oh mi Dios, y ha hecho temblar a la mayoría de tus siervos. Te suplico, por tu Nombre Más Grande, que hagas surgir en cada ciudad una nueva creación que se vuelva hacia Ti, te recuerde entre tus siervos, despliegue por virtud de sus palabras y sabiduría las enseñas de tu victoria y se desprenda de todas las cosas creadas.
Potente eres Tú para hacer lo que te place. No hay Dios sino Tú, el Omnipotente, cuya ayuda todos los hombres imploran.
Gloria sea a Ti, Tú en cuya mano se hallan el cielo de la omnipotencia y el reino de la creación. Por tu soberanía, Tú haces lo que deseas, y por la fuerza de tu poder, ordenas lo que Te place. Desde la eternidad, has sido exaltado por encima de la alabanza de todas las cosas creadas y hasta la eternidad, permanecerás muy por encima de la glorificación de cualquiera de tus criaturas. La existencia misma atestigua su no-existencia, al ser enfrentada a las múltiples revelaciones de tu trascendente unicidad, y toda cosa creada confiesa, por su propia naturaleza, que nada es al compararse con los sagrados esplendores de la luz de tu unidad. Tú has sido, en Ti mismo, independiente de nadie fuera de Ti, y suficientemente rico, en tu propia esencia, como para prescindir de cualquiera que no seas Tú. Toda descripción mediante la cual Te describen aquellos que adoran tu unidad, y toda alabanza con la cual Te alaban quienes están consagrados a Ti, no son sino los trazos de la pluma que han hecho correr los dedos de tu fortaleza y poder, dedos cuyo movimiento está gobernado por el brazo de tu decreto, brazo que es animado a su vez por la potencia de tu fuerza.
¡Tu gloria me lo atestigua! ¿Cómo puedo yo, siendo consciente de esta verdad, esperar mencionarte dignamente y celebrar tu alabanza? Como quiera que Te describa, cualesquiera de tus virtudes que relate, no puedo sino ruborizarme y sentirme avergonzado por lo que mi lengua ha pronunciado o mi pluma ha escrito.
La quintaesencia del conocimiento, oh mi Señor, proclama su impotencia para conocerte, y la perplejidad, en su misma alma, confiesa su desconcierto frente a las revelaciones de tu soberano poder, y la recordación en su íntimo espíritu, reconoce su olvido y su eliminación ante las manifestaciones de tus signos y las evidencias de tu alabanza. ¿Qué puede, entonces, esperar lograr esta pobre criatura, y a qué cuerda habrá de aferrarse esta alma desdichada?
Te imploro, ¡oh Tú que eres el Señor de los mundos, Bienamado de los que te han reconocido, Deseo de todos los que están en el cielo y en la tierra!, por tu Nombre -mediante el cual la súplica de cada creyente ha ascendido al cielo de tu trascendental santidad, el buscador se ha elevado hacia las sublimidades de tu unidad y de tu grandeza, los defectuosos han sido perfeccionados, los humillados exaltados, la lengua de cada tartamudo librada, los enfermos sanados y cualquier cosa incompatible con las normas de tu alteza e indigna de tu soberanía, hecha aceptable por Ti- que nos ayudes con tus invisibles huestes y con una compañía de los ángeles de tu Causa. Acepta, pues, las obras que hemos hecho por amor hacia Ti y por complacerte. No nos rechaces, oh mi Dios, de la puerta de tu misericordia y no nos quites nuestras esperanzas en las maravillas de tu gracia y en tus favores.
Nuestros cuerpos y nuestros miembros, oh mi Dios, atestiguan tu unidad y singularidad. Haz descender sobre nosotros tu fuerza y tu poder, con el fin de lograr tesón en tu Fe y ayudarte entre tus siervos. Ilumina nuestros ojos, oh mi Dios, con el resplandor de tu hermosura y alivia nuestros corazones con el brillo de tu ciencia y sabiduría. Inclúyenos entre aquellos que han cumplido su promesa hacia tu Convenio en tus días y entre quienes por amor a Ti se han desprendido del mundo y de todo lo que en él existe.
Poderoso eres Tú para hacer lo que te place. No hay otro Dios más que Tú el Todopoderoso, el Omnisciente, el Supremo Regidor, el que ayuda en el peligro, el Autosuficiente.
Oh Tú, cuya proximidad es mi deseo, cuya presencia es mi esperanza, cuyo recuerdo es mi anhelo, cuya corte de gloria es mi objetivo, cuya morada es mi propósito, cuyo nombre es mi curación, cuyo amor es el esplendor de mi corazón, cuyo servicio es mi más elevada aspiración. Te imploro por tu Nombre, mediante el cual has permitido que aquellos que te han reconocido se remonten a las más sublimes alturas de tu conocimiento y has facultado a quienes te adoran con devoción para que asciendan a los recintos de la corte de tus sagrados favores, que me ayudes a volver mi rostro hacia tu semblante, a fijar mis ojos en Ti y a hacer mención de tu gloria.
Yo soy aquel, oh mi Señor, que se ha olvidado de todo excepto de Ti, se ha vuelto hacia la aurora de tu gracia y ha abandonado todo menos a Ti con la esperanza de acercarse a tu corte. Heme aquí, pues, elevando mis ojos hacia la sede que brilla con los resplandores de la luz de tu semblante. Por tanto, haz descender sobre mí, oh mi Bienamado, aquello que me permita ser firme en tu Causa, de modo que las dudas de los infieles no me impidan volverme hacia Ti.
Tú eres verdaderamente el Dios de Poder, el que ayuda en el peligro, el Todoglorioso, el Todopoderoso.
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Tú eres Aquel, la excelencia de cuya gloria ha exaltado a aquellos quienes son las fuentes de autoridad y honor; la potencia de cuya fuerza ha habilitado a aquellos quienes son los manantiales de energía y fortaleza; el dominio de cuya voluntad ha elevado a los Exponentes de tu Causa por encima de todos los que están en el cielo y en la tierra; las vivificantes efusiones de cuya Pluma han hecho revivir las almas de los moradores del reino de la creación.
Yo soy aquel, oh mi Señor, quien enteramente por tu amor, ha vuelto su rostro hacia Ti, y reconociendo tu poder y soberanía, ha dirigido sus pasos hacia tu querido Santuario y tu adorada y santificada Corte. En este estado he llegado a la Ciudad10 donde Te revelaste, en la gloria plena de tus nombres, a todas las cosas creadas. En ella he comulgado con tus amados, y de la Casa que se encuentra dentro de sus murallas, he aspirado los hálitos de tu santidad y percibido las fragancias de tu compañía.
No me arrojes de tu presencia, oh mi Señor, ni hagas que me aleje de las playas de tu amor y complacencia. Pues el pobre no puede hallar amparo a menos que llame al portal de tu riqueza, y el extraviado no puede hallar paz hasta que no sea admitido en la corte de tu favor.
Magnificado sea tu nombre, oh mi Señor, por haberme permitido reconocer a la Manifestación de tu propio Ser, y hacerme sentir seguro de la verdad de los versículos que han descendido de Ti. Capacítame, Te lo imploro, para asirme firmemente a todo lo que me has ordenado observar. Ayúdame a guardar las perlas de tu amor que, por tu decreto, has atesorado dentro de mi corazón. Envíame además, en todo momento de mi vida, oh mi Dios, lo que me resguarde contra cualquiera que no seas Tú, y haga firmes mis pies en tu Causa.
Tú eres, verdaderamente, el Dios de gloria, el Dios de poder, el Dios de conocimiento y sabiduría. No existe otro Dios fuera de Ti, el Gran Dador, el Todomunífico, el Omnipotente, el Siempre Perdonador.
Alabado sea Dios, el Todoglorioso, el que Todo lo Compele.
¡Glorificado seas Tú, oh Señor, mi Dios!
Te doy gracias porque me has dado la existencia en tus días y me has infundido tu amor y tu conocimiento. Te imploro por tu Nombre (mediante el cual las bellas perlas de tu sabiduría y tus palabras fueron sacadas del tesoro de los corazones de aquellos siervos tuyos que se encuentran próximos a Ti, y por medio del cual el Sol de tu Nombre, el Compasivo, ha derramado su refulgencia sobre todos los que están en tu cielo y en tu tierra), que me proveas, por tu gracia y tu generosidad, con tus maravillosas y ocultas dádivas.
Estos son los primeros días de mi vida, oh mi Dios, que Tú has vinculado a tus propios días. Ya que me has conferido tan gran honor, no me prives de las cosas que has ordenado para tus elegidos.
¡Oh mi Dios! No soy más que una pequeña semilla que Tú has sembrado en el suelo de tu amor y has hecho brotar por la mano de tu bondad. Por tanto, esta semilla anhela, en su más íntimo ser, las aguas de tu merced y de la fuente viva de tu gracia. Haz descender sobre ella, desde el cielo de tu amorosa bondad, aquello que le permita florecer bajo tu sombra y en los confines de tu corte. Tú eres quien riega los corazones de todos los que te han reconocido, con tu caudalosa corriente y con la fuente de tus aguas vivas.
¡Alabado sea Dios, Señor de los mundos!
Te suplico, oh mi Señor, por tu memoria, mediante la cual todas las cosas han tomado vida y todos los rostros se tornaron radiantes, que no frustres las ilusiones que abrigo hacia las cosas que Tú posees. Haz posible, por tu Misericordia, que me cobije bajo la sombra que protege todas las cosas.
¡Oh mi Señor! Sé Tú mi único deseo, mi finalidad, mi única esperanza, mi objetivo constante, mi morada y mi santuario. Haz que el objetivo de mi ardiente búsqueda sea tu más resplandeciente, adorable y siempre bendita hermosura. Te imploro, oh mi Dios, por cualquier cosa que sea tuya, que mandes con la diestra de tu poder aquello que exalte a tus amados y confunda a tus enemigos.
No existe otro Dios más que Tú. Tú eres mi único amado en este mundo y en el mundo venidero. Tú eres el único deseado por todos los que te han reconocido.
¡Alabado sea Dios, Señor de los mundos!
Alabado seas, oh mi Dios, puesto que has sido fiel a lo que la Pluma de tu Revelación ha inscrito en las Tablas enviadas por Ti a Aquellos a Quienes Tú has escogido por sobre todas tus criaturas, y mediante Quienes has abierto los portales de tu misericordia, y derramado el esplendor de la luz de tu guía. Gloria sea a Ti, pues has descubierto lo que desde la eternidad ha estado oculto dentro del Tabernáculo de tu majestad, tu omnipotencia y gloria, y con lo cual engalanaste el cielo de tu Revelación y adornaste las páginas del libro de tu testimonio.
Y cuando se hubo cumplido la Promesa y apareció el Prometido, fue rechazado por aquellos de tus siervos quienes profesan haber creído en Aquel en Quien tu Deidad estaba manifiesta, a Quien Tú ordenaste que fuera el Anunciador de esta Revelación, y por cuyo advenimiento, los ojos de los moradores del santuario de tu unidad fueron animados.
No conozco, oh mi Señor, ni su razonamiento en virtud del cual Te han reconocido y han creído en tus signos, ni su argumento por el cual han repudiado tu soberanía. Cada vez que los llamo hacia Ti diciendo: « ¡Oh pueblo! Considerad las expresiones del Señor vuestro Dios que se encuentran en vuestras manos y aquellas que han descendido del cielo de su voluntad y poder», ellos ponen reparos y Te vuelven la espalda, aunque -como Tú sabes- cada una de las palabras que han procedido de la boca de tu voluntad, derrama la fragancia de los hálitos de tu merced.
Algunos han escogido adherirse a aquel quien es considerado indigno de platicar con alguien de entre tus siervos que guardan tu puerta11, cuanto menos de entrar en la corte en la cual habla la lengua de tu majestad. Purifica sus corazones y sus ojos, oh mi Señor, para que vean con sus ojos y comprendan con sus corazones, para que tal vez sean atraídos por tus palabras hacia la Aurora de tu inspiración, y se acerquen a la apacible corriente de tu conocimiento.
Tú eres Aquel, oh mi Señor, Quien, en cada línea de tu Libro, has celebrado por mí, convenio con ellos, y lo has hecho tan firme que ninguna de tus criaturas puede evadirlo por más tiempo. Tú dijiste y tu palabra es la verdad: « Una sola letra proveniente de Él excede todo cuanto ha sido revelado en el Bayán».
Tú consideras, por tanto, oh mi Dios, cómo han transgredido contra tu Causa, y contemplas lo que sus manos han obrado en tus días. Tan atrozmente me han agraviado, que el Árbol del Loto de tu Revelación gime, y los moradores del Tabernáculo de tu majestad y los habitantes de las ciudades de tus nombres se lamenta. No sé, oh mi Dios, por qué razón se han alzado para oprimirme, ni por qué prueba se han apartado de Aquel Quien es la Autora de tus signos. Te suplico, oh Tú Quien eres el Señor de todos los nombre y el Creador de los cielos, que los ayudes a actuar equitativamente en tu Causa, que quizá descubran las suaves fragancias del manto de tu misericordia, y vuelvan sus rostros hacia el horizonte que brilla con el fulgor de la luz de tu rostro. Débiles ellos son, oh mi Señor, y Tú eres el Señor de fortaleza y poder. No son sino pobres, y Tú eres el Todo Poseedor, el Más Generoso.
Tú bien sabes, oh mi Dios, que a lo largo de toda mi vida no he buscado provecho alguno para mí mismo. He ofrendado mi espíritu y todo mi ser por la exaltación de tu palabra entre tus criaturas y la glorificación de tu nombre entre tus siervos. Tú me enviaste con un Testimonio tal, que Aquellos Quienes son los Exponentes de tu Revelación y las Auroras de tu inspiración, Se inflamaron con vehemente anhelo. Por él fue establecida tu prueba, y se cumplió tu munificencia, y se perfeccionó tu Causa, y se dieron a conocer tus palabras, y fueron descubiertas tus claras señales.
Tú sabes, oh mi Dios, que solo he deseado lo que Tú has deseado, y anhelo lo que Tú anhelas. Si proclamara ante tus siervos las cosas que Tú, por tu munificencia, me has inspirado y me has ordenado pronunciar entre tus criaturas, los opresores entre tu pueblo me pondrían reparos. Y si guardase silencio y dejase de celebrar las maravillas de tu alabanza, todos los miembros de mi cuerpo serían impulsados a exaltarte. No sé qué es el agua con la cual me creaste, o qué es el fuego que encendiste dentro de mí. ¡Juro por tu gloria! No cesaré de hacer mención de Ti, aunque todos los que están en tu cielo y en tu tierra se alcen contra mí. Yo Te magnificaré en toda circunstancia, con mi corazón enteramente libre de todo apego al mundo y a todo cuanto en él existe.
Alabado seas Tú, el Bienamado de los corazones de todos aquellos que Te han reconocido.
¡Loado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! Tú ves cómo mi mirada está fija en tus tiernos favores, y cómo mis ojos están dirigidos hacia el horizonte de tu gracia y amorosa bondad, y cómo mis manos están extendidas hacia el cielo de tus dádivas. ¡Tu poder me lo atestigua! Cada miembro de mi cuerpo clama a Tu, diciendo: « ¡Oh Tú Quien eres el Bienamado de los mundos , y el Señor de todos los que están en el cielo y en la tierra, y el único Deseo de los corazones que están consagrados a Ti! Yo Te imploro, por tu Océano hacia el cual Tú llamaste a todos los moradores del cielo y a todos los habitantes de la tierra, que ayudes a tus siervos quienes han sido impedidos de volverse hacia él y aproximarse a sus orillas. Haz entonces, oh mi Dios, que se desprendan de todo salvo de Ti y permíteles proclamar tu alabanza y exaltar tus virtudes. Provéeles además, oh mi Dios, que se desprendan de todo salvo de Ti y permíteles proclamar tu alabanza y exaltar tus virtudes. Provéeles además, oh mi Dios, con el escogido Vino de tu misericordia, para que les haga olvidar a quienquiera no seas Tú y levantarse a servir a tu Causa, y ser firmes en su amor a Ti. Tú eres, verdaderamente, el Señor de sus vidas y el Objeto de su adoración. Si fueran rechazados por Ti, ¿quién los miraría entonces?; y si fueran apartados lejos de Ti, ¿quién existe que pueda ayudarles a aproximarse a tu presencia? ¡Juro por tu poder! No hay refugio adonde huir, fuera de Ti, ni amparo salvo tu amparo; ni protección fuera de tu protección. ¡Ay de aquél quién haya tomado por Señor a quienquiera no seas Tú, y bienaventurados sean aquellos que se han librado de todo apego a todos los habitantes de tu tierra, y se han aferrado al borde de tu munificencia. Ellos, el pueblo de Bahá, ante todos los que están en el cielo y todos los que están en la tierra. No hay Dios sino Tú, el Omnisciente, el Sapientísimo».
Alabado sea Dios, Señor de todos los mundos.
No sé, oh mi Dios, si he de proclamar las maravillas de tu alabanza entre tus siervos, y poner al descubierto ante ellos los secretos de tu misericordia y los misterios de tu Causa, o he de mantenerlos ocultos en el receptáculo de mi corazón. Aunque el amante es renuente a compartir con otro su íntima conversación con su amado, mas en cualquier momento en que me llegue tu ineludible mandato de declarar tu Causa, lo obedeceré sin vacilar. Te proclamaré, sin dejarme intimidar por los dardos de la aflicción que puedan caer sobre mí desde las nubes de tu decreto.
¡Juro por tu poder! Ni las huestes de la tierra ni las del cielo pueden impedirme revelar lo que Tú me has ordenado manifestar. No tengo voluntad ante tu voluntad, y no puedo abrigar deseo alguno en presencia de tu deseo. Por tu gracia, en todo momento estoy preparado para servirte y me encuentro libre de todo afecto a cualquiera que no seas Tú.
Sin embargo, lo que yo deseo, oh mi Dios, es que Tú me ordenes revelar las cosas que yacen ocultas en tu conocimiento, a fin de que aquellos quienes están completamente consagrados a Ti puedan, en su anhelo por Ti, remontarse a la atmósfera de tu unicidad, y los infieles sean presa del estremecimiento y regresen al fuego abismal, la morada que les ha sido ordenada por Ti a través de la fuerza de tu soberano poder.
Tú observas, oh mi Señor, cómo tus amados son penosamente hostigados por tus enemigos, escuchas sus suspiros desde todas partes a raíz de lo que les ha acontecido en tu sendero. Tú sabes, oh mi Señor, que su único deseo ha sido buscar tu rostro, y que el único Objeto de su adoración has sido Tú. Aquellos que los agraviaron no tenían otro propósito que apartarlos de Ti, y extinguir el fuego que habían encendido con las manos de tu omnipotente fuerza.
Rompe el sello de los labios de tu voluntad, oh mi Señor, y has que de ellos proceda una palabra que someta a sí mismo al mundo y todo cuanto en él existe. ¿Hasta cuándo observarás estas cosas y Te demorarás, oh mi Dios? La oscuridad ha envuelto a toda la tierra, y tus señales están a punto de ser destruidas en toda la extensión de tu reino.
Perdóname, oh mi Dios, por lo que he dicho, ya que Tú eres Aquel Quien conoce todas las cosas, y en Ti se hallan guardados los secretos que están ocultos a todos salvo a Ti mismo. Cuando tu promesa se cumpla, manifestarás lo que Tú deseas, y dominarás como Te plazca. Hemos de desear solo lo que Tú has deseado para nosotros. En Ti está el conocimiento de todas las cosas, y tuyo es el resultado de todas las cosas. Tú eres, ciertamente, la Verdad, y el Conocedor de las cosas invisibles.
Perdona, entonces, mis pecados y los pecados de quienes me aman, y provéeles con el bien de este mundo y del próximo.
Tú eres, verdaderamente, el Siempre Perdonador, el Más Compasivo.
¡Alabado seas, oh mi Dios! Tú observas tanto el desamparo de tus amados como el ascendiente de tus enemigos; la miseria de tus escogidos como lo gloria de aquellos que se han opuesto a tu Causa y han repudiado tus signos. Estos último niegan tus señales, y no Te retribuyen por los beneficios temporales que Tú les has conferido, en tanto que aquellos Te agradecen por lo que les ha acontecido en su ansia por participar de los dones eternos que Tú posees.
¡Cuán dulce es pensar en Ti en momentos de adversidad y prueba, y cuán agradable es glorificarte estando cercado por los impetuosos vientos de tu decreto! Tú muy bien sabes, oh mi Dios, cuan pacientemente he soportado cualesquier aflicción en tu sendero. Es más, percibo que todos los miembros y extremidades de mi cuerpo anhelan la tribulación, para que yo pueda manifestar tu Causa, ¡oh Tú Quien eres el Señor de todos los nombres! Las aguas de tu amor me han preservado en el reino de tu creación, y el fuego de mi recordación de Ti me ha inflamado, ante todos los que están en el cielo y en la tierra. Grande es mi bienaventuranza, y grande la bienaventuranza de este fuego cuya llama pregona: « ¡No hay Dios sino Tú, Quien eres el Objeto de la adoración de mi corazón, y la Fuente y Centro de mi alma!»
¡Tu gloria me lo atestigua! Si todos los que están en los cielos y todos los que están en la tierra se unieran y trataran de impedirme recordarte y alabarte, ciertamente no tendrían poder sobre mí, y no lograrían su propósito. Y si los infieles me diesen muerte, mi sangre, por tu mandato, alzaría su voz y proclamaría: « ¡No hay Dios sino Tú, oh Tú Quien eres el Deseo de mi corazón!» Y si mi carne fuese hervida en la caldera del odio, su emanación se elevaría hacia Ti y exclamaría: « ¿Dónde estás, oh Señor de los mundos, Tú, el Único Deseo de aquellos quienes Te han conocido?» Y si fuera arrojado al fuego, mis cenizas -lo juro por tu gloria- declararían: « El joven, verdaderamente, ha alcanzado aquello que había suplicado a su Señor, el Todoglorioso, el Omnisciente».
¿Cómo, entonces, puede tal hombre sentirse temeroso de la asociación de los reyes con el objeto de agraviarlo en tu Causa? No, no; lo juro por Tí mismo, ¡oh Tú Quien eres el Rey de reyes! Tal es mi amor por Ti, que a nadie puedo temer, aunque dispuestas en orden de batalla estén contra mí las fuerzas de todos los mundos. Solo y sin ayuda, por la fuerza de tu poder, me levanto a proclamar tu Causa, sin temor por las huestes de mis opresores.
Clamo a todos cuantos habitan la tierra, diciendo: « Temed a Dios, oh vosotros siervos de Dios, y no os permitáis ser privados de este límpido Vino que ha manado de la diestra del trono de la misericordia de vuestro Señor, el Más Misericordioso. ¡Juro por Dios! Mejor es para vosotros lo que Él posee que las cosas que vosotros poseéis, y las que habéis buscado y estáis ahora buscando en esta vida vana y vacía. Abandonad el mundo y dirigid vuestros rostros hacia el Horizonte Todoglorioso . Quien haya participado del vino de su recordación olvidará toda otra recordación, y quien Le haya reconocido, se librará de todo afecto a esta vida y todo lo que a ella pertenece».
Te imploro, oh mi Dios y mi Dueño, por tu palabra, mediante la cual aquellos quienes han creído en tu unidad se han elevado a la atmósfera de tu conocimiento, y aquellos quienes están consagrados a Ti han ascendido hasta los cielos de tu unicidad, que inspires a tus amados con lo que afiance sus corazones en tu Causa. Dótalos de tal constancia, que nada en absoluto les impida volverse hacia Ti.
Tú eres, verdaderamente, el Generoso, el Munífico, el Perdonador, el Compasivo.
Tú contemplas, oh mi Dios, cuán aturdidos en su embriaguez están tus siervos, quienes se han apartado de tu belleza y han puesto reparos a lo que ha descendido de la diestra del trono de tu majestad. Tú llegaste, oh mi Dios, en las nubes de tu espíritu y tu prolación y, ¡he aquí!, la creación entera se sacudió y estremeció, y se hicieron palpitar los miembros de aquellos que repudiaron tus testimonios, ¡oh Tú en cuyo puño está el señorío de todas las cosas!
Tú eres Aquel, oh mi Dios, Quien ha emplazado a todos los hombres a volverse en la dirección de tu misericordia, y los ha convocado al horizonte de tu gracia y tus dones. Sin embargo, nadie prestó atención a tu llamado, salvo aquellos quienes han abandonado todo menos a Ti, y se han dirigido presurosos hacia la Alborada de tu belleza y el Amanecer de tu inspiración y tu revelación.
Tú sabes, oh mi Dios, que no se encuentra sobre la faz de la tierra nadie que Te recuerde, salvo ellos. Tú ves cómo los opresores entre tus criaturas se han apoderado de ellos. Algunos, oh mi Dios, han derramado su sangre en tu sendero; otros han abandonado sus hogares y vuelto sus rostros hacia la sede de tu trono, y les ha sido impedido entrar en la corte de tu gran gloria, en tanto que otros han sido puestos en prisión y están a merced de los obradores de iniquidad.
Yo Te imploro, oh Tú Quien sostienes en tus manos las riendas de ilimitado poder, que los socorras mediante la maravillosa potencia de tu fuerza. La miseria, oh mi Señor, se ha apoderado de ellos en tu sendero; exáltalos por el poder de tu soberanía. El cansancio los ha afligido en su amor por Ti; hazlos victoriosos, mediante tu fortaleza y tu omnipotencia, sobre tus enemigos.
Aunque soy consciente, oh mi Dios, de que Tú has decretado para ellos aquello que excede todo cuanto existe en tu cielo y en tu tierra, con todo, abrigo el deseo de que Tú los contemples en tus días exaltados y honrados por tus criaturas. Supremo eres Tú por sobre tu creación. Todos están sostenidos en tu puño, y yacen prisioneros en el hueco de tu mano. No existe otro Dios sino Tú, el Omnipotentes, el Omnisciente, el Sapientísimo.
¡Magnificado sea tu nombre, oh mi Dios! Atestiguo que si tus siervos se volvieran hacia Ti con los ojos que Tú creaste en ellos y con los oídos con que Tú les dotaste, serían todos arrobados por una sola palabra enviada desde la diestra del trono de tu majestad. Bastaría solo esa palabra para iluminar sus rostros, y afianzar sus corazones, y hacer que sus almas se elevaran hacia la atmósfera de tu gran gloria, y ascendieran al cielo de tu soberanía.
Te ruego, oh Tú Quien eres el Señor de todos los nombres y el Soberano tanto de la tierra como del cielo, que concedas que todos quienes Te son queridos se conviertan, cada uno de ellos, en una copa de tu misericordia en tus días, para que puedan vivificar los corazones de tus siervos. Permíteles también, oh mi Dios, que sean como la lluvia que cae copiosamente de las nubes de tu gracia, y como los vientos que difunden las primaverales fragancias de tu amorosa bondad, para que a través de ellos se cubra de verdor la tierra de los corazones de tus criaturas, y produzca aquello que ha de esparcir su fragancia por sobre todo tu dominio, de modo que todos puedan percibir el dulce aroma del Manto de tu Revelación. Potente eres Tú para hacer tu voluntad.
¡El poder de tu majestad me lo atestigua! Quienquiera haya bebido del cáliz que la mano de tu misericordia ha ofrecido, se despojará de todas las cosas salvo de Ti, y podrá, por medio de una palabra de su boca, extasiar las almas de aquellos de tus siervos que han dormido en el lecho del olvido y la negligencia, y hacerles volver el rostro hacia tu muy Grande Signo, y no requerir nada de Ti, sino a Ti mismo, y pedirte solo lo que Tú has determinado para ellos por la pluma de tu juicio y prescrito en la Tabla de tu decreto.
Has descender, entonces, sobre tus amados, oh mi Dios, por tu Más Grande Nombre, lo que en todas las condiciones les acerque a Ti. Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Todoglorioso, cuya ayuda es implorada por todos los hombres.
Mis ojos son consolados, oh mi Dios, cuando contemplo las tribulaciones que descienden sobre mí desde el cielo de tu decreto, las cuales me han rodeado por todos lados según tu pluma lo ha establecido irrevocablemente. ¡Juro por tu Ser! Me es grato todo lo que sea tuyo, aunque implique la amargura de mi propia muerte.
Aquel Quien fuera tu Espíritu12, oh mi Dios, retirose enteramente solo en la oscuridad de la noche anterior a su último día en la tierra, y postrando su rostro en el suelo Te suplicó: « Si es tu voluntad, oh mi Señor, mi Bienamado, que esta copa, por tu gracia y generosidad, pase desde mí.»
¡Por tu belleza, oh Tú Quien eres el Señor de todos los nombres y el Creador de los cielos! Puedo aspirar la fragancia de las palabras las cuales, en su amor por Ti, sus labios han pronunciado, y puedo sentir el ardor del fuego que ha inflamado su alma en su ansia por contemplar tu rostro y en su anhelo por la Aurora de la luz de tu unicidad, y el Amanecer de tu trascendente unidad.
En cuanto a mi -y de ello Tú mismo eres testigo- Te llamo diciendo: « No tengo voluntad propia, oh mi Señor, y mi Dueño, y mi Soberano, ante las señales de tu voluntad, ni puedo tener propósito frente a la revelación de tu propósito. ¡Juro por tu gloria! Solo deseo lo que Tú deseas, y aprecio solo lo que Tú aprecias. ¡He escogido para mí mismo lo que Tú mismo has escogido para mí, oh Tú, el Poseedor de mi alma!» Más aún, encuentro que no soy nada en absoluto al enfrentarme a las múltiples revelaciones de tus nombres; cuanto menos al ser confrontado con los refulgentes esplendores de la luz de tu propio Ser. ¡Oh miserable de mí! Si intentara meramente describirte, tal intento sería, él mismo, una prueba de mi impiedad, y atestiguaría mi negligencia ante las claras y resplandecientes señales de tu unicidad. ¿Quién, fuera de Ti, puede pretender ser digno de mención alguna en presencia de tu propia revelación, y quién puede considerarse suficientemente capacitado para alabarte adecuadamente, o enorgullecerse de haber descrito convenientemente tu gloria? Es más -y de ello Tú mismo das testimonio-, se ha hecho incontrovertiblemente evidente que Tú eres el único Dios, el Incomparable, cuya ayuda es implorada por todos los hombres. Desde siempre Tú has estado solo, sin nadie que Te describiera; y permanecerás por siempre el mismo, sin nadie que Te iguale o rivalice contigo. ¿Si se reconociera la existencia de alguien igual a Ti, cómo podría sostenerse que Tú eres el Incomparable, o que tu Deidad es inmensurablemente exaltada por sobre todo par o semejante? La contemplación de las mentes más elevadas que han reconocido tu unidad no han logrado alcanzar la comprensión de Aquel a Quien Tú has creado por medio de la palabra de tu mandamiento, con cuánta mayor razón habrá de ser impotente para remontarse hacia la atmósfera del conocimiento de tu propio Ser. Toda alabanza que lengua o pluma alguna pueda relatar, toda imaginación que corazón alguno pueda discurrir, está excluida de la posición que tu muy exaltada Pluma ha ordenado, cuánto menos podrá alcanzar las alturas que Tu mismo has exaltado sobre la concepción y la descripción de criatura alguna. Pues el intento que realice lo evanescente por concebir los signos del Increado, es como el movimiento de una gota ante el tumulto de tus agitados océanos. No, prohibe, oh mi Dios, que me atreva así a describirte, pues toda similitud y comparación deben pertenecer a lo que es esencialmente creado por Ti. ¿Cómo entonces puede tal similitud y comparación jamás ser digna de Ti, o llegar hasta tu Ser?
¡Por tu gloria, oh mi Dios! Aunque reconozco y creo firmemente que ninguna descripción que nadie excepto Tú mismo haga de Ti, puede corresponder a tu grandeza, y que ninguna gloria atribuida a Ti por alguno que no seas Tú mismo puede jamás ascender hasta la atmósfera de tu presencia, con todo, si guardara silencio, y cesara de glorificarte y de referir tu maravillosa gloria, mi corazón se consumiría y mi alma se desvanecería.
Mi evocación de Ti, oh mi Dios, apaga mi sed y aquieta mi corazón. Mi alma se deleita en su comunión contigo, como el lactante se deleita en los pechos de tu misericordia; y mi corazón Te ansía como el sediento ansía las vivientes aguas de tu generosidad, ¡oh Tú quien eres el Dios de misericordia, en cuya mano está el dominio de todas las cosas!
Te doy gracias, oh mi Dios, porque me has permitido recordarte. ¿Qué más fuera del peligro de Ti puede conceder deleite a mi alma o alegría a mi corazón? La comunión contigo me capacita para prescindir del recuerdo de todas tus criaturas, y mi amor a Ti me permite resistir el daño que me causan mis opresores.
Envía, por tanto, a mis amados, oh mi Dios, lo que anime sus corazones, e ilumine sus rostros, y deleite sus almas. Tú sabes, oh mi Señor, que su felicidad está en contemplar la exaltación de tu Causa y la glorificación de tu palabra. Descubre, por tanto, oh mi Dios, lo que alegre sus ojos, y ordena para ellos el bien de este mundo y del mundo por venir.
Tú eres, verdaderamente, el Dios de poder, de fuerza y de munificencia.
Tú ves, oh mi Dios, cómo los males cometidos por aquellas de tus criaturas que Te han vuelto la espalda se han interpuesto entre Aquel en Quien tu Deidad está manifiesta, y tus siervos. Haz descender sobre ellos, oh mi Señor, lo que les haga ocuparse mutuamente con lo que les concierne. Has entonces, que su violencia se limite a ellos mismos, para que la tierra y los que en ella habitan encuentren la paz.
Una de tus siervas, oh mi Señor, ha buscado tu rostro, y se ha remontado en la atmósfera de tu complacencia. No le niegues, oh mi Señor, las cosas que Tú ordenaste para las elegidas entre tus siervas. Permítele, entonces, que sea tan atraída por tus palabras que celebre tu alabanza en medio de ellas.
Potente eres Tú para hacer lo que Te place. No existe otro Dios sino Tú, el Todopoderoso, cuya ayuda es implorada por todos los hombres.
¡Mi Dios, mi Bienamado! No existe lugar donde alguien pueda huir una vez que tus leyes han sido enviadas, ni refugio que alma alguna pueda hallar luego de la revelación de tus mandamientos. Tú has inspirado a la Pluma con los misterios de tu eternidad, y le has ordenado enseñar al hombre lo que él no conoce, y le has hecho participar de las vivientes aguas de la verdad, contenidas en el cáliz de tu Revelación y tu inspiración.
Sin embargo, tan pronto como la Pluma hubo trazado sobre la tabla una simple letra de tu oculta sabiduría, se elevó de todas direcciones la voz de la lamentación de tus fervorosos amantes. En seguida sobrevino a los justos lo que ha hecho llorar a los residentes del tabernáculo de tu gloria, y gemir a los habitantes de las ciudades de tu revelación.
Considera, oh mi Dios, cómo Aquel Quien es la Manifestación de tus nombres Se encuentra amenazado en estos días por las espadas de tus adversarios. En tal estado, Él clama y emplaza ante Ti a todos los habitantes de tu tierra y los moradores de tu cielo.
Purifica, oh mi Dios, los corazones de tus criaturas con la fuerza de tu soberanía y poder, para que tus palabras penetren profundamente en ellos. No sé lo que hay en sus corazones, oh mi Dios, ni puedo referir sus pensamientos acerca de Ti. Me parece que imaginan que tu propósito al llamarlos a tu altísimo horizonte, es relatar la gloria de tu majestad y poder. Ya que si se hubiesen convencido de que Tú los convocas hacia aquello que ha de recrear sus corazones e inmortalizar sus almas, jamás habrían huido de tu autoridad, ni habrían abandonado la sombra del árbol de tu unicidad. Despeja, entonces, la vista de tus criaturas, oh mi Dios, para que puedan reconocer a Aquel Quien manifiesta a la Deidad como Uno que está santificado de todo lo que pertenece a ellos, y Quien, enteramente por Ti, está llamándolos hacia el horizonte de tu unicidad, en una época en la que en cada momento de su vida está acosado por los peligros. Si su objetivo hubiese sido la preservación de su propio Ser, Él jamás habría sido abandonado a merced de tus enemigos.
¡Juro por tu gloria! He aceptado ser probado por múltiples adversidades sin otro propósito que el de regenerar a todos los que están en tu cielo y en tu tierra. Quienquiera Te haya amado nunca podrá sentir apego a su propio ser, a menos que sea con la finalidad de promover tu Causa; y quien Te ha reconocido, no puede reconocer nada fuera de Ti, ni puede volverse hacia nadie que no seas Tú.
Permite a tus siervos, oh mi Dios, descubrir las cosas que Tú has deseado para ellos en tu Reino. Hazles saber, además, lo que Aquel Quien es el Origen de tus muy excelentes títulos ha estado pronto a soportar, en su amor por Ti, por la regeneración de sus almas, para que se apresuren a alcanzar el Río que es en verdad la Vida, y vuelvan sus rostros en la dirección de tu Nombre, el Más Misericordioso. ¡No los abandones a sí mismos, oh mi Dios! Atráelos, por tu generoso favor, hacia el cielo de tu inspiración. No son más que pobres, y Tú eres el Todo Poseedor, el Siempre Perdonador, el Más Compasivo.
¡Gloria a Ti, oh mi Dios! Los primeros asomos de la primavera de tu gracia han aparecido, cubriendo tu tierra de verdor. Las nubes del cielo de tu munificencia han dejado caer su lluvia sobre esta Ciudad, dentro de cuyos muros está encarcelado Aquel cuyo es el deseo es la salvación de tus criaturas. Por ella, el suelo de esta Ciudad ha sido engalanado, y sus árboles se han cubierto de follaje, y sus habitantes se han alegrado.
Los corazones de tus amados, no obstante, sólo se regocijan por la Divina Primavera de tus tiernas mercedes, por cuya intercesión los corazones son vivificados y las almas son renovadas, y producen sus frutos los árboles de la existencia humana.
Las plantas que germinaron, oh mi Señor, en los corazones de tus amados, se han marchitado. Haz descender sobre ellos, de las nubes de tu espíritu, aquello que haga crecer dentro de sus pechos las tiernas hierbas de tu conocimiento y sabiduría. Regocija entonces, sus corazones, con la proclamación de tu Causa y la exaltación de tu soberanía.
Sus ojos expectantes, oh mi Señor, están vueltos en dirección a tu munificencia, y sus rostros están orientados hacia el horizonte de tu gracia. No sufran ellos, por tu generosidad, la privación de tu gracia. Potente eres Tú, el Todopoderoso, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
Tú ves, oh mi Dios, cómo tus siervos han estado aferrándose firmemente a tus nombres, e invocándolos durante el día y la noche. Y, sin embargo, tan pronto se hubo manifestado Aquel mediante cuya palabra el reino de los nombres y el cielo de la eternidad fueron creados, se separaron de Él y no creyeron en el mayor de tus signos. Le desterraron finalmente del país donde había nacido, para que morara en la más desolada de tus ciudades, aunque todo el mundo había sido edificado por Ti para Él. Dentro de ésta, la Más Grande Prisión, Él ha establecido su sede. Aunque dolorosamente afligido por tales pruebas, como las que el ojo de la creación no ha visto, Él convoca a la gente ante Ti, ¡oh Tú Quien eres el Hacedor del universo!
Te suplico, oh Tú el Modelador de todas las naciones y el Vivificador de todo hueso destinado a convertirse en polvo, que bondadosamente ermitas a tus siervos reconocer a Aquel Quien es la Manifestación de tu Ser y el Revelador de tu trascendente poder, para que, mediante tu fuerza, les sea posible derribar todos los ídolos de sus corruptas inclinaciones y cobijarse a la sombra de tu misericordia que todo lo que abarca, la cual, en virtud de tu nombre, el Más Exaltado, el Todoglorioso, ha sobrepasado a la creación entera.
Yo no sé, oh mi Dios, hasta cuándo continuarán tus criaturas durmiendo en el lecho del olvido y los perversos deseos, alejados de Ti y privados de tu presencia. Acércalos más, oh mi Dios, a la escena de tu resplandeciente gloria, y arroba sus corazones con los dulces sabores de tu inspiración, por la cual aquellos quienes adoran tu unidad, en las alas del anhelo, se han remontado hacia Ti, y quienes están consagrados a Ti, han llegado hasta Aquel Quien es el Punto de Amanecer del Sol de tu creación.
Desgarra, oh mi Señor, los velos que los separan de Ti, para que puedan contemplarte reluciendo sobre el horizonte de tu unicidad y derramando tu esplendor desde el amanecer de tu soberanía. ¡Por tu gloria! Si descubriesen la dulzura de tu recuerdo y percibiesen la excelencia de las coas que les son enviadas de la diestra del trono de tu majestad, desecharían todo cuanto poseen, y se precipitarían hacia el desierto de su anhelo por Ti, para que la mirada de tu amorosa bondad fuese dirigida hacia ellos, y el esplendor del Sol de tu belleza, fuese derramado sobre ellos.
Haz que sus corazones, oh mi Señor, se extasíen con tu recuerdo, y que sus almas se enriquezcan con tu riqueza, y su voluntad se fortalezca, para proclamar tu Causa entre tus criaturas. Tú eres, verdaderamente, el Gran Dador, el Siempre Perdonador, el Más Compasivo.
¡Loado sea tu nombre, oh mi Dios! Tú ves cómo he sido penosamente afligido entre tus siervos, y observas las cosas que me han acontecido en tu sendero. Tú bien sabes que no he dicho una sola palabra sin tu consentimiento, que mis labios jamás se han abierto salvo por tu mandato y en conformidad con tu deseo, que cada hálito que he exhalado ha estado animado con tu alabanza y tu recordación, que he llamado a todos los hombres solo a lo que tus escogidos durante toda la eternidad, han sido llamados, y que les he ordenado observar solo las cosas que les acerquen a la Aurora de tu amorosa bondad, y al Punto de Amanecer de tus favores, y al Horizonte de tu riqueza, y a la Manifestación de tu inspiración y tu revelación.
Tú eres consciente, oh mi Dios, de que no he faltado en mi deber para con tu Causa. En todo momento y condición he esparcido, en cada dirección, las brisas de tu inspiración, y he difundido el suave aroma de la vestidura de tu misericordia, para que quizá tus siervos descubran su fragancia, y por medio de ella, puedan volverse hacia Ti.
Te imploro, oh mi Dios, por las luces de tu unidad y los Repositorios de tu revelación, que envíes desde las nubes de tu misericordia aquello que ha de limpiar los corazones de todos cuantos se han vuelto hacia Ti. Borra entonces, de sus corazones, todo lo que pueda inducir a tus siervos a poner reparos a tu Causa.
Tu voluntad ha prevalecido sobre mi voluntad, oh mi Dios, y ha manifestado aquello que me ha afligido penosamente. Ten, entonces, misericordia de mí, ¡oh Tú Quien eres de todos aquellos que muestran misericordia, el Más Misericordioso!
Asiste a tus siervos, oh mi Dios, en ayudar a tu Causa, y dales de beber lo que vivifique sus corazones en tu reino, para que nada les impida recordarte y exaltar tus virtudes, a fin de que puedan dejar sus hogares en tu nombre, y convoquen a todas las multitudes ante Ti. Guarda sus rostros, oh mi Dios, de volverse hacia alguien que no seas Tú, y sus oídos, de escuchar los dichos de todos aquellos que se han alejado de tu belleza y repudiado tus signos.
Supremo eres Tú por sobre todas las cosas. No existe otro Dios salvo Tú, el Omnisciente, el Sapientísimo.
¡Glorificado eres Tú, oh Señor mi Dios! Tú contemplas mi lamentable estado y la habitación en que vivo, y atestiguas mi perplejidad, mis apremiantes necesidades, mis tormentos y las aflicciones que sufro en medio de tus siervos, quienes recitan tus versos y repudian a su Revelador, quienes invocan tus nombres y ponen reparos a su Creador, quienes procuran acercarse a Aquel Quien es tu Amigo y dan muerte a Quien es el Bienamado de los mundos.
Abre sus ojos, oh mi Dios, y mi Señor, para que puedan contemplar tu belleza, o hazles volver al más profundo abismo de fuego. Potente eres Tú para hacer tu voluntad. Tú eres, verdaderamente, el Todoglorioso, el Sapientísimo.
¡La gloria de tu poder, oh mi Dios, me lo atestigua! Cada vez que intento recordarte, me siento embargado por la sublimidad de tu posición y la inmensidad de tu poder; y cada vez que guardo silencio, he aquí, me siento impulsado por mi amor a Ti y por la potencia de tu voluntad, a desatar mi lengua para hacer mención de Ti. Aquel quien es pobre y necesitado, oh mi Dios, clama a su Señor, el Todoposeedor; y aquel quien está desprovisto de toda fuerza, recuerda a su Amo, el Omnipotente. Si Se digna a aceptar la súplica de su siervo, Él es, verdaderamente, de insuperada generosidad; y si lo echa fuera de Sí, Él es, de entre aquellos que juzgan equitativamente, el mejor. Es de hecho aceptable, oh mi Dios, quien haya vuelto su rostro hacia Ti, y es verdaderamente desposeído, aquel que haya descuidado el recuerdo de Ti en tus días. Bienaventurado sea quien haya gustado de la dulzura de tu recordación y alabanza. Nada, ni siquiera el alzamiento de todos los pueblos del mundo para atacarle, puede impedir a tal hombre dirigir sus pasos hacia los senderos de tu complacencia y los caminos de tu Causa.
Observa, entonces, oh Tú Quien eres el Bienamado de Bahá, las lágrimas que ante Ti él derrama, y contempla los suspiros que profiere, ¡oh Tú Quien eres del Deseo de su corazón! ¡Juro por tu poder, tu majestad y tu gloria! Si heredara de Ti todas las delicias del Paraíso, y las guardara en mi poder tanto tiempo como perdurase tu propio Ser, y si, durante menos que un instante, me volviera descuidado de tu recordación, ciertamente, las desecharía de mí y dejaría de considerarlas. Soy aquel, oh mi Dios, quien por amor a Ti ha dejado el mundo y todos sus beneficios, y voluntariamente ha aceptado toda tribulación en aras de tu recuerdo.
Te imploro, oh Tú Quien eres mi Compañero y mi Bienamado, que levantes el velo que se ha interpuesto entre Tú y tus siervos, para que puedan reconocerte con tu propio ojo y se libren de todo afecto a nadie que no seas Tú. Tú eres, ciertamente, el Todopoderoso, el Siempre Perdonador, el Más Compasivo. No existe otro Dios fuera de Ti, el Más Exaltado, Quien Se Basta a Sí Mismo, Quien Se Enaltece a Sí Mismo, el Todoglorioso, el Sapientísimo.
La alabanza sea para Ti, por cuanto Tú eres, en verdad, el Señor de la tierra y el cielo.
¡Alabanzas sean para Ti, oh Señor mi Dios! Yo soy aquel quien ha buscado la complacencia de tu voluntad, y ha dirigido sus pasos hacia la sede de tus bondadosos favores. Soy aquel que ha dejado todo lo que tenía, quien ha huido hacia Ti en busca de amparo, quien ha vuelto su rostro hacia el tabernáculo de tu revelación y el adorado santuario de tu gloria. Te suplico, oh mi Señor, por tu llamado, por el cual aquellos quienes reconocieron tu unidad han buscado la sombra de tu bondadosísima providencia, y los sinceros han huido lejos de sí mismos en pos de tu nombre, el Más Exaltado, el Todoglorioso, mediante el cual fueron enviados tus versos, y tu palabra fue cumplida y tu prueba manifestada, y surgió el sol de tu belleza, y se estableció tu testimonio, y se descubrieron tus signos: Te suplico que concedas, que pueda yo ser contado entre aquellos que han bebido, de las manos de tu bondadosa providencia, el vino que es en verdad la vida, y de tal modo se han embriagado con tu múltiple sabiduría, que presurosos han acudido al campo del sacrifico con tu alabanza en sus labios y el recuerdo de Ti en sus corazones. Haz descender también sobre mi, oh mi Dios, aquello que me purifique de todo lo que no sea tuyo, y me libre de tus enemigos que no han creído en tus signos.
Potentes eres Tú para hacer tu voluntad. No existe otro Dios fuera de Ti, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Tú ves y sabes que he llamado a tus siervos a volverse solo hacia tus dádivas, y les he pedido que observen solo aquello que Tú prescribiste en tu perspicuo Libro, el que ha sido enviado de acuerdo con tu inescrutable decreto y tu irrevocablemente propósito.
No puedo pronunciar palabra, oh mi Dios, a menos que Tú me lo permitas; ni puedo moverme en dirección alguna si no es con tu aprobación. Eres Tú, oh mi Dios, Quien me has llamado a existir mediante la fuerza de tu poder y me has dotado con tu gracia para manifestar tu Causa, por lo que he sido sometido a tales adversidades que mi lengua no ha podido ensalzarte ni magnificar tu gloria.
Toda alabanza sea para Ti, oh mi Dios, por las cosas que para mí ordenaste mediante tu decreto y el poder de tu soberanía. Te imploro que nos fortifiques, a mi y a quienes me aman, en nuestro amor a Ti, y nos mantengas firmes en tu Causa. ¡Juro por tu poder! ¡Oh mi Dios! Que la deshonra de tu siervo es estar apartado como por un velo de Ti, y su gloria es conocerte. Armado con el poder de tu nombre, nada podrá dañarme, y con tu amor en mi corazón, no podrán en modo alguno alarmarme todas las aflicciones del mundo.
Envíanos, por tanto, oh mi Señor, a mi y a mis amados, aquello que nos proteja del daño de quienes han repudiado tu verdad y no han creído en tus signos.
Tú eres, verdaderamente, el Todoglorioso, el Más Generoso.
¡Glorificado eres Tú, oh Señor mi Dios! En tu altísimo Paraíso has asignado a tus siervos tales posiciones, que si alguna de ellas fuera descubierta a los ojos de los hombres, todos los que están en la tierra y todos los que están en el cielo quedarían atónitos. ¡Por tu poder! Si los reyes presenciaran gloria tan grande, con seguridad se librarían de sus dominios y se adherirían a aquellos súbditos suyos que se han puesto a la sombra de tu merced inmensurable y han buscado el amparo de tu gloriosísimo nombre.
Te imploro, oh Tú Quien eres el Amado de los mundos y el Deseo de todos los que Te han reconocido, por tu nombre, mediante el cual conmueves a quien deseas y atraes hacia Ti a quien Te place, que abras los ojos de todos los que Te son queridos, para que quizá no sean separados como por un velo de Ti, como lo están los pueblos de la tierra, sino que puedan percibir externamente los signos y las evidencias de tu poder y comprender internamente las cosas que Tú ordenaste para ellos en los dominios de tu gloria.
Potente eres Tú para hacer tu voluntad. Tú solo eres el único Amado de este mundo y del venidero. No hay Dios sino Tú, el Más Exaltado, el Todoglorioso.
¡Glorificado eres Tú, oh Señor mi Dios! Cada vez que me atrevo a hacer mención de Ti, me lo impiden mis enormes pecados y mis graves transgresiones contra Ti, y me encuentro completamente desprovisto de tu gracia, y absolutamente incapaz de celebrar tu alabanza. Sin embargo, mi gran confianza en tu generosidad revive mi esperanza en Ti, y mi certeza de que me tratarás muníficamente me da ánimo para ensalzarte, y pedirte las cosas que Tú posees.
Te imploro, oh mi Dios, por tu misericordia que ha sobrepasado a todo lo creado, y de la cual dan testimonio todos los que están sumergidos en los océanos de tus nombres, que no me abandones a mí mismo, pues mi corazón es propenso al mal. Guárdame, entonces, dentro de la fortaleza de tu protección y el refugio de tu cuidado. Yo soy de aquel, oh mi Dios, cuyo único deseo es lo que Tú has determinado por la fuerza de tu poder. Lo único que he escogido para mí mismo es ser amparado por tus bondadosas disposiciones y la resolución de tu voluntad, y ser ayudado por las muestras de tu decreto y juicio.
Te suplico, oh Tú Quien eres el Amado de los corazones que Te anhelan, por las Manifestaciones de tu Causa y las Auroras de tu inspiración, y los Exponentes de tu majestad, y los Tesoros de tu conocimiento, que no permitas que sea privado de tu santa Morada, tu Templo y tu Tabernáculo. Ayúdame, oh mi Señor, a alcanzar su santificada corte, y circular en torno a su persona, y permanecer humilde ante su puerta.
Tú eres Aquel cuyo poder existe desde siempre y para siempre. Nada escapa a tu conocimiento. Tú eres, verdaderamente, el Dios de poder, el Dios de gloria y sabiduría.
¡Alabado sea Dios, el Señor de los mundos!
¡Oh Tú, cuyo espanto ha envuelto a todas las cosas, antes los esplendores de cuyo rostro se encuentran abatidos los semblantes de todos los hombres, ante las revelaciones de cuya soberanía se ha inclinado humildemente toda cerviz, a la decisión de cuya voluntad han sido sometidos todos los corazones, la solemnidad de cuya majestad ha hecho temblar los fundamentos de todas las cosas, y a la fuerza de cuya autoridad se han sometido los vientos! Te suplico, por la potencia compelente de tu Revelación, y por la fuerza de tu poder, y por la exaltación de tu palabra, y por la sublimidad de tu soberanía, que nos cuentes entre aquellos a quienes el mundo ha sido impotente de impedirles volverse hacia Ti.
Haz entonces, oh mi Señor, que sea yo uno de aquellos quienes, con sus bienes y su propio ser, han luchado valientemente en tu sendero. Señala entonces, para mí, la recompensa que ordenaste para ellos en la Tabla de tu decreto. Establéceme, además, en la sede de verdad ante tu presencia, y asóciame con los sinceros entre tus siervos.
Te imploro, oh mi Señor, por tus Mensajeros y tus Elegidos, y por Aquel mediante Quien has estampado tu sello sobre las Manifestaciones de tu Causa entre tus criaturas, y a Quien has engalanado con el ornamento de tu aceptación entre todos los que habitan en tu cielo y en tu tierra, que bondadosamente me ayudes a alcanzar lo que Tú has ordenado para tus siervos y les has mandado observar en tus Tablas. Lava, entonces, mis pecados, oh mi Dios, por tu gracia y generosidad, y cuéntame entre quienes no han sido alcanzados por el miedo ni sometidos al dolor.
Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Oh Tú, cuyo espanto ha envuelto Tú eres Aquel, el fuego de cuyo amor ha inflamado los corazones de quienes han reconocido tu unidad, y los esplendores de cuyo semblante han iluminado los rostros de los que se han acercado a tu coarte. ¡Cuán dulce, oh mi Amado, es el agravio que, en mi amor por Ti, y por tu complacencia, sufro a causa de los dardos de los obradores de iniquidad! ¡Cuán gratas son las heridas que, en tu sendero y a fin de proclamar tu Fe, recibo de las espadas de los infieles!
Te suplico, por tu nombre por medio del cual Tú cambias la inquietud en tranquilidad, el temor en confianza, la debilidad en fortaleza, la humillación en gloria, que nos ayudes, con tu gracia, a mí y a tus siervos, a exaltar tu nombre, entregar tu Mensaje y proclamar tu Causa, de modo tal que podamos permanecer impasibles ante el asedio de los transgresores y la ira de los infieles, ¡oh Tú Quien eres el Bienamado!
Yo soy, oh mi Señor, tu sierva, quien ha escuchado tu llamado, y se ha dirigido presurosa hacia Ti, huyendo de sí misma y poniendo su corazón en Ti. Te imploro, oh mi Señor, por tu nombre, por el cual han sido originados todos los tesoros de la tierra, que me protejas de las insinuaciones de quienes no han creído en Tu y han repudiado tu verdad.
Potente eres Tú para hacer lo que deseas. Tú eres, verdaderamente, el Omnisciente, el Sapientísimo.
¡Toda alabanza sea para Ti, oh Señor mi Dios! ¡Cuán misterioso es el Fuego que Tú has encendido dentro de mi corazón! Mis propios miembros atestiguan la intensidad de su calor, y demuestran el poder consumidor de su llama. Si alguna vez la lengua de mi cuerpo intentase describirte como Aquel cuya fuerza siempre ha excedido a la fuerza de los más poderosos de entre los hombres, la lengua de mi corazón se dirigiría a mí, diciendo: « Ésas no son sino palabras que solo pueden resultar adecuadas a aquellas cosas que son de la misma apariencia y naturaleza que ellas. Pero Él, en verdad, es infinitamente exaltado por sobre la mención de todas sus criaturas».
¡La fuerza de tu poder me lo atestigua, oh mi Bienamado! Me parece que cada miembro de mi cuerpo está dotado de una lengua que Te glorifica y que magnifica tu nombre. Armado con el poder de tu amor, el odio que mueve a quienes están contra Ti, nunca podré alarmarme; y con la alabanza en mis labios, las resoluciones de tu decreto no podrán en modo alguno llenarme de pesar. Fortalece, por tanto, tu amor dentro de mi pecho, y permíteme enfrentar los asaltos que emprenden contra mí todos los pueblos de la tierra. ¡Juro por Ti! Cada cabello de mi cabeza proclama: « Si no fuese por las adversidades que me suceden en tu sendero, ¿cómo podría jamás gustar la divina dulzura de tu ternura y amor?
Haz descender, por tanto, oh mi Señor, sobre mí y sobre quienes me aman, lo que nos haga volvernos constantes en tu Fe. Permite, entonces, que lleguen a ser Manos de tu Causa entre tus siervos, para que dispersen por doquier tus signos, y manifiesten tu soberanía. No hay Dios sino Tú, Quien eres potente para hacer todo cuanto deseas. Tú eres, en verdad, el Todoglorioso, el Más Alabado.
¡La alabanza sea para Ti, oh mi Dios! Soy uno de tus siervos que ha creído en Ti y en tus signos. Tú ves cómo me he dirigido hacia la puerta de tu misericordia y he vuelto mi rostro hacia tu cariñosa bondad. Te imploro, por tus muy excelentes títulos y por tus muy exaltados atributos, que abras ante mi rostro las puertas de tus dádivas. Ayúdame, pues, a hacer lo que es bueno, ¡oh Tú que eres el Poseedor de todos los nombres y atributos!
Soy pobre, oh mi Señor, y Tú eres el Rico. He vuelto mi rostro hacia Ti y me he desprendido de todo menos de Ti. Te imploro que no me prives de las brisas de tu tierna misericordia ni me niegues lo que Tú ordenaste para los elegidos entre tus siervos.
Aparta el velo de mis ojos, oh mi Señor, para que reconozca lo que Tú has deseado para tus criaturas y descubra, en todas las manifestaciones de tu obra, las revelaciones de tu fuerza todopoderosa. Arroba mi alma, oh mi Señor, con tus poderosísimos signos y sácame de la profundidad de mis deseos corruptos y perversos. Decreta, pues, para mí el bien de este mundo y el del venidero. Potente eres Tú para hacer lo que te place. No hay Dios sino Tú, el Todoglorioso, cuya ayuda es buscada por todos los hombres.
Te doy gracias, oh mi Señor, por haberme despertado de mi sueño, por haberme conmovido y por haber creado en mí el deseo de percibir lo que la mayoría de tus siervos no han podido comprender. Capacítame por lo tanto, oh mi Señor, para contemplar, por amor a Ti y por tu agrado, todo lo que Tú has deseado. Tú eres Aquel de quien todas las cosas atestiguan la fuerza de su poder y soberanía.
No hay otro Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Benéfico.
¡Alabado seas, oh mi Dios! Tú ves cómo tus siervos justos han caído en las manos de los forjadores de iniquidad, quienes no han creído en tu nombre, el Libre, y han negado tu majestad, y tu ilimitada autoridad, y tu fortaleza, y tu soberano poder. Sus bocas profieren lo que las bocas de los judíos profirieron en otro tiempo.
Extiende, por lo tanto, oh mi Señor, desde el seno de tu gloria, la mano de tu omnipotencia, y ayuda con ella a tus amados quienes, aunque penosamente afligidos en tu sendero por pruebas tales como las que han hecho gemir a los habitantes del reino de tu Causa, no han sido impedidos de volverse hacia el horizonte de tu Revelación.
Estampa, entonces, en sus corazones, el sello de tu infalible protección, para que quizá no ingrese en ellos el recuerdo de nadie que no seas Tu. Permíteles, además, proclamar tu nombre entre tus criaturas, y provéeles con lo mejor que Tú has destinado para aquellos de tus elegidos que gozan de cercano acceso a Ti.
Potente eres Tú para hacer tu voluntad. Tú, verdaderamente, eres el Todoglorioso, a Quien todos claman por ayuda.
¡Loado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! Tú observas cómo tus siervos en todas partes han sido rodeados por las tribulaciones, cómo sus adversarios se han alzado todos contra ellos y los han agraviado dolorosamente. ¡Tu gloria me lo atestigua! Si todos los forjadores de iniquidad de la tierra se unieran contra nosotros y nos arrojaran a un fuego tal como el que ningún hombre ha encendido, ellos serían impotentes para desviar nuestra mirada del horizonte de tu nombre, el Más Exaltado, el Altísimo, y no lograrían apartar nuestros corazones de la sede de tu resplandeciente gloria.
¡Juro por tu poder! Las saetas que nos atraviesan en tu sendero son el ornamento de nuestros templos, y las lanzas que nos traspasan en nuestro amor a Ti, son como seda para nuestros cuerpos. ¡Por la gloria de tu poder! Nada en absoluto puede convenir a tus siervos, salvo lo que la pluma de tu irrevocable decreto ha trazado en esta inapreciable y exaltada Tabla.
Toda alabanza sea para tu Ser en todo tiempo y en todas las condiciones. Tú eres, verdaderamente, el Dios de conocimiento y sabiduría.
¡Alabanzas sean para Ti, oh mi Dios! Tú ves cómo Aquel Quien es tu Luz ha sido encarcelado en la ciudad fortificada de 'Akká, y penosamente oprimido por lo que han forjado las manos de los obradores de iniquidad, cuyos corruptos deseos les han impedido volverse hacia Ti, ¡oh Tú Quien eres el Rey de todos los nombres!
¡Juro por tu gloria! Las tribulaciones, por dolorosas que fueren, no podrán jamás impedirme recordarte o celebrar tu alabanza. Toda aflicción sufrida por amor a Ti, es una muestra de tu misericordia hacia tus criaturas, y toda ordalía soportada en tu sendero, no es sino una dádiva tuya conferida a tus elegidos. Atestiguo que mi semblante, el cual brilla sobre la Aurora de la eternidad, ha sido iluminado por la adversidad, y por ella ha sido adornado mi cuerpo ante todos los que están en el cielo y todos los que están en la tierra.
Te suplico, por tu Más Grande Nombre, que asistas a todos aquellos quienes han creído en Ti y en tus signos, a ser constantes en tu amor y a volverse hacia el Punto de Amanecer del Sol de tu amorosa bondad. Inspírales entonces, oh mi Dios, para que desaten sus lenguas en alabanzas a Ti, y les acerque a Ti en esta vida y en la vida por venir.
Tú, verdaderamente, eres el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Benéfico.
¡Glorificado sea tu Nombre, oh Señor mi Dios! Yo te suplico por tu Poder que ha circundado a todas las cosas creadas, por tu Soberanía que ha trascendido a la creación entera y por tu Palabra que estaba oculta en tu sabiduría y con la cual Tú creaste tu cielo y tu tierra, nos permitas ser firmes tanto en nuestro amor por Ti como en nuestra obediencia a tu voluntad, fijar nuestra mirada en tu semblante y celebrar tu gloria. Permítenos, pues, oh mi Dios, esparcir abundantemente tus signos entre tus criaturas y proteger tu Fe en tu reino. Tú has existido siempre independientemente de la mención de cualquiera de tus criaturas, y por siempre permanecerás como has existido.
En Ti he puesto toda mi confianza, hacia Ti he vuelto mi rostro, al cordón de tu amorosa providencia me he aferrado, y hacia la sombra de tu misericordia me he apresurado. No me abandones a tu puerta como un ser decepcionado, oh mi Dios, y no me niegues tu gracia, pues sólo Te busco a Ti. No existe más Dios que Tú, el que Siempre Perdona, el Más Generoso.
¡Alabado seas Tú, que eres el Bienamado de los que te han conocido!
¡Oh Tú, cuyas pruebas son la medicina curativa para quienes están cerca de Ti, cuya espada es el deseo ardiente de todos los que te aman, cuyo dardo es el más caro deseo de los corazones que te anhelan, cuyo decreto es la única esperanza de quienes han reconocido tu verdad! Yo te imploro, por tu divina dulzura y por los resplandores de la gloria de tu rostro, que nos envíes desde tus aposentos de lo alto aquello que nos haga acercarnos a Ti. Haz, pues, que nuestros pies sean firmes en tu Causa, oh mi Dios, ilumina nuestros corazones con el resplandor de tu conocimiento y alumbra nuestros pechos con el brillo de tus nombres.
Yo soy aquel, oh mi Señor, que ha vuelto su rostro hacia Ti y ha fijado su esperanza en las maravillas de tu gracia y en las revelaciones de tu munificencia. Te ruego que no permitas que me aleje desilusionado de la puerta de tu misericordia, ni me dejes a merced de aquellas criaturas tuyas que han repudiado tu Causa.
Yo soy, oh mi Dios, tu siervo y el hijo de tu siervo. He reconocido tu verdad en tus días y he dirigido mis pasos hacia las orillas de tu individualidad, confesando tu unidad, reconociendo tu unicidad y esperando tu clemencia y tu perdón. Poderoso eres Tú para hacer lo que deseas. No hay Dios aparte de Ti, el Todoglorioso, el que siempre perdona.
¡Alabanzas sean para Ti, oh Señor mi Dios! Atestiguo de que Tú eres Dios, y que no existe otro Dios fuera de Ti. Desde la eternidad han sido inmensurablemente exaltado por encima de la alabanza de nadie que no fueras Tú, y muy por encima de la descripción de cualquiera de tus criaturas. Todas las cosas creadas han dado testimonio de tu unidad, y todo habitante de tu reino ha confesado tu unicidad. La esencia de la comprensión de los seguros de entre tus criaturas jamás podrá alcanzarte, y las preciosas expresiones con las cuales tu pueblo Te ha alabado y glorificado, nunca tendrán esperanza de ascender a la atmósfera de tu santidad. Pues la comprensión que los hombres tienen de Ti, no es sino la comprensión de tu propia creación. ¿Cómo pueden ellas ser consideradas dignas de la corte de tu unicidad?
¡Juro por tu gloria! La quintaesencia del conocimiento es incapaz de comprender tu naturaleza, y la más recóndita realidad de toda alabanza a Ti, no puede alcanzar la sede de tu gran gloria y de tu poder todo compelente. Toda palabra que procura describirte, y todo conocimiento que trata de comprenderte, no es sino una expresión de tu propia creación, y está engendrado por tu voluntad y es moldeado en conformidad con tu propósito.
Te imploro, oh Tú Quien eres inescrutable para todos excepto para Ti, y no puedes ser comprendido a través de nada salvo Ti mismo, por los agravios que ha sufrido Aquel Quien es la Aurora de tu Causa en las manos de los indignos de entre tus criaturas, y por lo que Le ha sobrevenido en tu sendero, concedas que pueda yo estar en todo momento completamente disuelto en Ti, y fije mi mirada en el horizonte de tu voluntad, y sea constante en tu amor.
Me he vuelto, oh mi Señor, hacia Ti conforme a lo que Tú me has ordenado en tu Libro, y he dirigido mi rostro hacia el horizonte de tu amorosa bondad, tal como me lo has permitido en tus Tablas. No me arrojes del portal de tu gracia, Te lo suplico, y decreta para mí la recompensa destinada para aquel que ha llegado a tu presencia, y se ha ofrecido para servirte, y ha sido transportado por las gotas que sobre él ha esparcido el Océano de tus favores en tus días, y por los resplandores del Sol de tus dones, los cuales se han derramado sobre él, al revelarse la luz de tu semblante.
Potente eres Tú para hacer lo que Te place. No hay Dios salvo Tú, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Alabado sea tu Nombre, oh Señor mi Dios! Soy tu siervo que se ha asido al cordón de tu tierna misericordia y se ha aferrado al borde de tu benevolencia. Te suplico por tu Nombre, mediante el cual Tú has sometido a todas las cosas creadas, visibles e invisibles, y por el cual se ha difundido por toda la creación el hálito que ciertamente es vida, que me fortalezcas con tu poder, que envuelve los cielos y la tierra, y me protejas de toda enfermedad y tribulación. Atestiguo que Tú eres el Señor de todos los nombres y el que ordena todo lo que Te place. No hay otro Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Omnisciente, el Todo Sabio.
Ordena para mí, oh mi Señor, lo que me beneficie en cada mundo de tus mundos. Provéeme, pues, con lo que Tú has destinado para los elegidos entre tus criaturas, a quienes ni la denuncia del acusador, ni el clamor del infiel, ni el distanciamiento de aquellos que se han apartado de Ti les ha impedido volverse hacia Ti.
Tú verdaderamente eres el que ayuda en el peligro mediante el poder de tu soberanía. No hay Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Más Potente.
¡Glorificado seas Tú, oh mi Dios! Te doy gracias por haberme hecho conocer a Aquel que es la Aurora de tu misericordia, el Alba de tu gracia y el Receptáculo de tu Causa. Te imploro por tu Nombre (por el cual los rostros de quienes están cerca de Ti han palidecido y los corazones de aquellos que están consagrados a Ti han emprendido su vuelo hacia Ti) que me permitas asirme a tu cuerda en todo tiempo y en toda condición, estar libre de todo apego a cualquiera fuera de Ti y pueda mantener mis ojos dirigidos hacia el horizonte de tu Revelación y cumplir lo que Tú me has prescrito en tus Tablas.
Atavía, oh mi Señor, mi ser interior y exterior con la vestidura de tus favores y tu cariñosa bondad. Protégeme, pues, de todo lo que Te sea detestable y ayúdanos bondadosamente a mí y a mis parientes a obedecerte y a eludir todo lo que pueda hacer surgir en mí un deseo malo y corrupto.
Tú verdaderamente eres el Señor de toda la humanidad y el Poseedor de este mundo y del venidero. No hay Dios sino Tú, el Omnisciente, el Sapientísimo.
¡Oh Dios, y el Dios de todos los Nombres, y Hacedor de los cielos! Te imploro por tu Nombre, mediante el cual se ha manifestado Aquel Quien es la Aurora de tu poder y el Punto de Amanecer de tu fuerza, mediante el cual se ha hecho fluir toda cosa sólida, y todo cuerpo muerto ha sido vivificado, y todo espíritu en movimiento ha sido confirmado, Te imploro que me permitas librarme de todo afecto a quienquiera no seas Tú, y servir a tu Causa, y desear lo que Tú deseaste a través del poder de tu soberanía, y realizar lo que es del beneplácito de tu voluntad.
Te suplico además, oh mi Dios, que ordenes para mí lo que me haga suficientemente rico como para prescindir de cualquiera fuera de Ti. Tú me ves, oh mi Dios, con mi rostro vuelto hacia Ti, y mis manos aferrándose a la cuerda de tu gracia. Haz descender sobre mí tu misericordia, y decreta para mí lo que Tú has decretado para tus elegidos. Poderoso eres Tú para hacer lo que Te place. No existe otro Dios sino Tú, el Siempre Perdonador, el Todomunífico.
Gloria sea a Ti, oh Tú Quien, por el movimiento de tu muy augusta pluma, has sometido el concurso de tu creación, y manifestado las perlas del océano de tu sabiduría, mediante las palabras que tu lengua ha pronunciado ante todos los que están en el cielo y en la tierra. Atestiguo que tu poder ha envuelto al universo entero, y tu misericordia ha sobrepasado a todas las cosas creadas. Las fuerzas de la tierra nunca han prevalecido sobre Ti, ni el tumulto de las naciones ha frustrado tu propósito. Mediante la fuerza de tu soberanía, Tú has revelado en tu reino todo cuanto han deseado, y ordenado todas las cosas conforme al beneplácito de tu voluntad. Desde la eternidad, Tú has habitado las más sublimes alturas de tu dominio y de tu ilimitada soberanía, y continuarás por siempre morando en los inaccesibles retiros de tu majestad y gloria.
Te imploro, por tu Nombre por medio del cual fue esparcida la fragancia de la vestidura de tu presencia, y los suaves vientos de tu munífica gracia han pasado sobre todas las cosas creadas, que me asistas bondadosamente, en todo momento y en todas las condiciones, para servir a tu Causa, y que me permitas recordarte y exaltar tus virtudes. Haz entonces, que me rodeen tus todopoderosos brazos, oh mi Dios, y ordena para mí lo que corresponda a tu munificencia en cada mundo de tus mundos.
Tú ves, oh mi Señor, cómo me he dirigido hacia el océano de tu gracia y el adorado santuario de tus favores. No me niegues, Te lo ruego, las gotas que son rociadas por el océano de tus dones; ni me rehuses las efusiones de las nubes de tu tierna misericordia. Yo soy aquel, oh mi Dios, que se ha asido al resplandeciente borde de tu manto, y se ha aferrado a tu resistente cordel que nadie puede romper. Atestiguo que Tú me has creado, y me has nutrido, y me has educado, y me has alimentado, y me has mantenido, para que pueda reconocer a Aquel Quien es la Aurora de tus signos, y el Revelador de tus claras señales. Te ofrezco, por tanto, oh Señor mi Dios, la suprema alabanza, ya que Tú me has permitido alcanzar esta sublime posición y esta muy augusta sede. Tú en verdad, eres el Gran Dador, el Todopoderoso, el Todomunífico, el Siempre Perdonador, el Más Generoso.
Ilumina mis ojos, oh mi Señor, con los fulgores del horizonte de tu Revelación, y alumbra mi corazón con la brillantez del Sol de tu conocimiento y sabiduría, para que me vuelva completamente hacia tu rostro, y me libre de todo afecto a nadie que no seas Tú, de modo tal que los cambios y azares del mundo sean impotentes para impedirme reconocer a Aquel Quien es la Manifestación de tu propio Ser, y el Revelador de tus signos, y la Aurora de tu Revelación, y el Repositorio de tu Causa.
Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Protector, el Todoglorioso, el Sapientísimo.
¡Alabado seas, oh mi Dios! Este siervo tuyo atestigua que nada sino Tú podrá jamás expresarte, ni puedes Tú ser descrito por alguien fuera de Ti mismo. Los pensamientos de quienes han reconocido tu realidad, por mucho que asciendan al cielo de la alabanza a Ti, nunca podrán esperar traspasar los límites, los cuales, por tu mandato y decreto, han sido fijados dentro de sus propios corazones. ¿Cómo puede la criatura, quien es como la nada, comprender a Aquel Quien es el Antiguo de los Días, o lograr describir en su cabal dimensión, su soberanía, su gloria y su grandeza? No, y ello, Tú mismo lo atestiguas, ¡oh Tú Quien eres el Gobernante de las naciones! Toda cosa creada ha reconocido su propia impotencia y la fuerza de tu poder, y ha confesado su propia humillación y tu gran gloria.
Te suplico, por tu Ultimidad, que es lo mismo que tu Primeridad, y por tu Revelación la cual es idéntica a tu Encubrimiento, que concedas que quienes Te son queridos, y sus hijos, y sus parientes, se conviertan en los reveladores de tu pureza entre tus criaturas, las manifestaciones de tu santidad en medio de tus siervos.
Tú eres, en verdad, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
Te doy gracias, oh mi Dios, porque me has hecho un blanco de los dardos de tus adversarios en tu sendero. Te ofrezco supremas alabanzas, oh Tú Quien eres el Conocedor de lo visible e invisible y el Señor de toda existencia, por cuanto me has permitido ser enviado a prisión por amor a Ti, y me has hecho beber de la copa del dolor, para que pueda revelar tu Causa y glorificar tu palabra.
¿Cuán de mis tribulaciones he de relatar ante tu rostro, oh mi Señor? ¿He de recitar ante Ti lo que en las manos de los obradores de iniquidad entre tus criaturas me aconteció en los días del pasado, o describir las aflicciones queme han envuelto en estos días en aras de tu complacencia?
Gracias a Ti, oh Tú el Señor de todos los nombres; y gloria sea para Ti, oh Hacedor de los cielos, por todo cuanto he soportado en estos días en las manos de aquellos de tus siervos que han transgredido contra Ti, y de aquellos de tu pueblo que han procedido díscolamente para contigo.
Cuéntanos, Te lo imploramos, entre quienes han permanecido firmes en tu Causa, hasta que sus almas finalmente emprendieron vuelo hacia el cielo de tu gracia y la atmósfera de tu amorosa bondad. Tú eres, verdaderamente el Siempre Perdonador, el Más Misericordioso.
¡Gloria sea a Ti, oh mi Dios! Mi rostro se ha dirigido hacia tu rostro, y mi rostro es, verdaderamente, tu rostro; y mi llamado es tu llamado; y mi Revelación, tu Revelación; y mi ser, tu Ser; y mi Causa, tu Causa; y mi mandato, tu mandato; y mi Existencia, tu Existencia; y mi soberanía, tu soberanía; y mi gloria, tu gloria; y mi poder, tu poder.
Yo te imploro, oh Tú Modelador de naciones y Rey de la eternidad, que guardes a tus siervas en el tabernáculo de tu castidad, y que suprimas aquellos de sus actos que son indignos de tus días. Purifícalas entonces, oh mi Dios, de todas las dudas y ociosas fantasías, y santifícalas de todo cuanto no convenga a su parentesco contigo, oh Tú Quien eres el Señor de los nombres, y Fuente de la prolación. Tú eres Aquel en cuyo puño están las riendas de toda la creación.
No hay Dios sino tú, el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Todoglorioso, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Gloria sea a Ti, oh mi Dios! Te imploro por tu nombre, el Más Misericordioso, que protejas a tus siervos y a tus siervas cuando pasen por sobre ellos las tempestades de las aflicciones, y los asalten tus múltiples pruebas. Capacítalos, entonces, oh mi Dios, para que de tal modo busquen refugio en la fortaleza de tu amor y de tu Revelación, que ni tus adversarios ni los perversos de entre tus siervos, los cuales han quebrantado tu Convenio y tu Testamento, y se han apartado con el mayor desdén de la Aurora de tu Esencia y el Revelador de tu gloria, puedan triunfar sobre ellos.
Ellos mismo, oh mi Señor, han esperado a la puerta de tu gracia. Ábrela ante sus rostros con las llaves de tus muníficos favores. Potente eres Tú para hacer tu voluntad, y ordenar lo que Te place. Éstos son, oh mi Dios, quienes han dirigido sus rostros hacia Ti, y se han vuelto hacia tu morada. Trátalos, por tanto, como corresponde a tu misericordia, la cual ha sobrepasado los mundos.
¡Oh mi Dios y mi Maestro! Soy tu siervo y el hijo de tu siervo. Me he levantado de mi lecho en este amanecer en que el sol de tu unicidad ha brillado desde la aurora de tu voluntad y ha derramado su resplandor sobre todo el mundo de acuerdo con lo que ha sido ordenado en los libros de tu decreto.
Alabado seas Tú, oh mi Señor, por habernos despertado a los resplandores de la luz de tu conocimiento. Envíanos pues, oh mi Señor, lo que nos capacite para prescindir de todos excepto de Ti y nos libre de todo apego a alguien que no seas Tú. Además, decreta para mí, para quienes me son queridos y para mis parientes, hombres y mujeres, el bien de este mundo y el venidero. Resguárdanos entonces, mediante tu infalible protección, oh Tú el Bienamado de la creación entera y el Deseo de todo el universo, de aquellos a quienes has hecho manifestaciones del Maligno, que susurran al pecho de los hombres. Potente eres Tú para hacer lo que te place. Tú eres verdaderamente el Todopoderoso, el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo.
Bendice, oh Señor mi Dios, a Aquel a quien Tú has colocado por encima de tus más excelentes títulos y mediante el cual Tú has separado a los piadosos de los perversos, y ayúdanos bondadosamente a hacer aquello que Tú amas y deseas. Bendice además, oh mi Dios, a quienes son tus Palabras y tus Letras y a quienes han dirigido sus rostros hacia Ti, se han vuelto hacia tu semblante y han escuchado tu llamada.
Tú eres en verdad el Señor y el Rey de todos los hombres y eres poderoso sobre todas las cosas.
¡Oh Dios, mi Dios! No estés lejos de mí, pues tribulación sobre tribulación se ha reunido en torno mío. ¡Oh Dios, mi Dios! No me abandones a mí mismo, pues extrema adversidad me ha acontecido. De la leche pura, de los pechos de tu amorosa bondad, dame de beber, pues la sed me ha consumido totalmente. Al amparo de las alas de tu misericordia cobíjame, pues todos mis adversarios, de común acuerdo, han caído sobre mí. Manténme cerca del trono de tu majestad, en presencia de la revelación de los signos de tu gloria, pues la miseria me ha sobrevenido dolorosamente. Con los frutos del Árbol de tu Eternidad nútreme, pues suma debilidad me ha sobrecogido. De las copas de la alegría, brindadas por las manos de tus tiernas mercedes, susténtame, pues múltiples aflicciones se han apoderado de mí. Con el bordado manto de tu Omnipotente soberanía atavíame, pues la pobreza me ha despojado enteramente. Arrullado por el canto de la Paloma de tu Eternidad hazme dormir, pues sombrías calamidades me han acontecido. Ante el trono de tu unicidad, en medio del fulgor de la belleza de tu semblante, hazme permanecer, pues el temor y el estremecimiento me han aniquilado violentamente. Bajo el océano de tu perdón, ante la inquietud del leviatán de la gloria, sumérgeme, pues mis pecados me han condenado absolutamente.
¡Gloria sea a Ti, oh Señor mi Dios! Te ruego por tu Nombre, mediante el cual Aquel que es tu Belleza ha sido establecido en el trono de tu Causa, y por tu Nombre (por medio del cual Tú cambias todas las cosas, reúnes todas las cosas, pides cuentas a todas las cosas, premias a todas las cosas, preservas todas las cosas y sustentas todas las cosas), te ruego que guardes a esta sierva que ha huido a refugiarse en Ti, ha buscado la protección de Aquel en quien Tú Mismo estás manifiesto y ha puesto toda su fe y confianza en Ti.
Ella está enferma, oh mi Dios, y se ha puesto a la sombra del árbol de tu curación; está afligida y ha huido hacia la ciudad de tu protección; está doliente y ha buscado el manantial de tus favores; está abatida y se ha apresurado hacia la fuente de tu tranquilidad; está cargada de pecados y ha dirigido su rostro hacia la corte de tu misericordia.
Atavíala, por tu soberanía y tu amorosa bondad, oh mi Dios y mi amado, con la vestidura de tu bálsamo y tu curación, y dale a beber del cáliz de tu misericordia y tus favores. Protégela, además, de toda aflicción y dolencia, de todo dolor y enfermedad y de todo lo que te sea detestable.
Tú, en verdad, estás inmensamente exaltado por encima de todo lo que no seas Tú Mismo. Tú eres verdaderamente el Sanador, el que es suficiente para todo, el Preservador, el que siempre perdona, el Más Misericordioso.
Tú eres Aquel, ¡oh mi Dios!, por cuyo Nombre se curan los enfermos, se restablecen los desvalidos y los sedientos reciben bebida; los angustiados, tranquilidad; los extraviados, guía; los humillados, exaltación; los pobres, riqueza; los ignorantes, luz; los melancólicos, iluminación; los tristes, alegría; los fríos reciben calor y los oprimidos son liberados. Por tu Nombre, oh Dios, se movieron todas las cosas creadas y se extendieron los cielos, la tierra fue restablecida y las nubes fueron hechas para traer lluvia a la tierra. Esto es en verdad una prueba de tu gracia para con todas tus criaturas.
Yo te imploro, por tanto, por tu nombre mediante el cual manifestaste tu Deidad, y exaltaste tu Causa sobre toda la creación, y por cada uno de tus muy excelentes títulos y muy augustos atributos, y por todas las virtudes por las cuales es enaltecido tu trascendente y exaltadísimo Ser, que hagas descender esta noche, de las nubes de tu misericordia, las lluvias de tu curación sobre este lactante, a quien han hecho entroncar con tu gloriosísimo Ser en el reino de tu creación. Atavíale, entonces, oh mi Dios, por tu gracia, con el manto del bienestar y la salud, y protégele, oh mi Amado, de toda aflicción e indisposición, y de todo cuanto Te sea detestable. Tu poder, verdaderamente, es suficiente para todo. Tú, en verdad, eres el Más Poderoso, Quien Subsiste por Sí Mismo. Además, haz descender sobre él, oh mi Dios, el bien de este mundo y del venidero, y el bien de la anterior y la reciente generación. Tu poder y tu sabiduría son, ciertamente, suficientes para ello.
¡Gloria sea a Ti, oh Señor mi Dios! Te imploro por tu Nombre, (por medio del cual izaste las enseñas de tu guía, derramaste el resplandor de tu amorosa bondad y revelaste la soberanía de tu señorío; por el cual la lámpara de tus nombres ha aparecido en la hornacina de tus atributos y Aquel que es el Tabernáculo de tu unidad y la Manifestación del desprendimiento ha resplandecido; por el cual se han dado a conocer los caminos de tu guía y se han señalado los senderos de tu complacencia; por medio del cual se han estremecido los cimientos del error y los signos de la perversidad han sido abolidos; por el cual brotaron las fuentes de la sabiduría y la mesa celestial fue enviada; por el cual preservaste a tus siervos y conferiste tu curación; por medio del cual Tú manifestaste tus tiernas mercedes a tus siervos y revelaste tu misericordia entre tus criaturas); te imploro que mantengas a salvo a quien ha permanecido firme y ha vuelto a Ti, se ha aferrado a tu misericordia y se ha asido al borde de tu amorosa providencia. Envíale, pues, tu curación, sánalo y dótale de una constancia otorgada por Ti y una tranquilidad conferida por tu majestad.
Tú eres verdaderamente el Sanador, el Preservador, el que ayuda, el Todopoderoso, el Potente, el Todoglorioso, el Omnisciente.
¡Glorificado eres, oh mi Dios! Te ofrezco mis alabanzas, porque me has permitido revelar tus palabras y manifestar tus pruebas y tus testimonios, de modo que toda prueba se ha hecho circular alrededor de mi voluntad, y a cada testimonio, circundar mi deseo. Tú me ves, oh mi Dios, yacente a merced de tus adversarios, quienes han repudiado tus signos, han refutado tu testimonio, se han apartado de tu belleza, y se han dispuesto a derramar tu sangre. Te suplico, oh Tú Quien eres el Señor de todos los nombres, por tu nombre, mediante el cual has sometido a todas las cosas creadas, que benignamente ayudes a tus siervos y a tus amados a aferrarse firmemente a tu Causa. Dales, entonces, de beber lo que vivificará sus corazones en tus días. Permíteles, además, oh mi Señor, fijar en todo momento su mirada en tu complacencia, y a darte gracias por las evidencias de tu irrevocable decreto. Pues Tú eres, verdaderamente, loable en todo lo que has hecho en el pasado, o harás en el futuro, y habrás de ser obedecido en todo cuanto has deseado o deseares, y serás amado en cualquier cosa que hayas anhelado, o anhelares. Tú miras a quienes Te son queridos con los ojos de tu bondad, y les envías solamente lo que les será de provecho mediante tu gracia y tus dones.
Te imploramos, oh Tú Quien eres la Nube de Munificencia y el Socorredor de los afligidos, que nos ayudes a recordarte, y a hacer conocer tu Causa, y a levantarnos para servirte. Aunque absolutamente débiles, no obstante, nos hemos aferrado a tu Nombre, el Omnipotente, el Todopoderoso.
Bendice, oh mi Dios, a aquellos que se han mantenido firmes en tu Causa, y a quienes las perversas insinuaciones de los obradores de iniquidad no han impedido que se volvieran hacia tu rostro, y a quienes con todo su corazón se han apresurado hacia tu gracia, hasta que, finalmente, bebieron de manos de tu munificencia, el aguas que es en verdad la vida.
Potente eres Tú para realizar tu deseo. No existe otro Dios sino Tú, el Poderoso, el Más Generoso.
Te rindo alabanzas, oh mi Dios, por cuanto la fragancia de tu bondad me ha arrobado, y las suaves brisas de tu misericordia me han inclinado hacia tus muníficos favores. Hazme beber, oh mi Señor, de los dedos de tu munificencia, las aguas vivientes que han permitido a cada uno que haya participado de ellas, librarse de todo apego a cualquiera que no seas Tú, y elevarse hacia la atmósfera del desprendimiento de todas tus criaturas, y fijar su mirada en tu amorosa providencia y tus múltiples dones.
Prepárame, en todas las circunstancias, oh mi Señor, para servirte y para dirigirme hacia el adorado santuario de tu Revelación y de tu Belleza. Si es tu deseo, hazme crecer como una tierna hierba en los prados de tu gracia, para que las suaves brisas de tu voluntad me conmuevan y me inclinen en conformidad con tu agrado, de modo tal que mi movimiento y mi quietud sean completamente dirigidos por Ti.
Tú eres Aquel por cuyo nombre el Secreto Oculto fue divulgado, y el Bien Guardado Nombre fue revelado, y los sellos del sellado Cáliz fueron rotos, esparciendo con ello su fragancia sobre toda la creación, ya sea del pasado o del futuro. Aquel quien estaba sediento, oh mi Señor, se ha apresurado a alcanzar las aguas vivientes de tu gracia, y la criatura miserable ha ansiado sumergirse en el océano de tus riquezas.
¡Juro por tu gloria, oh Señor, Amado del mundo y Deseo de todos aquellos que Te han reconocido! Estoy penosamente afligido por el dolor de mi separación de Ti, en los días en que el Sol de tu presencia ha difundido su resplandor a todo tu pueblo. Ordena entonces, para mí, la recompensa decretada para aquellos que han contemplado tu rostro y, con tu consentimiento, han sido admitidos en la corte de tu trono y, por tu mandato, se han encontrado cara a cara contigo.
Yo Te imploro, oh mi Señor, por tu nombre, cuyos resplandores han envuelto la tierra y los cielos, que me permitas someter mi voluntad a lo que Tú has decretado en tus Tablas, para que cese de descubrir dentro de mí algún deseo, salvo lo que Tú has deseado por la fuerza de tu soberanía, ni voluntad alguna, excepto lo que has destinado para mí por tu voluntad.
¿Adónde he de volverme, oh mi Dios, incapaz como soy de descubrir ningún otro camino fuera del camino que Tú indicaste a tus Elegidos? Todos los átomos de la tierra proclaman que Tú eres Dios, y atestiguan que no hay otros Dios fuera de Ti. Desde la eternidad, tú has sido poderoso para hacer lo que has querido, y ordenar lo que has deseado.
Destina para mí, oh mi Dios, aquello que en todo momento me vuelva hacia Ti, y permíteme aferrarme continuamente al cordón de tu gracia, y proclamar tu nombre, y buscar todo lo que fluya de tu pluma. Estoy pobre y desolado, oh mi Señor, y Tú eres el Todo Poseedor, el Altísimo. Ten piedad de mí entonces, por las maravillas de tu misericordia, y haz descender sobre mí, en cada momento de mi vida, las cosas con que has decretado los corazones de todas tus criaturas que han reconocido tu unidad, y de todo tu pueblo que está completamente consagrado a Ti.
Tú, verdaderamente, eres el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Omnisciente, el Omnisapiente.
¡Glorificado eres, oh mi Señor! Tú observas mis tribulaciones y todo lo que me ha acontecido en las manos de aquellos de tus siervos que están en compañía conmigo, quienes no han creído en tus muy resplandecientes signos, y se han apartado de tu muy deslumbrante Belleza. ¡Juro por tu gloria! Tales son las penas que me afligen, que no existe pluma en toda la creación que pueda contarlas ni describirlas.
Yo Te imploro, oh Tú Quien eres el Rey de los nombres y el Creador de la tierra y el cielo, que me asistas con tu gracia fortalecedora como para que nada en absoluto tenga poder para impedirme recordarte o celebrar tu alabanza, ni apartarme de la observancia de lo que Tú me has prescrito en tus Tablas, para que pueda de tal modo levantarme a servirte, que emerja de mi habitación con la cabeza descubierta, clame en tu nombre en medio de tus criaturas, y proclame tus virtudes entre tus siervos. Habiendo cumplido lo que Tú habías decretado, y entregado lo que Tú habías prescrito, los obradores de iniquidad entre tu pueblo me rodearían y procederían conmigo en tu sendero, según fuera su deseo.
En el amor que siento por Ti, oh mi Señor, mi corazón Te anhela con tales ansias como ningún corazón las ha conocido. Aquí estoy con mi cuerpo entre tus manos, y mi espíritu ante tu rostro. Procede con ellos como Te plazca, por la exaltación de tu palabra y la revelación de aquello que ha estado guardado en los tesoros de tu conocimiento.
Potente eres tú para hacer tu voluntad, y capaz de ordenar lo que desees.
¡Loado sea tu nombre, oh mi Dios! No descubro a nadie en tu reino que pueda dignamente volverse hacia Ti, o esté adecuadamente capacitado para escuchar lo que ha surgido de la boca de tu voluntad. Te suplico, por tanto, oh Tú Quien eres el Poseedor de la creación entero y el Rey del dominio de tu invención, que bondadosamente ayudes a tus criaturas a cumplir lo que Te es grato y aceptable, para que se levanten a servir a tu Causa entre tus criaturas, y a expresar las alabanzas a Ti ante todos los que están en el cielo y en la tierra.
Tú, oh mi Señor, eres Aquel cuya munificencia todo lo ha sobrepasado, cuya fuerza todo lo ha trascendido, y cuya misericordia todo lo ha abarcado. Mira entonces, a tu pueblo, con la mirada de tus tiernos favores, y no los abandones a sí mismos y a sus corruptos deseos en tus días. Por muy lejos que se hayan desviado de Ti y por muy gravemente que se hayan apartado de tu rostro, con todo, en tu esencia, Tú eres el Todomunífico y, en tu íntimo espíritu, eres el Más Misericordioso. Procede con ellos según las no reveladas muestras de tu munificencia y tus dones. Tú, verdaderamente, eres Aquel cuyo poder todas las cosas han atestiguado, y de cuya majestad y omnipotencia, la creación entera ha dado testimonio.
No existe otro Dios sino tú, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
¡Mi Dios, Tú a Quien venero y adoro, y Tú Quien eres el Más Poderoso! Atestiguo que ninguna descripción de cosa creada alguna nunca podrá revelarte, y ninguna alabanza que algún ser pronuncie jamás podrá expresarte. La comprensión de nadie, en toda la tierra, ni la inteligencia de ninguno de sus pueblos pueden, en modo que sea digno de Ti, ser admitidos en la corte de tu santidad, o desentrañar tu misterio. ¿Qué pecado ha retenido a los habitantes de la ciudad de tus nombres tan lejos de tu gloriosísimo Horizonte, privándolos del acceso a tu más grande Océano? Una simple letra de tu Libro es la madre de todas las expresiones; y una palabra de él, engendradora de toda la creación. ¿Qué ingratitud han demostrado tus siervos que, a todos y a cada uno, les ha impedido reconocerte? Una gota del océano de tu misericordia es suficiente para apagar las llamas del infierno, y una chispa del fuego de tu amor es capaz de inflamar al mundo entero.
¡Oh Tú, quien eres el Omnisapiente! Aunque estemos extraviados, nos mantenemos aferrados a tu bondad; y aunque ignorantes, aún dirigimos nuestros rostros hacia el océano de tu sabiduría. Tú eres Aquel Todomunífico a Quien una multitud de pecados no Le impide otorgar su munificencia, y la abundancia de cuyos dones no es detenida por el alejamiento de los pueblos del mundo. Desde la eternidad, la puerta de tu gracia ha permanecido abierta de para en par. Una minúscula gota del océano de tu misericordia sería capaz de adornar todas las cosas con el ornamento de la santidad, y una partícula de las aguas de tu generosidad puede ser la causa de que la creación entera alcance la verdadera riqueza.
¡No descorras el velo, oh Tú Quien eres el Ocultador! Desde la eternidad, las señales de tu munificencia han abarcado el universo, y los esplendores de tu Más Grande Nombre han sido derramados sobre todas las cosas creadas. No niegues a tus siervos las maravillas de tu gracia. Haz que sean conscientes de Ti, que puedan sostener el testimonio de tu unidad, y permíteles reconocerte, para que presurosos puedan dirigirse hacia Ti. Tu misericordia ha abrazado a la creación entera, y tu gracia ha penetrado todas las cosas. Desde las olas del océano de tu generosidad los mares del anhelo y entusiasmo han sido revelados. Tú eres lo que eres. Nada que no seas Tú, es digno de alguna mención, a menos que se cobije bajo tu sombra y sea admitido en tu corte.
Sea lo que fuere nos suceda, suplicamos tu antiguo perdón y buscamos tu toda penetrante gracia. Nuestra esperanza es que a nadie niegues tu gracia, ni prives a ningún alma del ornamento de la equidad y la justicia. Tú eres el Rey de toda generosidad, y el Señor de todo favor, y eres supremo por sobre todos los que están en el cielo y en la tierra.
Disipa mi pena por tu munificencia y generosidad, oh Dios, mi Dios, y destierra mi angustia por medio de tu soberanía y tu poder. Tú me ves, oh mi Dios, con el rostro dirigido hacia Ti en un momento en que las aflicciones me han envuelto por todos lados. Te imploro, oh Tú que eres el Señor de todos los seres y proteges todas las cosas visibles e invisibles, por tu Nombre, mediante el cual Tú has sometido los corazones y las almas de los hombres, y por las olas del océano de tu misericordia y los esplendores del sol de tu generosidad, que me cuentes entre aquellos a quienes absolutamente nada ha impedido dirigir su rostro hacia Ti, oh Tú Señor de todos los nombres y Hacedor de los cielos.
Tú ves, oh mi Señor, lo que me ha sucedido en tus días. Te suplico por Aquel que es la Aurora de tus nombres y el Punto de Amanecer de tus atributos, que ordenes para mí aquello que me permita levantarme para servirte y exaltar tus virtudes. ¡Tú eres verdaderamente el Todopoderoso, el Omnipotente, quien acostumbra a responder a las oraciones de todos los hombres!
Finalmente te pido, por la luz de tu semblante, que bendigas mis asuntos, redimas mis deudas y satisfagas mis necesidades. Tú eres Aquel cuyo poder y dominio toda lengua ha atestiguado y cuya majestad y soberanía todo corazón dotado de entendimiento ha reconocido. No hay Dios sino Tú, el que escucha y está dispuesto a contestar.
Crea en mí un corazón puro, oh mi Dios, y renueva una conciencia tranquila dentro de mí, oh mi esperanza. Por medio del espíritu del poder, confírmame en tu Causa, oh mi Bienamado, y por la luz de tu gloria revélame tu sendero, oh Tú, el objeto de mi deseo. Mediante la fuerza de tu transcendente poder elévame hasta el cielo de tu santidad, oh fuente de mi ser, y por las brisas de tu eternidad alégrame, oh tú que eres mi Dios. Haz que tus eternas melodías me inspiren tranquilidad, oh mi compañero, y que las riquezas de tu antiguo semblante me libren de todo excepto de Ti, oh mi Maestro, y que las nuevas de la revelación de tu incorruptible Esencia me traigan alegría, oh Tú que eres el más manifiesto de lo manifiesto y el más oculto de lo oculto.
Te alabo, oh mi Dios, por haberme despertado de mi sueño, por haberme expuesto a la luz después de mi desaparición y por haberme sacado de mi letargo. He despertado esta mañana con el rostro vuelto hacia los resplandores del sol de tu Revelación, por medio del cual se han iluminado los cielos de tu poder y tu majestad, reconociendo tus signos, creyendo en tu Libro y aferrándome a tu cordón.
Te imploro, por la potencia de tu voluntad y el poder irresistible de tu propósito, que hagas de lo que Tú me revelaste en mi sueño la base más segura para la mansión de tu amor, que está en el corazón de tus amados, y el mejor instrumento para la revelación de los signos de tu gracia y tu amorosa bondad.
Ordena para mí, oh mi Señor, por medio de tu muy exaltada pluma, el bien de este mundo y del venidero. Atestiguo que en tu poder están las riendas de todas las cosas. Tú las cambias como te place. No hay Dios sino Tú, el Fuerte, el Fiel.
Tú eres Aquel que transforma, por medio de su mandato, la humillación en gloria, la debilidad en fortaleza, la impotencia en poder, el temor en calma, la duda en certeza. No hay Dios sino Tú, el Poderoso, el Benéfico.
Tú no decepcionas a nadie que te haya buscado, ni apartas a quien te haya deseado. Ordena para mí lo que sea propio del cielo de tu generosidad y del océano de tu munificencia. Tú eres verdaderamente el Omnipotente, el Más Poderoso.
¡Mi Dios, a quien venero y adoro! Soy testigo de tu unidad y tu unicidad y reconozco tus dádivas tanto del pasado como del presente. Tú eres el Todo Generoso, y las torrenciales lluvias de tu Misericordia se han vertido lo mismo sobre los pobres que sobre los ricos, y los esplendores de tu Gracia se han derramado tanto sobre los obedientes como los rebeldes.
Oh Dios de misericordia, ante cuya Puerta se ha inclinado la quintaesencia de la misericordia y alrededor del santuario de cuya Causa ha circulado la amorosa bondad en su más íntimo espíritu, te suplicamos, implorando tu antigua gracia y rogando tu presente favor, que tengas piedad de todos los que son las manifestaciones del mundo del ser y que no les niegues la efusión de tu gracia en tus días.
Todos son pobres y necesitados, y Tú verdaderamente eres el que todo lo posee, el que todo lo domina, el Todopoderoso.
He despertado bajo tu amparo, oh mi Dios, y corresponde a quien busca tal amparo permanecer dentro del santuario de tu protección y la fortaleza de tu defensa. Ilumina mi ser interior, oh mi Señor, con los resplandores de la aurora de tu Revelación, así como iluminaste mi ser exterior con la luz matinal de tu favor.
¡Oh mi Dios, Dios de munificencia y misericordia! Tú eres aquel Rey cuya palabra imperativa ha dado la existencia a toda la creación; Tú eres aquel Ser Todo Generoso a quien las acciones de sus siervos nunca Le han impedido mostrar su gracia ni han frustrado las revelaciones de su munificencia.
Te suplico que permitas a este siervo alcanzar lo que es la causa de su salvación en cada mundo de tus mundos. Tú eres verdaderamente el Todopoderoso, el Omnipotente, el Todo Sabio.
¡Mi Dios, el Objeto de mi adoración, la Meta de mi deseo, el Todomunífico, el Más Compasivo! Toda vida es tuya y todo poder se halla en el puño de tu omnipotencia. Quienquiera Tú exaltes, es exaltado por encima de los ángeles, y alcanza la posición de: « ¡Verdaderamente, Nosotros le elevamos a un lugar en lo alto!» Y quienquiera humilles, es degradado por debajo del polvo, no , es menos aún que la nada.
¡Oh Divina Providencia! Aunque perversos, pecaminosos e intemperantes, con todo Te pedimos una « sede de verdad», y ansiamos contemplar el rostro del Rey Omnipotente. Es de Ti ordenar, y toda soberanía Te pertenece, y el reino de la fuerza se inclina ante tu mandato. Todo cuanto Tú hace es pura justicia; no, la misma esencia de la gracia. Un destello del esplendor de tu Nombre, el Todo Misericordioso, basta para desterrar y borrar del mundo todo vestigio de pecado, y un simple hálito de las brisas del Día de tu Revelación es suficiente para adornar con un nuevo atavío a toda la humanidad.
Concede tu fortaleza, oh Tú el Todopoderoso, a tus débiles criaturas, y vivifica a aquellos que están como muertos, para que tal vez Te encuentren, y puedan ser conducidos al océano de tu guía, y permanecer firmes en tu Causa. Si la fragancia de las loas a Ti fueron difundidas en alguna de las diversas lenguas del mundo, ya fueran del Esto o del Oeste, ello sería, en verdad, apreciado y sobremanera estimado. Sin embargo, si tales lenguas estuviesen privadas de tal fragancia, ellas serían, ciertamente, indignas de mención alguna, ya fuera en palabras o en pensamientos.
Te rogamos, oh Providencia, que enseñes a todos los hombres tu camino, y les guíes rectamente. Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Omnipotente, el Omnisciente, el Todo Vidente.
Alabanzas sean para Ti, oh mi Dios, por cuanto has vuelto los rostros de tus siervos hacia la diestra del trono de tus dones, y los has hecho desprenderse de todo lo demás, menos de Ti, para que reconozcan tu soberanía y admitan tu gloria. Atestiguo la potencia de tu Causa, la penetrante influencia de tu decreto, la inmutabilidad de tu voluntad, la perpetuidad de tu propósito. Todas las cosas yacen aprisionadas en el puño de tu poder, y la creación entera es indigente cuando es enfrentada a las evidencias de tu riqueza.
Procede, por tanto, oh mi Dios, mi Amado, mi Anhelo supremo, con tus siervos, y con todos los que fueron creados por Ti, como corresponda a tu belleza y a tu magnificencia, y sea digno de tu generosidad y tus dones. Tú eres, en verdad, Aquel cuya misericordia ha abarcado a todos los mundos, y cuya gracia ha abrazado a todos los que moran en la tierra y en el cielo. ¿Hay alguien que Te haya invocado, cuya súplica no haya sido respondida? ¿Dónde está quien se haya esforzado por alcanzarte, y a quien Tú no le hayas aproximado? ¿Quién puede afirmar que ha fijado su mirada en Ti, y hacia quien no haya sido dirigida la mirada de tu amorosa bondad? Atestiguo de que Tú Te habías vuelto hacia tus siervos antes de que ellos se hubiesen vuelto hacia Ti, y que les habías recordado antes de que ellos Te hubiesen recordado. Toda gracia es tuya, oh Tú en cuya mano está el reino de los divinos dones y la fuente de todo irrevocable decreto.
Haz descender, por tanto, oh mi Dios, sobre todos los que Te buscan, aquello que les despoje enteramente de todo cuanto no Te pertenezca, y les acerque a tu Ser. Asísteles, por tu gracia, a amarte y a conformarse con lo que a Ti Te place. Permíteles, entonces, que caminen rectamente por el sendero de tu Causa, sendero en que han resbalado los pasos de quienes dudan entre tu pueblo, y los díscolos de entre tus siervos. Tú eres, verdaderamente, el Omnipotente, el Todopoderoso, el Más Grande.
¡Alabado y glorificado seas, oh mi Dios! Te suplico por los suspiros de tus amantes y por las lágrimas derramadas por aquellos que anhelan contemplarte, que no me prives de tus tiernas mercedes en tu Día, ni de las melodías de la paloma que exalta tu unicidad ante la luz que irradia de tu rostro. Yo soy aquel que es desdichado, oh Dios; mírame aferrado a tu Nombre, el que todo lo posee. Yo soy aquel que con seguridad perecerá; mírame asido a tu Nombre, el Imperecedero. Te imploro entonces por tu Ser, el Exaltado, el Altísimo, que no me abandones a mí mismo ni a los deseos de una inclinación corrupta. Retén mi mano en la mano de tu poder, líbrame de las profundidades de mis fantasías y vanas imaginaciones y purifícame de todo lo que Tú detestas.
Haz, pues, que me vuelva completamente hacia Ti, que ponga en Ti toda mi confianza, que te busque como mi refugio y que huya hacia tu rostro. Tú eres verdaderamente Aquel que, por la fuerza de su poder, hace lo que desea y ordena lo que quiere por la potencia de su voluntad. Nadie puede resistir la acción de tu decreto; nadie puede desviar el curso de tu designio. Tú eres en verdad el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Más Generoso.
¡Loado sea tu nombre, oh Señor mi Dios! Tú ves cómo me he vuelto hacia Ti, y he dirigido mi rostro en la dirección de tu gracia y tus dones. Yo Te imploro por tu nombre, mediante el cual permitiste a todos quienes han reconocido tu unidad participar del vino de tu misericordia, y a todos aquellos que se han acercado a Ti, beber de las aguas vivientes de tu amorosa bondad, que me libres enteramente de toda vana imaginación, y me inclines en la dirección de tu gracia, ¡oh Tú Quien eres el Señor de todos los hombres!
Ayúdame bondadosamente, oh mi Dios, en los Días de la Manifestación de Tu Causa y la Aurora de tu Revelación, a desgarrar los velos que me han impedido reconocerte, y sumergirme en el océano de tu conocimiento. Sosténme con las manos de tu poder, y concede que sea tan arrobado por las suaves melodías de la Paloma de tu unicidad, que cese de contemplar en toda la creación rostro alguno que no sea tu rostro, oh Tú el Objetivo de mi deseo, y no reconozca en el mundo visible nada que no sean las evidencias de tu poder, ¡oh Tú Quien eres el Dios de misericordia!
No soy más que una miserable criatura, oh mi Señor, y Tú eres el Todoposeedor, el Altísimo; y soy absolutamente débil, y Tú eres el Todopoderoso, y el Supremo Ordenador, tanto en el principio como en el fin. No apartes de mí las fragancias de tu Revelación, ni destruyas mis esperanzas en las efusiones que han descendido del cielo de tus favores. Ordena para mi, oh mi Dios, el bien de este mundo y del mundo por venir, y concédeme aquello que me beneficie en cada mundo de tus mundos, pues no sé lo que ha de ayudarme o dañarme. Tú eres, en verdad, el Omnisciente, el Sapientísimo.
Ten misericordia, entonces, de tus siervos, oh mi Dios, quienes están sumidos en medio del océano de las insinuaciones perversas, y libéralos por el poder de tu soberanía, ¡oh Tú Quien eres el Señor de todos los nombres y atributos! Tú eres Aquel Quien desde siempre has ordenado lo que Te place, y por siempre continuarás siendo el mismo. No existe otro Dios sino Tú, el Siempre Perdonador, el Más Misericordioso.
¡Oh Dios, mi Dios! He dejado mi hogar asiéndome fuertemente al cordón de tu amor y me he encomendado enteramente a tu cuidado y protección. Te imploro por tu poder (por medio del cual Tú protegiste a tus amados del descarriado y del perverso, de todo opresor contumaz y de todos los malvados que se han apartado lejos de Ti) que me protejas con tu munificencia y tu gracia. Permíteme, pues, regresar a mi hogar por tu fuerza y tu poder. Tú eres en verdad el Todopoderoso, el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo.
De las perfumadas corrientes de tu eternidad dame de beber, oh mi Dios, y de los frutos del árbol de tu Ser permíteme gustar, oh mi Esperanza. De los manantiales cristalinos de tu amor déjame beber, oh mi Gloria, y bajo la sombra de tu eterna providencia permíteme habitar, oh mi Luz. En las praderas de tu proximidad, ante tu presencia, haz que pueda vagar, oh mi Bienamado, y a la diestra del trono de tu merced hazme sentar, oh mi deseo. De las fragantes brisas de tu alegría deja que un soplo llegue hasta mí, oh mi Objetivo, y en las alturas del paraíso de tu realidad permíteme entrar, oh mi Adorado. Las melodías de la paloma de tu unidad permíteme escuchar, oh Tú el Resplandeciente, y mediante el espíritu de tu fuerza y tu poder vivifícame, oh mi Proveedor. En el espíritu de tu amor manténme firme, oh mi Auxiliador, y en el sendero de tu complacencia afirma mis pasos, oh mi Hacedor. En el jardín de tu inmortalidad, ante tu semblante, permíteme habitar eternamente, oh Tú que eres misericordioso conmigo, y sobre la sede de tu gloria establéceme, oh Tú que eres mi Poseedor. Hacia el cielo de tu cariñosa bondad elévame, oh mi Vivificador, y hacia el sol de tu guía condúceme, oh Tú mi Atraedor. Ante las revelaciones de tu invisible espíritu llámame a estar presente, Tú que eres mi Origen y mi elevadísimo Deseo, y hacia la esencia de la fragancia de tu belleza, que Tú has de manifestar, hazme volver, oh Tú que eres mi Dios.
Potente eres Tú para hacer lo que te place. Tú eres en verdad el Más Exaltado, el Todoglorioso, el Altísimo.
¡Oh Tú, cuyo rostro es el objeto de mi adoración, cuya belleza es mi santuario, cuya morada es mi objetivo, cuya alabanza es mi esperanza, cuya providencia es mi compañera, cuyo amor es la causa de mi existencia, cuya mención es mi consuelo, cuya proximidad es mi deseo, cuya presencia es mi más caro anhelo y elevadísima aspiración!, te suplico que no me niegues aquello que Tú ordenaste para los elegidos entre tus siervos. Provéeme, entonces, con el bien de este mundo y el venidero.
Tú verdaderamente eres el Rey de todos los hombres. No hay Dios sino Tú, el que siempre perdona, el Más Generoso.
¡Oh mi Dios! Este es tu siervo y el hijo de tu siervo13 que ha creído en Ti y en tus signos y ha vuelto su rostro hacia Ti, completamente desprendido de todo excepto de Ti. Tú eres verdaderamente, el más misericordioso de los misericordiosos.
Trátalo, oh Tú que perdonas los pecados de los hombres y encubres sus faltas, como corresponde al cielo de tu munificencia y al océano de tu gracia. Concédele que sea admitido en los recintos de tu trascendente misericordia, que existía antes de la creación del cielo y de la tierra. No hay Dios sino Tú, el que siempre perdona, el Más Generoso.
Luego se repite seis veces el saludo « Alláh'u'Abhá» y después se repite diecinueve veces cada uno de los siguientes versos:
Todos en verdad adoramos a Dios.
Todos en verdad nos inclinamos ante Dios.
Todos en verdad estamos consagrados a Dios.
Todos en verdad alabamos a Dios.
Todos en verdad damos gracias a Dios.
Todos en verdad somos pacientes ante Dios.
¡Oh mi Señor! Haz de tu belleza mi alimento y de tu presencia mi bebida; de tu agrado mi esperanza y de tu alabanza mi acción; de tu recuerdo mi compañero y del poder de tu soberanía mi socorro; de tu morada mi hogar y de mi vivienda la sede que Tú has santificado de las limitaciones impuestas a quienes están separados de Ti como por un velo.
Tú eres verdaderamente el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Omnipotente.
¡Gloria sea a Ti, oh Señor mi Dios! No humilles a quien Tú has exaltado mediante el poder de tu soberanía eterna y no alejes de Ti a quien Tú has hecho entrar en el tabernáculo de tu eternidad. ¿Rechazarás, oh mi Dios, a quien Tú has protegido con tu soberanía y apartarás de Ti, oh mi deseo, a aquel para quien Tú has sido un refugio? ¿Podrás degradar a quien Tú has elevado u olvidar a quien Tú permitiste que te recordara?
¡Glorificado, inmensamente glorificado eres Tú! Tú eres Aquel que desde siempre ha sido el Rey de toda la creación y su Primer Motor; y eternamente permanecerás como el Señor y el Ordenador de todas las cosas creadas. ¡Glorificado eres Tú, oh mi Dios! Si Tú dejas de ser misericordioso con tus siervos, ¿quién entonces será misericordioso con ellos? Y si rehusaras socorrer a tus amados, ¿quién hay que pueda socorrerles?
¡Tú eres glorificado, inmensamente glorificado! Glorificado, inmensamente glorificado eres Tú. Tú eres adorado en tu verdad y a Ti ciertamente te veneramos todos. Tú estás manifiesto en tu justicia y de Ti, verdaderamente, todos somos testigos. Tú eres en verdad amado en tu gracia. No hay Dios sino Tú, el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo.
Tu nombre es mi curación, oh mi Dios, y el recuerdo de Ti es mi remedio. La proximidad a Ti es mi esperanza y el amor por Ti es mi compañero. Tu misericordia hacia mí es mi curación y mi socorro, tanto en este mundo como en el venidero.
Tú verdaderamente eres el Todo Generoso, el que Todo lo Sabe, el Todo Sabio.
¡Oh mi Dios, mi Maestro, el objeto de mi deseo! Este tu siervo busca dormir al amparo de tu misericordia y reposar bajo el dosel de tu gracia, implorando tu cuidado y tu protección.
Yo te ruego, oh mi Señor, por tu ojo que no duerme, que guardes los míos para que no miren a ninguna otra cosa aparte de Ti. Fortalece, pues, su visión, para que puedan distinguir tus signos y contemplar el horizonte de tu Revelación.
Tú eres Aquel ante las manifestaciones de cuya omnipotencia se ha estremecido la quintaesencia del poder.
No hay Dios sino Tú, el Todopoderoso, el que todo lo subyuga, el Incondicionado.
¿Cómo puedo yo desear dormir, oh Dios, mi Dios, cuando los ojos de aquellos que te anhelan están despiertos a causa de su separación de Ti? ¿Y cómo puedo yo reposar, mientras las almas de quienes te aman están muy afligidas debido a su lejanía de tu presencia?
Oh mi Señor, he encomendado mi espíritu y todo mi ser a la diestra de tu poder y tu protección, y pongo mi cabeza sobre la almohada por medio de tu poder y la levanto de acuerdo con tu voluntad y tu complacencia. Tú eres en verdad el Preservador, el Guardián, el Omnipotente, el Más Poderoso.
¡Por tu poder! Yo no pido, ya sea dormido o despierto, sino lo que Tú deseas. Soy tu siervo y estoy en tus manos. Ayúdame bondadosamente a realizar aquello que pueda derramar la fragancia de tu agrado. Esta es en verdad mi esperanza y la esperanza de aquellos que disfrutan de la proximidad a Ti. ¡Alabado seas Tú, oh Señor de los mundos!
¡Mi Dios, mi adorado, mi rey, mi deseo! ¿Qué lengua puede expresar mis gracias a Ti? Yo era negligente, Tú me despertaste. Yo te había dado la espalda, Tú me ayudaste bondadosamente a volverme hacia Ti. Yo era como un muerto, Tú me vivificaste con el agua de vida. Yo estaba marchito, Tú me reanimaste con la corriente celestial de tu Palabra que ha fluido de la pluma del Todo Misericordioso.
¡Oh Divina Providencia! Toda la existencia es engendrada por tu munificencia; no la prives de las aguas de tu generosidad ni del océano de tu misericordia. Te imploro que me ayudes y me asistas en todo momento y en todas condiciones, y anhelo tu antiguo favor del cielo de tu gracia.
Tú eres, en verdad, el Señor de munificencia y el Soberano del reino de la eternidad.
¡Oh Dios, mi Dios! Yo te pido por el océano de tu curación, por los esplendores del sol de tu gracia y por tu Nombre, por medio del cual sometiste a tus siervos, por el poder penetrante de tu muy exaltada Palabra y la potencia de tu muy augusta Pluma, y por tu misericordia, que ha precedido a la creación de todos los que están en el cielo y en la tierra, que me purifiques con las aguas de tu generosidad de toda aflicción y dolencia y de toda debilidad y flaqueza.
Tú ves, oh mi Señor, a tu suplicante esperando a la puerta de tu munificencia y a aquel que ha puesto sus esperanzas en Ti aferrándose al cordón de tu generosidad. Te suplico no le niegues aquello que solicita del océano de tu gracia y del sol de tu amorosa bondad.
Poderoso eres Tú para hacer lo que te place. No hay otro Dios sino Tú, el que siempre perdona, el Más Generoso.
Me he levantado esta mañana por tu gracia, oh mi Dios, y he dejado mi hogar confiando plenamente en Ti y entregándome a tu cuidado. Haz descender, pues, sobre mí, desde el cielo de tu merced, una bendición de tu parte y permíteme regresar salvo a mi hogar, así como me permitiste salir bajo tu protección con mis pensamientos fijos firmemente en Ti.
No hay otro Dios más que Tú, el Único, el Incomparable, el Omnisciente, el Todo Sabio.
¡Alabanzas sean para Ti, oh Tú Quien eres mi Dios y el Dios de todos los hombres, mi Anhelo y el Anhelo de todos aquellos que Te han reconocido, mi Amado y el Amado de quienes han admitido tu unidad, el Objeto de mi adoración y de la adoración de quienes tienen cercano acceso a Ti, mi Deseo y el Deseo de aquellos que están enteramente consagrados a Ti, mi Esperanza y la Esperanza de quienes han depositado su corazón en Ti, mi Refugio y el Refugio de todos aquellos que presurosos se han dirigido hacia Ti, mi Amparo y el Amparo de quienquiera se haya encaminado hacia Ti, mi Meta y la Meta de todos aquellos que se han vuelto en dirección a Ti, mi Objetivo y el Objetivo de quienes han fijado su mirada en Ti, mi Paraíso y el Paraíso de aquellos que han ascendido hasta Ti, mi Norte y el Norte de todos aquellos que Te anhelan, mi Dicha y la Dicha de todos los que Te aman, mi Luz y la Luz de todos aquellos que han errado y han pedido ser perdonados por Ti, mi Exultación y la Exultación de todos los que Te recuerdan, mi Fortaleza y la Fortaleza de todos aquellos que han huido hacia Ti, mi Santuario y el Santuario de todos los que temen de Ti, mi Señor y el Señor de todos aquellos que habitan en los cielos y en la tierra!
Alabado seas Tú, por cuanto me has arrobado con la dulzura de tus palabras, y me has dirigido hacia el horizonte sobre el cual han brillado los esplendores del Sol de tu rostro, y me has hecho volver hacia Ti, cuando la mayoría de tus criaturas se habían separado de Ti.
Tú eres Aquel, oh mi Dios, Quien ha abierto las puertas del cielo con la llave de tu Nombre, el Siempre Bendito, el Omnipotente, el Todoglorioso, el Más Grande, y has emplazado a toda la humanidad al océano de tu presencia. Tan pronto como fue elevada tu muy dulce voz, fueron conmovidos todos los habitantes del Reino de los Nombres y el Concurso en lo alto. Por tu llamado, la fragancia de la vestidura de tu Revelación fue esparcida sobre aquellas de tus criaturas que Te han amado, y aquellos de entre tu pueblo que Te han anhelado. Ellos se levantaron y precipitaron por alcanzar el Océano de tu encuentro, y el Horizonte de tu belleza, y el Tabernáculo de tu Revelación y tu majestad, y el Santuario de tu Presencia y tu gloria. Tanto se embriagaron con el vino de su reunión contigo, que se libraron de todo apego a cuento ellos y otros poseían.
Estos son tus siervos a quienes el ascendiente del opresor no ha impedido fijar sus ojos en el Tabernáculo de tu majestad, y a quienes las huestes de la tiranía no han logrado atemorizar ni desviar su mirada de la Aurora de tus signos y del Punto de Amanecer de tus testimonios.
¡Juro por tu gloria, oh Tu Señor de toda existencia e Iluminador de todas las cosas visibles e invisibles! Quienquiera haya bebido de las manos de tu munificencia las aguas vivientes de tu amor, no permitirá jamás que las cosas que pertenecen a tus criaturas le aparten de Ti, ni desmayará porque todos los habitantes de tu reino se nieguen a reconocerte. Tal hombre clamará en voz alta ante todos los que están en el cielo y en la tierra, y anunciará a las gentes el tumulto del Océano de tu munificencia y los esplendores de los Luminares del cielo de tus dádivas.
Feliz de verdad es el hombre que se ha vuelto hacia el santuario de tu presencia y se ha librado de todo apego a ningún otro que no seas Tú. Es ciertamente exaltado quien ha confesado tu gloria y fijado sus ojos en el Sol de tu amorosa bondad. Está dotado de entendimiento aquel quien se ha percatado de tu Revelación y ha reconocido tus múltiples señales, tus signos y tus testimonios. Es un hombre de discernimiento aquel cuyos ojos han sido iluminados por el fulgor de tu rostro y quien, tan pronto como se hubo proclamado tu llamado, Te ha reconocido. Es un hombre dotado de oído quien ha sido movido a escuchar tu voz y acercado al ondulante océano de tus palabras.
Contempla a este extraño, oh mi Señor, quien se ha apresurado a alcanzar su muy exaltado Hogar al amparo de tu protectora misericordia, y a esta alma doliente que ha dirigido su rostro hacia el océano de tu curación.
Observa entonces, oh Tú mi Dios, Quien inflamas mi alma, las lágrimas que derramo, y los suspiros que profiero, y la angustia que aflige mi corazón, y el fuego que consume mi ser. ¡Tu gloria me lo atestigua, oh Tú, la Luz del mundo! El fuego de tu amor, que arde continuamente dentro de mí, tanto me ha inflamado, que quienquiera de entre tus criaturas que se me acerque, e incline hacia mí su oído interior, no podrá dejar de oír su fragor en cada una de mis venas.
Tan extasiado estoy por la dulzura de tus palabras, y tan embriagado con el vino de tu tierna misericordia, que mi voz no puede nunca acallarse, ni pueden ya mis manos suplicantes dejar de extenderse hacia Ti. Tú ves, oh mi Señor, cómo mis ojos están dirigidos hacia tu gracia, y mis oídos inclinados hacia el reino de tu prolación, y mi lengua se ha desatado para celebrar tu alabanza, y mi rostro se ha vuelto hacia tu rostro, el cual sobrevive a todo cuanto ha sido creado por tu palabra, y mis manos se han elevado hacia el cielo de tu munificencia y favor.
¿Apartarás de Ti al extraño que Tú llamaste hacia su muy exaltado Hogar, a la sombra de las alas de tu misericordia, o desecharás a la miserable criatura que se ha apresurado a alcanzar las orillas del océano de tu riqueza? ¿Cerrarás la puerta de tu gracia delante de tus criaturas después de haberla abierto mediante la fuerza de tu poder y soberanía, o cegarás los ojos de tu pueblo cuando ya les habías ordenado volverse hacia la Aurora de tu Belleza y el Amanecer de los esplendores de tu semblante?
¡No, y ello tu gloria me lo atestigua! Tal no es mi pensamiento acerca de Ti, ni el pensamiento de aquellos de tus siervos que tienen cercano acceso a Ti, ni el de los sinceros entre tu pueblo.
Tú sabes, y ves, y oyes, oh mi Señor, que ante cada árbol me siento impulsado a elevar mi voz hacia Ti, y ante cada piedra, impelido a suspirar y lamentarme. ¿Ha sido tu propósito al crearme, oh mi Dios, afligirme con tribulaciones, o permitirme manifestar tu Causa en el reino de tu creación?
Tú oyes, oh mi Dios, mis suspiros y mi gemido, y observas mi impotencia, y mi pobreza, y mi miseria, y mi infortunio, y mi desdicha. ¡Juro por tu poder! He llorado con tal llanto, que he sido incapaz de hacer mención de Ti, o ensalzarte, y he sollozado con tan amargo lamento, que toda madre en su aflicción se sentía aturdida ante mí, y olvidaba su propia angustia y los suspiros que había proferido.
Te imploro, oh mi Señor, por tu Arca, mediante la cual la potencia de tu voluntad fue manifestada y los energizantes efectos de tu propósito fueron revelados, y la cual navega sobre la tierra y el mar por la fuerza de tu poder, que no me sorprendas en mis enormes pecado y grandes transgresiones. ¡Juro por tu gloria! Las aguas de tu perdón y de tu misericordia me han dado valor, así como la hecho tu proceder, en épocas pasadas, con los sinceros entre tus elegidos y con aquellos de tus Mensajeros que han proclamado tu unicidad.
Sé muy bien, oh mi Señor, que he sido tan arrobado por las claras muestras de tu amorosa bondad, y tan completamente embriagado por el vino de tu prolación, que cualquier cosa que contemplo, de inmediato descubro que Te da a conocer ante mí, y me recuerda tus signos y tus señales, y tus testimonios. ¡Por tu gloria! Cada vez que elevo mis ojos hacia tu cielo, me trae a la memoria tu excelsitud y tu sublimidad, y tu incomparable gloria y grandeza; y cada vez que vuelvo mi mirada hacia tu tierra, me siento compelido a reconocer las evidencias de tu poder y las señales de tu generosidad. Y cuando observo el mar, encuentro que me habla de tu majestad, de la potencia de tu fuerza, y de tu soberanía y de tu grandeza. Y cuando quiera que contemplo las montañas, me llevan a descubrir los emblemas de tu victoria y los estandartes de tu omnipotencia.
¡Juro por tu poder, oh Tú en cuyo puño están las riendas de toda la humanidad, y los destinos de las naciones! Estoy tan inflamado de amor por Ti, y tan embriagado con el vino de tu unicidad, que puedo oír en el susurro de los vientos el son de tu glorificación y alabanza, y puedo reconocer en el murmullo de las aguas la voz que proclama tus virtudes y tus atributos, y puedo percibir en el rumor de las hojas los misterios que han sido irrevocablemente ordenados por Ti en tu reino.
¡Glorificado eres Tú, oh Dios de todos los nombres y Creador de todos los cielos! Rindo mis gracias a Ti, puesto que has hecho conocer a tus siervos este Día en que el río, que es en verdad la vida, ha emanado de los dedos de tu munificencia, y la primavera de tu revelación y tu presencia, ha aparecido a través de tu manifestación para todos los que están en tu cielo y todos los que están en tu tierra.
Éste es el Día, oh mi Señor, cuyo resplandor has exaltado por encima del resplandor del sol y su efulgencia. Atestiguo que la luz que difunde procede de la gloria de la luz de tu rostro, y es generada por el fulgor del amanecer de tu Revelación. Éste es el Día en que los desesperanzados han sido ataviados con la vestidura de la confianza, y los enfermos han sido cubiertos con el manto de la curación, y los pobres han sido acercados al océano de tu riqueza.
¡Juro por tu Belleza, oh Rey de la eternidad, Quien Te encuentras en tu gloriosísimo Trono! Aquel Quien es la Aurora de tus signos y el Revelador de tus claras pruebas, no obstante la inmensidad de su sabiduría y la sublimidad de su conocimiento, ha confesado su incapacidad para comprender la menor de tus palabras, en relación con tu exaltadísima Pluma, ¡cuánto menos será Él capaz de entender la naturaleza de tu Todoglorioso Ser y tu muy augusta Esencia!
No encuentro, oh mi Dios, palabras con las cuales pueda hacer mención de Ti, y no sé cómo expresarte o ensalzarte. Si tratara de describirte por tus nombres, en seguida reconocería que el mismo reino de estos nombres es creado por el movimiento de tus dedos, y se estremece por temor a Ti. Y si osara exaltar tus atributos, estaría obligado a admitir que estos atributos son una creación tuya y se hallan en tu puño. No es propio de Aquellos Quienes son las Manifestaciones de estos nombres y atributos, permanecer ante la puerta de la ciudad de tu Revelación, cuanto menos escalar las alturas en que has establecido el trono de tu majestad.
¡Juro por tu poder, oh Tú Quien eres el Rey de los nombres y el Hacedor de los cielos! Todo cuanto ha sido engalanado con el manto de las palabras, no es sino tu creación, la cual ha sido generada en tu reino y engendrada por acción de tu voluntad, y es completamente digna de tu excelsitud y absolutamente insuficiente para tu excelencia.
Y ya que ha sido demostrado que tu muy augusto Ser es inmensurablemente exaltado por sobre todo lo que ha sido creado en el mundo de la existencia, y se encuentra muy por encima del alcance y la comprensión de tus Escogidos y de tus Amados, los esplendores de la luz de tu unidad, son por tanto manifestados, y se vuelve evidente para todos, tanto sean libres o cautivos, de que Tú eres uno en tu propio Ser, uno en tu Causa, y uno en tu Revelación. Grande es la bendición del hombre quien, en su amor por Ti, se ha librado de todo apego a cualquiera que no seas Tú, y se ha dirigido presuroso hacia el horizonte de tu Revelación, y ha alcanzado este Cáliz el cual Tú has hecho que superara a todos los mares de la tierra.
Yo te pido, oh mi Dios, por tu poder, tu dominio y tu soberanía, que comprende a todos los que están en tu cielo y en tu tierra, que hagas conocer a tus siervos este luminoso camino y este recto sendero, para que reconozcan tu unidad y tu individualidad con certeza tal que no pueda ser alterada por las vanas imaginaciones de los que dudan, ni oscurecida por las frívolas fantasías de los porfiados. Ilumina, oh mi Señor, los ojos de tus siervos y haz que sus corazones se iluminen con los resplandores de la luz de tu sabiduría, para que puedan concebir la grandeza de esta exaltadísima posición y reconocer este luminosísimo horizonte, para que el clamor de los hombres no les disuada de volver su mirada hacia la resplandeciente luz de tu unidad, ni les impida fijar sus rostros hacia el horizonte que se destaca.
Este es el Día, oh mi Señor, que Tú anunciaste a toda la humanidad como el Día en que revelarías tu Ser, y esparcirías tu fulgor, y resplandecerías sobre todas tus criaturas. Tú, además, has establecido un convenio con ellos, en tus Libros, y tus Escrituras, y tus Rollos, y tus Tablas, concerniente a Aquel Quien es la Aurora de tu Revelación, y has designado al Bayán como el Anunciador de esta Muy Grande y gloriosísima Manifestación, y esta muy resplandeciente y sublime Aparición.
Y cuando el horizonte del mundo fue iluminado, y Aquel Quien es el Más Grande Nombre fue manifestado, todos descreyeron de Él y de los signos, excepto aquellos que habían sido arrobados por la dulzura de tu glorificación y alabanza. A Él Le aconteció lo que debe permanecer inescrutable para cualquiera fuera de Ti, cuyo conocimiento trasciende a todos los que están en tu cielo y todos los que están en tu tierra.
Tú bien sabes, oh mi Dios, que el Revelador del Bayán (el Báb) ha regido a toda la humanidad en lo concerniente a tu Causa, y tu Revelación, y tu Soberanía. Él ha dicho, y dulce es su voz: « Cuidado, no sea que el Bayán y sus Letras os aparten de Aquel Quien es el Más Misericordioso y de su soberanía2. Además, ha escrito: « Aunque Él no produjere más que un solo verso, aún así no debéis negarle. Acudid presurosos a Él, para que quizá, haga descender sobre vosotros lo que Él desea, como muestra de su gracia para con vosotros. Él, verdaderamente, es el Poseedor de sus siervos, y el Rey de la creación».
Tú ves, entonces, oh Tú Quien eres el Amado del mundo y el Revelador del Más Grande Nombre, cómo Él ha descendido con el reino de sus signos, y de un modo que ha hecho que los átomos de la tierra atestigüen que el mundo entero ha sido calmado con esos signos. Y, empero, no obstante esta tan manifiesta y toda gloriosa Revelación, y estos signos que nadie puede valorar salvo Tú, oh Rey de los nombres, Tú observas cómo se han separado de Quien es la Aurora de tu Esencia, y han puesto reparos a Aquel Quien es el Manantial de tu sabiduría y de tu prolación. Estaban ellos tan embargados por la sed de fama, que rechazaron tus pruebas, y tus testimonios, y tus signos, los cuales cada hombre de discernimiento percibe en todo cuanto declara tu grandeza y tu soberanía, y reconoce tu Revelación y tu poder. De tal manera Le han difamado, que han hecho lamentarse a los moradores del Tabernáculo Todoglorioso y al Concurso de lo alto, y tales calumnias han proferido contra Él, que se han fundido las almas de tus Escogidos y los corazones de aquellos que Te son queridos. Ellos han errado tan gravemente, que desecharon tus muy refulgentes signos aferrándose a sus ociosas fantasías, ¡oh Tú Quien eres el Poseedor de los Nombres y el Señor del Trono en lo alto y de aquí en la tierra!
Tú eres, oh mi Dios y la Exultación de mi corazón, Aquel Quien ha engalanado tu Tabla, de la cual nadie más que Tú tiene conocimiento, con la mención de este Día, el cual Tú llamaste por tu Nombre, para que quizá nada pueda ser visto en ese día sino tu muy augusto Ser, ni sea traída a la memoria cosa alguna que no sea tu dulcísima evocación.
Tan pronto como Él Se hubo revelado, se estremecieron y temblaron los cimientos de los linajes de la tierra, y los doctos se desvanecieron, y los sabios quedaron perplejos, excepto aquellos quienes, mediante la fuerza de tu poder, se han acercado a Ti, y han percibido el escogido vino de tu Revelación de la mano de tu gracia, y gustándolo en tu nombre, han exclamado: « Alabanzas sean para Ti, ¡oh Tú el Deseo de los mundos!, y gloria sea a Ti, ¡oh Tú Quien eres la Exultación de los corazones que Te anhelan!»
¡Mi Dios, mi Maestro, mi Suprema Esperanza, y el Objeto de mi deseo! Tú ves y oyes los suspiros de este Agraviado, en este oscuro foso que las vanas imaginaciones de tus adversarios han construido, y en este pozo ciego que las ociosas fantasías de los inicuos entre tus criaturas han cavado. ¡Por tu Belleza, oh Tú cuya gloria es descubierta a la faz de los hombres! No soy impaciente en las penas que me afligen en mi amor por Ti, ni en las adversidades que sufro en tu sendero. Es más, por tu poder, las he escogido para mí mismo, y en ellas me glorío entre aquellas de tus criaturas que gozan de cercano acceso a Ti, y aquellos de tus siervos que están completamente dedicados a tu Ser.
No obstante, Te suplico, oh Tú Quien eres la Luz del mundo y el Señor de las naciones, en este mismo momento cuando, con las manos de la esperanza, me he aferrado al borde de la vestidura de tu misericordia y tu munificencia, que perdones a tus siervos que se han remontado en la atmósfera de tu cercanía, y han dirigido sus rostros hacia los esplendores de la luz de tu semblante, y se han vuelto al horizonte de tu complacencia, y se han acercado al océano de tu merced, y durante todas sus vidas han proclamado sus alabanzas a Ti, y se han inflamado con el fuego de su amor a Ti. Ordena para ellos, oh Señor mi Dios, tanto antes como después de su muerte, lo que sea propio de la sublimidad de tu munificencia y la excelencia de tu amorosa bondad.
Permite, oh mi Señor, que aquellos que han ascendido hacia Ti puedan dirigirse a Aquel quien es el más Exaltado Compañero y puedan habitar a la sombra del tabernáculo de tu majestad y el santuario de tu gloria. Rocía sobre ellos, oh mi Señor, del océano de tu perdón, aquello que los haga dignos de habitar, tanto tiempo como dure tu soberanía, dentro de tu muy exaltado reino y tu altísimo dominio. Potente eres Tú para hacer lo que te place.
No niegues a tus amados, oh mi Señor, los perfumados aromas de este Día en que fueron descubiertos los misterios de tu nombre, el que Subsiste por Sí Mismo, y fue revelado todo lo que estaba guardado en los tesoros de tu sabiduría. Este es el Día, oh mi Señor, en el que a cada átomo de la tierra se le ha hecho vibrar y exclamar: « ¡Oh Tú quien eres el Revelador de los signos y el Rey de la creación! Ciertamente, percibo la fragancia de tu presencia. Me parece que Te has revelado a Ti mismo, y has abierto las puertas de la reunión contigo ante todos los que están en tu cielo y todos los que están en tu tierra. Estoy convencido, por la fragancia de tu manto, oh mi Señor, de que el mundo ha sido honrado por tu presencia, y ha inhalado el suave aroma de tu encuentro. No conozco, sin embargo, oh Tú el Amado del mundo y el Deseo de las naciones, el lugar en que ha sido establecido el trono de tu majestad, ni la sede que sido hecha tu escabel, e iluminada con los esplendores de la luz de tu rostro».
¡Juro por tu gloria, oh Tú Quien eres el Señor de toda existencia y el Poseedor de todas las cosas visibles e invisibles! Cada hombre de entendimiento ha sido tan desconcertado por tu conocimiento, y cada hombre de discernimiento ha quedado tan perplejo al intentar desentrañar los signos de tu gran gloria, que todos han reconocido su incapacidad para presentarse el cuelo desde el cual ha resplandecido uno de los Luminares de las Manifestaciones de tu conocimiento y de las Auroras de tu sabiduría, y su impotencia para ascender hasta él. Quién podrá convenientemente describir esta muy sublime posición y esta muy augusta sede; sede que, por tu decreto, trasciende la comprensión de tus criaturas y los testimonios de tus siervos, y que ha estado eternamente oculta a la comprensión y el conocimiento de los hombres, y cerrada con el sello de tu nombre, el que Subsiste por Sí Mismo.
¡Juro por tu gloria y tu soberanía, las cuales eclipsan los reinos de la tierra y del cielo! Si alguno de tus Escogidos y tus Mensajeros meditara sobre las múltiples evidencias de tu muy exaltada Pluma -Pluma que es guiada por los dedos de tu voluntad- y si reflexionara sobre sus misterios, sus señales, y todo lo que ella revela, quedaría tan atónito, que su lengua no podría ensalzarte ni describirte, y su corazón sería completamente incapaz de comprenderte. Pues una vez descubriría que de esta Pluma, el agua que es en verdad la vida, emana hacia todas las cosas creadas, y que la Pluma misma ha sido llamada por Ti la trompeta por la cual los muertos salen de sus sepulcros. En otra oportunidad hallaría que de esta Pluma procede un fuego tal como el que tu propia Revelación puede encender, y que Aquel Quien conversó contigo (Moisés) percibió en el Sinaí.
¡Cuán maravillosas son, entonces, las múltiples señales de tu poder, y cuán grandes las diversas evidencias de tu fuerza! Los doctos, sin excepción, han admitido su ignorancia cuando se han confrontado con el esplendor del Luminar de tu conocimiento; y los poderosos han confesado todos su impotencia ante el ondulante Océano de tu fuerza; y los ricos han reconocido todos su pobreza frente a las efusiones de los Tesoros de tu riqueza; y los ilustrados en las cosas del mundo han admitido que no son nada al lado de los fulgores de la Luz de tu belleza; y los exaltados han atestiguado todos su humillación en presencia del resplandor del Sol de tu gloria; y aquellos que tienen autoridad han atestiguado su propia evanescencia y la evanescencia de los demás, y han descubierto la eternidad de tu majestad, y de tu soberanía, y de tu sublimidad, y de tu poder.
¡Mi Dios, y el Dios de todas las cosas, mi Rey y el Rey de todas las cosas, y el Amado de mi alma, y el Objeto de mi deseo! Tú bien sabes que hago mención de Ti, en este día, en nombre de aquellas de tus criaturas que se han desprendido de todo salvo de Ti, y ensalzó tus virtudes mediante la lengua de aquellos de entre tu pueblo que han reconocido tu unicidad, para que quizá de los suspiros que profieren en su amor y anhelo por Ti, surja aquello que haga disiparse todo cuanto impida a tus siervos dirigir sus rostros hacia el cielo de tu conocimiento y el reino de tus signos.
Éste es, entonces, oh mi Dios, y el Dios de todos los hombres, y Creador de la tierra y del cielo, el Día en el cual Aquel cuyo corazón arde con el llameante fuego de tu presencia, Te está llamando. ¿Dónde puede encontrarse la separación de Ti, oh mi Dios, para que la reunión contigo sea claramente reconocida por la revelación de la Luz de tu unidad, y la revelación de los esplendores del Sol en tu unidad, y la revelación de los esplendores del Sol de tu unicidad? Te pido perdón, oh mi Dios, por todo cuanto ha sido dicho, y por lo que ha fluido y fluye ahora de mi Pluma en tus días. Atestiguo de que Tú has decretado que la ofrenda de la oración debería ser propia no de mí, sino de Aquel Quien, por tu mandato y en conformidad con tu deseo, me ha procedido a mí. Más bien, has ordenado que la revelación de los versos debería atribuirse especialmente a esta potente Manifestación, y a este Anuncio que ha engalanado los Escritos de tu majestad y tu Tabla en que se lleva cuenta.
Te doy gracias, oh Tú quien has encendido tu fuego dentro de mi alma, y has arrojado los rayos de luz dentro de mi corazón, por haber enseñado a tus siervos cómo hacer mención de Ti, y revelado las maneras en que pueden suplicarte, a través de tu más santa y exaltada lengua y por tu más augusta y preciosa palabra. ¿Si no fuera por tu anuencia, quién se atrevería a expresar tu poder y tu grandeza, y a no ser por tu guía, quién sería el hombre capaz de descubrir los caminos de tu complacencia en tu creación?
Te suplico, oh Dios de munificencia y Rey de todo lo creado, que protejas a tus siervos de las imaginaciones que sus corazones puedan forjar. Elévalos, entonces, a tales alturas que sus pasos no resbalen ante las evidencias de tu obra, que las múltiples exigencias de tu sabiduría han ordenado, y cuyos secretos Tú has ocultado a la faz de tu pueblo y tus criaturas. No los apartes, oh mi Señor, del océano de tu conocimiento, ni los prives de lo que Tú has destinado para aquellos de tus elegidos que tienen cercano acceso a Ti, y aquellos de tus fiduciarios que están completamente dedicados a Ti. Provéelos, entonces, con aquello de tu mar de certeza con lo cual se ha de calmar la agitación de sus corazones. Convierte, oh Señor mi Dios, la oscuridad de sus fantasías en la brillantez de la certidumbre, y haz que se levanten y caminen resueltamente en tu recto Sendero, para que quizá tu Libro no les impida reconocer a Quien es su Revelador, ni tus nombres, aceptar a Aquel Quien es su Creador, y su Proveedor, y su Origen, y su Rey, y su Engendrador, y su Destructor, y su Glorificador, y su Abatidor, y su Gobernante, y el Soberano Protector de sus Portadores.
Tú eres, oh mi Dios, y mi Soberano, Aquel Quien has hecho descender tu Libro para Tú poder manifestar mi Causa, y glorificar mi Palabra. Por medio de él estableciste un Convenio, concerniente a mí, con todo cuanto ha sido creado en tu reino. Tú ves, oh Amado del mundo, cómo los rebeldes entre tus criaturas han hecho de ese Convenio un baluarte para ellos mismos, y a través de él se han alejado de tu Belleza, y han repudiado tus signos.
Tú eres Aquel, oh mi Dios, Quien les ha ordenado en tu gran Libro, diciendo: « Temed al Más Misericordioso, oh pueblo del Bayán, y no neguéis a Aquel para Quien yo he ordenado que el Bayán sea una de las hojas de su Paraíso. Yo, en verdad, lo estimo como un regalo mío para Él. Si fuere su voluntad aceptarlo, Él, ciertamente, es el Más Munífico; y si lo desechare, y rehusara considerarlo, su veredicto sería justo, y Él, en verdad, es Loable en sus actos, y debe ser obedecido en sus órdenes. A nadie le es dado el derecho de ponerle a Él reparos».
Tú contemplas, por tanto, oh mi Dios, cómo este agraviado ha caído en las manos de aquellos que han negado tu derecho, y se han apartado de tu soberanía. Aquel en torno cuya persona circunda tu prueba, y en cuyo nombre y por cuya soberanía tu testimonio clama a todas las cosas creadas, ha padecido en sus días más dolorosamente de lo que pluma alguna puede relatar, y ha sido tan atormentado, que Aquel Quien es tu Espíritu (Jesús) Se lamenta, y todos los habitantes de tu Reino y todos los moradores de tu Tabernáculo en los dominios de lo alto han llorado con grande y amarga lamentación.
Si alguien inclinase su oído interior, percibiría el llanto y el gemido de todas las cosas creadas, por lo que Le ha acontecido a Aquel Quien el mundo ha agraviado, por obra de aquellos con quienes Tú has establecido convenio en el Día de la Separación. ¿Dónde está el alma imparcial, oh mi Dios, que ha de juzgar equitativamente tu Causa, y dónde puede hallarse el hombre de discernimiento que Te vea con tus propios ojos? ¿Existe algún hombre atento que Te escuche con tus oídos, o uno dotado de elocuencia que diga la verdad en tus días?
¡Juro por tu gloria, oh Tú que observas desde tu Todoglorioso horizonte, y oyes la voz del Árbol del Loto más allá del cual no hay paso! Si alguien considerase tus Libros, a los cuales Tú denominaste el Bayán, y ponderase en su corazón lo que ha sido revelado en ellos, descubriría que cada uno de estos Libros anuncia mi Revelación, y declara mi Nombre, y ofrece testimonio de mi Ser, y proclama mi Causa, y mi Alabanza, y mi Surgimiento, y el esplendor de mi Gloria. Y, sin embargo, a pesar de tu proclamación, oh mi Dios, y no obstante las palabras que Tú proferiste, oh mi Amado, has visto y oído sus calumnias contra mí, y sus perversas acciones en mis días.
Atestiguo en mi presente estado, oh mi Señor, y contra la voluntad de aquel quien Te ha vuelto la espalda (Mírzá Yahyá), que Tú eres Dios y que no existe otro Dios fuera de Ti. Éste, ciertamente, es el Día con el cual tus Escrituras, y tus Libros, y tus Tablas, han sido adornadas. Y Aquel Quien ahora habla es, en verdad, el Bien Guardado Tesoro, y el Secreto Oculto, y la Tabla Preservada, y el Misterio Impenetrable, y el Libro Sellado. Él, verdaderamente, ha de ser obedecido en cualquier cosa que Él establezca, y decrete, y revele, y ser amado en todo lo que Él, a través de su soberanía, prescriba, y por medio de su poder, Él ordene. Quienquiera vacile, por menos de un abrir y cerrar de ojos, verdaderamente ha negado tu derecho, y repudiado todo lo que Tú has revelado en tus Libros, y tus Escrituras, y has hecho descender con tus Escogidos, y tus Profetas, y tus Mensajeros, y los Fiduciarios de tu Revelación.
Te pido, oh Tú en cuyas manos están los reinos de la tierra y el cielo, y en cuyo puño yacen todos los que habitan en los dominios de tu Revelación y tu creación, que no apartes la mirada de tus favores de aquellos que han sufrido tribulaciones en tu sendero, y han probado la copa de dolor en su amor hacia Ti, y han sido arrojados en prisión en tu nombre, y han soportado lo que nadie entre tus criaturas y pueblo, ha soportado. Ellos son tus siervos, oh mi Señor, quienes Te respondieron tan pronto como proferiste tu llamado, y dirigieron sus rostros hacia Ti cuando la luz de tu semblante se elevó sobre ellos, y se volvieron hacia Ti en el momento en que tu muy exaltado horizonte resplandeció con el brillo de tu nombre, por el cual desfallecieron todos los que están en tu cielo y en tu tierra. Ordena para ellos, oh mi Señor, aquello que Tú ordenaste para tus escogidos, quienes han dado la bienvenida a los dardos de los infieles en tu Causa y por amor a Ti, y se han apresurado a alcanzar el oriente de la tribulación con tu nombre en sus labios y tu recordación en sus corazones. Tú eres, oh mi Señor, Quien has prometido en tus perspicuas aserciones, recordarlos en tu Libro como recompensa por sus acciones en tus días.
Bendícelos, oh mi Dios, y asígnales una gloria tal como la que ha resplandecido por encima del horizonte de tu voluntad, y ha derramado sus esplendores desde el reino de tu prolación. Sumérgelos, oh mi Señor, en el océano de tu misericordia, e ilumínales con la naciente luz de tu Revelación. Perdona, entonces, oh mi Dios, a sus padres y a sus madres, por tu favor y tu munificencia y tus tiernas mercedes. Envíales, entonces, desde la diestra de tu muy exaltado Paraíso, la fragancia del manto de tu gloriosísima Belleza. Potente eres Tú para hacer lo que Te place. Tú eres, verdaderamente, el Gobernante, el Ordenador, el Todomunífico, el Siempre Perdonador, el Más Generoso.
Loor a Ti, oh Tú el Amado del mundo, y el Adorado de los corazones de aquellos que Te han reconocido.
¡Alabanzas sean para Ti, signo y por la revelación de tu gracia entre los hombres, que no me alejes de la puerta de la ciudad de tu presencia, ni frustres las esperanzas que he puesto en las manifestaciones de tu gracia entre tus criaturas. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por tu más dulce voz y por tu más exaltada Palabra, que me acerques cada vez más al umbral de tu puerta y no permitas que esté alejado de la sombra de tu misericordia y del dosel de tu generosidad. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por el resplandor de tu frente luminosa y por el fulgor de la luz de tu semblante que brilla en el más Alto horizonte, que me atraigas con la fragancia de tu vestidura y me des a beber del vino escogido de tu Expresión. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por tu cabello que se mueve sobre tu rostro, de igual modo que tu muy exaltada Pluma corre a través de las páginas de tus Tablas derramando el almizcle de significados ocultos sobre el reino de tu creación, que me eleves para servir a tu Causa de modo tal que no retroceda ni sea estorbado por las insinuaciones de quienes han puesto reparos a tus signos y han dado la espalda a tu rostro. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por tu Nombre que Tú has convertido en el rey de los nombres y mediante el cual se extasiaron todos los que están en el cielo y en la tierra, que me permitas contemplar el sol de tu belleza y que me proveas con el vino de tu Expresión. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por el Tabernáculo de tu majestad sobre las más altas cumbres y por el dosel de tu Revelación en las más elevadas montañas, que me ayudes bondadosamente a hacer lo que tu voluntad ha deseado y tu propósito ha manifestado. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por tu Belleza que brilla sobre el horizonte de la eternidad, una Belleza ante la cual se inclina en adoración el reino de la hermosura en cuanto aquélla se revela, magnificándola con tonos vibrantes, que me permitas morir a todo lo que poseo y vivir para todo lo que a Ti te pertenece. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por la Manifestación de tu Nombre, el Bienamado, por medio del cual fueron consumidos los corazones de tus amantes y se remontaron a lo alto las almas de todos los que habitan en la tierra, que me ayudes a recordarte entre tus criaturas y a ensalzarte entre tu pueblo. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por el susurro del divino Árbol del Loto y por el murmullo de las brisas de tu Expresión en el reino de tus nombres, que me alejes de todo cuanto tu voluntad detesta y me acerques al lugar donde resplandece Aquel que es la Aurora de tus signos. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por aquella Letra que, tan pronto como salió de la boca de tu voluntad, hizo que los océanos se agitaran, los vientos soplaran, los frutos se manifestaran, los árboles brotaran, todos los vestigios del pasado se desvanecieran, se rasgaran todos los velos, e hizo que todos aquellos que están consagrados a Ti se apresuraran a dirigirse hacia la luz del semblante de su Señor, el Irrestringido, que me des a conocer lo que estaba oculto en los tesoros de tu conocimiento y lo que estaba escondido en los depósitos de tu sabiduría. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por el fuego de tu amor que quitó el sueño de los ojos de tus elegidos y tus amados, y por el recuerdo y alabanza que te ofrecen al amanecer, que me cuentes entre aquellos que han alcanzado lo que Tú has enviado en tu Libro y manifestado por tu voluntad. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por la luz de tu semblante que ha impulsado a quienes están cerca de Ti a recibir los dardos de tu decreto y a quienes están consagrados a Ti a enfrentarse a las espadas de tus enemigos en tu sendero, que decretes para mí, mediante tu muy exaltada pluma, aquello que Tú has decretado para tus fieles y tus elegidos. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
Te imploro, oh mi Dios, por tu Nombre, (mediante el cual has escuchado la invocación de tus amantes, los suspiros de quienes te anhelan, el llanto de quienes gozan de tu cercanía, el gemido de quienes están consagrados a Ti y mediante el cual has cumplido los deseos de quienes han puesto sus esperanzas en Ti y has realizado sus anhelos por medio de tu gracia y tus favores), y por tu Nombre, mediante el cual el océano de la misericordia se agitó ante tu rostro, y las nubes de tu generosidad derramaron su lluvia sobre tus siervos, que decretes para todo el que se haya vuelto hacia Ti y haya observado el ayuno que Tú has prescrito, la recompensa decretada para aquellos que no hablan sino con tu permiso y para quienes han renunciado a todo lo que poseían en Tu sendero y por amor a Ti.
Te imploro, oh mi Señor, por Ti mismo, por tus signos, por tus claras señales, por la refulgente luz del sol de tu Belleza y por tus Ramas, que absuelvas las faltas de quienes se han mantenido firmes en tus leyes y han observado aquello que Tú les has prescrito en tu Libro. Tú me ves, oh mi Dios, asiéndome a tu Nombre, el Más Santo, el Más Luminoso, el Más Poderoso, el Más Grande, el Más Exaltado, el Más Glorioso, y adhiriéndome al borde del manto al cual se han adherido todos, en este mundo y en el venidero.
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Te suplico por Aquel a Quien Tú has llamado a la existencia, cuya Revelación has ordenado que sea tu propia Revelación; y su Ocultación, tu propia Ocultación. Mediante su Primeridad Tú has confirmado tu propia Primeridad, y mediante su Ultimidad Tú has afirmado tu propia Ultimidad. Mediante la fuerza de su poder y la influencia de su soberanía, los poderosos han comprendido tu omnipotencia, y mediante su gloria, aquellos que están dotados de autoridad han admitido tu majestad y grandeza. Mediante su supremo ascendiente han sido reconocidos tu trascendente soberanía y tu dominio que todo lo abarca, y mediante su voluntad ha sido revelada tu propia voluntad. Mediante la luz de sus semblante han irradiado los esplendores de tu propio rostro, y mediante su Causa se ha puesto de manifiesto tu propia Causa. Mediante el poder generativo de su prolación toda la tierra se ha convertido en recipiente de tus maravillosos signos y señales de tu soberanía, y los cielos han sido colmados con las revelaciones de tu incomparable majestad, y los mares enriquecidos con las sagradas perlas de tu omnisciencia y sabiduría, y los árboles engalanados con los frutos de tu conocimiento. Mediante Él, todas las cosas han cantado alabanzas a Ti y todos los ojos se han vuelto en la dirección de tu misericordia. Mediante Él, los rostros de todos se han dirigido hacia los resplandores de la luz de tu semblante, y las almas de todos se han inclinado hacia las revelaciones de tu divina grandeza.
¡Cuán grande es tu poder! ¡Cuán exaltada tu soberanía! ¡Cuán sublime tu fuerza! ¡Cuán excelente tu majestad! Cuán suprema es tu magnificencia; magnificencia que Aquel Quien es tu Manifestación ha hecho conocer, y con la cual Le has investido como signo de tu generosidad y munífico favor. Atestiguo, oh mi Dios, que mediante Él, han sido descubiertos tus muy resplandecientes signos, y tu misericordia ha envuelto a toda la creación. ¿Si no fuera por Él, como habría podido emitir su canto la Paloma Celestial o, conforme al decreto de Dios, haber gorjeado su melodía el Divino Ruiseñor?
Atestiguo que tan pronto la Primera Palabra hubo emanado de su boca, por la potencia de tu voluntad y propósito, y el Primer Llamado hubo brotado de sus labios, la creación entera fue revolucionada, y todos los que están en los cielos y en la tierra fueron conmovidos hasta lo más profundo. Por medio de esa Palabra las realidades de todas las cosas creadas fueron sacudidas, fueron divididas, separadas, esparcidas, combinadas y reunidas, descubriendo, tanto en el mundo contingente como en el reino celestial, entidades de una nueva creación, y revelando en los dominios invisibles los signos y señales de tu unidad y unicidad. Por medio de este Llamado Tú anunciaste a todos tus siervos el advenimiento de tu muy grande Revelación y la aparición de tu perfectísima Causa.
Tan pronto como esta Revelación fue descubierta a los ojos de los hombres, aparecieron entre los pueblos del mundo los signos de la discordia universal, y los cimientos de todas las cosas fueron sacudidos. Las fuerzas de la disensión fueron liberadas, el significado de la Palabra fue expuesto, y cada átomo individual en todas las cosas creadas adquirió su propio carácter distintivo. Se hizo arder el Infierno, y las delicias del Paraíso fueron reveladas a los ojos de los hombres. Bendito es el hombre que se vuelve hacia Ti, y ¡ay! De aquel que se mantiene apartado de Ti, Te niega y repudia tus signos en esta Revelación en que han vuelto negros los rostros de los exponentes de la negación y se han vuelto blancos los rostros de los exponentes de la veracidad, ¡oh Tú Quien eres el Poseedor de todos los nombres y atributos, Quien sostienes en tu puño el imperio de todo cuanto ha sido creado en el cielo y en la tierra!
Alabanzas sean para Ti, por tanto, oh mi Dios, alabanzas tales como las que asignaste a tu propio Ser, y que nadie excepto Tú puede comprender o estimar. Tú eres Aquel, oh mi Señor, Quien me ha dado a conocer su propio Ser, en un momento en que tus siervos no Te han reconocido; siervos que, en virtud de los vínculos que los ligan a Ti, han reinado sobre todos los que habitan en la tierra, y se han vanagloriado sobre sus pueblos. Si yo, oh mi Dios, ejerciera de polo a polo supremo dominio sobre la tierra, y me ofreciesen todos los tesoros que ella contiene, y si yo los gastase en tu sendero, con todo sería impotente para alcanzar esta posición, a menos que fuese ayudado o fortalecido por Ti. Y si yo Te glorificara, oh mi Dios, mientras perdurase tu majestad, y subsistiese la influencia de tu soberanía y poder, tal glorificación no podría jamás ser comparada con ninguna de las alabanzas que Tú, como muestra de tu gracia, me has enseñado, y con las cuales Tú me has ordenado ensalzar tus virtudes. ¡Si tal es la excelencia de cada una de las alabanzas que Tú me has enseñado, cuán inmensurablemente mayor habrá de ser la excelencia de la posición de Aquel Quien Te ha conocido, Quien ha entrado en tu Presencia, y ha seguido constantemente el sendero de tu Causa!
He percibido claramente y estoy plenamente convencido de que Tú has sido desde siempre inmensurablemente exaltado por encima de la mención de todos los seres, y continuarás por siempre permaneciendo muy por encima de la concepción de tus criaturas. Nadie puede alabarte dignamente excepto tu propio Ser y aquellos que son como Tu. Tú, verdaderamente, has sido en todo tiempo, y continuarás siéndolo eternamente, inmensurablemente exaltado más allá y por encima de toda comparación y semejanza, por encima de toda imaginación de igualdad o similitud. Por tanto, habiéndote reconocido como Aquel Quien es incomparable, y cuya naturaleza nadie puede poseer, se hace incontrovertiblemente evidente que quienquiera Te alabe, su alabanza solo puede convenir a aquellos que son de su propia naturaleza y están sujetos a sus mismas limitaciones, y de ningún modo puede describir adecuadamente la sublimidad de tu soberanía, ni escalar las alturas de tu majestad y santidad. ¡Cuán dulce es entonces, la alabanza que rindes a tu propia Identidad, y la descripción que haces de tu propio Ser!
Atestiguo, oh mi Dios, que desde la eternidad, Tú has hecho descender sobre tus siervos solo aquello que pueda hacerlos remontarse y acercarse a Ti, y ascender al cielo de tu trascendente unicidad. Tú has establecido tus límites entre ellos, y les has ordenado presentarse entre tus criaturas como evidencias de tu justicia y como signos de tu misericordia, y ser la fortaleza de tu protección en medio de tu pueblo, para que ningún hombre en tu dominio peque contra su prójimo. ¡Cuán grande es la bendición de aquel quien, por amor a tu belleza y en aras de tu complacencia, ha refrenado los deseos de una inclinación corrupta y ha observado los preceptos dictados por tu muy exaltada Pluma! Él, en verdad, debe ser contado con aquellos que han alcanzado todo lo bueno, y han seguido el camino de la guía.
Te suplico, oh mi Señor, por tu Nombre mediante el cual Tú has permitido que Te conozcan tus siervos y tu pueblo, mediante el cual Tú has acercado los corazones de aquellos que Te han reconocido, hacia la resplandeciente corte de tu unicidad, y las almas de tus favorecidos hacia la Aurora de tu unidad, Te suplico me concedas ser asistido en la observancia del ayuno, enteramente por Ti, ¡oh Tú, Quien Te encuentras pleno de majestad y gloria! Facúltame, entonces, oh mi Dios, para ser contado entre aquellos que se han adherido a tus leyes y preceptos solo por Ti, con sus ojos fijos en tu rostro. Estos, de hecho, son aquellos cuyo vino es todo lo que ha procedido de la boca de tu prístina voluntad, cuya bebida pura es tu cautivador llamado, cuyo Río Celestial es tu amor, cuyo Paraíso es el acceso en tu presencia y la reunión contigo. Pues Tú has sido su Principio y su Fin, y su Más Alta Esperanza, y su Supremo Deseo. Cegado sea el ojo que mire algo que pueda disgustarte, y confundida sea el alma que busque las cosas que son contrarias a tu voluntad.
Oh mi Dios, yo Te imploro, por tu Ser y por ellos, que Te dignes aceptar, mediante tu gracia y tu bondad, las obras que hemos realizado, por muy insuficientes que ellas sean a la excelsitud de tu estado y la sublimidad de tu posición, ¡oh Tú Quien eres el muy querido de los corazones que Te anhelan, y el Sanador de las almas que Te han reconocido! Derrama, entonces, sobre nosotros, desde el cielo de tu misericordia y las nubes de tu bondadosa providencia, aquello que nos limpie de la más leve huella de perversos y corruptos deseos, y nos haga acercar más a Aquel Quien es la Manifestación de tu exaltadísimo y Todoglorioso Ser. Tú eres, verdaderamente, el Señor de este mundo y del próximo, y eres poderoso para hacer todas las cosas.
Bendice, oh Señor mi Dios, el Punto Primordial, por Quien el punto de la creación se ha hecho girar tanto en el mundo visible como en el invisible, y al que Tú has designado como Aquel a Quien ha de volver todo lo que debe volver a Ti, y el Revelador de todo cuanto ha sido puesto de manifiesto por Ti. Bendice también a aquellas de sus Letras que no se han apartado de Ti, quienes se han establecido firmemente en tu amor, y se han aferrado constantemente a tu complacencia. Bendice asimismo, mientras perdure tu propio Ser y subsista tu propia Esencia, a aquellos que han sufrido el martirio en tu sendero. Tú eres, verdaderamente, el Siempre Perdonador, el Más Misericordioso.
Además, Te suplico, oh mi Dios, por Aquel a Quien Tú nos han anunciado en todas tus Tablas, y tus Libros, y tus Rollos, y tus Escrituras, por medio de Quien ha sido convulsionado el reino de los nombres, y se ha revelado todo lo que yacía oculto en los pechos de aquellos que han seguido sus perversos y corruptos deseos, Te suplico que nos fortalezcas en nuestro amor a Él, que nos hagas constantes en su Causa, que nos ayudes a amparar a sus amados, y a desafiar a sus enemigos. Escúdalos, entonces, oh mi Dios, contra el daño causado por aquellos que han negado tu presencia, y se han apartado de tu rostro, y han resuelto poner fin a la vida de Aquel Quien es la Manifestación de tu propio Ser.
¡Oh mi Dios y mi Maestro! Tú sabes como han desacreditado tu Causa y Te han deshonrado entre tus criaturas, cómo se han unido a tus enemigos, para que socaven tu Revelación y Te injurien. Domínalos con el poder de tu ira y tu fuerza, oh mi Dios, y expón sus vergonzosos actos y su maldad, para que todo cuanto está oculto en sus pechos pueda ser revelado al pueblo que vive en tu tierra. ¡Oh Tú Quien eres el que impone las pruebas, el Modelador de las naciones y el Conferidor de los favores! No hay Dios fuera de Ti, el Todoglorioso, el Más Generoso.
¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Las lenguas de todas las cosas creadas atestiguan tu soberanía y tu omnipotencia, y proclaman mi propia pobreza y mi miseria al ser confrontadas con las revelaciones de tu riqueza. Observa, entonces, oh mi Dios, a este pecador, cuya mirada ha estado fija en todo momento en la fuente de tu perdón, y cuyos ojos han estado dirigidos hacia el horizonte de tu gracia y tus dones.
Desde el día en que Tú me creaste por tu mandato, oh mi Dios, y me despertaste con las suaves brisas de tu tierna misericordia, he rehusado volverme hacia nadie que no fueras Tú y, mediante la fuerza de tu soberanía y tu poder, me he levantado para enfrentar a tus enemigos, y he emplazado a toda la humanidad hacia las orillas del océano de tu unicidad y el cielo de tu gloriosísima unidad. He tratado, todos mis días, no de protegerme contra el daño de los rebeldes entre tus criaturas, sino más bien de exaltar tu nombre en medio de tu pueblo. Por ello, he sufrido lo que ninguna de tus criaturas ha sufrido.
¡Cuántos son los días. Oh mi Dios, que he pasado en completa soledad con los transgresores de entre tus siervos, y cuántas las noches, oh mi Bienamado, durante las cuales yací cautivo en las manos de los descarriados entre tus criaturas! En medio de mis penas y tribulaciones he continuado ofreciendo mis alabanzas ante todos los que están en tu cielo y en tu tierra, y no he cesado de ensalzar tu maravillosa gloria en los reinos de tu Revelación y de tu creación, aunque todo lo que he sido capaz de exponer no es suficiente para la grandeza y la majestad de tu unicidad, y es indigno de tu exaltación y de tu omnipotencia.
¡Juro por tu gloria, oh Tú Quien eres el único Amado! Hallo que no soy nada ante la habitación de tu gran gloria. Cada vez que intento exaltar alguna de tus virtudes, mi corazón me retiene, pues nada que no seas Tú es capaz de remontarse hacia la atmósfera del reino de tu proximidad o de llegar al cielo de tu presencia.
¡Tu poder me lo atestigua! Soy muy consciente de que si me inclinara ante un puñado de polvo, desde ahora hasta el fin que no tiene fin, en reconocimiento de su relación con tu nombre, el Modelador, con todo, me encontraría muy distante de aquel polvo, e incapaz de acercarme a él, y descubriría que tal adoración de ningún modo puede serle propia, ni trascender las limitaciones a las cuales yo mismo he sido sometido. Y si me levantara a servir a uno de tus siervos, y esperara a su puerta mientras perdurase tu propio reino y subsistiese tu omnipotencia, en señal de mi reconocimiento del vínculo que le une a tu nombre, el Creador, debería asimismo -y ello tu gloria me lo atestigua- confesar mi completo fracaso en rendirle adecuado servicio, y mi carencia de lo que puede verdaderamente ser propio de su posición. Y esto en virtud de lo que no reconozco en ellos nada más fuera del vínculo que los une a tus nombres y atributos. Cómo puede, entonces, hombre tal, lograr ensalzar a Aquel, por un movimiento de cuyo dedo fueron traídos a la existencia todos los nombres y su reino, y fueron creados todos los atributos y su dominio, y Quien, por otro movimiento de ese mismo dedo, ha unido las letras S y E (Sé) y las ha enlazado, manifestando así lo que son incapaces de comprender los más elevados pensamientos de tus escogidos, quienes gozan de cercano acceso a Ti, y que no puede desentrañar la más profunda sabiduría de aquellos de tus amados que están absolutamente consagrados a Ti.
¡Juro por tu gloria, oh Amado de mi alma! Me siento perplejo al contemplar las señales de tu obra y las evidencias de tu poder, y me hallo completamente incapaz de descifrar el misterio del más pequeño de tus signos, cuánto más de comprender tu propio Ser. Te suplico, por tanto, oh mi Dios, por tu Nombre, por medio del cual has hecho que aquellos que Te aman se eleven en la atmósfera de tu voluntad, y has guiado a todos aquellos que Te anhelan al Paraíso de tu cercanía y tu presencia, que envíes, del cielo de tu amorosa bondad, la fragancia de la certidumbre sobre los menesterosos entre tus amados, en estos días cuando las tempestades de las pruebas les han rodeado desde todos lados, y les han asediado tan dolorosamente, que las almas de los hombres han sido afligidas y se han estremecido los cimientos de todos los seres, ante lo que se ha hecho descender sobre ellos desde el cielo de tu irrevocable Propósito. Fueron tan sacudidos que la lámpara de su amor por Ti y de su recordación de Ti estuvo a punto de ser extinguida en lo más recóndito de sus corazones. Potente eres Tú para hacer lo que Te place. Tú, en verdad, eres el Siempre Perdonador, el Más Generoso.
Tú prestas oído, oh mi Dios y mi Maestro, a los suspiros de aquellos que te son queridos, y escuchas de todos los sitios su clamor, en razón de lo que les ha acontecido a manos de aquellos cuyos corazones han sido privados de los fragantes aromas de tu amor. No hay nadie que los ampare o los socorra, ni puede nada impedir a sus enemigos hacerles daño. Son restricción, hacen lo que desean, y proceden con ellos como les place.
Otorga, por tanto, oh mi Señor, las maravillas de tu ayuda a tus amados, quienes no han buscado otra ayuda que no seas Tú, y no se han vuelto hacia nadie fuera de Ti, y cuyos ojos han aguardado expectantes contemplar las maravillas de tus favores y tus dones. Ten piedad de ellos, entonces, oh mi Dios, mediante las incomparables muestras de tu misericordia, y ampáralos dentro de la fortaleza de tu protección y tu amorosa bondad. Tú eres Aquel, oh mi Señor, Quien desde siempre has sido el Refugio de los temerosos, y el Asilo de los necesitados. No retengas, Te lo suplico, a estas débiles criaturas, las sin iguales muestras de tu munificencia y generosidad, y no las dejes a merced de aquellos cuya esencia ha sido creada únicamente del fuego de tu cólera y de tu ira, y quienes nunca han descubierto las fragancias de la compasión y equidad, y quienes han sido tan engañados por la falacia del mundo, que han negado tu prueba y han unido socios a Ti, y han repudiado tus signos y derramado la sangre de aquellos que Te son queridos y en quienes Tú has confiado. ¡Juro por tu poder, oh mi Amado! Ellos han cometido lo que ningún hombre ha cometido antes de ellos y han merecido por eso tu cólera y el azote de tu ira. Apodérate de ellos por la fuerza de tu soberanía, y colócales por encima a quienes no tendrán misericordia de ellos, a menos que se vuelvan hacia Ti, y entren a la sombra de tu amorosa bondad, y sean perdonados por Ti. Tú has sido, desde siempre, supremo por sobre todas las cosas, y por siempre permanecerás siendo el mismo. Tú, verdaderamente, eres el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Equitativo, el Omnisapiente.
¡Glorificado eres Tú, oh Señor mi Dios! Observa a este agraviado, quien ha sido penosamente afligido por los opresores entre tus criaturas y los infieles entre tus enemigos, aunque él mismo ha rehusado exhalar un solo suspiro si no es con tu permiso y por tu mandato. Yo dormía en mi lecho, oh mi Dios, cuando, he aquí, las suaves brisas de tu gracia y amorosa bondad pasaron sobre mí, y me despertaron mediante la fuerza de tu soberanía y tus dones, y me ordenaron levantarme ante tus siervos, y proclamar tu alabanza, y glorificar tu palabra. En seguida, la mayoría de entre tu pueblo me vilipendiaron. ¡Juro por tu gloria, oh mi Dios! Nunca pensé que ellos exhibirían tales hechos, ya que soy consciente de que Tú mismo has anunciado a ellos esta Revelación, en los Rollos de tus mandamientos y las Tablas de tu decreto, y has sellado convenio con ellos respecto de este joven, en cada palabra enviada desde Ti a tus criaturas y tu pueblo.
Estoy perplejo, por tanto, oh mi Dios, y no sé cómo actuar con ellos. Cada vez que guardo silencio, y dejo de exaltar tus maravillosas virtudes, tu Espíritu me impulsa a clamar ante todos los que están en tu cielo y en tu tierra; y cuando estoy calmado, pasan sobre mí los hálitos provenientes de la diestra de tu voluntad y propósito, y me conmueven, y encuentro que soy como una hoja que yace a merced de los vientos de tu decreto y es transportada a dondequiera que Tú le permites o le ordenas. Todo hombre de discernimiento que considere lo que ha sido revelado por mí, se convencerá de que tu Causa no está en mis manos, sino en tus manos, y reconocerá que las riendas del poder no son sostenidas por mi puño, sino por tu puño, y sujetas a tu soberano poder. Y, sin embargo, Tú ves, oh mi Dios, cómo los habitantes de tu dominio se han formado para atacarme, e infligirme en cada momento de mi vida lo que hace estremecer las realidades de tus escogidos y fiduciarios.
Te ruego, por tanto, oh mi Dios, por tu Nombre, mediante el cual has guiado a tus amantes hacia las aguas vivientes de tu gracia y tus favores, y atraído a aquellos que Te anhelan al Paraíso de tu cercanía y tu presencia, que abras los ojos de tu pueblo para que puedan reconocer en esta Revelación, la manifestación de tu trascendente unidad, y el amanecer de las luces de tu semblante y tu belleza. Límpialos, entonces, oh mi Dios, de toda ociosa fantasía y vanas imaginaciones, para que puedan inhalar las fragancias de santidad del manto de tu Revelación y tu mandamiento, a fin de que también cesen de infligirme aquello que ha de privar a sus almas de las fragancias de las múltiples señales de tu misericordia, que son esparcidas en los días de Aquel Quien es la Manifestación de tu Ser, y la Aurora de tu Causa, y para que ellos dejen de perpetrar lo que habrá de provocar tu cólera y tu ira.
Tú bien sabes, oh mi Dios, que yo era considerado como uno del pueblo del Bayán, y me asociaba con ellos con amor y concordia, y los convocaba hacia Ti durante el día y la noche, mediante las maravillas de tu Revelación y tu inspiración, y que soporté a manos de ellos lo que los habitantes de las ciudades de tu invención son impotentes de relatar. ¡Juro por tu poder, oh mi Amado! Cada mañana despierto para encontrar que he sido hecho un blanco de los dardos de su envidia, y cada noche, cuando me acuesto a descansar, descubro que he caído víctima de las lanzas de su odio. Aunque me has dado a conocer los secretos de sus corazones, y me has puesto por encima de ellos, he rehusado dejar al descubierto sus acciones, y he procedido pacientemente con ellos, atento al tiempo que Tú has señalado. Y cuando sucedió tu promesa, y el tiempo fijado se hubo cumplido, Tú levantaste, en un grado imperceptible, el velo del encubrimiento, y he aquí, que todos los habitantes de los reinos de tu Revelación y de tu creación se estremecieron y temblaron, salvo aquellos que fueron creados por Ti a través del fuego de tu amor, y el hálito de tu anhelo, y el agua de tu amorosa bondad, y la arcilla de tu gracia. Ellos son los glorificados por el Concurso en lo alto y los moradores de las Ciudades de la eternidad.
Por tanto, Te rindo alabanzas, oh mi Dios, ya que Tú has preservado a aquellos quienes han reconocido tu unidad, y has destruido a quienes han unido socios a Ti, y has dividido a unos de otros mediante la palabra de tu mandamiento, y fueron engendrados por tu voluntad, me pusieron reparos y se opusieron ferozmente a mí, que Te repudiaron, y rechazaron tus signos, y se alzaron contra Ti.
¡Tu gloria me lo atestigua, oh mi Amado! Mi pluma es incapaz de describir lo que sus manos han forjado contra Aquel Quien es la Manifestación de tu Causa, y la Aurora de tu Revelación, y el Punto de Amanecer de tu inspiración. Por todo esto rindo mis alabanzas a Ti. ¡Juro por tu gloria, oh mi Dios! Mi corazón anhela las cosas ordenadas por Ti en el cielo de tu decreto y el reino de tu disposición. Pues todo cuanto me suceda en tu sendero es lo amado por mi alma y el objeto de mi deseo. Ello, verdaderamente, no debe ser atribuido a nada que no sea tu poder y tu fuerza.
Yo soy aquel, oh mi Dios, quien, por el amor que siento hacia Ti, he sido capaz de prescindir de todos los que están en el cielo y en la tierra. Armado con este amor, no temo a nadie, aunque los pueblos del mundo se unan para dañarme. ¡Oh, si mi sangre en este mismo momento pudiese ser derramada sobre la faz de la tierra ante Ti, y Tú me contemplaras en la condición en que contemplaste a aquellos de tus siervos que se han acercado a Ti y aquellas criaturas justas que han sido escogidas por Ti!
Te doy gracias, oh mi Dios, porque Tú has decidido por medio de la fuerza de tu decreto y continuarás decidiendo mediante tu irrevocable disposición y propósito. Te ruego, oh mi Amado, por tu Nombre, mediante el cual enarbolaste los emblemas de tu Causa, y derramaste los esplendores de la luz de tu semblante, que hagas descender sobre mí y sobre aquellos de tus siervos que están completamente dedicados a Ti, todo el bien que Tú has ordenado en tus Tablas. Establécenos, entonces, en las sedes de verdad en tu presencia, ¡oh Tú en cuyas manos está el reino de todas las cosas!
Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Más Misericordioso.
La alabanza que ha surgido de tu muy augusto Ser y la gloria que ha brillado desde tu muy resplandeciente belleza descansen sobre Ti, ¡oh Tú, que eres la Manifestación de la Grandeza, el Rey de la Eternidad, el Señor de todos los que están en el cielo y en la tierra! Atestiguo que a través de Ti fueron reveladas la soberanía de Dios y su dominio, la majestad de Dios y su grandeza, los Soles de antiguo esplendor han derramado su fulgor en el cielo de tu decreto irrevocable, y la belleza del Invisible ha resplandecido sobre el horizonte de la creación. Atestiguo, además, que con un solo trazo de tu pluma se ha hecho cumplir tu mandato: « sé Tú»; se ha divulgado el secreto oculto de Dios; se les ha dado la existencia a todas las cosas creadas y se han enviado todas las Revelaciones.
Asimismo atestiguo que por tu belleza se ha desvelado la belleza del Adorado, por tu rostro ha resplandecido el rostro del Deseado y por una palabra procedente de Ti has juzgado entre todas las cosas creadas, haciendo que quienes están consagrados a Ti asciendan a la cumbre de gloria y los infieles caigan en el más profundo abismo.
Atestiguo que quien te ha conocido ha conocido a Dios y quien ha alcanzado tu presencia ha alcanzado la presencia de Dios. Grande es, por tanto, la bendición de aquel que ha creído en Ti y en tus signos, se ha humillado ante tu soberanía, se le ha honrado con encontrarte, ha alcanzado el agrado de tu voluntad, ha circulado a tu alrededor y ha permanecido ante tu trono. Ay de aquel que ha pecado contra Ti, te ha negado, ha repudiado tus signos, ha contradicho tu soberanía, se ha levantado contra Ti, se ha mostrado altivo ante tu rostro, ha refutado tus testimonios, ha huido de tu autoridad y tu dominio y se le ha contado entre los infieles, cuyos nombres han sido grabados por los dedos de tu mandato en tus Tablas sagradas.
Exhala entonces sobre mí, oh mi Dios y mi Bienamado, de la diestra de tu misericordia y de tu amorosa bondad, los santos hálitos de tus favores, para que me aparten de mí mismo y del mundo y me lleven hacia las cortes de tu proximidad y de tu presencia. Potente eres Tú para hacer lo que te place. Tú verdaderamente eres supremo sobre todas las cosas.
¡El recuerdo de Dios y su alabanza, la gloria de Dios y su esplendor descansen sobre Ti, oh Tú, que eres su belleza! Atestiguo que el ojo de la creación nunca ha contemplado a nadie tan agraviado como Tú. Tú estuviste todos los días de tu vida sumido en un océano de tribulaciones. En cierta época estuviste con cadenas y grillos; en otra fuiste amenazado por la espada de tus enemigos. Sin embargo, a pesar de todo esto, Tú ordenaste que todos los hombres observaran lo que te había sido prescrito por Aquel que es el Omnisciente, el Todo Sabio.
¡Que mi espíritu sea sacrificado por los agravios que Tú sufriste y mi alma sirva de redención por las adversidades que soportaste! Suplico a Dios, por Ti y por aquellos cuyos rostros han sido iluminados por los resplandores de la luz de tu semblante y que por amor a Ti han observado todo lo que les ha sido ordenado, que aparte los velos que se han interpuesto entre Tú y tus criaturas, y que me provea con el bien de este mundo y del venidero. Tú eres en verdad el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Todoglorioso, el que siempre perdona, el Más Compasivo.
Bendice Tú, oh Señor mi Dios, al divino Árbol del Loto, a sus hojas, a sus vástagos, a sus ramas, a sus tallos y a sus renuevos, mientras duren tus muy excelentes títulos y perduren tus muy augustos atributos. Protégelo, pues, del daño del agresor y de las huestes de la tiranía. Tú, en verdad, eres el Todopoderoso, el Más Potente. Bendice también, oh Señor, mi Dios, a tus siervos y a tus siervas que han llegado a Ti. Tú eres verdaderamente el Todo Munífico, cuya gracia es infinita. No hay Dios sino Tú, el que siempre perdona, el Más Generoso.
Soy testigo, oh mi Dios, de que Tú me has creado para conocerte y adorarte. Soy testigo en este momento de mi impotencia y tu poder, de mi pobreza y tu riqueza.
No hay otro Dios más que Tú, el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo.14
Quien desee orar, debe lavarse las manos y decir mientras se las lava:
Fortalece mi mano, oh mi Dios, para que se aferre a tu Libro con tal firmeza que las huestes del mundo no tengan poder sobre ella. Cuídala entonces para que no se ocupe en aquello que no le sea propio.
Tú eres verdaderamente el Todopoderoso, el Omnipotente.
Y mientras se lava la cara debe decir:
He vuelto mi rostro hacia Ti, oh mi Señor. Ilumínalo con la luz de tu semblante. Protégelo, pues, para que no se vuelva hacia otro que no seas Tú.
Luego poniéndose de pie en dirección al Qiblih (Punto de Adoración, o sea Bahjí, 'Akká) debe decir:
Dios atestigua que no hay otro Dios sino Él. Suyos son los reinos de la Revelación y de la Creación. Él en verdad ha manifestado a Aquel que es la Aurora de la Revelación, que habló en el Sinaí, por medio de quien ha brillado el Supremo Horizonte y ha hablado el Árbol del Loto, más allá del cual no se puede pasar, por medio del cual se ha proclamado a todos los que están en el cielo y en la tierra el llamamiento: « ¡He aquí: el que todo lo posee ha llegado! La tierra y el cielo, la gloria y el dominio son de Dios, el Señor de todos los hombres y Poseedor del Trono de lo alto y de la tierra».
Luego, inclinándose y con las manos sobre las rodillas, debe decir:
¡Exaltado eres Tú por encima de mi alabanza y la alabanza de cualquier otro aparte de mí, por encima de mi descripción y la descripción de todos los que están en el cielo y todos los que están en la tierra!
Luego, de pie y con las manos abiertas y las palmas frente al rostro, debe decir:
No decepciones, oh mi Dios, a quien con dedos suplicantes se ha aferrado al borde de tu misericordia y de tu gracia. ¡Oh Tú que, entre aquellos que muestran misericordia, eres el más Misericordioso!
Luego sentándose debe decir:
Soy testigo de tu unidad y tu unicidad y de que Tú eres Dios y no hay otro Dios aparte de Ti. Verdaderamente, Tú has revelado tu Causa, cumplido tu Convenio y has abierto de par en par la puerta de tu gracia a todos los que habitan en el cielo y en la tierra. Bendición y paz, parabienes y gloria sean para tus amados, a quienes ni los cambios ni los azares del mundo les han impedido volverse hacia Ti, quienes han dado todo con la esperanza de obtener lo que es propio de Ti. Tú eres en verdad el que siempre perdona, el Todogeneroso15.
Si alguien desea recitar en vez del verso largo las siguientes palabras: « Dios atestigua que no hay otro Dios más que Él, el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo», sería suficiente. Bastaría también, si estando sentado opta por recitar estas palabras: « Soy testigo de tu unidad y tu unicidad, de que Tú eres Dios y de que no hay otro Dios aparte de Ti». 16
Quien desee recitar esta oración debe ponerse de pie y dirigirse a Dios y mientras permanece en su sitio debe mirar a derecha e izquierda, como si esperase la misericordia de su Señor, el Más Misericordioso, el Compasivo. Luego debe decir:
¡Oh Tú que eres el Señor de todos los nombres y el Hacedor de los cielos! Te suplico por Aquellos que son las auroras de tu invisible Esencia, la más Exaltada, la Todogloriosa, que hagas de mi oración un fuego que consuma los velos que me han apartado de tu belleza y una luz que me conduzca hacia el océano de tu presencia.
Luego debe levantar las manos en súplica hacia Dios, bendito y exaltado sea, y decir:
¡Oh Tú, Deseo del mundo y Amado de las naciones! Tú me ves volviéndome hacia Ti, libre de todo apego a otro que no seas Tú y aferrándome a tu cordón, por cuyo movimiento se ha conmovido la creación entera. Soy tu siervo, oh mi Señor, y el hijo de tu siervo. Heme aquí decidido a hacer tu voluntad y tu deseo, no anhelando nada más que tu complacencia. Te imploro, por el océano de tu misericordia y el sol de tu gracia, que procedas con tu siervo de acuerdo con tu voluntad y deseo. ¡Por tu poder, que está muy por encima de toda mención y alabanza! Todo lo que sea revelado por Ti es el deseo de mi corazón y lo amado por mi alma. ¡Oh Dios, mi Dios! No consideres mis esperanzas ni mis actos; antes bien, considera tu voluntad, que ha abarcado los cielos y la tierra. ¡Por tu Nombre Más Grande, oh Tú Señor de todas las naciones! He deseado sólo lo que Tú deseaste y amo sólo lo que Tú amas.
Entonces debe arrodillarse e inclinar la frente hasta el suelo, y decir:
Exaltado eres Tú por encima de la descripción de cualquiera que no seas Tú y la comprensión de nadie excepto Tú mismo.
Luego poniéndose de pie debe decir:
Haz de mi oración, oh mi Señor, una fuente de aguas vivas, por medio de las cuales pueda vivir tanto como dure tu soberanía y hacer mención de Ti en cada mundo de tus mundos.
Levantando nuevamente las manos en señal de súplica debe decir:
¡Oh Tú, por cuya separación los corazones y las almas se han consumido y por el fuego de cuyo amor todo el mundo se ha inflamado! Te imploro por tu Nombre, por medio del cual Tú has subyugado a la creación entera, que no me prives de lo que es propio de Ti, oh Tú que reinas sobre todos los hombres. Tú ves, oh mi Señor, a este extraño apresurándose hacia su más exaltado hogar, bajo el dosel de tu majestad y dentro de los recintos de tu misericordia; a este transgresor anhelando el océano de tu perdón; a este ser humilde ansiando la corte de tu gloria; y a esta pobre criatura buscando el oriente de tu riqueza. Tuya es la autoridad para ordenar todo lo que sea tu voluntad. Atestiguo que Tú debes ser alabado por tus hechos, obedecido en tus mandatos y permanecer libre en tus órdenes.
Entonces debe levantar las manos y repetir tres veces el Nombre Más Grande16. Y luego debe decir ante Dios, bendito y exaltado sea, inclinándose con las manos sobre las rodillas:
Tú ves, oh mi Dios, cómo mi espíritu se ha conmovido en mis extremidades y miembros, en su ansia de adorarte y en su anhelo por recordarte y ensalzarte; cómo da testimonio de lo que la Lengua de tu Mandamiento ha atestiguado en el reino de tu Expresión y en el cielo de tu conocimiento. En esta situación, anhelo pedirte, oh mi Señor, todo lo que es propio de Ti, para demostrar mi pobreza y magnificar tu generosidad y tus riquezas, para declarar mi impotencia y manifestar tu fuerza y tu poder.
Luego debe ponerse de pie, levantar las manos dos veces en actitud de súplica y decir:
No hay Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Todo Generoso. No hay Dios sino Tú, el que ordena tanto en el principio como en el fin. ¡Oh Dios, mi Dios! Tu perdón me ha alentado y tu misericordia me ha fortalecido; tu llamamiento me ha despertado y tu gracia me ha levantado y me ha conducido hacia Ti. Si no fuera así, ¿quién soy yo para atreverme a permanecer ante la puerta de la ciudad de tu cercanía o fijar mi rostro en las luces que brillan en el cielo de tu voluntad? Tú ves, oh mi Señor, a esta desgraciada criatura llamando a la puerta de tu gracia y a esta alma efímera buscando el río de vida eterna de manos de tu generosidad. Tuyo es el mando en todo tiempo, oh Tú que eres el Señor de todos los nombres, y mía es la resignación y voluntaria sumisión a tu voluntad, oh Creador de los cielos.
Entonces debe levantar las manos tres veces y decir:
¡Dios es el Más Grande de todos los grandes!
Luego debe arrodillarse e inclinar su frente hasta el suelo, y decir:
Demasiado elevado eres Tú para que la alabanza de aquellos que están cerca de Ti ascienda al cielo de tu cercanía o para que los pájaros de los corazones de quienes están consagrados a Ti alcancen la entrada de tu puerta. Atestiguo que Tú has sido santificado por encima de todo atributo y consagrado por encima de todo nombre. No hay Dios sino Tú, el Más Exaltado, el Todoglorioso.
Luego debe sentarse y decir:
Atestiguo lo que han atestiguado todas las cosas creadas, el Concurso de lo Alto, los moradores del más alto Paraíso y más allá de ellos la misma Lengua de Grandeza, desde el Horizonte Todoglorioso: que Tú eres Dios, que no hay Dios sino Tú y que Aquel quien ha sido manifestado es el Misterio Oculto, el Símbolo Atesorado, por medio del cual se han unido y enlazado las letras S y E17. Atestiguo que Aquel cuyo nombre ha sido escrito por la Pluma del Altísimo, Aquel que ha sido mencionado en los Libros de Dios, es el Señor del Trono de lo alto y de la tierra.
Luego debe ponerse de pie y decir:
¡Oh Señor de toda la existencia y Poseedor de todo lo visible e invisible! Tú percibes mis lágrimas y los suspiros que profiero; oyes mi gemido, mi sollozo y el lamento de mi corazón. ¡Por tu poder! Mis transgresiones me han impedido acercarme a Ti y mis pecados me han mantenido lejos de la corte de tu santidad. Tu amor, oh mi Señor, me ha enriquecido; la separación de Ti me ha destruido y el alejamiento de Ti me ha consumido. Te suplico, por tus pasos en este yermo y por las palabras «Aquí estoy, aquí estoy» que tus Elegidos han pronunciado en esta inmensidad, por los hálitos de tu Revelación y las suaves brisas del amanecer de tu Manifestación, que ordenes que yo pueda contemplar tu belleza y observar todo lo que está en tu Libro.
Entonces debe repetir el Nombre Más Grande tres veces e inclinarse con las manos sobre las rodillas, y decir:
Alabado seas Tú, oh mi Dios, que me has ayudado a recordarte y alabarte, me has hecho conocer a Aquel que es la Aurora de tus signos e inclinarme ante tu Señorío, humillarme ante tu Deidad y reconocer lo que ha sido pronunciado por la Lengua de tu grandeza.
Luego debe levantarse y decir:
¡Oh Dios, mi Dios! Mi espalda se ha doblado por la carga de mis pecados y mi negligencia me ha destruido. Cada vez que pienso en mis malos actos y tu benevolencia, mi corazón se consume dentro de mí y mi sangre hierve en mis venas. ¡Por tu belleza, oh Tú, Deseo del mundo! Me ruborizo al levantar mi rostro hacia Ti y mis manos anhelantes se avergüenzan de extenderse hacia el cielo de tu generosidad. Tú ves, oh mi Dios, cómo mis lágrimas me impiden recordarte y ensalzar tus virtudes, ¡oh Tú Señor del trono de lo alto y de la tierra! Te imploro por los signos de tu reino y los misterios de tu dominio que procedas con tus amados como sea propio de tu generosidad, ¡oh Señor de todo lo existente!, y sea digno de tu gracia, ¡oh Rey de lo visible y lo invisible!
Entonces debe repetir el Nombre Más Grande tres veces y arrodillándose con la frente hasta el suelo decir:
Alabado seas, oh nuestro Dios, ya que Tú nos has enviado aquello que nos acerca a Ti y nos provees con todo lo bueno enviado por Ti en tus Libros y tus Escrituras. Te suplicamos, oh mi Señor, que nos protejas de las huestes de ociosas fantasías y vanas imaginaciones. Tú en verdad eres el Poderoso, el Omnisciente.
Luego, debe levantar la cabeza, sentarse y decir:
Atestiguo, oh mi Dios, aquello que tus Elegidos han atestiguado, y reconozco lo que los moradores del más alto Paraíso y aquellos que han circulado alrededor de tu poderoso trono han reconocido: ¡Los reinos de la tierra y del cielo son tuyos, oh Señor de los mundos!18
Puesto que Tú, oh mi Dios, Te has establecido en el trono de tu trascendente unidad, y has ascendido a la sede de misericordia de tu unicidad, Te corresponde borrar de los corazones de todos los seres, todo cuanto les impida tener acceso al santuario de tus Divinos Misterios, y pueda excluirlos del tabernáculo de tu Divinidad, para que todos los corazones puedan reflejar tu belleza, y puedan revelarte, y hablar de Ti, y que todas las cosas creadas exhiban las muestras de tu muy augusta soberanía, y viertan el esplendor de la luz de tu muy santa autoridad, y para que todos los que están en los cielos y en la tierra loen y magnifiquen tu unidad, y Te rindan gloria, por haberles manifestado tu Ser por medio de Aquel Quien es el Revelador de tu unicidad.
Despoja, entonces, a tus siervos, oh mi Dios, de la vestidura del yo y del deseo, o concede que los ojos de tu pueblo puedan ser elevados a tales alturas, que nada disciernan en sus deseos salvo el ligero movimiento de las suaves brisas de tu eterna gloria, y nada puedan reconocer en su propio ser, que no sea la revelación de tu propio misericordioso Ser, para que la tierra y todo lo que en ella existe, sea limpiada de cuanto es ajeno a Ti, o de cualquier cosa que manifieste algo que no sea tu propio Ser. Todo esto puede ser cumplido en toda la extensión de tu dominio por tu palabra imperativa: ¡«Sé!», y es. Y aún más pronto que ello; mas, con todo, la gente no entiende.
¡Glorificado, inmensamente glorificado eres Tú, oh mi Amado! ¡Juro por tu gloria! Reconozco en este mismo momento que Tú has concedido todo lo que Te he suplicado, en esta bendita noche, la cual, como Tú lo has decretado, trae a la memoria a Aquel Quien era el Compañero de tu belleza y el Contemplador de tu rostro, antes de que hubiese sido mencionado por Ti, o llamado a la existencia dentro de la corte de tu santidad. Percibo que Tú has hecho que todas las cosas sean las manifestaciones de tu mandato, y las revelaciones de tu obra, y los repositorios de tu conocimiento, y los tesoros de tu sabiduría. Reconozco, además, que si alguna de las revelaciones de tus nombres y tus atributos, aunque fiera del peso de un grano de mostaza, fuese rehusada a cualquier cosa que ha sido creada por tu poder y engendrada por tu fuerza, los cimientos de tu sempiterna obra se volverían con ello incompletos, y las gemas de tu Divina Sabiduría se tornarían imperfectas. Pues las letras de la negación, por muy lejos que estén apartadas de las santas fragancias de tu conocimiento, y por mucho que lleguen a olvidarse de los maravillosos esplendores de la naciente luz de tu belleza, los cuales son derramados desde el cielo de tu majestad, deben necesariamente existir en tu reino, para que con ello las palabras que Te afirman sean exaltadas.
¡Tu poder me lo atestigua, oh mi Bienamado! La creación entera ha sido llamada a la existencia para exaltar tu triunfo y establecer tu ascendiente, y todos los límites que han sido fijados por Ti no son sino los signos de tu soberanía, y proclaman la fuerza de tu poder. ¡Cuán grandes, cuán verdaderamente grandes son las revelaciones de tu maravilloso poder en todas las cosas! Ellas son tales, que las más humildes de entre tus criaturas han sido convertidas por Ti en la manifestación de tu muy augusto atributo, y la más despreciable muestra de tu obra ha sido escogida como un recipiente de tu poderosísimo nombre. La pobreza, conforme a lo decretado por Ti, ha sido hecha el medio para la revelación de tu riqueza; y la humillación, un sendero conducente a tu gloria; y el pecado, un motivo para el ejercicio de tu perdón. Por ellos, Tú has demostrado qué propios de Ti son tus muy excelentes títulos, y a Ti pertenecen las maravillas de tus exaltadísimos atributos.
Ya que Tú has propuesto, oh mi Dios, hacer que todas las cosas creadas entren en el tabernáculo de tu trascendente gracia y favor, y esparcir sobre la creación entera las fragancias del atavío de tu gloriosa unidad, y considerar a todas las cosas con los ojos de tu munificencia y tu unicidad, Te suplico, por tanto, por tu amor, el cual has hecho que sea el móvil de las revelaciones de tu eterna santidad, y la llama que arde dentro de los corazones de aquellas de tus criaturas que Te anhelan, que crees, en este mismo momento, para aquellos de entre tu pueblo que están plenamente dedicados a Ti, y para aquellos de tus amados que Te aman, de la esencia de tu munificencia y tu generosidad, y del íntimo espíritu de tu gracia y tu gloria, tu Paraíso de trascendente santidad, y que lo exaltes por encima de todo fuera de Ti, y que lo santifiques de cualquier cosa que no seas Tú mismo. Crea, además, dentro de él, oh mi Dios, de las luces derramadas por tu trono, doncellas que entonen las melodías de tu maravillosa y dulcísima invención, para que puedan magnificar tu nombre con palabras tales como no han sido oídas por ninguna de tus criaturas, ya sean los moradores de tu cielo o los habitantes de tu tierra, ni comprendidas por nadie de tu pueblo. Abre, entonces, las puertas de este Paraíso a la faz de tus amados, para que quizá entren en ellas en tu nombre, y por el poder de tu soberanía, para que con ello sean perfeccionadas las soberanas dádivas concedidas por Ti a tus elegidos, y los trascendentes dones otorgados a tus fiduciarios, para que puedan exaltar tus virtudes con tales melodías como nadie puede entonar o describir, y para que nadie de entre tu pueblo pueda concebir la intención de aparecer bajo el disfraz de alguno de tus escogidos. P de emular el ejemplo de tus amados, y para que nadie deje de discernir entre tus amigos y tus enemigos, o distinguir a aquellos que están consagrados a Ti, de quienes obstinadamente se oponen a Ti. Potente eres Tú para hacer tu voluntad, y poderoso y supremo eres por sobre todas las cosas.
Exaltado, inmensurablemente exaltado eres Tú, oh mi Amado, por encima de los esfuerzos de cualquiera de tus criaturas, por muy docta que fuere, para conocerte; exaltado, inmensurablemente exaltado eres Tú por sobre toda humana tentativa, no importa cuán cabal, de describirte. Pues el más elevado pensamiento de los hombres, por muy profunda que sea su contemplación, ni puede jamás remontarse por encima de las limitaciones impuestas a tu creación, ni ascender más allá del estado del mundo contingente, ni quebrantar los límites que irrevocablemente le han sido fijados por Ti. ¿Cómo puede, entonces, una cosa que ha sido creada por tu voluntad que rige a la creación entera, una cosa que es ella misma una parte del mundo contingente, tener el poder para encumbrarse hasta la santa atmósfera de tu conocimiento, o alcanzar la sede de tu trascendente poder?
Elevado, inmensurablemente elevado eres Tú por encima de los esfuerzos de la criatura evanescente, por remontarse al trono de tu eternidad, o los de los pobres y miserables, por alcanzar la cima de tu gloria que todo lo satisface. Desde la eternidad Tú mismo describiste a tu Ser, tu propio Ser, y ensalzaste en tu propia Esencia, tu Esencia a tu Esencia. ¡Juro por tu gloria, oh mi Bienamado! ¿Quién existe, además de Ti, que pueda sostener que Te conoce, y quién, aparte de Ti mismo, puede hacer apropiada mención de Ti? Tú eres Aquel Quien desde la eternidad habitó en tu dominio, en la gloria de tu trascendente unidad y en los esplendores de tu santa magnificencia. Si alguien, a excepción de Ti, fuese considerado digno de mención, en todos los reinos de tu creación, desde los elevadísimos dominios de inmortalidad hasta el plano de este mundo inferior, ¿cómo podría entonces demostrarse que Tú estás establecido en el trono de tu unidad, y cómo podrían glorificarse las maravillosas virtudes de tu unicidad y tu singularidad?
Atestiguo, en este momento, lo que Tú atestiguaste para tu propio Ser, antes de que hubieses creado los cielos y la tierra; de que Tú eres Dios y que no existe otro Dios fuera de Ti. Desde siempre, a través de las manifestaciones de tu poder, Tú has sido poderoso para revelar los signos de tu poder, y siempre, mediante las Auroras de tu conocimiento, has dado a conocer las palabras de tu sabiduría. Nadie, fuera de Ti, ha sido jamás encontrado digno de ser mencionado ante el Tabernáculo de tu unidad, y nadie, fuera de Ti mismo, ha probado que es capaz de ser alabado dentro de la santificada corte de tu unicidad.
Loor a Ti, oh mi Dios, Quien has revelado tus favores y tus dádivas; y gloria a Ti, oh mi Amado, Quien has manifestado el Sol de tu amorosa bondad y tu tierna misericordia. Mis gracias a Ti son tales, que pueden dirigir los pasos del extraviado hacia los esplendores de la luz matinal de tu guía, y permitir que aquellos que Te anhelan alcancen la sede de la revelación de la efulgencia de tu belleza. Mis gracias a Ti son tales, que pueden hacer acercarse al enfermo a las aguas de tu curación, y pueden ayudar a aquellos que están lejos de Ti a aproximarse a la fuente viviente de tu presencia. Mis gracias a Ti son tales, que pueden despojar a los cuerpos de tus siervos de las vestiduras de mortalidad y humillación, y ataviarlos con los mantos de tu eternidad y tu gloria, y conducir a los pobres hacia las orillas de tu santidad y tu todo suficiente riqueza. Mis gracias a Ti son tales, que pueden permitir a la Paloma Celestial proclamar, desde las ramas del Árbol del Loto de la Inmortalidad, su canto: « Verdaderamente, Tú eres Dios. No existe otro Dios fuera de Ti. Desde la eternidad has sido exaltado por encima de la alabanza de cosa alguna salvo Tú, y has permanecido muy por encima de la descripción de nadie excepto Tú mismo». Mis gracias a Ti son tales, que pueden hacer que el Ruiseñor de gloria haga fluir su melodía en el altísimo cielo: « 'Alí (el Báb), en verdad, es tu siervo, a Quien Tú has señalado entre tus Mensajeros y tus Escogidos, y has hecho que sea la Manifestación de Ti mismo en todo lo que pertenece a Ti, y concierne a la revelación de tus atributos y las evidencias de tus nombres». Mis gracias a Ti son tales, que pueden incitar a todas las cosas a ensalzarte, y a glorificar tu Esencia, y pueden desatar la lengua de todos los seres para magnificar la soberanía de tu belleza. Mis gracias a Ti son tales, que pueden llenar los cielos y la tierra con los signos de tu trascendente Esencia, y ayudar a todas las cosas creadas a entrar en el Tabernáculo de tu cercanía y tu presencia. Mis gracias a Ti son tales, que pueden hacer que todas las cosas creadas sean un libro que Te hable a Ti, y un rollo que exprese su alabanza a Ti. Mis gracias a Ti son tales, que pueden establecer a las Manifestaciones de tu soberanía en el trono de tu autoridad, y sentar a los Exponentes de tu gloria en la sede de tu Divinidad. Mis gracias a Ti son tales, que pueden hacer que el árbol pútrido dé frutos sanos mediante los santos hálitos de tus favores, y revivir los cuerpos de todos los seres con las suaves brisas de tu trascendente gracia. Mis gracias a Ti son tales, que pueden hacer que desciendan desde el cielo de tu santa unidad, los signos de tu exaltada singularidad. Mis gracias a Ti son tales, que pueden enseñar a todas las cosas las realidades de tu conocimiento y la esencia de tu sabiduría, y no habrán de apartar a las miserables criaturas de las puertas de tu misericordia y tu munífico favor. Mis gracias a Ti son tales, que pueden permitir a todos los que están en los cielos y en la tierra prescindir de todas las cosas creadas, mediante los tesoros de tu todo suficiente riqueza, y pueden ayudar a todas las cosas creadas a alcanzar la cumbre de tus omnipotentes favores. Mis gracias a Ti son tales, que pueden asistir a los corazones de tus ardientes amantes a remontarse en la atmósfera de la cercanía a Ti, u del anhelo por Ti, y encender la Luz de las Luces dentro de la tierra de 'Iráq. Mis gracias a Ti son tales, que pueden desprender a aquellos que están cerca de Ti de todas las cosas creadas, y atraerles al trono de tus nombres y tus atributos. Mis gracias a Ti son tales, que pueden hacer que perdones todos los pecados y transgresiones, y llenes las necesidades de los pueblos de todas las religiones, y viertas las fragancias del perdón de la creación entera. Mis gracias a Ti son tales, que pueden permitir a aquellos que han reconocido tu unidad, escalar las alturas de tu amor, y hacer que quienes están dedicados a Ti asciendan al Paraíso de tu presencia. Mis gracias a Ti son tales, que pueden satisfacer los anhelos de todos aquellos que Te buscan y realizar los objetivos de quienes Te han reconocido. Mis gracias a Ti son tales, que pueden borrar de los corazones de los hombres toda sugerencia de limitación, e inscribir los signos de tu unidad. Mis gracias a Ti son tales, como aquellas con las cuales Tú, desde la eternidad, glorificaste tu propio Ser, y los exaltaste por encima de todo par, rival o comparación, ¡oh Tú en cuyas manos están los cielos de la gracia y munificencia, y los reinos de la gloria y majestad!
¡Loado sea tu nombre, oh Señor mi Dios, y mi Maestro! Tú atestiguas, y ves, y conoces, las cosas que les han sucedido a tus amados en tus días, y las continuas pruebas, y las sucesivas tribulaciones, y las incesantes aflicciones que han sido enviadas a tus elegidos. Tal ha sido su situación que la tierra se volvió estrecha para ellos, y fueron rodeados por las evidencias de tu ira y los signos de tu temor en cada país, y les fueron cerradas las puertas de tu misericordia y bondad, y el jardín de sus corazones fue privado de las anegantes lluvias de tu gracia y tus muníficos favores. ¿Rehusarás, oh mi Dios, a aquellos que Te aman, las maravillas de tu ascendiente y triunfo? ¿Frustrarás, oh mi Amado, las esperanzas que aquellos quienes están dedicados a Ti, han puesto en tus múltiples dádivas y dones? ¿Apartarás, oh mi Maestro, a aquellos que Te han reconocido, de las orillas de tu santificado conocimiento, o cesarás de derramar sobre los corazones de quienes Te desean, las lluvias de tu trascendente gracia? ¡No, no y esto tu gloria me lo atestigua! Testifico en este mismo momento que tu misericordia ha sobrepasado a todas las cosas creadas, y tu amorosa bondad ha rodeado a todos los que están en el cielo y a todos los que están en la tierra. Desde la eternidad, las puertas de tu generosidad han estado abiertas a la faz de tus siervos, y las suaves brisas de tu gracia han sido infundidas sobre los corazones de tus criaturas, y las anegantes lluvias de tu munificencia han sido derramadas sobre tu pueblo y los moradores de tu dominio.
Sé muy bien que Tú has demorado en manifestar tu triunfo en el reino de la creación, en virtud de tu conocimiento que abarca tanto los misterios de tu decreto, como las cosas ocultas ordenadas detrás de los velos de tu irrevocable propósito, para que de este modo aquellos quienes han entrado en la sombra de tu trascendente misericordia, sean separados de quienes han procedido desdeñosamente contigo, habiéndose apartado de tu presencia en el momento en que Tú manifestaste tu muy exaltada Belleza.
¡Exaltado, inmensurablemente exaltado eres Tú, por tanto, oh mi Amado! Puesto que Tú has dividido, en tu reino, a tus amados de tus enemigos, y has perfeccionado tu muy importante testimonio y tu más infalible Prueba para todos los que están en el cielo y en la tierra, ten misericordia, entonces, de aquellos quienes han sido humillados en tu tierra, en razón de lo que les ha acontecido en tu sendero. Exáltalos, entonces, oh mi Dios, por medio de la fuerza de tu poder y la potencia de tu voluntad, y levántalos a proclamar tu Causa mediante tu Omnipotente soberanía y propósito.
¡Juro por tu gloria! Mi único objetivo al exponer tu ascendiente ha sido glorificar tu Causa y magnificar tu palabra. Estoy convencido de que si Tú demorases en hacer descender tu victoria y demostrar tu fuerza, los signos de tu soberanía, ciertamente, perecerían en tu tierra, y las señales de tu autoridad serían borradas en toda la extensión de tu dominio.
Mi pecho está agobiado, oh mi Dios, y los dolores y las vejaciones me han rodeado, pues oigo entre tus siervos toda alabanza excepto tu maravillosa alabanza, y contemplo entre tu pueblo las evidencias de todas las cosas, excepto las evidencias de lo que Tú les has prescrito por tu mandato, y destinado para ellos mediante tu soberana voluntad, y ordenado para ellos por tu imperativo decreto. Se han desviado tan lejos de Ti, que si alguno de tus amados les entregara las maravillosas señales de tu unidad, y las preciosas expresiones que atestiguan tu trascendente unicidad, ellos introducirían sus dedos en sus oídos y le pondrían reparos y se burlarían de él. Todo esto Tú lo has ordenado mediante tu soberanía que todo lo abarca, y previsto mediante tu omnipotente supremacía.
¡Glorificado, inmensamente glorificado eres Tú, oh mi Maestro! Observa, pues, los corazones que en su amor por Ti, han sido traspasados por los dardos de tus enemigos, y las cabezas que han sido portadas en lanzas por la exaltación de tu Causa y la glorificación de tu nombre. Ten piedad, entonces, de aquellos corazones que han sido consumidos por el fuego de tu amor, y alcanzados por tales tribulaciones como las que Tú solamente conoces.
¡Toda alabanza y honor a Ti, oh mi Dios! Tú bien conoces las cosas que, durante una veintena de años, han sucedido en tus días, y han continuado sucediendo hasta esta hora. Ningún hombre puede estimar, ni lengua alguna narrar, lo que ha sucedido a tus escogidos en todo esto tiempo. Ellos no pudieron obtener amparo, ni encontrar refugio alguno donde permanecer a salvo. Convierte, entonces, oh mi Dios, su temor, en las evidencias de tu paz y de tu seguridad; y su humillación, en la soberanía de tu gloria; y su pobreza, en tu todo suficiente riqueza; y su angustia, en las maravillas de tu perfecta tranquilidad. Otórgales las fragancias de tu poder y tu misericordia, y has descender sobre ellos, desde tu maravillosa bondad, lo que les permita prescindir de todo salvo de Ti, y desprenderse de cualquier cosa fuera de Ti, para que la soberanía de tu unicidad sea revelada, y la supremacía de tu gracia y tu munificencia sean demostradas.
¿No considerarás, oh mi Dios, las lágrimas que han vertido tus amados? ¿No Te apiadarás, oh mi Bienamado, de los ojos que han sido ofuscados debido a su separación de Ti, y por la cesación de los signos de tu victoria? ¿No mirarás, oh mi Maestro, los corazones donde ha batido las alas la paloma del anhelo y el amor por Ti? ¡Por tu gloria! Las cosas han llegado a tal extremo, que la esperanza ha sido casi relegada de los corazones de tus escogidos, y están a punto de apoderarse de ellos los hálitos de la desesperación, en razón de lo que les ha acontecido en tus días.
Mírame, entonces, oh mi Dios, cómo he huido de mí mismo hacia Ti, y he abandonado mi propio ser para alcanzar los esplendores de la luz de tu Ser, y he dejado todo lo que me aparta de Ti y me hace descuidado de Ti, a fin de inhalar las fragancias de tu presencia y tu recordación. Observa cómo he hollado el polvo de la ciudad de tu perdón y tu munificencia, y he habitado dentro de los recintos de tu trascendente misericordia, y Te he suplicado, mediante la soberanía de Aquel Quien es tu Recuerdo, y Quien ha aparecido en el manto de tu muy pura y muy augusta Belleza, que hagas descender sobre tus amados, en el curso de este año, lo que les permita prescindir de cualquier excepto de Ti, y los libere para que reconozcan las evidencias de tu soberana voluntad e irresistible propósito, de modo tal que busquen solo lo que Tú quisiste para ellos por tu mandato, y no deseen nada sino lo que Tú deseaste para ellos por tu voluntad. Santifica, entonces, sus ojos, oh mi Dios, para que vean la luz de tu Belleza, y purifica sus oídos para que escuchen las melodías de la Paloma de tu trascendente unicidad. Colma, entonces, sus corazones con las maravillas de tu amor, y protege sus lenguas para que no mencionen a nadie fuera de Ti, y guarda sus rostros de volverse a nada que no seas Tú. Potente eres Tú para hacer lo que Te place. Tú, verdaderamente, eres el Todopoderoso, el que Ayuda en el Peligro, Quien Subsiste por Sí Mismo.
Protege, además, oh mi Amado, por medio de tu amor por ellos y a través del amor que ellos Te profesan, a este siervo, quien lo ha sacrificado todo por Ti, y ha empleado cuanto Tú le has otorgado en el sendero de tu amor y tu complacencia, y presérvalos de todo lo que Tú aborreces, y de cuanto le impida entrar en el Tabernáculo de tu santa soberanía, y alcanzar la sede de tu trascendente unicidad. Cuéntale, entonces, oh mi Dios, entre aquellos que no han permitido que nada los disuada de contemplar tu belleza, o de meditar sobre las maravillosas evidencias de tu eterna obra, para que no se asocie con nadie salvo contigo, y no se vuelva a nada que no seas Tú mismo, y no descubra en lo que ha sido creado por Ti en los reinos de la tierra y del cielo, nada sino tu maravillosa Belleza y la revelación de los esplendores de tu rostro, y sea tan inmerso en los ondulantes océanos de tu imperiosa providencia y en los agitados mares de tu santa unidad, que olvide toda mención salvo la mención de tu trascendente unicidad, y destierre de su alma los vestigios de todas las malas sugerencias, ¡oh Tú en cuyas manos están los reinos de todos los nombres y atributos!
¡Loado sea tu nombre, oh Tú Quien eres el Objeto de mi deseo! ¡Juro por tu gloria! Cuán grande es mi anhelo por llegar a un desprendimiento tan completo que si se presentasen delante de mí aquellos semblantes que están ocultos en los aposentos de la castidad, cuya belleza Tú velaste a los ojos de la creación entera y cuyos rostros santificaste de la mirada de todos los seres, y si se revelasen en toda la gloria de los esplendores de tu incomparable belleza, rehusaría considerarlos, y los miraría con el solo propósito de discernir los misterios de tu obra, los cuales han dejado perplejas las mentes de aquellos que se han acercado a Ti, y han infundido temor reverente a todas las almas que Te han reconocido. Me remontaría, por tu fuerza y tu poder, a tales alturas que nada en absoluto tendría la capacidad de apartarme de las múltiples evidencias de tu trascendente dominio, ni designio terrenal alguno podría excluirme de las manifestaciones de tu Divina Santidad.
¡Glorificado, inmensamente glorificado eres Tú, oh mi Dios, y mi Amado, y mi Maestro, y mi Deseo! No destruyas las esperanzas de este humilde ser, de alcanzar las orillas de tu gloria, ni prives a esta miserable criatura de las inmensidades de tu riqueza, ni arrojes a este suplicante de las puertas de tu gracia, y de tu munificencia, y de tus dones. Ten misericordia, entonces, de esta pobre y desolada alma que no ha buscado amigo sino Tú, ni compañero excepto Tú, ni consolador salvo Tí, ni amado fuera de Ti, ni ha acariciado deseo alguno sino a Ti mismo.
Vuelve, entonces, hacia mí, oh mi Dios, la mirada de tu misericordia, y perdona mis transgresiones de aquellos que Te son queridos, y que se interponen entre nosotros y las revelaciones de tu triunfo y tu gracia. Cancela, además, nuestros pecados, los cuales han excluido a nuestros rostros de los esplendores del Sol de tus favores. Poderoso eres Tú para hacer tu voluntad. Tú ordenas lo que deseas, y no se Te inquiere lo que Tú deseas a través del poder de tu soberanía, ni pueden ser frustrado en aquello que Tú prescribes mediante tu irrevocable decreto. No existe otro Dios sino Tú, el Omnipotente, el Más Poderoso, el Siempre Viviente, el Más Compasivo.